Hay obras que, a veces, reciben un breve pero relevante toque mágico. Un pequeño cambio, una transformación mínima hacen que lo particular se vuelva universal y lo local, patrimonio de todos.
Es lo que sucedió con una obra que, con el tiempo, pasaría a ser la canción de cumpleaños por excelencia.
Eran los arduos años posteriores a la revolución de 1947.
Los opositores estaban en las cárceles o confinados o en el exterior aguardando la hora de volver. Los colorados monopolizaron el escenario creado a sangre y fuego.
En el barrio Las Mercedes -Valois Rivarola y Cusmanich-, de Asunción, en la casa de GASPAR ROLÓN y su esposa SERAFINA VILLA, sin embargo, se respiraba cierto inusual aire de libertad. El ingenio de algún asiduo concurrente habrá sido el que denominó a ese lugar Uruguay. Allí funcionaba lo que podría llamarse una tribuna libre. Era un espacio donde la expresión oral tenía carné para mostrar su cara sin miedo. El nombre del vecino país respondía a que en Montevideo había una radio que propalaba ideas revolucionarias. Asociar la capital con el país fue una operación de globalización que tomó carta de ciudadanía entre los que conocían aquel refugio capitalino.
Los Rolón Villa no solo amaban la libertad como condición del espíritu civilizado sino que también eran adeptos incondicionales del Club Libertad, cuya sede estaba cerca, en lo que se llamaba Tujukua. La demostración más cabal de esa adhesión era que dos de los hijos del matrimonio -PORFIRIO AGUSTÍN y MÁXIMO, más conocido como CHIMO-, jugaban al fútbol en la entidad gumarela. HILDA -llamada YIYA familiarmente-, era una destacada basquetbolista defendiendo los colores albinegros. Los otros cuatro hermanos (YOLANDA PATROCINIA, BLANCA LORENZA, ROGELIO (Kelo, relator de gran parte de lo que aquí se cuenta) y TERESA DOROTEA, en intensidades diferentes pero con un mismo fervor, oficiaban de hinchas incondicionales.
En esa casa bendecida por un yvapóvó de sombra perenne los liberteños se concentraban para paladear una victoria relatando una y mil veces un gol inverosímil o intentando explicarse una derrota que parecía imposible.
A ese ambiente bullicioso fue que llegó un día el poeta, compositor, periodista y policía Cirilo R. (Ramón) Zayas (nacido en Asunción el 9 de marzo de 1929 y fallecido en la misma ciudad el 19 de setiembre de 1991). Los encantos de YIYA, la que encestaba con maestría, fueron el motivo de la serenata que traía a la ventana a la luz de la silenciosa luna. Las madrugadas se llenaban de canciones. Las guitarras, sin embargo, enmudecieron abruptamente cuando los disparos de un vecino advirtieron que la paciencia del vecindario estaba en sus últimos capítulos. Zayas -que era intérprete de la guitarra, el violín y la flauta- optó por poner los pies en polvorosa como prudente medida de supervivencia. En una próxima ocasión las balas podrían no apuntar al cielo sino a la cabeza de los serenateros impenitentes.
Fue en aquel tiempo, alrededor de 1950, que CIRILO R. ZAYAS escribió lo que tituló como 11 DE MARZO que era el día en que -en 1930- había venido al mundo la mujer que le quitaba el sueño. La primera que escuchó la melodía fue la madre de YIYA, DOÑA SERAFINA. La letra es breve, sencilla y sin muchas pretensiones literarias. La melodía es pegadiza y entra hasta por los poros.
Pronto cobró popularidad. No se la invitaba a los cumpleaños, pero estaba siempre, a flor de labios. Cuando se presentó la ocasión de grabar BEN MOLAR, el propietario del sello editor Fermata, en Buenos Aires, le convenció al autor para que llamara Felicidades al fruto de su inspiración. La fecha era para una persona. Ese genérico nombre que alude a la dicha en plural, sin embargo, es de alcance universal. De esa manera la composición cambió de identidad.
DIONISIO ZAYAS ROMÁN, abogado, aclara y precisa que la letra y la música son de su hermano Cirilo. Al indicársele, sin embargo, que los discos agregan a ese nombre el de Chinita De Nicola, como compositora, menciona que esa circunstancia se da solamente porque ambos crearon varias obras juntos. Ejemplo de esa labor de creación compartida es EXTRAÑA MUJER, de la película EL TRUENO ENTRE LAS HOJAS. El intérprete allí es LUIS ALBERTO DEL PARANÁ.
El romance que originara esa canción que hoy es infaltable en los días en que se recuerdan nacimientos, se acabó. Cada uno tomó el rumbo que la vida le dictó. YIYA, con el tiempo, se casó con RAMÓN LARRIEUR CANTERO, hoy ya fallecido. De esa unión nacieron Hernando y Nidia. La viuda vive en Buenos Aires en el barrio Temperley (Lavalle entre Inglaterra y Huergo).
Fuentes: Rogelio Kélo Rolón y
Dionisio Zayas Román.
FELICIDADES
Felicidades, bien de mi vida,
que tu destino te brinde siempre felicidades,
que un cielo hermoso
de dicha eterna
alegre siempre tu corazón.
Sea un milagro toda tu vida,
gloria enjoyada de realidad
y que tus sueños también reciban
un tierno beso de felicidad.
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