El común amor a la poesía había encendido en ellos el fuego que les asignó Cupido, como podría haber dicho el poeta español Antonio Machado. El secreto cariño también tenía un refugio secreto. Las orillas del río Yhaguy, en las orillas de Itacurubí de la Cordillera, miraron una y otra vez sus huellas paralelas, hundidas en la arena clara.
La sanjosiana HERMAS CÁCERES ACUÑA -llamada HERMI por sus íntimos-, es la que relata su propia historia de amor clandestino. Él, poeta. Ella también. "Veníamos siempre al Yhaguy las veces que podíamos. Era a mediados de 1970 seguramente. Allí se alquilaban unos hospedajes y nos que-dábamos a vivir nuestro idilio de espaldas al mundo", cuenta sin remordimientos, aunque con un dejo de tristeza. "Él se llamaba MODESTO GONZÁLEZ JUVINEL", completa. Y de sus ojos vuelan en la noche en que relata dos palomas hacia el infinito.
De ese amor que buscaba la frescura del arroyuelo -porque eso en realidad es el Yhaguy-, y aprendía de memoria sus curvas y el nombre de los árboles frondosos, nació un niño. "Cuando él tenía siete años nos separamos. Pasé por el sitio que atestiguó nuestro romance, me llené de melancolía y me puse a escribir AKO ÑANDE YHAGUY. En el poema volqué todos mis sentimientos", rememora con lentitud como si quisiese que el tiempo se detuviera en cada palabra, acaso para seguir dándole vida a lo que definitivamente se fue.
Los versos, que ya tenían música de ANDRÉS CUENCA SALDÍVAR, llegaron a manos de Modesto una tarde. Él le respondió con Aháma ndehegui incluido en su poemario VERGEL NATIVO.
"Él mucho me escribió a mí, como 200 poesías parece. Yo no sabía. Él pues tenía su compromiso. Ikatu la Belencita iñakârague puku mie mba'e, pero la Hérmipe nombojoja mo’âi (Puede que la Belencita -la amada de Emiliano R. Fernández- haya tenido el pelo un poco más largo, pero nunca va a igualar a Hermi) , me contaron que le dijo una vez Modesto a Rudi Torga", comenta Hermas.
Ella quería que la composición se grabara. Como le faltaba una introducción, llegó hasta el bar La gorda, sobre Eusebio Ayala. Allí encontró a su coautor. Le pidió lo que le faltaba a la obra compartida. Cuenca Saldívar fue auxiliado por JUAN CARLOS OVIEDO quien punteando su guitarra sacó la melodía inicial requerida. El DÚO BARRIOS-ESPÍNOLA fue el primero en grabarlo. OVIEDO-ACUÑA y muchos otros también llevaron al disco esta historia de amor entre poetas.