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EL ENEMIGO OLVIDADO
(GLOSA)
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Tantos años huyendo y esperando
y ahora el enemigo estaba en mi casa.
JORGE LUIS BORGES –
"Episodio del enemigo"
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Yo estaba trabajando en mi libro, el que quería editar a fin de año. Pola, mi perra guardiana, ladró anunciando un forastero. Me asomé a la ventana y ví venir por el angosto sendero de ripio a un hombre que caminaba penosamente, rengueando; con frecuencia se apoyaba en los árboles jadeando al andar, vestía pobremente y tenía unas canas desgreñadas. Me fastidió la visita, me haría perder tiempo, ese tiempo tan precioso para mí en estos momentos. No obstante, pudo más en mí mi natural misericordia y salí a abrirle la puerta. Debe de ser un pordiosero o un forastero extraviado, pensé. Apenas llegado al corredor yo le pasé la mano y le ofrecí una silla. En vez de aceptar el ofrecimiento me tomó fuertemente del brazo con su diestra y con la siniestra se sacó la peluca de anciano y se paró cuán alto era. El viento jugó con una larga cabellera rubia. Me era totalmente desconocido, sus ojos azules se clavaban con odio en los míos.
-No me recuerdas, no. Han pasado muchos años.
Yo tratando de zafarme tuve una vaga idea de un compañero de la escuela primaria, de pelo rubio y ojos azules, a quien llamábamos "El Judío" y a quien hacíamos víctima de nuestras travesuras. El se defendía como fiera, pero como nosotros éramos más, siempre lo dejábamos hecho una lástima. Con frecuencia volvía a su casa con los cuadernos deshojados, algún chichón en la cabeza y hasta creo recordar que por un empujón contra el banco se rompió una pierna. No lo dejábamos jugar a la pelota con nosotros y yo era, casi siempre, el jefe de los vándalos.
-Sí, me parece recordarte. Eres "El Judío".
-Qué bien que me recuerdes. Vengo a tomar venganza de todo lo que me hiciste. Te voy a matar, a matar.
Metió la mano en la cintura y sacó un cuchillo, cuya hoja relució a la luz del sol poniente. Me zafé de él y entré en el cuarto pero no pude cerrar la puerta: él lo impidió con el pie. Mi perra lo tomó de la pierna pero él parecía no sentirlo. Corrí a refugiarme detrás de una mesa pero el hombre con una agilidad felina estuvo a mi lado en el acto, con una patada se desprendió de la perra; yo volví a correr, tomé una silla para defenderme con ella pero perdí pie y caí. El apoyó la punta del cuchillo en mi cuello.
-No tiene razón esta venganza -le dije- Hoy somos adultos, han pasado muchos años y aquello fue inconciencia de chiquillos.
-Sí -me contestó-. Han pasado muchos años pero yo no lo olvidé. Esta renguera se encarga de recordármelo. Y ahora te voy a matar.
-No vas a poder -le dije.
-¿Y quién me lo va a impedir? Sé que estás solo y que nadie va a venir a defenderte.
-Sí, alguien me va a defender.
- ¿Quién?
-Mi perra.
Pola ladró y me despertó.
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ANA JAVALOYES
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