Una noche, en Córdoba (Argentina), a DEMETRIO ORTIZ -nacido en Piribebuy el 22 de diciembre de 1916 y fallecido en Buenos Aires el 18 de agosto de 1975-, un vy’a’ỹ sin nombre le asalta. El está solo en la habitación del hotel que contrató al CONJUNTO DE FÉLIX PÉREZ CARDOZO, que lo tiene como integrante. Es la pausa de la actuación y sobre su rodilla, dócil, descansa su compañera inseparable: la guitarra. Estamos en 1948.
Un fuerte malestar estomacal hacía que sintiera con mayor fuerza la soledad. Entonces, como un recurso para aliviar su espíritu y su cuerpo, repasa su itinerario vital. En un momento dado se detiene en San Bernardino. Una hermosa mujer regresa a su memoria. "Nunca dijo su nombre a nadie", dice su hija MARÍA ESPERANZA ORTIZ DE MERELES, quien vive en Asunción.
Él estaba hospedado en un hotel, ya que estaba contratado por un club local para varias presentaciones. Una tarde, cuando el sol iba ya arqueándose con sus últimas luces hacia el lado de Areguá, pasó una joven frente al lugar donde él estaba. El encanto que transmitían su belleza y su andar le movieron a Demetrio a saludarla. Ella respondió, girando sobre sus hombros, con una sonrisa. La siguió para conocer su casa, tal vez pensando ya en alguna serenata. Al rato, ella salió de nuevo. Conversaron. Y caminaron juntos varias cuadras.
Hablando, el músico y compositor se enteró que en la presentación de la noche anterior la dama le había escuchado. "Ella también amaba la música y el canto y allí no más me lo demostró cuando se puso a entonar, con una dulce voz, viejas y típicas canciones en guarani", cuenta Demetrio Ortiz en su libro de memorias (1).
Palabra a palabra, el amor fue naciendo en aquel hombre destinado a recorrer caminos, junto a la música. Al despedirse, acordaron volver a verse en Asunción. La revolución de 1947, que llegó poco tiempo después del encuentro, sin embargo, truncó la historia iniciada.
El fuego de la intolerancia arrojó de la patria a sus artistas. HERMINIO GIMÉNEZ encabezó un grupo de excelentes músicos que anclaron en la capital argentina. Se sumaron a los que ya estaban allí.
"Esa noche, recordando todo eso, pulsé mi guitarra pensando en aquella muchacha que se había quedado allá tan lejos y a la que quién sabe qué destino le había tocado transitar", cuenta DEMETRIO ORTIZ en su libro. De este modo nacía la música de RECUERDOS DE YPACARAÍ.
Dos años después, en 1950, la argentina ZULEMA DE MIRKIN le puso letra. El músico le relató minuciosamente la escena que había vivido y le describió el lugar. Sólo en 1990 la autora de la letra vería con sus propios ojos el lago Ypacaraí.
En una entrevista publicada por La Tribuna (2), Ortiz relató que, al principio, nadie quiso cantar la composición. En vano repartía la partitura de su guarania. "Decían que parecía bolero y él les decía que eso era imposible", dice su hija María Esperanza con respecto a ese hecho.
Finalmente, en 1952, RAFAEL RAMOS, que actuaba en una obra representada por ERNESTO BÁEZ y otros, se atrevió a romper el silencio. La composición fue recibida no sólo con aplausos sino con pedidos de bises. Cuando Demetrio Ortiz, tras conocer que RECUERDOS DE YPACARAÍ era todo un éxito, se fue a la función para verificar si era verdad lo que habían dicho. Esa noche la emoción derramó sus lágrimas.
Desde entonces, tuvo innumerables intérpretes, incluyendo a los que se habían negado a cantarla. Hoy, es una de las canciones paraguayas más conocidas y solicitadas en el mundo.
Fuente: María Esperanza Ortiz de Mereles, hija de Demetrio Ortiz.
1-Ortiz, Demetrio. Una guitarra, un hombre. Asunción, Mediterráneo, 1986
2- Diario La Tribuna, 5 de enero de 1970. Asunción.