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PEDRO GÓMEZ SILGUEIRA
  RAUDALES DE LA BENDICIÓN, RAUDALES DE LA CALAMIDAD - Por PEDRO GÓMEZ - Domingo 13 de Diciembre de 2015


RAUDALES DE LA BENDICIÓN, RAUDALES DE LA CALAMIDAD - Por PEDRO GÓMEZ - Domingo 13 de Diciembre de 2015

ASUNCIÓN DESDE SUS INICIOS HA SOPORTADO LOS EMBATES


RAUDALES DE LA BENDICIÓN, RAUDALES DE LA CALAMIDAD


 Por PEDRO GÓMEZ SILGUEIRA


Asunción, la ciudad de las siete colinas y más de cincuenta arroyos, ha aprendido a convivir con los raudales a lo largo de su historia. Las riadas que se forman con cualquier aguacero son una bendición porque dejan limpias las mugrientas calles y se llevan toda la basura por delante, pero las correntadas que azotan con los temporales causan destrozos y son una calamidad.


La geografía asuncena favorece la formación de raudales con cualquier chaparrón.  Benéficos y destructivos a la vez,  los  historiadores han dejado testimonio de la situación.  

En la década de 1920, y remontándose a un panorama de 1786, Fulgencio R. Moreno escribió: “Y fue así como el Cabildo de Asunción pudo comprobar una vez más que las aguas que eran la bendición de la ciudad, así corrieran a sus pies como viniesen de arriba, y constituían entonces (como constituyen hoy) su poderoso elemento de comunicación externa, de limpieza, higiene y salubridad públicas, eran a la vez los agentes más activos de los estragos municipales...”.

Margarita Durán rescata que el P. Amancio González “puso todo de sí para contener los raudales que corrían por el lugar abriendo profundos barrancos”. Lo dice  un escrito del mismo  religioso: “La profunda zanja había interceptado todo el sitio de la calle costándome desde la edad de cincuenta y cinco años cuasi toda mi sustancia en tales reparos continuos y refacciones imponderables. Nada pude remediar sobre tanta profundidad y violencia de raudales hasta que en el año 1798 hice esfuerzo de cerrar con cantería de piedra el insujetable raudal, yo solo, sin auxilio de un pariente, ni un amigo, como lo testifica el presente día y lo que es más, ni el ilustre Cabildo, ni sus Procuradores que pudieron ayudarme en lo justo”.

El Dr. Alejandro Encina Marín escribió que “los raudales surcan nuestra existencia y atraviesan la memoria de nuestros mayores con el caudal torrentoso de su historia, de sus discretos héroes, de sus anécdotas, de sus peligros y accidentes, de sus aventuras y placeres...”.

Describe que desde la céntrica esquina de Nuestra Señora de la Asunción y Humaitá, donde vivía un tiempo, veía correr con fuerza el raudal que arrastraba cajones y tachos de basura: “Hasta recuerdo una oportunidad en la que vi un añejo sillón de mimbre pasar rumbo a la Plaza de Armas”.

También memora que para muchos era un placer sacarse los zapatos, remangarse los pantalones y vadear el torrente que se desplazaba a toda velocidad por las calles.

Si no fuera por los estragos que dejan hoy día, nuestros raudales hasta parecerían nostálgicos o bien románticos.



Los frenéticos raudales han sido la nota común en los días lluviosos de Asunción, desde sus inicios hasta nuestros días. Los historiadores

han dejado constancia de las escenas en muchos escritos, como el padre AMANCIO GONZÁLEZ, FULGENCIO R. MORENO y muchos

otros cronistas que ha tenido la ciudad.  En la foto de archivo de ABC Color, una tremenda correntada tras apenas ocho minutos de

precipitación en la esquina de 25 de Mayo y Tacuary, el 29 de diciembre de 1969.   Entonces, arrastró un vehículo contra la columna ante

el asombro de los curiosos.  La capital clamaba por un desague pluvial.  Las obras se hicieron, pero la realidad actual de los raudales

sigue siendo la misma.



Año 1969.  Un ómnibus de la Línea 30 sortea el raudal durante una intensa lluvia que se había desatado sobre Asunción el 29 de

diciembre de ese año.



Año 1969.  El emblemático bar SAN ROQUE fue testigo del dantesco raudal formado tras apenas 8 minutos de lluvia, el 29 de diciembre

como despedida del año.



Año 1969.  Un jeep que sufrió desperfectos en medio del raudal de la calle Tacuary entre Eligio Ayala y Mariscal López, frente a la

iglesia de San Roque.



Año 1969.  La pequeña estación de servicios de ESSO ubicada en 25 de Mayo y Tacuary desde otra perspectiva cuando el raudal

arrastró a este vehículo.



Año 1972.  Al cauce del arroyo Jaén las aguas caen con fuerza desde Ayolas entre Haedo y Humaitá, arrastrando un automóvil.

Fue el 15 de noviembre de ese año.



Año 2015.  Basura de toda laya arrastrada por el raudal y acumulada en la avenida Perón, zona del Lambaré, durante la lluvia

del 4 de diciembre pasado.



Fuente:  ABC Color - Domingo 13 de Diciembre de 2015



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