MÓNICA GONZÁLEZ
GUARDAESPALDAS
Trozos de caño ensamblados, espejos retrovisores.
Año 1999
Propiedad de la artista
UN CUENTO DE PAUL AUSTER
La obra «GUARDAESPALDAS» retoma algunas de las cuestiones centrales de la poética de Mónica: el tema de la imagen y el reflejo, de la mirada que atraviesa y se tuerce, que rebota, se refracta, y termina devolviendo otras figuras y remitiendo a otros lugares.
Planteada como un montaje, la obra propone una visión fragmentaria y distorsionada, incapaz de producir una imagen cabal y de reflejar en forma directa. Los objetos que integran la instalación se componen de trozos de caños que, ensamblados entre sí, conforman trayectos quebrados, retorcidos, vueltos bruscamente hacia atrás. Estos caprichosos cuerpos tubulares, diferentes unos de otros, rematan en pequeños espejos retrovisores y se encuentran dispuestos en el espacio como extraños artefactos que estiran sus cuellos mecánicos en direcciones desiguales tratando de capturar cada uno un momento de una realidad quebrantada.
Ubicado ante ese conjunto de articulados tentáculos, el espectador se ve multiplicado en partes que no pueden ser reunidas en un solo conjunto. Y no pueden hacerlo no sólo porque los espejos enfocan parcialmente sino porque lo hacen desde ángulos disociados. Es imposible la percepción entera de uno mismo. Pero tampoco es posible la imagen cabal del otro. El guardaespaldas tiene la función de cuidar y acechar: su mirada accede a lugares de uno que uno mismo no puede mirar. Pero, a su vez, él se encuentra examinado por la mirada oblicua de quien debe vigilar. Y, quizá, por el atisbo torvo de quien amenaza al de las espaldas guardadas.
La plena representación de la identidad resulta una tarea vana; quien mira a otro buscando espiarlo o protegerlo, someterlo, admirarlo o seducirlo, no encontrará un contorno quieto, capturable, sino el reflejo de otra mirada, cómplice o adversaria, esquiva siempre. En este lance de miradas se encuentran cifras oscuras de la paradoja del encuentro humano, en el doble sentido de aproximación y de tropiezo que permite el término «encuentro». Quizá uno de los recursos que tiene el espejo para salvar, en parte, el malentendido de sus reflejos reflejados radique en su capacidad retrovisora: en la posibilidad que ofrece de desviar la mirada hacia atrás -hacia atrás de sí, hacia atrás del otro- y recordar o imaginar la figura recién alejada.
TICIO ESCOBAR
MÓNICA GONZÁLEZ: Nace en Asunción en 1952. Desde 1971 toma clases con Livio Abramo y Edith Jiménez, Olga Blinder, Felipe Noé, Dorothe Willert, entre otros. Integró el grupo de artistas El Aleph. Participa de diversas exposiciones colectivas y bienales internacionales como las de Sao Paulo, Mercosur en Porto Alegre, Venecia, La Habana, el festival de Medellín y Johannesburgo. Realiza además exposiciones individuales tanto en el país como en el extranjero. Su obra se encuentra representada en el CAV/ Museo del Barro y en colecciones privadas del Paraguay y el exterior.
Fuente:
Centro Cultural de España “Juan de Salazar”,
Asunción-Paraguay 2002.
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