CARLOS CABALLERO FERREIRA (1916).
Su poesía es honda y dramática y de significativo contenido, de resultas de la dura experiencia personal del autor, quien debió marchar al exilio.
Su único libro SANGRE EN EL SURCO, editado en 1958 en Montevideo, acoge sus poesías líricas sociales.
DIANA VERSÁTIL
Tu nombre es un trueno,
General,
pero no suena en el cielo,
sino en la tierra.
Y el relámpago que viene luego,
no es de luz, es de miseria.
Tu nombre revuelve la selva,
General,
y hasta las hienas y los chacales tiemblan;
pero no de miedo,
sino de gana de matar.
Tu nombre está debajo de tus retratos,
en la plaza de armas de los cuarteles,
en las oficinas del estado,
en las antesalas de los burdeles
y en las paredes del infierno.
Tu nombre es puesto en música,
a la salida del sol, en las charangas
de tus soldados,
en la vergüenza de tus periódicos,
en los hierros de los calabozos,
en el silencio de los camposantos.
Tu nombre es puesto en música,
pero se hace llanto.
Escribes tu nombre con tinta,
bajo decretos que invocan a Dios,
pero trabajan para el diablo.
Tu nombre está en el tronco de los árboles,
comiéndolos como un gusano,
en los surcos de la tierra,
como una costra de espanto.
Tu nombre está escondido
en la luz de cada día
que se hace miedo por la noche,
en el sueño y en la vigilia,
en el vicio y en la hartura,
en el cielo de tus aviones
y en el dolor de la hambruna.
En el agua que se estanca y se corrompe
y en el odio que te odia y se ventila.
En la vida de la patria
consumida entre tus garras.
En la muerte que te acecha, pero tarda
en aventar la huella de tu rúbrica.
Tu nombre, General,
lo llevamos todos como una carga
sobre los hombros,
como un baldón, sobre la frente,
como un estigma dentro del alma.
No hay corazón de hombre libre que no lo sienta,
incrustado en su interior
como una llaga.
Tu nombre, es el ruido que desata a la muerte,
como las olas
a la resaca.
Pero,
algún día borraremos tu nombre
de la faz de la tierra,
y los niños volverán a cantar,
y el surco a florecer,
los árboles a germinar.
Y la vida, volverá a ser vida,
y el hombre volverá a ser hombre,
cuando haya sido borrado para siempre
el estigma de tu nombre.
TIRANÍA
Es el derecho que se violenta
y el honor que se macula.
¡Paso al hierro!
¡Paso a la sangre!
¡Paso a la pólvora!
¡Paso a la tortura de la duda!
Pico y metralla, metralla y pico.
Abrid bien hondo los pechos duros.
Abrid la tierra que es costra blanda,
para hacerle tumbas.
Ríos del Paraguay.
Cauces sin agua,
pero con sangre y lágrimas.
¡Corred hacia la nada!
Tiembla, tirano.
En tu gloria de burbuja.
Perjuro, pero juramentado,
feliz, pero envilecido;
¡exultante, pero temblando
bien armado, pero cobarde!
¡Tus propios sicarios
serán los que te quiten
lo que tienes robado!
Y tu sangre será el precio
de tanto escarnio.
Pero entretanto...
Mientras no llegue la luz para tus brumas...
¡Paso al hierro y a la sangre!
¡Paso a los fusiles!
¡Paso a la tortura de la duda!
SANGRE
Primero vendrá un gran silencio.
El que se anticipa a todas las catástrofes
y el que se adelanta a todas las alegrías.
La selva y los grandes ríos
enmudecerán sus cajas resonantes;
el cielo se teñirá de rojo,
las madres apretarán a sus hijos, anhelantes,
y las aves desaparecerán de la selva.
Luego,
luego lloverá sangre.
Los cobardes no podrán huir,
las mujeres no podrán llorar,
los niños no querrán reír,
las vírgenes no sabrán amar.
Por las calzadas, en las ciudades,
correrán borbotones de odio,
desde los tejados bajarán asechanzas.
En los suburbios se escurrirán traiciones
y, en las plazas,
colgados de los faroles,
se moverán, al soplo del viento norte
que empuja la venganza,
los cadáveres: képi requintado,
y botas puestas.
En los campos, la armonía,
romperá su poesía pura.
Volverán a ser símbolos de redención
los emblemas indígenas:
claroscuros de resistencia,
mediastintas de inclinación...
Es del caos, Paraguay,
que saldrá tu salvación.
Un caos de músculos y ceguera,
de acero y de sangre,
de manos sobrenadantes
y rostros de ultravisión.
Algo sube ya, desde tus hondas raíces,
más allá de tu sueño, Paraguay.
Algo que será flor.
