... PERO LO AMO
Cuento de MARIA GUITALY ARIAS DE MOLINA
"Vivir de tus incendios,
luchar por tus batallas,
dejar por los caminos
rumor de tus sandalias.
Espada de dos filos es,
Señor, tu palabra"
(Himno de la Liturgia de las horas)
La noche no es indiferente a mi dolor.
Las estrellas se cuentan mi tristeza. Ha muerto el alma de mi alma. ¡Que callen esos hombres!
Ya no puedo pedir más, no, a este mundo que no entiende, si le hablara de mi amor por él seré lapidada por los justos... ni siquiera por él querría morir.
Y tener que caminar con el dolor de no poder encontrarlo como antes, en el campo, calentándonos con el sol sin que nube alguna interfiera entre nosotros. Me veía como a una virgen, me acariciaba como a una niña, era tan diferente.
Aún creo estar viéndolo, ahí, rodeado por esos hombres que lo seguían.
Aquella noche gasté todo mi dinero por un instante, por un perfume, por estar junto a él. Comencé a acariciarlo, mis lágrimas mojaron sus pies, mis cabellos los secaron y al sentir el calor de su cuerpo, de sus manos, conocí el amor.
Desde ese día lo seguí, pero me dolía tener que estar cerca esperando siempre alguna palabra, alguna reacción; desfallecía yo en la espera, porque todo se habría tornado en angustia si hubiese dicho su boca la sola palabra que yo esperaba.
La fogata de aquella última noche irradiaba imágenes que me hablaban, querían seducirme y vi su rostro ensangrentado, sus brazos extendidos.
Por encima de él se formaban sombras de grandes monstruos que vigilaban, monstruos con cabezas de hombres que al escuchar una voz, caían entre convulsiones, vomitaban muerte y lanzaban sobre mi cabeza las copas en las que bebían su sangre. De pronto todo se esfumó, al desaparecer, ascendía de la tierra un ser transparente; a medida que se elevaba crecía transformándose en un blanco esplendoroso. Mientras que desde el abismo surgían trozos de carne con forma humana, extendían sus muñones hacia arriba tratando de alcanzarlo.
La fogata se ha extinguido. Ya no había luz en el campo, sólo había hierbas quemadas.
- ¡Lo han matado! No encuentro su cuerpo. Amaneció, volví la vista, no pude distinguir al dueño de la sombra que me seguía. La luz del sol penetraba en mis ojos como agujas... no, no podía distinguir a esa sombra que se multiplicaba; estaban cada vez más cerca.
El sol era rojo, muy caliente, mi piel sangraba, en vano quise cubrir mis heridas. Traté de escapar pero el suelo estaba cubierto con huesos secos que me cortaron los pies y al caer, las manos. La piel se me despegaba del cuerpo lentamente, en silencio.
El olor a muerte me sofocaba
y el aire estaba cargado de ojos que me acusaban... ¿Sabrán lo que siento? Ni siquiera por él querría morir... pero lo amo.
La arena ardía,
mi vientre sangraba y miles de trozos de marfil se hallaban incrustados en él.
Mi cabeza tenía una corona de piedras
y mis manos solitarias sujetaban fuertemente pedazos de mi cerebro.
Vi a alguien,
pregunté quién era.
Sólo dijo mi nombre, era él, mi amado.
Traté de tocarlo. Todo era confuso,
tenía nauseas,
tenía frío, me resistí.
Una luz me envolvió...
y caminamos por el campo, solo los dos.
Sin que nube alguna interfiera entre nosotros.
Guitaly Arias de Molina.
Fuente:
CUENTOS DE MAYO Y ABRIL
TALLER CUENTO BREVE
Dirección:
HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
© EDITORIAL DON BOSCO
Tirada: 750 ejemplares
IMPRENTA SALESIANA.
Asunción, Paraguay
1992 (152 páginas)
Enlace recomendado:
(Espacio del Taller Cuento Breve,
donde encontrará mayores datos
del taller y otras publicaciones en la
GALERÍA DE LETRAS del