Dos tentaciones contrapuestas acechan a quienes buscan las motivaciones de las letras convertidas en canciones. Una es creer que todas parten necesariamente de una situación vivida por los autores. Otra es el polo opuesto: que son solamente frutos de la fantasía de los que se dedican al oficio de escribir o componer melodías.
Ni una ni otra afirmación pueden ser tomadas como verdades absolutas. En general, las creaciones poéticas retratan una situación experimentada. La otra cara de la moneda presenta situaciones en las que el factor preponderante es la imaginación. Al unirse ciertas coordenadas vitales, emerge el fruto de lo que solo aletea en la mente de los poetas.
Existe, sin embargo, una tercera opción: las obras se basan en hechos verdaderos que se mezclan o entrecruzan con lo imaginativo.
La polca -canción LA CALANDRIA - que es su verdadero nombre, según aclara el letrista- es uno de esos casos en los que el azar le dio al escritor un elemento que conectó con vivencias suyas del pasado.
"En 1971, en Encarnación, en el marco de un festival organizado por Autores Paraguayos Asociados (APA), formando parte del elenco artístico del Ministerio de Defensa Nacional, fuimos convocados a participar. Había también un concurso de canciones inéditas. Fue allí que se dio la ocasión para que tuviera alas La calandria", cuenta el poeta FEDERICO FARIÑA ROPÓN, oriundo del barrio Pinozá, de Asunción, donde nació el 19 de febrero de 1946.
"En un momento dado -sigue relatando- fuimos a mirar el majestuoso río Paraná. Contemplando el agua y las olas, escuchando en el entorno el canto de los pájaros de la ribera, fue que se me ocurrió la idea amatoria. Recordaba una historia mía en la que una amiga viajó a Buenos Aires y se cortó nuestro romance. La relacioné con el canto de la calandria que es triste y escribí inmediatamente".
No tuvo que dar muchas vueltas porque también formaba parte de la delegación el cantante y compositor ALBERTO GINÉS -nombre artístico de BASILIO ACOSTA CAJE, nacido en el poético barrio Loma Clavel, de Asunción, el 14 de junio de 1936- a quien entregó su inspiración para que lo musicalizara.
"En base a la letra, fui acomodando la melodía. Al terminar, participamos del concurso y ganamos el primer premio", rememora el tenor que, de adolescente jugaba fútbol en la cuarta especial del club Cerro Porteño.
"CACHITO BÁEZ era un jugador cuyo padre tenía un restaurante en Rodríguez de Francia y Perú. Me invitó a cantar allí. Un día fui a participar en un certamen organizado por Radio Guaraní. Al bajar del escenario, me abordó CHIQUITO LEGUIZAMÓN -cuyo nombre ya no recuerdo- y me contrató como cantante de la orquesta que estaba formando con BONIFACIO ROMÁN y otros. Fue así como comencé. Por supuesto que, enseguida, me dejé de la pelota", rememora el que estudió canto con EMILIO BOBADILLA CÁCERES, NADINE TUMANOFF, CÉSAR DE BRIX y SOFÍA MENDOZA.
Durante muchos años, Alberto solo cantaba sin acompañarse personalmente con la guitarra. "Eso cambió cuando canté con CECILIO MARÍN formando el DÚO MARÍN-GINÉS en el conjunto PANAMBI RORY de BERNARDO ÁVALOS. Éste un día me dijo que para rasguear la guitarra debía meter mi mano en una olla de aceite hirviendo y que, al sacarla, con toda seguridad, iba a aprender cómo se rasguea. Por supuesto que después me dediqué a aprender lo que me faltaba", acota.
Ginés vivió algunos años en Nueva York. Había viajado en un barco paraguayo y se quedó cinco años en la capital del mundo. "Anduve tres años indocumentado; volví al Paraguay y, ya con mis papeles, retorné y me quedé dos años más", precisa.
Volviendo a LA CALANDRIA recuerda que el mismo la grabó en un disco donde se la identifica solo como CALANDRIA.
Hoy el maestro ALBERTO GINÉS -quien hace una de las más conmovedoras versiones de CERRO CORÁ— vive en el barrio San Vicente, de la capital. Su trabajo diario es transmitir -en las clases de canto, vocalización y guitarra- cuanto aprendió a lo largo de su carrera.