. CRÓNICA DE GUERRA
He sentado plaza de soldado en el Campamento de Cerro León el 31 de marzo de 1864, formando parte del Regimiento de Caballería Número 11 a cargo del Capitán VICENTE FLORENTÍN; allí ascendí a Cabo y poco después a Sargento, después de haber sido medianamente instruido en la técnica militar española por el instructor en jefe entonces teniente DELGADO (futuro General)(1).
Hicimos con mi regimiento el servicio de vanguardia, a esta parte de la orilla del Estero Bellaco; llegó el 2 de mayo de 1866, día miércoles, a las seis o siete más o menos de la mañana recibimos orden de pasar el estero por Paso Cidra y atacar la vanguardia del Ejército aliado, mientras otros cuerpos pasaban el mismo estero por los pasos Angelito, carrito y Gómez, con la misma orden. La brigada de que yo formaba parte iba al mando inmediato del coronel BRUGUEZ.
El ataque fue simultáneo y bastante rápido, cuando el enemigo se apercibió ya sus avanzadas estaban destrozadas y picábamos a sable lanza y bayoneta, todo el cuerpo principal de la vanguardia enemiga que quedó destrozada completamente (2).
Recogimos dichos trofeos entre ellos figura una batería completa de artillería volante "con todas sus dotaciones". Nuestra misión estaba cumplida. Comenzamos la retirada cuando el grueso del Ejército enemigo se ponía todo en movimiento; desprendió una gruesa columna de infantería que trato de impedirnos el pasaje del Paso de Cidra. A pesar de que el coronel Bruguez colocado ya a esta parte, hacia sobre ellos un nutrido fuego de metralla, osaron forzar el paso en nuestra persecución una parte de dicha columna con quienes sosteníamos un fuerte tiroteo. Cuando los de la parte opuesta principiaron a remolinear por efecto de la metralla de Bruguez, este nos mandó a cargar a sable sobre los que había forzar el paso; los verificamos con alguna prontitud arreándolos a sable hacia el Paso, que era angosto y el agua daba por el pecho; allí se metieron en desorden y sumamente apiñados que cuidando ya no estaban al alcance del sable, los enlazamos sacando del agua varios de ellos arrastrados a la cincha. Los que escapan de esta operación iban a unirse con sus compañeros del otro lado. El grueso del Ejército aliado se contentó con bombardearnos todo aquel día desde una altura que se prolonga paralela en la parte opuesta del estero.
No olvidaré la serenidad y la sangre fría que demostró entonces el Coronel BRUGUEZ, él mismo se apeaba del caballo para poner puntería en sus cañones que eran muy certera, era tenido en el concepto de que tiraba bien; ese día una bala de cañón cortó las bridas de su caballo a raíz del freno otra cortó la cola del mismo montado mas arriba del corvejon es decir por la mitad de la espiga o palote; se nos dijo que la fuerza a quien atacamos ese día era el ejército oriental al mando del general FLORES también supimos que aquel día el ejército aliado sufrió bastante bajas.
Después de este hecho de armas continué con mi regimiento haciendo el servicio de vanguardia; en fin, llegó el día jueves 24 de mayo de 1866; temprano ensillamos nuestros caballos nos pusimos en formación, brida en mano vino un sacerdote, mandó abrir filas, nos ordenó rezáramos el acto de constricción y echó sobre nosotros la absolución general; enseguida el oficial de cada compañía seguido de un cabo o soldado nos hizo tomar un trago de caña en una guampita. Mientras esto se verificaba otros cuerpo de caballería e infantería venían agregándose a nosotros y prolongando la línea; el lugar en que estábamos era frente al Paso de Yataity Corá; la expresada línea se extendió, con pocos intervalos causados por el terreno hasta el paso o guardia Ybapoí y quedábamos al frente del centro de la línea del enemigo. Esta división fue mandada por el coronel DÍAZ y otros jefes como el mayor BENÍTEZ, que murió de resultas de una contusión que recibió ese día. Esperábamos la señal para avanzar que devía ser tres tiros de cohetes a la congreve, se dio esta y avanzamos, a paso de trote por Yataiti Corá, Paso Ibayai y por fin por el Estero bajo un diluvio de balas de artillería y fusilería que habrían grandes claros en nuestras filas.
La orden que llevábamos era atacar el cuartel general del general MITRE situado en nuestro frente en un naranjal llamado Duré Cué o Naranhayty Rendá. Destrozados llegamos hasta las trincheras del enemigo hasta picarnos a sable y bayoneta con sus defensores: no pudimos escalar. Ya a la puesta del sol, los exiguos restos de mi regimiento, nos retiramos a nuestras posiciones de vanguardia; nuestro número quedaba tan reducido que apenas pudimos montar la guardia de ordenanza. De los enlaces de RESQUIN y BARRIOS que debían de cargar simultáneamente ese día con nosotros por la derecha y la izquierda del enemigo, para envolverlo, no se lo que han hecho y ni lo que han dejado de hacer, pero estoy llevado a decir que no han hecho nada; que de no ser así, otro hubiera sido el resultado de aquella jornada.
A los restos de mi regimiento se agregaron otros quedando desde entonces de la denominación de "REGIMIENTO 10" siempre a las órdenes del mismo comandante GONZÁLES y al servicio de vanguardia. Reforzado esta con dos regimientos mas el 20 y el 2, el primero comandado por el capitán RIVAROLA y el segundo por un teniente de apellido CORONEL.
El servicio de vanguardia lo hacíamos desde entonces, desde el Paso de Yatayty Corá hasta un lugar que llamábamos Umbú por un árbol que allí había con ese nombre. El comandante en jefe de la vanguardia, estaba a cargo del coronel NUÑEZ que situó su mayoría en la embocadura de Paso Pucú, frente a Yatayty Corá desde donde tenía a la vista todo el campo de operaciones de la vanguardia.
Como en el intervalo de tiempo transcurrido desde el 24 de mayo de 1866, hasta el 23 de octubre de 1867 no se ha efectuado en nuestra vanguardia combate de importancia, salvo las frecuentes guerrillas y escaramuzas, algunas de ellas sangrientas, citaré solo algunos hechos que me parece de importancia y merece recordatorio tales, como la entrevista del Mariscal LÓPEZ con el general MITRE en Yatayty Corá verificado en setiembre de 1866; la ascensión del globo aerostático en Tuyuti, ignoro la fecha y el mes; el asalto y toma que hicimos de un convoy de carros y mulas, cargados de víveres que de Tuyutí iban a Tuyucué. El cargamento tomado consistía en jabón, bolsas de galleta, ropa hecha, y algunas resmas de papel: tal vez algunos otros artículos que no recuerdo.
Otro asalto verificamos de este modo: el sargento espía JUAN ROSA VALDÉZ, oriundo de esos lugares, dio cuenta al Mariscal LÓPEZ, que a la derecha del enemigo y un poco a su retaguardia, en un potrero había una novillada al cuidado de unos 20 o 25 hombres. El Mariscal ordenó que espiara bien, a las tres o cuatro noche del parte de VALDEZ vino en nuestra vanguardia un capitán o teniente que ya no recuerdo sacó de mi regimiento dos escuadrones, entre ellos fui yo el teniente o capitán que iba a comandar la expedición nombro para su segundo a mi alférez de entre nosotros, que no recuerdo el nombre, que era conocido con el apodo de urucurea (lechuza) guiado por VALDÉS, marchamos con el mayor silencio en la oscuridad de la noche que era garuosa; después de algunas horas de marcha que solo Valdez conocía, este nos hizo pasar al pie de algunos matorrales y yataisales, nos hizo echar pie a tierra y con mas silencio todavía nos condujo al otro lado de los referidos matorrales, allí habían dos carpas debajo las cuales dormían tranquilamente los cuidadores de la novillada. Poco segundo tardó para que los que dormían el sueño temporal lo trocase por el eterno.
Sacamos de allí algunos ponchos redondos que no era cosa demás entre nosotros, montamos nuestros caballos y Valdez nos indicó dispersar guerrilla por derecha e izquierda en sentido envolvente hasta efectuar la función de ambas guerrillas al otro lado de la novillada; Valdez se quedo en el boquerón con otros para servir de guía a nosotros y a la novillada.
Del referido globo diré; que para impedir al aeronauta la observación de nuestros campos, todos los puntos ocupados por el ejército nacional, hacíamos humo de manera que en pocos minutos todo el campamento quedaba cubierto de espeso humo.
Llego el tres de octubre de 1867 también jueves. En la primavera del dos el Coronel VALOIS RIVAROLA edecán del Mariscal LÓPEZ, llego a nuestra vanguardia con dos batallones de infantería y cuatro piezas de artillería volante (3).
A la derecha de nuestra línea de vanguardia emboscó su gente entre unos matorrales de talas y otros yuyos de altura suficiente para no dejar ver al enemigo lo que allí se ocultara; cuando aclaró el día tres y después de verificar nuestras descubiertas de servicio el Coronel RIVAROLA nos ordenó que fuéramos a provocar al enemigo en sus mismas posiciones; lo verificamos hasta muy cerca de sus trincheras bajo un nutrido fuego de infantería y artillería sufriendo algunas bajas; contramarchamos en retirada bajo el mismo fuego, pero el enemigo no nos perseguía, se contentaba con bombardearnos desde sus posiciones.
Nuestra emboscada permanecía siempre oculta; el Coronel RIVAROLA nos ordenó repitiéramos la provocación; lo hicimos acercándonos más a sus posiciones desde donde a gritos les dirigíamos hirientes sarcasmos alternados con el ruido estridente del turú que cada uno tocábamos.
Sin duda, el enemigo observaría que a nuestra retaguardia no había fuerza de reserva y desprendió una en nuestra persecución por el lado de nuestra izquierda, que era terreno firme como dos regimientos de caballería y por nuestra derecha que era fangoso, una columna cerrada de infantería como de cuatro batallones, ambas columnas marchaban en sentido convergente como para unirse por sus flancos; hicimos bien de cerca; y cuando estuvimos a la dirección de la izquierda de la infantería emboscada, y nuestra a la opuesta apoyada a una laguna fangosa y poco badeable y cuando ya no había de nosotros al enemigo mas intervalo que unos 15 o 20 metros, el Coronel RIVAROLA nos mandó "Cara vuelta", hizo tocar fagina y como un solo hombre aquella emboscada se levantó y a quemarropa hizo sobre el enemigo una descarga de fusilería simultáneamente con la artillería que casi aniquiló a ambas columnas sobre quienes cargamos a sables, lanza y bayoneta produciendo una horrorosa carnicería y persiguiendo sus restos dispersos hasta muy cerca de sus trincheras.
Recuerdo que esta tarde que al retirarse el Coronel RIVAROLA con la infantería que trajo, cada soldado llevaba dos o tres fusiles que recogieron del lugar de la refriega. Al otro día nosotros enterramos en un pozo grande como cerca de 600 cadáveres dejados por el enemigo, fuera de los que quedaron insepultos en el estero.
Nosotros después seguimos encontrando en el campo y sacando del estero más fusiles y tercerolas que llevábamos a entregar en la mayoría en donde se nos gratificaba por cada uno con un jarro de maíz tostado entreverado con almendras de coco que nosotros llamábamos chicharró-lambaré. Este combate es conocido con el nombre de UMBÚ.
El 2 de noviembre de 1867 nuestro comandante MENDOZA fue llamado por el Mariscal, a la tarde regresó y nos arengó diciéndonos para que nos preparásemos a traer mañana el cañón 40 rayado que estaba en nuestro frente en un reducto (4).
En la madrugada del día domingo tres de noviembre de 1867, toda la vanguardia marchábamos a medio galope cortando el estero sin rodeos ni precauciones al abarcar el día ya estábamos al pie de la trinchera en donde se encontraba el referido cañón; los de la trinchera nos recibió con una descarga de fusilería continuando al graneado el cañón ya no podía ofendernos, porque como habíamos echado pie a tierra, quedábamos más bajo que la boca y no podía hacer puntería muy agachado; el pozo era de poca profundidad pero el montón de tierra de la parte interior era arenosa y movediza lo que dificultaba su escalamiento, pero lo verificamos a pesar de esto y las bayonetas; entramos en el reducto por varios puntos; los de la guarnición pronto se rindieron; sacamos de allí un batallón prisionero con su jefe y oficiales, de la conducción de estos se ocupó una parte de los de vanguardia, y los demás en sacar el cañón, este se nos hundió en el estero hasta el muñón; tuvimos que dejarlo allí. Durante dicha operación las demás líneas del enemigo que habían sido simultáneamente atacados ardían; de otros lados fueron sacados varias otras piezas de artillería de menor calibre que el anterior referido. No recuerdo ya el general y jefes que dirigieron esta operación.
Después de todo, a la caída de la noche y cuando ya estábamos en nuestras posiciones de vanguardia el mayor MENDOZA, artillero hermano del capitán que nos comandaba, llego en nuestra vanguardia con una pequeña fuerza y varias yuntas de bueyes unidos y encadenaos con cuartas (más o menos 20 yuntas) y nos volvió a llevar adonde habíamos el cañón empantanado; llegamos allí, enganchamos el cañón, lo sacamos de su hundimiento, fuimos sentidos por los del reducto que ya había estado nuevamente guarnecido y artillado, hicieron fuego sobre nosotros, el fuego lo revivimos pero no lo contestamos; nuestro oficio era traer el cañón, lo conseguimos; en tanto un buey se hirió, lo desatamos del yugo junto con el compañero sano y seguimos la marcha.
El mayor MENDOZA recibió en esta jornada una herida de bomba, de cuyas resultas murió a los pocos días. Esa misma noche el cañón cuarenta rayado que nosotros llamábamos "fin" por el silbido de la bala que proyectaba, fue presentado al Mariscal LÓPEZ. La batalla de ese día es la que se conoce con el nombre de TUYUTÍ y todos los que tomaron participación en ella, fueron condecorados con una medalla de honor del mismo nombre, esta aun la conservo.
Después de esta batalla, el capitán MENDOZA, nuestro Comandante, ascendió a Sargento Mayor, y pocos días después fue herido por una bomba disparada del mismo reducto de donde con él sacaron el cuarenta, de esa herida murió a los pocos días y fue reemplazado por el capitán LUIS CÉSPEDES.
Continuamos nuestro servicio de vanguardia con guerrillas y escaramuzas; en febrero de 1868, no recuerdo la fecha, los acorazados forzaron el paso de Humaitá. El 22 de marzo del mismo año fue evacuado Curupayty y Paso Pucú.
Desde entonces quedé formando parte de la guarnición de Humaitá.
Quedamos completamente sitiados por el río y por tierra; el enemigo nos bombardeaba noche y día por todos lados; a mas de algunos serios reconocimientos que hacían sobre nuestras posiciones las que no le producían sino bajas de consideración, el 16 de julio de 1868 nos llevaron un ataque formal, fueron rechazados con grandes pérdidas. Humaitá entonces no era tan fácil tomarla, mientras haya adentro alguna fuerza que la mezquine.
En fin nuestros víveres se agotaron, nuestra ración diaria consistía en una de estas tres cosas: un jarro de almidón o de typiraty o un pedazo de chasque de carne seca que llamábamos Soó-juanchile.
El 24 o 25 de julio de 1868 abandonamos HUMAITÁ pasando de noche al Chaco en un lugar llamado ISLA-POÍ, de allí comenzamos a hacer otro pasaje en canoas por Laguna Verá; entre los primeros que conducimos estaba el Coronel ALEN y otros enfermos y sanos, estos lo desembarcamos de las canoas a esta parte de la laguna y volvimos a ISLA-POÍ a traer mas gente; el pasaje se verificaba siempre de noche: en Isla-poí fuimos atacados dos veces por fuerzas que el enemigo desembarcó en nuestra persecución; las dos veces fueron rechazadas; el sitio por donde nos atacaba era angosto y teníamos el defecto de atacar en columna cerrada lo que proporcionaba más carne a nuestras balas; los cañoncitos que allí teníamos después de la carga ordinaria, los llenábamos con bayonetas hasta la boca.
Nuestra estadía en ISLA-POÍ era sumamente penosa, muchos morían ya de hambre, comíamos las guascas de nuestras cananas y baudillos, comimos un caballo gateado que allí tenía el Coronel MARTÍNEZ.
No se como ni por quien nos llegó una noche por entre camalotes dos pelotas de cuero (5) con carne cocida; este socorro nos llegó también una vez estando en Humaitá, pero carne y pelotas no sirvieron sino para dar mas pábulo a las exigencias de hambre.
Cuando el enemigo se apercibió del pasaje que hacíamos por LAGUNA-VERÁ introdujeron allí muchos brotes y lanchones que nos esperaban cada noche; peleando pasábamos entre ellos a esta parte de la laguna, descargábamos los muertos, heridos y algunos pocos sanos y peleando volvíamos a ISLA-POÍ; en cada viaje, tanto de ida como de vuelta, perdíamos varias canoas hasta que llegó un día en que ya no teníamos más que ocho o diez estando a ésta parte de la laguna.
Tentamos con estas volver a ISLA-POÍ a traer más gente; una de las canoas tripulamos con diez hombres para que sirviera de vanguardia a la flotilla, en ésta iba yo, las de más fueron tripulados con cinco o seis bogavantes zarpamos a ISLA-POÍ.
En medio de la laguna nos esperaban los lanchones; estos nos dejaron acercar y cuando nos tenía a una corta distancia, nos echaron una descarga de fusilería. De los diez que iban en la canoa nueve cayeron muertos y yo el décimo herido, fracturado el hueso del brazo izquierdo, me eché en el plano de la canoa, pero ésta recibió un choque de un lanchón que la voleó; quedé sobre la superficie del agua, comencé a nadar entre el entrevero de canoas y lanchones, todo el trayecto en que el agua estaba limpia, me fue fácil la natación, pero la orilla donde me acerqué estaba cubierta de camalotes; este obstáculo no podía subir con un brazo, no me podía sostener cuando trataba de subir encima, me creí perdido; decidí zambullir por debajo y sacar la cabeza entre el camalote cada vez que sea necesario para respirar, así lo hice y a la tercera o cuarta inmersión pisé tierra, ya podía romper el agua caminando; salí en tierra fir-me, me sentí medio desmayado al pie de un árbol grueso, desde allí escuché los gritos y ayes de mis compañeros de infortunio que servían de juguete a los envalentonados tripulantes de los lanchones, de entre quienes acababa de salir mediante la oscuridad de la noche y la útil habilidad de la natación.
Desde entonces ya no hubo mas pasaje, los que quedaron en ISLA-POÍ, que sería la mitad mas o menos de los que componían la guarnición de HUMAITÁ fueron con los que el Coronel MARTÍNEZ capituló dos o tres días después.
(1). Cuatro campamentos de instrucción para reclutas fueron habilitados, en Cerro León, Encarnación, Asunción y Humaitá. La edad mínima de los llamados era de 16 años y la máxima de 50.
(2). Las armas de la caballería paraguaya consistía en mosquetón o carabina corta y sable para algunos escuadrones. Los destinados al combate cuerpo a cuerpo usaban lanza y sable. Pocos jinetes portaban pistola, por escasez del arma. El lazo completaba el equipo de un jinete.
(3). Denominación de los cañones pequeños montados sobre cureñas que son desplazados por caballos de tiro.
(4). Se trata de un cañón fijo de gran porte, con ánima estriada, de gran efecto destructivo, que escaseaba en la artillería paraguaya.
(5). La pelota de cuero es un elemento de flotación usado durante la Colonia, utilizado para cruzar transversalmente cursos de agua. Se elaboraba uniendo los extremos de la piel de un ganado vacuno grande, llenándose su interior con sebo, constituyendo un excelente flotador para una persona.