JUAN E. (ESTANISLAO) TORRES RUIZ DÍAZ -nacido el 30 de marzo de 1903 en Luque y fallecido en el mismo lugar el 28 de julio de 1982-, era un andariego. Huérfano a muy corta edad, se hizo cargo de él una hermana en Concepción. Allí recibió su primera instrucción formal. Con el tiempo, su avidez por aprender, su espíritu inquieto y su inteligencia alerta le permitieron acrecentar sus conocimientos.
Los quebrachales de Puerto Pinasco vieron al vigoroso joven empuñar el hacha, luchar contra la inclemencia del monte y derrotar sus propios límites. Su hermano Silvano fue siempre su compañero inseparable. Juntos saboreaban los días de gozo y los amargos que la vida les colocaba en el camino.
Con el paisaje de la selva en los ojos y en la piel, su siguiente destino fueron los obrajes del Alto Paraná. Como mensú, atado a su trabajo cotidiano, aprendió los nombres del dolor y la esperanza, de la pena y la felicidad fugaz. Sus vivencias en esta parte del país despertaron en él las palabras que dormían hasta entonces en su corazón de poeta.
La Guerra contra Bolivia lo trasladó a una geografía donde junto a la espinosa vegetación acechaba a cada paso la muerte. Una herida le permitió retornar a Luque quedando luego como oficial de Intendencia. Conocer a la que sería su compañera para toda la vida lo retuvo definitivamente en la ciudad de los orfebres y la música.
Este es el hombre que a mediados de la década de 1970 sintió la ineludible necesidad de cantar a Luque y su entorno. Por eso sus versos van citando aquellas compañías que él conocía a la perfección. De ese modo, de su pluma, nació VERGEL LUQUEÑO.
El autor de la música es el arpista y guitarrista DIONISIO VALIENTE RAMÍREZ, quien llegó al mundo en el barrio Trinidad (Asunción) el 3 de octubre de 1932 y lo dejó para siempre el 24 de octubre de 1986. "Me siento luqueño de sangre, pues mis ascendientes maternos son todos de Luque", solía decir. Contrajo matrimonio con MARÍA REGINA GAONA ARRÚA -a quien como cantante se conocía como Margarita de la Sierra- de Cañada San Rafael, un barrio de Luque. Estos datos son suficientes para indicar que nadie era más indicado que él para musicalizar la obra de Torres.
Identificado con la tierra en la que vivía, su primer conjunto se llamó "LOS CUATRO DE LUQUE". Luego tuvo otro: "ZORZALES DE AMÉRICA".
Valiente era también, además de maestro que formó a numerosos intérpretes de arpa y guitarra, un recopilador del folklore de nuestro país. Un valioso archivo atestiguaba la riqueza de sus hallazgos en materia de música y poesía.
Según un testimonio compilado por DOMINGO REGALADO PÉREZ, -quien recogió estos datos acerca del poeta y del compositor y gracias a quien es posible escribir esta historia-, memoria viva de Luque, Valiente compuso la música de VERGEL LUQUEÑO una madrugada. "Al principio la canción estaba en mi mente, pero sin poder materializarla", relataba, indicando que una noche le llegó la inspiración agregando que al poco tiempo, para sorpresa suya, la música "ya se di-fundía de boca en boca en la calle". "El público lo aceptó inmediatamente" relataba en alguna ocasión el compositor, de acuerdo a lo que por escrito tiene Pérez.
ALBERTO DE LUQUE cuenta que un día Valiente le dio la partitura de VERGEL LUQUEÑO para grabar. "Eso fue cuando vine a Asunción. Luego fui a Buenos Aires para grabar, entre otras, esa polka. Al arreglador de las obras que iba a cantar no le gustó la música de Valiente. Fue por eso que le puse la introducción que se conoce. Eso le conté a los dos autores. Valiente aceptó lo que yo había hecho", concluye el cantante y compositor.
VERGEL LUQUEÑO
Es el sol que va muriendo entre nubes silenciosas
arrastrando hacia el ocaso ese bello atardecer
lleva el beso ya postrero de la frágil mariposa
que liba néctar de rosa y almibarado clavel.
Como un suspiro lejano llega el viento perfumado
trayendo cantar a Luque de su aromado vergel
de Laurelty, Costa Sosa, Ykua Duré, Isla Bogado
y del jardín admirado Cañada San Rafael.
Allá lejos se diluye cual mensaje de un ensueño
entre rayo agonizante, Maka'i, Maramburé
con la cálida sonrisa los pasivos lugareños
con el arpa y la guitarra cantan en dulce ava ñe'ê.