VISITANTE ILUSTRE
Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA
Hasta hace poco no se veía a un pontífice romano fuera del Vaticano. Se mostraban raramente y ante auditorios reducidos, lo que le hacía personaje distante y desconocido. Las solemnidades centenarias, las liturgias incomprensibles y el simbolismo hermético eran los pilares que sostenían su grave majestad.
Estos pilares se resquebrajaron cuando el mundo entró en el vértigo de la globalización, acelerada por las tecnologías de comunicación masiva, del transporte, del intercambio de conocimientos, del ejercicio de las libertades en sociedades cada vez más desatadas de dogmatismos y tiranías. Entre el último estático, Pío XII, y el primer peripatético, Juan Pablo II, hubo una gran revolución.
Vaticano II fue el concilio que puso las ruedas a moverse. Después de casi 400 años, entre otros cambios, la misa tridentina (Pío V) fue sustituida por la misa de rito romano (Pablo VI). Apareció una nueva liturgia con “sentido incluyente” (para usar una cantinela de última moda). Consistió en varios cambios, entre los que resaltan que, en el altar, el celebrante ya no oficia de espaldas sino de frente a sus feligreses, ya no emplea el latín sino la lengua local y habla a su auditorio de modo comprensible.
Hubo mucho más. En el rito de Pío V, cada vez que decía “amén”, el oficiante debía realizar una genuflexión, lo que suponía más de 40 flexiones de rodilla en cada misa, mientras que en la celebración de Pablo VI el oficiante se mantiene erguido. No hay que decir que el éxito del nuevo rito fue clamoroso. Aunque no unánime, pues un sector disconforme, los “lefevristas”, produjo un cisma para continuar con la misa tridentina, el latín, la sotana y otras tradiciones. Después de mucho, el inteligente Benedicto XVI resolvió el impase con un motu proprio, dando libertad de usar las fórmulas como que cada quien prefiera; de modo que ahora se pueden emplear hasta jeroglíficos; por ejemplo, “El Señor esté con vosotr@s y/o ustedes, & cum spiritu tuo”.
El Papa tuvo que despojarse de su imagen de líder inaccesible, al que solo se conocía por imágenes, para bajar a ensuciar un poco el ruedo del hábito talar en el légamo de las calles. Toda la Iglesia católica tuvo que demostrar ser capaz de “aggiornamento”, es decir, reconciliarse con las ciencias, con las ideas políticas y económicas liberales, con las libertades individuales, conviviendo con el temperamento de las masas, con sus prejuicios y veleidades, etc.
Y, llegado el tiempo del populismo, también tuvo que acomodarse a él, para lo cual le fue indispensable disponer de un líder simpático, abierto, campechano, comunicativo, en síntesis, que caiga gracioso a las masas. Juan Pablo II fue el primero que aceptó esta misión, luciéndose en ella, a decir verdad. Pero, al morir este, ningún émulo había a mano para reemplazarlo. Abnegadamente, el intelectual de nota y respetado teólogo, Joseph Ratzinger, aceptó cubrir la vacancia; aunque sólo hasta que apareciese alguien apto para continuar proyectando la nueva imagen requerida y cumpliendo los compromisos inherentes. Así que, hallado el hombre y llegado el momento, entregó el báculo a Francisco.
El Paraguay prepara para el nuevo papa una recepción de grande y universal contento; pero el visitante habrá de pagar el precio de tanta euforia. Habrá de moverse de un lado a otro, ir de ceremonias sagradas a ceremonias profanas, de actos políticos a homenajes civiles. Tendrá que arrodillarse o inclinarse en decenas de sitios; se persignará cinco mil veces; bendecirá diez mil. Escuchará jaculatorias de frases como “mensajero de la paz”, “heraldo del amor”, “humilde pastor”; le llevarán a lugares desagradables, escuchará discursos remanidos, asistirá a espectáculos aburridos y soportará interminables filas de besamanos y agradecimientos. Enfrentará valerosamente degustaciones de manjares extraños y hará piruetas prodigiosas para evitar toqueteos, besuqueos y otros desbordes emocionales. Y todo eso sonriendo, sonriendo sin cesar. En fin… (Estas son las cosas que le sacan a uno las ganas de hacerse papa).
Entretanto, imagino a Ratzinger, pontífice emérito, siguiendo el viaje papal en la TV, en su confortable biblioteca monacal, un libro abierto a su lado, una sonata para piano susurrando al fondo, frotándose las manos, sonriendo maliciosamente y diciendo “Te lo advertimos, Francesco; te lo advertimos”.
Fuente: ABC Color (Online)
www.abc.com.py
Sección: OPINIÓN
Domingo, 05 de Julio de 2015
ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA
EL IDIOMA GUARANÍ, BIBLIOTECA VIRTUAL en PORTALGUARANI.COM
(Hacer click sobre la imagen)

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA
(Hacer click sobre la imagen)

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA
(Hacer click sobre la imagen)
