SERIE "ARANDUKA” (LIBRO)
Colectiva de Daniel Mallorquín, Osvaldo Salerno y Emmanuel Fretes Roy.
Galería Fábrica.
Técnica: Libros reales forrados en piel de animal y humo.
Obras DANIEL MALLORQUÍN
Asunción, 2009
FABRICA GALERÍA DE ARTE
Sargento Martínez 271 entre Telmo Aquino y Abente Haedo.
Tel: (595 21) 604 7821/ (595 21) 607 354,
Cel: (0981) 969 373.
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ARANDUKÁ
Esta muestra se denomina Aranduká, término que significa "libro" en el guaraní actual y que puede ser rastreado en sus sentidos a partir de su compleja y sugerente etimología. En una primera instancia, aranduká se refiere al procedimiento de hacer a uno sabio, de acercar la sabiduría a alguien (arandú: sabio, uká, promover en un tercero una acción hacia algo) . Pero el propio término arandú (sabiduría, sabio) deriva posiblemente de ára hendú, percibir o sentir el tiempo.
¿Qué otra cosa hace el arte al fin y al cabo que intentar olisquear las señales de su propio tiempo para buscar en ellas cifras o rastros que siempre llegan demasiado tarde o por demás temprano? Es decir, llegan a destiempo: para anunciar el acontecimiento o intentar certificar lo acontecido.
El libro significa un intento de detener el tiempo, inscribir su duración y sus verdades a través de signos pacientes y, en gran parte, vanos. Reflexionar sobre el libro desde el arte, supone una doble torsión sobre el tiempo. Heidegger, que aceptaría con gusto la frase "sentir el tiempo" como una definición posible del término "arte", encuentra que éste marca siempre un anacronismo: un desencuentro con el tiempo que trata de ser asido o busca ser discutido. O inscripto.
Cada artista intenta reescribir las señales de su tiempo, plantear el libro, desde lugares y a través de medios propios. Daniel Mallorquín (Asunción,1984) trabaja cueros quemados, marcados a fuego, para inscribir la verdad imposible de Ykua Bolaños; Emmanuel Fretes Roy (Asunción,1979) transcribe pictóricamente los signos gráficos con la minuciosidad obsesiva de una naturaleza muerta; Osvaldo Salerno (Asunción,1952) presenta libros reales, vaciados en su lugar de escritura, rellenos con objetos reales que fungen de imágenes o de letras en un imposible registro contable del tiempo. Cada uno de ellos percibe las cifras del tiempo como puede y, como puede, trata de inscribirlos y, en trance de hacerlo, pierde tiempo. (Lo recupera entrelíneas o al dorso de páginas que, a veces, faltan).
Ticio Escobar, diciembre, 2009.
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