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La vida del poeta bilingüe CARLOS MIGUEL JIMÉNEZ -nacido en Pilar el 5 de julio de 1914 y fallecido en Asunción el 29 de agosto de 1970-, se movió entre la gloria y la tragedia. Los años en que la dicha le sonreía al autor de versos que nacían como de un torrente quedaron sepultados por la sombra que raptó para siempre la luz de sus ojos.
Félix de Guarania (1) cuenta que a los 17 años, en 1931-luego de la masacre de estudiantes ocurrida el 23 de octubre de ese año-, el escritor se percató de los primeros síntomas de la pérdida de su vista. Alrededor de 1950 -sobre todo después de que los guiones rojos lo apalearan, aunque se atribuyó a los comunistas, en 1946 en la primavera democrática de 1946-, la oscuridad lo iba cercando cada vez con más saña.
El autor de la letra de MI PATRIA SOÑADA -con música de AGUSTÍN BARBOZA- había anclado en Buenos Aires después de que los HERMANOS LARRAMENDIA (Agustín, más conocido por su apodo de Rubito; Luciano, Chulo, y Generoso, Chirole) le llevasen como glosista. En Asunción se hizo adicto al alcohol, por lo que el drama de su existencia terrena iba en aumento. La despensa Rubén, ubicada hasta hoy en Tercera y Chile, era su lugar preferido para beber, según confirmó el propietario de ese comercio, Rubén Lezcano.
"Cuatro días antes de morir, Carlos Miguel le pidió a su hermana Berta -con quien vivía en Chile y Cuarta-, que trajera lápiz y papel para dictarle lo que resultaría ser su última obra. Cuando terminó y su hermana le leyó la poesía que tituló MI PENUMBRA le solicitó a ella que le pasara el texto. Lo tomó en las manos, lo arrugó y lo tiró. Poco después, silenciosamente, la hermana recogía el escrito arrugado. Hizo una copia a mano y llevó a Autores Paraguayos Asociados, APA, registrándolo allí. El que lo recibió entonces fue JOSÉ D. (DOMINGO) PORTILLO, secretario de la entidad autoral", cuenta ANGEL ACUÑA ROMERO, más conocido como POETA YVYTU.
El poeta JOSÉ D. PORTILLO mostró -sigue relatando Acuña Romero-, a varios músicos la letra que era la despedida de un gran artista. Nadie le encontró una melodía al doloroso reclamo del hombre que tenía una clara conciencia de su soledad y su abandono. Algunos años después del fallecimiento de Jiménez, Portillo golpeó la puerta del Poeta Yvytu.
-Te traigo para que le pongas música porque vos le conociste-, le dijo.
"Efectivamente -comenta Acuña Romero- Carlitos había sido mi amigo. Yo era caramelero, acomodador y sereno de la Escuela Municipal de Arte Escénico que dirigía ROQUE CENTURIÓN MIRANDA. Funcionaba en el Teatro Municipal. Allí yo tenía mi pieza y CARLOS MIGUEL JIMÉNEZ iba a visitarme. Comíamos en el casino de la Policía, con la anuencia de su jefe, MARIO B. ORTEGA".
Acuña Romero relata que se negó a hacerle la música a la obra que le traía su colega. "Yo no soy músico avezado", le dijo. Portillo se fue, pero volvió el sábado siguiente.
"Ya no pude negarme. Tardé seis meses para hacerle la melodía. Una madrugada me asaltaron las musas. Vivía con mi esposa en Villa Guarani. A las dos de la mañana, en calzoncillo, salí a la calle, puse en mi pecho la grabadora que había traído de Buenos Aires, me recosté por la planta de un mango que había cerca del Kurusu Cadete, dormité un rato y me desperté. Miré luego el cielo y dije: "Carlito mamo reimehágui emaña che rehe ha tajapo ndéve la ne música (Carlitos: desde donde quiera que estés ilumíname para poder ponerle música a tu letra)". Caminé hasta mi casa, de vuelta. En el camino me salió la primera parte, en el portón la segunda y dormí para despertarme a las dos de la tarde. Ya había grabado lo que me salió", sigue contando.
"Al despertarme busqué un wisky en la heladera, tomé toda la botella. Dormí de nuevo. Al levantarme hice la tercera parte de la guarania Mi penumbra arreglada para tenor y orquesta, versión contemporánea con pequeño desarrollo sinfónico en el auténtico lenguaje musical del aire nacional por el maestro Luis Cañete. Yo le había llevado a él mi obra, le gustó y trabajó conmigo", concluye.
Esta letra de Carlos Miguel Jiménez tiene otra música. Esa será la próxima historia.
(1) De Guarania, Félix. Carlos Miguel Jiménez, señor de florecidas palabras. Asunción, Centro Editorial Paraguayo, 1990.
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Fuentes: Rubén Lezcano y
Ángel Acuña Romero.
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MI PENUMBRA (*)
Mi vida es la muerte; la noche, mi día;
mi más dulce amigo, amargo licor;
un bastón torcido mi hermano y mi guía
por mi ruta larga fecunda en dolor.
La opuesta ladera de mi cruel montaña
sigo cuesta abajo; el destino es rey;
hoy hasta el aplauso del mundo me daña,
ahora solo aguardo la última ley.
Perdido el tesoro de mi primavera
soy un prisionero de mi otoño gris,
un perro que aúlla en una tapera,
eso es mi presente; ni un soplo feliz.
Huyó mi postrera, remota bonanza
con toda su escolta de placer y honor;
también fugitiva partió la esperanza
con sus mariposas esquivas de amor.
Al sonar la hora del total reposo
solo para el alma pediré la luz,
esa luz que estuvo negada a mis ojos
desde los umbrales de mi juventud.
Debo tutearme con la indiferencia
y aceptar cual hombre toda mi orfandad;
y estaré a lo largo de esta existencia
en diálogo amable con mi soledad.
(*) Félix de Guarania titula este poema solamente como Penumbra en su libro Carlos Miguel Jiménez, señor de florecidas palabras (Asunción, Centro Editorial Paraguayo, 1990)