- Ahángo ñande vállepe ha lo mitã che aho'i: oipotaiterei ajapo peteî polka Guarambarépe (Estuve por nuestro valle y los amigos me rodearon: quieren que, a toda costa, haga una polka dedicada a Guarambaré)-, le cuenta el bandoneonista y compositor CARLOS BORDÓN -nacido el 4 de noviembre de 1923- a su amigo y compueblano, el poeta ROGELIO QUINTANA -venido al mundo el 23 de enero de 1908-. La conversación es en el bar que este último tenía en Chile y Jejuí, Asunción.
El músico, que solía ensayar a una cuadra de ahí con la orquesta del maestro FLORENTÍN GIMÉNEZ, sabía que Quintana, en esos días de 1960, escribía para su padre -GABINO BORDÓN, también músico y compositor-, una letra con el nombre de GUARAMBAREÑA.
- Ejapóna ñandéve la verso (por qué no quedan a tu cargo los versos)-, le sugiere Carlos a Rogelio.
- Bueno, apreparáta (está bien, voy a escribir)-, se compromete el que entre palabra y palabra atiende a sus clientes.
Bordón, con frecuencia, regresa para preguntarle a su coterráneo si el poema ya está listo. "Ne'írã piko oî (¿todavía no hiciste?)", le urge al propietario del negocio de comidas al paso. "Oîtama hína (está a punto de terminarse)", le responde el aludido una y otra vez. Una tarde, los dos artistas se encuentran nuevamente. Al mirarse, presienten que estaba terminando el tiempo de las esperas.
- Arekóma la música (ya tengo la música)-, le anuncia CARLOS BORDÓN.
- Ha che ajapopáma la letra (y yo ya terminé los versos)-, le responde ROGELIO QUINTANA.
La dicha, sin embargo, no les dura mucho, según cuenta el poeta. Comprueban que la métrica de la poesía no concuerda con la estructura de la composición. "Mba'étepa jajapóta (qué le vamos a hacer)", dicen, y resuelven ir a lo práctico. Carlos le tararea la melodía a su inminente coautor. Éste la retiene en la memoria y decide reconstruir su trabajo poético.
- Radio Guaraní-me astrenase hína ko domingo oúvape (el domingo que viene lo quiero estrenar en Radio Guaraní)-, le comenta el bandoneonista al escritor.
- Ha sávadona eju upéicharõ (vení el sábado, entonces) - le tranquiliza hasta donde puede el que todavía debe completar su tarea.
"En apuro se hizo esto", comentaba con sus lúcidos 91 años ROGELIO QUINTANA en medio de la emoción del Festival del Takuare'ê del Club Luis Alberto de Herrera, de Guarambaré que acababa de rendirle un homenaje a los autores de la obra que identifica sin confusión posible al "pueblo florido" y al "vy'a renda".
CARLOS BORDÓN, atento al testimonio de su compañero, no puede guardarse la picardía: "imbeguéko, pero isegúro (es lento, pero seguro)", afirma.
Para el día convenido, los versos de Guarambaré estuvieron listos. Eran sencillos, transparentes y emotivos. Revelan el dominio de la versificación por parte del autor: los eneasílabos son perfectos y permiten que la música desarrolle su lenguaje sin tropiezos en el marco de una melodía pegadiza y original.
El éxito de la composición fue inmediato. Los guarambareños, desde el primer instante, se sintieron identificados con la polka.
GUARAMBAREÑA, ya compuesta por el padre de CARLOS BORDÓN, quedó sin letra. "La primera estrofa es la que hice en realidad", rememora ROGELIO QUINTANA. A cambio había nacido GUARAMBARÉ destinada a grabar los nombres de sus autores en el libro de la gloria inextinguible de los que perduran en la memoria de los suyos porque cantan a su pueblo.