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DOROTEO MELGAREJO
  DATOS y POESÍAS de DOROTEO MELGAREJO


DATOS y POESÍAS de DOROTEO MELGAREJO

DOROTEO MELGAREJO

(1883-1917)


DOROTEO MELGAREJO pertenece a los poetas románticos, al decir de su crítico y biógrafo Prof. Artemio Franco Preda.

Por vocación siguió muy de cerca los pasos del maestro Delfín Chamorro, es decir, amó, aprendió y enseñó la gramática castellana, siguiendo el método de aquél, quien, a su vez, había adoptado el de Bello y Rufino José Cuervo, venezolano y colombiano, respectivamente. Como catedrático de dicha especialidad, brindó sus enseñanzas en varias instituciones, como el Colegio Nacional de Villa Rica y en otras similares más de la ciudad de Asunción; y, posiblemente en alguna o algunas de la ciudad de Paraguarí, donde falleció a la temprana edad de 34 años.

Evidentemente que, como lo afirma el Prof. Franco Preda, su poema EMPALADO, de carácter bucólico, es el de mayor aliento; pero podemos afirmar, que. LA PARTIDA, A CERVANTES y VEN, no le van en zaga.

El, y su maestro Chamorro, nos han dejado muy pocos poemas; pero, dada la calidad de los mismos, nos damos cuenta del potencial espiritual de ambos, para el bello arte de la poesía.

Viene a cuento, acotar, que Doroteo Melgarejo dejó una gramática del idioma guaraní, en base al método de Bello y que alguien presentó, póstumamente, a la consideración y aprobación de un Congreso de Geografía, llevado a cabo en la capital, en 1925 y que, desafortunadamente, desde entonces, no se tuvo más noticia de dicho trabajo del talentoso maestro y feliz autor de EMPALADO.

Melgarejo, también pudo haber sido un buen fabulista. Nos lo demuestra con su fábula, que podrá leerse en este volumen, intitulada, EL LEON Y SU EJÉRCITO.



LA PARTIDA

Vi en sus ojos de nítida hermosura

     cien nubes oscuras

     vendarla su ilusión;

cuando en la noche con ardor sentida

     llorando mi partida

     me dio su corazón.

Ella en la noche, postrer de mi ausencia

     por toda su existencia

     siempre amarme juró;

cuando entre amante y lánguida mirada

     doliente y congojada,

     tristísima lloró.

Y al levantar sus ojos, desmayada,

     dijo con voz ahogada:

     "No partas sin razón

tuyos son de estos ojos los fulgores:

     mis glorias, mis amores,

     mis goces tuyos son".

Tal fue que Elisa, la niña encantadora

     que en esa sublime hora

     sus lágrimas virtió;

tal fue la niña que entre débil llanto

     de mi ser el quebranto

     con ayes coronó.

Sus ojos fijos en tristes ojos

     cual últimos despojos

     de un ya frígido ser;

me dejaron inerte, entristecido,

     cuando di por perdido

     del mundo mi placer.

Así al verla, mi alma enternecida,

     cual nunca dolorida

     absorta se sintió;

y al estrechar su mano con la mía,

     sentí que gota fría

     mi frente humedeció.

¡Qué fúnebre momento de tristeza!

     su angélica belleza

     en mi mente grabé,

que ni en horas de tétricos pesares,

     en tierra ni en los mares

     jamás olvidaré.

¡Adiós ... le dije con suave acento!

     ¡Y qué hondo sufrimiento

     en esa hora pasé!

Y aquel acento con igual martirio

     sonóme con delirio,

     lloró ella, y ...

yo también lloré.


A CERVANTES

No brilla Febo en el azul del cielo;

pardas nubes empañan al coloso.

Están en el Parnaso tenebroso,

las Musas en inmenso desconsuelo.


De pronto surge en Castellano suelo,

gigante luz de un brillo esplendoroso,

a cuya lumbre un genio poderoso,

remonta hacia el cenit en fácil vuelo.


Rásgase el cielo en claridad divina

y una explosión de rayos deslumbrantes

al Olimpo de súbito ilumina.


Desde entonces, con lauros rutilantes,

oyendo un coro, que jamás termina

a la diestra de Apolo, está Cervantes.

Doroteo Melgarejo - 19-III-1916


VEN

Ven conmigo mi Angélica adorada

bajo la sombra que la selva da,

aquí en mis brazos hallarás un cielo

do más feliz tu corazón será.


En medio de fragante enredadera

una oriental ermita te alzaré,

donde los besos de tus labios puros

en néctar de ilusiones beberé.


Y tú entre flores que las selvas adornan

con tu hermosura adornarán también;

serás reina de la selva agreste.

Ven a la selva, mi esperanza, ven.


Te entonarán palomas cariñosas

amante arrullo de feliz amor;

sus ricas flores te dará el boscaje

bellísimo de forma y de color.


Allí oirás el murmullo de la fuente,

que serpenteando entre las flores va,

como un himno sentido que entona

la amante ninfa que en el fondo está.


Aquí la brisa germinará ternura

para embriagar tu amante corazón,

ese tierno gemido de las selvas,

que a torrentes desborda la ilusión.


También la luna su argentino manto

ante tu vista inmenso extenderá

a cuyo influjo el urutaú de acento

más hondo y más sentido verterá.


O, ya oirás el fragoroso viento

si el negro cielo encapotado está,

lo verás el relámpago sinuoso,

el lampo etéreo que instantáneo va.


En lontananza pavoroso el trueno

cual eco airoso del Señor oirás

siempre aquí más grandioso y más potente

el divino poder encontrarás.


Y bajo el ruido que produce el viento

mis labios con tus labios dormirán,

y luego con el sol del otro día

aun más bello mis ojos te hallarán.


Ven, pues, conmigo, mi adorada Julia,

bajo las sombras que la selva da,

aquí en mis brazos hallarás un cielo

y más feliz tu corazón será.


EL LEON Y SU EJÉRCITO

Por Doroteo Melgarejo

V. Rica, 1917

Un león dio un rugido formidable

A un arenal llegando,

Do acampó a gozar de sus triunfos

Y ordenar la ración de sus soldados,

Pues, le seguía numeroso ejército

Compuesto de tapires y de chanchos,

De zorros y de tigres,

De caballos de perros, de venados

Y en fin, toda laya de cuadrúpedos,

Que después de un gran triunfo

En un, para ellos memorable asalto,

Contentos y orgullosos esperaban

Un abundante rancho.


Fuese el zorro, intendente del ejército,

Con su gentil talante, paso a paso,

De dichas, relamiéndose el hocico,

A cuadrarse ante el rey su soberano,

Y pedirle las órdenes del día,

Y enterarle de un algo que hace caso:

Esto es, que ya las tropas impacientes

Pidiendo están, bocado.


No fue lerdo el león en su ordenanza

Pues, al zorro ordenó con un rugido,

Que se diese a la tropa victoriosa

De comer, mucho al grande y poco al chico.


Cumplida esa orden, se escuchó en la tropa

De desaprobación, murmullo sordo,

Pues, las cabras y ovejas,

Las liebres y los monos

Dijeron que era aquello una injusticia

Porque, uno fue el peligro para todos.


Cuando el fiero león, oyó el murmullo

De la tropa menor no satisfecha.

Allá se presentó con gesto horrible,

y rápido y feroz, hechó por tierra

A diez cabras, diez monos, treinta liebres

y a todas las ovejas.

Que aprendan de este ejemplo los que viven

Bajo la ley salvaje de las garras,

Que do la fuera impera

No hay razones que valgan!

Y aún quiero agregar muy callandito

Que los débiles lastan.


Fuente:

EL PARMASO GUAIREÑO

Obra de ROMUALDO ALARCÓN MARTÍNEZ

Ediciones INTENTO.

Asunción – Paraguay

1987 (1ª edición – 407 páginas)

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Editorial El Lector,
Asunción-Paraguay 2004
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