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JOSÉ ASUNCIÓN FLORES (+)

  FLORES EN EL RECUERDO DE UNA NIÑA EN CARRUSEL - Por MARYCRUZ NAJLE - Domingo, 08 de Septiembre de 2019


FLORES EN EL RECUERDO DE UNA NIÑA EN CARRUSEL - Por MARYCRUZ NAJLE - Domingo, 08 de Septiembre  de 2019

Foto de tapa: El Buenos Aires, la pequeña María de la Paz Rivarola,

junto a José Asunción Flores.

 

 

FLORES EN EL RECUERDO DE UNA NIÑA EN CARRUSEL

 

Por MARYCRUZ NAJLE

 

 

marycruz.najle@gruponacion.com.py

Fotos ANIBAL GAUTO

Hace unos días culminó la semana dedicada a honrar a José Asunción Flores, creador de la guarania, y en su honor se realizaron numerosos y merecidos actos, eventos y puestas en escena. Hoy hablamos con la arquitecta María de la Paz Rivarola, quien lleva el nombre de la obra sinfónica del maestro, amigo entrañable de su padre, Gilberto. Con ella nos asomamos a los recuerdos cercanos, a las fotos viejas y a las anécdotas del Flores más íntimo y cercano.

 

La foto en blanco y negro está bastante borrosa, pero mues­tra claramente la felicidad de una pequeña niña de un año y poco más sentada en un caballito de carrusel. Ella no está sola, su madre, Mirian, la sostiene y hay un señor de traje claro que las acompaña y abraza a la niña, también montado en el carrusel. Es el amigo más cercano del padre de la niña, Gilberto Rivarola, y está feliz porque su amigo y su esposa han puesto a la niña el nombre de su obra, “María de la Paz”, el poema sinfónico que junto al gran poeta Elvio Romero regalaron al mundo como una ofrenda de amor y en busca de la paz, convulsio­nado –cuando no– por gue­rras civiles y revoluciones.

Ese hombre de traje claro y sonrisa ancha es el maes­tro José Asunción Flores y la fotografía fue tomada en un carrusel de la ciudad de Bue­nos Aires, Argentina, donde la niña era llevada por su madre desde Asunción, cada tanto, para visitar a su padre, Gil­berto Rivarola, en el exilio. Desde entonces, y hasta el último día de vida del maes­tro Flores, vivieron una estre­cha y generosa amistad con la familia Rivarola, a la que con­sideraba parte de sus seres queridos…

RECUERDO IMBORRABLE.Un caballito de carrusel con mamá Mirian y José Asunción Flores.

Ella recuerda que años después, jugaba tuka´ê kañy con el maestro.

 

UNA VUELTA MÁS

Volvamos al 2019. Hace unos días, justo cuando se cum­plía un aniversario más del nacimiento de Flores, el 27 de agosto, en Asunción se conmemoraba la fecha con una serie de actos, encuen­tros y homenajes que se con­virtieron en la Semana de la Guarania. Una importante y abundante serie de eventos se dedicaron a honrar la memo­ria del gran maestro y su obra. Fue hace unos días cuando María de la Paz Rivarola, la entonces niña del carrusel, ahora una prestigiosa arqui­tecta que ha trazado su propio camino de vida, recordó en las redes sociales especialmente a Flores con unas palabras acompañadas de la fotogra­fía del carrusel: “Las vueltas que da la vida, años atrás esta fecha se hacía cuesta arriba, no había quorum, no había interés y solo unos cuantos, esos mismos de siempre, los imprescindibles, estaban ahí firmes… Hoy, también con ellos, la plaza se vistió de fiesta, fuimos más! La cele­bración se extiende a lo largo de la semana con conciertos varios, teatro, exposiciones y mucho más!

Las vueltas que da la vida, la semilla plantada con amor, con convicción, con entra­ñable amistad y solidaridad a la causa está dando su fruto y yo siento que en lo alto hay un amigo que celebra contigo tanta felicidad!

 

 

 

Hoy, la arquitecta María de la Paz Rivarola atesora los recuerdos de su padre, Gilberto, amigo de Flores y miembro del Ateneo.

 

 

Las vueltas que da la vida, ya falta poco, una vuelta más a este carrusel y tu obra la gua­rania, nuestra guarania, la identidad de tu pueblo será declarada Patrimonio de la Humanidad!

Ya falta poco Maestro, solo una vuelta más…

La idea de redactar esas líneas, según relata María de la Paz mientras nos recibe en su casa rodeada de recuerdos de esa estrecha relación familiar con Flores, especialmente la amistad con su padre, Gilberto Rivarola, fallecido reciente­mente, al que ella llama cari­ñosamente “el titular in eter­num del Ateneo José Asunción Flores”, fue resaltar el cam­bio, favorable por cierto, en la manera de abordar el recuerdo del gran maestro. “Antes eran cuatro o máximo cinco per­sonas las que iban a homena­jear a Flores en su aniversario, unos poquitos nomás, los fie­les de siempre, pero este año, gracias al esfuerzo y la colabo­ración de instituciones y per­sonas, se logró un hermoso homenaje que duró toda la semana”.

“Ese encuentro tradicional en la plaza, al que iban siempre unos pocos fieles como los miembros de la direc­tiva del Ateneo, su actual pre­sidente Alcibiades González Delvalle, Antonio Pecci (teso­rero), José Antonio Galeano, Gilberto Rivarola y otros refe­rentes y artistas como Ricardo Flecha, el maestro Diego San­chez Haase, que una vez tocó solo para cuatro presentes en la plaza, como si estuviera ante un auditorio de miles de perso­nas… Anécdotas que me vinie­ron a la memoria cuando escu­ché y leí lo mucho y variado y bueno que tenía la Semana de la Guarania de este año y muy especialmente lo pensé en memoria de mi padre, que debe estar con él y otros ami­gos compartiendo la bohemia del cielo”. Para la arquitecta, el sueño, o “la vuelta que falta dar” en ese carrusel imaginario, es que por fin la guarania sea reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Huma­nidad. “Un merecido recono­cimiento porque es la música del Paraguay, la que nos repre­senta realmente, la que tiene el alma del Paraguay, induda­blemente eso nomás es lo que falta para que la felicidad sea completa”, dice.

 

Carnet de Sadaic, la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de José Asunción Flores.

 

BOHEMIA Y AMIGOS

Los recuerdos van y vienen desordenadamente, como siempre ocurre con las con­versaciones alrededor de una mesa, con fotos de varias déca­das atrás y un disco, del sello Guaran, de Óscar Clérici, un amigo de la más estrecha rela­ción con José Asunción Flo­res, quien, además de editar un disco con obras de Flores, escribe un verdadero “mani­fiesto” justificando esa edición por encima de las mezquinda­des y “crueldades” como dice María de la Paz, que “trataron siempre de marginar la obra de Flores durante décadas, espe­cialmente en la larga dictadura de Stroessner que lo condenó a la crueldad del exilio y tam­bién a la calumnia que preten­dió instalar que el padre de la guarania había sido Manuel Ortiz Guerrero, un gran amigo de Flores y respetadí­simo poeta, y no el maestro, solamente para quitarle tam­bién esa paternidad que quie­nes vivieron cerca del maestro y respetados historiadores y conocedores saben bien que no es cierta, ya que la guarania nace por lo menos 3 o 4 años antes de que se conozcan Flo­res y Ortiz Guerrero, un gran poeta y amigo de él, repito”.

Las fotografías de momentos de encuentros en los que se mez­claban la música, las anécdotas y la nostalgia por la tierra lejana en el exilio se van sucediendo junto a los recuerdos encerra­dos en los registros fotográfi­cos. “Se reunían muchas veces en casa de mi padre y el maes­tro siempre quería comer locro. Sus locros comenzaban en la cena y seguían hasta la madru­gada, con paréntesis llenos de música, anécdotas, discusiones políticas y todo tipo de conver­saciones sobre lo que pasaba en el mundo”, explica María de la Paz, que recuerda al pasar también la relación de Flores con el Partido Comunista para­guayo y la división de este, en dos ramas, una de ellas que acompañó Flores, por Obdu­lio Barthe, separándose de la línea de Óscar Creydt.

 

RECUERDOS. El disco editado por el sello Guaran de Oscar Clérici, entre otros cientos de recuerdos de la vida privada y pública de Flores.

 

En las fotografías que están sobre la mesa se distingue a los entonces aún jóvenes como Augusto Roa Bastos, el propio e inseparable Óscar Clérici, Flores, Rivarola y también, por ejemplo, en una de ellas, se lo ve a Jacinto Herrera, compar­tiendo momentos alrededor de la mesa en la casa de Riva­rola en Buenos Aires. “Hay una anécdota –dice la arqui­tecta– que contaban papá y Clérici sobre el estreno de ‘María de la Paz’ en el Teatro Circular de Rosario, Argen­tina, en 1961. Estaban jun­tos Roa Bastos, Flores, Elvio Romero y Herrera, quien ten­dría a su cargo leer los versos de Romero en el concierto de esa noche. Fueron al ensayo esa tarde y la consigna de Flo­res era que por favor Herrera estuviera bien para la noche, ya que para entonces… lo cierto es que en un momento se die­ron cuenta que él no estaba y tuvieron que salir a buscarlo. Lo hallaron en un bar cercano y tuvieron que ‘secuestrarlo’ y llevarlo al hotel y vigilar de cerca que estuviera impeca­ble y lúcido para leer correc­tamente. Por suerte, nadie se dio cuenta de nada y la presen­tación fue un éxito coronado con el aplauso”.

 

LA PALOMA DE LA PAZ

En el mismo mueble y espa­cio que guardan los más pre­ciados objetos de su perte­nencia se destaca un singular elemento que no es una pieza decorativa, como podríamos pensar al tratarse ella de una reconocida decoradora. “Es el disco, el long play del poema sinfónico ‘María de la Paz’, el que fue grabado en 1967 en Moscú por la orquesta sin­fónica y coro dirigido por el maestro Abramovich. Tiene una dedicatoria de puño y letra de Flores, que dice así: Este ‘CANTO POR LA PAZ’ es para la dulce hijita de Gil­berto y Mirian, mi mejor deseo para el devenir de ella, Maria de la Paz, como testimonio de mi entrañable amor hacia ella. José Asunción Flores. Bs.As. Marzo 1967”. La arquitecta no duda en decir: “Este es uno de los más preciados tesoros que guardo porque es el disco de aquella época, con esa bella dedicatoria para mí, que ape­nas era una bebé. Mamá me contaba que el maestro se emocionó mucho cuando papá le contó que había nacido yo y que ella y papá habían decidido llamarme como su gran obra sinfónica”.

 

Portada del LP del Poema sinfónico María de la Paz, dedicado a la entonces niña, por el maestro Flores.

 

Flores, que era miembro titu­lar de la Asamblea Mundial de la Paz, fundada en Estocolmo, Suecia, que buscaba lograr la armonía mundial bajo la idea del comunismo de enton­ces (socialismo), promovido por otras figuras como Pablo Neruda, Picasso, Flores, etc.,

creó la obra “Cantata María de la Paz”, obra sinfónica con poesía de Elvio Romero, como un mensaje, una “paloma yeruti que llevara el olivo en su pico para regalarlo a todo el mundo” –dice la arquitecta–. “En ese tiempo, las ideas de paz e igualdad estaban ligadas a esa tendencia política y social que tenían grandes referentes mundiales como los nombra­dos, que son reconocidos hasta hoy como artistas importan­tísimos”.

 

EL LARGO CASTIGO

Como muchos en ese tiempo, pero muy especialmente hacia su figura, el exilio fue el cas­tigo cruel con el que trata­ron de borrar su nombre de la historia del Paraguay que tanto amó Flores a la distan­cia. Quienes lo conocieron en ese tiempo relataron en diver­sas obras y momentos su pro­funda nostalgia al tener que estar lejos de su tierra: “A él le dolía mucho –refiere María de la Paz– porque era un hom­bre profundamente humilde y sencillo, jamás fue violento ni pretendió odios ni divisio­nes. Fue una persona mansa, alegre, capaz de dedicar horas de tiempo a quienes se le acer­caban con sus obras. También era totalmente sencillo, nunca despreció al pueblo, sino que trató de reflejar lo que él mismo era, recordaba a sus amigos de toda la vida, de sus primeros tiempos en la banda de música de la Policía y sus maestros con mucho afecto”. Nacido y criado en la Chaca­rita, sentía un profundo orgu­llo de su origen y llegó a lo más alto de la música selecta del mundo por su talento y capa­cidad. “Deberíamos sentirnos más que orgullosos como paraguayos de ello”, dice la arquitecta.

 

EN 1972, fallece Flores en Buenos Aires, lo sepultan en el panteon de Sadaic.

 

“El exilio fue un dolor pro­fundo para su alma y tam­bién para el cuerpo”, afirma. Y así como sus amigos y tam­bién importantes figuras de la música de argentina y mundial lo respetaron siempre y le die­ron valor e importancia a su obra, su país, el que él reflejó con altura verdadera ante el mundo, fue cruel y mezquino con su grandeza”.

La obra de Flores, hoy por hoy, comienza auspiciosamente a ser escuchada por los más jóve­nes, además de los conocedores de la guarania. Obras teatrales como “Flores del Yuyal”, de Javier Viveros, recientemente representada por un impor­tante elenco; la difusión de su música, aunque poco abun­dante inmerecidamente en medios radiales y conciertos, se ha convertido en clásico ineludible a la hora de valorar lo mejor de la música paraguaya.

 

EL REGRESO. Recién en 1991, los restos de José Asunción Flores son embarcados de regreso a su patria luego de décadas de exilio.

 

EL REGRESO

En 1972, el 13 de mayo, el maes­tro Flores falleció en Buenos Aires. Lo sepultaron en el panteón de Sadaic, la socie­dad de autores y composito­res argentinos. Allí descansó “sin descansar por la lejanía” –dice la arquitecta– hasta que se formó una comisión de per­sonalidades, amigos y artis­tas argentinos y paraguayos que buscaron la repatriación de los restos del maestro.

El 11 de noviembre de 1991, el ataúd, conteniendo los restos del padre de la guarania, recorrió el camino desde el aeropuerto Silvio Pettirossi hasta la plaza ubicada frente a la Recoleta. En silencio, o agitando pañue­los blancos, arrojando flores a su paso, la gente salía en gru­pos a las veredas por Maris­cal López.

 

Flores y Elvio Romero en Moscú, Rusia en donde grabaron la Cantata María de la Paz con la Sinfónica y Coro del Bolshoi.

 

En la plaza lla­mada José Asunción Flores y Manuel Ortiz Guerrero, dos referentes indispensables de la cultura paraguaya que con­viven en la memoria del pue­blo, sin opacarse ni rivalizar.

Tal vez ese espíritu invencible que lo llevaba a mirar desde la orilla del río del lado argentino la silueta difusa de su patria haga que su música se eleve por encima de las mezquin­dades y el olvido, y gane para siempre el lugar de privilegio de los grandes artistas que no conocen fronteras. Como el flamenco para España, el jazz o el tango para Río de la Plata, que son Patrimonio Universal reconocido por la Unesco, la guarania merece estar entre los tesoros que le pertenecen a los pueblos y ya nadie se lo puede arrebatar.­­

 

AMIGOS INSEPARABLES. Gilberto Rivarola (der) guardó cada memoria del maestro Flores.

 

 

 

Fuente: www.lanacion.com.py

Domingo, 08 de Septiembre  de 2019

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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