ENTRE LA DEJADEZ Y LA PUERQUEZA

Por PEDRO GÓMEZ SILGUEIRA

Curitiba no es más importante que Asunción ni tiene un patrimonio histórico más rico que la “Madre de Ciudades”. Es apenas la capital de un Estado brasileño que acaba de cumplir 319 años. La nuestra completará en agosto 475 años con una historia y un atractivo natural que cautiva a todo visitante.

Sin embargo, por las varias similitudes se consideran “hermanas”.

Pero la diferencia fundamental entre ambas ciudades está en el trato que reciben tanto de sus gobernantes como de la población, de sus intendentes y de sus concejales. En Curitiba, la gente está acostumbrada a ser pulcra; en Asunción estamos llenos de puercos y puercas.

Y como se la ve tan limpia a la capital del Estado de Paraná, ningún extranjero desaliñado osa arrojar un solo papelito en la calle. Sería un papelón.

Otra gran diferencia que nos separa de Curitiba es la buena planificación; en cambio, Asunción crece a la de Dios es grande. Se expande en forma desordenada e indiscriminada.

En Curitiba, todos los días del año la ciudad amanece limpia, sigue limpia durante el día y llega así a la noche; en Asunción, ensuciar las calles es un deporte nacional heredado de los antepasados y propiciado por las mismas autoridades comunales.

Es ancestral la costumbre de convertir la vía pública, sean rutas intermunicipales o caminos vecinales, en basurales clandestinos. El “adorno” característico es una gran cantidad de bolsas esparcidas por doquier, arrojadas desde lujosas camionetas, carretas o carritos tirados por caballos. Incluso, habrá quien lo hace desde una moto.

En esto no hay diferencia de clases. En la campaña es muy común ver que la gente barre su patio, pero cruza la calle y lanza los desperdicios en la otra acera, que es territorio de nadie, o mejor dicho, en el territorio de todos, en la vía pública.

La gran diferencia entonces está entre puercos y limpios. En Curitiba, la gente separa la basura en sus casas desde hace años y la ciudad ha logrado un 85% de cobertura en este procedimiento. Es decir, los plásticos, botellas y cartones van en bolsas diferentes a la de los restos orgánicos. Aquí, ningún intento prosperó, aunque la basura se ha convertido de hecho en sustento de muchas familias.

La culpabilidad la comparten por igual gobernantes y gobernados. En la ciudad brasileña, la pulcritud ha sido posible gracias a planes y campañas desarrolladas por los sucesivos intendentes. Desde Jaime Lerner, que arrancó en 1971, hasta el actual prefecto, Luciani Ducci. Hay continuidad de planes y proyectos porque las ciudades quedan y los hombres pasan.

En Asunción, las buenas obras de gobierno de un intendente son barridas por la escoba nueva del otro que viene. Jardines y fuentes son arrancadas por el sucesor. Destruir lo bueno que hizo el antecesor es el “mejor regalo” de los políticos.

La característica principal de los intendentes y concejales asuncenos pareciera ser la dejadez. Ni se inmutan porque a la gente que los votó le guste vivir entre la roña.

Y no es que no haya ejemplos de gente limpia a emular. Feliciano Martínez convirtió a Atyrá en la ciudad más limpia del país; la concejala Julia Benítez, en su momento, hizo de Barrio Obrero el más bien cuidado de Asunción porque ella misma salía con escoba a las calles. La criticaban sus colegas diciendo que “no era su función”. Al menos su acción era más útil que sentarse cada miércoles en los curules.

Los exalumnos del Instituto Superior de Educación no olvidan que la Prof. Martina Cárdenas siempre estaba al acecho y les hacía levantar y llevar hasta el basurero la cáscara de caramelo que echaron en el patio.

La limpieza se trae de la cuna y la pobreza o falta de recursos no son excusas para ser sucios.

Fuente:  ABC Color (Online)

Sección OPINIÓN

Domingo, 22 de Abril de 2012

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