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CLEMENTE MAC NASPY (+)
  LOS JESUÍTAS EN EL PARAGUAY - RECUERDOS DE LOS ÚLTIMOS 60 AÑOS (1927-1987) - Por CLEMENTE J. MC. NASPY – FERNANDO MARÍA MORENO


LOS JESUÍTAS EN EL PARAGUAY - RECUERDOS DE LOS ÚLTIMOS 60 AÑOS (1927-1987) - Por CLEMENTE J. MC. NASPY – FERNANDO MARÍA MORENO

LOS JESUÍTAS EN EL PARAGUAY

RECUERDOS DE LOS ÚLTIMOS 60 AÑOS (1927-1987)

CLEMENTE J. MC. NASPY – FERNANDO MARÍA MORENO

Publicado por: La Provincia de Jesús en el Paraguay

Asesoraron en tapa: Osvaldo Salerno y contratapa: José María Blanch, s.j.

Edición al cuidado de Demetrio Núñez

Imprenta Salesiana

Asunción – Paraguay

Julio de 1988. 42 páginas





PRESENTACIÓN

La Compañía de Jesús y el Paraguay han estado íntimamente asociados a lo largo de una historia de cuatro siglos. En efecto: el eco de las reducciones jesuíticas del Paraguay se ha escuchado en casi todos los rincones del mundo; en la época del anti-clericalismo, como un intento de dominación política y económica, y en época posterior, como experiencia pastoral digna de admiración.

El nombre de Roque González de Santacruz, el primer jesuíta criollo, martirizado en el Caaró, ha significado durante siglos el esfuerzo de inculturación de la joven orden religiosa en la “Provincia gigante de las Indias”. Hoy, al verle elevado solemnemente a los altares, cobra actualidad el testimonio de su vida entregada al servicio de la fe cristiana y como reclamo de justicia en favor de los más pobres y marginados de su tiempo.

Después de un largo período de ausencia forzosa, volvieron los jesuítas a nuestro país en 1927 y retomaron el hilo de la historia. Los jesuítas del Paraguay contemporáneo nos sentimos llamados no a repetir las hazañas del pasado, sino a discernir qué espera Dios de nosotros para colaborar con la Iglesia local en la construcción del “nuevo Paraguay”.

En 1988, recordamos dos fechas en nuestra vinculación con el Paraguay: 400 años de la primera venida y 60 de la segunda. No se trata de un recuerdo romántico de aquello que pasó “al principio de nuestra historia”, ni de un recuento triunfalista de lo que hemos hecho en este siglo XX. Queremos recordar nuestra historia contemporánea para aprender las lecciones que nos enseña esa historia. Y queremos hacerlo, ante todo, con gratitud y humildad, porque reconocemos que en este corto tiempo de 60 años y a pesar de nuestras falencias, “el Señor ha obrado maravillas". Pero queremos, sobre todo, compartir nuestras experiencias históricas con nuestros hermanos sacerdotes, religiosos y laicos; esta es la razón por la que hemos querido publicar estas páginas y ofrecerlas al gran público de nuestro país. Pensamos que aquellos a quienes se quiere se les hace partícipes de sus intimidades, y hay muchas personas a quienes queremos y a las que ofrecemos esta muestra de nuestras aventuras domésticas.

Es evidente que el librito que ponemos en sus manos no es una Historia en el sentido técnico de la palabra; pero pensamos que con este material algún historiador podría un día escribir tal vez la Historia de la Compañía de Jesús en el Paraguay contemporáneo. Les ofrecemos los recuerdos que varios jesuítas hemos creído dignos de conservarlos para que a nuestros sucesores no se les ocurra pensar que la historia comienza con ellos, y se lo ofrecemos a los no-jesuitas para que no crean tampoco que la historia se hace a base de “solicitadas" o de “radio so’ o".

El trabajo lo hemos hecho como a veces se hacen estas cosas en las familias: el P. McNaspy —a quien le encanta este tipo de trabajos— comenzó revisando papeles y pensando en voz alta; su producto lo leyó el P. Fernando M. Moreno, lo tradujo al español y le añadió el aporte de su memoria histórica; de ahí en más, fue recorriendo de mano en mano y sufrió una serie de añadiduras y correcciones. Aún así es posible que haya errores y omisiones notables. Muchas veces, las grandes obras son el fruto del trabajo silencioso y oculto de muchos humildes obreros. Este es el caso de tantos de nuestros compañeros jesuítas que no aparecen en este opúsculo. A todos los afectados les pido disculpas por adelantado; pero, si seguimos esperando más tiempo, tal vez aparecería para el primer centenario, y para entonces confío en que aparezca la verdadera Historia.

Hoy por hoy, la publicación de nuestras memorias nos compromete doblemente: con la Compañía de Jesús, que nos acogió para vivir intensamente el carisma ignaciano de “la mayor gloria de Dios”, y con el Paraguay a cuya evangelización hemos dedicado nuestras energías y las de nuestros compañeros que vivieron aquí en los últimos 60 años. Por esto, hemos querido recordar a nuestros difuntos en la última página del libro. Estamos seguros que lo que se entrega con amor es siempre fecundo.

Ramón Juste, sj.

Provincial de la Compañía

de Jesús en el Paraguay





I.       EL RETORNO (1927)


ANTECEDENTES

La Provincia Jesuítica del Paraguay, que ha celebrado su sexagésimo aniversario (1927-1987) y con algo más de cien miembros, goza de una historia de espiritual heroísmo con la que muy pocas provincias jesuíticas pueden rivalizar. ¿Qué provincia, por ejemplo, ha inspirado la famosa película, ganadora de un alto premio en el festival de Cannes y que ha recorrido en exhibiciones diarias las salas de cine del mundo entero? ¿Qué provincia, de una extensión comparable a la suya, puede ufanarse de contar con 425 libros o extensos artículos en la Bibliografía de la Compañía de Jesús de 1901 a 1980?

Quizás la clave que descifra esta paradoja está en el humilde hecho de que la película “La Misión”, como la mayoría de los libros y artículos mencionados, tratan de ese excepcional e interesantísimo capítulo de la Historia de la Iglesia conocido como “Las Reducciones del Paraguay”... un episodio que comienza en 1607, cuando la provincia del Paraguay fue fundada, y termina en 1768, expulsados y desterrados los jesuitas por el gobierno español. El rey Carlos III, como es bien sabido, no dio razón alguna de esta trágica decisión, sino que guardó las razones “en su real pecho”.

Entre 1768 y 1927 seguramente algunos jesuitas estuvieron de paso por el territorio de la que es hoy conocida como provincia del Paraguay, que actualmente coincide con los* límites de la nación paraguaya, aunque originalmente incluía Argentina, Chile, y parte del oriente de Bolivia y sur del Brasil. Las antiguas misiones jesuíticas (o “Reducciones”) permanecen vivas en la memoria, no sólo de historiadores, sino de los Guaraníes, cuyos antepasados fueron desposeídos de sus tierras al ser expulsados los jesuitas. El historiador inglés, no católico, R.B. Cunninghame Graham y otros historiadores independientes, que conocían bien el Paraguay en el siglo XIX, nos informan que los Guaraníes guardan viva la tradición de una excelente vida, una especie de utopía, durante la época jesuítica. Es más, se conservan cartas en los archivos españoles, escritas en guaraní por guaraníes, que contrastan la libertad que ellos gozaban con los jesuítas, en oposición a la lamentable condición en que vivían después, resultado de la expulsión de sus misioneros.

Hasta 1844, la llamada “Misión del Paraguay” tuvo que esperar para su restablecimiento, incluyendo Argentina, Uruguay y parte del Brasil y todo lo que actualmente es Paraguay, ¡aunque sin tener un sólo domicilio en tierra paraguaya! Ciertamente, el distinguido Obispo del Paraguay, Juan Sinforiano Bogarín, ya desde 1896, se esforzó para que los jesuítas volviesen a su diócesis. Pero no fue sino en junio de 1925 cuando pudo escribir al Provincial de los jesuítas en Buenos Aires: “no he de ocultar a V.R. mi gran satisfacción, mi intensa alegría, al vislumbrar la esperanza, una casi seguridad, de que alguna vez se llenarán los deseos que he alimentado desde que fui sacerdote, y los que, a pesar de mis humildes súplicas y reiteradas gestiones iniciadas el año 1896, no han llegado a la eficacia; mas ahora, que por vez primera y a mi edad avanzada, se me abre la puerta de una esperanza de ver realizados mis anhelos, repetiré con el anciano Simeón: “Nunc dimittis Servum tuum, Domine”.

El Provincial de Buenos Aires, P. Ramón Lloberola, hizo todo cuanto pudo para satisfacer el deseo del Obispo, e inmediatamente pidió al entonces Padre General, Wlodimir Ledóchowski que enviase jesuítas desde España para trabajar en el Paraguay. Con todo, Ledochówski se vio en el deber de responder que no era posible entonces: “Juzgo que por ahora no es fácil; en el entretanto bastaría que algunos Padres recorran aquellas regiones misionando y así, como hemos visto hacerse en otras partes, preparen el camino a fin de poder, andando los años, fijar allí residencia”.

El Provincial escribió inmediatamente al Obispo Bogarín mostrando su sincero deseo de ayudar: “que entra en el propósito de la Compañía volver a esa tierra regada con el sudor y sangre de jesuítas en tiempos remotos; que si hasta ahora no se ha realizado el pensamiento, fue por falta de personal, pero algún día se intentará hacer algo en ese sentido”. El deseo de seguir las huellas de esos gigantes del espíritu, como Roque González de Santa Cruz, Antonio Ruiz de Montoya y cientos otros jesuítas de docenas de naciones, se desprende claramente de las encendidas palabras del P. Lloberola. Promete enseguida al Obispo enviarle, en las próximas vacaciones escolares algunos Padres para misionar varias de las ciudades de su inmensa diócesis.



El Obispo Bogarín quedó encantado con la idea, llamándola “laudable” y sugiriendo que los Padres ofreciesen una serie de conferencias en la capital, particularmente aptas para jóvenes y hombres, y luego saliesen al interior a varias poblaciones. Las sugeridas fueron Encamación, Villarrica, Paraguarí, Concepción, Villa San Pedro y otras.

Afortunadamente, el P. Lérida fue encargado de dirigir el trabajo misionero, que debía llevarse a cabo durante el verano, dadas las obligaciones que ataban a cada uno de los sacerdotes señalados. Pérez Acosta y Lérida trabajaron en junio en Asunción, mientras los otros tres lo hacían en las otras ciudades del interior. Unos cinco mil, de los seis mil habitantes de Concepción, tomaron parte en la Misión, de los cuales, cientos recibieron la primera comunión y más de dos mil fueron confirmados. El cercano pueblo de Horqueta ofreció mejor resultado aún, a pesar de la dificultad de la lengua, ya que la mayor parte de la gente hablaba sólo guaraní. Belén casi fue pasada de largo por los misioneros, dado que se rumoreaba que era un pueblo protestante. Con todo, la población entera tomó parte, y más de mil quedaron confirmados. Encamación ofreció un éxito semejante, y, aunque Paraguarí parecía que no respondería del mismo modo, acudieron tantos a las predicaciones que tuvieron que hacerlo fuera del amplio templo, por ser éste insuficiente. En Asunción, el P. Lérida predicó a trescientos prisioneros y doscientas mujeres en la Casa del Buen Pastor. Cada uno recibió el Sacramento de la reconciliación. Se dieron misiones en la iglesia de San Roque con 250 oyentes, mientras en la Catedral participaron más de 300. Todos, jesuítas y fieles, parecían tan complacidos con este trabajo que se persuadieron era llegado el tiempo para una permanente presencia de los jesuítas en el Paraguay.

Lo que hacía esta presencia y labor misionera más urgente eran, por supuesto, las condiciones religiosas que ofrecía el Paraguay, como consecuencia de la desastrosa Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), durante la cual la mayor parte de la población masculina había desaparecido. Tan sólo quedaron treinta y tres sacerdotes para un territorio de más de 400.000 kilómetros cuadrados y, en el tiempo que dieron su misión los jesuítas, 72 por ciento de las criaturas habían nacido fuera de legítimo matrimonio. Parte de los problemas radicaba en las enormes distancias —algunas veces de cientos de millas— que separaban las poblaciones de los templos más cercanos.

El 16 de julio de 1926, el Provincial de Argentina, Ramón Lloberola, escribía una carta a todos los miembros de su provincia mostrando la importancia de abrir una casa en la capital de la República del Paraguay: “Tierra inolvidable para la Compañía de Jesús, donde descansan los mortales despojos de tantos de sus hijos que ahí esperan la resurrección de los muertos, y que la ilustraron con sus gloriosas empresas apostólicas, la regaron con sus sudores y algunos con su sangre... Por caso extraño, el Paraguay es la única nación formada de las antiguas colonias ibéricas, a la que la Compañía no haya regresado hasta el presente. Mas, llegó la hora de Dios tan deseada y anhelada por cuantos pertenecemos a esta Provincia de la Compañía...”.


LA PRIMERA NUEVA COMUNIDAD

El 2 de enero del año 1927, cinco jesuítas hicieron el viaje en tren desde Buenos Aires y llegaron a Asunción el 4 a las 9 de la noche. Ellos eran, el Superior P. Felipe Lérida con dos sacerdotes, Eustaquio Zurbitu y Antonio Crespi, y dos Hermanos, Leonardo Mühn y Justo Farías. Fueron calurosamente recibidos por el párroco de la Catedral, el futuro Obispo Aníbal Mena Porta, el Rector del Colegio San José, Padre Pucheau, el salesiano Ernesto Pérez Acosta y algunos laicos distinguidos. Pasaron la noche en el Colegio San José y, al día siguiente, se hospedaron en la que hoy es avenida Mariscal López N- 1.201, propiedad de un antiguo alumno del Salvador de Buenos Aires. Visitaron al Obispo, Juan Sinforiano Bogarín, que les hizo un caluroso recibimiento y les facilitó el traslado de sus equipajes.

Seguidamente visitaron al Dr. José P. Guggiari, futuro Presidente de la República, quien les facilitó una entrevista periodística, aparecida después en los siguientes términos: “Un verdadero acontecimiento histórico es la vuelta de los jesuítas al Paraguay, después de 158 años de exilio. Como se sabe, esa Orden fundó en nuestro país una verdadera República, que por su organización, por la valía de sus dirigentes y por sus obras llamó la atención de las más altas cabezas pensantes del mundo, hasta que en 1768 fueron expulsados definitivamente por mandato de los reyes de España”. Otros periódicos igualaron su entusiasmo. Uno cita la famosa frase de Fray Luis de León en su feliz retomo: “Como decíamos ayer...”.

Después de algunos días de sus ministerios apostólicos, empezaron a buscar una morada más en la línea de la pobreza apostólica. Y después de un tiempo, encontraron sitio entre Colón e Ygatimí, lugar que quedaría identificado para siempre con los jesuítas del Paraguay contemporáneo.

Es característico del modo de ser del jesuita —uno diría que es parte de su carisma— la búsqueda del servicio de la Iglesia, no tanto lo que el jesuita trabaja,

sino cómo la Iglesia quiere usar de su trabajo. La pequeña comunidad de Asunción fue pronto puesta a prueba con más retiros y misiones de los que podría haber dado una comunidad más numerosa.



EXTENSIÓN AL INTERIOR DEL PAÍS

En 1931, nombrado Provincial de la Provincia Argentina, Luis Parola, enseguida comenzó a ayudar al nuevo Obispo (en realidad, el primero) de Concepción, Emilio Sosa Gaona, aceptando la parroquia de Horqueta, unos 40 kilómetros al este de Concepción. El P. Antonio Guasch fue nombrado párroco, lo que le ofreció una buena ocasión para dominar el guaraní. Dicho Padre había trabajado varios años en Japón y en la misión de las Islas Carolinas, llegando a dominar esos difíciles idiomas, además de las de Europa Occidental. Su dedicación al guaraní le habilitó para escribir el que, hoy en día, (en su moderna edición, hecha bajo la dirección del P. Diego Ortiz) es el mejor diccionario de esa lengua, comparable por su importancia con los de los misioneros de las Reducciones, Ruiz de Montoya y Pablo Restivo, en los siglos XVII y XVIII. En enero de 1937, Guasch fue enviado a Córdoba (Argentina) para enseñar a los jóvenes jesuitas de la provincia, y pocos meses más tarde los jesuitas entregaron la parroquia al clero secular.

El 17 de agosto de 1932, el Obispo Agustín Rodríguez, de Villarrica, escribió al Provincial de Buenos Aires, pidiendo jesuitas españoles para la población de San Ignacio (primera misión de la Compañía en el Paraguay). Sus esperanzas estribaban en las tribulaciones que sufrían los jesuitas entonces en España y la esperanza de que ellos podrían renovar aquel famoso centro de misión. El P. Parola envió su petición al P. Ledochówski, superior general, quien dio una respuesta positiva. En consecuencia, el Obispo confió a la Compañía las parroquias de San Ignacio, Santa María, Santa Rosa y Santiago (todas originariamente Reducciones de Jesuitas) y además, Laureles, Ayolas y Yabebyry. El P. Joaquín Vericat fue nombrado párroco de San Ignacio y de todo aquel vasto territorio misional.

San Ignacio del Paraguay llevó el nombre de “Guazú” (el más amplio, el más antiguo) para distinguirlo de otro San Ignacio “miní”, su casi contemporáneo situado en la provincia de Misiones, Argentina. Fue fundado por el P. Marciel de Lorenzana, aunque en años siguientes, Roque González de Santa Cruz lo trasladó y fundó la misión sobre sólidos fundamentos. Llegó a ser capital del Departamento de Misiones, aunque la capitalidad fue trasladada posteriormente a San Juan Bautista, que desde el principio había sido un simple oratorio de San Ignacio.

El 19 de marzo de 1929, Paraguay fue dividido en tres diócesis: Asunción, Concepción y Villarrica, y en lodo el Departamento de Misiones no había sino dos sacerdotes para los trece pueblos, ocho de los cuales estaban encomendados a la Compañía. En aquellos tiempos, el uso de los automóviles era cosa prohibida por el mal estado de los caminos; los principales medios de transporte eran el caballo y ocasionalmente la carreta. Por razones apostólicas, a los hombres destinados a las misiones les urgía hacer un profundo y práctico estudio del guaraní, pues era la lengua normal en aquellos contornos.

En el campo de la actividad pastoral parroquial, pocos lectores sabrán que los jesuítas estuvieron en San Estanislao, no sólo en el siglo XVIII, sino en pleno siglo XX. Durante 12 años (1938-1950) varios jesuítas trabajaron pastoralmente en esa vasta zona de la actual diócesis de San Pedro y que entonces se extendía hasta los límites del Amambay con el Brasil. El héroe de Santaní en aquellos años fue el P. Pedro Cascllas, que murió años más tarde en la localidad argentina de Itá Ibaté. Su obra fue continuada hasta la actualidad por los religiosos franciscanos de la Tercera Orden Regular.

Entre tanto, Cristo Rey estaba más atareado que nunca, especialmente a causa de la guerra del Chaco y sus necesidades... La Comunidad compuesta por los PP. Zurbitu, Crespí, Sauras, Castellanos, Alvado y H. Rodríguez, no era suficiente para responder a todos los llamados apostólicos. En noviembre de 1935, se celebró en la Catedral un solemne triduo en honor de la beatificación de Roque González de Santa Cruz y sus compañeros. Aunque el Arzobispo, ya de edad avanzada y enfermo, no pudo asistir, los otros obispos de la nación participaron en la celebración. El P. José María Blanco, autor de una biografía de los nuevos Beatos llegó de Buenos Aires para dar conferencias sobre la personalidad y actividades de éstos.

Poco a poco, los jesuítas fueron incursionando en los campos cultural y científico, tan propios de la vocación de “hombres de vanguardia”. Así, montaron en Cristo Rey un observatorio meteorológico que, en un momento, prestó valiosísimos servicios al país; el P. José Pedrosa inauguró en 1938 la Escuela Primaria Cristo Rey, que posteriormente se completaría con la sección secundaria, para integrarla obra más conocida de los jesuítas en los últimos 50 años. Dos años más tarde, el P. Raúl Carbajal abrió el “Centro Cultural Beato Roque González” en un local de la calle Estrella, y asumió en nombre de la Compañía de Jesús la dirección de la revista Acción, que continuaría hasta el momento actual.




II.      VICEPROVINCIA BOLIVIANO-PARAGUAYA (1950-1958)

El 17 de noviembre de 1950, el P. General Juan Bautista Janssens estableció una nueva unidad administrativa en el Cono Sur: la Viceprovincia de Bolivia y Paraguay. Estaba compuesta de elementos de dos antiguas misiones: Casas en Bolivia, dependientes de la Provincia española de Toledo, y de Misiones en Paraguay, dependientes de Argentina. La nueva Viceprovincia dependía de la Provincia jesuítica española de Cataluña o Tarraconense, que era la única provincia española que no tenía viceprovincia latinoamericana dependiente.

La fecha escogida para este acontecimiento no fue casual, porque era la fiesta del Beato Roque González de Santa Cruz y sus compañeros mártires de la antigua provincia del Paraguay. El decreto menciona precisamente estos mártires, indicando que muchos otros jesuitas habían sido también martirizados, nombrando a Cristóbal de Mendoza, Julián Lizardi, Cipriano Barasa y Baltazar Espinosa, que habían sido martirizados en este territorio, incluyendo Bolivia.

El primer Provincial para la nueva Viceprovincia fue el P. Luis Parola, rector entonces del Seminario Arquidiocesano de Buenos Aires. En ese tiempo Bolivia contaba con dos Colegios, San Calixto de la Paz, con una Escuela Apostólica, una estación sismográfica y radio Fides; más el Colegio del Sagrado Corazón en Sucre, con la estación de radio Loyola y una residencia en Santa Cruz, llamada “La Merced”. En Paraguay, en aquellos días, había la parroquia—residencia de Cristo Rey en Asunción—, con una escuela apostólica o preseminario y una escuela primaria; y en la parte de Misiones, San Ignacio y las otras parroquias. El Provincial nombró provisionalmente como consultores a los Padres Mario Ferré, José Pedrosa y Pedro Casellas, ya veteranos misioneros.

En 1952, a la escuela de Cristo Rey se le añadió el Colegio Secundario y además funcionaba una Escuela para Obreros, que posteriormente sería la Escuela Técnica. En el mismo año fue abierta en Paraguarí una escuela exclusivamente para el estudio del guaraní, de los estudiantes jesuitas españoles, con Antonio Guasch como profesor y escritor, y Félix Gómez como superior de la casa. Al año siguiente, el P. Félix Gómez dio comienzo a las escuelas católicas Beato Roque González de Santa Cruz con una inscripción de 500 alumnos. De los seminaristas jesuitas que vinieron de España para “inculturarse” en Paraguarí, quedan hoy todavía los Padres Ramón Juste, José Ma. Blanch y Bartomeu Meliá en Paraguay, y Carlos Palmés y José O. Gelpí en Bolivia.

A Santa Rosa pudo dársele este mismo año 1952 un párroco propio, José Pedrosa, quien dio vida a aquella comunidad católica, pero fue llamado a la Argentina dentro de ese mismo año. Afortunadamente, el entonces joven y siempre dinámico P. Vicente Tormo, misionero de renombre en todo el Departamento de Misiones, le sucedió en el cargo. Durante este tiempo se establecieron en Santa Rosa las Hermanas Auxiliares de los Ejercicios, fundadas por Justo Beriguistain, S.I., cuando estuvo trabajando en Paraguay. El P. Tormo las inclinó además a que trabajaran con los jóvenes, enseñándoles los quehaceres domésticos, secretariado y además, llevando un jardín de infantes bajo la denominación de San Estanislao.

El 24 de julio de 1954, el P. Julián Sayos, antiguo Provincial de la Tarraconense, de la cual dependía “Paraguay-Bolivia”, fue nombrado Provincial de la nueva Viceprovincia. Ya que él tenía su residencia principal en Bolivia, dio poderes al P. Parola, Rector entonces de Cristo Rey, para que resolviese los problemas más urgentes de la parte paraguaya de la Viceprovincia. El P. Antonio Rojas fue enviado a Cristo Rey, el P. Antonio Riera a Santa Rosa y el P. Francisco Ayala a San Ignacio.





III. PARAGUAY VICEPRO VINCIA SEPARADA (1958-1974)

Poco a poco se fue evidenciando que la doble Viceprovincia, que incluía dos amplias y bien diferentes áreas (Paraguay y Bolivia) no era fácilmente gobernable por una sola cabeza. Como indicaba el general Janssens en su decreto del 2 de julio de 1958, “se hace difícil para un sólo Superior el tener que hacer tan largos viajes, necesarios para un gobierno eficaz. Además, las dos regiones difieren mucho en clima, altura y en las lenguas de sus habitantes: guaraní en Paraguay y quechua y aymará en Bolivia, además del español.

Por estas razones, Paraguay pasó a ser Viceprovincia dependiente de la de Andalucía (Botica), mientras Bolivia permanecía dependiente de la Tarraconense (Cataluña). Este decreto entró en vigoren la fiesta de San Ignacio, 31 de julio de 1958. En una carta adjunta al decreto, el P. Janssens anotaba que unos años antes habían sido declaradas independientes en Latinoamérica, América Central, Perú y Venezuela; quedaba dependiente entre los jesuítas tan solo, Paraguay y Bolivia. El P. Janssens escribía que tenía gran esperanza que esta separación llevaría a un gran crecimiento vocacional en las dos Viceprovincias. El P. Luis Parola fue nombrado entre tanto, Provincial, mientras llegaba el nuevo, P. Manuel Fernández de Castro, quien arribó el 25 de agosto del mismo año 1958.

El nuevo Provincial dio impulsos en Cristo Rey al Colegio, que contaba con 457 alumnos y que hacia 1962 creció hasta 657. Gran parte de este crecimiento fue debido a las extraordinarias dotes administrativas del P. Ignacio Costa, que durante nueve años fue su dinámico Director. Durante el provincialato de Fernández de Castro, se empezó el Colegio de San Luis en San Ignacio y la Universidad Católica, con las ayudas prometidas y cumplidas por la Viceprovincia.


PARTICIPACIÓN EN LA UNIVERSIDAD CATÓLICA

Dadas las precarias instalaciones con que entonces contaba el Colegio Cristo Rey, única casa que en aquellos días tenía la Compañía de Jesús en Asunción, y la escasez de personal fue una auténtica audacia acometer la empresa de la fundación de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. Pero, urgía prestar esta ayuda a la Conferencia Episcopal, empeñada en la creación de la Universidad Católica. Cuatro jesuítas, provistos de sus títulos académicos, se lanzaron a la empresa: Los Padres José de J. Aguirre, Antonio J. Colom, José Mana Blanch y Femando María Moreno. Se comenzaron los trabajos en febrero de 1960 y en abril del mismo año se abrió el primer curso de la Facultad en el local que hoy ocupa la sala de reuniones de la Parroquia Cristo Rey. Los esperanzados alumnos que ingresaron fueron diez y siete. Decimos “esperanzados” porque aún no tenían seguridad alguna del valor oficial de sus futuros estudios. Pero muy pronto la tenacidad de Mons. Juan Moleón, que iba a ser el primer Rector de la Universidad Católica, logró en el mes de setiembre la ley que otorgaba valor oficial a los títulos otorgados por la UC. Poco a poco, a medida que los cursos avanzaban, el número de alumnos iba creciendo. También el de los profesores jesuítas, como los Padres Ramón Juste, Carlos Mullin, futuro Obispo de Minas, en el Uruguay, Diego Ortiz, Teófilo Osuna, Antonio María Sancho y otros.

Como la norma que había fijado la ley era que en cada carrera se integrasen las mismas materias enseñadas en las de la Universidad Nacional, la Católica se ajustó a esa norma, añadiendo las materias que le parecieran oportunas. Y, como la Facultad de Filosofía había nacido de una Escuela de Humanidades que preparaba el Profesorado Secundario en una serie de carreras, la Facultad de Cristo Rey creó también una serie de nuevas carreras, además de las de Filosofía y Pedagogía. Se fueron abriendo, Historia, Humanidades, Matemáticas, Psicología, Medios de Comunicación Social y Ciencias Religiosas. Al aumentarlas carreras, aumentó también el alumnado. Al finalizar el curso 1967, se contaban 750.

Como es natural, no eran sólo los jesuitas los que integraban el plantel de profesores: un gran número de excelentes profesores y profesoras laicos contribuyeron a dar un notable prestigio a nuestra Facultad. Entre los nuevos profesores jesuitas, cabe mencionar a los Padres Ulpiano López, ex-profesor de la Universidad Gregoriana de Roma, Joaquín Piña, Obispo más tarde de Puerto Iguazú (Argentina), el Provincial Manuel Segura, Pedro Solís, el antropólogo Bartomeu Meliá, Luis Ignacio Ramallo y otros.

Al terminar su mandato en 1965 el P. Femando María Moreno, le sucedió en el decanato el P. Ramón Juste hasta que en 1970 fue nombrado Vice Rector de la Universidad Católica. Cumplida su misión de ayudar al florecimiento de la UC, la Compañía pensó que era ya oportuno pasar la dirección de la Facultad a la UC. Así se hizo en 1970, siguiendo, sin embargo, algunos jesuitas como profesores y en cargos administrativos.


EN EL INTERIOR

Toda la Provincia lamentó el 5 de marzo del año 1968, el fallecimiento de Joaquín Vericat, quien, por cerca de 25 años había trabajado en Misiones como Párroco de San Ignacio, Santa Rosa, Santiago, Laureles, Yabebyry, Ayolas y Cerrito. El fue también quien trajo al Paraguay a las Hermanas Vicentinas de Zagreb.

Entre tanto, la finca de Barrero Grande, dirigida por el P. Pérez Sesé, con la ayuda del P. Antonio Crespí y de los Hermanos Eladio Reyes, Pedro Herranz y Antonio Vidal, abrió un postulantado de Hermanos a cuyo cuidado quedó el Hermano Herranz. La casa de Barrero albergó también a los estudiantes de guaraní bajo la enseñanza del gran protegéde Antonio Guasch, Bartomeu Meliá (todavía no sacerdote), quien, ayudado de dos de sus estudiantes, publicó El guaraní a su alcance, varias veces reeditado.

La primera solemne visita del Corazón de Roque González de Santa Cruz a Asunción y otras ciudades del Paraguay, tuvo lugar en mayo de 1930. El corazón volvió entonces a Buenos Aires, al Colegio de El Salvador. En 1960, con ocasión del 350 aniversario de la fundación de San Ignacio, los Padres Antonio Rojas y Alfredo Perpétua fueron los encargados de organizar la nueva visita en honra del primer mártir, hijo de Asunción, declarado ya bienaventurado por la Santa Iglesia. Del 22 de mayo de 1960 al 7 de mayo de 1961 estuvo la Reliquia visitando la Arquidiócesis de Asunción. En Caacupé, del 7 de mayo hasta setiembre. Un breve retomo a Asunción y una visita a la Diócesis de Villarrica de abril de 1962 a abril de 1963. Finalmente visita las Prelaturas de Encamación y Alto Paraná desde el 20 de julio al 13 de octubre de 1963. Todo este tiempo estuvo la Reliquia al cuidado del apostólico Antonio Rojas, autor de libros y folletos sobre Roque González y sus compañeros.

Entre las interesantes celebraciones con motivo de la visita, brilló la declaración del Presidente del Paraguay de que “Roque González era nombrado Ilustre Ciudadano Paraguayo”; declaración que fue seguida con los cañonazos de rigor, como se hace con ocasión de la visita de un Jefe de Estado y se hizo a los Presidentes de Paraguay y Brasil en la bendición del Puente de la Amistad con la Reliquia del Beato. El Presidente tuvo la gentileza de obsequiar diez estatuas del Beato a las Catedrales y a las iglesias jesuíticas.

El Párroco de Itá Ybate, Vicente Tormo, logró al fin ver hecho realidad su sueño para facilitar su apostolado: una lancha, llamada “Santa María del Paraguay”. Pero, el bote fue maltratado, en parte robado, y el animoso Padre Tormo tuvo que volver a cabalgar. Por fin, consiguió un coche que usó en la misión de Corrientes (en Argentina, parte entonces perteneciente a la Viceprovincia del Paraguay). Como consecuencia de la muerte de Pedro Casellas, más trabajo pastoral cargó sobre las apostólicas espaldas del P. Tormo: Berón de Estrada y Cerrito.

En 1963 fue nombrado Provincial de la Viceprovincia del Paraguay el P. Manuel Segura. Se le recuerda ante todo por el notable incremento de alumnos de Cristo Rey que alcanzó, contando los de la Facultad y Escuela Técnica, los 2.260, siendo así que cinco años antes contaba solamente con 1.047. Además, en su tierno fue fundado el CIAS (Centro de Investigación y Acción Social), cuya comunidad se componía del Provincial y Pascual Páez, José Gelpí, Miguel Sanmartí, Jorge Aragonés, Francisco de Paula Oliva y Luis Ignacio Ramallo.

Trinidad, un barrio actual de Asunción, era un distrito suburbano, en el que tenía su morada el Presidente Carlos Antonio López, que allí hizo construir el amplio templo, donde reposaron sus restos hasta su traslado al Panteón Nacional. En 1963, el Provincial compró un terreno de 4,5 hectáreas, con una sencilla casa, para uso y esparcimiento de los alumnos de la Facultad y Colegio de Cristo Rey.

Algunos años más larde, el P. Ramón Sastre trasladó ahí la Escuela Técnica de Cristo Rey, a la que se añadió un colegio parroquial de Trinidad. De estos modestos comienzos surgió el actual Colegio Técnico Javier.

En San Ignacio, después de los Párrocos, padres Antonio Boix y Vicente Palacios, el P. Antonio Rojas fue nombrado Párroco, dejando su antigua residencia de Cristo Rey (1967). Tuvo la habilidad de ir introduciendo en la parroquia los deseos del Vaticano II en materia litúrgica y vida parroquial con la valiosa ayuda del P. José María Conde.

No es poco lo que, aparte de la labor hecha en las poblaciones de San Ignacio y Santa Rosa, se ha trabajado en la campaña. Cada una de estas dos parroquias tiene un notable número de Compañías que han sido asiduamente asistidas por los Padres de esas comunidades, entre los que recordamos a Antonio Rojas, Antonio Boix, Francisco Ayala, Francisco Fernández Pertiñez, José G. Escobar, Diego Ortiz y Vicente Bárrelo.

Pero, merece capítulo aparte el trabajo de pastoral campesina realizada durante la década del 65 al 75. Eran los años del post-Concilio y de la euforia en tomo al gran acontecimiento eclesial de Medellín.

El P. Francisco Ayala ya estaba asesorando el movimiento de las Ligas Agrarias en la zona de Misiones. Habían llegado al Paraguay, recién ordenados sacerdotes, los jóvenes jesuitas Miguel Munárriz, Luis Farré, José L. Caravias y algún otro que, movidos por las nuevas corrientes pastorales, querían aplicar al mundo campesino paraguayo la vida de los sacerdotes obreros que habían conocido en Europa. Su rompimiento con los moldes clásicos del sacerdote rural atrajo la admiración de algunos religiosos más radicalizados; levantó la sospecha de otros y produjo la confusión entre el pueblo sencillo, que no entendía el nuevo estilo de los “pa’í mandió”. Fueron años críticos para la Iglesia y para el país. La tarca de “concientización” fue la principal labor que encararon esos sacerdotes. Pero, la represión gubernamental no se hizo esperar: muchos campesinos pagaron con la tortura y la cárcel su despertar religioso; otros se alejaron de la Iglesia, cautivados por ideologías extremistas, y varios jesuitas fueron expulsados del país.


SERVICIO EN TERRITORIO ARGENTINO

Posadas, la progresista ciudad argentina, frente a Encamación —ciudades ambas fundadas por Roque González de Santa Cruz y ahora unidas por un grandioso puente—, se fue desenvolviendo rápidamente durante el siglo XX y fue erigida Diócesis bajo el Obispo Jorge Kemerer, de la Congregación del Verbo Divino (SVD). Desde el comienzo de su episcopado, Kemerer trató infructuosamente de obtener jesuitas en Buenos Aires; en febrero de 1966 vino a Asunción a verse con el P. Segura e insistió en que no se volvería a Posadas hasta que no consiguiese el “sí” a su petición de obtener jesuítas para Posadas. Al fin consiguió el “sí” del Provincial, “a prueba”. El P. Joaquín Pina (hoy primer Obispo de la nueva Diócesis de Puerto Iguazú), fue designado como director y formador de los seminaristas diocesanos y le encargaron las Cátedras de Teología en el “Instituto Superior de Profesorado Ruiz de Montoya”, que lleva el nombre del famoso misionero jesuita (1585-1652) que fundó y volvió a fundar muchas reducciones, especialmente, San Ignacio Miní y sus contornos. En 1967 llamó el Provincial a Asunción al P. Piña para integrarlo en la Facultad de Filosofía, nombrando al P. Pérez Sesé en su lugar, Su compañero, Domingo Cucurella, fue designado Capellán de la cárcel y Párroco de “Beatos Mártires” (Roque González y sus compañeros).

La nueva diócesis de Concordia (Argentina) y siendo su Obispo Ricardo Rösch, pidió con insistencia la colaboración del Viceprovincial del Paraguay, después que no pudo obtener jesuítas de Buenos Aires. En febrero de 1969, el P. Segura envió a José Mana Conde y Tomás Rodríguez Miranda para trabajar en el Instituto de Profesorado “Concordia” y en la Parroquia de la Medalla Milagrosa, entonces todavía Vicaría. El P. Tomás fue nombrado, además, director espiritual de los diez seminaristas de Concordia.

Alguien preguntará sobre el primer origen de la presencia de la provincia paraguaya en el nordeste argentino. Lo que originariamente movió a que se fueran instalando en esa región los “Jesuítas del Paraguay” fue la dificultad de comunicaciones que ofrecía el estero paraguayo encomendado a nuestra responsabilidad pastoral; por eso se pensó que la presencia jesuítica en la margen argentina del Paraná podría facilitar nuestra comunicación con la frontera fluvial del sur del Paraguay. De ahí que se solicitase del Obispo de Corrientes la Parroquia de Itá Ybaté, situada frente por frente de la población paraguaya de Cerrito. En 1956, el Obispo, Mons. Francisco Vicentín, pidió misioneros para su entonces extensísima Diócesis y ofreció como residencia y centro de nuestros ministerios la hermosa iglesia de El Nazareno y la Casa Adjunta, en la ciudad de Corrientes.

Allí han trabajado denodadamente nuestros Padres. Ya en 1959 regía aquella casa el P. Mario Ferré y correteaba misionando el P. José Almenar. Fueron sucesivamente superiores los Padres Francisco Fernández Pertíñez, Ricardo Romero, José Valpuesta, segunda vez Francisco Fernández y finalmente Antonio J. Colom. Además de los ministerios de El Nazareno, cuidaron pastoralmente de la Vicaría de San Pablo, atendida primero por el P. Marino León y después por el

P. Ramón Moreno; del Barrio Unido, el P. Antonio Riera; de la Colonia de leprosos de la Isla de Cerrito, cuyo Capellán fue el P. Ulpiano López después del P. Vicente Alvado. Los jesuitas fundaron en Corrientes el Instituto de Profesorado San José, en el que enseñaron casi todos los Padres arriba nombrados. A la investigación y profesorado en la Universidad Nacional se entregó el P. Edmundo Benedetti, quien dirigió también la remodelación de la Casa.

No solamente en Corrientes, sino también en Posadas y Concordia, fueron los Padres del Paraguay profesores de los Centros de Cultura de nivel terciario —Institutos Superiores de Profesorado—, ambos fundados por sus respectivos Obispos. En Concordia regentaron las cátedras de Filosofía los Padres Conde, Rodríguez Miranda, Femando y Ramón Moreno, y en Posadas, las de Letras, Salvador Loring y las de Teología, Vanrell, Marino León, Piña y los dos Moreno.

Entretanto, en Asunción la Compañía aceptó el año 1970 la parroquia del barrio Nazareth, a cuyo frente estuvo el P. Joaquín Piña, sin dejar su cátedra en la UC. Les edificó, con la eficacísima ayuda de su Vicario, el P. Vidal, una hermosa y amplia iglesia. Permaneció hasta 1975, en que fugazmente estuvo al frente de la Parroquia Tomás Rodríguez Miranda, pero tuvo que marchar a Paraguarí, nombrado Maestro de Novicios. Hubo después dos párrocos más; Ramón Gómez (1976- 78) y Francisco Fernández Pertíñez, que había sido superior de Corrientes y de Santa Rosa, hasta que, al fin, la parroquia de Nazareth se entregó al Arzobispado en 1981, para poder tomar la dirección del Seminario Nacional. Aun entonces, juntamente con otros trabajos en la Viceprovincia, Salvador Loring tomó con cariño el cuidado pastoral cada fin de semana de la Vicaría Betania, perteneciente a Nazareth.


ÉPOCA DE PERSECUCIÓN

No todo fue paz en esa época. Durante el provincialato del P. Luis Moreno, en 1969, las sospechas de que los jesuitas estaban sembrando ideas comunistas e incitando a la violencia, venían desde antiguo, pero en la primavera de ese año, el P. Francisco de Paula Oliva, que era mirado como notablemente sospechoso, fue expulsado violentamente del país. En la Facultad, donde él era el jefe del Departamento de Medios de Comunicación, se organizó un Vía Crucis alrededor de Cristo Rey, que acabó con un aparatoso asalto con gases lacrimógenos y abundante garroteada. Decimos “aparatoso”, porque los gases son para dispersar turbas tenaces, pero el caso es que los estudiantes lo que buscaban era dispersarse lo más pronto posible. Penetró la Policía en el Colegio para seguir apaleando a los fugitivos. Cortaron el teléfono y el agua, cercaron el Colegio y lo tuvieron incomunicado. Al domingo siguiente, suprimidas las misas por el Arzobispado, como protesta por el atropello, después de la Celebración de la Palabra en Cristo Rey, a media mañana, la inquietud de los estudiantes volvió a provocar un nuevo asalto a la comunidad. Ahí paró, por el momento, el ataque.

Hubo un intermedio de tranquilidad relativa. El P. Bartolomé Vanrell sucedió en el cargo de Provincial al P. Luis Moreno. Pero, el año 1975, bajo el provincialato del P. Antonio González Dorado, le tocó al Colegio sufrirlas consecuencias de las permanentes sospechas.

El martes 13 de enero de 1976 apareció con grandes titulares en la prensa un decreto firmado por el propio Presidente de la República, por el que declaraba intervenido el Colegio Cristo Rey y se nombraba a la comisión interventora. El decreto se fundamentaba en que se tenían informes de que a un grupo se les habían infiltrado el odio y el amor a la violencia. La intervención declaraba a la prensa que las autoridades del Colegio quedaban cesantes. El Rector, P. Vanrell, estaba en España. A los pocos días apareció un decreto del Ministerio excluyendo de la docencia a los jesuítas Teófilo Osuna, Antonio Castillo, Emilio Veza y diez profesores seglares. El Ministerio, al fin, aceptó como Director al P. José de J. Aguirre y como vice al P. Jesús Montero Tirado. El 25 de febrero comenzaban con normalidad las clases.

Pasó el mes de marzo sin particulares novedades; pero, el 7 de abril, un grupo de policías vestidos de seglar irrumpieron en el Colegio de Cristo Rey, a la hora de entrar los alumnos del tumo de tarde. Ordenaron a la comunidad pararse, alzar los brazos, ponerse contra la pared y fueron tanteando a algunos. Lo mismo hicieron con los chicos del Colegio. Pasaron a registrar toda la casa, en la que no encontraron nada de lo que tan ansiosamente buscaban; preguntaron por las piezas de los Padres Miguel Sanmartí, que se encontraba en España, y del P. Miguel Munárriz, que residía en la casa del CEPAG (Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch), en el barrio Tembetary. Registraron aquella casa y se llevaron preso al P. Munárriz y, de paso, se adueñaron de unos cuantos miles de guaraníes.

Como el P. Provincial afirmaba el sábado siguiente por la prensa que el P. Sanmartí estaba en Barcelona, el domingo, por la prensa y la TV, el Ministerio del Interior tachó de mentiroso al padre. El día 21 vuelve de Europa el P. Provincial con cuatro actas debidamente legalizadas, en las que constaba que en esas fechas el P. Sanmartí se encontraba en Barcelona. Sendero tuvo la delicadeza de publicarlas.

La noche de ese mismo día 21, era apresado en Misiones el P. José Ortega y deportado al día siguiente a Clorinda. Ese mismo día, tomaron el avión para Europa los Padres Miguel Munárriz y José O. Gelpí. El 6 es expulsado el P. Meliá. El 20 de mayo era desterrado a Argentina el P. Antonio Caballos. Emigraron a Bolivia el P. Luis Ferré y a Posadas el P. Bartolomé Vanrell.

Cerramos este doloroso capítulo con un hecho ejemplar. El 24 muere, en un accidente, uno de los hijos del que fue interventor del Colegio. La visita de condolencia que le hicieron los Padres Aguirre y Montero Tirado, no dejó de impresionar a la gente.




IV. VICEPROVINCIA INDEPENDIENTE (1974)


FORMACIÓN EN EL PARAGUAY

El día 2 de abril de 1976, fue un día lleno de significación en el desarrollo del Paraguay como provincia jesuítica independiente. Antes de esa fecha, los jóvenes que querían entrar en la Compañía eran enviados a otras provincias para el noviciado y los estudios posteriores. En ese día, sin embargo, después de algunos años de seria preparación, se abrió el Noviciado y Tomás Rodríguez Miranda fue nombrado Maestro de Novicios y Superior de la Casa de Paraguarí, antes dedicada exclusivamente a las escuelas dirigidas por el P. Félix Gómez. Cuatro novicios fueron admitidos ese mismo día; unos días después entró otro y el día 17 de junio se les añadió el sexto de aquel año.

Dos años más tarde, el futuro provincial, Jesús Montero Tirado, fue nombrado Rector de la nueva casa de formación (Juniorado), como parte de la comunidad del Colegio Técnico Javier, en Asunción. El primer año, cinco júniores comenzaron sus estudios académicos. En 1982, se abrió el Centro a otras congregaciones religiosas y se incorporó a la Universidad Católica, reconociéndose sus estudios mediante un convenio de 5 años renovables y, con este motivo, se retocó el Plan de Estudios. Poco a poco han ido acudiendo jóvenes de las diversas congregaciones, incluso femeninas, para seguir esta etapa de estudios en el CEPHSI (Centro de Estudios Propedéuticos y Humanísticos de la Compañía de Jesús). En 1987, estudiantes de los Franciscanos, Dominicos, Redentoristas, Maristas y de otras congregaciones, seguían con nuestros estudiantes los cursos del (CEPHSI, contándose 75 estudiantes, con un amplio profesorado de jesuítas, de (tras congregaciones, y laicos. Los cursos del CEPHSI han sido oficialmente reconocidos por la Universidad Católica, como equivalentes al curso Probatorio de Ingreso. Ante el aumento de alumnos procedentes de otras congregaciones, se han construido nuevas aulas que los alberguen.

Los estudios de Filosofía se inician en San Miguel (Buenos Aires), pero, al año siguiente se mudaron los estudiantes al Instituto de Teología, en Asunción, junto al Seminario Mayor del Paraguay. Este hecho, unido a la apertura del Juniorado a otras congregaciones, ayuda no poco a nuestros estudiantes paraguayos a crear un espíritu de cuerpo.

Para los estudios teológicos, después de larga reflexión, se decidió enviar a nuestros estudiantes a la Facultad Internacional de Belo Horizonte, Brasil, tanto por su nivel académico, como porque ello aseguraría a nuestros estudiantes el contacto con jóvenes jesuítas de otras regiones de América Latina, los informes han probado que el experimento ha sido positivo. Los estudios de especialización para ciertos estudiantes, se han concertado en Roma y Madrid, sobre todo en las ramas de Teología.


VOCACIONES PARA HERMANOS

La Provincia ha sido bendecida con un buen número de destacados hermanos, como Andrés Martín, Isidro Miquel, Pedro Herranz, Laureano Pérez, Félix Silva, José Ortega, José Villanueva, Juan Gauto, Juan de la Cruz Cardozo y Juan Zambrana. Con todo, ninguno de ellos tiene edad por bajo de los cincuenta y pocos son nativos paraguayos.

También debemos mencionar a algunos que dedicaron varios años al Paraguay, como Salvador Casasayas, Antonio Vidal, Fulgencio Domingo, Salvador Reig, Sebastián Hidalgo y Antonio Corpas, y a los que fallecieron en la paz del Señor, como el “santo hermano Montaña”, Salvador Orengo, Gabriel Aponte, Antonio Fdez. Mateo, “el gran constructor de la Provincia”, y Julio Domínguez.

Ya se ha indicado antes que en la finca de Barrero Grande se instaló una comunidad, uno de cuyos fines era el fomento de vocaciones para Hermanos. Al frente de ese postulantado estuvo el dinámico Hermano Pedro Herranz, quien con su labor incansable en la producción de carbón vegetal, iba delante con su ejemplo en la formación de aquellos jóvenes que llegaban con aspiraciones de ingresar como Hermanos en la Compañía. Varios jóvenes fueron modelando su espíritu bajo la dirección del hermano y a la vista del ejemplo del resto de la comunidad. Con todo, el fruto a largo plazo fue muy escaso.

En un serio esfuerzo para remediar esta falta de desarrollo en un aspecto capital de la vocación de jesuíta, algunos promotores vocacionales, singularmente el Hermano Andrés Martín, han venido trabajando seriamente para hacer que la vocación de Hermanos sea mejor conocida y apreciada. Sin falsificar la seriedad de la vocación, Andrés ha publicado un magnífico folleto en el que la presenta en términos modernos a los jóvenes de hoy que tengan ideales altos de servicio.

En los últimos años, han ingresado en el noviciado de Paraguarí, varios jóvenes que aspiran a ser Hermanos; con este motivo, se ha trabajado en un programa especial de preparación cultural para satisfacer las necesidades de los Hermanos de la Provincia del Paraguay. Esto promete ser uno de los emprendimientos más importantes de nuestra Provincia.


DE OTRAS PROVINCIAS

Hasta ahora, con pocas excepciones, los miembros de la Provincia paraguaya, habían sido o paraguayos o españoles. Al comienzo de 1980, sin embargo, dos Padres de la Provincia del Brasil del Sur, se incorporaron a nuestra provincia. En el mes de mayo llegaron también cuatro jesuitas de la provincia de Nueva Orleans, Clement J. McNaspy, Francis Renfroe, Donald Bahlinger y Charles Thibodeaux; a los que se añadieron algunos años más tarde, tres de la misma provincia americana, dos de la Provincia de Irlanda y uno de California.


RETIRO DE ARGENTINA

En 1982, después de una porción de años de servicios en Posadas y en otras partes del nordeste argentino, los jesuitas del Paraguay dejaron Posadas a la Provincia jesuítica Argentina; así como en 1979, habían entregado Corrientes. Concordia ya se había dejado al Obispo.

La Provincia del Paraguay pudo recobrar así tan distinguidos hombres, como Marino León (que había estado por largo tiempo en puestos de confianza de la Diócesis), Francisco Renfroe, los dos Moreno (tío y sobrino) y Antonio Riera. Rafael Carbonell continuaría como profesor de varias universidades, y Bartolomé Vanrell como director del periódico diocesano hasta ser trasladados, más tarde, el primero a Roma y el segundo a La Habana.

En 1984, Joaquín Piña reemplazó a Tomás Rodríguez Miranda como Maestro de Novicios; mas, pronto tuvo que ser reemplazado a su vez por Tomás Rodríguez Miranda, al ser nombrado Obispo en 1986. Fue el primer Obispo nombrado de la Provincia del Paraguay. Muchos de los de esta Provincia se trasladaron a Puerto Iguazú-Argentina para asistir a su ordenación episcopal, el 16 de agosto de 1986, para ofrecerle sus respetos y rogar por el éxito espiritual de su nueva Diócesis. Para los presentes parecía que una nueva página se abría en la historia de la Provincia paraguaya de la Compañía de Jesús.


SEMINARIO MAYOR NACIONAL

Los Obispos del Paraguay hacía tiempo venían pidiendo que la Compañía tomase la dirección del Seminario Mayor Nacional. Reconociendo éste como el mayor servicio que podía prestar a la Iglesia paraguaya, la Compañía hubiera deseado aceptar este encargo, pero se veía impedida por la falta absoluta de personal. Al fin, se llegó a una solución: La Compañía dejaba las parroquias de Nazareth y de San Rafael (en Asunción), el 27 de enero de 1982, y al día siguiente la nueva comunidad del CEPAG se estableció en el Campus del Seminario. La entrega oficial del Seminario a la Compañía ya había tenido lugar en una sencilla ceremonia el 28 de diciembre del año anterior. Estaban presentes los obispos Benítez, Livieres, Acha y Silvero y el equipo directivo anterior y representando a la Compañía asistían el Provincial, Jesús Montero Tirado, el ex-Provincial y ahora Rector del Seminario, Antonio González Dorado, el Secretario del Provincial, Ramón Juste y los Padres Antonio Rojas y José G. Escobar.

La nueva dirección duraría dos años, al término de los cuales, la Conferencia Episcopal decidiría si querían que continuaran o no los jesuitas.

A fines de 1987, la Compañía continúa en su puesto, lo cual es una buena prueba de que la aventura ha resultado exitosa. Durante el primer año, los “estudiantes” jesuitas de Filosofía vivieron y estudiaron en el Seminario Nacional; posteriormente se trasladaron al CEPAG, asistiendo a las clases del vecino Instituto de Teología de la UC. El equipo directivo está formado actualmente por cinco jesuitas: el Rector, Antonio González Dorado y los PP. José Valpuesta, Vicente Bárrelo, Francisco Fdez. Perlíñez y el H. Pedro Herranz, más algunos sacerdotes del clero secular. Colaboran como profesores del Instituto de Teología, los PP. Ramón Moreno, Kevin O’Higgins y Antonio Betancor.


CASA DE RETIRO

Durante una porción de años, la casa de Barrero fue usada corno Casa de Retiro, casi única en toda la Provincia. En abril de 1980, gracias a la munificiencia de la Fundación Adveniat, San Ignacio Guazú equipó una amplia Casa de Retiro y Centro Pastoral que ha continuado sirviendo para retiros y otras reuniones apostólicas.

Finalmente, después de una cuidadosa planificación y financiación, promovida por el Provincial Jesús Montero y llevada a cabo por el ecónomo José M. Valverde, se inauguró en 1986 un gran Centro de Espiritualidad, consagrado a los “Santos Mártires”, bajo la dirección del P. Thomas Splain, con quien colabora el Hermano José Villanueva. Situada cerca de Limpio, no lejos de Asunción, está al servicio de las necesidades espirituales de la capital, en tanto que Barrero y San Ignacio Guazú atienden preferentemente a la población rural.


PUBLICACIONES

Los Jesuitas de la Provincia del Paraguay han continuado la tradición publicista de la Compañía de Jesús, tanto a nivel popular como científico. Han colaborado con publicaciones tanto católicas como seculares, como Estudios Paraguayos, Sendero, Suplemento Antropológico, y varios diarios de la capital.

Estimada por su progresiva adaptación a los tiempos, la revista de opinión Acción ha ido teniendo un papel importante en la vida eclesial, cultural y política del Paraguay. De 1969 a 1975 fue dirigida por el notable antropólogo Bartomeu Melià, al que sucedió por muchos años el P. Ramón Juste, hoy Provincial. El número 83, junio 1987, aparece dirigido por el P. Angel Camiña. Acción lleva como subtítulo “Revista Paraguaya de Reflexión y Diálogo” del Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch (CEPAG); la misma, fundada por el Mons. Aníbal Mena Porta, salió a luz por primera vez en 1923.

Durante muchos años, “Ediciones Loyola”—fundada por el P. Femando M. Moreno en la década del 60— ha sido el vehículo de difusión de muchas obras de los jesuitas en el Paraguay. Comenzó editando a mimeógrafo los libros de texto de los profesores de Cristo Rey llegó a adquirir un alto grado de producción y difusión, gracias a la gestión del P. Domingo de Girólamo, y a los Hermanos Corpas e Hidalgo. Los nuevos aires de modernización en material editorial y la falta de cobertura jurídica adecuada, hicieron que el Provincial Jesús Montero prefiriera suspender las actividades de Ediciones Loyola; pero, mucha gente reconoce que fue en su época un gran medio de evangelización de la cultura.

En el mundo cultural paraguayo no es aventurado el ponderar la importancia de Antonio Guasch, quien, a pesar de su origen europeo, llegó a ser una reconocida autoridad en la lengua guaraní, dando a luz el más estimado diccionario y gramática de esa lengua. No haría sino seguirlas huellas de Antonio Ruiz de Montoya (1585- 1652) y su sucesor Pablo Restivo (1658-1740). Un conocido lingüista, Diego Ortiz, ha reeditado el Diccionario de Guasch y ha publicado en guaraní un buen número de Manuales de guaraní y de traducciones en esta lengua de obras litúrgicas y de otras materias.

Junto con sus dotes de escritor y dominio de los medios de comunicación social, Jesús Montero entró en la historia de esos medios del Paraguay, poco antes de ser nombrado Provincial, con programas diarios de televisión, invitadores a la meditación y a la plegaria, que fueron después publicados bajo el título de Palabras Sedientas.

Un paraguayo de nacimiento, Antonio Rojas, ha servido al Paraguay bajo muchos aspectos, pero quizás es más conocido por sus escritos y charlas en favor de la “causa” del Beato Roque González de Santa Cruz y sus compañeros mártires y sus esfuerzos en promover la “Hermandad de los Beatos”. Si estos heroicos mártires, repetidamente ensalzados por el Santo Padre, han sido canonizados, se debe, en cierta medida, al tesón con que Antonio Rojas ha promovido su elevación a los altares.

Altamente conocido por su persona y autor muy estimado en prosa, verso y drama, es el psicólogo José de Jesús Aguirre, director del CIOP y profesor de la Universidad Nacional.

Entre otros jesuítas del Paraguay, que emplean parte de su tiempo en el apostolado de la pluma, se encuentra el profesor de Literatura en el CEPHSI, Salvador Loring, cuya principal contribución como escritor se centra en la formación de los jóvenes jesuitas en el arte de escribir. Antonio Betancor, cuyos escritos para jóvenes han logrado un exitoso apostolado. Antonio J. Colom, escritor apologeta, cuyas producciones han logrado un envidiable número de lectores. Y el ex-Provincial, actualmente Rector del Seminario Mayor Nacional, Antonio González Dorado, extensamente conocido, aun internacionalmente respetado por su ciencia, dotes oratorias y variados artículos y libros de materias teológicas y antropológicas. Afín a sus trabajos en la Universidad Católica y en el tribunal arquidiocesano está el canonista y abogado Juan Antonio de la Vega, bien conocido por sus retiros y escritos.

La revista Educar no es ciertamente una publicación de los jesuitas, pero debe su aparición a los Padres Mariano García, Salvador Loring y al Hermano Andrés Martín, junto con un equipo de religiosos y laicos. Dicha revista llega a multitud de padres y docentes de los centros de enseñanza católicos, y es muy aceptada por todos ellos.

Además de editor de Acción y de su extensa labor como docente y predicador de Retiros, Angel Camiña, contribuye no poco con su colaboración en diarios y revistas, sobre todo en crítica de cine y es profesor de nuestros jóvenes jesuitas. Muy estimado en la Provincia como músico y artista en varios aspectos, lo mismo que como escritor, es Casimiro Irala, ahora director del Colegio Técnico Javier. Es, además, apreciado por sus composiciones musicales y por “Oración por el Arte”.

Un casi recién llegado a la lista de escritores del Paraguay, es el co-autor de este librito, Clemente McNaspy. Durante sus siete años de residencia en el Paraguay, ha publicado biografías (una en español e inglés) de los mártires del Paraguay y varios libros (en español e inglés) sobre las Reducciones paraguayas, un pequeño volumen que ha logrado varias ediciones: ¿Por qué ser católico?, una traducción al inglés de la Conquista Espiritual, de Ruiz de Montoya, y De único modo, de Bartolomé de las Casas. Además de estos escritos, cientos de artículos, muchos sobre las Misiones jesuíticas del Paraguay, en el Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús que se prepara en Roma y una serie de artículos en publicaciones paraguayas, así como otros que tratan del Paraguay. Ha tenido frecuentes programas de radio y no pocas veces aparece en TV. Antes de venir a residir en el Paraguay, lo visitó con dos compañeros jesuitas de la provincia de Nueva Orleans, los hermanos McGown, para hacer un filme sobre las Reducciones (The Jesuit Republic of Paraguay), que ha sido galardonado.

En 1981, Tomás Rodríguez Miranda publicó la traducción de la “Historia de la Compañía de Jesús”, de W. Bangert, que se ha extendido a todos los noviciados de España y América latina como libro de texto en esa materia. 


REJUVENECIMIENTO VOCACIONAL

Con el correr de los años, la nueva Provincia del Paraguay ha ido adquiriendo una fisonomía cada vez más paraguaya. Desde que la Provincia jesuita se indispendizó de España y sufrió el desgarrón impuesto por las expulsiones del año 76, se hizo la opción por fomentar decididamente las vocaciones nativas. El P. Antonio Betancor, primero, y después el P. Manuel Casares, han sido los grandes promotores vocacionales entre los jóvenes de nuestro país. Durante los trece años transcurridos desde la iniciación del Noviciado en Paraguarí, han entrado 65 jóvenes en la Compañía; de ellos, 40 perseveran en la actualidad, lo cual arroja un promedio del 61%.

Esos jóvenes jesuitas, que han iniciado su formación religiosa y académica en el Paraguay, vienen a unirse a los trece jesuitas paraguayos mayores (sacerdotes y coadjutores), totalizando 53 jesuitas paraguayos, que representan el 45% de la Provincia.

En todo el país (y en el continente) corren aires de auge vocacional; somos conscientes de que el testimonio de una vida consagrada a Cristo al servicio de los pobres es lo que más atrae a nuestra juventud, sobre todo a los que todavía no se contagian por los ídolos del poder, el placer, el tener. Los jesuitas, que oficialmente hemos optado preferentemente por los pobres y estamos dispuestos a servir a la fe y promover la justicia, vemos que el carisma ignaciano puede prender en el ánimo de muchos jóvenes paraguayos inconformistas que quieren seguir el camino de Ignacio, precisamente en esta tierra tan identificada con la obra de los antiguos jesuitas.


RECONOCIMIENTO DE LA UNESCO

La primigenia Provincia jesuítica del Paraguay, especialmente en lo que corresponde a las Reducciones (tanto las de los indios guaraníes, como las de los Chiquitos y Mojos, ahora en la región boliviana, pero un día parte de “Paracuaria”) nunca cayó en el olvido entre los historiadores o científicos interesados en el progreso social, por no decir utopías, buscadores de sistemas perfectos tanto política como económicamente. Pero, en la pasada década, por una serie de razones, el interés ha subido a un nuevo nivel.

En 1972, UNESCO realizó un encuentro en Asunción, en el cual hubo general acuerdo sobre la necesidad de salvar, especialmente, las ruinas de Trinidad. La organización alemana Adveniat y la Arquidiócesis de Colonia, sobre todo, bajo la dirección del doctor Paul Frings, reunió fondos para la reparación de las Reducciones que aún perviven en el Paraguay. Otro encuentro de la UNESCO se tuvo en Asunción en 1974, y dos años después fue filmado en Alemania un documental para la televisión sobre las Reducciones.

Ese mismo año, Philip Caraman, jesuita, publicó una obra sobre las Reducciones: El Paraíso perdido, traducido de inmediato a varias lenguas. En 1976, el P. Clemente McNaspy, visitó y fotografió muchas de las Reducciones del Paraguay y del nordeste argentino, lo que, dos años después, condujo al filme que el jesuita norteamericano Robert McGown, con ayuda de los jesuítas paraguayos y de los bienhechores y amigos de los jesuítas en Estados Unidos, juntamente con José Mana Blanch y con la del jesuita Daniel Flaherty, de Chicago, se pudo publicar en 1982 una obra de arte sobre las Ciudades Perdidas del Paraguay. El mismo año, el Dr. Paul Frings, en unión con el jesuita Josef Ubelmesser, dio a luz una publicación semejante, basada exclusivamente en las Reducciones de Paraguay, titulada Paracuaria.

El interés fue creciendo en 1978, cuando la UNESCO acuñó una medalla en oro, plata y bronce, con la leyenda “Orbis Guaraniticus” (El Mundo Guaraní) y hacia ese mismo tiempo, Robert Bolt, guionista de “Un hombre para la eternidad”, y otras famosas películas, comenzó a trabajar su reciente película, “La Misión”.

Años atrás, el drama de Hochwalder en 1950, “Das Heilige Experiment”, conocida en español con el título “Así en la tierra como en el Cielo”, probó el hecho de que las Reducciones tienen un interés mucho más amplio que el científico.

Los notables museos instalados, sobre todo, bajo los auspicios de Paracuaria y con la ayuda de Hays (Kansas), obra en gran parte del hermano jesuita, Antonio Fernández Mateos, (quien murió repentinamente el 7 de noviembre de 1982) ofrecen las imágenes restauradas de las Reducciones, restauración hecha por el chileno Tito González y el arquitecto y artista paraguayo, Bernardo Ismachoviez, con una finalidad catequística y de instrucción religiosa. Los tres más ricos en imágenes son los de San Ignacio Guazú, Santa María, Santiago, aunque notables colecciones de estatuas policromadas están repartidas en la pequeña iglesia de Trinidad, en la parroquia de Jesús y en la parcialmente restaurada, de San Cosme y Damián. Espléndidas estatuas y otras obras de arte enriquecen la Casa de Loreto, en Santa Rosa, un lugar recogido para la meditación y el encanto religioso.


RECORDANDO A LOS JESUÍTAS DE LAS REDUCCIONES

Relacionado con el casi reciente redescubrimiento de las Reducciones del Paraguay, es el renovado interés por la música de las Reducciones, especialmente la del principal compositor jesuita que vino como misionero al Paraguay, Domenico Zipoli. Gracias a la colaboración de algunos seglares de Bolivia y de franciscanos amigos, se ha salvado la partitura de la más conocida e importante composición de Zipoli, una misa, que, bajo la dirección del músico y director paraguayo, Luis Szarán, y de Isis de Bárcena Echeveste, ha podido ser escuchada por el público paraguayo. La primera presentación en una Reducción —más que una “representación”, una experiencia litúrgica realizada durante una misa pontificial concelebrada— tuvo lugar en la restaurada iglesia de la Reducción de Trinidad, en la fiesta de la Santísima Trinidad de 1986, ante unos cientos de fieles y sacerdotes, que vinieron de casi todo el país. La cobertura radial y televisiva, al igual que la prensa, centraron la atención nacional en la antigua tradición paraguaya de las Reducciones. La misa de Zipoli queda archivada en Paraguay y tres jesuítas han sido invitados por el obispo franciscano de Concepción (Bolivia) para estudiar y copiar unas 5.000 páginas de música de las antiguas Reducciones jesuíticas.

Al conmemorar los 400 años de la llegada de los primeros jesuitas al Paraguay, cabe recordar que la mayoría de los misioneros eran europeos, pertenecientes, por lo menos, a treinta nacionalidades. Más interesante, quizás, es el hecho de que unos ochenta misioneros de las Reducciones habían nacido en Paraguay y que una porción de ellos eran jesuitas en los mismos años de la expulsión, permaneciendo fieles a la Compañía y juntándose a sus hermanos desterrados para el resto de su vida.

Aún, hoy día, los jesuitas de la nueva Provincia del Paraguay gozan de un profundo espíritu misionero. Cuando el P. General, Kolvenbach, hace poco, pidió voluntarios de Latinoamérica para una difícil misión africana, muchos jóvenes paraguayos se ofrecieron de inmediato. Había que escoger, y la suerte cayó sobre Esteban Ruiz Díaz, nombre muy apropiado, ya que en la antigua provincia paraguaya (1607-1768), se encuentran catorce jesuitas con el apellido Ruiz y dieciséis con el de Díaz. Viene a la memoria la famosa frase de Mana, Reina de Escocia: “En mi final, está mi comienzo”.



MIEMBROS DIFUNTOS DE LA PROVINCIA PARAGUAYA (desde 1950 hasta 1987)

1.      H. Fermín MONTAÑA - 1954 (t Asunción)

2.      P. Pedro CASELLAS - 1958 (t Itá Ybaté)

3.      P. Joaquín VERICAT - 1959 (f Asunción)

4.      S. Luis REYES- 1963 (t Quito)

5.      H. Eladio REYES - 1964 (t Itá Ybaté)

6.      P. Antonio GUASCH - 1965 (t Sevilla)

7.      P. Antonio CRESPI - 1967 (f Asunción)

8.      P. José COMAS - 1969 (t Barcelona)

9.      H. Salvador ORENGO - 1970 (t Valencia)

10.    P. Juan J. GOMEZ - 1971 (f Asunción)

11.    P. Vicente ALVADO - 1972 (t Buenos Aires)

12.    P. José PEDROS A - 1972 (t Asunción)

13.    P. Antonio BOIX - 1976 (t San Ignacio)

14.    P. Teófilo OSUNA - 1977 (t Asunción)

15.    P. Alejandro R. CHACON - 1977 (t San Ignacio)

16.    P. Luis PAROLA - 1978 (t Asunción)

17.    H. Gabriel APONTE - 1980 (t Asunción)

18.    P. Gregorio FERNANDEZ - 1982 (t Granada)

19.    P. Ulpiano LOPEZ - 1982 (f Asunción)

20.    H. Antonio FERNANDEZ - 1982 (t Asunción)

21.    P. Francisco AYALA - 1983 (t Tacuatí)

22.    P. Femando PEREZ ACOSTA - 1983 (t Barcelona)

23.    H. Julio DOMINGUEZ - 1983 (t Asunción)

24.    P. Ignacio COSTA - 1985 (t Asunción)

25.    P. Luis LEITA - 1985 (t Corateí)

26.    P. Juan N. PEREZ - 1986 (t San Ignacio).


SÍNTESIS HISTÓRICA

PRIMERA MISIÓN

1585 - Francisco de Angulo, superior de la primera misión, y Alonso de Barzana, compañero.

1587 - Thomas Fields (irlandés), Manuel Ortega (portugués) y Juan Saloni (catalán).

1593 - Juan Romero, superior de la Misión; Marciel de Lorenzana, compañero; colegio fundado en Asunción.

1607 - Provincia: Diego de Torres Bollo, fundador y primer Provincial de la Provincia del Paraguay.

1609 - Roque González de Santa Cruz (asunceno, ingresó a la Compañía de Jesús, ya sacerdote).

EXPULSIÓN

1767-8 - Manuel Vergara (último Provincial, muerto en Cádiz, 1770).

RESTAURACIÓN

1844 - “Misión Paraguaya” restablecida, incluyendo Argentina, Uruguay, partes del Brasil y todo el Paraguay, pero sin fijar residencia en territorio paraguayo.

1927 - Regreso al Paraguay: Ramón Lloberola, Provincial de Argentina; Felipe Lérida, Superior de Asunción, 2 de enero.

1931 - Eustaquio Zurbitu, nuevo Superior, 11 de febrero; Luis Parola, Provincial de Argentina hasta 1936.

1937 - Vicente Alvado, Superior, 6 enero.         ,

1938 - José Pedrosa, Superior, 22 enero.

1950  - Paraguay y Bolivia forman una nueva unidad administrativa en el Cono Sur, la Viceprovincia dependiente de la Tarraconense o Cataluña; Luis Parola, Provincial.

1954 - Julián Sayós (ex Provincial de la Tarraconense) es nombrado Provincial.

1958 - Nueva Viceprovincia, dependiente de Andalucía (o Bética); Manuel Mana Fernández de Castro, Provincial.

1963 - Manuel Segura, nombrado Provincial, 2 febrero.

1969 - Luis Moreno, nombrado Provincial, 22 enero.

1972 - Bartolomé Vanrell, nombrado provincial, 11 febrero.

1974 - Paraguay, Viceprovincia independiente, Antonio González Dorado, nombrado provincial, octubre 12.

1980 - Jesús Montero Tirado, nombrado provincial, octubre 31.

1983 - Durante la Congregación General N9 33, se crea la Provincia del Paraguay.

1986 - Ramón Juste, nuevo Provincial, agosto 23.



BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA

Con el fin de ampliar y complementar la información relatada en la presente obra, queremos remitir al lector a otras fuentes de información, algunas ya publicadas, otras no.

PAROLA, Luis, sj. Historia contemporánea de la Compañía de Jesús en el Paraguay: 1927-1979, Asunción, 1973 (mimeografiado).

Revista ACCION: N° 29, (abril 1986), “Las siete expulsiones” de Meliá, B., pp. 24- 30. (Reproducido en Meliá, B: El Guaraní conquistado y reducido. Ensayos de Etnohistoria, pp. 220-234. 1988, 2a edición.

Revista ACCION: N° 35/36 (febrero 1978) Jesuitas ayer y hoy.

Revista ACCION: N° 84 (agosto 1987). Los Jesuitas: 400 años en el Paraguay.


INDICE

PRESENTACIÓN

I.- EL RETORNO (1927)

SUPERIORES PROVINCIALES DE LA

COMPAÑIA DE JESUS EN PARAGUAY DESDE 1950 - 1988

II. VICEPROVINCIA BOLIVIANO-PARAGUAYA ( 1950 - 1958 )

III. PARAGUAY VICEPROVINCIA SEPARADA ( 1958 - 1974 )

IV. VICEPROVINCIA INDEPENDIENTE ( 1974 )

MIEMBROS DIFUNTOS DE LA PROVINCIA PARAGUAYA

( desde 1950 hasta 1987 )

SÍNTESIS HISTÓRICA

BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA



Sagrario de la Capilla del Museo de San Ignacio Guazú (Misiones)



ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

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Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
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