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MARIANO ANTONIO MOLAS (+)

  LA DICTADURA - 1840 (Autor: MARIANO ANTONIO MOLAS)


LA DICTADURA - 1840 (Autor: MARIANO ANTONIO MOLAS)
LA DICTADURA (1840)
Autor:
MARIANO ANTONIO MOLAS
(Enlace a datos biográficos y obras
sn la GALERÍA DE LETRAS del
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LA DICTADURA
 
No puede fijarse el número cierto de ganado vacuno, que en este año de 1840 se contiene dentro de la Provincia, desde el Paraná hasta el río de Aquidabánigui [Aquidabán Nigui], principalmente en las dieciséis estancias que mantiene el Estado de su exclusiva pertenencia, redundantes del vacuno, equino y lanar; sin embargo, que desde el año pasado de 38, ha perecido mucho ganado vacuno, de resultas de haber entrado en él la plaga del Yatebú [Jatevu] o garrapata; plaga que en 303 años que la Provincia cuenta de población y descubrimiento, no se ha visto ni oído – pero no fueron las garrapatas las que causaron la mortandad; las violentas, furiosas y frenéticas disposiciones nacidas del error, de la ignorancia, y de un espíritu de destrucción, tiranía y despotismo que dominaban sobre el dictador José Gaspar Francia, fueron el cuchillo más cortante, con que los hacendados vieron con sus propios ojos degollar sus ganados, aun los que no estaban todavía plagados.
Luego que se le dio parte, que unos veinte bueyes que servían en el Fuerte San José, en la otra banda del Paraná, se habían plagado de garrapata con que venían los bueyes de los brasileños, que concurrían al mercado de Itapua, mandó que los mataran y quemaran, creyendo que con esta operación se contendrían las garrapatas en aquella banda y no llegarían acá; pero se engañó y quedó burlado, ellas pasaron y en muy breve tiempo cundieron. Entonces fue que mandó que se mataran los ganados, aun cuando no se les encontrase una garrapata. Así se degollaron miles de éstos, de manera que muchos ganaderos quedaron de un día para otro sin una res que carnear, y sus comisionados, jueces y jefes de los partidos, por lo general hombres perversos y enemigos de sus paisanos, principalmente un Francisco Ojeda, de Tapúa; un Marcos Duarte, y un N. Navarro, de la Villeta; un Agustín Agüero, hombre torpe e inhumano de Quiquió [Quyquyhó], y Norberto Ortellado, subdelegado de Misiones, abusaron de las órdenes que tenían e hicieron degollar sin distinción, no solamente los ganados plagados, sino también los que no estaban; porque sabían que el proceder y obrar en perjuicio de los Paraguayos, era del agrado y aprobación del tirano dictador. (26) En efecto, inútiles eran las quejas que contra ellos se le daban, de los robos, de las injustas exacciones y crueldades que cometían. El las oía alguna que otra vez, con mucha indiferencia, pero nunca les iba a la mano, antes bien parece, que les mandaba siguiesen con sus depredaciones y crueldades, en que él mismo tenía fundada su complacencia, alegrándose de haber encontrado hombres, que le imitasen en su tiranía, despotismo y expoliaciones, que eran la base de su gobierno, plantificado y afianzado sobre la ignorancia de los naturales de la provincia, para reducirlos a la más dura e ignominiosa esclavitud, y gobernarlos o tratarlos, no como a hombres, sino como a bestias, uncidas al carro de su tiranía.
Adoptó y siguió las impías máximas de Maquiavelo y tomó por modelo a Pigmaleon, rey de Tiro. Lo imitó en todo; pues según el retrato que Fenelon, en el Telémaco, hace de dicho rey, no había diferencia de aquél al dictador Francia. Cotéjense las acciones y conducta del uno y del otro, y sólo por no caer en el antiguo error pitagórico, no se dirá que el alma de Pigmaleon salió de los infiernos y vino a animar al hijo de un Mameluco Paulista (27), para ser el primer tirano de América, renunciando a toda virtud cristiana.
Veinticinco años de tiranía y despotismo, que no se leen en las historias de las naciones, gimió el Paraguay en prisión, arrastrando pesadas cadenas. Vio arrojados a sus hijos inocentes, y encerrados en oscuros aposentos subterráneos a hombres octogenarios, y sacarlos al cadalso al cabo de veinte años de dura y horrorosa prisión. Vieron los paraguayos a un Obispo abandonado y privado del ejercicio de su ministerio pastoral, y de sus rentas, contribuyéndole al mes con sólo seis pesos para sus alimentos, habiendo también separado de su lado a su secretario, el presbítero andaluz don José Benito Godoy (28) y a un lego Francisco Aguirre (vizcaíno) que le servía de mayordomo, y los trajo desde la Recoleta de Buenos Aires, a quienes los tuvo presos en un subterráneo del cuartel del Colegio, dejando en su compañía a su sobrino, el clérigo loco don Pedro de la Rosa García de Panés y los negros esclavos Ventura y Dionisio, éste y el primero borrachos diarios, para que espiasen su conducta y le mortificaran más en su soledad, en que vivió el Obispo veinte años, obligándole antes a nombrar por su Provisor y Vicario General del Obispado a un Roque Céspedes, clérigo ignorante, codicioso y adulón. (29) Vieron a la catedral de la República arruinada, sostenida con puntales y colocado de cura de ella, a un clérigo Ramírez, idiota, corrompido, escandaloso, como lo eran todos en general, y delator. Vieron a los ministros de su religión, cargados de grillos sin delito alguno y encerrados; sin permitirles ni aun el Breviario: embargados sus bienes para no tener de qué subsistir en su larga y aflictiva prisión injusta, que duraba, si alguno no moría en ella destituido de toda asistencia espiritual y temporal, por dieciséis y veinte años.
Vieron los paraguayos a un hombre que habiendo convocado y reunido en Congreso a los habitantes de la Provincia, presidió en él, y se hizo proclamar por sus parciales, "Supremo Dictador Perpetuo de la República del Paraguay", prevalido de la ignorancia de los paraguayos, que no sabían ni conocían la autoridad sin límites de la dictadura; y que el dar a un ciudadano en una República una autoridad ilimitada es el mayor de todos los males, y mucho más cuando se le entrega el mando sin una Constitución que lo refrene para no abusar de él, limitándole su duración. Así es cómo el dictador Francia se arrogó una exorbitante y desmedida autoridad y empezó por ser déspota, degenerando luego en tirano y verdugo de sus paisanos: y antojándosele que la dignidad episcopal le hacía sombra y ofuscaba su dictadura, tiró a perseguir Obispo hasta envenenarlo finalmente haciéndole padecer como queda dicho. Negó públicamente la religión católica, y se declaró jefe y cabeza de la Iglesia Paraguaya, atribuyéndose también la potestad espiritual y negándola al Obispo. (Véase el escandaloso e injurioso auto, que expidió e hizo publicar contra este virtuoso y ejemplar prelado el año de 1829.)
Llegó a tal extremo su frenesí, que una vez, habiéndosele alterado demasiado la bilis, salió a los corredores de la Casa de Gobierno y desafió al Sumo Pontífice de Roma! Otra vez, habiendo salido el Santísimo, se encontró con él, y lejos de parar siquiera a que siguiese adelante, se paró el sacerdote que lo llevaba (el padre Favio) huyó la gente que lo acompañaba, y pasó el dictador, sin sacarse el sombrero, ni hacer tampoco una demostración de reverencia, ¿qué más podía hacer un Musulmán, un hereje y un ateísta? El no creía en Jesucristo.
Suprimió las instituciones religiosas, bien que sus individuos vivían ya una vida muy relajada, erigió en cuarteles sus conventos, y aplicó sus temporalidades al Estado, así como los fondos del Colegio Seminario, único establecimiento literario, en que bien o mal, algo se aprendía; privando en consecuencia los estudios que se daban en él (30), porque sus miras no se dirigían, sino a dominar esclavos, y no a gobernar hombres ilustrados; para conseguirlo formó y levantó numerosas tropas sin necesidad, no para defender de enemigos a la República, pues no los tenía, sino para guardar hombres presos, de que estaban llenos los cuarteles y la cárcel pública, hasta el número de seiscientas a setecientas personas de ambos sexos, y de todas edades; fuera de los que había en las villas, y en cada Partido, para infundir el miedo y el terror, y disimular el que él mismo temía al pueblo; efecto natural de su despotismo y tiranía; por más valor que aparentaba.
Pero cuando salía de paseo a caballo, mandaba cerrar las puertas y ventanas que caían a la calle por donde transitaba; y si alguna persona, por descuido, casualidad, inadvertencia, o por que le ganase el tiempo, se encontraba con él en esa calle, era un delincuente de alta traición y desde ese punto lo mandaba conducir a sablazos hasta la cárcel y lo cargaba de prisiones para siempre. (31)
El acto sólo de mirar a su persona y a la Casa de Gobierno, lo graduaba por delito digno de la última pena, como si la mirada de un infeliz despidiera efluvios venenosos, que lo atosigasen; tal era el miedo que tenía! Era déspota y tirano, había de temer, y los crueles remordimientos de su criminal conciencia no le dejaban dormir!..
Estableció el espantoso sistema del espionaje, y premió a los delatores calumniosos con empleos lucrativos. (32)
El mismo forjaba las acusaciones calumniosas en borrón, y lo daba a sus comisionados, para que copiado en limpio, se lo pasasen contra las personas de quienes sospechaba serle desafectas, y esto era una prueba convincente contra el supuesto acusado, para ponerlo en perpetua prisión, o pasarlo por las armas. Así, fue vengándose de todos aquellos de quienes en su vida privada hubiese recibido algún leve agravio, o que después de su colocación hubieran manifestado indiferencia. Acciones propias de un hombre bajo, y vulgar, como era el Dictador Francia, que se hizo juez en su propia causa.
Pero no se contentó con vengarse de aquellos, mostró también su diabólica ingratitud con los sujetos que más se empeñaron en colocarle en la Suprema dignidad de Dictador perpetuo; tal fue un Miguel Ibáñez, vecino de Concepción, a quien antes del Congreso, lo tuvo en casa, y le prometió que lo haría Comandante perpetuo de aquella Villa. Creído este en la promesa, buscó votos, influyó y sugirió a los demás Diputados, que proclamasen a Francia Dictador Perpetuo, en el Congreso del año de 1816. De este modo, consiguió aquella Suprema Dictadura Perpetua. Posesionado de ella, confirió a Ibáñez la Comandancia de dicha Villa; pero a los dos o tres años lo depuso y trajo preso y murió así en la cárcel pública de la capital.(33) Por lo regular así recompensaba a sus servidores.
Arruinó hasta el último extremo a las familias más visibles; persiguió a los ciudadanos de luces y de caudal, y teniéndolos en prisiones, por largo tiempo incomunicables, los sacaba al cadalso, y les embargaba los bienes, dejando a sus familias en la oscuridad y miseria; no habiendo cometido un delito digno de tales penas y castigos, sino por el que les forjaba él; esta era su favorita y diaria ocupación.
Vieron los paraguayos a un dictador apóstata de la fe cristiana, que abrazó el Deísmo, haciendo creer a sus oficiales militares, que él no había de morir; y a sus sátrapas (los Delegados de los Partidos), que para salvarse, no necesitaban más que servirle bien, según él les ordenaba. Obligó a los paraguayos con el mayor rigor a cumplir sus deberes, más allá de los limites prescritos por la naturaleza; pero al mismo paso les privó de usar de sus derechos, de que les dotó el Supremo Criador, cuales son, la libertad civil, la seguridad individual, la propiedad y la igualdad.
Vieron a un Dictador que hacía consistir su grandeza y su placer en la miseria y anonadamiento de sus conciudadanos; sacrificando centenares de ellos a su vengativo diabólico furor, por el pánico terror y miedo que les tenía.
Vieron a la lozana juventud de la Provincia vegetarse en la ignorancia, en los vicios, en la corrupción y disolución; sin costumbres, ni moralidad alguna. Vieron finalmente a un dictador, que para persuadir la justicia de sus determinaciones, usaba de la fuerza, llenando las cárceles de presos; siendo este proceder la mejor prueba de su mal Gobierno; ateísta, fraudulento, embustero, suspicaz, tímido, inaccesible, ladrón e impío, morir impenitente, el día domingo 20 de setiembre de 1840, a hora de 8 o 9 de la mañana, en su cama, no en postura natural, sino atravesado en ella con la cabeza colgada hacia el suelo. (34)
¡Juventud! vosotros sois el futuro pueblo, no perdáis de vista este diminuto bosquejo de tiranía y despotismo cruel que sufrieron vuestros padres en cadenas: vivid precaucionados, y preferid siempre para vuestra felicidad un Gobierno constitucional, al imperio o poder ilimitado de uno sólo.
Pero seguiré el hilo de mi Descripción, de que insensiblemente me he desviado.
He dicho que no se puede calcular el número de ganado vacuno; pero se puede decir que la Provincia redunda de esta especie; por que en los 25 años de opresión y tiranía en que la mantuvo el Dictador, cesaron los obrajes de madera, de la yerba-mate, y la carrera del río, en los cuales se consumía mucho ganado vacuno. El caballuno no ha sido muy abundante, como lo es en el Entre Ríos, de donde se proveían los paraguayos de numerosa caballada, buena y hermosa; así como de mulada para el tráfico de los yerbales, que son más fuertes que los caballos, para las conducciones y saca de los montes hasta los embarcaderos. Aunque los campos son aparentes para la cría de mula, no se dedican los ganaderos a ella, acaso por que es tardío y escaso el procreo de esta especie híbrida; sin embargo, no faltan las precisas para el servicio.
Fuera del consumo del ganado vacuno en el abasto de la capital y sus alrededores, que ascenderá a 50.000 cabezas por año, sin el de las Villas, Pueblos de Indios, de las Estancias y demás habitantes de los valles y Partidos, se consumía también muchas toradas en los yerbales, obrajes de maderas, y por la tripulación de los barcos; por cuya razón no hay tradición, que de aquí se hubiesen hecho sacas, para las Provincias de abajo; antes al contrario, del Entre Ríos se introducían a ésta continuamente ganados de toda especie, cuyos campos son más fecundos y más sanos que los del Paraguay, en que a más de ser tardío el procreo, muere también de gusanos el terneraje y potrillaje, principalmente en el verano.

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ENLACE DE LAS NOTAS SERÁN DERIVADAS
A LA BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY.
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Fuente:
DESCRIPCIÓN HISTÓRICA
DE LA ANTIGUA PROVINCIA DEL PARAGUAY.

Autor: MARIANO ANTONIO MOLAS
Tercera edición,
EDICIONES NIZZA
Asunción - Paraguay, 1957.

Versión digital (pdf):

BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY
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