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STELLA MARIS COSCIA DE MARTINO
  EL MARINO (Cuento de STELLA MARIS COSCIA DE MARTINO)


EL MARINO (Cuento de STELLA MARIS COSCIA DE MARTINO)

EL MARINO

Cuento de STELLA MARIS COSCIA DE MARTINO


EL MARINO

Cuando Luisa lo conoció en la casa de una amiga, quedó impactada. Y la vez que la invitó a salir, fue también para él un amor a primera vista. La comenzó a cortejar.

El marino era extranjero y viajaba frecuentemente a su país de origen y a las lejanas tierras allende al mar a las que su barco llegaba. Siempre solícito llamaba a Luisa desde esos lugares o le escribía amorosas cartas, y cuando anclaba su barco, cada tres o cuatro meses, volvía a ella con hermosos y valiosos regalos. Ella soñaba con él todas las noches, lo esperaba ansiosa y rebozaba de felicidad cuando de nuevo lo tenía a su lado.

Luisa vivía en Asunción por entonces, con unos tíos, pues sus padres estaban radicados en el interior del país. Había llegado a la capital con la intención de estudiar e ingresar a la universidad. Así lo hizo y en la Facultad de Derecho cursaba el tercer año por la noche. Ocupaba sus mañanas y sus tardes en un empleo como secretaria privada del jefe, en una oficina del centro.

Al despertarse, bien temprano, ella solía acicalarse con esmero; calzaba trabajosamente sus jeans y remeras de strecht en su esbelto y bien formado cuerpo y llegaba a tiempo a su trabajo. A la tardecita, de allí iba a la facultad, a veces acompañada por el marino.

Luisa había vivido parte de su niñez con su abuela paterna, por entonces recogida también en la misma casa de sus tíos. Mimándola, ella consentía todos los gustos de la nieta.

Fue por esa época cuando ella conoció al marino y se entusiasmó. Este parecía desempeñar un cargo importante en el barco; tenía finos modales y parecía ser de un buen nivel económico, como siempre Luisa soñó. Así, poco tiempo después él le propuso matrimonio y comenzaron los preparativos.

Los padres de Luisa llegaron a Asunción para organizar el acontecimiento unos meses antes de la fecha marcada.

La fiesta del festejo se iba a realizar en la misma casa donde una vez le presentaron al que habría de ser su marido.

La torta de bodas la haría la madre de Luisa, y para la ceremonia religiosa se eligió la iglesia cercana a la misma casa.

Los novios, días antes de la boda, fueron agasajados con una cena en la casa de sus tíos, como despedida de solteros y con el fin de integrar al nuevo miembro a la familia. Fue ésta la ocasión cuando el novio correspondió luciendo sus excelentes dotes de anfitrión y sus exquisitos modales: se ofreció a servir a los comensales con lo que todos quedaron gratamente impresionados.

Y llegó el día de la boda. Se realizó como la habían planeado. Y con valiosos regalos de los invitados la fiesta fue una agradable y cordial ocasión en la que se encontró toda la parentela reunida.

Una vez que terminó todo, los novios pasaron esa noche de luna de miel en el barco. Comenzó así la vida de la pareja.

Luisa ya entonces había abandonado sus estudios y su empleo de la oficina. Disfrutaba de la vida de casada con paseos y cortas excursiones al interior del país. Vivieron un tiempo alojados en un hotel donde quedaban por las mañanas, y a la tarde invariablemente iban a visitar a la abuela a quien llenaban de atenciones.

Estaban tratando de organizar un negocio, decían, pero aún no contaban con el dinero para la inversión: éstas y otras cosas explicaban a la anciana que los miraba sin entender, porque para entonces, con sus achaques y su edad, no alcanzaba ya a comprender el sentido correcto de las palabras.

Insistieron por un tiempo, pero un día, cansados de sus desvaríos, y sin conseguir una sola moneda, decidieron recurrir a un tío de Luisa que era propietario de una gran tienda de tejidos en el interior del país. Desde entonces vivieron y trabajaron allí.

Luisa ya tenía dos hijos pequeños y se sentía segura y feliz, porque había arrancado a su marido la promesa de que nunca más volvería a su barco.

Así pasaron los años.

Una noche el marino paseaba por el puerto en los alrededores de la tienda, cuando saltó a una chata, y sin que nadie lo viera, se encontró remontando el río. Silenciosamente llegó a Asunción. Él, de nuevo en su barco, en su ambiente; tan pronto como pudo viajó y se internó en alta mar, y desde entonces nunca más se lo vió.

Luisa no se cansó de buscarlo; averiguó sin saber de él hasta que llegó al puerto de Asunción. Allí los marineros le dijeron:

"El que fué su marido, el marino aquel, era casado y cocinero del barco. Su esposa y sus hijos, ya adultos, preocupados por su larga ausencia temieron por su destino y se empeñaron en buscarlo. Tuvieron noticias de que se encontraba en el Paraguay. Él recibió el llamado y se dispuso a volver con su familia y a su barco".

Luisa desde entonces mira el río y a veces en las noches, sola en el puerto, recuerda al padre de sus niños que dormidos la esperan en la tienda.


Fuente:
TALLER CUENTO BREVE
Dirección:
HUGO RODRÍGUEZ-ALCALÁ
Edición al cuidado de
DIRMA PARDO DE CARUGATI
Imprenta ALMIRALL
Asunción - Paraguay
1999 (207 páginas)
 
 
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