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BEA BOSIO
  ABRAZO - Por BEA BOSIO - Domingo, 20 de Junio de 2021


ABRAZO - Por BEA BOSIO - Domingo, 20 de Junio de 2021

Imagen de Tapa:  FOTO: (ILUSTRACIÓN YUKI YSHIZUKA)



ABRAZO


Por BEA BOSIO


 beabosio@aol.com

Mil veces Luo había repetido la ima­gen en su memo­ria, como si aquel ejercicio pudiera darle alguna nueva pista reveladora: El día gélido de aquel enero en la estación de tren del pueblo. Los pies cansados luego de la noche de desvelo. El cuerpo de su pequeño niño arropado en sus brazos. (Fu, aquel tor­bellino de dos años que ilu­minaba al mundo, pero que entonces dormía porque aún era muy temprano).

Luo también tenía sueño. Ese día habían madru­gado mucho, y llegaron al andén adelantados. Enton­ces miró el reloj y calculó los 25 minutos que fal­taban para que llegara el vagón de su destino y deci­dió sentarse en un banco. ¿Cómo era el asiento en aquella estación en 1963? ¿Cómo era él a los 32 años? Había pasado tanto tiempo que a veces pare­cían siglos. Y otras apenas un rato. Recordaba si, a la gente frente suyo con el paso apurado, los rostros difusos, el trajín de un día agitado. A su hijo dormido en su pecho. Y a sí mismo cabeceando, con los párpa­dos pesados.

Y luego, de pronto sus ojos abiertos y el cuerpo extra­ñamente liviano. ¡Fu! ¿Dónde estaba su hijo? El respingo con el corazón disparado y aquel vacío en el pecho al ver que el niño se había esfumado.

¡¡Fu!!, sonó el aullido des­garrado de aquel padre que resonó en el recinto entero.

“Grité y corrí por todos los lugares de esa estación de tren. Lloré y seguí gritando la noche entera llamando su nombre”.

No había cámaras en aquel entonces ni testigos que pudieran decirle lo que había pasado. El niño no estaba por ningún lado y a Luo tuvieron que sacarlo de esa estación unos días más tarde, completamente desencajado. La Policía concluyó que fueron tra­ficantes de personas quie­nes robaron a su niño al ver que el padre se había dor­mido. Y con esa tragedia a cuestas, Luo regresó a su casa, cayendo en la triste estadística de esas histo­rias horribles que ocurren solo a los extraños.

Desde entonces lo buscó en todas las caras de todos los niños con los que se fue cruzando. En las calles. En los parques. De ida y vuelta al trabajo. Ahora tendría tres –pensaba–. Ahora cua­tro. Ahora 15. Hoy hubiera cumplido 18 años.

Mientras tanto, a muchos kilómetros de aquella pro­vincia de China, Fu crecía en un hogar adoptivo, sin saber nada de su pasado. Ni siquiera sospechaba que había sido adoptado. Lo supo accidentalmente a los 17 años cuando oyó a sus padres cuchicheando. Aquel descubrimiento lo conmocionó profunda­mente, pero no dijo nada, y sus padres adoptivos murieron sin saber que Fu conocía aquel secreto tan celosamente guardado.

Y el tiempo siguió pasando.

La madre biológica de Fu – del otro lado de la China– enfermó con los años y en el 2010 hizo un último pedido a su marido en el lecho de muerte: que nunca dejará de buscar a su hijo. Luo siguió yendo todos los años a la delegación poli­cial para relatar una y otra vez su caso, implorando ayuda, pero siempre obte­nía la misma respuesta: no había esperanzas de nin­gún hallazgo.

Hasta que en el 2017 –del otro lado de la China– el niño Fu que ya era un hom­bre, se volvió padre, y en ese abrazo a su hijo sin­tió por vez primera la pro­funda necesidad de bus­car su origen. Entonces se presentó a la Policía para contar a las autoridades de su sospecha de haber sido adoptado, pero al tener otro nombre y apellido – en medio de los 1,4 billones de habitantes de China– su caso era complicado. Por las dudas dejó su muestra de sangre, para ver si el ADN le hacía el milagro al santo, y volvieron a pasar los años.

Hasta que este enero, el Ministerio de Seguridad Pública implementó una operación bautizada “Reu­nión” cuyo objetivo es iden­tificar los casos de secues­tro y trafico de niños.

En la provincia donde vivía Luo, siempre les había lla­mado la atención a la Poli­cía el caso del anciano que hace más de 50 años venía a implorar ayuda para encontrar a su hijo, y deci­dieron ingresarlo en el ope­rativo por si acaso. Como su esposa ya había muerto hace años, utilizaron el ADN del anciano y de sus otros hijos. Pusieron las muestras en el sistema de búsqueda y unos momen­tos más tarde, la delega­ción entera sintió escalo­fríos cuando sonaron las alarmas anunciando que el misterio estaba acla­rado: El hijo de Luo toda­vía vivía del otro lado de la China y también lo estaba buscando.

Había valido la pena no haber desistido ni un solo día de ese amor inquebran­table. Porque finalmente, el 8 de junio –58 años más tarde de aquel fatídico enero– Luo Fengkun de 90 años, por fin pudo vol­ver a abrazar a su amado hijo Fu, de 60 años, con todo el amor que cabía en el mundo, en la misma ciudad donde se habían separado.


Fuente: www.lanacion.com.py

Domingo, 20 de Junio de 2021
















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