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ERIC COURTHÈS
  UNA TRILOGÍA PARAGUAYA TRAS OTRA - Ensayo de ERIC COURTHÈS


UNA TRILOGÍA PARAGUAYA TRAS OTRA - Ensayo de ERIC COURTHÈS

UNA TRILOGÍA PARAGUAYA TRAS OTRA

ERIC COURTHÈS

 

♦ La compleja gestación de El fiscal


♦ ¿Qué es El fiscal ?


♦ El fiscal ausente


♦ Una trilogía paraguaya tras otra

 

 

 

 

LA COMPLEJA GESTACIÓN DE “EL FISCAL”

Lo que llama la atención de antemano en la composición de la Trilogía paraguaya, es que distan casi veinte años entre Yo el Supremo y El fiscal; por supuesto casi coincide este periodo con su estadía como profesor en la Universidad de Toulouse, en la que Roa se dedicó a su rol de pedagogo y publicó un montón de artículos y ensayos, como cientista social (1), y también reelaboró ficciones anteriores, como Lucha hasta el alba en el 79 y sobre todo Hijo de hombre en el 82.

Sin embargo, ello no significa primero que no pensaba ya en terminar su trilogía paraguaya. En efecto sabido es que empezó la tercera obra en el 82, como lo reza la Nota de Toulouse en Hijo de hombre, y tampoco conviene afirmar que no escribió ficciones, en realidad, bien se sabe que la primera versión supuestamente  (2) quemada de El fiscal, conoció varios estratos anteriores, hipotextos de otro Fiscal que versaban sobre la Guerra Grande.

De hecho, empezó Roa, “tras haber escrito Yo el Supremo, una exhaustiva recogida de información y de materiales (3)”sobre la Guerra Grande, a raíz de la cualpublicó en el 75 y en el 76, tres relatos cortos, de una página cada uno, sobre el final de ésta, en el Suplemento dominical de ABC Color, titulados Cerro Corá 1870 I, II, III. El motivo central era el holocausto del pueblo paraguayo provocado por la insensatez de Solano López, visto desde la perspectiva de un reportero (4), el militar paraguayo Silvestre Carmona, acusado de traicionar a López.

Luego, en el 84, publicó en una suntuosa edición en Milán (5), con reproducciones preciosas del pintor argentino Cándido López, una ampliación de estos tres relatos, titulada El sonámbulo (6), una novela corta de unas 45 páginas, y por fin, en el 87, en la revista bonaerense Crisis, publicó ya como capítulos de El fiscal, dos relatos cortos, de diez páginas en total, inspirados en la misma época y con la misma perspectiva, titulados El palacio blanco y El ojo de la luna. Aquella “joya desconocida”, según José Vicente Peiró Barco (7), tenía mucho que ver con Yo el Supremo, presencia de un compilador, letra al margen del Fiscal que refuta lo que dice Carmona, “presupuesto de reinvención de la historia” (8). Es más, sus múltiples variantes son una perfecta muestra de la poética de las variaciones, y por último, constituyen los esbozos de la versión ausente sobre la Guerra Grande de El fiscal (9).

Pero no termina ahí la espectacular hipertextualidad de la tercera obra de la Trilogía paraguaya, en efecto no hablamos aún de la versión quemada, “acto de fe de un escritor no profesional”, —cuyo eco textual encontramos en El fiscal actual, en la quema de la tesis de Leda Kautner— (10). Dado que a raíz de ese acto muy controvertido en su época, nadie detiene este hipotexto último, procuré recolectar impresiones de lectura de amigos de Roa, por eso lo entrevisté a Víctor Jacinto Flecha (11), en julio del 2005. En una parte de la entrevista dice:

El fiscaltiene su origen en un descubrimiento de un archivo, en la Biblioteca del Vaticano, de una deposición del padre Fidel Maíz. Fue un sacerdote católico paraguayo, que en el peor momento de la guerra, le cupo ser Fiscal de Sangre, entonces esta dualidad de Padre y Fiscal de Sangre, […] que tuvo muchos conflictos con la Iglesia. El Gobierno Paraguayo, en la década […] 1878-1880, le pagó un pasaje a Roma para ir a pedir a arreglar su situación, en Roma. Y entonces allí él hace una deposición escrita pública, una confesión de todo lo que pasó, y un análisis de la cosa… Eso es lo que recuperó, un antropólogo muy conocido, que también es jesuita, el Padre Bartomeú Meliá,… que era un amigo nuestro, […] y fue Bartomeú quien le pasó las fotocopias de esa declaración a Augusto […], realmente después iba a ser la primera novela que él escribiera después de Yo el Supremo (12).

 

Bartomeu Meliá me confirmó por mail que le había transmitido aquel informe vaticano del Paí Maíz a Augusto, por desgracia no conserva ninguna copia y no puede dar tampoco con el microfilm, lo único que queda de aquella transmisión entre los dos amigos es un artículo de Melia, sobre el fusilamiento del obispo Palacios, en que intervino Maíz como Fiscal, “El fusilamiento del obispo Palacios. Documentos Vaticanos”, Estudios Paraguayos, XI, 1:25-50, de 1983.

 


¿QUÉ ES “EL FISCAL”?

No obstante los numerosos hipotextos que acabamos de encontrar, ninguno alcanza para abarcar toda la obra actual, si bien el Paí Maíz habita la mente del autor cuando la primera versión, —y desde hacía mucho tenía planeado escribir sobre él—(13), en la versión que conocemos es mero personaje secundario, que sólo aparece en las cincuenta páginas  del “intermezzo” de Sir Richard Francis Burton, sobre la Guerra Grande.

En cuanto a Carmona apenas es registrado como ya lo dijimos, los hipotextos afloran sólo en tres ocasiones, en el libreto de cine que hubiera tenido que escribir Félix Moral sobre la Guerra Grande, al final de la primera parte, en la metadiégesis del incansable viajero inglés, al final de la segunda, y por fin, a las indirectas, en la evocación de los cuadros del supuesto Cándido López paraguayo, por el Ministro de Cultura de Stroessner, hacia el final del libro.

Como bien lo dice José Vicente Peiró Barco, “EnEl fiscal esta guerra aparece como elemento funcional de introspección histórica dentro del relato”, o sea que el hipotexto se vuelve hipertexto, pero dista mucho de ser el motivo central de  la obra, o sea que los diversos hipotextos ya vistos no fueron sino pretextos.

En suma, todas las señales de que la tercera obra de la trilogía iba a versar sobre la Guerra Grande resultaron ser señuelos. La temática de la tortura (14) tampoco aparece ¿Qué es entonces El fiscal?

Primero, conviene no descartar la lectura autobiográfica, en ello queda clarísimo el epígrafe: “A Morena Tarsis, tú me animaste a reescribir esta historia, la viviste tú misma y eres escrita por ella” (15) , luego es evidente que lo que domina en esta obra, —aparte de otras lecturas posibles y de que Félix Moral parece calco del Roa real, catedrático en Toulouse—, son los vibrantes diálogos  entre Félix y Jimena en Nevers (16), al pie de la ventana del poniente, en que cobran ambos personajes toda la esencia de la realidad, de la compleja y conflictiva vida en pareja:
 

¿Es eso, dijo, lo que llamas justicia justa? ¿Quién puede aplicarla? Si el Tiranosaurio cayera prisionero en este mismo instante por un golpe militar o por un levantamiento popular, ¿quién podría juzgarlo? ¿Una justicia absolutista? ¿La misma que practica el Poder absoluto como un privilegio exclusivo y providencial? ¿Un fiscal omnisciente?¡Vamos, Félix! No sueñes con esa “justicia justa”. Ella no existe sino como un sueño que se ha cobrado en la realidad innumerables víctimas (17).

 

¿Pues El fiscal vendría a ser una novela de amor, —o más bien sobre el Amor—, y sobre la vida en pareja? ¿Un caso único en toda la obra roabastiana, si se exceptúa Madama Sui? Sin embargo, por pudor será (18), niega el propio autor su carácter autobiográfico, pero sí confiesa que bien podría ser una carta de amor (19), e incluso una carta póstuma, la de un narrador moribundo que se recupera de una trombosis en casa de la destinataria, “No son un diario íntimo ni la exaltada crónica de una resurrección. Menos aún, ese género espurio de una autobiografía” (20),sino las confidencias del narrador en “ una ininterrumpida carta “póstuma” a una sola destinataria: Jimena.”, pues algo ya muy alejado del proyecto inicial de “trilogía sobre el monoteísmo del poder” (21). De ahí expresiones como “papeles póstumos “, o “carta póstuma a una sola destinataria: Jimena (22), para definir esta obra, por tanto es muy de extrañar que este nivel de lectura sea descartado por la crítica. De ahí también que Félix Moral se dirija de nuevo a ella después del largo intermezzo sobre la Guerra Grande de Burton: “Perdóname Morena el socrático interludio sarmientino y este último, extenso intermezzo bélico de Sr Richard Francis Burton”.

El personaje dominante de esta novela no es Félix sino Jimena, la carta que le redacta termina siendo un ajuste de cuentas, un último balance de su conflictiva vida conyugal, —con el debido respeto a su pareja—, una sublimación mediante la escritura de una muerte no clínica sino de la muerte del amor en él, o por lo menos de la ilusión de amor… (23) Así y todo, conocida es la indecidibilidad générica de la obra de Roa, y El Fiscal  termina siendo una obra tan híbrida, como las otras dos de la trilogía, de ahí la gran variedad de sus lecturas posibles…

Ahora bien, a raíz de la larga diatriba de Jimena en contra de “la justicia justa”, o sea de la auto-justicia, convendría preguntarse ahora quién es El Fiscal…



EL FISCAL AUSENTE

Como ya lo anticipamos, en la primera versión, o sea Cerro Corá y sus variaciones, el Fiscal sólo aparecía en la letra al margen, refutando los escritos de Silvestre Carmona, y también como destinatario del libelo del Coronel, refutando la historia oficial sobre Solano López (24). Luego en la versión quemada, ya va cobrando vida como personaje de ficción, es el mismo Fiscal a quien todos estaban esperando, el Paí Maíz, endulzando su propia sentencia al obispo Palacios, y fusionando con su víctima, preciosa variante ya lograda, como parte de novela, que tanta mella hizo en el lector Víctor Jacinto Flecha…

Por último, en la versión que conocemos, los ex fiscales aún están, pero en segundo o tercer plano, pues “El Fiscal omnisciente” al cual alude Jimena, es la proyección del mismo narrador, de Félix Moral. En su fracaso de asesinar al Tirano, se lee su impotencia frente a la “imposibilidad de juzgar”, columna vertebral y moral de la obra…

En suma, en lo anterior al texto que conocemos, hay fiscales ausentes, primero un destinatario y una letra al margen, y luego el Paí Maíz, que al cobrar existencia, se esfuman en el olvido en el primer caso, o terminan en “cenizas calientes” en el segundo. Y cuando al cabo de veinte años de espera el libro titulado El fiscal, sale a luz, resulta muy difícil volver a encontrar a estos Fiscales, y El fiscal de verdad resulta ser una potencialidad asesina del personaje-narrador, que se autodestruye en su vano afán de “justicia justa” (25)…

¿Pues existe el Fiscal como personaje de ficción? No puede existir porque su causa, a pesar de ser justa, usa los mismos medios violentos que los del Tiranosaurio; sí existe Félix Moral, hasta que decida asistir a este congreso y asesinar al tirano, y se diluya en sus propias contradicciones…

El título resulta ser por tanto de lo más enigmático, alude a hipotextos casi olvidados y a una instancia que no es la misma que en las primeras versiones, que va cambiando con el tiempo, y  va metamorfoseándose en función de los cambios políticos. El Fiscal viene a ser pues una noción polimorfa, inasible y huidiza, que dice la definitiva imposibilidad de usar la misma justicia sucia que la de los torturadores…

De ahí la presencia fantasmal de todos los Fiscales de la obra, como guiñada del autor, a quienes Roa convoca en los tribunales de sangre de la Guerra Grande, —mediante el hipotexto pictural de Centurión, el fiscal-pintor paraguayo, doble de Cándido López—, pues el Fiscal es único y múltiple a la vez como la obra de Roa, pero no deja de ser simple comparsa en El fiscal que conocemos:
 

Algunos registran (los cuadros) escenas del suplicio en el “cepo paraguaya”, uno de los más terribles de la Guerra Grande. En ellas aparecen el P. Fidel Maíz y los demás fiscales de guerra Centurión, Aveiro, Resquín, Goiburú, Carmona ordenando y presenciando los suplicios; El fiscal Juan Crisóstomo Centurión, (el doble del pintor Cándido López), que había estudiado en las academias de Londres, era novelista y pintor (26).

 


Al fin y a la postre, El Fiscal in ausentia, libros o personajes, único y múltiple,  dice lo inútil de la omnisciencia, sea la del que juzga o  del que mandonea a un país, todas sus fuerzas se aniquilan en la omnipotencia de la ficción, igual le pasa a quien no se fija en las advertencias racionales y proféticas de su esposa, las últimas páginas se lo tragan...



UNA TRILOGÍA PARAGUAYA TRAS OTRA

A la luz de lo ya expuesto, conviene percatarse de que si a una trilogía paraguaya sobre el poder le faltan elementos, si tras la tercera obra se parapetan otras, es que también la idea de trilogía es un concepto movedizo para Roa.

Es más, mencionó en dos ocasiones dos trilogías distintas, en 1982, le afirmó a José Fernández Aguadé (27), que la trilogía incluía Yo el Supremo, Contravida y El fiscal. Sin embargo, con motivo de una nueva edición francesa de Hijo de hombre, unos meses más tarde, excluyó Contravida, e integró la nueva versión de Hijo de hombre. En esta ya famosa Nota de Toulouse, declaraba que “Con esta novela se iniciaba una trilogía narrativa inspirada en la vida y en la historia paraguaya”, en la cual el aspecto retrospectivo de Contravida de hecho no correspondía, y por lo contrario, el núcleo temático de la Guerra del Chaco, ensanchado en el capítulo IX de Hijo de hombre, pegaba perfecto (28).

En la entrevista ya mencionada dijo que “Yo el Supremo sería una novela sobre la reflexión de la imposibilidad del poder absoluto, El fiscal sobre la imposibilidad de juzgar al prójimo y sus acciones,” y en  nuestra opinión, Hijo de hombre vendría a resaltar, al contrario, la posibilidadde expiar la traición mediante la escritura, y de trascender sus límites para el Hombre, para terminar con su explotación o alienación: “Lo que no puede hacer el hombre, nadie más puede hacerlo…” (29), pues ya cuestiona esta primera obra, la unidad y coherencia misma de la trilogía…

Con todo, no le falta coherencia a la trilogía puesto que “narra (30)” sucesivamente en sus tres etapas tres momentos críticos de la historia paraguaya, la Guerra del Chaco, el imperio desmedido del Doctor Francia y por fin, de modo parcial, la dictadura de Stroessner. Además, como lo apunta con acierto José Vicente Peiró, en El fiscal “nuestro autor ha consumado su “trilogía paraguaya”, ensanchando el campo temático desde la particular visión del hombre de su país en Hijo de hombre, hasta el examen del hombre actual universal en El Fiscal, quedando Yo el Supremo como punto intermedio de conexión entre ambas, porque ya abunda en generalizaciones sobre el ser humano”.

Lo cierto es que el hombre,  y su imagen, está en el centro de su proceso de creación, dentro o fuera de la trilogía; así y todo, nos llaman la atención dos cositas, primero que Yo el Supremo, por su polifonía narrativa y la fijeza de los  distintos discursos, no puede pegar dentro de ninguna serie, siendo una excepción, por otra parte, como ya lo anticipamos, El Fiscal, por corresponder con diversas obras y personajes, por ser una obra polimorfa y decir un concepto huidizo, y sobre todo porque cabe en esta obra una innegable dimensión autobiográfica, —incluso si la niega a medias el autor—, no pega con las otras dos piezas de la serie…

En cambio, las primeras versiones de El Fiscal, con reporteros traidores y ambiguos en el centro de la narración, como Carmona y sobre todo el Paí Maíz, encajaban a la perfección con las voces duales de Miguel Vera y del Supremo. La trilogía que se parapeta tras la que conocemos habría dicho de modo definitivo la ausencia del autor y del hombre que lo representa, habría rematado la imagen de un autor escrito por sus voces narrativas, por narradores-escribientes que median entre el lector y el libro, con su propio libro, de modo endotextual, poniendo en escena de manera abismal la escritura…

Al fin y a la postre, otro aspecto nos revela la Trilogía ausente de Roa,  su obra entera dice una extraña Poética de la Ausencia: texto oral indígena subyacente, diversos textos ausentes, auctoriales o alógrafos,  personajes y libros ausentes, es de recordar por ejemplo el inasible Un país detrás de la lluvia, y sobre todo un Autor ausente, un Fénix cuyas cenizas aún calientes no dejan de dar nuevos rescoldos y materia para discutir entre tertulianos roamaniáticos, encandilados por su Escritura de la Ausencia tan presente entre nosotros…

 

 



NOTAS


(1). Roa también sobresalió en el ámbito de la antropología, su ensayo del 78, Las culturas condenadas es una buena muestra de ello, y no es el único caso.

(2). Tal como lo reza el prefacio, por la caída de Stroessner, en el 89: “La novela quedó fuera de lugar y tuvo que ser destruida…..Esas cenizas resultaron fértiles. En cuatro meses, de abril a junio, una versión totalmente diferente surgió de esos cambios. Era el acto de fe de un escritor no profesional en la utopía de la escritura novelesca”. Ahora bien, muchos pensamos que don Augusto primero dio a leer a amigos, como solía hacerlo, su primera versión, y luego que no la destruyó en seguida, sino que le sirvió de despensa para armar la segunda, de ahí la rapidez, —excepcional respecto de sus habituales ritmos de creación—, de redacción de la versión que conocemos… Pasó lo mismo con Contravida, que empezó en el 66 y que abandonó al cabo de un año y medio, para dedicarse a Yo el Supremo, variando el enfoque del “yo” al “yo/él”. Véase al respecto el testimonio de Amelia Nassi Hannois, en Contravida, novela inédita, Asunción, Acción, n° 258, octubre de 2005, p. 10.

(3). Véase la excelente tesina de Doctorado de J. V. Peiró, Análisis de ‘El fiscal’ de Augusto Roa Bastos, Madrid, UNED, 24 de abril de 1995, quién me obligó enviándome gran parte de mis fuentes sobre los hipotextos de El fiscal, que hasta hoy han sido más bien ignorados por la crítica…

(4). El recurso endotextual a un reportero es algo muy común en la obra de Roa, piénsense por ejemplo en Macario en Hijo de hombre, o a Ezequiel Gaspar en El fiscal. Aparece el coronel-fiscal pero como personaje secundario en El fiscal que conocemos, “Poco después el coronelSilvestre Carmona, ayudante de campo del mariscal, ex fiscal de sangre, engrosó la larga fila de desertores….”, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1993, p. 324 (véase uno de mis últimos trabajos, “El endotexto roabastiano”, Asunción, Palabras, n° 1, en el cual defino así este concepto, “el endotexto es un texto que se mira y se genera a sí mismo”).

(5). “El Sonámbulo”. En Cándido López (Imágenes de la Guerra del Paraguay), Colección La imagen del hombre,Milán, Franco María Ricci edit., 1984. En la versión actual, el hipotexto es aprovechado durante la digresión sobre las pinturas del doble paraguayo de López, por el Ministro de Cultura de Stroessner, El fiscal, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1993,p. 366, “Lleva [la edición] el nombre del pintor argentino como título y pertenece a una colección producida bajo el signo genérico de “La imagen del hombre”. El libro, de un gran valor artístico y polémico, está prologado por un escritor compatriota nuestro”.

(6). El Sonámbulo es el pintor argentino Cándido López, cuyo eco encontramos en la versión de El fiscal que conocemos, desdoblado con el homónimo pintor paraguayo lisiado, “Acaso estos cuadros , según un enigma no aclarado aún, fueron la obra de otro pintor, un paraguayo llamado también Cándido López.”, op. cit., p. 322.

(7). “Una joya desconocida: El sonámbulo de Augusto Roa Bastos”, UNED, Madrid-Valencia, artículo sin publicar de 1995.

(8). Op.cit., p. 8.

(9). Véase su tesina de doctorado ya mencionada, en la p. 14: “es decir, que El Sonámbulo fuera un primer esbozo de una novela localizada en el marco de la Guerra grande; un germen de un proyecto que posteriormente se transformó en El fiscal”.

(10). Op.cit., p. 124.

(11). Gran amigo y lector avezado de Roa, amén de sociólogo reconocido, consulté con provecho por ejemplo, Historia de la transición. Pasado y futuro de la democracia en el Paraguay, Asunción, Ediciones Última Hora, 1994.

(12).Más adelante afirma que el Paí Maíz era el principal protagonista de esta versión y que versaba sobre la tortura, en una extraña fusión entre el Fiscal y su víctima, el obispo Palacios, que le pareció a él superior incluso a Yo el Supremo, en cuanto a dualidad y dialogismo. Asevera también que fueron publicados unos capítulos en ABC Color, entre el 86 y el 88, pero resulta imposible porque estaba clausurado el diario por Stroessner, por fin  dice que Roa entregó una versión a Amnistía Internacional, pero no hay allí archivos anteriores al 98.

(13). En Hijo de hombre, Madrid, Alfaguara, 1990, (1985), (1960), p. 252,en el diario íntimo de Miguel Vera, en Destinados, ya aparece aquella pulsión de narrar a ese personaje tan ambiguo, “Alguien debería escribir alguna vez la historia de la gente como Maíz.”, ya ronda en la mente de Miguel Vera aquel “anti-héroe por excelencia”, ibid., p. 246, al cual descubre entre los libros que le mandan desde Asunción, en las Memorias del Padre Fidel Maíz, otra vez lo endotextual preside la aparición de lo que viene a ser, más que el hipotexto de El fiscal, el libro ausente de Roa…

(14). Véase otra vez la tesina de José Vicente Peiró, op. cit., p. 16: “El mismo Roa añade en esta entrevista(“La eterna guerra al imposible”, entrevista de Bareiro Saguier, O. de León y F. Navarro, La Plata, Talita, n° 4, junio de 1983, p. 138), que uno de los capítulos fuertes de El fiscal (esfumado) trata el tema del torturador y su víctima, tan corriente según él en nuestros días y tan antiguo a la vez, de las torturas infligidas a los prisioneros de las siniestras cámaras de tortura y muerte, y que hay una escena en los tribunales de sangre de Paso Pacú, en que Paí Maíz confiesa al obispo Palacios que va a ser fusilado y a quien el fiscal de López le conforta con estas reflexiones”.

(15). Morena Tarsis, alias Jimena, alias Iris Giménez, es escrita, como personaje de ficción, por esta carta, que Félix Moral le destina; es más habría impulsado el gesto crematorio, y por tanto la re-escritura,  viene a ser pues una instancia hipertextual que lo re-escribe a Roa… También se puede ver en ella a un doble femenino del narrador, con el cual echa ese terrible pulso, excusado es decir que sale ganando, dado que la excursión magnicida a Asunción termina fracasando por completo.

(16). Habida cuenta del amor como temática dominante en la obra, uno no puede sino pensar que la elección de esta ciudad, donde nunca vivió Roa, no es sino una clara alusión a Hiroshima mi amor…

(17). El fiscal, op. cit., p. 63, no opina otra cosa José Vicente Peiró, en su tesina,op. cit., pp. 230-232: “En suma la historia de amor entre Félix y Jimena es el verdadero núcleo narrativo de la novela sobre el que desembocan el resto de las tramas… podemos concluir que la dictadura y los motivos relacionados con ella quedan como trasfondo de la historia de amor que discurre en la novela. Desde esta perspectiva El Fiscal es fundamentalmente una historia de amor”.

(18). O porque en realidad, “no importa quien habla”, como lo sugiere el primer epígrafe, citando a Beckett…

(19). Otra vez lo endotextual preside en la creación roabastiana, la carta viene a ser el libro del libro que estamos leyendo, algo muy recurrente en la obra de Roa, basta con citar las Cartas desde los campos de batalla del Paraguay, de Burton, la Carta a la Doctora Monzón de Miguel Vera, y en la obra que nos interesa la carta De Jimena Tarsis a la madre de Félix Moral, los endotextos pueden revestir otros aspectos, los Apuntes del Dictador, Las Notas del Compilador, La Letra al margen, el Diario de a bordo de Miguel Vera en el Penal El Paraíso, no alcanza el tiempo para citar aquí todos los ejemplos…

(20). El fiscal, op. cit., p. 27.

(21). Ibid., prefacio, p. 9.

(22). Ibid., p. 27. Es de notar otra vez que las prosopopeyas son recurrentes en la obra de Roa, los Apuntes del dictador en Yo el Supremo, la Carta a la Doctora Monzón en Hijo de hombre, son los discursos de narradores acechados por la muerte.

(23). “Siento vivo en mí el amor de una mujer que murió amándome. Salvo Que vida y muerte sean una sola mentira”, El trueno entre las páginas, Asunción, Intercontinental Editora, 2002, p. 121.

(24). El fiscal ausente “antilopista” habría escrito “un voluminoso y furibundo libelo contra Solano López, titulado “Un tirano del Paraguay”. El escrito (de Carmona) constituye una refutación del libro del fiscal. Èste le acusó el reto. Se advierte que dedicó al manuscrito una sañuda atención las notas y comentarios de puño y letra dejados en los márgenes- la mayor parte de los cuales se reproducen aquí las refleja torvadamente”,cita sacada de Cerro Corá I, por José Vicente Peiró; véase su ya mencionada tesina, p. 69.

(25). Tampoco se puede descartar el hecho de que El Fiscal de Félix es Jimena, quien vaticina el desastre y se queda con la última palabra…

(26). Op. cit., pp. 364-365.

(27). “La escritura como proceso mítico”, entrevista con Augusto Roa Bastos (II), Sendero, Asunción, 30 de abril de 1982, p.8.

(28). Lo relevante dentro de nuestra perspectiva es que nunca menciona en esta entrevista y en la nota de Toulouse El fiscal que conocemos, puesto que aún no estaba publicado, pues la definición que da de la obra, centrada en la imposibilidad de juzgar, tiene que ver con la versión desconocida…

(29). En boca de Cristóbal Jara, en Misión, op. cit., p. 355.

(30). En Yo el Supremo, nada se narra…

 

 

Dirección electronica facilitada por el autor

Fuente digital:

http://www.mshs.univ-poitiers.fr/crla/contenidos/ESCRITURAL/ESCRITURAL3/ESCRITURAL_3_SITIO/PAGES/Courthes.html 

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1ª  edición SERVILIBRO. 1.000 ejemplares

Asunción, febrero 2009 (327 páginas)






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