CARLOS FEDERICO REYES MITA’Í CHURÍ PINTURAS
© MERCEDES ULLOA
Edición de 1000 ejemplares, setiembre de 1994
Fotografía Juan Manuel Prieto y Vicente Duré
Comentarios de TICIO ESCOBAR, YSANNE GAYET,
VICKY TORRES, JUAN MANUEL PRIETO
y DEL EMBAJADOR JON GLASSMAN (EEUU)
.
A MODO DE BIOGRAFÍA de MITA`I CHURI
Pocos artistas pueden enorgullecerse de poseer una diversidad de talentos como él. Igualmente, pocos artistas pueden tener un hogar en dos mundos, en dos culturas distintas, en la forma que lo ha realizado el Sr. Reyes. Leal a su visión de Paraguay y del mundo en el cual nació, le fue posible, sin embargo, triunfar como artista en los Estados Unidos plasmando su visión y lo experimentado durante su larga vida, en numerosas formas de expresiones artísticas. Es mi opinión, por lo tanto, que el arte de Carlos Federico Reyes representa la idea completa y total del intercambio cultural. En consecuencia, es un gran placer y honor poder ofrecer esta recepción en su honor como testimonio de los lazos culturales que unen a Paraguay y a los Estados Unidos de América. Muchos de ustedes conocen la historia de este artista paraguayo-norteamericano. Para aquellos que no la conocen, permítanme brevemente sintetizar su vida: Nació en Asunción (Bejarano), el 15 de octubre de 1909. Cursó solamente el primer grado y unos pocos meses del segundo grado en la escuela primaria. En 1926 ingresó como aprendiz a la Banda de Música de la Policía de Asunción, donde fue alumno de renombrados maestros de música y guitarra. Viajó al Chaco como integrante de la Banda de Música de la Escuela Militar, durante la Guerra del Chaco.-
Pocos años después de terminada la guerra viaja a la Argentina y conforma un grupo musical con reconocidos músicos de la época. Luego se independiza del grupo y como "hombre orquesta" con guitarra, arpa, bandoneón y clarinete recorre toda América, llegando hasta Canadá, para luego instalarse en California, EE.UU. Permaneció allí 31 años donde trabajó hasta jubilarse, enseñó música en forma particular e incluso formó parte del plantel de profesores del "Sherman Clay School of Music" de Oakland. Luego funda su propia Academia de Guitarra Clásica "Mangoré Cuitar Studio".-
En 1985 regresa al Paraguay, y con su esposa Mercedes Ulloa le dan un orden cronológico a sus memorias y trabajos. En noviembre de 1988 se edita el poemario "Flores de mi Huerto". En 1990 se edita la primera parte de su autobiografía "Mis Memorias y mi Mundo de Mita'í Churí " . En 1991, con la invaluable intervención del pintor uruguayo Juan Gaja se inaugura la primera muestra de sus pinturas, en estilo naif, recreando en ellas las vivencias de su infancia en las campiñas de Bejarano.-
Como ustedes pueden apreciar el Sr. Reyes ha vivido una vida rica y plena. Las pinturas que pueden ver ustedes a su alrededor y la música que ustedes escucharán en la brevedad son elocuentes testigos del valor de esa vida entre dos mundos. Mi esposa Francesca y yo deseamos a todos disfruten de esta velada artística.-
(Discurso del Embajador JON GLASSMAN en homenaje ofrecido al artista Carlos Federico Reyes,
en la residencia del Embajador de Estados Unidos en Asunción, el día 5 de abril de 1994.)
Obra: MI CASA EN BEJARANO
"... Mi infancia en aquella casita blanca,
con techo de capa`í en el silencioso paraje de Bejarano"
(Mis Memorias y mi Mundo, Libro 1º)
Año 1963
Óleo sobre cartón entelado de 52 x 62 cm.
LOS PATCHWORKS DEL MITA’I
La súbita aparición de Carlos Reyes, Mita'í Churí, en el panorama de la plástica paraguaya constituye uno de esos pequeños milagros con que suele sorpréndenos, de pronto, el devenir de un tiempo enrevesado; las cabriolas de una historia llena de recodos y puntos oscuros, de pliegues y de secretos. Hace pocos años las exposiciones, los libros de arte, los inventarios de la historia del arte paraguayo no registraban en absoluto el nombre de este pintor con nombre de niño que irrumpió de golpe y sin pedir permiso en la escena de nuestras artes.-
Hoy, la ventana nueva que Mita`í abrió nos resulta indispensable. Sus figuras recreadas, los parajes por él descubiertos, los recuerdos rescatados desde el detrás de la historia, forman parte de un patrimonio simbólico en el cual, en algún momento, podemos reconocernos. Son imágenes que movilizan la comprensión de nuestro pasado y la percepción de nuestros haceres actuales; formas que marcan la manera de imaginarnos otros mañanas.-
Es que el tiempo constituye en su obra una dimensión central que la atraviesa entera fundando en ella laberintos, abriendo en su espesor atajos y recodos; reflejando su propio devenir en un trayecto paralelo y una imagen desdoblada. Su hacer pictórico consiste en una elaboración minuciosa de la memoria. Alejado durante muchos años de su suelo (de sus colores, de sus esquinas y sus fantasmas), don Carlos hace un esfuerzo sistemático para acortar la distancia y aventar la nostalgia inventariando uno a uno los momentos de ese mundo que él necesita recuperar aunque fuere por pedazos. Busca salvar los caminos de la infancia, los lugares remotos que están demasiado cerca ya de los lindes borrosos del recuerdo. Intenta preservar bosques hace tiempo talados, ritos que ya fueron renegados, olores efímeros de flor de coco o guayabo, luces demasiado breves de algún crepúsculo exacto. Pero -oficio ingrato el de la memoria...- apenas reconquistado un aspecto, se zafa otro. Por eso su tarea tiene el esquema de la confección de un patchwork: va añadiendo los diferentes retazos recobrados antes que vuelvan a ser tragados por los flujos veloces del olvido.-
Este sentido de un tiempo recogido a través de fragmentos y rearmado por partes determina la organización de un espacio particular. Mita`í Churí levanta un terreno construido con muchas dimensiones y niveles distintos. Llana en una parte, en otra profunda, la extensión de sus pinturas se despliega en áreas contradictorias, atraviesa de un tirón dominios que requieren caminos distintos y vincula lugares que no tienen fronteras comunes. La escena que él levanta conforma un ámbito imposible que desmiente las perspectivas agrandando los árboles más lejanos, sugiriendo el volumen de las superficies y revelando el detrás de los planos opacos.-
Aquel tiempo de magnitudes plurales y este espacio complejo y quebrado, exigen, a su vez, muy distintas formas, trámites expresivos y repertorios temáticos. Impulsada por el intento de capturar las imágenes que una memoria mezquina siempre suelta por partes, obligada a transitar por un terreno accidentado y sembrado de trampas, la pintura de Mita'í Churí debe recurrir a motivos y recursos variados. Por eso refiere anécdotas personales y gestas históricas, narra vivencias de barrio, sucesos soñados o inventados. Y por eso representa flores cuyos pétalos provienen de especies mezcladas, parejas desnudas de manos borradas y sexos escamoteados; pinta retratos que recogen rasgos de personajes distintos, paisajes que acogen parcelas extranjeras; cuenta leyendas verídicas y hechos históricos aún no sucedidos; detalla cosas menudas que el recuerdo ha vuelto esenciales.
No sé si es legítimo calificar de naif a esta pintura. Por cierto que no tiene nada de ingenua, aunque represente lisa y llanamente a una realidad que, por otra parte, nunca aparece entera ni es nombrada en forma inmediata; como todo artista verdadero Mita'í Churí se refiere a lo real birlando su presencia desde la alquimia extraña del mito y la memoria. Sus figuras, paisajes y retratos son convocados a la tela a través del rodeo de la ausencia que instala el recuerdo y los caminos oblicuos que traza el deseo. O quizá, a partir de las puras exigencias de la forma, las demandas de la nostalgia o el mero antojo de colores empujados por sueños desconocidos.
Obra: LA BURRERITA
" Retrato de mi madre", Año 1966
Óleo sobre cartón de 52 x 62 cm. * Colección M. Ulloa
MITA’Í CHURÍ ES AUTÉNTICO
Tan auténtico como ingenuo y esa ingenuidad, junto con la verdad esencial de su pintura, es lo que lo hace tan atractivo a nuestros ojos y lo emparienta, aun cuando sea lejanamente y a la distancia de los siglos, con algunos clásicos. La materia de la que Mita'í Churí parte es, en apariencia, poco elaborada. A sus años, Mita'í Churí es un hombre lleno de recuerdos de lo que fueran antaño Asunción y sus alrededores. Don Carlos trabaja directamente sobre sus vivencias y sus memorias, o mejor aún, trabaja aquellas vivencias que permanecen en su memoria sin que su limpia mirada de niño se haya visto modificada con posterioridad. Contemplar estos cuadros, descubrir en ellos, más allá de la viveza de los colores y de la distorsión de las figuras, la historia de un pueblo vista e interpretada desde la ingenua perspectiva de un niño que a veces asoma su rostro como protagonista, es una experiencia estética de gran valor.
LA MACHU (1983)
" Mi abuela Buenaventura Reyes hilando algodón
y le trato de ayudar, nos acompañan el perro Milord
y el gatito blanco" - Año 1983
Óleo sobre cartón entelado de 20 x 25 cm.
CARLOS FEDERICO REYES, asociado durante toda su ya larga vida a la música popular, descubrió su amor a la pintura en un momento en que muchos ya desisten de la aventura de nuevas disciplinas y desde entonces su producción ha sido sustanciosa: La pintura de este Mita'í Churí fluye suavemente, sin estridencias, en estampas en que el idilio, la tragedia y la reflexión conviven estoicamente en el ambiente bucólico de aquel históricamente lejano barrio Bejarano.
La facilidad de la lectura de los óleos de Reyes no exige mayores comentarios, pero el conjunto de obras ofrece tantos puntos de interés, que determinados factores reclaman, por lo menos, una ligera mención: por ejemplo, el uso de los colores, con el ocre presente en sus paisajes, en combinación con un verde casi amortiguado, que da una particular suavidad a cada cuadro. Los tonos intensos, como el azul por ejemplo, Reyes los reserva a las obras de contenido más dramático..
(Diario Última Hora, Correo Semanal).
Obra: LA INGRATA
Óleo sobre tela de 50 x 70 cm.
¡QUÉ ENVIDIA!
¡Cómo es posible pintar con tanta poesía, tanta espontaneidad, tanta creatividad!
Cómo puede ser que a pesar del contenido folclórico,
su obra transmite magia infantil y enorme modernidad!.
Carlos Federico Reyes aprendió casi solo a escribir, pero fue un alumno con mayúscula de la vida; resultado: un hermoso libro de poesías "Flores de mi Huerto"; dos libros de relatos autobiográficos escritos por él siendo ya adulto, pero desde la perspectiva de un niño: uMis Memorias y mi Mundo de Mita1! Churí", donde describe en forma encantadora las costumbres de la Asunción de principios de siglo. Aparentemente, recuerda con alegría carente de nostalgia los tiempos mejores vividos; con entusiasmo plasma en sus cuadros las anécdotas de su querido Bejarano, casi siempre con algo de picardía, que hace que al contemplar el cuadro, no sólo se vea una obra bonita, con lindos colores y hermosa composición,
Crítica de arte de la Señora YSANNE GAYET.
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