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FULGENCIO YEGROS GIROLA (+)

  BATALLAS DE NANAWA, 1933 (Comentario de FULGENCIO YEGROS GIROLA)


BATALLAS DE  NANAWA, 1933 (Comentario de FULGENCIO YEGROS GIROLA)

BATALLAS DE NANAWA

Comentario de FULGENCIO YEGROS GIROLA

 

 

LA PRIMERA OFENSIVA BOLIVIANA

ENERO DE 1.933

 

El plan inicial del Comando paraguayo se había cumplido totalmente, con exactitud matemática, el 23 de diciembre de 1932 se dio la orden de pasar momentáneamente a la defensiva. Aquel mismo día partí (Estigarribia) para Villa Militar, localidad designada para asiento del Gran Cuartel General, con el objeto de organizar mi nuevo Comando y atender el establecimiento, organización y equipo de los frentes defensivos. Constituí tres grupos defensivos principales: Toledo, Francia (antiguo fortín Arce de los bolivianos) y Nanawa. Con toda rapidez se construyeron obras defensivas en Corrales, Herrera (antiguo Alihuatá), Kilómetro Siete de Saavedra que los bolivianos denominarían Campo Jordán y frente a Samaklay, como puntos defensivos adelantados y de cobertura de los núcleos principales.

Mediante esfuerzos inauditos realizábamos nuestro transporte en plena estación lluviosa, instruíamos a las tropas y abríamos trincheras en todas partes. En los frentes y en la retaguardia, desde el primer jefe hasta el último soldado, todos vibraban al unísono con la inquebrantable voluntad de detener y destruir a los bolivianos.

La presión general de los bolivianos no se dejó esperar. El día 24 se combatió encarnizadamente toda la mañana en Corrales. El día 27 los bolivianos presionaron sobre Herrera y atacaron Nanawa y Saavedra sin mayores resultados. El 28 continuaron los ataques en el sector de Nanawa, donde perdimos el puesto adelantado Gral. Duarte. Ese mismo día rechazamos en Saavedra dos fuertes ataques, que dejaron en nuestro poder un crecido número de armas.

Informaciones de todas las fuentes nos hacían saber de importantes reuniones de tropas en Camacho, Platanillos, Saavedra y Nanawa. Pero ante la extremada angustia de nuestros medios de transporte (el mal crónico del ejército paraguayo en el curso de toda, la guerra) y las lluvias continuadas, tuve que autorizar a los comandantes de Cuerpos de Ejército la reducción al mínimo de la guarnición de los puestos adelantados. Las tropas en general no podían recibir más de la mitad, de la ración. En Nanawa, en cuya región los caminos estaban totalmente intransitables, desde el 19 de diciembre ya no se recibía sino carne. El problema del encuadramiento del II Cuerpo de Ejército subsistía en gran parte. Para subsanar esta deficiencia, pedí a Asunción la venida de oficiales de marina, que ardían en el patriótico deseo de concurrir al frente de operaciones y vinieron llenos de entusiasmo y se adaptaron rápidamente al nuevo ambiente de combate que se les ofrecía.

A consecuencia de la orden de disminuir los efectivos de los puestos adelantados, quedaron en Corrales unos 300 hombres (Capitán Hipólito Radice). El 1 de enero de 1933, dicho fortín fue atacado por varios regimientos bolivianos. Tras una defensa heroica de todo el día, los nuestros lo abandonaron, a las 18 horas. Los bravos defensores de Corrales, cuando recibieron orden de replegarse ya estaban completamente rodeados y se abrieron paso a punta de bayoneta hasta sus bases, salvando todos sus elementos.

Era evidente que las copiosas lluvias últimas habían dificultado mucho los movimientos de los bolivianos, que en rigor no realizó ninguna operación de importancia desde que los paraguayos pasamos a la defensiva hacía ya bastante tiempo. Por fin, el 7 de enero, los bolivianos presionaron con tropas de consideración sobre las avanzadas paraguayas de Herrera, obligándolas a replegarse algo más atrás.

Al día siguiente, 8 atacaron con efectivos numerosos nuestro puesto Mariscal López y se apoderaron de él después que sus defensores agotaron sus municiones; estos últimos, sin embargo, se replegaron ordenadamente sobre Nanawa. Los defensores de Mariscal López estaban armados con fusiles de calibre 7, diferente del resto del armamento de nuestro ejército, y sólo contaban con muy escasa cantidad de municiones, de las que no se les podía proveer.

Di enseguida la orden de retomar este puesto, pero la hube de suspender al otro día, en vista del movimiento de varias unidades bolivianas del lado de Samaklay. Empezaban a llegar noticias de un próximo ataque a Nanawa con fuertes efectivos, corroboradas ahora por aquel movimiento. Informado así especialmente por declaraciones de prisioneros, de la preparación de este ataque, desde el 11 de Enero ordené el envío de algunos regimientos de refuerzo a la guarnición de Nanawa y además hice transportar los reemplazos necesarios para las unidades existentes. Otros prisioneros, tomados en el sector de Corrales, declaraban que aquí quedaba poca tropa, la mayor parte se había dirigido hacia el sur.

Desde el 19 de enero teníamos reunida en Toledo una masa de 5.000 hombres pero estábamos imposibilitados de moverla por falta de medios de transporte, ejemplo típico de cómo el Comando paraguayo se veía inhibido de sacar provecho de las situaciones favorables que se le presentaban. Si entonces hubiésemos dispuesto de los camiones necesarios, podríamos haber empleado esa masa en operaciones llamadas a darnos un éxito incalculable. Las tropas bolivianas de esa región eran insuficientes para detenernos, ya que todos los esfuerzos de los bolivianoss, se concentraban hacia el sur, para el ataque a Nanawa. Pero desgraciadamente se malogró a sabiendas tan preciosa oportunidad, como se malograrían otras, siempre por la precariedad de nuestros elementos de movilidad.

Los primeros ataques de los bolivianos a nuestros puestos avanzados de Nanawa empezaron efectivamente el 15 de enero. Para el 19 del mismo mes, esos puestos tuvieron que replegarse sobre nuestras posiciones principales. El día 20 el adversario se lanzó a un asalto general, presionando especialmente por el Norte y por el Sur, con intención de envolvernos. El General Kundt se había enfundado su guantelete de acero y se disponía a descargar sobre nosotros sus presuntos golpes trituradores.

Los asaltantes, en número de 5.000, contra 2.500 de la defensa paraguaya, llevaron sus ímpetus hasta alcanzar los parapetos paraguayos, pero aquí fueron aniquilados en terrible lucha a la bayoneta. Aquel día 20 se frustraron todos los asaltos bolivianos.

La lucha continuó encarnizadamente el día 21 y esta vez lograron los bolivianos, hacia el anochecer, interceptar el camino de Nanawa a Gondra. La misma noche recibí una sorpresa desagradable: el comandante de Nanawa TCnel. Irrazábal me comunicó que no le quedaban más municiones que las indispensables para un día de combate. El convoy despachado días antes conduciendo municiones a Nanawa, no había llegado a tiempo y he aquí que nuestras tropas se encontrarían privadas de los medios de defenderse frente a un adversario del camino, al Norte de Nanawa resultaba imposible el abastecimiento por el lado de Falcón. Nuestro único recurso sería la aviación, pero en aquellos días sólo teníamos tres o cuatro aparatos que estaban en reparación en la capital. Había que hacer, sin embargo, cualquier sacrificio para conjurar la crisis, y así, ordené que dichos aparatos viniesen en las condiciones en que se encontraban, a fin de acarrear las municiones de socorro desde Concepción. Para peor, en Nanawa no había campo de aterrizaje preparado y el Comandante de la plaza pidió que las cajas de municiones fuesen arrojadas desde el aire. Pero teníamos la experiencia de que de cada cajón arrojado desde mil metros de altura, no podía utilizarse más del veinte por ciento de los proyectiles. Ordené en consecuencia que se preparase rápidamente una pista, en un campo distante algunos kilómetros de Nanawa. Afortunadamente amainaron los ataques de los bolivianos, lo que permitió alguna economía de municiones a nuestras tropas. El 23, día de encarnizada lucha, poco más o menos a medio día el campo de aterrizaje de emergencia quedó listo y tres aviones procedentes de Concepción y uno de Villa Militar, aterrizaron en el lugar cargados de proyectiles. De este modo se salvó la peligrosa emergencia. Cuando se distribuyó la primera partida, nuestros combatientes ya no tenían más de cinco cartuchos por hombre.

En esos mismos días 21 y 22, los bolivianos atacaron también Herrera, furiosamente, con 1.500 hombres, contra 1.000 de la defensa paraguaya, siendo todos los ataques rechazados. Los bolivianos sufrieron enormes pérdidas.

En Nanawa con el debilitamiento de nuestros fuegos por la anotada falta de municiones, el adversario llegó a forzar en cierta medida nuestra extrema derecha, practicando una entrante peligrosa en aquella parte; pero la oportuna intervención de un destacamento lanzado desde Falcón lo detuvo a tiempo.

En esa oportunidad, el comandante de Nanawa, un poco inquieto, me pidió autorización para evacuar el fortín, con el objeto de situarse a algunos Kilómetros más atrás, dada la amenaza del avance boliviano por el Norte y algo también por el Sur. Me opuse a esta sugestión porque percibí que el ímpetu de los ataques llegaba a su fin, después de cuatro días de combates muy sangrientos, y a la vez porque tuve presente una razón psicológica de peso. El Gral. Kundt, antes de iniciar la batalla, había prometido solemnemente a sus tropas y a toda Bolivia la captura inmediata de Nanawa. Era el primer éxito espectacular a que aspiraba, para consolidar su prestigio mesiánico ante el gobierno de La Paz y el pueblo boliviano, que lo habían recibido como a un salvador. Con la caída de Nanawa la moral boliviana se hubiera remontado muy alto el salvador empezaría a realizar sus milagros y el entusiasmo renaciente adquiriría mucho incremento. Del lado paraguayo, cuya opinión pública se sintió grandemente alarmada con el incidente de las municiones, era de temer el fenómeno centrarlo y había que ahorrar a nuestro pueblo todo motivo de depresión. Por eso y no obstante la escasísima importancia material del lugar persistí en su ocupación y defensa.

Ante la imposibilidad de quebrantar la resistencia paraguaya con sus ataques frontales, los bolivianos iniciaron en la mañana del 23 una maniobra de desbordamiento por el Norte y después de medio día también por el Sur, poniendo en serio apure a nuestra defensa en ambas alas. El 24 se produjo un hecho digno de especial mención. En la parte Sur de Nanawa los blivianos debían atravesar un espacio descubierto para llegar a las posiciones paraguayas, que estaban en la orilla de una lengua de bosque.

La noche antes los paraguayos prepararon una posición simulada en campo abierto, a unos cien metros delante de la verdadera, que ocuparon en toda su extensión unos pocos soldados apostados detrás de unos matorrales, con la misión de abrir nutridas descargas en cuanto empezara el avance boliviano. Al aclarar aquel día 24, sin ningún reconocimiento preliminar, ni siquiera con el fuego, los bolivianos se lanzaron al asalto y cuando ya llegaban sobre la posición simulada, en uno de esos momentos de desorganización que son inevitables en tales casos y tras breve tiroteo, un regimiento de caballería paraguaya a pie (Capitán Luis Lasclotas) se arrojó a su vez al asalto machete en mano. Después de un corto entrevero, el regimiento boliviano Nº 41, al mando del Mayor Pantoja, cayó aniquilado a machetazos. Esta unidad boliviana había llegado la antevíspera para ser arrojada a la hoguera sin ninguna orientación previa.

Los soldados que formaban parte de ella vestían flamantes uniformes con botones del ejército de los Estados Unidos. Desde aquel día también los paraguayos pudieron lucir el uniforme americano, y muy oportunamente, por cierto, pues nuestros soldados andaban por entonces con un vestuario lastimoso.

El efecto de aquella masacre fue la paralización completa de los ataques bolivianos. Perdida esta batalla en que cifraba tantas esperanzas, el Gral. Kundt se consoló con un parte que envió aquel día a La Paz, afirmando que Nanawa estaba cercada. Y por varios meses el pueblo boliviano creyó en este cerco teórico del irreducible bastión paraguayo.

Amaneció Nanawa en calma el día 25. Los paraguayos, después de cinco días de lucha contra un Ejército Boliviano tenaz y muy superior en número, tenían derecho a sentirse fatigados. El comando local no disponía ya de reservas, los contraataques inmediatos, por lo tanto, no eran posibles. En Herrera continuaba así mismo el holocausto de las tropas bolivianas en sus vanos ataques frontales.

En los días subsiguientes la retaguardia paraguaya realizó un esfuerzo extraordinario, y gracias a él pudimos reunir 7.000 hombres en Francia, 5.000 en Toledo, e igual número en Nanawa con los cuales, aunque mal encuadrados y peor armados, estábamos en condiciones de resistir a todas las embestidas del General Kundt. Y si hubiésemos dispuesto de mayor cantidad de medios de transporte, seguramente que accionaríamos desde entonces en forma mucho más rápida y decisiva.

El día 27 destruimos el ala Norte del envolvimiento boliviano en Nanawa y así alejarnos momentáneamente el peligro por ese lado. El 28 en Herrera, donde los bolivianos también esbozó un envolvimiento, rechazamos las dos alas del mismo.

Durante los días 29, 30 y 31 de enero, los bolivianos volvieron a atacar frontalmente a Nanawa con sus tropas dispuestas en olas sucesivas. Mediante enormes sacrificios de vidas, el último día consiguieron adelantar algo en el ala norte, donde emplazaron artillería e hicieron tiros de interdicción sobre nuestro camino Nanawa - Orihuela.

A despecho de todas las dificultades, el 29 realizamos un ataque demostrativo sobre Corrales, con tropas destacadas de Toledo que desde hacía bastante tiempo estaban imposibilitadas para todo movimiento. Esto bastó para detener la actividad de los bolivianos hacia Herrera y aún obligarles a replegarse. Aquél era a todas luces el punto sensible del frente boliviano, pero no pudimos hacer más. A pesar de las buenas perspectivas que ofrecían estos ataques, nuestros elementos no nos permitían insistir en ellos y para peor, en uno de los batallones armados con los llamados fusiles "mata paraguayos", se produjeron explosiones de las recámaras de dichos fusiles, que mutilaron a algunos soldados.

Con las nuevas tropas que enviamos a Nanawa, organizamos el III Cuerpo de Ejército TCnel. Luis Irrazábal, sobre la base de las divisiones 4ª TCnel. Arturo Bray y 5ª TCnel. Francisco Brizuela, reunidas en dicho frente de operaciones.

En los primeros días de febrero continuaba la constante afluencia de movilizados a nuestras filas. Se concentraron, 8.200 hombres en Francia y 5.700 en Toledo, pero desgraciadamente los recién llegados venían en gran parta sin armas.

Quebrantada la nueva etapa de la ofensiva boliviana y ante la imposibilidad momentánea de emprender todo movimiento ofensivo por nuestra parte, procedimos a la reorganización general de nuestras unidades y a realizar algunos contraataques locales encaminados a mejorar nuestra línea de defensa, así como también a efectuar rectificaciones en los diversos frentes, para estar más en armonía con la realidad de nuestra situación. Por ejemplo, el 8 de Febrero autoricé al Comando del Segundo Cuerpo TCnel. Ayala a retirar sus tropas de Corrales hasta Toledo, entre otras razones por la falta de medios de transporte para abastecer de agua a dichas tropas, el agua se transportaba desde muy lejos.

En los días siguientes del mes de febrero se sucedieron acciones locales y golpes de mano por parte de paraguayos y bolivianos en todos los frentes, con la única particularidad de una insistente observación de la aviación boliviana en la región Oeste de Zenteno (Alihuatá), observación que no podíamos estorbar, por la carencia absoluta de aviones.

Impotentes para observar a nuestra vez desde el aire, hacíamos patrullajes a pie hacia la región observada por los bolivianos, pero estos patrullajes, lentos y penosos, que se emprendían en la tupida maraña del bosque, por senderos que abrían las mismas patrullas, no dieron ningún resultado. En verdad, trabajábamos en condiciones bien desiguales, “los bolivianos por el aire y los paraguayos a pie”.

En todas estas acciones el ejército boliviano perdió más de 1.500 hombres, gran cantidad de armamentos, municiones y se derribaron 2 aviones por los incontenibles fuegos de Artillería.

 

DE LOS PARTES DE GUERRA DEL GRAL. KUNDT SE LEE LO SIGUIENTE:

Muñoz, 6 de Febrero de 1.933

 

APRECIACIÓN DE LA SITUACIÓN EN EL DÍA 6 DE FEBRERO DE 1.933

 


La esperanza respecto a la toma de Ayala, hasta hoy no han sido publicadas, pues pasan ya dieciséis días desde el ataque decisivo. Ocurrió lo que nadie había esperado; que el enemigo no solo soportó a nuestra infantería con una tenacidad tan resuelta en la defensa de sus posiciones que la toma del fortín resultó imposible agregándose a esto que por causas imprevistas se perdieron las horas decisivas para el ataque.

No ha existido, en el Comando Superior nunca la menor duda de que la toma sino hubiese sido posible realizarla el mismo día 20 duraría mucho tiempo y equivaldría a un verdadero sitio. En esta situación estamos hoy. No ha sido posible cerrar completamente el anillo, para cuyo efecto es necesario quizás el doble de las fuerzas disponibles; pero están amarradas en Nanawa aproximadamente cuatro o cinco mil hombres de las mejores tropas enemigas, no existiendo ya ningún peligro para nuestra ala derecha. Además el mismo hecho de que tenemos cerrado por una gran parte tal vez con contingentes inferiores en número el fortín principal enemigo revela la superioridad militar nuestra.

Sobre el futuro desarrollo de la situación de Nanawa, la que se presenta como una operación absolutamente aislada, se hablará en otra ocasión.

En el Campo Jordán se ha paralizado todas las operaciones. El enemigo ha concentrado sus fuerzas más hacia al Este, se decir, en dirección Nanawa, según indicaciones de los prisioneros, han quedado solo 1.200 hombres en el campo Jordán. Esta situación daba el motivo para retirar del frente de la 4ª División varios Regimientos: 2, 22, y 27 de Infantería, quedando en el frente de la 4ª División fuerzas más que suficientes para resistir a cualquier ataque.

El ataque enemigo contra el ala izquierda de la 4ª División que se esperaba con toda seguridad y que hubiera sido el alivio más eficaz para Nanawa, no se ha producido. De tal manera la 9ª quedó disponible y podía mandar las dos terceras partes de su infantería a Nanawa. Su situación en el momento no solo permite sino exige una conducta ofensiva; primero para atraer la atención del enemigo y fuerzas de él en esta dirección; y segundo para ejercer fuerte presión contra el camino Arce – Fernández con intención de preparar la futura toma de Fernández. La fuerza ofensiva del II CE se agotó, al parecer, con la toma del fortín Corrales.

El Comando del Cuerpo daba preferencia al ataque contra el fortín Fernández, mientras que el Comando Superior había preferido concentrar las fuerzas del Cuerpo sobre Toledo. El ataque contra Fernández escogía el punto de la mayor resistencia enemiga, cuyo centro siempre se encuentra entre Arce – Alihuatá y Rojas Silva, en cambio, un avance sobre Toledo, amenazaba las comunicaciones enemigas a retaguardia con una operación directa sobre Isla Poy.

Por consiguiente, debe ser exigido del Segundo Cuerpo, por lo pronto, la toma de Toledo, quedando Fernández para más tarde, es decir una vez que se deje sentir el avance de la 9ª División desde el Sur.

Es inútil decir que las posiciones de Platanillos y Corrales deben ser mantenidas contra cualquier ataque.

Como por el momento, de la V División no se exige ninguna actividad, debe aprovechar bien el tiempo para preparar y entrenar a sus unidades.

En resumen, tenemos en toda la extensión del frente la iniciativa.

(Fdo.) Kundt.

 

 

NANAWA SEGUNDA OFENSIVA

4 DE JULIO DE 1932

 

La directiva del Presidente de Bolivia Dr. Daniel Salamanca de dictar sus condiciones al Paraguay, en la margen derecha de su río epónimo. En la fecha de nuestro acápite y días subsiguientes, el pretencioso ejecutor de su voluntad conquistadora, General Hans Kundt, tras sufrir el descalabro del 20 de Enero, se propuso concretar el sueño dorado. Para ello, desde el día siguiente de su sonado fracaso anterior, que le costara enorme pérdida humana y de material, preparó una segunda ofensiva, tan acuciosamente como se lo permitieron su capacidad castrense y la potencialidad bélica de su patria adoptiva. Reunió más hombres 15.000 que la vez anterior, poniendo en sus manos incluso armas nuevas. Disponía a la sazón de más aviones, más piezas de artillería, tanques de guerra, minas subterráneas y hasta de lanza llamas, elementos estos últimos no empleados hasta entonces, si no totalmente desconocidos, por cierto inesperados por nuestros comandos superiores y ni que decir, por los hombres de choque de nuestra primera línea. Esta vez, la intención operativa estuvo guardada en el más absoluto secreto. No fue como en la primera cuando preanunció éxito en aquella patética promesa del Gral. Kundt: "Mañana a las 12 horas. . . NANAWA estará en nuestro poder".

Luego de la sorpresiva infernal explosión de una mina subterránea, colocada a escasa distancia de nuestra primera línea, comenzó la intensiva preparación por el fuego, con bombardeo desde el aire y ametrallamiento en raudos vuelos rasantes de sus audaces aviadores; dos tanques al par de su avance disparaba despiadados sus cañones; la artillería y los morteros lanzaban sus granadas y las tropas bolivianas comenzaron su ataque precedidos por numerosas lanzallamas irradiando fuego por doquier, al grito de VIVA BOLIVIA!

Aún cuando nuestros comandos y unidades de primera línea, en ningún momento dejaron de estar alerta, esta vez fueron un tanto sorprendidos por el dantesco avance, con mayor ímpetu en dos sectores de nuestra defensa. Tropas bolivianas lograron irrumpir en nuestras zanjas de primera línea, posesionándose de ellas en respetable extensión, como el fruto de la sorpresa inicial. Pero la voluntad paraguaya de no ceder ante la macabra violencia, reaccionó a poco de comenzar el contacto entre las unidades de superficie. Pronto quedaron anulados dos poderosos carros de asalto. El uno tocado por nuestros proyectiles especiales antitanques, viéndose obligado a parar a no más de 60 metros de nuestras trincheras hasta donde había llegado, sin dejar de disparar por eso su cañón. El otro se limitó a pasear su monstruosa figura frente al campo atrincherado antes de regresar a su base de partida. Era el fracaso rotundo de esta arma en su primer empleo, que había de ser el último, en la guerra del Chaco.

Posteriormente ambos armatostes cayeron en nuestro poder. El uno fue vendido después de la guerra como “hierro viejo” y el otro se exhibía sobre un pedestal en el espacio existente frente al edificio de la antigua Escuela Militar (hoy ya devuelto a la República de Bolivia), no para ofrenda del ocasional enemigo sino como testimonio mudo, pero elocuente, de lo que es capaz la voluntad paraguaya puesta al servicio de la nación en peligro.

Los lanza llamas que estuvieron dando la sensación de ser capaces de incendiar el universo, a su vez, dejaron de funcionar por caer sus poseedores muertos o gravemente heridos por los certeros disparos de nuestros hombres, llegando a estabilizarse la lucha alimentada sin embargo, por el tremendo fuego de las armas restantes. Pero había un sector de nuestras trincheras que continuaba ocupado por quienes consiguieron penetrar en ellas al amparo de la confusión inicial. Para desalojarlos fue precisa la extraordinaria decisión de nuestros valientes, de aproximarse bajo el intenso fuego boliviano, a distancias increíbles como para depositar o poco menos, sus granadas de mano dentro de las zanjas mismas, cuya actitud causó ingentes bajas a los atrevidos ocupantes. Esta lucha con granadas de mano fue de ardor indescriptible, tanto que algunas caídas en las proximidades de nuestros soldados eran recogidas por éstos para devolverlas antes de explotar, habiéndose producido el caso de que algunas explotaron en la mano del valiente causándole heridas cuando no el destrozo del brazo.

Fue, tal vez por la prolongación esperada de esta lucha y el empleo intensivo de la mortífera arma, que el Comando en Jefe de nuestro Ejército en operaciones — Coronel Estigarribia — urgió el envío desde Asunción de cuantas granadas de mano se hallasen en nuestros parques, circunstancia que obligó a nuestros Arsenales de Guerra y Marina a fabricarlas aceleradamente, dando lugar a su enorme capacidad de producción de poner en escasas horas miles y miles de este mortífero elemento. Tanto que, en el día mismo de la demanda, dos aviones Potez 25 tripulados uno por el Mayor Leandro Aponte y el otro por el Mayor Víctor Vallejos, en un vuelo histórico, depositaron su preciosa carga en manos del encargado de recogería en el campo adyacente al puesto de Comando de la 5ª División apresuradamente improvisada para la acción aeronáutica del 20 de Enero.

Los paraguayos, gracias a la encarnizada y mitológica conducta consiguieron reocupar una tras otra las posiciones perdidas. De tal suerte quedó decretado el definitivo fracaso del ejército acaudillado por el Gral. Kundt. Los bolivianos, obligadamente, abandonaron el empeño de salir a la rivera de nuestro río Paraguay, tal vez frente a Concepción, cuya ciudadanía volvió a respirar a pulmón pleno, con el alma siempre consagrada a la victoria definitiva la cual al fin llegó después de dos años más de titánica lucha.

El ilustre General ruso, Don Stephan Vysokolán, al ocuparse de esta batalla, en enjundioso estudio de su indudable capacidad castrense, asegura que ella fue una de las más encarnizadas y brillantes sostenidas por nuestro ejército en operaciones durante los tres años de la Guerra del Chaco. Esto, hasta el punto de compararla con la de las Termopilas donde Leónidas, con sus 300 espartanos, hizo frente victoriosamente a 80.000 persas, en el año 480a.c., reclamando, por ello, una medalla conmemorativa así como existe la de BOQUERÓN.

Frente a las posiciones paraguayas quedaron abandonados más de 1.500 cadáveres bolivianos, el número de prisioneros fue bastante elevado entre ellos el Mayor Antezana a la cabeza y numerosos oficiales alcanzaron a 413 clases y soldados. Entre los regimientos destruidos se contaron el Pérez, el Azurduy, el 38 y el 39 de Infantería, “Regimiento Castillo 16 de Infantería” y el Destacamento 120. Entre otras cosas nos apoderamos de 8 ametralladoras pesadas, 21 livianas y más de un millón de proyectiles, lanza llamas y hemos destruido sus tanques de guerra.

De las MEMORIAS DEL MCAL ESTIGARRIBIA, último párrafo de la página 151

Ese mismo día (14 de Julio) recorrí personalmente el campo de batalla de Nanawa. Fui testigo en aquella ocasión del espectáculo más macabro que recuerdo en mi vida. En el sector donde los bolivianos habían roto nuestras líneas y realizado su más profunda penetración en nuestro sistema defensivo, pedazos de piernas y brazos arrancados por la artillería seguían colgados de los árboles. En un lugar habían caído abrazados un soldado paraguayo y otro boliviano. Podía observarse que, después de furiosa lucha cuerpo a cuerpo, estallaron las granadas de mano que llevaba el paraguayo en uno de sus bolsillos, matando a los dos, según se deducía del hecho de que el paraguayo tenía un costado del muslo destrozado por una explosión, en el costado donde debió estar el bolsillo cargado de explosivos. Pero lo que presencié después fue todavía peor. Como el campo estaba lleno de cadáveres, se había dispuesto su incineración. En vez de poner leña entre los cadáveres, para conservar el fuego hasta la consumición de todos se los había simplemente apilado y rociado con kerosén, prendiendo fuego al conjunto. El fuego se mantuvo por algún tiempo, pero apenas se agotó el combustible, quedó un horrendo montón de carne humana chamuscada, que llenaba de insoportable olor todo el campo. Durante meses me persiguió aquella impresión atroz.

 

DE LOS PARTES DE GUERRA DEL GRAL. KUNDT SE DESTACA LO SIGUIENTE:

 

EL GRAL. EN JEFE DEL EJERCITO EN CAMPAÑA

ARCHIVO

Gran Cuartel Gral. Muñoz, 1 de julio de 193

ORDEN DE EJERCIDO Nº 21/33

ORDEN PARA LA COOPERACIÓN DE LAS FUERZAS AEREAS EN EL ATAQUE A NAWAWA.

1.- El objeto principal de las Fuerzas Aéreas durante el combate será la ubicación de la artillería enemiga la que debe ser bombardeada si tregua hasta acallarla y en lo posible aniquilarla. Debe encontrase en el aire por lo menos una cuadrilla pero dicho objeto desde hs. 9.

2.- Fuera de estos serán bombardeadas todos los blancos favorables desde la isla 7 incluso hasta el Este especialmente la región de Florida. Es de suponen que desde el medio día durante la tarde habrá movimiento de fuerzas enemigas en el campo, sobre todo en la región de las islas 1,2 y 1a donde el enemigo en los últimos días está desarrollando mucha actividad.

3.- La exploración debe controlar los caminos que conducen de Ayala la dirección Norte y Noroeste. El panel del Comando Superior se encontrará colocado en el puesto de combate de la VII División; partes pueden ser arrojados, tanto en este punto como en el Fortín Saavedra para su trasmisión telefónica.

4.- La escuadrilla de Platanillos debe estar lista para salir, pues se debe contar con la intervención de las fuerzas aéreas enemigas dirección Nanawa para atacarlas y cortarles la retirada.

5.- Las disposiciones deben ser tomadas en tal forma que en lo posible durante todo el día se encuentren aviones en el aire. Debe evitarse volar sobre la isla de Ayala y la Isla Trébol durante el fuego de los obuses en vista de la altura de sus ordenadas.

6.- Sírvase enviar al Comando Superior un plan para la acción de las Fuerzas de su mando.

EL GRAL. EN JEFE DEL EJERCITO EN CAMPAÑA (PDO.) H. KUNDT.

Agua Rica, 7 de Julio de 1.933

 

ORDEN DE EJERCITO Nº 23/33 A LA VII DIVISIÓN

1.- El ataque de la reforzada VII División no nos ha dado el éxito que conforme a la opinión favorable de todos los Cmtes., el espíritu de optimismo que reinaba y del conjunto de los medios empleados en el ataque, se debía esperar. Los detalles de la acción necesitan una aclaración especial. Me es muy satisfactorio, reconocer con toda mi alma el espíritu brillante que ha predominado en muchas unidades y al cual el enemigo mismo ha rendido homenaje en uno de sus noticiosos.

2.- La VII División queda hasta nueva orden bajo las ordenes directas del mando Superior, debiendo ser atendido su abastecimiento por el Comando del Primer Cuerpo de Ejército. Pasarán a órdenes del Comando de la División las unidades que formaban la reserva.

3.- La misión de la División consiste en mantenerse en sus actuales posiciones. Debe ser aprovechada cada oportunidad para hacer daño al enemigo, continuar metódicamente en el avance donde hay probabilidades de éxito y para mejorar las posiciones. El empleo táctico de todas las unidades que forman la reserva necesita como antes, la venia del Comando Superior, salvo los casos urgentísimos de verdadera necesidad.

4.- La tranquilidad que actualmente reina debe ser aprovechada para ordenar las unidades y muy especialmente para constatar los verdaderos efectivos. El Comando de la Div., comunicará hoy a hs. 19 en un parte especial los efectivos de las unidades y las existencias de munición al Comando Superior por teléfono.

5.- Es de suma importancia aclarar hasta los últimos detalles todo lo que ha ocurrido en los días 4,5 y 6. Los Cmdtes. de los Cuerpos deben agregar a sus informes ya pedidos, partes de los Cmdtes. de Compañías, Escuadrones y Baterías, que en el mayor número de los casos deben conocer más de cerca lo que ha ocurrido en realidad.

6.- Recuerdo a todas las unidades su obligación de confeccionar con todos los medios posibles las listas de los muertos y desaparecidos así como de los heridos y mandar a retaguardias todo el armamento sobrante.

7.- En breve se darán las órdenes sobre las modificaciones que tienen que introducirse en la organización.

8.- El Comando Superior regresará en el transcurso del día de hoy a Muñoz.

EL GRAL. EN JEFE DEL EJERCITO EN CAMPANA. (FDO.) H. KUNDT.


Comunicada por teléfono a hs. 9.-
Recibió Mayor Rimaza. Transmitió Stte. Dorado.
G.J.E.C.
Archivo

 

Fuente:

Las Memorias del Mariscal Estigarribia

Revista Chaco-ré - Órgano Oficial del Ex-Combatiente

Archivos del Gral. Yegros

Archivos de Daniel Salamanca – Documentos para una historia de la Guerra del Chaco

 

Fuente digital: http://generalyegros.com (Registro: Agosto 2011)






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