TITO CABRERA GIMÉNEZ -nacido el 26 de marzo de 1918 en Dos Bocas, San Estanislao, Departamento de San Pedro-, en la década de 1920, no faltaba a las fiestas de San Juan. Mitâ’i guasu, kasô mbyky, con su madre, doña PETRONA GIMÉNEZ DE CABRERA, concurría a las fiestas del santo del fuego y de los juegos.
Don Tito recuerda que la casa de JUAN VILLALBA, en Monte Alto - famoso por sus riñas de gallo hasta no hace mucho-, era uno de los destinos obligados. En Ñu po’i, en la casa del oficial de compañía de apellido Martínez, también se vivía el San Juan ára que entonces no estaba contaminado de elementos ajenos a la tradición.
En medio del tatapyî ári jehasa, la carrera vosa y las incursiones del toro candil de astas llameantes, de repente aparecía un personaje que hoy está definitivamente desaparecido de las fiestas de San Juan: el Pombéro. Era alguien vestido con ropa oscura, de crecido pelaje y rostro pintado en negro. A toda velocidad, secuestraba a alguna embelesada dama y corría con ella. Los kamba ra’anga se lanzaban en su persecución, rescatando a la mujer. El karai pyhare se perdía en la espesura, volviendo luego para repetir la escena.
Otro personaje propio del paisaje festivo era el burro, hoy ya también borrado del espectáculo, aun del más pretendidamente tradicional. Era un burro ra’anga tallado en timbo -una madera muy blanda-, con huecos para dar lugar a que un hombre se introdujera en su armaje, como en el del toro candil. Saltar por los aires era su función, para algarabía de los presentes.
Aquel niño de ojos asombrados creció y se hizo hombre del modo más duro en que alguien puede adentrarse de lleno en la vida: como soldado en el Chaco, a los 17 años. Llegó muy lejos, hasta Villa Montes, en 1935. Una bala de mortero le hirió y se salvó milagrosamente, siendo evacuado al Cuartel General de Isla Po’i.
Como a los 14 años, cuando él y otros le acompañaban un largo trecho -hasta a dos leguas de distancia de Santaní-, a los que iban al frente tal vez a morir, se encontró enredado en la poesía. "El senti-miento humano me hizo poeta", asegura.
Tras la guerra, CRISPÍN CONCEPCIÓN ORTELLADO y PEDRO ENCINA RAMOS fueron sus maestros. Con ellos aprendió los secretos del ritmo y la métrica. Desde entonces, su oficio es la palabra.
En 1992, recordando sus vivencias de niño, escribió OGUAHÊ SAN JUAN ÁRA. No menciona el Pombéro ni el burro, pero lo esencial de esa tradición está en sus versos. Lo llamativo que cita es la carrera de gatos, costumbre de muy pocos lugares.
Ese mismo año, su coterráneo OSCAR NELSON SAFUÁN -nacido el día del inicio de la primavera, en 1943, en San Estanislao-, le puso música en San Pablo, Brasil, grabándolo inmediatamente.
La obra de Cabrera Giménez y Safuán es uno de los retratos más acabados de la verdadera fiesta de San Juan.
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