LA HISTORIA COMO MOTIVADORA

Por SERGIO CÁCERES MERCADO

sergio209@lycos.com

Si uno no está motivado para planificar o realizar una actividad es muy difícil que la misma se concrete. En este sentido, se puede creer que el ministro de Cultura, Fernando Griffith, tiene buenas intenciones cuando sigue realizando sus charlas motivacionales a lo largo del país. Ahora bien, si es cierto que utiliza recursos de la Secretaría a su cargo para seguir con estas charlas, que son de su proyecto muy personal, eso sería una acusación muy grave. Y acá ni la buena fe lo puede salvar.

Pero una vez más debo indicar dos cosas sobre la forma de motivar de nuestro ministro. Primero, motivar a alguien sobre presupuestos falsos a la larga puede ser contraproducente, pues el motivado puede, eventualmente, darse cuenta de que se le estuvo mintiendo. Quizá sea una técnica sicológica que funcione en algunos ámbitos, pero cuando el insumo para motivar es la Historia lo que se logra no es muy bueno cuando se le miente sobre sus orígenes y su identidad. Ejemplos sobre la tergiversación del pasado de un pueblo para lograr que se motive hay varios, y ninguno de tales proyectos acabó bien.

Segundo, no se le hace ningún favor a la ciencia de la historia si una autoridad de tan alto rango no la toma en serio. Muchos de los datos que maneja para sus charlas motivacionales son como mínimo totalmente discutibles, otros incluso ridículos. Ya mucho daño se nos hizo instrumentalizando nuestra historia, y que ahora venga nada menos que el ministro a seguir haciendo lo mismo, en pleno siglo XXI, es un despropósito. Eran otros tiempos cuando Juan E. O'Leary, Natalicio González y otros epígonos del romanticismo y nacionalismo histórico escribían sus libros. Pero hoy, cuando tan avanzada está la disciplina histórica, no se puede seguir con esto, y menos desde la Secretaría Nacional de Cultura.

Quizá el ministro, como viene del campo de la bioquímica, crea que la historiografía como disciplina científica es un corpus de datos blandos, manipulables, no como los que se manejan de las ciencias duras. Metodológica y epistemológicamente la ciencia histórica no procede del mismo modo, pero de ninguna manera esto significa que uno pueda inventar los datos antojadizamente. A lo largo de los siglos XIX y XX la ciencia histórica ha asentado un procedimiento riguroso con el cual se puede demarcar lo científico de lo ideológico, el discurso serio de la charlatanería, el dato asentado en fuentes de la propaganda. Esperemos que al menos de esto se entere Griffith, y mientras se dedique a aclarar los otros puntos oscuros de su administración.

Fuente: ULTIMA HORA (Online)

Sección OPINIÓN

Domingo, 18 de Febrero de 2018 - 01:00

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