La música es un arma cargada de sentimientos. Cada vez que alguien -en el ámbito que fuese- la dispara, está transmitiendo afectos.
Su magia es tan grande que a través de los sonidos es posible mirar el espíritu humano, conocer y reconocer al autor y también a quien fue su fuente de inspiración.
Hay obras plenas de humanidad. En cada compás que transcurre se siente que palpita un corazón solidario. E invita a extender a los demás esa manera de concebir la vida, de estar cerca del semejante. Por eso, una composición nunca es gratuita ni inocente del todo: siendo una creación destinada a ser compartida, transmite a quien lo escucha un universo de significados.
El requintista JUAN CANCIO BARRETO -nacido por casualidad en Asunción el 27 de mayo de 1950 porque el destino final de su madre embarazada era su tierra (Quyquyhó) o el de su marido (Caazapá), que la acompañaba en su retorno del Obraje de Puerto Delicia, Misiones, Argentina-, en Ciudad del Este, conocía y admiraba el coraje y la entereza de una mujer con cáncer que peleaba -y sigue peleando-, sin tregua contra el mal que había anclado en su cuerpo.
"TERESA DE DUARTE se llama la destinataria del VALS PARA TERESA que comencé a componer en 1996, la dejé inconclusa y solo algunos años más tarde la pude completar. Ella es una de las pioneras de Ciudad del Este. Era una bellísima mujer. Pasó el tiempo y enfermó de cáncer que tomó su cuerpo, pero no su espíritu. Esto seguramente fue a comienzos de la década de 1980", relata el músico y compositor que aprendió su arte de la mano del maestro EFRÉN KAMBA'I ECHEVERRÍA en los altos montes del río Jejuí, en el Departamento de San Pedro.
"Teresa tiene más de 35 operaciones. Ella no solo se ayuda a sí misma combatiendo contra su enfermedad sino que colabora con quienes tienen el mismo problema de salud. Nos hicimos muy amigos. Formamos un grupo y creamos la Fundación 'Apostar por la vida'. Trabajábamos para recaudar fondos. Hacíamos festivales, bailes...en fin, lo que fuera. El dinero recaudado era para comprar medicamentos" continúa contando el que suele conmover a los auditorios recordando en qué circunstancias se había originado esa composición de su autoría.
"A Teresa le encanta el vals. Increíble es su fortaleza y su ánimo. Por eso mi obra -que es solo melodía, sin letra-, para ella tiene ese valseado nuestro tan popular. Bailando ella sobre piso de tierra parece que estuviera en un salón de reinas y princesas. Ella tuvo que haber sido una princesa antes. No sabía que yo había hecho una música para ella. Cuando la escuchó por primera vez, tuvo un ataque de llanto. Se emocionó demasiado", prosigue.
"En el 2002 cuando grabábamos con BERTA ROJAS en el estudio de LUIS ÁLVAREZ nuestro disco GUITARRA ADENTRO para la Cooperativa Universitaria, ella escuchó mi obra no terminada aún. Le gustó tanto que empezamos a grabarla. A medida que tocábamos, yo iba completando la pieza que, de ese modo, pude terminar finalmente. Se re-creó allí, oikove jey ha opa hasypeve (renació y terminó, por fin)", concluye el autor.
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UN VALS PARA TERESA
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