UN OFICIO CIRCUNSTANCIAL DE LOS DÍAS LLUVIOSOS DE LOS 70
LOS “PASARRAUDALES” DE ASUNCIÓN
Por PEDRO GÓMEZ SILGUEIRA
Un oficio circunstancial desaparecido de las calles de Asunción es el de los “pasarraudales”. Estos aparecían masivamente en los días lluviosos, en que las arterias del centro se convertían en verdaderos ríos. Sus elementos de trabajo eran cajas de madera y tablones colocados sobre las calles para dar paso a los peatones. Para los automóviles funcionaban como barreras, que se levantaban previo pago de un peaje.
En la locura de los años 70, muchos asuncenos recuerdan una profesión extinguida con el alcantarillado pluvial. “Cuando el raudal empezaba a bajar por la calle Antequera, los muchachos subían de la Chacarita con sus tablones, que juntaba en dos patadas y los llevaban al centro”, recuerda Eligio Cabrera, oriundo del populoso barrio.
“Aparecían de la nada, como actualmente lo hacen los vendedores de paraguas, y de la mano hacían pasar a la gente sobre las precarias tablas. Se les pagaba un guaraní, el mismo precio de un pan con manteca en el Bar San Roque, donde atendía el propio dueño, don Carlos Knapps”, continúa.
Eligio Cabrera recuerda que el raudal de la calle Antequera formaba un río infranqueable, incluso para los autos, en varios tramos. “Evitar Antequera era cuestión de seguridad. En una de esas, un Viernes Santo, hacia 1972, la casa de un conocido fue levantada por el raudal con sus tres ocupantes. Fueron rescatados de la Bahía, y uno de ellos estaba totalmente desnudo. El raudal le había sacado hasta la ropa interior y el anillo del dedo”.
Entonces él vivía en la zona del Club Oriental, en Paraguarí y Playa, donde había un puente llamado La Victoria: “Gracias a que este puente fue arrancado antes por el raudal, la casita no chocó contra la estructura, y se pudieron salvar, porque fueron flotando. El golpazo iba a ser fatal. Fue un milagro, porque de la casa ni vestigio quedó.
El arquitecto Gustavo Glavinich también rescata que los días de lluvia y raudales generaban serios inconvenientes en la ciudad hace 50 años, pero constituían escenas urbanas muy pintorescas con la presencia de los pasarraudales.
Recuerda que si había algún “peatón desentendido” los propietarios de los puentecitos retiraban raudamente el segundo tablón hasta concretar el pago correspondiente, dejándolo al ciudadano, inmisericorde, “entre raudal y raudal”, en medio de la calzada, hasta tanto entre en razón y lleve las manos al bolsillo para la propina.
"Ni bien llovía, las calles del centro de Asunción experimentaban un verdadero desfile de muchachos que subían con sus tablones en manos
desde la Chacarita para montas las improvisadas pasarelas. Cobraban un guarani, el mismo precio que tenía
un pan con manteca en el Bar San Roque".
El 30 de diciembre de 1972. En las calles Palma y Nuestra Señora de la Asunción, haciendo gala de sangre fría y excelente humor,
esta coqueta dama sortea el raudal utilizando la improvisada pasarela peatonal. El costo oficial era de un guarani; a veces, más
Uno de los puntos más críticos. En Mariscal Estigarribia y Antequera, un automóvil logra pasar al ser levantado uno de los tablones.
La calle Antequera era uno de los puntos más díficiles de sortear en días de intensa lluvia. Los puentes solo servían cuando el torrente
lo permitía.
Nuestra Señora de la Asunción y Oliva, cerca del Hotel Guarani, uno de los sitios para "hacer el agosto" en días lluviosos.
El paso de los vehículos se dificultaba con la instalación de los puentes, pues, previo peaje, eran levantados por quienes los explotaban.
Tomada de la mano de un pasero, una señora que se cubre la cabeza con un manto de hule logra pasar el tablón "antirradual".
Fuente: ABC Color - Domingo 20 de Diciembre de 2015
ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA
(Hacer click sobre la imagen)
ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA
(Hacer click sobre la imagen)
