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RICARDO CABALLERO AQUINO

  TERESA LAMAS CARÍSIMO - Por RICARDO CABALLERO AQUINO - Año 2013


TERESA LAMAS CARÍSIMO - Por RICARDO CABALLERO AQUINO - Año 2013

TERESA LAMAS CARÍSIMO

Por RICARDO CABALLERO AQUINO

Colección GENTE QUE HIZO HISTORIA N° 16

© El Lector (de esta edición)

Director Editorial: Pablo León Burián

Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina

Director de la Colección: Herib Caballero Campos

Diseño de Tapa y Diagramación: Jorge Miranda Estigarribia

Corrección: Rodolfo Insaurralde

I.S.B.N.: 978-99953-1-393-7

Asunción – Paraguay

Esta edición consta de 15 mil ejemplares Agosto, 2013

(123 páginas)



CONTENIDO

Prólogo

Prefacio

Capítulo I: El medio, el mensaje

Capítulo II: La disciplina literaria

Capítulo III: Narrando lo esencial

Capítulo IV: La marcha trunca

Capítulo V: Cherchez la femme

Capítulo VI: Pancha y La vengadora       

Capítulo VII: La estirpe y la patria

Capítulo VIII: Sociología literaria

Capítulo IX: Habla igual que escribe

Capítulo X: Revolución y guerra civil

Capítulo XI: Crítica de época

Capítulo XII: La otra guerra

Capítulo XII: La última batalla

Capítulo XIII: Mariscal riré, Mariscal jevy

Conclusiones: La Gran Dama Paraguaya

Bibliografía

El autor



PRÓLOGO

Este libro sobre la vida de Teresa Lamas Carísimo se constituye en una oportunidad para acercamos a la historia de las mujeres durante la mayor parte del siglo XX, período durante el cual estaba predominantemente reducida su participación al ámbito doméstico, y sin derechos políticos y civiles.

Teresa Lamas Carísimo formaba parte de una familia que desde la Colonia se encontraba ubicada en lo más encumbrado de la sociedad paraguaya, y que si bien no fue partidaria de los regímenes del doctor Francia y de los López, acudieron a cumplir con su deber patriótico de defender a la Patria ante la agresión de los países vecinos durante la Guerra contra la Triple Alianza.

Ricardo Caballero Aquino ha logrado en este libro retratar con gran maestría la situación histórica en la que le cupo vivir a Teresa Lamas, al igual que iluminar aquellos aspectos que hicieron que la escritora logre una activa participación pública en momentos importantes de la historia paraguaya, como cuando se produjo la Paz del Chaco -en junio de 1935-, el Congreso Eucarístico Nacional en 1937, o durante la campaña que dirigió cuando se repatriaron los restos de Elisa Alicia Lynch.

En esta biografía se ha logrado detallar los principales hechos que marcaron la vida de Teresa Lamas, quien publicó en 1921 sus Tradiciones del Hogar, un texto de carácter autobiográfico en el cual la autora rescató los recuerdos y vivencias de su familia a lo largo de la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870), conflicto en el cual perecieron sus dos abuelos en el frente de batalla. Como sostiene el biógrafo, en los escritos de Lamas Carísimo "se nota la voluntad de dejar claramente testimoniado el patriotismo y la heroicidad de los caídos así como la resignación de sus familiares que antes que impugnar más bien se vistieron del blasón de orgullo por tener progenitores tan abnegados y tan dedicados al lema de la patria de ‘Vencer o Morir'".

Es justo agradecer a Ricardo Caballero Aquino por el trabajo desplegado en esta investigación que rescató las vivencias de una paraguaya que fue pionera en el mundo literario nacional.

Herib Caballero Campos

Agosto de 2013



PREFACIO

 

A la sentida memoria de Beatriz Clementina

Rodríguez Alcalá Lamas Carísimo (1924-2013)


Esta es una perfecta obra de investigación académica. Comenzó como una hipótesis, dada la necesidad de redescubrir a una escritora tan valiosa cuan olvidada. Su nombre ni retrato aparecieron entre la gente de destaque en ocasión del Bicentenario de la Independencia. Como lo saben todos aquellos que deben preparar una tesina o tesis, la bibliografía es un gran obstáculo. Asusta pero no impide y así, de a poco, fue surgiendo el perfil de una escritora de fuste que tenía mucho que contarnos sobre nosotros mismos aunque su relato se revistiera solamente de anécdotas familiares.

El resultado del emprendimiento también cumple con el requisito esencial de todo proyecto de investigación fructífero, porque ofrece una visión más completa de la autora sujeto del análisis. Hubo creación de nuevos conocimientos y algunas de las conclusiones son necesariamente provocativas porque no hay substituto para la verdad al revisar nuestro sufrido pero edificante y todavía enigmático pasado. Y allí no caben las simplificaciones caricaturescas. Teresa Lamas Carísimo era una señora de alcurnia, orgullosa de su pasado y a nadie debía disculpas por pertenecer al patriciado a cuyo papel histórico cubre de protagonismo, extrayéndolo del evanescente ámbito oral.

A partir de ahí se dedicó a predicar con el ejemplo porque sabía que sobre sus hombros llevaba la responsabilidad de velar por la vigencia de los valores y principios que moldearon esta sociedad desde sus albores. Como corresponde a los estragos del tiempo, las cosas cambian y nunca vuelven a ser como antes, pero siempre se tiene la esperanza de que el cambio sea para mejor. La Guerra del Chaco ya no fue como la "Guerra Grande", aunque la dedicación de ella hubiera enorgullecido a sus antepasados. Pero la misma idea de una guerra hoy parece tan distante así como era cotidiana y dolorosa entre 1864 y 1870.

Si el lector, gracias a EL LECTOR, puede experimentar una mínima porción del agrado y deleite que me causó redescubrir a esta eminente paraguaya y encumbrada narradora, me daré por satisfecho. Por lo demás, no puedo dejar de advertir con gratitud la gran ayuda que recibí de Matty Ynsfrán Rodríguez Alcalá de Galiano, cuyo manuscrito me llevó a la casa familiar de Doña Teresa. Teresita Galiano Ynsfrán contestó siempre mis inquisitorias con entusiasmo y los detalles de la epopeya nacional eran de tanto en tanto revisitados y confirmados por María Eugenia Garay, quien se empapó de ellos por toda una década para su monumental novela histórica Sobre las ruinas de la Patria Vieja, que, al igual que Doña Teresa, une a sus conocimientos una particular sensibilidad por haber heredado el afecto grande y el orgullo indudable por el Paraguay heroico de sus ancestros, que es el de todos nosotros. Y la hija de Doña Teresa, destacada autora ella misma, la querida "Tía Kike", tendrá que ver la forma de disculpar el timing de esta publicación. Estoy seguro que ya desde la otra insondable perspectiva ha sido ella la primera en devorar el manuscrito y en comentárselo a su madre.


Ricardo Caballero Aquino

Montevideo, julio 2013



CAPÍTULO I

EL MEDIO, EL MENSAJE

El Paraguay, antes de dar definitivamente por agotado su pasado colonial, tuvo que coquetear con la muerte, cortejar la tragedia, superar un baño de sangre y experimentar la agonía a sesenta años de la secesión de España y cincuenta y seis de haberse declarado república del modo más inesperado de toda la historia. José Gaspar de Francia, padre putativo de aquella y de todas las repúblicas del mundo ibérico, en 1813, decidió introducir el luego contagioso germen republicano en el régimen de Gobierno "de la Provincia," de modo subrepticio, casi de contrabando, en una fecha irónica para que el fin coincidiera con el inicio de la accidental aventura expansiva hispánica renacentista, el 12 de octubre en una suerte de símbolo religioso hindú de la cruz esvástica del eterno retorno:

"Segundo: Deja investido el Gobierno de la Provincia a dos Cónsules que se denominarán de la República del Paraguay y usarán como divisa de la dignidad Consular el sombrero orlado de franja azul con la escarapela tricolor de la República. Tendrán jurisdicción en todo Igual, la que ejercerán unidamente y de conformidad."

¿Qué necesidad tuvo don José Gaspar de prestidigitar a este pícaro ardid? La respuesta nos la dio él mismo en el "Acta del Congreso de vecinos" que aprobó el reglamento, "Primero. El Congreso ha resuelto no enviar ahora Diputados de esta Provincia a la Asamblea formada en Buenos Ayres (sic.)." España se había marchado para siempre con el Gobernador Velazco el 9 de junio de 1811 y nunca más fue obstáculo. El problema a partir de ahí radicaba en la auto proclamada heredera de Madrid, la urbe porteña que no reconocería la independencia paraguaya por otros cuarenta años. El tiempo discurría en el siglo XIX a la velocidad de una yunta de bueyes somnolientos. Si el Paraguay enviara diputados a la Asamblea bonaerense, como Artigas lo hizo en la Banda Oriental, era una confesión de sentirse parte de ella. Francia resolvió el impasse de modo fulminante. Una república es necesariamente soberana y jamás envía diputados ni delegados a otra asamblea que no sea la suya propia.

Se fueron del gobierno los españoles gachupines en 1811 pero quedó España en lo diario, trivial, costumbrista. La idea republicana sigue inconclusa a dos siglos de su injerto. En aquel entonces, siguieron las divisiones por casta, la necesidad de un permiso gubernamental para casarse, las autorizaciones policiales para trasladarse de un lado a otro, los castigos corporales, la esclavitud y la suma del poder en el gobernante de turno de un modo tan absoluto y autocrático como no lo fue durante la Colonia donde había Audiencias, Virreyes y hasta el Rey a quienes recurrir una decisión. Tanto era España medieval el Paraguay que uno de sus gobernantes absolutos desempolvó al Código de las Siete Partidas del rey gótico, Alfonso X de Castilla, escrito entre 1256 y 1265, que consagraba la tortura en la etapa indagatoria de un juicio criminal. Sus seguidores paraguayos entre 1865 y 1870 continuaban con la tortura incluso luego de que el reo confesara esperando causar la cesación del tormento. Alfonso, no tan "El Sabio", fue enmendado en el Paraguay a seis siglos de muerto. Esa misma "república" tenía un documento ampulosamente denominado "Constitución de 1844", en cuyo Título X , artículo primero ordenaba: "Los ciudadanos de la República presentarán su reconocimiento y obediencia al Presidente Nacional, luego de estar en posesión del mando y en la forma que lo determine el Presidente de la República." El oxímoron era elocuente, un ciudadano obligado a la obediencia sin apelación alguna a otra autoridad no era muy diferente a un súbdito, o a un esclavo.

Tanta potestad dispensada a un gobernante allanó el camino a la tragedia. Y de eso no se salvó el Paraguay aunque precisó de la sórdida colaboración del terco y pertinaz Pedro II de Brasil y del aprendiz de brujo porteño Bartolomé Mitre con su partiquino oriental Venancio Flores. El primero por medio de un tratado secreto buscó expandir su territorio y resolver seculares ambiciones limítrofes. Mitre soñó con imponer la supremacía porteña en la Argentina bajo el disfraz de un gobierno federal. En materia política, y en materia territorial, codició adueñarse del Chaco Boreal. Flores y los uruguayos contribuyeron con muertos y coreografía al esfuerzo bélico del que sacaron solo mortificación y contrición eternas para su país, sin poder entrar en la repartija de los despojos.

La Banda Oriental siempre fue una feria de invasiones e invasores a lo largo de la historia, habiendo recibido asiduamente visitantes armados querandíes, guaraníes, charrúas, españoles, portugueses, ingleses, franceses, brasileños y argentinos. Solo a Solano López se le ocurrió hipotecar su país al salir en defensa de una invasión brasileña más en 1864. La tan anunciada contienda había completado el reparto de ansiosos combatientes, ninguno de los cuales estaba preparado para la batalla aunque todos hablaban de la inminencia de ella.

El Paraguay salió de la gran guerra con la población diezmada, la infraestructura en ruinas y una economía de hambre y desolación. El país fue ocupado por los brasileños en la capital y los argentinos en la periferia. Por mucho tiempo, el 22 de junio era alborozado feriado nacional en recuerdo de la feliz partida de los soldados imperiales en 1876. El presidente Juan B. Gill, puesto en el cargo por los aliados, los despidió pleno de sorna: "Deseamos un feliz retorno al hogar a estas valientes y disciplinadas tropas y esperamos que lleven consigo el mismo placentero recuerdo que dejan entre nosotros." El Ministro Imperial de Relaciones Exteriores, Barão de Cotegipe, entendió el sablazo y no tardó en exponer su ira: "siempre dejamos al Paraguay el libre ejercicio de sus derechos, aun cuando en esta o aquella cuestión podía contradecir nuestros deseos o dañar nuestros intereses."

Lo positivo del resultado de la devastadora guerra fue la llegada tardía e inoportuna de la libertad de manos de una constitución liberal modelada en la de la Argentina. Siendo la supervivencia la primera de las obligaciones del ser humano, este monumental logro político no tuvo un recibimiento digno, pero la idea republicana de la división y los límites al poder gubernamental finalmente se impuso aunque tardó en afianzarse. En lo que nunca hubo titubeo ni vacilación era en cuanto a la voluntad de los sobrevivientes de seguir soberanos e independientes. Los victoriosos podían repartirse algo del territorio despoblado del vencido, pero el botín jamás incluyó la nacionalidad y ni siquiera población alguna. José Gaspar de Francia había sembrado en tierra fértil. El verdadero lema paraguayo debió ser: "Vencer o perder, pero jamás morir".


BIOGRAFÍA SOMERA

Teresa Eulalia Lamas Carísimo nació el 10 de diciembre de 1887 en Asunción en un hogar de la elevada clase social de origen hispano tan perseguida por el Doctor Francia por asumir, correctamente, que ella albergaría a la gente educada y solvente, reacia a soportar caprichos autoritarios de los gobernantes. Es decir, era una ojeriza política pues retener el poder era la obsesión francista. En el caso de los López, la animosidad pudo acercarse más a resentimientos de naturaleza social. La familia López, si bien criolla, nunca fue realmente aceptada como una más de esa aristocracia de origen colonial que casi sin proponérselo, Teresa Lamas Carísimo describirá en sus escritos. A década y media de terminada la guerra, el Paraguay iba penosamente elaborando la tarea de la Reconstrucción aunque para ello hubo de clavar la vista en el pasado y revisitarlo con solemnidad en el relato de los sobrevivientes de las indecibles peripecias de la hecatombe reciente.

Fueron sus padres, Vicente Lamas y Silva y Clementina Carísimo Bargas. Los abuelos fueron José María Lamas y Teresa Silva, por un lado, y Pedro Carísimo Jovellanos y Carlota Bargas, por el otro. Un hermano mucho menor que nuestra escritora, Vicente Lamas Carísimo, se distinguió como eximio poeta. Ambas abuelas en plena juventud quedaron viudas el mismo día, fruto de la misma batalla del Estero Bellaco aquel 2 de mayo de 1866. Estas abuelas eran las encargadas de pasar las tradiciones por los relatos hablados en las tertulias familiares. Lejos de deplorar su situación, las dos matronas se sentían orgullosas de haber tenido maridos que cumplieron con la patria, que se inmolaron por ella, como lo exigió siempre el código de honor de las familias distinguidas del Paraguay.

Ni el Gobierno ni la población habían todavía asimilado los episodios de la gran desventura. Era prematuro presentarse como lopista y los antiguos legionarios que habían empuñado armas contra López ocupaban lugares de privilegio en la política. José Segundo Decoud tres meses atrás había fundado y dado consistencia ideológica liberal a la Asociación Nacional Republicana que congregaba a muchos combatientes de la epopeya sin remilgos de aparecer al lado de los legionarios. Un par de veteranos de la Legión asumieron la presidencia de la República, Juan Gualberto González y Juan Bautista Egusquiza, quienes sucedieron o fueron sucedidos por auténticos héroes de la defensa como Bernardino Caballero, Patricio Alejandrino Escobar y Emilio Aceval, sobreviviente éste de la demencial masacre de niños en Acosta Ñu.

De a poco, no obstante, el ramalazo final de la catástrofe iba asentándose. A pesar de todos sus errores estratégicos e infinita crueldad, la romántica figura del Mariscal Francisco Solano López ganaba terreno en la conciencia de la gente. Su muerte heroica en parte lo comenzó a reivindicar entre la población menos advertida. Como todo el pueblo lo había seguido más o menos voluntariamente hasta el desenlace final, era imposible condenar a López sin incriminarse a sí mismos. La lenta tarea de recuperar la trayectoria de su padre, emprendida por Enrique Solano López, iba ganando adeptos y los aguerridos combatientes formaban la primera línea, al tiempo de reclutarse a la causa jóvenes brillantes y ardorosos como Blas Garay y Juan E. O'Leary qué compartían una condición, no habían sufrido las tribulaciones pues nacieron en la posguerra.

Ninguno de los sobrevivientes empuñó la pluma con fines de creación literaria sobre el tema de la guerra, excepto para escribir sus memorias en las que no se deshicieron en elogios hacia el Mariscal. Lo mismo podría decirse de sus más ácidos críticos, como Cecilio Báez, de apenas ocho años de edad en 1870.

En el hogar donde creció Teresa Lamas Carísimo, Solano López no era ostensiblemente anatema como se podía constatar en las charlas de sobremesa con episodios vividos del calvario personal y familiar experimentado en el reciente cataclismo del que tuvieron que reponerse realizando tareas anteriormente reservadas a la servidumbre como la fabricación de chipá, dulces y la manufactura de ponchos y cobijos en telares caseros. Los productos eran vendidos y lo recaudado debía administrarse con frugalidad. La casa tradicional de los Lamas sobre la calle Sol -luego denominada Convención y hoy O'Leary- había sido ocupada por el comando imperial de los invasores brasileños pero pudo ser recuperada luego de largos trámites por la abuela materna, Teresa Silva de Lamas, viuda de 24 años de edad quien tomó posesión de la saqueada vivienda junto a sus tres hijos menores y la liberta Calí, cuyo nombre genérico fue inmortalizado por una fábrica de chipa en recuerdo a las que ella repartía ni bien salían del horno de barro conocido en guaraní como el tatú cuá (hueco del fuego), y juntos reflotaron el negocio de su finado marido, don José María Lamas, mártir en Estero Bellaco el 2 de mayo de 1866.

 

Casa de los Carísimo sobre la Calle del Sol

 

La abuela, la liberta y los tres niños conformaron las columnas de espectros que mansamente recorrieron el camino de La Residenta hasta los confines de la guerra y del Paraguay, por imposición de Solano, acompañando a cierta distancia a los soldados, soportando a los atacantes brasileños y a los elementos por igual; desguarnecidos en la lluvia y casi desnudos en el frío, alimentándose de lo que se encontrara en la zona menos generosa en frutas y vegetales comestibles de todo el Paraguay. Llevaban consigo solo lo que podían acarrear sin extenuarse. Por ello, uno de los relatos más emotivos de la biografía que le dedicara a su madre, doña Beatriz Rodríguez Alcalá de González Oddone, constituye este recuerdo: "Nunca olvidaría la impresión que tuvo cuando la abuela puso en sus manitas de niña el viejo, andrajoso vestido con el que había hecho la residenta, mientras le narraba los detalles de las trágicas jornadas impuestas a las mujeres y a los niños del país -varones no quedaban- por orden del Mariscal López". Los harapos se erigieron en testimonio y prueba de que lo que oían no era ficción. Los componentes de la historia oral se repetían con frecuencia para que los oyentes los fijasen en el recuerdo y así pudiesen asegurarse de que llegaran intactos y certeros a las siguientes generaciones. La niña Teresa se los fue aprendiendo de memoria y modulando la voz para diseminarlos entre los suyos al llegar la ocasión.

Había terminado la guerra pero no las calamidades personales. A la muerte de la abuela empresaria, Teresa Silva, los padres de la joven Teresa, Vicente y Clementina, tuvieron que mudarse a San Lorenzo, pero conscientes de la imperativa necesidad de educar a sus hijos, consiguieron dejar a la adolescente como pensionista en la casa de la familia San Martín. De ahí podía asistir a la Escuela Normal y prepararse para una de las carreras más gananciales de la época, la docente. Tanta era la necesidad de maestros y tan claro el compromiso de los gobiernos de educar al pueblo a pesar de la estrechez de recursos, que apenas culminada la secundaria les podía esperar unos buenos ingresos de la enseñanza. Era una época en que el conocimiento era prioritario. El Director del Colegio Nacional de la Capital (CNC) tenía el segundo salario más elevado del Presupuesto de Gastos de la Nación, un poco por detrás del Presidente de la República. Por eso, la lista de directores del CNC es casi más distinguida que la de Presidentes de la época. En algún momento, el Ministerio de Educación perdió esa mística y hoy es una colección improductiva de direcciones burocráticas de mediocre accionar y muchos cargos técnicos aterrizan en manos de oportunistas que cambian de religión, partido o ideología para complacer a los de turno y vender sus mediocres libros a lectores cautivos.

En la Escuela Normal, Teresa Lamas fue una de las alumnas favoritas de las venerables hermanas Adela y Celsa Speratti en el apostolado docente de ambas. Su educación fue esmerada a juzgar sencillamente por su capacidad de escritura. Fue importante que su familia tuviera una biblioteca surtida, que milagrosamente había escapado de la voracidad de los ocupantes brasileños, posiblemente por el fortuito hecho de utilizar las obras un idioma diferente. Mucho se había progresado de la era de López cuando a las mujeres se permitía a veces aprender a leer más se les prohibía escribir por temor de que utilizaran ese medio para enviar tórridas esquelas amorosas a los ansiosos varones que se disputaran sus atenciones. Una de las ágrafas más célebres fue la propia Juan Pabla Carrillo, madre del Mariscal, quien en el acto notarial de cesión por compraventa del Palacio Benigno López, marcó el documento con dos cruces "por no saber firmar". Esta joyita de información me fue facilitada por el erudito escribano Lorenzo N. Livieres Banks, sin lugar a dudas la persona más ilustrada que haya cruzado mi camino. Livieres recordaba la cuestión en detalle por haber analizado profesionalmente el título de propiedad del antiguo Hotel Colonial, hoy Ministerio de Relaciones Exteriores.

A pesar de su promisorio rendimiento académico, la joven Teresa no pudo completar la Escuela Normal porque la familia que la albergaba en Asunción sintió creciente aprehensión por la cantidad de mozalbetes que buscaban su compañía para entablar amistad y contemplar algún romance. Así, a los 16 años, la locuaz y atractiva jovencita se reunió nuevamente con su familia, aceptando de buen grado las realidades de la vida en el recientemente inaugurado siglo XX. Debió ser ésta la razón por la que nadie de su clan inmediato figuró como auspiciante del sonado funeral con responso organizado en la Catedral de Asunción en sufragio de las víctimas de la opresión y la guerra, nada menos que a treinta y tres años de su epílogo y que congregó a lo más granado de nuestra sociedad capitalina. El acto religioso fue la culminación de una interesante polémica sobre López y la Triple Alianza, en diarios de dispar ideología partidaria, entre el erudito liberal y profesor universitario Cecilio Báez y la estrella emergente del "lopismo", Juan Emilio O'Leary, de gran habilidad argumentativa y fácil cuán ácida pluma. Ambos compilaron sus contribuciones en libros de buena tirada. Así de inmediata seguía la guerra toda una generación más tarde, al punto de pensarse que no era inoportuno el rito mortuorio católico para gente que llevaba más del cuarto de siglo de haber entregado su alma al Señor.

Al no poder estudiar, Teresa se dedicó a enseñar en San Lorenzo. La profesión docente era insaciable. Nunca faltaba un cargo rentado para quien tuviera merecimientos. Y mientras tanto, la esbelta jovencita seguía atrayendo miradas y atenciones. Cuentan entre sus descendientes que nunca le faltó pareja en los bailes y que muchos políticos y militares de renombre futuro se contaban entre quienes la admiraban y cortejaban. Uno de ellos, según una tradición familiar, fue el gallardo y agudo Eugenio Alejandrino Garay. Trece años mayor que ella y sazonado tanto en la guerra como en cuestiones románticas, el futuro general no fue el favorito de los familiares de Teresa, pero todo indica que ella siempre le guardó mucho afecto y logró transmitir a sus hijos esa admiración que luego se plasmaron en finas obras literarias, El íntimo universo de Eugenio Alejandrino Garay (1990), excelente biografía de autoría de Beatriz, y El coronel Garay llega a Yrendague (1973) de Hugo, un poema a la altura de la épica hazaña tras el agua en el desierto:


Y este dios, este anciano de anchos hombros,

de blanca greña y azulados ojos,

que ignora la fatiga, las distancias,

la sed, el hambre, el sueño, les repite,

 

Un poco más de esfuerzo compañeros

para juntos morir en Yrendague

o para revivir con la victoria!


Pronto, los pretendientes fueron historia porque en 1909, Teresa contrajo matrimonio con el publicista y escritor argentino José Rodríguez Alcalá con quien estuvo unida hasta que la muerte de mismo los separó en 1959. Tuvieron seis hijos de destacadas carreras todos. Ya con una numerosa familia de la que cuidar, Teresa pudo haber cerrado antes de empezar, su creación artística y su servicio público, dedicando sus afanes a criar hijos y luego nietos como venerable matrona. El destino no tenía otros planes.

Mucho antes de que el término fuera acuñado por las feministas norteamericanas, Teresa Lamas Carísimo se convirtió en una "supermamá" con tiempo para desperdigarse en vestir, alimentar y educar a hijos y nietos, unirse a otras madres para abogar por la paz y socorrer combatientes de guerras civiles y de la del Chaco, hacerse elegir presidenta de la rama femenina de la Cruz Roja Paraguaya durante esta contienda internacional donde sus cuatro hijos varones: Hiram, Guido, Ramiro y Hugo, fueron a combatir y milagrosamente volvieron ilesos. El caso de Hugo -el poeta citado anteriormente- merece un capítulo aparte pues al presentarse de combatiente voluntario tenía apenas quince años por lo que precisó de un permiso especial de sus padres al que suponemos la madre dio su aquiescencia con trepidación. El día de la firma del Armisticio del Chaco, el 12 de junio de 1935, fue ella la elegida para elogiar la paz en nombre de las madres paraguayas desde el mismo balcón del Palacio de Gobierno, flanqueada por el presidente de la victoria, Eusebio Ayala, como lo había hecho en la celebración de la Victoria de Boquerón en 1932. Su habilidad con la palabra escrita y su voz altamente radial la señalaron como la más representativa. Más tarde, la presidencia de la Acción Católica la tuvo nuevamente al frente durante el Congreso Eucarístico de 1937 y la inauguración del Oratorio de la Virgen de la Asunción y Panteón de los Héroes en 1939, donde volvió a presidir la Comisión de Construcción del altar.

En medio de tantos logros, sin embargo, la tragedia no la perdía de vista. En 1945, falleció su hija María Teresa, por complicaciones en el parto, casada con Edgar Linneo Ynsfrán, y pasó a cuidar de su nieta huérfana, María Teresita. La muerte del marido fue precedida por una larga postración producto de un ataque apopléjico. Ya viuda, cuando todo apuntaba a una apacible existencia rodeada del bullicio del creciente número de nietos, se materializó una cruzada más en homenaje a sus ancestros. Para 1961, el gobierno en crescendo autoritario del general Alfredo Stroessner expresó su voluntad de traer los restos a Elysa Alicia Lynch para depositarlos al lado de su "Pancho" en el Panteón de los Héroes en consonancia con el Sesquicentenario de la Independencia y el pronto Centenario de la Epopeya Nacional. A ello se opuso con toda su lucidez literaria y autoridad moral doña Teresa Lamas enfrentando así la pluma de una simple viuda que vestía canas contra el "todopoderoso Segundo Reconstructor" y Comandante en Jefe. La victoria, demás está decirlo, fue para la más débil, porque en ideas era la más fuerte.

El fuego no se había apagado, la Lynch no sería admitida al Panteón pues al ser oratorio de la Maríscala del Ejército Paraguayo, la Virgen de la Asunción, la Iglesia tendría la última palabra, que fue por la negativa. Doña Teresa había, por una última vez, esgrimido la verba combativa en las páginas del semanario católico COMUNIDAD. La argumentación carecía de novedad pero fue representativa de la doctrina católica, como la Lynch no se había casado con Solano López en ceremonia eclesiástica, no le sería dado reposar sus restos en un templo religioso. No en vano había ella luchado para que el Panteón fuese también oratorio, cosa que finalmente se logró en 1939. Demás está decir que la campaña periodística requirió de mucho coraje. Enfrentarse a una idea tan abiertamente abogada por el "Único Líder" y su coro de sicofantes, uno de cuyos lemas era una blasfema parodia a las palabras de Jesús, "el que no está con nosotros, está en contra de nosotros"; aunque fuese en un semanario confesional, era una ruta plagada de obstáculos no tanto para ella sino para sus hijos. Nada la arredró y la urna con los restos de la irlandesa nunca salió del cementerio de los franciscanos recoletos donde el gobierno estimaba que permanecería depositada solo temporalmente.

Sus tranquilos últimos años, rodeada del afecto y la admiración de hijos y nietos se cerraron con su deceso el día de la primavera, el 21 de setiembre de 1975. Su inmortalidad le sería luego asegurada por sus escritos, que bajo la apariencia de simples recuerdos familiares escondía un profundo y valioso testimonio sociológico de la evolución de nuestro país desde sus orígenes coloniales, su estratificación social y sus vaivenes políticos subsumidos en los relatos de aparentes experiencias personales que en realidad documentaban la forma de pensar de lo más parecido a una "inteligencia paraguaya".

No fue accidental que a Doña Teresa la eligieran siempre presidenta de casi todas las actividades que emprendía. Por su lucidez, su condición social y su capacidad lingüística, tanto oral como escrita, era natural que asumiera el liderato. La tradición paraguaya fue siempre la de encumbrar a los "letrados" en el sentido original del vocablo, aunque ello se perdiera en el desenlace de la Guerra del Chaco. La gran virtud de Teresa Lamas Carísimo fue dejar sus escritos en la forma de libros para que otros se encargaran de revelar y analizar los muchos mensajes que legó en aparentes pocas páginas. Ella creyó que su papel se limitaba a escribir lo que había escuchado en el ámbito familiar; en realidad, estaba ayudando a una comprensión más acabada de toda la proeza que significó transformar una obscura marca militar del Imperio español de las Indias en una intensa, pujante, contradictoria pero infinitamente vital república hispanoamericana que todavía lucha por afianzarse en la estima de una región que ya varias veces reincidió en el feo error de no tomarla en serio.



CAPÍTULO II

LA DISCIPLINA LITERARIA

A Teresa Lamas Carísimo se la recuerda como la primera mujer que publicó un libro, Tradiciones del hogar (Asunción, 1921); mérito que no deja de tener relevancia considerando que la generación anterior a ella tenía vedada la enseñanza de la escritura en las aulas. Pero, como diría Jorge Luís Borges, ése es apenas un dato estadístico. La verdadera hazaña de ella fue el haber transportado a la tinta y el papel, recuerdos, anécdotas y leyendas de la tradición oral salvándolas de la extinción, la tergiversación o la desnaturalización por el solo paso del tiempo. Ella escuchó a los protagonistas de su interés inicial, la gran destructiva guerra donde los peligros más letales no siempre acecharon desde el campo enemigo sino muy frecuentemente del propio líder cuya omnipotencia era indiscutida y su voluntad inapelable.

Hay toda una respetable escuela de crítica literaria que postula que toda literatura es, tarde o temprano, autobiográfica. Ejemplos sobran, desde Platón a Cervantes, de Julio César a Sartre. Hubo una época en la entre guerra mundial en que los aspirantes a la creación literaria universal debían trasladarse a París para ganarse la vida como fuere encontrando tiempo para hacer las primeras armas en las letras describiendo la Ciudad Luz. Al norteamericano Ernest Hemingway y a los miembros de su generación perdida no les fue tan mal. París era una fiesta, para algunos. Pero al sureño William Faulkner, provinciano con pesadillas familiares en la Guerra de Secesión norteamericana, la estada en París fue agónica. Ni los castillos ni los espaciosos bulevares le decían nada. Tuvo el albur de confesar sus pesares a su compatriota Theodore Dreiser quien inmediatamente le recomendó retornar sin demora a su terruño y narrar ahí las vivencias familiares revisitando los fantasmas propios. Faulkner vino a su natal Mississippi y escribió sobre el Sur y la secesión fallida y los negros y la aristocracia blanca protestante. Para 1950, Faulkner recibió el Nobel de Literatura mucho antes que el propio Hemingway.

En el Paraguay mismo tenemos ecos del consejo dreiseriano. Augusto Roa Bastos, quien siempre se jactó al presentarse como el originador de la literatura paraguaya con la frase "un pasado sin literatura es una literatura sin pasado" olvidando que muchos otros habían incursionado el terreno como Félix de Azara, los suizos Rengger y Longchamps, Ildefonso Antonio Bermejo, Juan Crisóstomo Centurión y Eloy Fariña Núñez. Todos ellos escudriñaron la experiencia biográfica para plasmar sus libros y poemas. El propio Roa Bastos se destaca nítidamente cuando bucea en su propia experiencia personal primero, en El trueno entre las hojas y en la de sus connacionales Hijo de hombre y Yo El Supremo, una vez alcanzado el suceso. Tuvo un resultado menguado cuando se alejó mucho en La vigilia del Almirante, al querer narrar a Colón y no le alcanzó el lenguaje ni el argumento. Los humanos somos prisioneros de nuestro tiempo y nuestro espacio aldeano pero de ellos puede salir una gran literatura de alcance universal como nos lo demostraron precisamente Faulkner -el gran inspirador de García Márquez- Benigno Casaccia y el propio Roa Bastos.

Por eso, tal vez sin conciencia originaria de ello, Teresa Lamas Carísimo, hizo de su literatura un gran ejercicio en autobiografía que comenzó describiendo las peripecias de sus abuelos, sus tías, su madre que en otras manos podía haber sido sentimental, tedioso y repetitivo, pero terminó dejando a la posteridad un impagable retrato de su terruño en las memorables andanzas de varias generaciones de sus familiares. Al describir el ambiente y las circunstancias estaba también legando elementos sociológicos que ayudaron a entender las etapas de la evolución nacional de remota y olvidada provincia hispana a atrevido y audaz incipiente Estado-nación que se aventura de modo suicida a invadir y declarar guerra a poderosos vecinos en nombre de las más españolas de las virtudes, la dignidad y el honor.

Gracias a la prosa de la escritora veremos que a pesar de la propaganda de la época, el país no estaba en condiciones de emprender tan ambicioso sendero y lo veremos en las experiencias personales de los parientes obligados a fungir de combatientes con capacitación somera para la apuesta guerrera de lo cual es dable presumir que la voluntad de la dirigencia no era precisamente la victoria posible sino la hazaña inalcanzable y el sacrificio previsible de sus bisoños soldados del célebre Batallón 40 en aquel luctuoso mayo del 1866.

Una vez contabilizadas las víctimas, la buena literatura exige una descripción acabada de ellas y para eso hay que retrotraerse a sus familias, sus antepasados y su condición económica y posición social. Ahí la literatura, sin dejar de serlo, se gradúa de sociología y los lectores comenzamos a recibir postales del pasado y las ideas que movilizaban al entorno, convertidas en fuentes primarias de historiografía. Cuando el espectro de la guerra, tan lejana en el tiempo del relato tradicional, se cuela al presente en 1932, la escritora sujeto del relato ampliado no puede escabullirse de su pasado y ofrenda a la patria lo más valioso que tiene, sus cuatro hijos varones, el último de los cuales, Hugo, es un niño soldado más apropiado para la inmolación de Acosta Ñu que para llegar victorioso al Río Parapití.

Esta parte del relato autobiográfico único aparece en el segundo libro, La casa y su sombra (Buenos Aires, 1955), si bien la narración tiene el suspenso de toda buena literatura, el pathos no es el mismo. La del Chaco fue una guerra de Estados Mayores, de jefes y oficiales profesionales donde la de la Triple Alianza fue epopeya marcial en la que se entremezclaban soldados de uniforme con ancianos en harapos, mujeres y niños en lucha desigual con el restante objetivo de seguir sobreviviendo hasta donde posible fuere pues el resultado final hacía rato dejó de ser enigma.

Otro elemento digno del análisis es el papel que le correspondió a Teresa Lamas, en tanto ciudadana distinguida en la contienda chaqueña. Si bien no tenía cargo oficial, su presidencia de la rama femenina de la Cruz Roja Paraguaya le daba prominencia y acceso a la dirigencia política del país como reconocimiento a sus condiciones personales pero también en señal de respeto a su status social. En la Guerra Grande nada parecido aconteció, la suma del poder estaba con Solano López y al resto solo le alcanzaba disciplina y temor. Nada se discutía, nada posponía la obediencia inmediata y, como se vio en la conformación del Batallón 40, el pertenecer a una familia expectable iba en detrimento del soldado enganchado. No en vano, algún observador contemporáneo había sentenciado, "el 24 de mayo desapareció la raza blanca del Paraguay". Si bien la afirmación no debía tomarse literalmente, la Batalla de Tuyutí de 1866 con su record de muertos paraguayos había diezmado a las familias prominentes de estirpe hispana. Y ello no fue accidente, la conformación del 40, a las órdenes de valiente José Eduvigis Díaz, seguía identificaciones de clase de la época.

Tuyutí significó el primer capítulo de la derrota paraguaya incluso para el enemigo. Cuando en la posguerra, el general argentino Bartolomé Mitre debió viajar de urgencia a Río de Janeiro para evitar una guerra de los ex Aliados argentino- brasileños en 1873 y fue agasajado por el yerno imperial y reticente comandante victorioso de la última parte de la guerra, Gaston D'Orleans, Conde D'Eu, Mitre ofreció el brindis “al vencedor de López para finalizar la guerra" a lo que el marido de la Infanta Isabel respondió, "Gracias, general, pero todos sabemos que el último ejército paraguayo había sucumbido el 24 de mayo". Es decir, bajo el mando de Mitre en 1866. Eran cortesías de aliados satisfechos con el desenlace.

Para un país como el Paraguay del siglo XIX donde los escritos de fuentes primarias no llegaron a la docena, incluyendo los residentes extranjeros, no es inusual recurrir a testimonios confiables como los de doña Teresa para estudiar más en detalle la época. En ese sentido, a pesar de no sobrepasar en mucho la centena de páginas publicadas, la obra de ella constituye una rica fuente de información calificada para la comprensión de esa transcendental etapa de la vida nacional que sigue marcando a fuego la historia paraguaya. No obstante, el valor instrumental de los escritos de Teresa Lamas Carísimo en materia de contenido de ninguna manera supera la modernidad del estilo, en nada bel letrista ni sentimenta- loide o kitsch, a pesar de describir a cada paso una catarata de emociones como las que se experimentan a menudo cuando la vida o la muerte están rutinariamente en juego varias veces al día.



CAPÍTULO XI

CRÍTICA DE ÉPOCA

En ese ambiente contradictorio de optimismo, estabilización institucional y simultánea preparación para una guerra casi inevitable, apareció en ese mismo año de 1928 una nueva edición de Tradiciones del hogar a la que se denominó, curiosamente, Segunda Serie, esta vez ya con la inclusión de reseñas y comentarios críticos de los periódicos de la época así como de figuras estelares de las letras, la cátedra universitaria y la política que no ahorraron elogio a este esfuerzo valioso de las letras que constituye publicar y someterse al juicio de contemporáneos como de las futuras generaciones. Veamos algunos:

"Quiero creer que doña Teresa Lamas Carísimo tiene ciertos puntos de contacto con Madama de Sévigné. Ella ha formado un hogar modelo, donde la virtud es una religión, un culto. Ama muchísimo a su esposo y a sus hijos. Y se hace adorar de ellos: es buena y cariñosa para con los suyos y gentil con los extraños; conserva el candor de la niñez, como aquélla; escribe con serenidad y calma, porque no lleva tempestades en su alma; su estilo es, pues, tranquilo y sosegado, como arroyuelo que discurre por una suave pendiente.

Sus 'Tradiciones del Hogar' son un rosario de perlas recogidas en la propia tierra, un libro precioso en que palpitan los latidos de su corazón de madre, y los pensamientos y amores consagrados a nuestra gran familia, o sea: la patria nuestra, que tanto ha sufrido y que, como la Niobe de la leyenda antigua, llorará siempre la pérdida de tantos hijos sacrificados en el altar sangriento de la tiranía. Simpatiza con los que padecieron tantos males, siente cierta vaga nostalgia de la sociedad extinta; se recrea con la vida del campo y celebra los heroísmos de nuestros antiguos soldados.

Por lo demás, la aparición del libro de doña Teresa Lamas Carísimo es un acontecimiento social en el Paraguay; aquí donde son asaz escasas las producciones del ingenio; aquí donde muchos escriben pero nadie piensa; donde todo el mundo destila hiel y veneno, y nadie siente el amor al prójimo, ni la benevolencia para con los demás."

El que así escribe es Cecilio Báez el estadista y profesor universitario. Pero no fue el único impresionado por la calidad de la obra, este siguiente la trata de colega:

"Entre dos trabajos áridos, leí su opúsculo 'Tradiciones del Hogar' que fue para mí un ameno intermedio. Los panes de legislación rentística que en esos momentos embargaban mi atención, cedieron el lugar a sus narraciones heroicas y legendarias. Bajo el encanto de su estilo, tan sencillo, tan expresivo, una literatura femenina sin afeites de alcoba, di al traste con esa prosaica ciencia de los impuestos que estoy condenado a conocer. Poder libertador del arte: nos limpia de todo conocimiento, de todo 'gnosis' y nos eleva a las altas regiones del sentimiento puro, donde corren los vientos libres del espíritu. ¡Dulce potestad del arte nacional; nos lleva de la mano a viajar a través del pasado, de la realidad, de la leyenda y del mito!

Acabo de expresarle, no mi opinión, sino mi impresión sobre su obra. Dada la tendencia que la inspira, no podía menos de ser grata a mi espíritu. Hablo de la orientación eminentemente nacional de sus cuentos, con cierto discreto toque de guaranismo que aumenta su sabor a 'res', paraguaya: Ñandé-mbaé, dicho en nuestro romance gentil. Pero hay algo más interesante en sus narraciones: quiero referirme al cultivo de nuestro riquísimo y precioso folklore, poco estudiado todavía. Usted ha tenido la feliz inspiración de recoger varios relatos orales de inestimable valor folclórico. La versión de «Carãú» difiere de la tradicional que yo conocía, y, según la cual, el personaje no era una doncella, sino un doncel. La transformación de los niños malos en monos es tal cual como me la refirieron en las veladas del hogar a la luz de la luna, cuando nuestras almas infantiles se abrían a las floraciones nocturnas de lo maravilloso. Aún recuerdo aquellas escenas, que su libro tiene el don de evocarlas: embelesados oíamos las graciosas fábulas de monos, tigres, las aventuras picarescas y licenciosas de Perurimá, el gran héroe popular. Y esto sucedía en el viejo hogar de nuestros abuelos y nuestros padres."

Esta magnífica y descriptiva reseña es de la pluma de Eloy Fariña Núñez, el poeta del Centenario de la Independencia con su inmortal Canto secular. Y siguen las firmas:

"Escribir en forma de dar la sensación de que se escucha de los labios mismos del autor la frase matizada con el colorido y espontaneidad ha sido y será siempre la aspiración más característica del escritor sensato y la declaración de que se la realiza es el juicio más elogioso que puede hacerse de él.

Y es lo que la realiza la autora que nos ocupa. Todo el público que las lea ha de convenir con nosotros en que las narraciones de la señora de Rodríguez Alcalá son de esas cuya lectura una vez comenzada, ya no puede abandonarse hasta la última línea, y dejan en el ánimo la impresión de lo vivido, de lo respirado, sin descubrir el esfuerzo para aparentar sencillez, y menos la búsqueda de adjetivos deslumbrantes.

Hemos de advertir que nuestras palabras llevan el sello de la más absoluta sinceridad. Es más, prescindimos intencionalmente de entremezclar algunas flores en nuestro aplauso, que harto lo merece la autora, cohibidos por la consideración de que pudieran atribuirse antes a nuestra cortesanía que a nuestra justicia."

El estilo es un tanto barroco, pero el contenido de crítica es inigualable. Alejandro Guanes del "caserón de añejos tiempos" toca dos puntos clave de la obra de nuestra autora, leerla es como escucharla -una virtud poco común- y una vez que se comienza, no se puede parar. Si esto no bastara para describir a la buena literatura, el resto sería solo palabras. Y hay más, algunos de fuentes inobjetables:

“A mediados de diciembre último llegó a nuestras manos uno de los primeros ejemplares del interesante libro, gracias a la delicada gentileza de la autora; y empezábamos a hojearlo con la intención de exteriorizar algunas de las impresiones que nos sugiriera el fausto suceso, cuando un serio ataque de reumas nos fulminó. Hoy nos volvemos a encontrar en nuestro escritorio. Recogemos nuestra pluma, terminamos la lectura y pretendemos decir las evocaciones que ha despertado en nuestra alma el hermoso estudio de nuestra egregia compatriota.

No es nuestro propósito concretarnos a apreciar las circunstancias morales de su éxito inmediato en la favorable acogida conquistada desde los primeros momentos en la opinión pública y el juicio espontáneo de la crítica competente. La importancia real de la aparición de este libro está en la acción eficiente y fecunda que ejercerá en la civilidad de este pueblo, auspiciando proyecciones elevadas y nobles en el idealismo de una refinada cultura social.

'Tradiciones del Hogar' está ilustrada con diversas fotografías de la época y el retrato de la autora, distinguida dama que desciende de estirpe solariega, es decir, pertenece su familia a la más antigua aristocracia que existió en este país antes de la guerra, y en todo el Río de la Plata, como que la Asunción fue la capital de la provincia gigante del coloniaje: Buenos Aires, Córdoba y Tucumán. Y por mucho que sea el egoísmo nacional, la Argentina no podrá olvidar jamás que las ciudades de Santa Fe, Buenos Aires y Corrientes fueron fundadas con paraguayos."

El que no ahorra elogios es unos de los personajes menos dados al panegírico en su época. Y confiesa haber sido particularmente tocado por el relato de la Pancha Garmendia:

"Nosotros conocíamos de antes de ahora los detalles de aquella cena borgiana a la que el mariscal López invitó a la niña, tres días antes de ser lanceada. El general Caballero que había asistido a la trágica cena, invitado también por el mariscal, refirió el suceso extensamente en 1872 en la mesa del coronel don Juan Francisco Decoud durante una comida. Pero en la relación del general se menciona un punto obscuro de no clara comprensión. Según él, López dirigiendo la palabra a la niña le dijo:

-Entre usted y yo, Pancha, no hay secreto.

Y que ella contestó:

-Es cierto, señor.

-Por eso la he invitado esta noche, continuó el mariscal, para aconsejarla; declare toda la verdad cuando sea llamada, que yo intercederé a su favor con los jueces.

-Pero si ya he declarado todo lo que sabía, contestó la señorita.

-Entonces usted me ata las manos y no podré mediar a su favor. Haga Pancha lo que le aconsejo - terminó diciendo el mariscal.

Ahora bien. Interrogado el general Caballero algunos años más tarde sobre esta información en la casa del coronel Decoud por un amigo íntimo, contestó: «Ya no me acuerdo». Pareciera que esta fragilidad de la memoria del general Caballero, tratándose de un hecho tan notorio como sensacional, fuera la demostración concreta de que lo que refirió en 1872, no fue sino la sugestión de las murmuraciones dominantes en aquella atmósfera caldeada que predominó en los sangrientos estertores de Cerro Corá. Y que la narración verdadera del estupendo drama es la que consigna 'Tradiciones del Hogar' en sus páginas y la que debe perdurar y pasar a la historia para honra de la mujer paraguaya." Juansilvano Godoi.

"Las páginas de Tradiciones del Hogar son profundamente evocadoras y leyéndolas, un soplo de reminiscencia patriótica sacude todo nuestro ser. Digo esto por propia experiencia y lo pruebo más observando la impresión que ellas producen en los sobrevivientes a la guerra y, sobre todo, en las que tanto padecieron y sufrieron en el abandono y el desamparo de la 'Residenta' o sea, el éxodo por los desiertos. Para éstas, los cuadros de familia que usted pinta con tanta soltura y naturalidad como describiendo con añoranzas del propio hogar deshecho -grandezas que se derrumbaron, sueños de felicidad que se hicieron humo, son de un realismo entristecedor. Muchos apenas pueden contener su emoción; y es indudable que en nuestra historia tenemos la fuente inagotable de las más altas y ennoblecedoras inspiraciones para nuestros escritores y poetas. Ningún país es más rico en ese sentido; y no tenemos necesidad, de perder nuestro tiempo buscando en la historia de sociedades muertas el manantial poético para cantar nuestras glorias contemporáneas, sino golpear nuestro propio corazón y escarbar en nuestra propia historia -en el bloque de nuestras canteras nacionales-para extraer de allí el fuego sagrado que dé alas a nuestra imaginación y luz a nuestro espíritu."

Esta catarata de emociones es de la pluma de Silvano Mosqueira, que tampoco ahorra elogios a la obra mientras enaltece el espíritu del relato.

Arturo Rebaudi quiso que se convirtiera en lectura obligatoria en las escuelas y Juan Vicente Ramírez alabó el estilo y la profundidad del tema. Una de las ponderaciones más significativas provino de Marcelle Durand, esposa del Ministro Residente en Washington, Doctor Eusebio Ayala. Relató la anterior y futura primera dama francesa del Paraguay que le causó profunda emoción encontrar la transcripción en inglés del cuento "Py chãi" en la Revista Inter América. Inmediatamente le envió a la autora una amable nota que la cerró así:

"Gracias, mil gracias, a usted por el minuto lleno de suave emoción que le debo. Estando tan lejos de nuestro querido y dulce Paraguay, una voz amiga llena de talento como la suya, que tan bien supo evocar el ambiente de la tierra, ha conmovido mi corazón".

Estos comentarios sobre la calidad de la obra son apenas una confirmación del hecho de que la escritora era de fuste y su obra muy bienvenida en un ambiente como el nuestro donde las publicaciones eran en verdad raras. La crítica contemporánea es realmente positiva para la escritora y no debe explicársela solamente por los lazos de amistad entre quienes escriben y la autora. Si no hubiere substancia en sus escritos, los comentaristas se hubieran extendido más en su condición de madre y esposa. En realidad, todos se refirieron a la calidad de la obra. A partir de 1928 y esta edición de la Librería Mundial, la escritora se tomará un largo paréntesis para dedicarse de lleno a ser la Gran Dama con el apostolado de apoyar desde su estadio el gran esfuerzo de la defensa en la Guerra del Chaco y luego de lograda la ansiada paz, la consagración del Panteón de los Héroes como Oratorio de la Virgen de la Asunción, de la que después se convirtió en una suerte de protectora espiritual.



CAPÍTULO XII

LA ÚLTIMA BATALLA

Terminada la guerra, Doña Teresa se refugió en la religión.

El gran Congreso Eucarístico de 1937 parecía presagiar días augurales para la patria. La "Acción Católica" pedía a los fieles ser menos pasivos ante los acontecimientos, pero la eterna circularidad de los golpes, asonadas, guerras civiles y cuartelazos se negaban a desaparecer en el castigado país. No obstante, para el 6 de mayo de 1939, finalmente hace ella entrega como Presidenta de la Subcomisión del Altar del Oratorio de la Virgen de la Asunción y Panteón de los Héroes al Arzobispo Bogarín previo un discurso de ocasión. Casi un siglo había llevado la construcción del oratorio y su consagración como templo religioso traería no pocos dolores de cabeza a los gobiernos populistas que comenzaron a tener hegemonía a partir de 1936 de la mano de los militares veteranos de los cañadones chaqueños.

La Iglesia se cuestionó seriamente si debía aceptar en silencio que los restos del Mariscal reposaran en un recinto santo. Solano López, no hay que olvidar, había hecho fusilar al obispo Manuel Antonio Palacios. Consultados varios historiadores, finalmente se llegó a la conclusión de que no valía la pena tanta disputa pues era casi imposible que los restos recuperados en Cerro Corá a más de sesenta años de finalizada la epopeya fuesen en realidad los de López, de modo que la discusión resultó fútil y todos salieron contentos, el Gobierno pensando que López debía presidir el Panteón Nacional y la Iglesia consolada con el hecho de que los restos de quien hizo ejecutar a un obispo no descansaban en un templo católico. Pero quedaba más.

Superados los primeros años de lo que él pensaba sería una presidencia vitalicia, Alfredo Stroessner quiere también traer a algún muerto ilustre del extranjero. Primero, comisionó al escritor Augusto Roa Bastos para intentar repatriar los restos del guitarrista Agustín Pío Barrios, Mangoré de El Salvador, país éste que, respetando la última voluntad del artista, se negó a entregarlos. La gran repatriación de restos ilustres volcó su objetivo hacia el Cementerio Pẽre Lachaise de París donde reposaban los despojos de Alicia Elyza Lynch, fallecida en 1886. La ocasión le venía como anillo al dedo al gobernante absoluto, que se presentaba como el "Segundo Reconstructor de la Patria", a quien sus sicofantes endilgaron la hazaña de "haber reatado el hilo de la historia como seguidor en obras patrióticas de Francia y los dos López".

La ocasión del retorno de los restos de Madame Lynch fue emblemática, 1961 fue el año del sesquicentenario de la Independencia Nacional. La urna con las reliquias de la Lynch debía ser depositada en el Panteón al lado del Mariscal. La Iglesia no parecía presentar un frente hostil pues el Arzobispo de Asunción, monseñor Aníbal Mena Porta, era frecuentemente visto en compañía del Presidente en todos los actos oficiales y fue el único en participar regularmente de las reuniones del fascistoide Consejo de Estado, creado por la Constitución de 1940, que reunía a todos los ministros del Ejecutivo y al Rector de la Universidad Nacional, además del Arzobispo para fungir de Parlamento mientras durara el receso legislativo anual de ocho meses. Tanto el primer Arzobispo, Bogarín, como el sucesor de Mena Porta, Ismael Rolón, al no poder renunciar porque el cargo era un mandato constitucional, participaba de la primera sesión del Consejo que le tomaba juramento y nunca más volvía a jerarquizar con su presencia un ente corporativo con más que suficientes votos cautivos para aprobar cuantas veces fue necesaria la voluntad del Presidente.

Nada hacía presagiar contratiempo alguno hasta que doña Teresa Lamas Carísimo recurrió nuevamente a su formidable pluma para desacreditar la idea de que una mujer que no estaba unida por santo matrimonio a Solano López deba descansar en un oratorio nacional. Los artículos fueron apareciendo en el semanario católico COMUNIDAD, que había comenzado como la hoja semanal de la Parroquia de Las Mercedes bajo la égida del cura párroco, Pbro. Aníbal Maricevich.

Un fenómeno interesante ocurrió con el semanario confesional. En aquellos años de huelgas obreras y disturbio estudiantiles por la suba de pasajes de ómnibus, no había prensa crítica, vacío que pronto comenzó a llenar COMUNIDAD. Por todo lo que había significado la Madama Lynch a las familias patricias del país que tan bien se retrató en Tradiciones del hogar, Doña Teresa abogó lúcidamente por la negativa a permitir que la Lynch ni después de muerta ingresase al panteón y se volviese procer de la nacionalidad. Era revivir nuevamente todos los fantasmas de la gran hecatombe y era tomarse en serio la tarea de no permitir que quien en su momento despreciara a las familias del patriciado obtenga una victoria a todas luces inmerecida. Ante el peso de la argumentación, la Iglesia no tuvo más remedio que vetar la presencia de la Lynch en el Panteón. Fue la última gran victoria de la gran dama que en su combatividad estuvo a la altura de aquellos antepasados que se habían sacrificado por la patria en su hora de mayores tinieblas. Con los principios no se transige y con el Derecho Canónico tampoco.

COMUNIDAD siguió con su prédica crítica al Gobierno del general y en la época del gran destape del Concilio Vaticano II poco a poco se fue abrazando una doctrina tercermundista de socialismo diluido en el estilo de la teología de la liberación que ensayaba una improbable síntesis entre Jesús y Lenín. Ilustraban sus páginas con iconografía revolucionaria o por lo menos contestataria reconocidos artistas plásticos de poco fervor religioso. Luego de varias escaramuzas que incluyeron la excomunión del poderoso Ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro, la propia Iglesia lo tuvo que sacar de circulación al semanario reemplazándolo con SENDERO, que fue una suerte de retorno a las raíces evangélicas de la fe. Es una pena que seamos tan reacios a volcar en libros episodios y desarrollos como el de COMUNIDAD que tanto nos podría enseñar sobre nosotros mismos.






BIBLIOGRAFÍA

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Bogarin, Juan Sinforiano. Mis apuntes. Asunción: Histórica. 1986.

Brezzo, Liliana y Figallo, Beatriz. La Argentina y el Paraguay: De la guerra a la integración. Imagen histórica y relaciones internacionales. Rosario: Universidad Católica. 1999.

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Caballero Aquino, Ricardo. Manuel Gondra: Los mejores al poder. Asunción: El Lector. 2011.

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González de Bosio, Beatriz. "El novecentismo un siglo más tarde. Su ejemplo, su obra, su legado" en La Revista Crítica. Año XI – Nº 17, Asunción, 2001.

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Lamas Carísimo de Rodríguez Alcalá, Teresa. Tradiciones del hogar. Asunción: H. Kraus.1921.

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López Decoud, Arsenio. Álbum Gráfico de la República del Paraguay 1811-1911. Buenos Aires: 1912.

Rodríguez Alcalá de González Oddone, Beatriz. "Teresa Lamas Carísimo de Rodríguez Alcalá: Primera escritora paraguaya" en Revista del PEN Club. Asunción. Diciembre 2009.

Rodríguez Alcalá de González Oddone, Beatriz. El íntimo universo de Eugenio Alejandrino Garay. Asunción. 1990.

Rodríguez Alcalá, Hugo. Historia de la literatura paraguaya. Asunción: FVD. 1970.

Rodríguez Alcalá, Hugo. La literatura paraguaya. Asunción: Comuneros. 1971.




EL AUTOR

Ricardo Caballero Aquino tiene un doctorado en Estudios Históricos de la Southern Illinois University (Carbondale, Illinois, EE.UU.).

En la cátedra, enseñó en el Instituto Superior de Lenguas de la Universidad Nacional de Asunción y en la Universidad Católica "N. S. de la Asunción"; además fue Profesor Visitante Distinguido en Wilmington College (Ohio, EE.UU.). Fue becario Fulbright y Humphrey.

Ingresado a la carrera diplomática en 1996, fue Consejero en la Embajada en Washington, dos veces Encargado de Negocios en Montevideo y Cónsul General en Río de Janeiro. En el Ministerio de RR.EE. fue Director General de Informaciones y Director de Pasaportes y Visas. Como Encargado de Despacho de la Dirección de la Academia Diplomática y Consular del Ministerio, hizo obligatoria la presentación y defensa pública de tesis para acceder al rango de Embajador, rango que el mismo ostenta. Cuenta con varias publicaciones además de haber ejercido el periodismo en ABC COLOR, diario NOTICIAS, diario HOY y radio ÑANDUTI. Está casado con María Eugenia Garay, tienen dos hijos: Rodrigo Pedro y Jerónimo César.




 

 

 

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ARTÍCULOS DEL DIARIO ABC COLOR SOBRE EL LIBRO

 

VIDA Y OBRA DE TERESA LAMAS EN EL LIBRO QUE SE LANZA HOY

La Colección Gente que hizo Historia presenta hoy su anteúltimo volumen, “Teresa Lamas Carísimo”, el libro de Ricardo Caballero Aquino que rescata la memoria de esta gran escritora y, sobre todo, extraordinaria mujer, que marcó una etapa de la vida nacional.

En esta segunda parte de la entrevista mantenida con él, Caballero Aquino, diplomático, periodista e historiador, habla sobre su obra y, esencialmente, sobre la obra de Teresa Lamas.

–¿Cómo se fue gestando la obra literaria de Teresa Lamas Carísimo?

–Se inició en la pasión de recopilar historias de la Guerra del 70; de lo que les pasó a su madre y tías, de la casualidad por la que sus dos abuelos murieran en el mismo combate de Estero Bellaco el 2 de mayo de 1866, a sus 24 años de edad ambos.

–Y se desliza la historia…

–Nos cuenta sobre sus abuelos, cómo se alistaron y se capacitaron para la lucha en la plaza San Francisco, hoy Plaza Uruguaya, ante sus parientes. Eran miembros de las clases más pudientes quienes conformaron el Batallón 40 al mando de José E. Díaz.

–¿Un ejército de ricos, de la gente linda?

–Así es, y luego de escasas semanas de preparación partieron para el frente y recibieron una misión suicida, pelear en el frío de mayo en el Estero Bellaco y en Tuyutí, donde murieron casi todos esos jóvenes. Alguien dijo: “el 24 de mayo desapareció la raza blanca en el Paraguay”. Para más, López les ordenó combatir descalzos.

–¿Descalzos?

–Exacto, justo la gente que podía solventarse botas, tuvo que dejarlas en el campamento. Solano no tenía por qué explicar sus decisiones, pero uno creería que la efectividad del soldado disminuye si unas simples espinas le impiden correr estando armado.

–La autora partió de una hipótesis provocativa, dice usted: la clase alta también construyó este país.

–Y nunca tuvo déficit de patriotismo y dedicación a la nación. La clase alta asuncena se jacta de ser la más aristocrática del Río de la Plata pues ya era una élite política cuando Buenos Aires y Montevideo eran simples praderas deshabitadas a merced de indígenas.

–¿Y quiénes fueron de esa clase alta?

–Eran las familias asuncenas que llevaban su abolengo hasta el mismo Irala y sus hijas, las cuales fueron dadas en matrimonio a ambiciosos conquistadores. De ahí salieron Hernandarias, Alonso Riquelme y otros. Eran los ejes de la sociedad, los fijosdalgo.

Publicado en fecha : 25 de Agosto del 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

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LIBRO RESCATA LA VIDA DE UNA MUJER OLVIDADA

La Colección Gente que hizo Historia, de ABC Color y El Lector, entregará al público mañana, con el ejemplar de nuestro diario, la biografía de Teresa Lamas Carísimo, escrita por Ricardo Caballero Aquino. El mismo es un compendio biográfico de la primera escritora paraguaya en publicar un libro.

Caballero Aquino habla aquí de esta obra y la de Teresa, especialmente aquella que narra la terrible experiencia de sus ancestros durante la Guerra de la Triple Alianza.

¿Por qué rescatar a una figura olvidada, como la de Teresa Lamas Carísimo?

Olvidada tal vez por la extrema mediocridad del sistema educativo que no sabe valorar a una gran escritora, leer a la cual es una satisfactoria experiencia de la que se aprende mucho, pero sobre todo se disfruta aprendiendo de la Residenta, de la vida en tiempo de los López, de las desdichadas ocurrencias del Dr. Francia.

Hoy se la recuerda apenas.

Esa obra tendría que aparecer en compilaciones para la enseñanza y en publicaciones literarias clásicas del Paraguay.

¿Qué fue la Residenta?

Ante la inminente invasión brasileña a la capital, el 22 de febrero de 1868, Solano López ordenó a la población asuncena restante: ancianos, mujeres y niños, abandonar la ciudad e ir detrás de las tropas. Solo llevaban lo que podían cargar en atados.

Cuánto duró eso.

Dos años y una semana, y quienes sobrevivieron mostraron una entereza sorprendente. Con machetes de palo cortaban palmeras para hacer un mbeju del palmito. La naranja agria o apepu era un manjar precioso. Deambulaban detrás de las tropas a merced de la soldadesca brasileña que les podía alcanzar y ultrajar.

Al contarlo así parece ficción…

Precisamente y de ahí el valor del libro “Tradiciones del Hogar”, de Teresa Lamas, porque lo que se narra en él cuesta creer que haya acontecido en la vida real. Había que tener pruebas, como la vez que su joven madre puso en manos de la niña Teresa el harapo de ropa que vistió durante la aventura. No había mudas ni tiempo para lavar la única pieza que vestían.

Publicado en fecha : 24 de Agosto del 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

www.abc.com.py



TERESA LAMAS CARÍSIMO, EN LA COLECCIÓN DE BIOGRAFÍAS

“Teresa Lamas Carísimo. Biografía literaria” es el título del libro que aparecerá el domingo 25 con el ejemplar de nuestro diario, como decimosexto título de la Colección Gente que hizo Historia, de ABC Color y El Lector. La obra, escrita por Ricardo Caballero Aquino, retrata a una de las más notables mujeres que dio el Paraguay.

Teresa Eulalia Lamas Carísimo, escritora y líder social, nació el 10 de diciembre de 1887 en Asunción en un hogar de la elevada clase social de origen hispano.

Fue la primera mujer que escribió un libro en el Paraguay. Sus descendientes le publicaron en vida sus “Tradiciones del hogar”, en dos series de 1921 y 1928. Posteriormente, compuso para un concurso la novela “Huerta de odios”, que se publicó posteriormente por entregas en el diario asunceno El País, y finalmente vieron la luz sus relatos realistas de “La casa y su sombra” (1955).

Fueron sus padres Vicente Lamas y Silva y Clementina Carísimo Bargas. Sus abuelos fueron José María Lamas y Teresa Silva, por un lado, y Pedro Carísimo Jovellanos y Carlota Bargas, por el otro.
Como hecho notable que marcaría la vida y la obra de Teresa, hay que decir que sus dos abuelos murieron el mismo día y en la misma batalla de la Guerra de la Triple Alianza: el 2 de mayo de 1866, en Estero Bellaco.

Ambas abuelas en plena juventud quedaron viudas el mismo día. Estas abuelas serían las encargadas de pasar las tradiciones por los relatos hablados en las tertulias familiares. Un hermano mucho menor que nuestra escritora, Vicente Lamas Carísimo, se distinguiría como eximio poeta.

Teresa Lamas Carísimo estudió en la Escuela Normal, donde fue discípula de las hermanas Celsa y Adela Speratti, pero no terminó sus estudios. Sin embargo, enseñó en San Lorenzo, donde se instaló su familia.

En 1909 se casó con el escritor y publicista argentino José Rodríguez Alcalá, con quien tuvo seis hijos. Los cuatro varones –Hiram, Guido, Ramiro y Hugo– fueron a la Guerra del Chaco y lograron sobrevivir.

Como dama destacada de la sociedad y por sus dotes intelectuales ya muy reconocidas, habló en nombre de las madres paraguayas desde el balcón del Palacio de Gobierno, con motivo de la paz tras la contienda con Bolivia.

Se destacó como una líder en la sociedad, por inteligencia y por ascendencia moral. Teresa Lamas Carísimo falleció el 21 de diciembre de 1975.

Publicado en fecha : 23 de Agosto del 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

www.abc.com.py

 

 

 

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