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Margarita Morselli
  PAISAJE ENCENDIDO - Acrílico de MARGARITA MORSELLI


PAISAJE ENCENDIDO - Acrílico de MARGARITA MORSELLI

PAISAJE ESCONDIDO

Acrílico sobre tela de 100 x 150 cm.

Obra de MARGARITA MORSELLI


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TIEMPO DE PAISAJE


Inquietante. Tal vez sea éste el adjetivo más acertado -no necesariamente el más preciso- para calificar la obra reciente de Margarita Morselli. Son inquietantes, en verdad, los colores que fluyen sobre las telas de sus cuadros, abriendo surcos, sugiriendo formas de vida vegetales y animales absolutamente desconocidas, creando en su fluir paisajes interiores no detenidos, reinventando el tiempo en un microcosmos que parece escapársele de las manos a la artista. La fuerza de los colores estalla en el limitado espacio del lienzo y recrea mundos singulares y extraños, cargados de sugerencias y de propuestas nuevas. Es como si los colores -vivos y brillantes- hubieran adquirido autonomía y se fueran ordenando en formas desconocidas y, al tiempo, perfectamente identificables: formas que subyacen en el inconsciente de todos nosotros y que, al «reconocerlas», nos conmueven y nos inquietan.


Margarita Morselli ha venido transitando los caminos del arte desde la figuración casi surrealista a la abstracción pura, que, en los nuevos trabajos que nos presenta, se resuelve en figuración reinventada. Se trata de un proceso agónico de deconstrucción y reconstrucción, un proceso en que la artista apuesta por liberar su interior de los demonios que en él se debaten y dejarlos escapar hacia nosotros para que podamos compartirlos. Demonios o ángeles: depende del punto de vista. Lo que Margarita Morselli nos ofrece en sus cuadros es tanto una confesión como un banquete: confesión de parte en la que desnuda las formas más recónditas de su pensamiento y las imágenes más extrañas e inquietantes y también un banquete generoso, ágape ritual en el que la artista comparte con nosotros y nos ofrece parte de ella misma, lo mejor que encuentra para darnos.


Y lo mejor que encuentra para darnos son, tal vez, las formas arquetípicas del sueño, aquellas que están en todos nosotros y que podemos reconocer cuando nos las ponen ante los ojos. Es un juego difícil de tiempo y espacio, una representación de las formas del tiempo en paisajes interiores y microcósmicos que se van resolviendo en formas cognoscibles mientras observamos cómo fluyen los Colores sobre la tela y dejan su impronta en texturas, sombras y volúmenes que se descomponen y vuelven a recomponerse para crear Huevos paisajes. Es el devenir incesante de cuanto es, y lo que fuera río se hace camino y lo que fuera árbol se va haciendo serpiente, Fumo o nube. En ocasiones la forma sugerida -o representada- es tina hoja o un pequeño insecto que desenvuelve su policromía ante nuestros ojos y crea formas y visiones nuevas y extrañas que quizás existan más allá del lente del microscopio en la gota de agua cuyos misterios el hombre de ciencia pretende desentrañar.


Al igual que el científico, Margarita Morselli captura en sus cuadros la forma original del misterio. Pero, a diferencia del científico, la artista no nos presenta simplemente lo que está más allá del cejo sobre el pequeño cristal en el que las formas microscópicas se debaten, sino lo que está antes, lo que precede al ojo y a la visión y que, paradójicamente, sólo puede resolverse en imágenes: las imágenes del misterio. Eso que está más acá -antes del ojo, antes de la visión, antes incluso de la cosa representada- es la forma pura y cambiante del sueño, su arquetipo, la epifanía del misterio. Como en un rito shamánico, la pintora descubre el misterio y lo pone ante nuestros ojos sin saber, probablemente, que está entregándonos algo que podemos reconocer, y, de este modo, la sorpresa se convierte en fascinación y ésta, en descubrimiento, en manifestación, epifanía. Su tiempo es nuestro tiempo. Su fluir, el que nosotros descubrirnos en nuestro interior. Y sus paisajes son los paisajes interiores en los que se debaten todas las formas posibles, las formas inquietantes que nos acechan en el tiempo y que dan sentido a nuestros sueños.


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EVOCACIONES HIEROSOLIMITANAS


Jerusalén es un nombre que convoca a los hombres y evoca mundos soñados como paraísos posibles. Las tres religiones del libro la tienen por sagrada. A Jerusalén la hizo el bíblico rey David capital de su reino y en ella construyó su hijo Salomón un templo que asombró a sus contemporáneos. En ella predicó Jesús hijo de José, el carpintero de Nazaret, a ella llegó como rey y en ella murió crucificado. Finalmente, desde ella fue arrebatado Mahoma hacia los cielos. En un solo espacio, tres grandes religiones hallan su sentido primero y, también, el último. Agustín de Hipona, filósofo cristiano y padre de la Iglesia, imaginó la Jerusalén celestial como «ciudad de Dios», diferente en todo a la «ciudad de los hombres», y ha sido esta ciudad celestial, cuya tradición se remonta a los tiempos anteriores al cristianismo, la que ha inspirado en los tiempos sucesivos el sueño de mundos mejores, de futuros posibles, de reinos de paz y tierras de abundancia por las que corran ríos de leche y miel.


Cada año, el Instituto Cultural Israel-Iberoamérica, con sede en Jerusalén, convoca a distintos artistas iberoamericanos para asistir al «Encuentro y taller creativo en Israel de pintores y escultores de América Latina y Miami». La idea es que Jerusalén inspire a los artistas y que estos capten la esencia de la ciudad y la plasmen en cuadros o esculturas. En 1996, año en el que se celebraron los tres mil años de la ciudad, conmemorando el momento en que el rey David la convirtió en capital de su reino, asistieron artistas de diversos países de Sudamérica y Miami. Por Paraguay asistió Margarita Morselli. El cuadro que nuestra pintora creó en esa ocasión representa una estrella de seis puntas, la estrella de David abierta en el vértice superior de uno de los triángulos en oposición: uno cerrado, enmarcado por el rigor de la geometría y con el vértice hundido en el mundo subterráneo, etónico, en la oscuridad de los misterios del mundo y la materia; el otro abierto, ascendiendo hacia el cielo por unas escaleras que, cual la escala de Jacob, conducen hacia una luz que se abre a la infinitud. La estrella de David representa, desde hace tres mil años por lo menos, el espíritu del hombre debatiéndose entre los límites de lo contingente y sus aspiraciones de trascendencia. Y eso también es Jerusalén: las dos ciudades, la terrena y la celeste conviviendo en cada uno de nosotros.


Pero no es sólo Margarita Morselli. La lista de los pintores que componen esta muestra, que se puede contemplar en el Mariscal López Shopping, está compuesta por otros veintinueve pintores y escultores, si bien no todas las obras han llegado al Paraguay. Faltan algunos, como Venancio Shinki, del Perú, un limpio pintor de origen nisei, con mucho oficio y un manejo del espacio siempre ajustado y preciso. Otros son Hugo Palazzi, de Bolivia; Gaspar Galaz Capechiacci y Francisco de la Puente, de Chile; Andrea Juan, de Argentina; Rodolfo Molina, de El Salvador; los españoles Albert Estrada y Rafael González Zapatero; el recientemente fallecido Roberto Matta Paragó, de Brasil; Carlos Garay y Luis Hernán Padilla, de Honduras; Mónica Goldemberg y Ángel López, de Miami; el ya mencionado Venancio Shinki, de Perú; Manuel Cargaleiro, de Portugal; los dominicanos Nelson Ceballos y Nidia Serra; Sheila E. Lichacz, de Panamá; Juan René Jèróme, de Haití, Elmer Rojas, de Guatemala; Edgar Bravo Bárcena y Liliana Vergara Zambrano, de Colombia; Guillermo Porras y Edgar Zúñiga Jiménez, de Costa Rica; Juan Cal-derón y Felipe Castañeda, de México; Clever Lara, de Uruguay; Gladys Yunes, de Venezuela; Alejandro Arostegui, de Nicaragua, y Gil-berto Almeida Egas, de Ecuador.


Todos ellos han tratado -y cada uno lo ha logrado a su manera- de plasmar en el lienzo, en la escultura o en la instalación el espíritu de una ciudad sagrada y eterna, evocando sus símbolos, sus atmósferas y su sentido de trascendencia. La exposición de sus obras tiene ese mérito: haber traído hasta las orillas del Paraguay las emociones sentidas por estos artistas al enfrentar el misterio de la vida y del mundo (el misterio, al fin, del que da cuenta el arte) en uno de los centros espirituales más importantes del planeta.



FUENTE (ENLACE INTERNO)



"ARS LONGA"

de Vicky Torres

Editorial Arandurã

Asunción-Paraguay 2004

(429 páginas)



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