EL REPARTIDOR DE HIELO Y NARANJIL
Por PEDRO GÓMEZ SILGUEIRA
pgómez@abc.com.py
Fotos ABC Color/VIRGILIO VERA/Archivo
Hace dos semanas, en la sección Esto sucedió publicamos la fotografía de un camioncito abandonado en 1968 en Tte. Fariña entre Yegros e Independencia Nacional. Apareció alguien que nos contó más de su historia.
Con lágrimas en los ojos llegó a la Redacción de ABC Color don Eustacio Giménez López (73). Empuja un carrito por las calles de Asunción en busca de changas, llevándose a cuestas todos sus elementos de trabajo: pala, azada, balde de albañil, caja de lustre y herramientas para calzados.
“Hago cualquier trabajo que me den, desde limpieza de patios, lustre, reparación y fabricación de calzados sobre pedido; hasta hago de cadete para una señora que vende lácteos en Ypané, donde vivo”, comenta el hombre.
“Tengo que luchar para seguir adelante y voy por todos lados, por donde me lleva el viento, por así decirlo; Itá, toda Asunción y hasta Ciudad del Este”, refiere al quejarse que no ha podido conseguir la pensión de la tercera edad con la Municipalidad de Ypané.
La fotografía del camioncito revivió en su memoria los recuerdos más tristes y felices de su infancia. De pequeño hizo de canillita, primero del diario La Tribuna y luego ABC Color. El trago amargo le viene de los golpes de arreador que recibía de su padre, que –según cuenta– era “muy pegador”.
El camioncito lo había comprado su papá, don Pedro Giménez Bernal, a cambio de caballos. “Teníamos 31 caballos y mi padre entregó 23 a cambio del camión a otro señor del barrio Mbocayaty, en Roberto L. Petit, donde vivíamos en Asunción. Era un mecánico que levantó un camión más grande y se hizo un gran repartidor de la zona”, relata.
Con el camioncito, don Pedro Giménez retiraba hielo en barra del depósito de los Hermanos Rodríguez, en Oliva y Hernandarias, junto con Naranjil y cerveza negra, que luego vendían en el Mercado 4 y barrio San Vicente. “Vendíamos 33 barras al día, con dos cajas de Naranjil y la cerveza. Comprábamos el hielo a 63 guaraníes y lo revendíamos a 100 guaraníes. Era un trabajo muy duro”.
Eustacio debió ir a cumplir con su servicio militar obligatorio y a su regreso le sugirió al padre que le dejara a él manejar el camión, de tal forma a que don Pedro hiciera de cobrador y contratara dos ayudantes más para alivianar el trabajo, pero se molestó mucho con él. “Para no contradecirlo, yo decidí ir a trabajar a Buenos Aires. Después me avisaron que había fallecido y vine, sin un solo documento”.
Sigue contando que su padre falleció en 1968 de un “derrame”, sentado en el camión, donde se recostó y allí mismo falleció. Tal vez por eso el camión había quedado tanto tiempo abandonado en la calle.
Fuente: Revista Dominical de ABC Color - Página 27
