La publicación de las historias de las canciones populares trajo consigo el nacimiento de fraternidades y solidaridades imposibles de atrapar por entero en la limitación de la escritura. Recuerdo, por ejemplo, aquel hombre que un día llegó junto a mí en última Hora con un pilón de cuadernos. Venía desde Eusebio Ayala para poner a mi disposición su archivo manuscrito por si alguna catástrofe devorara el mío. Contaba, para mi asombro, que en su casa tenían un almacén y que su esposa acostumbraba envolver con el Correo Semanal de última Hora el azúcar, los jabones, el fideo o el arroz de sus clientes.
"Por eso, los domingos me levanto de madrugada a copiar cada historia. Después ya pueden hacer con el diario lo que quieran", me explicó. Uno de los vínculos establecidos a través del afecto compartido por la música paraguaya fue el de Gabriel Chaparro Vega, locutor, poeta y compositor ovetense que vive en Ciudad del Este. Es uno de los grandes conocedores de la vida y obras de EMILIANO R. FERNÁNDEZ así como de otros poetas, músicos y compositores.
Una vertiente de su rica inspiración es la dedicada a diversos pueblos del interior. En algunos casos, sus versos parten del pedido de sus amigos y la descripción que éstos le hacen de sus valles respectivos. Por ejemplo, CHE REÑÓI HAGUE ESCOBAR escribió a pedido del músico y compositor ANTONIO CENTURIÓN VILLASANTI.
Gabriel alguna vez me escuchó hablar de POTRERO YVATÉ. Como buen poeta, era innecesario explicarle en detalles el motivo de mi fervor tan particular hacia ese pedazo de suelo norteño: los sentimientos siempre son los mismos; lo que cambia son el espacio fisico, la identidad de los lugares, los personajes de la comarca y el nombre de la mujer que se ama.
Lo cierto es que un día me anunció que la polca POTRERO YVATÉ, con música de JUANCITO BÁEZ, estaba terminada y que el propio Juancito lo había grabado. No pasó una semana y ya tenía frente a mí el disco LA CANCIÓN DEL PIONERO, homenaje a los que hicieron mi ciudad.
En la letra, GABRIEL (que no conoce POTRERO YVATÉ) se ubica en mi piel-alma y habla del reino de mi infancia, la añoranza y la absoluta imposibilidad de olvidar aquella querencia entrañable.
Solo me cabe darle las gracias y celebrar el hecho de dedicarme a la palabra que me permite encontrar amigos tan generosos como Gabriel.
POTRERO YVATÉ
De mis líricos vergeles un bouquet de flor silvestre
con exótica fragancia de jazmín y pacholí
y en un vuelo armonioso va en busca de aquel valle
ese edénico paraje donde antaño yo nací.
Pueblecito de mi infancia de auroras ya lejanas
cuánto añoro tus campiñas, tu paisaje sin igual,
aquel rancho campesino con su sombra generosa
manantial de mis quimeras y mi oasis juvenil.
En mis noches solitarias de recuerdos y añoranzas
por tus prados vuela mi alma evocando mi niñez,
se ha grabado en rni retina y a pesar de la distancia
A lo largo de diez tomos he relatado vidas y milagros de otros. Permítanme ahora que cuente en primera persona cómo andando detrás de los pormenores que dieron origen a algunas de nuestras canciones populares, terminé inmerso en la creación de mi propia obra musicalizada. Después de esa experiencia, hablo con mayor conocimiento de causa acerca de la manera en que nacen las letras y las composiciones, sus idas y vueltas, sus marchas y contramarchas hasta quedar dispuestas a buscar su propio espacio en el mundo.
Cuando mi padre, MANUEL, en febrero de 1960 me trajo por primera vez a Asunción por barco -vía Puerto Rosario, donde abordamos el ANITA BARTHE- no sabía que mi destino iba a ser la palabra. Ni el canto del korochire en la ovenia de nuestra casa del Karanda'yty de Potrero Yvaté que escuchaba embelezado ni las canciones de mi tío CATALO ÁLVAREZ me habían hecho intuir el puerto al que la vida me haría desembarcar.
Después de vivir siete años con mi tía EULALIA LÓPEZ -a quien debo buena parte de lo que soy- y mi abuela materna en el barrio Hospital (de Clínicas), ingresé al Seminario Salesiano deYpacaraí. Mi descubrimiento más determinante se produjo cuando en 1969 encontré en el basurero del colegio la mitad de un libro del poeta español ANTONIO MACHADO. En "Caminante, no hay camino/se hace camino al andar/al andar se hace camino/y al volver la vista atrás/ se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar " y en "Yo voy soñando camínos de la tarde/.. a dónde el camino irá?" empezaría a encontrar mi itinerario de poeta. Con la levadura del verbo de ese alto maestro de los versos sevillano se amasaría a lo largo de los años posteriores mi alma nostálgica por la añoranza de mi tierra y de los míos-, pero nunca triste porque mi poesía canta lo ausente, no lo perdido.
Viendo que mis horizontes eran ajenos a la congregación de Don Bosco, luego de ocho años, salí a buscar mis propios vientos. Mi padre quería que fuese médico o abogado. Le respondí que ya había comprobado que no tenía vocación de apóstol ni de Lucifer.
Si bien no muy claramente, sabía que tenía que encaminarme hacia el muelle de la palabra. DON FERREIRA, un conocido mio que vivia cerca del colegio Salesianito --donde yo enseñaba castellano y literatura, además de ser corrector de estilo de su imprenta- me mostró el sendero.
-Si estudiás letras como querés para escribir poesía y enseñar, te vas a morir de tuberculosis en cinco años. Mirá no más lo que le pasó a Bécquer o nuestro MANUEL ORTIZ GUERRERO, al que le mató la lepra. Tenés una alternativa: podés estudiar periodismo en la universidad Nacional o en la Católica. Trabajando en un diario vas a tomar mucho café, correrás siempre contra reló, serás farrista y tendrás muchas mujeres. Ahí te vas a morir en diez años-, me espetó sin contemplación.
-Entonces voy a elegir ese oficio en el que voy a durar un poco más-, le repliqué.
Fue así como estudié Medios Modernos de Comunicación (Periodismo) en la Universidad Católica. Paralelamente hice el profesorado de guarani en el Instituto de Lingüística Guarani del Paraguay (Idelguap).
En 1977 envié mi poesía al Primer Concurso de Poesía Joven convocado por lo que luego pasaría a ser el Centro Cultural de España Juan de Salazar, el Instituto de Cultura Hispánica. Un jurado compuesto por JOSÉ MARÍA GÓMEZ SANJURJO, CARLOS VILLAGRA MARSAL, JOSÉ ANTONIO BILBAO, ANA IRIS CHÁVEZ DE FERREIRO y PELAYO GARCÍA me dio el primer premio: un diploma y 50 mil guaraníes. Demás está decir que pagué mis cuentas y todavía me sobró dinero para compartir una farra con mis amigos, comprar unos libros y ahorrar lo que aún quedaba de ese dinero caído del cielo.
Aunque ya no me emocionó como la primera vez, en el '79 gané de nuevo el galardón de Cultura Hispanica. Para entonces, con MONCHO AZUAGA, JORGE GÓMEZ RODAS, JORGE AYMAR y otros ya habíamos creado el TALLER DE POESÍA MANUEL ORTIZ GUERRERO.
Mi opción por la palabra era ya indiscutible.
Pasando por La Tribuna, Hoy, la revista Ñande y las radios Chaco Boreal, Cáritas y Primero de Marzo anclé finalmente en el diario última Hora. Aquí, en 1998, su director de entonces, DEMETRIO ROJAS, me dio la oportunidad de escribir en el Correo Semanal las historias de las canciones populares. Desde julio de 1998 a hoy, como un ritual sabatino ineludible, publico lo que se ha ido convirtiendo en los diez tomos de "Las voces de la memoria".
Pese a que habito la ciudad, ésta nunca me habitó del todo. De Potrero Yvaté -pequeña compañía del Departamento de San Pedro hoy a la altura del kilómetro 132 de la ruta III, del distrito de San Estanislao ayer y de 25 de Diciembre hoy-, donde tomé conciencia de la vida puedo decir exactamente al revés: aun cuando no habite en ella, ella siempre me habita. Será tal vez por María, mi madre. Acaso la tierra, el entorno de una parte de mi infancia, mis hermanos, los amigos. Quizás por el aroma de la esencia de petit grain, el canto lejano del ynambu tataupa, los amarillos del lapacho, la guitarra pueblera del olero tobateño Arsenio Ojeda o la limpia mirada de la gente que amo. No sé exactamente por qué, lo cierto es que che ahayhu extraño ko Potrero Yvaté.
Escribiendo las historias de las canciones constaté que no hay ciudad, pueblo, valle, paraje o barrio que no tenga su polca. Cada lugar tiene un hijo que le canta. Y, si no cuenta con esa dicha, nunca faltan los que deseosos de llenar ese vacío le piden a otros que le rindan tributo a su terruño. El ejemplo más cabal es SIXTO CANO, el chofer de Quyquyhó que le solicitó en Buenos Aires a ANTONIO ORTIZ MAYANS que recorriera en palabras los aires de su lejana patria chica.
A mí siempre me revoloteaba la cabeza el sentimiento de culpa de que siendo mi herramienta de expresión la palabra y, en particular, la poesía no le escribiera a mi valle una letra que un compositor completara con una melodía. Fue por eso que alrededor del 2005 miró los ojos del alba CHE VALLE POTRERO YVATÉ que pasaría a llamarse luego tan solo POTRERO YVATÉ, quedando finalmente en YVÁGA POTRERO YVATÉ al grabarse. Me pareció que el último título es el que refleja lo que es para mí ese rincón geográfico y espiritual.
El cantante, guitarrista y compositor JOSÉ MAGNO SOLER, doblemente sampedrano por haber nacido en San Pedro de Ycuamandyyú, me pareció la persona ideal para ponerle música. Nuestras historias son similares: a ambos nuestros padres nos habían enviado a la capital oiko haguã ore hegui gente y ambos sentimos por la música paraguaya una devoción casi religiosa.
La letra original, de seis estrofas, quedó, con ligeras modificaciones, en cinco. Y una hizo de estribillo, para responder a los cánones habituales. Fue la que tuvo en sus manos el autor de San Pedro del Norte. Unas semanas después me llamó y me dijo:
-Oimbáma la ñane música. Ikatuvove eju ehendumi jahecha mba'épa ere chupe-, me anunció al tiempo de invitarme.
Por supuesto que me fui volando a escuchar la melodía en su oficina del Mercado 4. A medida que iba avanzando una lágrima intrusa de alegría y de incredulidad me recorrió la mejilla. En ese momento pensé que si me moría en los próximos días ya tenía saldada mi deuda personal con Potrero Yvaté.
José Magno le había hecho unos retoques a la letra, para que la métrica coincidiera con su melodía. Lo esencial seguía intacto. En aquel encuentro intervine en los versos por última vez, dejando el resto a cargo de mi coautor.
El estreno de la polca lo hizo el propio José Magno Soler con su conjunto -integrado por Reinaldo Sanabria en guitarra y voz así como por el bandoneonista Rodolfo Roa- en el Primer Festival Potrero Poty que mi hermano Julio César Álvarez y su compañero de radio Tapirakuãi Celso Aguilera --conductores del programa "Ñasaindy folclórico" que se emite los sábados de 10 a 12-, organizaron en Potrero. Fue el sábado 29 de abril de 2007. Allí los potreranos escucharon por primera vez lo que desde entonces les pertenece también.
Dos años y medio después casi, en el 2009, JOSÉ MAGNO, REINALDO y RODOLFO ROA grabaron en el sello Elio un simple simple, es decir un disco con YVÁGA POTRERO YVATÉ solamente. Algunas radios del entorno de Potrero y capitalinas difunden la música que ya echó a volar.
Siento que YVÁGA POTRERO YVATÉ es cada vez menos mía y más de la gente de mí pueblo. Para eso escribí, más no puedo pedir.