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MIGUEL ÁNGEL PANGRAZIO (+)
  GUERRAS CIVILES, REVOLUCIONES Y ASONADAS EN EL PARAGUAY, 2008 - Por MIGUEL ÁNGEL PANGRAZIO CIANCIO


 GUERRAS CIVILES, REVOLUCIONES Y ASONADAS EN EL PARAGUAY, 2008 - Por MIGUEL ÁNGEL PANGRAZIO CIANCIO

 GUERRAS CIVILES, REVOLUCIONES Y ASONADAS EN EL PARAGUAY


Por MIGUEL ÁNGEL PANGRAZIO CIANCIO


REVOLUCIÓN COMUNERA/ GUERRA CIVIL DE 1904/ REVOLUCIÓN DE 1947

INTERCONTINENTAL EDITORA

Diagramación: GILBERTI RIVEROS ARCE

Corrección: ARNALDO NÚÑEZ

Asunción - Paraguay

2008 (236 páginas)



 

MIGUEL ANGEL PANGRAZIO CIANCIO

Nació en Caazapá(Paraguay). Cursó sus primeros estudios en su ciudad natal para luego proseguir en la capital. Ingresó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales en 1947 y concluyó la carrera en 1951 con notas sobresalientes y la obtención de la medalla de oro.

Su examen de técnica jurídica, acerca de las causas de la nulidad en el matrimonio, mereció la felicitación del tribunal y con recomendación expresa de su publicación

En 1952 viajo al Viejo Mundo y regreso en 1954 con el titulo de Licenciado en Finanzas por la Universidad de Madrid, con mención honorifica.

En 1955 presenta su tesis sobre “La Estructura y Proyección del Instituto de Previsión Social”.

Desde 1956 está en ejercicio de la cátedra universitaria.

El autor es catedrático por vocación, conferenciante de nota y jurista con venas de escritor.

Ha asistido a innumerables congresos de su especialidad, aportando trabajos de mucho mérito, como aquel sobre “Tenencia de la Tierra en Paraguay”, presentado al Congreso de Montevideo (año 1959).

Ex miembro de la Asociación Fiscal internacional y de la Asociacion Internacional de abogados. Ex Vicepresidente de la Asociacion Paraguaya de Estudios Administrativos y Fiscales. Miembro de la Asociacion Española de Derecho Financiero y Miembro del Instituto Latinoamericano del Derecho Tributario; Miembro del Instituto Latino de Derecho Administrativo.

Ex decano de la Facultad de Ciencias Políticas, Juridicas y Sociales de la U.C Ex Profesor de Finanzas y Economia Politica de la U.N.A

Entre sus principales trabajos se citan: “La tenencia de la Tierra en el Paraguay”. La situación Educativa y el Subdesarrollo en la America Latrina”, “El sistema Impositivo Paraguayo”, “Derecho y Finanzas”, “Indicadores de la Es-tructura Social del Paraguay”, “El Codigo civil Paraguayo Comentado”, “El divorcio vincular”, “Arriero Porte”, “Tratado de Derecho Público”, “ Derecho Administrativo” Tomos I y II, y “Anteproyecto de Reforma de la Constitucion Nacional”, Dos temas: Bases para la Reforma de la Constitucion. La presunción de inocencia”, “Corrupcion e Impunidad en el Paraguay”, “Los fraudes electorales en el Paraguay”, “Derecho Administrativo”, segunda edición: “Plan de gobierno, los grandes objetivos de la Republica”.

 

 

INTRODUCCIÓN

Las doctrinas filosóficas marcan las tendencias políticas. El abso­lutismo teocrático, la monarquía, el liberalismo, el socialismo y las doc­trinas imperativas del fascismo, nazismo y falangismo.

La cultura es educación; la instrucción, estudio; y la ilustración, talento.

La civilización es el proceso de ideas, creencias, ciencias, artes y costumbres que forman y caracterizan el estado social de un pueblo. Educar significa el desarrollo mental, físico y moral del ser huma­no.

A pesar de los siglos sigue la lucha entre la filosofía del ser frente al de tener.

La civilización occidental tiene su origen en los territorios próxi­mos al río Nilo; se traslada a la Mesopotamia, dominios que fueron de Siria, Persia y la actual Turquía. Alcanza su máximo esplendor en la Hélade (Grecia) para cerrar su ciclo en la península itálica, con el protagonismo de Roma.

La capital del Lazio conoció todos los sistemas de gobierno:

1) la monarquía;

2) la aristocracia;

3) la república. Roma tuvo períodos de:

a) democracia;

b) dictadura; y

c) tiranía.

El universo se ve agredido por la opresión a la libertad, la opresión económica financiera, la opresión cultural y la opresión de la dignidad humana.

Mahatma Gandhi decía: "No hay caminos para llegar a la paz. La paz es el camino".

El absolutismo de los monarcas europeos concentraba el poder en la cúpula gobernante.

La Edad Moderna iniciaba el proceso de formación de las naciones en Europa. Quedaban aún algunos resabios del feudalismo.

España, que trascendió por su protagonismo, pudo consolidar tres reinos cristianos ante la invasión de los árabes.

El reino moro de Granada fue el último bastión de los invasores. El matrimonio de los reyes católicos Fernando de Aragón e Isabel de Castilla concedió protagonismo a la corona para imponer en Europa y América su plan de conquista.

El tribunal de la Inquisición o del Santo Oficio fue un órgano ecle­siástico cruel y sectario que condenó a más de 2.000 personas a la pena de la hoguera.

Los judíos fueron expulsados de Castilla y penados con la confisca­ción de sus bienes.

El Conde de Barcelona los acogió en gran número, desarrollando la economía de Cataluña.

1492 fue un año histórico. Cristóbal Colón el día 12 de octubre descubría América y potenciaba al reino de Castilla con un rico e inmen­so territorio.

Los íberos que ingresaron a España por el sur cruzaron el Medite­rráneo para ocupar el vasto territorio.

Caracterizaba a este pueblo su sobriedad, sus hombres duros para afrontar el hambre o el frío y pujantes para penetrar en Castilla y Aragón. España fue conocida con el nombre de Iberia o tierra de paso, según algunos autores, para otros significaba tierra de conejos.

Los celtas ingresaron a la península por el norte. Convivieron con los íberos y otras tribus primitivas, separadas por las montañas.

Ocho siglos antes de Jesucristo los fenicios, comerciantes de oficio, fueron a Cadiz y llegaron a Castilla y Extremadura, impulsando el co­mercio.

Los griegos también mantuvieron vínculos mercantiles con Espa­ña. En Cataluña fijaron sus comercios.

La península, tierra de paso, estratégica, que unía a Europa con Africa a través del mar Mediterráneo, acogió a los cartagineses, quienes a través de las relaciones comerciales y el matrimonio con mujeres del lugar afianzaron un vínculo pacífico.

La guerra entre Roma y Cártago situó a España como zona estra­tégica. Aníbal, el general, logró la adhesión de los hispanos para comba­tir la hegemonía romana.

Al triunfar Roma los ejércitos del Lazio controlaron política, eco­nómica y socialmente al territorio ibérico, influyendo con su cultura para imponer una civilización que exigió dos siglos de enfrentamientos armados.

Viriato, el gran general, impedía el avance de los romanos, con su táctica de las guerrillas.

Roma no encontró mejor arma que el asesinato de Viriato. Con el contubernio y soborno de algunos de sus allegados pudo consumar el crimen y acabar con la resistencia de la península.

Numancia fue el último altar de la patria. Antes que la deshonra de capitular, sus 4.000 defensores prefirieron la muerte.

España fue invadida por los bárbaros: suevos, alanos y vándalos. Años después ingresan los godos, que tendrán protagonismo en la penín­sula.

La conversión del rey Ricardo al catolicismo logró la integración religiosa y política de España.

La conquista de los árabes transformó las costumbres de los hispa­nos. La poligamia se practicó sin restricción y la unión de árabes con españolas formó un numeroso contingente de habitantes, sobre todo en Andalucía y Extremadura.

Ocho siglos de permanencia de los árabes dejaron sus notariedades.

El Cid campeador fue el adalid de la resistencia e iniciador de la reconquista que tuvo su final victorioso en 1492.

La aparición de los reyes extranjeros en España consolidó el abso­lutismo monárquico. Esa rígida decisión de los reyes de soslayar la vo­luntad del pueblo generaba resistencia y el hidalgo incubaba su repulsa a tanto atraso.

La magistral obra de Viriato Díaz Pérez, acerca de la Revolución de los Comuneros, reivindica la vocación republicana y democrática del pueblo español. A España le fueron impuestos el nepotismo y la tiranía monárquica injertados del extranjero a sangre y fuego.

La Inquisición, tribunal religioso, fue el instrumento de la arbitra­riedad y cruel ejecutor del fanatismo.

Las guerras europeas de familia, deplorable legado, impusieron a España las dinastías extranjeras.

España estuvo en la avanzada de las ideas renacentistas. Así, en la Galicia, en 1550, un residente de La Coruña, de apellido Rojete, pro­yectaba la construcción de uno de los primeros telescopios. Pedro Sánchez Ciruelo, matemático en la Sorbona, publica un pionero "Tratado de cál­culo"; el español Esquivel fue el verdadero propulsor de la triangulación geodésica.

Los maestros de primeras letras gozaban de privilegios singulares y la enseñanza primaria era obligatoria bajo sanción penal para los padres renuentes.

Las célebres escritoras españolas Luisa Sigea y Sabuco de Nantes fueron las que impulsaron el movimiento feminista.

Viriato Díaz Pérez, el atildado escritor de la generación del 98, nos advierte que la imprenta fue amordazada y en la "Sorbona de París" era tachada de arte peligroso.

En España la libertad estuvo vigente, vencida a veces pero nunca extinguida, supervivió desde los días de Viriato y la calumniada civiliza­ción ibérica, hasta los del Cid y las comunidades. En España la libertad es lo antiguo, popular y autóctono, y el despotismo, lo moderno, impor­tado y oficialista.

El sistema parlamentarista fue conocido en Castilla antes que en Inglaterra.

La cruel represión de Carlos V no pudo extinguir la vocación libertaria del pueblo español.

La Revolución Comunera del Paraguay encuentra sus anteceden­tes en el movimiento popular de los castellanos. Villalar es el altar cívico de los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado.

Asunción alza su voz de protesta contra el abuso del gobernador Reyes de Balmaceda y, al grito de libertad, empuñan las armas contra el despotismo del Virrey del Perú.

Irala en 1544 representaba tal corriente, al defender los intereses y costumbres de la Colonia frente al rigorismo centralista y autoritario que imponían los delegados de Carlos V.

Tres causas fueron determinantes para el alzamiento de los Co­muneros en el Paraguay. Primero, la opresión del sistema político; se­gundo, en lo económico, el privilegio a favor de los allegados al goberna­dor; tercero, en lo social, el resentimiento del pueblo contra los oligarcas de la Provincia.

La reacción contra la injusticia, las desigualdades económicas, el trópico lujuriante, la lucha de tres siglos contra los neófitos del Chaco y los bandeirantes del Brasil, la inasistencia de la Metrópoli y la cruza de españoles con las nativas fueron factores determinantes en la conforma­ción psicosomática del pueblo paraguayo.

Colombia fue otra provincia donde prendió la tea de la libertad. El movimiento comunero reivindica los derechos básicos del pueblo y enar­bola la frase del común sobre el privilegio del gobernante, sea rey o sus delegados.

La Revolución de los Comuneros, en el Paraguay, fue la expresión cívica del pueblo contra la opresión del régimen monárquico. El derecho del pueblo sobre los privilegios del Rey.

El antecedente más próximo de nuestra independencia se encuen­tra expresada en los postulados de aquel alzamiento de 1717 y en los lejanos días de 1544. El segundo adelantado, Alvar Núñez, fue derroca­do en abril de aquel año por los comuneros de Irala.

La orden de los misioneros jesuitas había fundado una autoridad política autónoma a la de Asunción. Los disciplinados indios convertidos trabajaban en la provincia comunitaria regida por los adictos a San Ignacio de Loyola.

Habían formado un ejército con disciplina y valor.

La intervención de los jesuitas en favor de los servidores de la monarquía fue la causa que impulsó a los comuneros a declararlos ene­migos, con las consecuencias de la expulsión de los misioneros.

Un serio y valioso estudio: "El Río de la Plata, la Confederación Argentina y el Paraguay", con estudio crítico de Lorenzo N. Livieres Banks y Ricardo Caballero Aquino, en la página 572 y siguientes, ana­liza el protagonismo de los jesuitas durante la Revolución de los Comu­neros. Los citados consagrados analistas exponen: "Hemos dejado a je­suitas favorecidos y detentando el poder en Asunción a sus misiones del Paraná y el Uruguay, finalmente victoriosos en sus sangrientas luchas con los mamelucos y disfrutando de una paz aparentemente duradera. El siglo XVII transcurrió sin que nada alterase la calma de su existencia. Nunca dejaba de observarse de la manera más estricta la rutina diaria. Los sacerdotes morían y sus puestos se cubrían como si la vacancia nunca existiera, tan iguales eran ellos en vida, pensamiento y acción. Ningún jesuita difería del otro. Casi toda la población india al este del Paraguay vivía en las reducciones, laicas y jesuíticas y la república cris­tiana se había convertido en un importante tejido. Las nuevas genera­ciones de indios, imbuidos de un profundo sentimiento de gratitud por los beneficios temporales y espirituales que les habían proporcionado las enseñanzas de los jesuitas, creían firmemente que los mismos permane­cerían en el país. El tiempo había perfeccionado aquel peculiar desarro­llo que el misionero había deseado imprimir a la mente india. El sistema era completo y maduro después de pasar por todas las pruebas de un siglo de existencia, y despertaba la admiración y la mayor atención del mundo. No encontramos ninguna convulsión seria hasta 1723, cuando reviven las viejas rencillas, cuyo origen hallamos de nuevo en una dispu­ta por el gobierno, o sea, el ejercicio del poder; José de Antequera y Diego de los Reyes Balmaceda son los dos rivales. Los jesuitas, aparentemente incapaces de mantenerse prescindentes en aquellos disturbios, se ven forzados a participar en la puja o lo hacen voluntariamente, y así pronto se ven comprometidos en enredos y perplejidades de los que hubieran debido mantenerlos apartados".

Los franciscanos estuvieron próximos a las inquietudes del co­mún; tal fue así que sacerdotes de esa orden acompañaron a Antequera hasta su última morada.

Los jesuitas impusieron un estado comunitario que despertó inte­rés en los políticos. Fue un territorio excluido y excluyente con sus reglas propias.

Los franciscanos se adentraron en el quehacer cotidiano de las poblaciones predicando el lema de la solidaridad. Los preceptos morales de los franciscanos influyeron en la formación ética y social del pueblo paraguayo. Fomentaron la integración cristiana de las comunidades.

El servicio al prójimo fue la consigna.

La fecunda historiadora Margarita Durán Estragó, en su libro: "El hechicero de Dios", página 43, expone: "Las reducciones guaraníticas del Paraguay se las debemos al misionero franciscano Luis Bolaños. Esa experiencia de vida comunitaria y cristiana que vivieron los indígenas del Paraguay y Río de la Plata durante más de dos siglos y medio fue iniciada por Bolaños y sus compañeros en 1580. Los jesuitas la llevaron a su máximo desarrollo en los siglos XVII y XVIII".

"En un principio, la labor de Bolaños consistió en adoctrinar a los indios, enseñándoles ciertas normas de higiene de acuerdo con la cultu­ra occidental, suprimir la desnudez, evitar la poligamia y la hechicería, tan opuestas a la doctrina cristiana. De acuerdo con la mentalidad de la época, no se podía pensar en "cristianizar" al indio antes de lograr "humanizarlo" mediante el sometimiento a una vida política y humana".

Bolaños fue el fundador de la primera reducción en el Río de la Plata; en Altos, a 45 kilómetros de Asunción.

Al agrupar a los indios en "Reducciones" y predicarles en su propio idioma (guaraní), la evangelización de los naturales se propagó y la religión de Cristo penetró en las selvas para establecer las reducciones, ejemplo de buenas costumbres, disciplina y trabajo.

La tesonera labor de los franciscanos Alonso de Buenaventura y Luis Bolaños aproximaron a los naturales a la civilización cristiana.

"El peso de la encomienda y la ausencia de los frailes en las reduc­ciones tuvieron corno resultado el decaimiento de los mismos a fines del siglo XVI. La explotación de los encomenderos y la miseria de los indios, fruto de la ambición de sus amos, se ve reflejada en las expresiones del gobernador Ramírez de Velazco: "En esta gobernación no hay orden ni tasa en el trabajo de los indios y los dichos encomenderos se sirven de ellos con gran desorden, ocupándoles todo el año y aun los días que la Santa Madre Iglesia mandó guardar, los hacen trabajar casi sin descan­so y las mujeres e hijos quedan en los pueblos y ellos en las casas de los encomenderos con grande escándalo y menoscabo del santo matrimo­nio".

El gobernador Hernando Arias de Saavedra y con la colaboración del padre Bolaños expulsan de las reducciones a los abusivos encomenderos y al capataz (poblero).

Las nuevas reducciones por las medidas adoptadas estimularon el asentamiento de los naturales y facilitaron la organización de las comu­nidades.

En los últimos días de diciembre del año 1606, Bolaños funda la reducción de Caazapá, entre los rebeldes y crueles paranaenses. Esta reducción pronto se convertiría en la capital de la evangelización franciscana en el Río de la Plata.

El gran mérito de fray Luis Bolaños fue su consagración al idioma guaraní. Autor del primer Catecismo en Guaraní.

Bolaños fue conceptuado como el gran maestro del idioma guaraní. La influencia de los jesuitas y de los franciscanos en la formación social del pueblo paraguayo fue evidente.

Los jesuitas empresarios, hábiles productores y aventajados co­merciantes, consolidaron una economía propia que les garantizaba su autonomía.

Los franciscanos se incorporaron a la vida de los paraguayos que por medio del mestizaje ya iba conformando una población que asimila­ría los atributos y defectos del español y el de su madre mongoloide.

Muchos se han ocupado de los mestizos. D'Orbigny, el científico francés, expuso: "La mezcla de la mujer guaraní con los españoles pro­duce hombres de talla más hermosa, casi blancos y de bellas facciones, desde la primera generación. En Corrientes y Santa Cruz de la Sierra,

donde la mezcla es lo más común, impresiona la belleza y nobleza del aspecto exterior: los ojos son grandes, la piel clara, la nariz típicamente española; la barba es sin embargo rala y recién a la tercera generación es tan fuerte como en la raza blanca. De todas las cruzas esa es la que nos parece mejor, y casi rivaliza con la raza blanca".

El mestizo supera en inteligencia al indio.

El paraguayo sobresalió por su coraje en la guerra, laborioso y hábil artesano, inteligente e inventivo.

El mestizo honró a su progenitor español con su aptitud para em­prender riesgosas empresas y la mujer supo ser compañera abnegada y solícita madre.

Hoy el mestizo es la célula social visible y mayoritaria en la pobla­ción (72%).

Félix de Azara afirmó que los paraguayos aventajan a los de Bue­nos Aires en sagacidad, actividad, estatura y proporciones.

Las especies se mejoran con las mezclas.




 

LA GUERRA CIVIL DE 1904



La rivalidad entre colorados y liberales tiene sus antecedentes históricos. La corriente nacionalista fiel a los gobiernos de Francia y los López y la tendencia reformista consustanciada con la doctrina liberal.

Al término de la Guerra Grande, la influencia de la Argentina y del Brasil en las autoridades fue manifiesta.

La geopolítica imponía su interés regional. El triunvirato formado por los ciudadanos Rivarola, Díaz de Bedoya y Carlos Loizaga, estaba controlado ante la atenta mirada de los aliados. Al punto llegó la disiden­cia que el coronel Fernando Iturburu, legionario afecto a la Argentina, propuso como presidente provisional de la República al general Juan Andrés Gelly y Obes, con la justificación de que el citado candidato era hijo del paraguayo Dr. Juan Andrés Gelly. Esta propuesta no fue bien recibida por los brasileños y varios paraguayos.

Las controversias y los intereses contrapuestos de argentinos y brasileños tuvieron una pausa y los aliados aprobaron la designación de los citados miembros.

El 31 de agosto de 1870 la Asamblea Constituyente declara cesan­te el triunvirato y designó Presidente Provisional de la República al Dr. Facundo Machaín. Pero los intereses encontrados con el liderazgo opo­sitor de Cándido Bareiro y las fuerzas brasileñas, el ciudadano Cirilo Antonio Rivarola recupera el poder a seis horas de su cesantía.

La Asamblea ante los hechos anula la designación de Machaín y confirma en la presidencia a Rivarola.

Comienza un período de anarquía e inestabilidad política.

El 25 de agosto de 1871, el Senado destituye a Juan Bautista Gill, por malos manejos en la cartera de Hacienda y va exiliado a Montevideo. Juan B. Gill apoyado por su compadre el ministro plenipotenciario en el Paraguay Boudín, es elegido Presidente de la República con el apoyo del citado ministro y las fuerzas de ocupación del Brasil.

Gill inicia un gobierno de represión con su famoso batallón Guarará, cometiendo abusos y atropellos a espectables compatriotas.

Gill llegó a la primera magistratura al conseguir el apoyo del pre­sidente Jovellanos, de triste memoria por los empréstitos fraudulentos de Londres, formalizados el 9 de febrero de 1871 por un millón de libras esterlinas. El 8 de marzo de 1872 se obtuvo el segundo préstamo por dos millones de libras esterlinas.

De los tres millones de libras esterlinas obtenidos en calidad de empréstito, solo llegaron a las arcas fiscales la suma de cuatrocientos tres mil libras esterlinas.

Bernardino Caballero, con la simpatía de los brasileños, inicia la revolución del 22 de marzo de 1873 en Paraguarí. Fue derrotado por el mayor Benigno Ferreira, ministro del Interior de Jovellanos.

La proclama de Bernardino Caballero fue la siguiente:

"Sesenta años de encierro, de oscuridad y tiranía deben ser más que suficientes para que las tristes lecciones de esos tiempos no vuelvan jamás a repetirse en los hoy despoblados bosques de nuestra querida patria.

"Acabamos de purgar en una guerra tremenda contra un poder colosal, las culpas que pesaban sobre nosotros y sobre nuestros padres. Nuestro aislamiento, nuestro encierro, la falta de espíritu público entre nosotros, entregaron los destinos del país a tres tiranos de los cuales dos no tienen parangón en la historia de los siglos.

"Aprovechamos la sangrienta lección que ellos nos legaron, para evitar nuevos desastres en el porvenir.

"La hecatombe del pueblo paraguayo llevado al sacrificio por la férrea voluntad de un mandón que él mismo se dio y consintió, es una enseñanza harto cruel para que el pueblo olvide que es preferible levantarse y luchar para asegurar la libertad, que doblegarse cobardemente a la voluntad de los tiranos. Vencidos por la Alianza en la lucha leal a la que fuimos conducidos por las ambiciones de un hombre, que lanzó al fuego nuestro hermoso pabellón, había llegado para nuestro pueblo el momento para recoger el fruto de tanta sangre. En el postrer combate se había roto el último eslabón de la cadena que lo oprimía y era el instante que debía erguirse libre, purificado por la sangre y el fuego".

Nuestro amigo,

Bernardino Caballero

Paraguarí, 22 de marzo de 1872

El manifiesto que acabamos de reproducir culpa inclusive al pue­blo paraguayo de los abusos del Mariscal. Era evidente que Caballero, amigo de los brasileños, no debió contradecir a sus protectores si preten­día una carrera política exitosa.

Ante el fracaso de sus dos sucesivos revueltas, pese al apoyo de los cariocas, Caballero en la tercera acometida y triunfante la revolución, tuvo que aceptar la propuesta de los aliados de mantener en la presiden­cia a Jovellanos, el defraudador de los empréstitos de Londres, previa reorganización del gobierno.

Presidente de la República: Salvador Jovellanos; ministros: Ha­cienda, Juan Bautista Gill; Interior, general Bernardino Caballero; Relaciones Exteriores, Cándido Bareiro; Guerra, coronel Germán Se­rrano; Justicia, Francisco Sotera

El pacto impuesto por los aliados provocó la disidencia en el gabi­nete. Unos simpatizaban con el imperio, los otros con la Argentina. Caballero, Gill, Bareiro, Escobar, Serrano, más próximos al Bra­sil.

La corriente opuesta comandaba el general Benigno Ferreira, quien pese a ser legionario defendió con patriotismo nuestro territorio del Chaco, evitando su apropiación por parte de la Argentina.

El mayor Molas al frente de la revolución contra Jovellanos y Gill, y próximo al triunfo, fue interceptado por las poderosas fuerzas brasile­ñas, quedando así frustrada su honesta rebelión.

La influencia de las fuerzas de ocupación fue evidente. Los gene­rales Gelly y Obes, argentino, hijo del Dr. Andrés Gelly, paraguayo, y el comandante brasileño Guimaraes imponen las decisiones de sus minis­tros plenipotenciarios Godin y el general Gelly.

El Tratado de Paz con la Argentina y Brasil fue impuesto al Para­guay. Los intereses del Brasil en el Río de la Plata ayudaron al Paraguay a preservar el territorio del Chaco.

El 22 de junio de 1876 las fuerzas del Brasil desocuparon nuestro país. El presidente Gill fue asesinado en 1877, el 12 de abril, le sucede el vicepresidente Higinio Uriarte.

El 29 de octubre de 1877 fueron muertos en la cárcel pública el ex presidente Facundo Machaín, el Dr. Francisco Galeano, José Dolores Franco y el comandante José Dolores Molas, héroe de la guerra del 70.

Los sucesivos gobiernos de Bareiro, Caballero, Escobar, González, Egusquiza, Emilio Aceval y Escurra mantuvieron a la corriente tradicio­nal en el gobierno. El ala de la legión de los 23 legionarios que se habían incorporado al Partido Colorado, mantenía firmes sus convicciones con­tra la dictadura de Francia y los López.

La relevante actuación del general Juan Bautista Egusquiza le concedió protagonismo después de haber sofocado la revolución liberal del 18 de octubre de 1881.

El Partido Colorado comenzaba a dividirse en Caballeristas y Egusquicistas.

La designación de Emilio Aceval, próspero empresario sin activi­dad partidaria, molestó al sector de los caballeristas.

Los adictos al general Egusquiza ya llevaban siete años en el go­bierno y los caballeristas no se resignaban, seguían en la llanura. Una conspiración exitosa cesó al Presidente Aceval, asumiendo el Vicepresi­dente don Héctor Carballo el 9 de enero del año 1902.

El oficialismo perdió la posesión del gobierno después de siete años. Los caballeristas vuelven a adueñarse del gobierno y de la conduc­ción del Partido Colorado.

La oposición fue creciendo, no sólo los liberales pregonaban la re­volución sino también los egusquicistas disidentes. Fue así que en octubre de 1903 se reúnen en el domicilio de Guillermo de los Ríos, acauda­lado hacendado y el general Benigno Ferreira para iniciar la revolución de 1904. Los conjurados estaban apoyados por la Marina argentina.


TREGUA

La división de cívicos y radicales tuvo una tregua para unidos derrocar al Partido Colorado de los caballeristas.

El acuerdo político de republicanos y liberales fue efímero y co­menzó con el Presidente general Juan Bautista Egusquiza. Al cesar el señor Emilio Aceval del grupo egusquicista por el acuerdo político de cooperación entre oficialistas y liberales.

La revolución estaba en marcha. La alianza de cívicos, radicales y egusquicistas disidentes del Partido Colorado fortaleció la movilización y los recursos financieros.

Aparece el Dr. Facundo Insfrán, sobrino del general Caballero, médico culto, con ideas renovadoras, que simpatizaba con el socialismo doctrinal de Blas Garay y Fulgencio R. Moreno. Su fallecimiento en la balacera del Congreso privó a la República de un ilustrado y honesto ciudadano.

La revolución se formalizó con el acuerdo suscrito por los cívicos: el Dr. Benigno Ferreira, por los radicales; Emiliano González Navero, Emilio Aceval, por los egusquicistas, y Francisco Campos, por el comer­cio.

A continuación transcribimos el citado acuerdo:

"Reunidos los subscriptos con el propósito de uniformar ideas acer­ca de la situación política, por la cual atraviesa el país, y atentos a que ésta no puede ser más desolada, en presencia del orden institucional completamente subvertido con procedimientos de gobierno tendientes a buscar el logro de los propósitos personales del círculo imperante, que anulan el voto del ciudadano y buscan debilitar la fuerza de la opinión con la concesión pasiva de los favores oficiales a trueque de complicidad en la obra soñada de la usurpación permanente, desatendiendo por com­pleto los problemas vitales del gobierno, aún aquellos que se rozan con

las rebeliones internacionales del país; con una administración desorde­nada que favorece el peculado y desbarata la fortuna pública, que pasa a improvisar la riqueza privada de los gobernantes y de sus allegados, con planes financieros francamente hostiles a las fuerzas conservadores del país, y con leyes de impuestos que ahogan la actividad comercial e industrial; la campaña abandonada al arbitrio de autoridades ignoran­tes ha asistido al éxodo de su población civil, no quedando sino un resto más paciente en su mayoría sin hogar, al que la administración, a pesar de cobrar impuestos exorbitantes no le da siquiera buenas vías de comu­nicación para el fácil transporte de los productos agrícolas, contando apenas con escuelas desmanteladas, donde vegeta en el más lamentable abandono una población escolar que, bien educada, pudiera constituir mañana la fuerza de expansión más pudorosa de la nacionalidad, y des­cansando todo este conjunto de anormalidades institucionales y de ne­gación del gobierno civilizador sobre el más peligroso protagonismo, que hace árbitro de los destinos de un pueblo democrático a cualquier oscuro soldadote que tiene la fortuna de conciliarse la buena voluntad del ejér­cito, cuyos nobles fines se ven así prostituidos, los subscriptos han creído de su deber aunar sus esfuerzos y voluntades y buscar la cooperación del mayor número para el fin patriótico de hallar remedio a estos grandes males que conducen a la nacionalidad del desquicio moral y material más completo.

En tal sentido y esperando representar a todos los núcleos de opi­nión independiente que ansían la regeneración de la patria por procedi­mientos ajustados a la Constitución y las leyes, y por la consagración más plena a los vitales intereses de la nacionalidad.

Resuelve:

Constituirse desde esta fecha en Comité Político Nacional que delibere y resuelva sobre la mejor manera de llegar al fin propuesto, comisionando desde ya, a los ciudadanos Emilio Aceval y Don Francisco Campos para que arbitren los recursos necesarios a tal efecto.

Tan pronto como se tengan reunidos los recursos, o se sepa su monto íntegro, este Comité resolverá los medios conducentes para al­canzar los prácticos fines que se persiguen.

Asunción, marzo 16 de 1904.

Firmado: Emilio González Navero, Benigno Ferreira, Emilio Aceval, Francisco Campos".


CONSTANTE INTROMISIÓN

La intromisión del Brasil y la Argentina fue constante en el Para­guay.

La mediación de la Legación del Brasil hizo posible el siguiente acuerdo entre los revolucionarios comandados por el general Caballero y el Presidente Salvador Jovellanos.

1) Acatamiento de los altos poderes constituidos.

2) Olvido absoluto del pasado por ambas partes.

3) Organización de un Ministerio de Conciliación.

4) Desarme general de todas las fuerzas como acto primero e inme­diato del nuevo ministerio, debiendo el armamento ser depositado en la capital a la orden del gobierno.

5) Reconocimiento de los gastos de guerra de la revolución. Indem­nización de los perjuicios causados a consecuencia de la misma. Legación del Brasil en Asunción, febrero 16 de 1874. Bernardino Caballero, Germán Serrano, Cirilo Antonio Rivarola, Cándido Bareiro, Patricio Escobar, Ignacio J. Genes, Juan B. Egusquiza. El mediador.

Antonio J. D. de Araujo Gondin Conforme: Salvador Jovellanos

El 12 de febrero de 1874 se reorganizó el gabinete conforme al acuerdo suscrito.

Presidente, Salvador Jovellanos; Hacienda, Juan Bautista Gill; Interior, general Bernardino Caballero; Relaciones Exteriores, Cándido Bareiro; Guerra y Marina, general Germán Serrano; Justicia, Francisco Sotera

La influencia del Brasil a través de su ministro plenipotenciario Antonio J. D. Araujo Gondin fue real. La retirada del ejército brasileño del Paraguay el 22 de junio de 1876 atemperó tal influencia en los gobier­nos nacionales.

La ocupación de Villa Hayes por las tropas argentinas constituía otra presión sobre el gobierno paraguayo.

El laudo Hayes, que concedió los derechos territoriales sobre el Chaco, desde el Pilcomayo hasta más allá de Bahía Negra sobre el Río Paraguay, obligó a dicha fuerza a desocupar Villa Occidental entonces, y liberarse de esa fastidiosa presión.

La caída del emperador Pedro II y la proclamación de la revolución en el Brasil, fueron atemperando la influencia lusitana en el Paraguay. Esta coyuntura política benefició los planes de la República de 1904. La ayuda rioplatense, a través de su marina, impulsó el movi­miento revolucionario del 4 de agosto de 1904.

El buque "Sajonia", que había sido adquirido para la Flota Mer­cante del Estado, se convirtió en el buque insignia de la rebelión, con la jefatura del capitán de navío Manuel J. Duarte.

La jefatura militar del movimiento estuvo a cargo del entonces ca­pitán Dr. Benigno Ferreira, hombre culto que, a pesar de haber revistado entre los legionarios, fue un defensor inclaudicable de nuestros derechos sobre el territorio del Chaco.

La operación naval correspondió a un destacado ex alumno de la Escuela Naval Argentina.

Por sus méritos ascendió muy joven a teniente de fragata en los arsenales de Buenos Aires. Conocía el arte de navegar y estaba formado en la mejor escuela naval del Río de la Plata.

Cursó también sus estudios en la antes nombrada Escuela Naval Argentina, donde sobresaliera por su inteligencia y dedicación.

La expedición armada partía en las últimas horas del citado día 4 de agosto de 1904 bajo el mando del teniente de fragata Manuel J. Duarte y con la presencia de Pastor Cabañas Saguier, Rodolfo Ayala, Juan Fran­cisco Recalde (h), Manuel Caballero, Luis Valdez. En el puerto de Bue­nos Aires, en la "Dársena Sur" se incorporaban a la expedición el capitán Ildefonso Benegas y don Manuel Gondra, virtual jefe civil de la revolu­ción.

La sigilosa expedición fue descubierta por el cónsul en Buenos Aires y transmitida al gobierno argentino para impedir el avance de los sediciosos. Sin embargo, el "Sajonia" elude la intercepción y se interna en territorio paraguayo. Se traba un feroz y encarnizado combate naval frente a la ciudad de Pilar. El "Sajonia" con 70 revolucionarios y el “Villarrica", leal al gobierno con la jefatura del mayor Eugenio Alejandrino Garay.

El buque gubernista se rinde y caen prisioneros sus ocupantes. El mayor Garay quedó con varias heridas. El ministro Fleitas también fue tomado prisionero.

La batalla victoriosa de Pilar animó a los revolucionarios. El ejér­cito de infantería a cargo de Benigno Ferreira establece su campamento en la localidad de Villeta.

El movimiento estaba afianzado; los voluntarios acudían al cam­pamento para enrolarse a sus cuadros.


HECHOS SORPRESIVOS

Un hecho sorpresivo fue la presencia del Vicepresidente de la República, Dr. Manuel Domínguez, llevando su adhesión con estas pa­labras: "Donde está la inteligencia está la razón".

El desconcierto comenzaba a cundir en las fuerzas gubernistas. Los hijos del general Patricio Escobar y del coronel Jara, Albino, se ha­bían alistado a las tropas revolucionarias.

La propaganda minaba la moral de los adictos al gobierno.

La división partidaria entre caballeristas y egusquicistas dejó sus secuelas de odio entre los republicanos.

El acuerdo entre cívicos y radicales fortaleció el movimiento ga­nando espacio en toda la República.

Los directores políticos consideraron oportuno emitir un manifies­to informativo programático acerca de los objetivos de la revolución. A continuación transcribimos dicho manifiesto.

"Debemos una explicación al pueblo sobre las causas y los móviles de la resistencia armada que ha sido necesario promover en defensa de la libertad e instituciones.

Se trata de hechos conocidos en toda la República y de propósitos arraigados en todos los paraguayos de bien. Basta recordar el profundo malestar que desconcierta a todo el país, lo desmoraliza y humilla, y arrastra por fin, al pueblo a la reivindicación violenta de sus derechos. Esta declaración no hace más que repetir lo que en mil ocasiones diferentes y mil variados tonos lo han dicho ya todos y cada uno de los paraguayos sanos de corazón. El momento histórico es solemne. De un extremo a otro de la República se levanta unánime y potente la voz de la condenación para el gobierno que rige sus destinos.

Pareciera que la fatalidad lo condujera de error en error, de prin­cipio en principio, hasta el total hundimiento en que hoy se debate, impotente, desprestigiado. Ni cabe una reacción acaso providencial, porque los ciudadanos que lo componen carecen de la preparación nece­saria, no tienen ni experiencia en los negocios de Estado, ni buena volun­tad, ni patriotismo, ni honradez pública ni privada. Divorciados absolu­tamente del país, han perdido por completo la confianza pública con diferencia sin cuento, capacidad sin medida que su permanencia al fren­te del gobierno es todo un peligro, toda una vergüenza nacional, que debe ser a todo trance extirpada.

El Paraguay ha dejado de tener un gobierno regular desde los aciagos días en que oscuros motines de cuartel hallaron las instituciones fundamentales, poniéndolas bajo el taco de una soldadeña ignorante y desenfrenada. Mas debe decirse que ninguno ha llegado a la degrada­ción de los actuales gobernantes. Nunca ha habido tanta relajación en las esferas superiores del gobierno; jamás menos respeto a la ley y a la dignidad personal; nunca tanto desprecio al ciudadano honesto o del pensamiento, más tanto predicamento de cortesanos insignificantes; jamás mayor influencia de sicarios ensoberbecidos. Es natural y lógico, los gobernantes son hombres como los demás y se subordinan a las leyes que rigen las asociaciones humanas. El Presidente de la República tiene que rodearse de ciudadanos afines, que piensan como él, hablan su len­guaje y tienen las mismas cortas miradas. Literalmente, sin instrucción, sin las nociones más elementales aun para la vida ordinaria, el coronel Juan Antonio Escurra no hace más que degradar la primera magistra­tura, que ha escalado por sorpresa en medio del asombro general de propios y extraños. Fruto de una dictadura militar de cincuenta años,

con otros tantos de estancamiento que conduce indefectiblemente a la revolución armada.

En el orden político, la completa subversión de las instituciones. La Constitución y las leyes esclavizadas al servicio del peculado más vergonzoso, del interés más egoísta.

Al final de esta exposición, el Movimiento hace un llamado patrió­tico a todos los hombres de buena voluntad, sin exclusión de partidos. Entregamos la causa de la Revolución en los brazos del pueblo y confiamos, después de Dios, en nuestros propios esfuerzos para el triun­fo de la libertad.

Benigno Ferreira, Emiliano González Navero, Manuel Gondra, Gualberto Cardús Huerta, Félix Paiva, Adolfo Riquelme, Eduardo Schaerer, Liberato Rojas, Pedro P. Caballero, Albino Jara, Hipólito Núñez, Antonio Taboada, Gómez Freyre Esteves, Francisco Capurro, Miguel Gerónimo Soler, Manuel Benítez, Héctor Salaverri; siguen las firmas. El presente manifiesto fue redactado por el doctor Manuel Benítez, afirmando que la Revolución era nacional y no partidaria.

Se discutió si debían las fuerzas tomar Asunción o extender la lucha en las principales ciudades. Concepción, al norte, Villarrica y Encarnación; al sur Pilar y Villeta ya estaban en poder de los revolucio­narios.

Los hijos de conspicuos jefes del coloradismo como el general Patri­cio Escobar, se incorporaron a las legiones revolucionarias, así como el temerario capitán Albino Jara, hijo del coronel Zacarías Jara, coman­dante de las fuerzas gubernistas del norte.

La defección del Vicepresidente Dr. Manuel Domínguez y la del senador Arsenio López Decoud produjeron desconcierto en las fuerzas gubernistas.

El general Escobar ya no imponía ese ímpetu ante la rebelión de sus hijos. El coronel Zacarías Jara se volvía dubitativo ante la rebelión de su hijo Albino, a quien quería y admiraba.

Los desaciertos del gobierno se sucedían y la oposición crecía ante la abierta repulsa del egusquicismo desplazado. La figura militar del coronel Escurra, un hombre leal, pero sin formación intelectual para el cargo, no fue bien vista ni en el oficialismo, menos en la oposición.

Era un hombre firme, sin maldades, pero carente de formación para asumir la gran responsabilidad de Primer Magistrado de la nación. La crisis del partido de gobierno fue notoria, con el alejamiento y la oposición de los egusquicistas, el oficialismo perdió hombres de signi­ficación y se limitó a la colaboración de leales pero sin la capacidad que exigían las funciones.

En el gabinete del coronel Escurra aparecían hombres ilustrados y honestos como el Dr. Pedro P. Peña, el sociólogo y notable escritor Fulgencio R. Moreno y otros ministros con formación universitaria, salvo la del coronel Antonio Cáceres.

Toda máquina tiene su vida útil. El oficialismo llevaba más de treinta años en el gobierno.

La venta de las tierras públicas a empresas extranjeras estimuló el latifundio y oprimió a los agricultores, que se convirtieron en aparceros en inmuebles ajenos. Dejaron de ser los poseedores de sus chacras.

El auge del contrabando y el abuso del poder iban minando la estabilidad del gobierno.

Las acusaciones de los revolucionarios encontraban eco en la opi­nión pública y la lealtad al partido de gobierno ya carecía del fervor cívico de otros tiempos.

Mientras las fuerzas del gobierno estaban limitadas, las adhesio­nes a la revolución aumentaban día a día.

Varias ciudades y pueblos ya habían caído en manos de los rebel­des. La suerte estaba echada. La superioridad de los revolucionarios se acrecentaba día a día.

Las poderosas fuerzas gubernistas del norte con asiento en Con­cepción al mando del coronel Zacarías Jara, padre del capitán Albino Jara, revolucionario, trastornaron la defensa del gobierno del coronel Escurra.

La caída de Concepción por la inacción del coronel Zacarías Jara, quien no quería enfrentar a las tropas de su hijo, fue un duro golpe para el gobierno.

La anarquía y el luto que cubrían a la República inquietaron al cuerpo diplomático. Fue así que plenipotenciarios de Argentina, Brasil y otros países ofrecieron su mediación para restablecer la paz en el Pa­raguay.


BASES REVOLUCIONARIAS

En el mes de setiembre, los revolucionarios presentan las bases con las siguientes condiciones:

1) Renuncia del Presidente y Vicepresidente de la República.

2) Constitución de un gobierno provisorio presidido por una perso­na de reconocida honorabilidad que no pertenezca a ninguno de los par­tidos militantes.

3) Disolución de los ejércitos del gobierno y revolucionario, debien­do tan sólo organizarse el cuerpo de la Policía de la Capital, para la garantía del orden y la tranquilidad pública, a cargo de un revolucionario.

4) Reconocimiento y pago por el Estado de los gastos hechos como consecuencia de la revolución.

5) Reconocimiento de los grados militares concedidos por la revo­lución.

6) Los ministerios de Guerra e Interior del gobierno provisorio serán confiados a ciudadanos pertenecientes a las filas revolucionarias. El de Hacienda será designado por la Cámara de Comercio.

7) Elecciones generales libres para la reorganización de los pode­res constitucionales.

8) Amnistía para todos los delitos políticos.

9) Cumplimiento del arreglo, bajo la garantía moral de los minis­tros plenipotenciarios del Brasil, Argentina y Francia.

La propuesta revolucionaria fue rechazada por el gobierno, aseso­rado por los generales Bernardino Caballero y Patricio Escobar.

Ante la falta de acuerdo de los contendores se reanuda la cruenta lucha en gran parte del territorio.

Ante la necesidad de comprar armas y municiones los revoluciona­rios obtienen un crédito para tal fin en Buenos Aires y mejoran ostensi­blemente su capacidad de fuego.

Teodosio González en su lapidario libro: "Infortunios del Para­guay", en la página 159, expresa: "En su nefasta obra de aniquilamiento de la economía en el Paraguay de la post-guerra, legaron al país la cruz de la pobreza crónica, con una soga más: la responsabilidad del Estado por los perjuicios causados por las revoluciones.

En este desastre fueron principales autores los gobiernos libera­les.

Cuando el provisionato, se pasó al Senado el proyecto de ley, san­cionado en agosto de 1906 ya era senador y miembro precisamente de la Comisión de Hacienda, que había de dictaminar sobre el proyecto".

La Revolución de 1904 con el empuje de su oficialidad joven y la cohesión de los liberales unidos iban ganando posición en toda la Repú­blica.

La caída del coronel Escurra era cuestión de tiempo.

Los revolucionarios toman Encarnación y Misiones, marcando ma­yoría en la República.

Los 4.000 hombres que aún contaba el gobierno estaban inmo­vilizados ante el dominio del río y de los territorios aledaños a la capital. Para evitar más sangre inocente en la desigual lucha, el gobierno representado por el presidente Escurra, el doctor Emilio Pérez y don Cayetano Carreras y los sediciosos por el Dr. Benigno Ferreira, el co­mandante Manuel Duarte y el señor Adolfo Soler. Los ministros pleni­potenciarios de Brasil, Brasilio Itibiré Da Cunha y Alejandro Guesala por la Argentina, actuaban como mediadores.

El pacto del Pilcomayo puso término a esa cruenta guerra civil. Las bases del acuerdo establecieron las siguientes condiciones:

1) Designación de un Presidente Provisorio de la República por los delegados de la revolución, recayendo ella en la persona del ciudadano Juan Bautista Gaona.

2) Disolución del ejército oficial.

3) Constitución de gabinete con los ministros:

a) del Interior: Emilio Pérez;

b) de Justicia: Cayetano A. Carreras;

c) Hacienda, un candidato revolucionario;

d) de Guerra, otro candidato revolucionario;

e) de Relaciones Exteriores, designado por los revolucionarios.

4) Nombramiento del Sr. Elías García como jefe de Policía de la Capital.

5) Renovación de la mitad cesante de las Cámaras por elecciones libres.

6) Pago de los gastos de la revolución.

El Congreso avala el acuerdo entre oficialistas y revolucionarios. El día 19 de diciembre del año 1904 las Cámaras de Senadores y Diputados reunidas en Congreso formalizan las renuncias del Presiden­te y Vicepresidente de la República presentadas por el coronel Juan Antonio Escurra y el doctor Manuel Domínguez.

El Congreso unge al ciudadano Juan Bautista Gaona como Presi­dente Provisional de la República.

El designado a la Primera Magistratura de la nación era respeta­do por su probidad.

El gabinete fue constituido con los siguientes miembros: Hacienda: Emiliano González Navero.

Guerra: general Benigno Ferreira. Interior: Dr. Emilio Pérez (colorado). Justicia: Cayetano Carreras (oficialista). Relaciones Exteriores: Dr. Cecilio Báez.

Días después se convoca a elecciones de parlamentarios para cu­brir las seis vacancias en la Cámara de Senadores y catorce en la de Diputados.

La división entre cívicos y radicales seguía latente. Al fin de man­tener la aparente unidad optaron por distribuir los cargos por partes iguales.

La nómina de parlamentarios quedó integrada como sigue: Senadores: Antonio Taboada, Dr. Félix Paiva, Dr. Teodoro Gon­zález, Emilio Aceval, Francisco Campos, Juan A. Aponte..

Diputados: Dr. Gualberto Cardús Huerta, Adolfo R qúelme, José A. Pérez, Ramón Jara Castro, Pedro T. Rolón, Liberato Rojas, Guillermo Sosa, José T. Legal, Juan Molinas, Genaro Pérez, Higinio Arbo.

En la lista de senadores figuraba el ex presidente de la República Emilio Aceval, de filiación colorada egusquicista, y el empresario Fran­cisco Campos.


 

PRIMERAS MEDIDAS


Una de las primeras medidas del gobierno fue reorganizar el ejér­cito y con tal fin se designó al capitán de fragata Manuel T. Duarte. Dicho Estado Mayor del Ejército se organiza: Secretario: Mayor de ingenieros Manlio F. Shenone; jefe de la sección de guerra: teniente coronel Patricio Alejandino Escobar; jefe de la sección personal: mayor Albino Jara; jefe de la sección técnica: mayor Manuel Rojas; jefe de la sección informaciones: capitán Justo Escobar.

El país estuvo expectante para recibir el mensaje del Presidente Provisional de la República Juan Bautista Gaona, dirigida al Congreso en fecha 1 de abril del año 1905.

La administración de justicia era cuestionada por los adherentes al nuevo gobierno.

Por un acto arbitrario se convocó a varios jueces al local de la Policía, intimándoles el jefe García a renunciar.

El estanco del tabaco, que favorecía a la firma Ruiz y Jorba, quedó rescindido por decreto del nuevo gobierno, sin indemnización alguna. La unidad del Partido Liberal entre cívicos y radicales era reafir­mada de palabra, mas en la realidad subsistía el encono.

En aras de la unidad del partido se editó un manifiesto del Comité Provisional para ratificar y consolidar el partido unido de cívicos y radi­cales.

El texto del manifiesto reproducimos:

"La comunidad de una tradición gloriosa, sumada a la consecución de idénticos fines, determinó a los hombres dirigentes de las dos faccio­nes del Partido Liberal a unirse con el objeto de llevar a cabo la revolu­ción que acaba de redimir al país del sistema de desquicio y corrupción en que se hundía.

"Como el lazo de unión, más que el peligro común, han sido los propósitos de restablecer el imperio de nuestras instituciones holladas de regir los destinos de la patria por el sendero de la libertad y el progre­so, los directores de las antiguas facciones han creído que terminada la contienda civil, debían desaparecer para siempre los rasgos de anterio­res desavenencias a fin de entrar de lleno con la misma responsabilidad, en la labor de reconstrucción en que todos estamos empleados ahora.

"Para extinguir esas desavenencias, los miembros de las dos comi­siones directivas de las antiguas facciones del Partido Liberal, hoy uni­dos, acordaron lo siguiente:

"1) Declarar disueltas las dos comisiones directivas mencionadas, constituyendo un Comité Provisorio que deba regir los destinos del Par­tido, compuesto de los señores doctores Manuel Benítez, Félix Paiva, José Tomás Legal, Gualberto Cardús Huerta, Adolfo R. Soler y Adolfo Riquelme, bajo la presidencia del señor Antonio Taboada.

"2) Este Comité queda encargado de la dirección del partido y de proponer un proyecto de reforma de los estatutos a la Comisión General que será oportunamente convocada para nombrar la única Comisión Directiva Central del Partido Liberal.

"3) En fe de lo cual firman en dos ejemplares de un mismo tenor en la fecha trece de abril de mil novecientos cinco.

Antonio Taboada, Cecilio Báez, Emiliano González Navero, Ma­nuel Benítez, Ildefonso Benegas, Carlos L. Isasi, Luis A. Riart, Juan Molinas, Genaro Pérez, Marcelino Rodas, Eduardo Amarilla, Cirilo Mendoza, Pedro T. Rolón, Adolfo R. Soler, Amancio Insaurralde, Modes­to Jakisich, Alejo M. Carrillo, José Antonio Pérez, Pedro Talavera, Pedro P. Caballero, Eduardo Schaerer, Adolfo Riquelme, Liberato M. Rojas.

"El Comité Provisorio ha resuelto en su primera sesión nombrar secretario al señor Adolfo Riquelme y tesorero al Dr. Félix Paiva, y llevar a nuestro conocimiento la constitución del único gobierno que regirá los destinos del partido hasta que sea convocada la convención general, a cuyo efecto serán organizadas previamente las comisiones departamen­tales a fin de que puedan designar a sus respectivos delegados.

"El Partido Liberal que se ha impuesto la misión de educar al pueblo en la escuela de la democracia, aplicando y prestigiando los prin­cipios de una sana política, que imponen la tolerancia de las opiniones como condición del régimen de libertad; el Partido Liberal que ahora se impone la misión del buen gobierno, abre como siempre sus filas a todos los hombres que quieran aportar su concurso para la realización de los ideales de orden, moralidad y progreso que informan su programa.

"Terminada la contienda en la que todos los buenos paraguayos han probado su decisión por la causa santa de la regeneración de la pa­tria, toca ahora unirnos estrechamente para dar cima a los ideales que alentaron los mártires de nuestra incipiente democracia.

"La suma de esfuerzos y voluntades ha coronado de triunfo a nues­tra revolución y el mismo factor coronará de éxito a las labores de la reconstrucción nacional.

"Asunción, mayo 29 de 1905.

"Antonio Taboada, presidente; Adolfo Riquelme, secretario". Entre las obras significativas de ese año, se registra la fundación de la Escuela Militar para la formación de oficiales en el Ejército.

Una de las leyes promulgadas fue la indemnización de daños y perjuicios acaecidos por la revolución.

Sobre esta polémica ley el Dr. Teodosio González expuso, en su libro ya citado, todo cuanto sigue:

"El proyecto me pareció completamente inaceptable, bajo el punto de vista de los principios legales admitidos en el mundo civilizado y como precedente funestísimo.

"Los perjuicios y daños que ocasionara las revoluciones de 1904 y 1912 gravaron la deuda de Estado.

"Se vuelve a repetir el hecho negativo de avalar el pago por los da­ños emergentes de la revolución de 1922 y 1923 que duró 14 meses desquiciando la economía del país y enlutando a miles de hogares pa­raguayos".

Al respecto el Dr. Teodosio González al referirse a esta ilícita obli­gación contraída por el Parlamento enumera el monto de tales daños:

1) Perjuicios de la revolución de 1904 reconocidos y pagados en título del 2% amortización y 6% de interés: $ c/I: 80.297.080.

2) Perjuicios de la revolución de 1911 y 1912, oro sellado pesos 394.119 y pesos curso legal 11.296.054.

3) Intereses de consolidados al 6% anual hasta el 31 de diciembre de 1930, $ c/I: 149.534.964.

4) Empréstito Banco de la República, 500.000 pesos oro sellado $ c/1: 21.305.000.

5) Empréstito Rodríguez en capital e intereses hasta la fecha $ c/ I: 92.561.703.

6) Perjuicios de la revolución de 1922-1923 por parte baja $ c/I: 300.000.000.

Total: $ c/I: 681.698.747.

"Los perjuicios de las revoluciones que los gobernantes del Para­guay se han servido clavar en la frente a esta patria desdichada, le han insumido alrededor de 680 millones de pesos curso legal o 17 millones de pesos oro".

"Con cuya suma hubiéramos podido tener dinero para construir las obras públicas indispensables, cuya falta tanto nos adoloran, empe­queñecen y desacreditan".

Cuán diferente fue la actitud del gobierno del Brasil por los recla­mos del empresario italiano Matarazzo, por los daños ocasionados a sus fábricas durante tales enfrentamientos.

El Poder Ejecutivo brasileño se negó categóricamente al pago por tales daños. Que la revolución es un delito y que hechos ilícitos como tales deben ser sancionados y no indemnizados.

Al término de la sangrienta revolución, el Estado pagó los daños y perjuicios ocurridos como consecuencia de aquellas confrontaciones ar­madas.

Al concluir la revolución de 1904, el país reanuda sus actividades comerciales e industriales, pues durante la lucha armada, la paraliza­ción de esas actividades afectó a gran parte de las empresas y población. La supuesta unidad partidaria se reflejaba en la actitud de sus dirigen­tes.

El Presidente Gaona, hombre serio, que pretendía formalizar una correcta administración, de pronto comenzó a sentir la presión.

El general Benigno Ferreira seguía en el liderazgo del gobierno y no aceptaba de buena gana la independencia del Presidente Gaona, que poco consultaba a los referentes del partido.

La negativa de un crédito recomendado por tales referentes y la reorganización del gabinete con la remoción de tres ministros: Dr. Emi­lio Pérez, Emiliano González Navero y Cayetano Carreras enerva a los políticos liberales y deciden destituir al Presidente Juan Bautista Gaona. La decisión compartida del general Ferreira y el grupo radical tuvo sus efectos en el Congreso.

El Presidente Gaona pretendía ordenar la administración pública y su firmeza de ejercer la función fue la causa de su destitución. Este hecho de no consolidar el proceso y alzarse contra el principio de autori­dad constituía un nefasto precedente que años después conduciría a la República a la anarquía e inestabilidad de los gobiernos.


ASUME FERREIRA

La candidatura del radical Dr. Cecilio Báez fue aceptada para ocupar provisionalmente la presidencia de la nación. Las próximas elec­ciones ungirían en el Ejecutivo al jefe de los cívicos general Benigno Ferreira.

Las antiguas rencillas internas volvían a agitarse.

Una juventud ardorosa que enarbolaba el imperio de la Constitu­ción pregonaba una foja de jóvenes sin vínculo partidario. Esos jóvenes que después gravitarían en el Partido Liberal eran José Patricio Guggiari, Modesto Guggiari, Tomás Ayala, Ernesto Arias, quienes a través del diario Alón cuestionaban el sectarismo de los colores tradicionales. Un prestigioso militar, el coronel Albino Jara, apoyaba esa ten­dencia.

El Dr. Cecilio Báez culmina su mandato y por elección del candi­dato único el general Benigno Ferreira, asume la Presidencia constitu­cional de la República el día 25 de noviembre de 1906.

Su gabinete integran hombres tanto del grupo cívico como de los radicales.

El ministro de Guerra y Marina, Guillermo De los Ríos, pertenecía al sector egusquicista y aliado de la revolución.

El general Benigno Ferreira era un hombre culto. Había egresado de la Universidad de Buenos Aires con el título de abogado.

Pretendía impulsar las reformas propuestas para estimular el pro­greso del país en las áreas económica, financiera, política y educacional. La indisciplina militar tuvo como su cabecilla al coronel Albino Jara.

Las elecciones incidentadas y violentas en Misiones y Caazapá rompían la tranquilidad de la República. Los cuarteles comenzaban a inquietarse.

El Presidente Ferreira comenzaba a sentir los efectos negativos del internismo partidario.

Las dos últimas malas cosechas agrícolas, las restricciones comer­ciales y la elevada cotización del oro producían desesperanzas y resenti­mientos contra el gobierno.

El vocero radical estaba representado por el Diario, órgano perio­dístico de trascendencia.

Los conatos de insubordinación día a día aumentaban El mayor Albino Jara secundado por el teniente coronel Patricio Alejandrino Es­cobar tenían decisiones tomadas.

El radicalismo contaba en el ejército con la adhesión de oficiales adictos a la causa.

La actuación del jefe político Elías García era cuestionada por el pueblo humilde, al reprimir costumbres populares de años, que identi­ficaban a la población.

La inquina entre cívicos y radicales se enervaba por la confronta­ción de los ministros de Hacienda, Adolfo R. Soler, y del coronel Manuel Duarte.

El Presidente Ferreira tomó partido a favor del ministro de Ha­cienda. Ante tal actitud, el coronel Duarte se aproximó al caudillo radi­cal Antonio Taboada y la conspiración fue madurando.

El Presidente Ferreira estaba en conocimiento del conato subver­sivo pero su indecisión de desactivarlo le fue fatal.

El mayor Jara se hace cargo de la ejecución militar del plan.

La decisión temeraria del mayor Jara posibilitó la toma de los principales cuarteles de la capital: la Artillería y la Infantería.

La Policía y un importante sector de la Marina, con el cañonero "Libertad", respondían al gobierno.

La lucha fue encarnizada y el control de las operaciones incierto, aunque en las primeras horas la resistencia de los leales al general Ferreira fue firme, pero horas después con los nuevos contingentes civi­les algunos militares que engrosan las filas revolucionarias definen la situación.

El general Benigno Ferreira, en su puesto de Comandante en Jefe, en el Palacio, es sitiado y obligado a renunciar.

La unidad cívico-radical se rompía para siempre. El predominio del sector radical dentro del liberalismo fue notorio. Años después la división entre radicales de Schaerer (saco mbyky) y de Gondra (saco pucú) originaría la cruenta y más prolongada guerra civil que conoció el Paraguay durante los años 1922 y dos meses de 1923.

El alzamiento militar del 2 de julio del año 1908 rompió la institucionalidad de la República y el protagonismo militar fue ganando espacio en el proceso político.

Si ayer fueron protagonistas los generales Caballero, Escobar. Egusquiza y el coronel Escurra, en la era liberal aparecen el coronel Albino Jara, las pretensiones del coronel Chirife, el coronel Rafael Fran­co y la promoción a la presidencia de la República del entonces general José Félix Estigarribia.

En honor a la verdad, los liberales tuvieron dos militares en el Poder Ejecutivo.

Los colorados a Caballero, Escobar, Egusquiza, Escurra, Morínigo, Rolón, Stroessner y Rodríguez.

La incultura cívica y la anarquía favorecieron dichas promociones de militares al frente del Poder Ejecutivo.

La saña y el odio volvían a reflotar en el ámbito político. El mani­fiesto dirigido al pueblo por los revolucionarios triunfantes marcaba otra vez la tendencia del desencuentro entre los paraguayos.


"AL PUEBLO

"Acabamos de derribar, después de tres días de combate, en que rivalizaron en heroísmo el ejército y el pueblo de la capital, el gobierno del general Ferreira. Este gobernante se ha rendido a las fuerzas revo­lucionarias y el vicepresidente de la República, don Emiliano González Navero, ha asumido el mando supremo de la nación.

"No queremos ensañarnos con los caídos enumerando las malda­des, perfidias y aberraciones cometidas en menos de dos años por el gobernante a quien derriba ahora el empuje popular, ya que ellos son bien conocidos por todo el país. Queremos sí, al declinar la autoridad de que momentáneamente estuvimos investidos, en manos del señor vice­presidente, dejar constancia del carácter político del movimiento, dicien­do de él que ha sido netamente liberal radical. Pedimos y obtuvimos el concurso de hombres de todas las filiaciones, pero el núcleo impulsor de la revolución ha tenido el carácter indicado, como asimismo lo tendrá la orientación del nuevo gobierno.

"No tenemos odio para nadie, ni siquiera para aquellos a quienes nos vimos obligados a combatir con las armas. Acallado el rumor de la lucha volvemos a ser hermanos. No habrá persecuciones para nadie. Echamos un velo sobre el pasado y pidiendo disculpas al país por el sacudimiento doloroso, aunque necesario y momentáneo, que nuestra actitud ha tenido que producir, invitamos a todos nuestros conciudada­nos a ayudarnos en la obra magna por todos anhelada: la regeneración de la patria.

Asunción, julio 4 de 1908.

Albino Jara, Patricio Alejandrino Escobar, Américo Benítez, Adol­fo Riquelme, Manuel Franco, Eusebio Ayala, G. Cardús Huerta, Félix Paiva, Eduardo Schaerer, R. Lara Castro, Manuel Rojas, Carlos Goiburú, Tomás Mendoza, Fidel Ferreira, E. Oliver, alférez Ayala, José D. Dosa, José M. Valenzuela, Romualdo Cañete, Aureliano Gómez, Miguel Acosta, Alfredo Medina, José C. Garcete, Isaac Duarte, Felipe L. González, Honorio Alfonso, Alejandro Escobar, Quintín Parini; siguen las firmas".

La revolución triunfante, violando normas legales premió con dos grados a los jefes y oficiales del movimiento, así el mayor Albino Jara fue ascendido a coronel.

La deserción de los tenientes Enrique Taboada y Rodolfo Bordón provocó comentarios ante la carta publicada por ellos en el diario "ElNacional". Reproducimos su texto: "En la culta y distinguida Escuela Militar que nos ha formado nos enseñaron a ser dignos guardianes del honor y de la integridad de la patria y de sus instituciones, y por eso nos negamos a servir, no a la patria, sino a un gobierno surgido de un motín cuartelero que ha pisoteado mil veces las leyes de la nación".

La división entre cívicos y radicales volvía a penetrar en las carpas azules. Estas divisiones trajeron luto, dolor y pobreza.

Al consolidarse en el gobierno el grupo radical con Eduardo Schaerer en la presidencia de la República en el año 1912, el sector cívico perdió protagonismo y el radicalismo se hizo cargo de los destinos del Partido Liberal.

La discordia interna divide al radicalismo en schaeristas y gon­dristas, causa de la cruenta y prolongada guerra civil de los años 1922 y 1923.

La revolución del 2 de julio de 1908 detuvo en prisión al coronel Manuel Duarte, jefe principal de la revolución de 1904, que posibilitó la ascención al poder del Partido Liberal.

El coronel Duarte, que guardaba reclusión en el barco "Libertad", se dirigió al presidente de la República don Emiliano González Navero en los siguientes términos:

"Bahía de Asunción, a bordo del "Libertad", julio 13 de 1908.

"Excmo. señor Presidente de la República:

"Hoy hace nueve días que me encuentro a bordo del `Libertad', preso e incomunicado, con un centinela de vista, sin tener conocimiento de lo que se piensa hacer conmigo por el nuevo gobierno que dirige V.E.

"Durante mi prisión en el cuartel del 2° Cuerpo de Infantería de línea y en mi domicilio, he tenido conocimiento de la disolución del Con­greso y del Poder Judicial y como los últimos acontecimientos han hecho desaparecer también el Tribunal Militar, no tengo o no veo otra autori­dad en la República a quien dirigirme sino a V.E. con el fin de hacer valer los derechos que me acuerda el artículo 9 de la Constitución de la Repú­blica, el cual, aún bajo el estado de sitio, me acuerda el derecho de optar por salir del territorio nacional y sólo en caso de negarme faculta a V.E. a trasladarme a uno u otro punto del país.

"Siempre que no exista algún decreto estableciendo la dictadura, y en consecuencia, la desaparición de la Constitución, pido a V.E. quiera permitirme me acoja al mencionado artículo nueve que me da el derecho de salir del territorio de la República.

"Saluda a V.E. con su consideración distinguida. "Firmado: Manuel J. Duarte".

Así terminó su carrera política el prestigioso teniente de fragata egresado con calificación sobresaliente de la Escuela Naval de Buenos Aires.

No sería la primera vez que ciudadanos plenos por capacidad, honestidad y dación a la causa de la patria sufrieron el agravio de los politiqueros de turno.

El 4 de julio se constituye el Comité Ejecutivo con:

Mayor Albino Jara, Adolfo Riquelme, comandante Patricio Ale­jandrino Escobar; doctores Manuel Franco, Gualberto Cardús Huerta, Félix Paiva y Eusebio Ayala.

El Comité Ejecutivo resolvió:

a) Designar Presidente de la República al vice señor Emiliano González Navero.

b) Ascender dos grados a los militares sublevados.

c) Gratificar con dinero del Estado.

d) Disolver el Parlamento, bajo la inculpación de haber sido orga­nizado dictatorialmente por el general Ferreira.

El presidente provisional integra su gabinete con los siguientes ministros:

Interio: Manuel Gondra.

Hacienda: Dr. Gualberto Cardús Huerta.

Guerra y Marina: coronel Albino Jara.

Justicia e Instrucción Pública: Dr. Manuel Franco.

Relaciones Exteriores: Dr. Eusebio Ayala.

El nuevo régimen se declaró partidario de seguir con la tradicional denominación de Partido Liberal y no Partido Radical, puesto que esta designación traería confusión entre los afiliados. Pero los liberales siem­pre agregaban si eran radicales Liberal Radical y si eran cívicos Liberal Cívicos o simplemente cívicos.

Después del 4 de julio el país entró en la vorágine de la anarquía. Los cuartelazos y alzamientos frecuentes llevaron a la República a la anarquía y pobreza.

El país perdió a connotados jefes como el capitán de navío Elías Ayala y al comandante Manuel Duarte, egresados distinguidos de la Escuela Naval de Buenos Aires.

El protagonismo del coronel Albino Jara fue notorio. Su ambición de mando provocó varias crisis. Los ayer amigos Jara y Riquelme se habían distanciado.

Jara socavaba la autoridad del Presidente Gondra, quien resolvió renunciar al Poder Ejecutivo; el coronel Jara se adueñó de la situación y jura como Presidente Provisional de la Nación.

Su administración desordenada y arbitraria comienza a inquietar a sus alegados.

La represión violenta contra obreros y estudiantes provocó la in­dignación del pueblo.

Sus propios ministros, como el profesor Ibáñez, organizan la con­jura y el polémico coronel fue al destierro con la rechifla de una multitud agolpada en el puerto de la Asunción.

El alejamiento forzado del coronel Albino Jara no garantizaba horas de paz a la República.

Jara, al desprenderse del radicalismo, pretendió fundar su propio partido, pero no tuvo eco por su mal desempeño al frente del Poder Ejecutivo.

En el exilio seguía conspirando y pronto volvería con el brazo en armas a protagonizar cerca de la ciudad de Paraguarí el último combate. Herido de consideración, fue trasladado al hospital, falleciendo horas después.

Quedaba el famoso dicho popular "Ara pa téra Jara".

Se produce la desaparición definitiva del aguerrido coronel.

El resentimiento de los colorados estaba justificado plenamente por los maltratos con que eran penados dichos adversarios políticos. La masacre de Laureles y el confinamiento en el lejano Fortín Galpón de los republicanos doctores Cayo Romero Pereira y Virgilio Silveira y una v

treintena de opositores colorados desprestigiaron al gobierno de Emiliano González Navero.

El doctor Rogelio Urizar al comentar tales desatinos en su bien logrado libro "Los dramas de nuestra anarquía", nos recuerda en la página 269 de su obra citada, cuanto sigue: "Las medidas violentas y las que van acompañadas de crueldades no son necesarias ni útiles, en un país que tiene leyes y normas de contenido ético. La represión nunca ha de dar otro resultado que el de exacerbar los ánimos, los enconos y odios. La historia de nuestros desórdenes no es el fracaso de las leyes sino de los hombres que deben cumplirlas y hacerlas cumplir. Ofuscados por las pasiones, desorientados por las intrigas, no pueden encontrar el camino que conduce a la serena razón de la justicia.

"¿Podrá alguna vez sobreponerse la razón al rencor, para repudiar la venganza y olvidar las injurias y las injusticias en busca de una unión nacional?".

La irracionalidad y la pasión por el poder estimularon actos trági­cos e inhumanos.

El 7 de mayo de 1909, los presos políticos colorados fueron trasla­dados de Fortín Galpón a la cárcel de Emboscada.

Durante el almuerzo los presos se apoderaron de la cárcel y la lucha armada cobró vidas humanas.

Los presos pudieron evadirse y así concluyó esta salvaje represión que inauguró por primera vez en América un campo de concentración, treinta años antes que los nazis lo establecieron en Polonia.

El Paraguay no encontraba su rumbo. La pasión y la incivilidad de los dirigentes políticos eran responsables de los sucesivos carnavales de sangre que atormentaban a la República.


CONSECUENCIAS NEFASTAS

Las consecuencias nefatas de las sucesivas revoluciones de 1908 a 1912 perjudicaron al país en todos los sentidos.

En lo político, la inestabilidad de los gobiernos y la ausencia de programas.

En lo económico, la disminución de las actividades agrícolas y comerciales.

En lo social, la desintegración de las familias.

En lo cultural, la deserción escolar y la falta de institutos de ense­ñanza superior.

La emigración de miles de paraguayos y paraguayas a los países limítrofes.

La administración de justicia era arbitraria. La orden de un jefe militar o comisario de pueblo tenía más eficacia que la sentencia de un juez.

El Dr. Manuel Viera, al ver trabada su resolución de Hábeas Cor­pus, en beneficio de honorables ciudadanos y ante la grave amenaza que recibía, optó por asilarse y emigrar a Buenos Aires.

El manifiesto de la revolución de 1904, proclamando las garantías de libertad, de debido proceso y de seguridad a los habitantes de la República fue pronto desmentido por los hechos de anarquía y corrup­ción.

Juan Bautista Gill, defenestrado ministro de Hacienda por mal­versación de fondos, sorprende a los ciudadanos al candidatarse a la Presidencia de la República, con el apoyo del ministro plenipotenciario brasileño Araujo Godin.

Fue así que es ungido ala máxima jerarquía, pese a sus anteceden­tes delictivos.

Su famoso batallón "Guarará" constituía el terror de la población asunceña. Sus enemigos, los Godoy, tramaron su asesinato; y fue así que Nicanor Godoy lo ultimó a la media mañana del día 12 de abril del año 1887.

El mandatario no gozaba de la simpatía del pueblo. Los subidos tributos "estancos" perjudicaban a la producción. El país día a día perdía densidad por causa de la emigración.

Los comentarios de la época acusan que la administración de Juan Bautista Gill era deshonesta, incluyendo la venta del ferrocarril a precio inconveniente, la inseguridad y continuos asesinatos, a más de la mala administración de la deuda interna y externa.

Pese a estas actitudes negativas de Gill, seguía dominando el es­cenario político y sus colaboradores, como Caballero, Bareiro y Escobar, guardaban un prudente silencio sobre sus cuestionadas gestiones públi­cas.


1904

La designación de Eduardo Schaerer, hombre sin mayores estu­dios (6° grado de la Escuela Alemana), gravitaba en el sector de los radicales por su capacidad de obrar y su indudable intuición política.

Triunfante la revolución, fue designado director de Aduanas. Fue acusado por los periódicos de la época de desprolijidad y el auge del contrabando.

La presión fue tal que tuvo que dejar el cargo. Hombre sagaz, siguió en los cuadros del sector radical, gravitando por su tesonera acti­vidad y relaciones financieras con algunos capitalistas porteños.

El crédito obenido del portugués Rodríguez lo ubica como uno de los principales de tal acuerdo contractual que facilitó el triunfo de la revolución del 12.

El vacío de poder que había dejado Gondra con su cesantía por la presión armada del coronel Albino Jara lo ocupó, por esa coyuntura política, el caazapeño Eduardo Schaerer Vera, descendiente de suizo alemán y de Isabel Vera, una bella criolla del lugar.

Una vez más, no interesaban los antecedentes del candidato, sí su condición de exitoso caudillo.

El Paraguay de 1904 y el Paraguay después de 1904 no habían evolucionado. La anarquía corrompía a los directores políticos más em­peñados en conseguir y mantener el poder que en ofrecer al país una administración honesta y eficiente.

Refiriéndose a nuestra realidad Teodosio González, en su citado libro, página 481, dice: "La democracia sacrifica constantemente a los mejores, erige un despotismo el número, es el dominio de la mediocridad, audaz y sin escrúpulos".

"Es verdad que esta desviación concluye por engendrar su propio remedio. Los pueblos sufren en carne propia los resultados de tal error y entonces, sobrevienen esas curas heroicas que son los sistemas de coacción y violencia".

"Una organización democrática que sea verdaderamente tal, pre­viene estas funestas corrupciones y corrige la tendencia bastarda, laten­te en su seno, erigiendo una minoría capacitada para dar a la función del gobierno el necesario contenido espiritual". (Benoit. Enfermedades de la democracia).

Refiriéndose al caudillo político dice que es hijo legítimo de una madre muy vieja, la estupidez humana, y según un escritor portugués, no obstante el uso intensivo que se hace de ella, parece cada día más inagotable.

La revolución de 1904 incorporó en sus filas a hombres ilustrados, capaces, pero con debilidad moral de imponer los principios.

Esta realidad aún sigue debilitando los cimientos institucionales de la República. La consigna es mantenerse en el poder antes que la administración de un "buen gobierno".

La incultura que azota hasta hoy al país con un elevado porcentaje de analfabetos funcionales es la principal causa de nuestro atraso.

A la tarea destinada a formar ciudadanos capaces, mediante la preparación intelectual, le llamamos "instrucción".

La destinada a la formación moral, al carácter, la denominamos "educación".

Hasta tanto no superemos estas realidades, el Paraguay no evolu­cionará hacia el progreso.


LA INTERVENCIÓN ARGENTINA Y BRASILEÑA EN LA RE­VOLUCIÓN DE 1904

La pugna por mantener la hegemonía en el Río de la Plata fue constante y sostenida.

Paraguay y Uruguay estaban en la mira de sus poderosos vecinos. La revolución triunfante de 1904 introdujo la influencia argentina en el Paraguay hasta el año 1955.

Un interesante estudio de Luiz Alberto Maniz Bandeira, en su libro "De la Triple Alianza al Mercosur", páginas 60 al 63, analiza: "A pesar de hacer culto a la memoria del mariscal Francisco Solano López, al reverenciarlo corno héroe de la guerra, mártir de la patria, víctima de la "Triple Alianza", el Partido Colorado se alineó con el Brasil y obtuvo su simpatía, dado que se presentaba como baluarte de la resistencia a las ambiciones territoriales de la Argentina, cuyo respaldo material (di­nero, navíos y armas) posibilitó finalmente la victoria de una revolución dirigida por el Partido Liberal en 1904".

"El gobierno del entonces presidente Juan Antonio Escurra (1902­1904) contaba con el apoyo del Brasil, cuya simpatía ganara cuando evitó el aumento del impuesto sobre el tránsito de la yerba mate y per­mitió la libertad de emigración de aquellos que quisiesen trabajar en el territorio brasileño".

Con 300 revolucionarios se apoderaron del navío mercante "Sajonia", instalando en él una batería de seis cañones Krupp y doscien­tos fusiles Remington y con dichas armas controlaron el curso del río Paraguay y conquistaron los importantes puertos como los de Pilar y Villeta.

Tal era el desconcierto de las fuerzas gubernistas que su propio vicepresidente, el Dr. Manuel Domínguez, y el senador Arsenio López Decoud se adhirieron a la revolución, presentándose en Villeta ante la sorpresa general.

Fue evidente que el gobierno argentino apoyaba la sedición pues a pesar de la protesta del gobierno paraguayo permitió que los sediciosos navegaran sin ninguna traba hacia el Paraguay con sus contingentes armados.

Por tal razón, una flotilla brasileña se hizo presente en el río Para­guay para garantizar la libre navegación del río epónimo.

La intervención del Brasil se hizo presente en el conflicto.

El ministro de Relaciones Exteriores Barón de Río Branco dio ins­trucción al jefe de la Legación de Washington Alfredo de Moraes Gómez Ferreira para recomendar al gobierno de Theodore Roosevelt el envío de uno o más navíos al Paraguay a fin de apoyar al gobierno legalmente constituido y evitar así los abusos de los revolucionarios.

La propuesta brasileña no fue acogida por Roosevelt y los invaso­res se hicieron dueños del río Paraguay, vía fluvial principal de la Repú­blica.

Fue evidente la simpatía del gobierno americano hacia la Argen­tina, por ser ésta adherente a la doctrina Monroe en América del Sur. El plenipotenciario Da Cunha intervino para un acuerdo concilia­torio, siempre respetando la Presidencia del coronel Escurra.

Los revolucionarios, conscientes de su poderío y próximos al triun­fo, no aceptaron tal propuesta, fracasando así la intervención del minis­tro brasileño.

La firma del Pacto de Pilcomayo cesó al coronel Escurra en la Presidencia e inauguró el gobierno liberal a mediados de diciembre de 1904 con el señor Juan Bautista Gaona.

La ayuda del gobierno argentino a los sediciosos paraguayos fue determinante. El Brasil con la caída del Partido Colorado perdió un aliado en el Río de la Plata.

El historiador americano Harrys Gayford Warren observó que Brasil no pudo sostener al gobierno de Escurra, mientras la Argentina apoyaba a la revolución y triunfante la diplomacia paraguaya cambió de órbita.

"La victoria por las armas del Partido Liberal ajustó, en la reali­dad, el gobierno del Paraguay al poder económico y la nueva correlación de fuerzas en la Cuenca del Plata.

El capital británico dominaba el comercio y la industria en el Río de la Plata. El Paraguay pronto alcanzó tal influencia. Las poderosas empresas tanineras en el Chaco consolidaron la economía anglo-argen­tina en el Paraguay.

Puerto Casado, Puerto Sastre, Pinasco, fueron sus visibles y pode­rosos exponentes".

El prestigioso historiador paraguayo Ricardo Caballero Aquino opina que con el triunfo de los liberales, el predominio de la influencia argentina en el Paraguay fue su consecuencia visible y notoria.

El Brasil perdía su protagonismo en la tierra de los hispano­guaraníes.

El advenimiento del Partido Liberal en el gobierno, lejos de impo­ner orden y seguridad, arrastró años de anarquía con sangrientas revo­luciones.

El primer Presidente de la República por el Partido Liberal apenas duró un año. Los conflictos internos y las rencillas caudillescas cesaron al presidente Juan Bautista Gaona, quien pretendió ordenar las finan­zas y promover la economía.

La disputa entre Brasil y la Argentina en el concierto geopolítico fue evidente.

Paraguay y Uruguay estaban en la órbita de tal influencia. Argentina y Brasil se disputaban la hegemonía sobre aquellas repúblicas.

Los dos tradicionales partidos en el Paraguay: liberales y colora­dos, tomaron partido a favor de Argentina los liberales y por el Brasil los colorados.

Durante la Guerra del Chaco, 15 de junio de 1932 al 14 de junio de 1935, fue real el apoyo del gobierno argentino que presidía el general Justo y cuyos parientes afines, los Casado, eran propietarios de la em­presa taninera más importante del Paraguay.

Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López, Francisco Solano López y el coronel Rafael Franco marcaron una política de auto­nomía alejada de toda influencia extranjera.

Al concluir la Guerra del 70, la presión triunfante de argentinos y brasileños influyó en los gobiernos nacionales.

Los liberales, en buenas relaciones con los argentinos. Los colorados con la simpatía de los cariocas.

La geopolítica fue determinante en nuestra historia.

El error del mariscal fue no aprovechar la rivalidad existente en­tre argentinos y brasileños y condenó a nuestro país al exterminio del 70% de su población y la pérdida de valiosos territorios.

La lógica nos indicaba que la Triple Alianza debieron constituir Argentina, Paraguay y Uruguay contra el Brasil y no contra el Para­guay.

Los antecedentes de nuestra ascendencia hispana y el peligro que constituía el imperio justificaban la unión de nuestros pueblos.

La deserción de Mitre 'y la del general Urquiza desestabilizaron el equilibrio en el Río de la Plata, con una víctima hollada en la tragedia.


LA PENETRACIÓN DE BOLIVIA EN EL CHACO DESPUÉS DE 1904

Tras la pérdida de sus puertos marítimos a raíz de la guerra contra Chile, los sucesivos gobiernos bolivianos, y, especialmente, el de Salamanca, proponían como solución la conquista del Chaco paraguayo y los puertos fluviales de Fuerte Olimpo y Bahía Negra sobre el río Paraguay.

Las continuas revoluciones y la desocupación del territorio boreal facilitaron la penetración del ejército boliviano en nuestro territorio al sur del Parapití.

Desde el año 1906 comenzaron las fundaciones de los fortines a cargo de tropas bolivianas.

Las rencillas caseras y la guerra del 1922 estimularon a los del Altiplano a penetrar en el Chaco, sin ningún obstáculo.

La muerte del teniente Rojas Silva en el Fortín Sorpresa llamó a la realidad al gobierno.

El presidente Eligio Ayala conocía la real situación del ejército paraguayo, desgastado y sin suficiente armamento para enfrentar a Bolivia.

Trabajó muy bien en el campo internacional y, con el apoyo del gobierno chileno del general Ibáñez del Campo y su canciller Ríos Ga­llardo, frenó el ímpetu guerrero de Salamanca.

La retoma del Fortín Vanguardia por el teniente primero Antonio Ortigoza, por orden de su comandante, el coronel Rafael Franco, anun­ciaba la guerra que se inició el 15 de junio del año 1932.

La tregua de cuatro años ayudó al Paraguay a armarse y contar con dos cañoneras fabricadas en Italia para movilizar nuestras tropas y mantener el dominio sobre el río Paraguay.

La ayuda que nos prestara el gobierno argentino del general Justo fue oportuna.

La influencia de la compañía petrolera norteamericana "Standard Oil" produjo la reacción del senador yanqui Huey Long. Acusaba al go­bierno boliviano y a la empresa por extender sus dominios, más allá del Parapití, y asegurar la explotación del hidrocarburo en esos territorios lindantes con el departamento de Santa Cruz de la Sierra.

Una estrategia constituía el derrocamiento del general Benigno Ferreira, intransigente defensor de nuestras posesiones sobre el río Parapití.

Un pacto de recuperar el gobierno entre el general Bernardino Caballero y el defenestrado ex presidente general Benigno Ferreira en el año 1909 constituyó el cuadro dirigente de la revolución.

Jefes, generales Bernardino Caballero y Benigno Ferreira. Coro­neles: Elías Ayala, Juan Antonio Escurra. El comité civil integraban: doctores Manuel Benítez, Eduardo Fleitas, Adolfo Soler, Antonio Sosa y los dirigentes políticos Antonio Taboada, Carlos L. Isasi, José Gill y otros adherentes.

El acuerdo cívico-colorado no tuvo ejecución por falta de apoyo financiero y el ala radical del liberalismo se iba afianzando pese a las pretensiones del coronel Albino Jara.

Todos estos procesos anárquicos favorecían a Bolivia.

El Dr. Ricardo Franco Lanceta, en un valioso estudio acerca de las constituciones del Altiplano, nos informa: "Las constituciones bolivia­nas no han incluido al Chaco como territorio de la nación".

"Rechazadas las pretensiones de la diplomacia de La Paz de ser parte en los tratados de límites firmados por el Paraguay con el imperio del Brasil en 1872 y con la Argentina en 1876 y conocido el fallo Hayes, que adjudicaba en legítima propiedad al Paraguay, la Villa Occidental del Chaco desde el Pilcomayo hasta el Río Verde, aparece en el año 1879 en Asunción el ministro plenipotenciario Dr. Antonio Quijarro, quien inicia negociaciones con nuestra Cancillería, durante el gobierno de Cándido Bareiro, para llegar a un acuerdo amigable sobre el territorio del Chaco y en consecuencia, se suscribe el primer tratado de límite con fecha 5 de octubre de 1879, conocido como Tratado Decoud-Quijarro, que en su artículo 1°) establecía, como único fundamento, la siguiente expresión literaria: "Las repúblicas del Paraguay y Bolivia han convenido amigablemente, sin discutir títulos ni antecedentes, en fijar sus límites divisorios". Y en el artículo 2°) se fijaba una divisoria recta que partiendo de Orbigni en el Pilcomayo, terminaba en el río Paraguay, en el 22° de latitud, un poco arriba del Río Verde".

"Felizmente este absurdo jurídico, histórico y geográfico, fue re­chazado por el Congreso del Paraguay, pero de inmediato aceptado por Bolivia, como un gran triunfo diplomático.

"El error fue firmar por el canciller José Segundo Decoud ese igno­minioso tratado que da origen a tantos otros que pretendían mutilar arbitrariamente nuestros derechos sobre el Chaco hasta más arriba del río Parapití. En todo caso, lo que debió hacerse es proponer que arriba del Parapití, el límite territorial sea fijado por un arbitraje de derecho, no de equidad".

La gestión del Dr. Ántolín Irala, canciller de la República, merece un reconocimiento por defender nuestros genuinos derechos sobre el territorio boreal.

La resalba de Antolín Irala dirigido al canciller del Brasil José María Da Silva Paranhos el 29 de abril de 1904 alegaba: "Que el tratado de Petrópolis y su exposición de Motivos, contenían disposiciones que agraviaban la soberanía del Paraguay, al reconocer que la frontera entre Brasil y Bolivia comienza al norte de Bahía Negra, sin que Brasil pudie­ra ostentar título alguno sobre ese territorio y mucho menos Bolivia. Nadie puede establecer límites sobre territorios inciertos y mucho me­nos cuando el principal afectado, el Paraguay, era gratuitamente desco­nocido en sus derechos". Sigue alegando el canciller Irala: "En la conven­ción firmada entre Brasil y Paraguay en el mes de febrero de 1858 entre el presidente Carlos Antonio López y Paranhos, reconoció el Brasil nues­tros límites en el sector de Bahía Negra. Violando aquel tratado el Bra­sil, por el de Petrópolis, desconocía nuestros derechos sobre Bahía Negra para compensar a Bolivia por la anexión del Acre boliviano a favor del Brasil".

Al referirse a estos tratados que perjudicaron nuestra integración territorial, el Dr. Ricardo Franco Lanceta nos recuerda que Juan Stefanich, canciller del gabinete del coronel Franco siguió los patrióticos alegatos de su cuñado, el ex canciller Antolín Irala, que sostenía los legítimos derechos del Paraguay hasta el Parapití y que la zona de litigio que debía ir a arbitraje era más allá del Parapití.

Ante tal desidia en la defensa de nuestra heredad y quizá falta de energía de nuestros representantes se aceptó como límite definitivo con Bolivia debajo del Parapití con 49 mil kilómetros de territorio perdido.

La indefensión del sector boreal de nuestra frontera fue consuma­da por la penetración del ejército boliviano en nuestro territorio fundan­do fortines y avanzando hacia el centro y el Pilcomayo.

Al ocuparse de esta lamentable omisión de nuestros gobiernos a partir de 1906, el Dr. Teodosio González acusa: "Bien sabido es que la invasión boliviana, de transposición de la línea Soler-Pinilla, si bien comenzó en 1906 y se hizo en forma pública y descarada en 1908, siguió la penetración hasta el centro del Chaco. El fortín Pitiantuta y Boquerón exigió al gobierno paraguayo detener la invasión de los bolivianos y recuperar nuestro territorio hasta el río Parapití".

El Dr. Audibert, canciller de la República, no admitía discusión ni arbitraje y sostenía nuestros derechos sobre el Chaco y principalmente sobre el puerto de Bahía Negra.

La retoma de Fortín Galpón en el mes de diciembre de 1928 sor­prendía al país sin preparación suficiente para enfrentar la guerra con Bolivia.

La oportuna intervención del gobierno chileno evitó lo peor para nuestro país, que aún no estaba preparado para tal confrontación arma­da.

Al referirse a la movilización del año 1928, los periódicos informa­ban que los movilizados no tenían qué comer, ni siquiera un pirí para acostarse. Por tal situación, los reservistas saquearon el mercado de la ciudad de Concepción.

Teodosio González acusa con sobrada razón al ejército de promotor de los principales escándalos políticos del Paraguay.


 

1894, 1902, 1908, 1909, 1915 y 1922


La guerra civil más cruenta fue la de 1922, con el ejército dividido en leales al gobierno y revolucionarios al mando del coronel Adolfo Chirife. Dos caudillos lideraban esas fuerzas, Manuel Gondra por el ofi­cialismo y Eduardo Schaerer, mentor intelectual de la rebelión.

El diario "La Nación", al referirse al pueblo paraguayo, expresó: "El pueblo es el mismo de los esfuerzos heroicos y de los sacrificios insu­perables. Pero el mal está arriba, en los gobernantes incapaces, indolentes, imprevisores que, sin tino, a cada momento comprometen los intereses supremos de la nación".

La rivalidad de Schaerer con Gondra databa de muchos años atrás, cuando el señor Gondra cuestionó la gestión administrativa del director de Aduanas.

El Dr. Eusebio Ayala, del sector radical, colaborador inmediato del presidente Gondra, al referirse acerca de la personalidad del caudillo Eduardo Schaerer emitió el siguiente juicio: "He sido amigo del señor Schaerer, aprecio mucho algunas de sus cualidades. El señor Schaerer ha sido víctima sobre todo de su ignorancia, ¿por qué no decir la verdad? La ignorancia de los gobernantes es un peligro grande para la República. El señor Schaerer había tenido buenas intenciones, pero no ha tenido clarividencia. No tiene el sentido de la psicología, ni el de la historia, estos dos grandes maestros de la política".

"El señor Schaerer creyó que se puede hacer gobierno con solo el apoyo de la policía y del ejército, respondiendo oficial por oficial, comisa­rio por comisario, a los caudillos directores; pero éstas no son las seguri­dades que debe tener un gobierno, hay una fuerza imponderable que es la cuna base segura del gobierno, y es la opinión; pero la opinión es algo anónimo, algo vago, algo incierto; para sentirla es necesario precisamen­te tener sentido que faltaba al señor Schaerer, el sentido psicológico, el sentido de la intuición. La voz de la opinión no se oye, se siente que está con uno y el que no es capaz de sentirla no la sabe apreciar, y de ahí vienen los graves errores políticos que han costado muchas lágrimas, mucha sangre y mucho dinero al país".

Las duras críticas de un prohombre del radicalismo liberal, el Dr. Eusebio Ayala, descalificaron a Eduardo Schaerer como político, limi­tando a considerarlo un caudillo exitoso.

El protagonismo de Schaerer en la política paraguaya fue perma­nente hasta 1940, año en que el Partido Liberal cesó en el gobierno de la República.

En el año 1904 integró el cuadro dirigencial de la revolución por el sector radical.

En el año 1912 asume la presidencia constitucional de la nación, cumpliendo su período.

En el año 1922 asume el liderazgo político de la revolución, sin éxito.

En mil 1937, el 13 de agosto, dirige la conjura contra el coronel Franco y restituye el poder al Partido Liberal con la presidencia del Dr. Félix Paiva.

Nadie podrá discutir a Eduardo Schaerer su participación activa en la política. Fue un caudillo intuitivo y aglutinó a un sector del radica­lismo con el nombre de Saco Mbyky, expresión que identificaba a los revolucionarios al mando de Schaerer y el coronel Chirife, en el año 1922. Su influencia sobre ciertos jefes militares, como el coronel Ramón L. Paredes, posibilitó la retoma del poder para el Partido Liberal el 13 de agosto del año 1937.

La discordia y el antagonismo desataron la inestabilidad política y social en el Paraguay.

El general Manlio Schenoni informó a sus allegados el entredicho entre el presidente José Patricio Guggiari y el ex presidente y entonces ministro de Hacienda Dr. Eligio Ayala. Aprovechando la ausencia mo­mentánea del Dr. Eligio Ayala y del coronel Manlio Schenoni comenza­ron las maniobras de desplazamiento mutuo de los contendores. Schenoni pretendió institucionalizar las Fuerzas Armadas, dando de baja a los oficiales de reservas afiliados a partidos políticos. Esta actitud del jefe militar molestó al presidente José P. Guggiari y el Dr. Eligio Ayala aprovechó aquel entredicho para proponer al coronel Schenoni, entonces ministro de Guerra, la destitución del presidente de la República, Dr. Guggiari.

El coronel Schenoni se negó a tal propuesta al contestarle al Dr. Eligio Ayala que él no será un caudillo militar fabricante de presidentes. El Dr. Ayala le contestó: "Entonces Ud. nunca ha de llegar a ser presi­dente de la República porque el partido lo odia a Ud.".

La indisciplina en el Ejército, la falta de institucionalidad en las Fuerzas Armadas de la Nación y la incultura cívica de los políticos cau­saron enormes perjuicios a la nación.

La herencia que nos dejara la revolución de 1904, en nada mejoró la suerte de la República. Consecuencia de ese desajuste fueron la anar­quía, el auge de los delitos, el caudillo imperando sobre la ley y las jorna­das de sangre que enlutaron a la patria.

Quizá las excepciones se hayan dado con los gobiernos de Manuel Franco y Eligio Ayala, que atemperaron los abusos y reorganizaron las instituciones administrativas.

La emigración de miles de paraguayos provocó la deserción de laboriosos campesinos, quienes ganaron las fronteras de Argentina y Brasil en busca de paz y bienestar.

En la historia de los partidos políticos, el Liberal y la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado), dos hechos puntuales fueron determinantes en la vida nacional.

La rivalidad surgida entre el general Bernardino Caballero y el general Juan Bautista Egusquiza destabilizó al gobierno de los colora­dos y el sector egusquicista se plegó a las fuerzas revolucionarias, prefe­rentemente con el apoyo financiero de los acaudalados empresarios Emilio Aceval y Guillermo de los Ríos.

Los liberales pronto entraron en discordias y aparecen dos secto­res bien calificados: los cívicos, con la jefatura del general Benigno Ferreira, y los radicales con el liderazgo del intelectual Cecilio Báez.

Estas facciones vuelven a renovarse y es así que los colorados, en 1924 se escinden en eleccionistas y abstencionistas. El Dr. Juan Manuel Frutos dirigía a los eleccionistas, llamados infiltristas, y los absten­cionistas que no aprobaban competir en las elecciones, por fraudulentas. Dirigía a los abstencionistas el Dr. Juan León Mallorquín.

En 1946, al concluir la revolución, aparecen los Guiones Rojos de Juan Natalicio González y por el sector democrático Federico Chaves.

Los liberales en Cívicos y Radicales. Los radicales se dividen en Gondristas y Schaeristas. En 1939 en tradicionalistas y cuarentistas. En el año 1963 se produce una nueva división entre los radicales, liderados por el Dr. Gustavo González, y los liberales con la jefatura del Dr. Ernesto Gavilán y el Dr. Carlos Levi Ruffinelli.

La crisis e inestabilidad de los partidos influyeron en los destinos de la República.

La anarquía su inmediata consecuencia, la economía sin desarro­llo, la industria sin despegue, la ganadería con algún avance y la agricul­tura en minifundio y falta de productividad provocaron la pobreza críti­ca en la mayoría de los hogares campesinos.

Hoy, con la agricultura mecanizada y grandes extensiones, como el cultivo de la soja y trigo, ha generado recursos a sus productores.

El precio de los productos primarios empieza a mejorar. La condi­ción económica y social de los agricultores puede aliviar su estado de pobreza, con la mejora de los precios.


EL MILITARISMO

En nuestra agitada actividad cívica, el protagonismo de los milita­res fue real y en nuestro caso, decisivo.

Fulgencio Yegros, el brigadier, forzó nuestra independencia, el capitán Pedro Juan Caballero, ejecutor directo de la toma del cuartel y de la proclamación de nuestra autonomía.

La influencia militar sufre un compás de espera con la dictadura del Dr. José Rodríguez de Francia.

Después de un período breve de inestabilidad, aparece el coman­dante Mariano Roque Alonso como cónsul con Carlos Antonio López. El gobierno de don Carlos desde 1844 a 1862 impone la autoridad civil así como lo hiciera el férreo Francia.

Acaba al fallecer don Carlos Antonio López el día 10 de setiembre de 1862:

Por ley de organización administrativa dictada por el Congreso, los militares no podrían acceder al poder administrador.

Los militares estaban proscriptos a ser candidatos para ejercer las funciones al frente del Poder Ejecutivo.

El gobierno militar reaparece con el entonces general Francisco Solano López, quien asume la presidencia al producirse la muerte de su padre, don Carlos.

Refiriéndose a ese acontecimiento, Blas Garay dice: "Desde 1862 hasta 1870 gobernó el país o parte de él, durante la guerra, ese general que no debió su grado sino a su padre el poder supremo".

En la familia López-Carrillo existía una división. Las hermanas Rafaela e Inocencia simpatizaban con su hermano Benigno. Su madre sentía afecto por este hijo. Don Carlos concedía al primogénito los privi­legios del mando y lo designaba general de sus ejércitos cuando apenas había cumplido 18 años de edad.

Su hermano Venancio, con el grado de coronel y subordinado a Francisco Solano López, mantenía una actitud prudente.

Benigno López, hermano de Francisco Solano, exhibía como méri­to sus tres años de rígida disciplina en la Escuela Naval de Río de Janeiro. Era militar de carrera y no general digitado por su padre sin estudio de estrategia para el oficio.

Los contemporáneos del mariscal le reconocían cualidad de man­do, voz y elocuencia de orador. No se dejaba influenciar; dicen que el general José Eduvigis Díaz Vera tenía cierta aproximación al jefe dentro del respeto y la jerarquía que siempre exigió a sus subordinados el joven general.

La soberbia y la falta de estudios superiores para dirigir una com­plicada guerra le signaron la tragedia.

Sus 18 meses en Europa, mimado por la fortuna y sin reveses en la vida, le otorgaron mucho optimismo. No supo administrar las realida­des que lo rodeaban. Olvidó las sabias palabras del rey Salomón cuando recomendaba a sus subordinados: "Es preferible gobernar con algunos sensatos que solo".

Francisco Solano López se consideró omnipotente, Presidente de la República, comandante en jefe de sus ejércitos y sus decisiones perso­nales carecían de análisis por parte de un "Estado Mayor".

Iniciar la guerra estando desarmado el país, constituyó un mayús­culo error, como también el pretender dominar el río y otros accesos flu­viales con canoas frente a veinte acorazados importados de Europa. La fusilería de la alianza era moderna y no a chispa, como ocurría con nuestros soldados. Pretender abordar los acorazados desprovistos de escalerillas nos condenaban al fracaso.

La invasión a Uruguayana, ciudad del Estado de Río Grande do Sul, sin apoyo logístico ni información oportuna, fue causa de la rendi­ción de los 12 mil hombres, sin disparar un solo tiro.

La pasión por una causa antiimperialista y su muerte heroica atemperan sus errores diplomáticos y estratégicos.

Al concluir la Guerra de la Triple Alianza emergía la figura del apuesto y blondo general Bernardino Caballero. Un año en el Brasil le enseñó muchas cosas. La masonería lo incorporó en su seno y esa orga­nización internacional lo potenció como dirigente político.

La diplomacia brasileña simpatizaba con el rubio Centauro de Ybycuí. Al iniciarse la Guerra Grande cumplía 25 años de edad. Su cualidad de temerario jinete le abrió paso en el ejército. Sus sucesivos ascensos por mérito de guerra le concedieron la jerarquía de General de División.

La revolución triunfante del año 1874 lo incorpora en el gabinete de Jovellanos. Ocupó las carteras del Interior, Guerra y Marina, Justicia e Instrucción Pública.

En 1880, ante la muerte del presidente Cándido Bareiro, obligan a renunciar al vicepresidente Adolfo Saguier por un golpe de cuartel y es designado Presidente Provisional de la República el general de división Bernardino Caballero.

La intromisión militar impuso su candidato, sin respetar la norma constitucional.

El general Caballero tuvo una activa participación en la política. Desde el año 1871 hasta su muerte, ocurrida el 26 de febrero de 1912, gravitó con sus atributos de caudillo en el gobierno y como opositor en la llanura.

En el balance de su actuación existen un haber y debe.

En el haber, pudo sostener una etapa de estabilidad, impulsó la educación.

Fue el fundador de la Asociación Nacional Republicana el 11 de setiembre del año 1887.

La inspiración liberal de José Segundo Decoud no fue bien recibida por los fundadores. El pasado histórico, si bien condenaban por táctica para evitar enfrentamientos con los diplomáticos brasileños, la llama nacionalista permanecía en Caballero, Escobar, Maciel y otros adhe­rentes, no así entre los legionarios incorporados al partido.

Tuvo dificultades por falta de recursos financieros que le obligaron a enajenar el patrimonio inmobiliario de la República.

En el debe, se le acusa de haber dilapidado las tierras fiscales por la venta indiscriminada de gran parte del territorio. También le cuestio­naron el precio por tales ventas.

Los comicios fueron controvertidos por sus opositores. Los caudi­llos oficialistas tenían el apoyo de las fuerzas policiales.

Los sucesos violentos en dichos actos electorales provocaron la reacción de los liberales.

El general Bernardino Caballero, soldado de la patria en 1864 y General de División por méritos de guerra en 1869, ha entrado en los registros de la historia como un exponente militar y político, con sus aciertos y sombras.

En la posguerra de 1870 inicia el gobierno de militares. Su capa­cidad de mando, su prudencia, ubicación ante la realidad y su estampa de hombre entero, infundían admiración y respeto entre sus subordina­dos.

Sin ser hombre de letras, tuvo la cualidad de ubicarse en el contor­no intelectual de sus colaboradores.


GENERAL PATRICIO ESCOBAR

Hombre de presencia. Elegante, observador, prudente y de pron­tas decisiones. Figura entre los jefes más valientes de la Guerra Grande. Colaborador inmediato del mariscal Francisco Solano López. Tuvo a su cargo las operaciones más arriesgadas, el trayecto de Humaitá a

San Fernando. La proeza de cruzar los pantanos del Ypecuá aun mal herido, causó admiración en el ejército.

En Cerro Corá cayó prisionero y la diosa fortuna evitó su muerte. Al concluir la guerra ostentaba el grado de coronel. Durante el gobierno de Jovellanos fue promovido a General de Brigada y posteriormente a General de División.

Colaboró con el gobierno del general Caballero. Al concluir su pe­ríodo presidencial el caudillo de Ybycuí, fue unánime la promoción a tal dignidad de la República al general de división Patricio Escobar, el se­gundo en la jerarquía militar y política del país en ese momento.

Caballero impulsó su candidatura a la Presidencia de la República con el apoyo unánime del oficialismo.

El 25 de noviembre del año 1886 asume la jefatura del Estado. Su vicepresidente don José del Rosario Miranda. Constituyó su gabinete con los siguientes ministros:

Interior, coronel Juan A. Meza; Guerra, coronel Pedro Duarte; Hacienda, Agustín Cañete; Relaciones Exteriores, Dr. BenjamínAceval; Justicia: Manuel Andrés Maciel.

Las elecciones en Villarrica, Villeta y Pilar fueron violentas. El gobierno dispersó a los electores de la oposición con armas de fuego. Por tal suceso quedaron heridas varias personas y algunos fallecidos.

El enfrentamiento entre oficialistas y opositores dio nacimiento a los partidos nacionales: el Liberal y la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado).

Los antecedentes del Partido Liberal surge a través de una re­unión el día 2 de julio de 1887, en el domicilio de don Bernardino Avalos, calle Asunción N° 1 de la capital.

Esa reunión tuvo por objeto de fundar un "Centro Político". Los presentes optaron por el nombre de "Centro Democrático", con los propó­sitos y fines que se establecerán en el acta definitiva de su constitución y para que conste firmaron la presente acta:

Cirilo Solalinde, Antonio Taboada, Ildefonso Benegas, Juan A. Aponte, Rafael A. García, José M. Fretes, Emilio R. Soler, Florentino Quintana, M. Mora, Vicente Espínola, A. Echanigue, Juan Cirilo Mendoza, Felipe Torrents, Lino Vergara, A. Fernández, Luis Camino,

Avelino Garcete, M. Urdapilleta, José Z. Caminos, Guillermo González, Genaro Pérez, Pedro F. Caballero, F. Milleres, Sinforiano Cano, J. Martínez, R. Duamilli, Pastor Idoyaga, José M. Ortellado, Juan B. Dá­valos, Favio Queirolo, Francisco Fernández, M. Para-duda, José de la Cruz Ayala, Constantino Arrúa, José A. Alfaro.

La fundación real del Partido Liberal ocurrió el día 10 de julio del año 1887.

El acta que transcribimos a continuación prueba su fundación en ese acto y fecha:

"En la ciudad de Asunción, a los 10 días del mes de julio de 1887, por cuanto el pueblo paraguayo en su constitución política ha acordado a los ciudadanos, entre otros derechos como el de libertad de la prensa y la palabra el de la reunión, y declarado asimismo inviable la ley electo­ral, a fin de que estos medios que se consideran los más eficaces puedan establecerse para los actos de gobierno, no solamente una barrera a sus avances posibles, sino también un medio de ilustrar a los mismos en el examen y resolución de las cuestiones de su competencia que afecten los intereses de la comunidad, e intervenir espontánea y libremente en la formación de los poderes del Estado que deban encargarse de los desti­nos de la República.

"Y, teniendo presente la necesidad sentida de un tiempo a esta parte de una agrupación política, nos los abajo firmantes nos hemos reunido espontáneamente y constituidos por resolución unánime, una sociedad política que denominamos "Centro Democrático", para hacer uso de los derechos que nos acuerda la Constitución Nacional y las leyes de la República, en la forma en que se determinará en los estatutos respectivos.

Cirilo Solalinde, Ildefonso Benegas, José Ayala, F. Soteras, O. Rivarola, Pedro Alarcón, Florencio Quintana, Juan Filisbert, G. Domeque, F. Ramírez, L. Ibarra Legal, Manuel Paradeda, Evaristo Torres, Pedro V. Gill, O. Rosendo Fernández, Eduardo D. Doria, Emilio Cabañas, José Franco, Cornelio Escobar, Mariano Riquelme, Simeón Irigoitia, Pedro F. López, Victoriano Palacios, Guillermo González, M. Fleitas, María Carrillo, José M. Collar y siguen las firmas.

El 24 de julio de 1887 la última convención aprobó la declaración de principios y los estatutos.

Las primeras autoridades del Partido Liberal la constituyeron: Presidente, Antonio Taboada; Vicepresidente, Pedro V. Gill; Se­cretario; José de la Cruz Ayala; Pro-secretario, Fabio Queirolo; Tesore­ra, Bernardo Dávalos.

Vocales: Cirilo Solalinde, Mateo Collar, Ildefonso Benegas, Cecilio Báez, José Z. Caminos, Juan A. Aponte, Víctor M. Soler, Francisco Soteras, Antonio Zayas, Avelino Garcete, Felipe Torrens, José J. Goiburú, Igna­cio Ibarra.

El primer órgano del Partido Liberal apareció en los primeros días de setiembre del año 1887.

Los hombres de gobierno comprendieron que la oposición se había fortalecido con la fundación del partido opositor.

El presidente Escobar y el general Bernardino Caballero decidie­ron darle la estructura parecida a los simpatizantes del gobierno y traía como antecedente el movimiento bareirista.


 

FUNDACIÓN DE LA ASOCIACIÓN NACIONAL REPUBLICA­NA


La fundación se formalizó el 25 de agosto del año 1887 con el acta fundacional.

El 11 de setiembre en una convención fueron aprobados sus esta­tutos.

A continuación transcribimos el acta fundacional de la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado).

"En la ciudad de Asunción, a los 25 días del mes de agosto de 1887, reunidos los ciudadanos que suscriben y a la invitación del general Bernardino Caballero y proposición del señor José Segundo Decoud, resolvieron constituirse en agrupación política con el laudable objeto de ocuparse preferentemente de todas las cuestiones de interés público para la prosperidad, engrandecimiento y felicidad de la patria, así como de propender al afianzamiento de las libertades públicas consagradas por la Carta Fundamental de la República y con el fin de dar una forma conveniente este pensamiento se procedió a nombrar una comisión pro­visoria encargada de redactar el programa y estatuto de la Asociación. A moción del señor J. C. Vera fueron electos por aclamación para compo­ner dicha comisión los señores: Bernardino Caballero, H. Uriarte, José G. Granados, Santiago Cardozo, Juan Gualberto González, José Segun­do Decoud, Angel Benítez, Juan Crisóstomo Centurión, Remigio Mazó, Esteban Rojas, Miguel Alfaro, Guillermo de los Ríos, H. Carvallo, Z. Sa­maniego, Jaime Peña.

En la lista de fundadores del Partido Colorado figuran 23 legiona­rios. Dos fueron presidentes de la República: Juan Gualberto González y el general Juan Bautista Egusquiza.

El gobierno de Escobar tuvo sus saldos positivos. Impulsó el desa­rrollo cultural. Durante su mandato se creó la Universidad Nacional con la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.

La economía, con algún repunte. Pero fue cuestionado por su sec­tarismo. Durante las elecciones de junio de 1887, la intervención del ejército y la policía para alistar en las mesas de votación, produjo com­bates callejeros con los alzados opositores, con el saldo trágico de muer­tos y heridos.

El gobierno del general Patricio Escobar se caracterizó por su in­transigencia con la oposición, el desequilibrio financiero privó de capa­cidad de pago al país, siguiendo las pautas de Caballero formalizó la venta de una extensa zona de tierras y montes públicos y el régimen de inconversión creó dificultades a la actividad comercial e industrial. La inauguración de la Universidad Nacional de Asunción, el 24 de setiembre de 1889, honra a su gestión.


 

GOBIERNO DEL GENERAL JUAN BAUTISTA EGUSQUIZA


Exiliado con su familia por oposición al gobierno de los López, cursó sus estudios secundarios en Concepción del Uruguay, en la Repú­blica Argentina.

Se incorporó a la legión de paraguayos que combatían contra López. Al concluir la Guerra Grande se incorpora en las actividades cívi­cas e ingresa en el ejército. Se destacó por su cualidad de organizador, equilibrio emocional y valor.

Su prestigio aumentó ostensiblemente después de los sucesos del. 18 de octubre de 1891. El golpe cuartelero de los liberales para derrocar al presidente Gualberto González fue repelido gracias al coraje y deci­sión del general Juan Bautista Egusquiza. Su crédito político había aumentado. Surgía una nueva figura en el oficialismo de Caballero y Escobar para romper la oligarquía castrense formada por dos prestigio­sos y respetados héroes de la Guerra del 70: los generales Caballero y Escobar.

En el año 1893 se agudizaba la crisis entre los sectores Caballeristas y Egusquicistas.

Consagrados intelectuales como el Dr. Manuel Domínguez y el historiador Fulgencio Ricardo Moreno, con notas periodísticas en el dia­rio "El Progreso", prestigiaban la candidatura del general Egusquiza.

El general Caballero aún mantenía gran parte del control partida­rio. Sin embargo, la popularidad de Egusquiza después de las sangrien­tas jornadas del 18 de octubre, aumentaba su prestigio.

Al final el general Caballero potenció la candidatura de su sobrino Dr. Facundo Machaín en la vicepresidencia, llegando a un acuerdo con el general Egusquiza.

El 25 de noviembre del año 1894 jura como Primer Magistrado de la Nación el general de apellido Vizcaíno.

Trato el acercamiento con los opositores como su primer acto de gobierno. Inició una política de cooperación nacional. Se preocupó de la formación profesional de los oficiales paraguayos, becándolos a la pres­tigiosa academia militar de Santiago de Chile. Albino Jara, Eugenio Alejandrino Garay, Rojas y otros fueron beneficiados con dichas becas.

La administración de justicia mejoró. La educación mereció su preferente atención.

Terminó su período constitucional dentro de un orden que preten­día respetar el principio de legalidad.


CORONEL JUAN ANTONIO ESCURRA

Se formó en el ejército. Sus estudios elementales no le acreditaban para llegar a la más jerárquica función del Estado.

Su lealtad a los jefes tradicionales Caballero y Escobar lo promovió a los ascensos hasta llegar al grado de coronel.

De no haber muerto en la balacera que ocurriera en el Senado el Dr. Facundo Machaín, prestigioso médico, con atributos de político, el coronel Escurra no hubiese sido candidato a la Presidencia.

Con el desplazamiento del presidente Emilio Aceval, recupera el gobierno el sector caballerista y pasan a la oposición los egusquicistas, quienes aportan sus recursos financieros para la revolución de 1904.

La lucha interna se agudizó y fue así que el coronel Escurra, por indicación de los generales Caballero y Escobar, impone al presidente Aceval la reorganización de su gabinete. Aceval no reaccionó y con el apresamiento de sus capitanes leales Núñez y Almeida, fue destituido de la presidencia, recuperando el gobierno el sector caballerista.

En honor a la verdad, el coronel Escurra se caracterizaba por su lealtad.

El oficialismo con varios años en el poder y la corrupción imperante desprestigiaban a Escurra, quien no era deshonesto, pero no imperaba en el sector caballerista.

La revolución de 1904 puso fin el 19 de diciembre de ese año al mandato de los republicanos.

Después de 4 meses y días de encarnizada lucha, triunfó la revo­lución cívica radical de los liberales.

El cambio del régimen no mejoró la angustiada situación del país. Los frecuentes alzamientos y cambios de gobierno trajeron la anarquía, la pobreza crítica y la emigración de miles de compatriotas.

El gobierno del Dr. Manuel Franco pretendió imponer orden, cons­tituyendo la excepción en ese trágico lapso de nuestra historia.


CORONEL ALBINO JARA

Hijo del veterano de la Guerra del 70, coronel Zacarías Jara. Apuesto varón. Sorprendían su agilidad y atributos atléticos. Nació en la ciudad de Luque el 28 de febrero de 1877, de madre soltera. Sus contemporá­neos lo definen como un hombre de hermosa figura, de músculos vigoro­sos y de atrevida mirada.

El joven Albino Jara accede al grado de sargento de caballería. Becado a la Escuela Militar de Santiago de Chile, sobresale por su pres­tancia, atributos físicos y capacidad de mando. Jinete temerario, es des­tinado al Regimiento de Artillería con asiento en Tacna. Por sus méritos es designado Ayudante del Regimiento.

Regresa al país con la aureola de un oficial de excelente currícu­lum. Pronto se incorpora en el quehacer político de la patria y se alinea en el radicalismo liberal. Su padre pertenecía al Partido Colorado. Su participación fue fundamental en la revolución de 1904. Convenció a su padre para declararse neutral y con esa actividad debilitó la resistencia del gobierno e hizo posible la victoria de la revolución.

En un momento aglutinó a varios intelectuales, Fulgencio R. Mo­reno, O'Leary, Báez, Audibert y otros.

El gobierno de Jara fue de una administración deshonesta. Despil­farró los recursos financieros del Estado.

Abusó de su poder y con el régimen de Juan Bautista Gill pasaron a la historia como los mandatarios más represivos y crueles de la época. Por tantos abusos fue derrocado por sus ministros. Duró en el gobierno un año. Fue destituido el 15 de julio de 1911.

La muerte de Adolfo Riquelme, fusilado en las cercanías de Villa del Rosario, y las brutales represiones a obreros y estudiantes, a más de las malversaciones del caudal público, desprestigiaron al aguerrido Al­bino Jara.

Cesa en el gobierno por un alzamiento militar incruento. En el extranjero reagrupa su gente, y vuelve a su oficio de revolucionario im­penitente. Entre Acahay y Paraguarí es gravemente herido y al día siguiente fallece.

Sus ex camaradas de la Escuela Militar de Chile, comandantes Schenoni y Rojas, presenciaron su agonía.

Una vida agitada, tumultuosa, arbitraria, pasaba a la historia.


CORONEL RAFAEL FRANCO

Prestigioso jefe militar. Surgía en el escenario político por su opo­sición al régimen oficialista y su adhesión al nacionalismo de Francia y los López. Sus padres: Federico Franco y Marcelina Ojeda.

El movimiento del 17 de febrero del año 1936 terminó con el go­bierno conservador del Dr. Eusebio Ayala para proponer reformas sus­tanciales en beneficio de los sectores afectados en su mayoría por la pobreza.

Triunfante la revolución regresa el coronel Franco del exilio y asu­me la Presidencia de la República, como consecuencia de la decisión de los revolucionarios que resolvían cesar en sus funciones al presidente Eusebio Ayala, y todo el personal de su administración en los tres pode­res del Estado.

Decía el manifiesto: "¡Paraguayos!

"Vuestros soldados en armas juramos cumplir con nuestra misión: la nación será restituida a nivel de su historia en el Río de la Plata, al libre dominio de su suelo y a la grandeza de su porvenir".

Asunción, 17 de febrero de 1936. Teniente coronel don Federico W. Smith. Teniente coronel don Camilo Recalde.

Capitán aviador Francisco Montanaro, mayor Isaías Báez Allen­de, mayor José C. Britos, mayor Juan Martincich, mayor Leandro González, mayor Francisco Andino, capitán de fragata Manuel T. Aponte, capitán de corbeta Dr. Néstor Martínez Fretes, capitán Dr. Federico Varela, siguen las firmas.

El Prof. Dr. Juan G. Granada, en su consagrado libro "Reflexiones políticas", página 116, emite la siguiente oración fúnebre: "Franco ha llenado toda una época de la historia nacional con acontecimientos por él protagonizados y enriquecido el acervo militar con brillantes actuacio­nes de las que todos nos sentimos muy orgullosos herederos. Favor del destino y la gloria, acometió empresas reservadas para los grandes hom­bres, con sencilla y humilde decisión, ciudadano sin la presuntuosidad

de los consentidos, ni la modestia aparente de quienes buscan medrar para alcanzar inmerecidos honores. En su alma no se anidó jamás la malquerencia o el rencor porque la tenía rebosante de generosas dispo­siciones".

El gobierno del coronel Rafael Franco con el Decreto-Ley 1060 del año 1936 fue el que más reformas sociales introdujo en el Paraguay. Propuso la reivindicación del campesino y mejor atención a los obreros.

El Decreto N° 152 del 10 de marzo de 1936, por inspiración de sus ministros Gómez Freire Estevez y Caballero, desacreditó a su gobierno progresista.


 

HONESTO CIUDADANO: GENERAL JOSÉ FÉLIX ESTIGA­RRIBIA


El presidente provisorio de la República, Dr. Félix Paiva, entrega la banda tricolor al general José Félix Estigarribia, ungido en la primera magistratura de la nación como candidato único y sin oposición de otros partidos a dicha jerarquía.

Su gabinete constituye con afiliados al Partido Liberal, asociación política que prohijó su candidatura, y algunos militares.

Ministro del Interior: general Eduardo Torreani Viera.

Relaciones Exteriores: Dr. Justo P. Prieto.

Gobierno y Trabajo: Dr. Alejandro Marín Iglesias.

Justicia: Prof. Dr. Salvador Villagra Maffiodo.

Hacienda: Justo Pastor Benítez.

Salud Pública: Dr. Alejandro Dávalos.

Guerra y Marina: general Higinio Morínigo.

La presencia del conductor victorioso del Chaco en el escenario político produjo serias disenciones en el Partido Liberal.

Los tradicionalistas que condicionaban tal candidatura represen­taban al partido con sus tradiciones. Integraban este sector: Gerónimo Zubizarreta, Manuel Burgos, Eladio Velázquez, Belisario Rivarola, Eduardo Schaerer, Enrique Bordenave, Vicente Rivarola, José P. Guggiari, Juan Francisco Recalde, Narciso Méndez Benítez, Juan B. Benza, Carlos L. Isasi, Patricio A. Escobar, Modesto Guggiari.

No figura en la lista el ex presidente Eusebio Ayala, ya distanciado de las actividades de su partido.

Los genuinos y experimentados dirigentes emiten el siguiente ma­nifiesto: "Que el civilismo no consiste en vestir traje de paisano, sino un régimen de libertad. De no ser así, el actual gobierno sería indiscutible­mente civil. Sin embargo, es un sistema militar en sus formas. Por eso nuestro partido es civilista y no militar. Porque preconiza el sistema de la libertad y de la discusión. Quiere un gobierno y no un mando. No porque fuera enemigo del ejército o tenga aversión al uniforme. Para nosotros el civilismo del partido que profesamos fervorosamente, no es una cuestión de trajes, es una cuestión realmente de principios o de sistemas. No es una divisa o un trapo; es una posicióon espiritual".

Era evidente que el partido no se resignaba a ser un convidado de piedra del futuro presidente.

El otro sector liberal reunía a los intelectuales jóvenes con el liderazgo del consagrado escritor y cuestionado político Justo Pastor Benítez. Una pléyade de jóvenes brillantes acompañaban al general Estigarribia, como los doctores Salvador Villagra Maffiodo, Alejandro Marín Iglesias, Antonio Ramos, Pablo Max Insfrán y otros jóvenes.

El 15 de agosto de 1939 asume la jefatura del Poder Ejecutivo José Félix Estigarribia.

Pretende imponer orden y realizar obras públicas necesarias para el país.

La construcción del camino asfaltado llegó hasta Barrero Grande, hoy Eusebio Ayala. La construcción de escuelas y hospitales. Apresuran el estudio de una nueva Constitución, designando a los doctores Cecilio Báez y Emilio Saguier Aceval, pero se adelantan los doctores Justo Pastor Benítez y Pablo Max Insfrán presentando un pro­yecto que es estudiado en consejo de ministros.

La Constitución fue aprobado por un comicio plebiscitario. La nueva Ley Fundamental de la República concedía amplias atribuciones al jefe del Poder Ejecutivo. Tenía facultades para disolver las cámaras del Congreso. El control sobre el Poder Judicial insinuó los brotes de una dictadura.

El 18 de febrero de 1940, en una vergonzosa sesión, ambas cáma­ras se autodisolvieron. La Ley de Prensa fue otro golpe a la democracia. El general Estigarribia priorizaba el orden y las obras públicas. El 7 de setiembre de 1940 en un accidente aéreo concluyó su prota­gonismo político. Un ciudadano honesto a carta cabal. Murió en la sana pobreza.


GUERRA CIVIL ENTRE LIBERALES,

27 DE MARZO DE 1922 AL 10 DE JULIO DE 1923


Por el Prof Dr. Ricardo Franco Lanceta


La larga anarquía que se agita en Paraguay, ya a partir de la constitución del Triunvirato del año 1869 y que se intensifica a partir de la insurrección armada de Villeta en 1904, más allá de las confrontacio­nes de caudillos y politiqueros, tiene su origen cierto en la pérdida de soberanía para gobernar y realizar el libre juego de ideas e intereses, en el marco de la nueva Constitución impuesta al país el 25 de noviembre de 1870. Sería ingenuo admitir que la anarquía tiene por causa las con­frontaciones y ambiciones de caudillos, tal se pretende en tantos textos escritos, que eluden analizar las reales causas de nuestra anarquía.

Los movimientos de opinión y los partidos políticos luego, todos coinciden en los principios del liberalismo. No hay confrontaciones de ideas y el poder era una simple prolongación, en el plano político interno, del juego de intereses del entonces Imperio del Brasil y la oligarquía porteña. Aquí está la causa de la división interna. No eran causas genui­nas del país, sino era el juego de poderes de hegemonía sobre el destino de un país desorientado y desorganizado.

Bajo la legalidad formal de la Constitución de 1870, se fundan y actúan en la vida pública los partidos políticos de igual filiación ideoló­gica, pero que van a representar en la vida nacional posiciones antagó­nicas en función de sus vínculos y obligaciones externas, de intereses

brasileristas o argentinistas, en especial, en la etapa crucial de definirse los límites externos del Paraguay con ambos países, por aplicación de lo establecido en el Tratado de la Triple Alianza, formalizado material­mente el 18 de junio de 1864 en la localidad de Puntas del Rosario (Uru­guay) por el plenipotenciario del Imperio del Brasil Saravia, el ministro de Relaciones Exteriores de Mitre, Rufino Elizalde, el representante del Uruguay, Andrés Lamas, y el ministro de Inglaterra en Buenos Aires, Mr. Thornton (Acta Secreta. Archivo personal del Dr. Luis Alberto de Herrera). Léase bien, 18 de junio de 1864 y no el 1 de mayo de 1865 como se consignó formalmente después para justificarlo injustificable: la guerra contra la soberanía del Estado paraguayo y su laborioso pueblo. (Ver el libro del diplomático brasilero de aquella época, "La guerra del Para­guay", de Joaquín Nabuco, páginas 34 al 49, Garnier Hermanos, Libre­ros Editores, París, 1892). Por algo, este tratado fue declarado por sus firmantes, igual que el anterior, "Secreto". Todo el crimen contra el Pa­raguay queda documentado en tan aberrante tratado.

La política liberal en Asunción, a partir del 1 de enero de 1869, fecha de la ocupación por la Triple Alianza, no fue otra cosa que la pro­longación en la vida pública del país, de los intereses de cada beligerante limítrofe.

A la desgracia depredadora de la guerra, la desgracia de tener que soportar una política que no era nacional, sino de imposiciones del Tra­tado. Grande debió ser el esfuerzo de aquel conglomerado de paraguayos que se reunían en Asunción para ser protagonistas de un drama. Hubo muchas conciencias que trataron de sobrevivir esta vorágine de indigni­dades y optaron por actuar, aun sometidos al poder del Tratado, para hacer menos penosa la situación.


JUSTIFICACIONES DEL EXORDIO

No podrá comprenderse la crisis de nuestra anarquía si no parti­mos de su causa germinal. La política que se inicia con la ocupación de Asunción opera totalmente descolgada del principio de legalidad de nuestra soberanía arrasada. La carta constitucional que se impone al

país carece de legitimidad, pues es obra de fuerzas de ocupación y no de la voluntad nacional, libremente expresada. No importa su texto, abun­dante en las mismas libertades que se nos negaban, excepto la de enfren­tarnos como paraguayos.

No hubo poder constituyente legítimo y nace así una ficción de legalidad, dentro de la cual comienza a desarrollarse la actividad políti­ca, hasta la constitución o fundación de los partidos tradicionales, el 2 de julio de 1887 se funda el "Centro Democrático" o "Partido Liberal", y el 11 de setiembre del mismo año el Partido Colorado. El primero de ten­dencia porteñista y el segundo más cercano al Imperio del Brasil. Ante estas expresiones institucionales se habían manifestado como Logias primero, año 1869, y como Clubes, Del Pueblo y Unión.

Y en cada una de estas expresiones se perciben a su vez tendencias hacia un naciente nacionalismo, pero también hacia una obsecuente política de servir a los "vencedores" de la guerra. En estas contradiccio­nes, por lo demás muy explicables, se va acuñando un clima de confron­taciones, violencias y la formación de caudillos, que confunden servir a la patria con servirse de la misma.


SE CONSOLIDA LA PÉRDIDA DE SOBERANÍA

Un hecho lamentable para la vida nacional se da con la ley que autoriza la venta de los yerbales y tierras públicas, fuentes de nuestras rentas durante tantas décadas anteriores. Esa ley es sancionada y pro­mulgada el 9 de junio de 1884 y da nacimiento a la feudalización de las tierras públicas, nuestro principal capital y fundamento material de la soberanía. Nacen los grandes latifundios extranjeros, se pierden los yerbales, nuestros tradicionales bosques y nuestra independencia.

El error, tal vez inducido por las fuerzas de ocupación, fue no con­servar esa gran riqueza para impulsar la recuperación económica del país. Así, la liberalísima Constitución de 1870 da principio de legalidad al gran latifundio y el endeudamiento mental y material del país. Curio­so: el liberalismo de la Constitución del 70, que en Europa liquida el feudalismo, en Paraguay lo impone, como un factor determinante de la política, que de esta manera queda amarrada a intereses y no a los ideales de la República y del bien común.

Se perdieron, vendidas a precios irrisorios, 12.500 leguas cuadra­das en el Chaco y 6.000 leguas cuadradas en la Región Oriental, en especial la riqueza del tanino, valiosos bosques y los yerbales naturales. Hubo tardíamente una reacción contra esta ley, y quedó derogada el 25 de junio de 1904, durante el último gobierno colorado de aquella época, bajo la presidencia del coronel Juan A. Escurra.


LEVANTAMIENTO EN VILLETA, AÑO 1904 (LA ERA DEL PAR­TIDO LIBERAL)

Curiosamente, el gobierno colorado del coronel Escurra fue un gobierno progresista y de convivencia con la oposición, siguiendo la tra­dición iniciada por el presidente general Egusquiza. El Dr. Cecilio Báez, abanderado de la juventud liberal, fue designado Ministro Plenipoten­ciario ante los Estados Unidos y México. Además, acusaba una oportuna neutralidad del viejo juego de presiones externas. Los viejos caudillos republicanos, generales Bernardino Caballero y Patricio Escobar, ya declinaban en su poder de decisión. Su ciclo se había cumplido en tiem­pos difíciles para el país y todo hacía presumir una nueva era de convi­vencia pacífica estaba en gestación, con el protagonismo de nuevos valo­res representativos en ambos partidos. Pero fue solo una ilusión y nace un nuevo protagonismo dependiente del poder extranjero (inglés-argen­tino) adueñado del domino feudal de la tierra y la explotación de su riqueza. No impera la Constitución Nacional sino los reales factores económicos de poder, los grandes latifundios con administraciones pro­pias. Un poder ilegal con más poder que los gobiernos. La anarquía se desborda y substituye el normal funcionamiento de las instituciones; y toda la política se agita en función de poderes fácticos y de ambiciones personales.

A fines del siglo XIX declina la influencia brasilera y se consolida la influencia argentina. El interés nacional queda atrás y de vuelta la crisis de gobernalidad. La libertad individual una ficción y las garantías constitucionales sin ninguna vigencia. Todo estaba preparado para una nueva era de anarquía y de imposiciones externas.


 

INFLUENCIA ARGENTINA EN LA SUBLEVACIÓN DE 1904


Curiosamente, durante los dos últimos gobiernos colorados de Emilio Aceval y Juan A. Escurra (años 1898 al 1904) nace la generación conocida como "novecentista", con figuras intelectuales de primer nivel en ambos partidos. Citamos sus principales líderes: Cecilio Báez, Benig­no Ferreiro, Manuel Gondra, Manuel Domínguez, Fulgencio R. Moreno, Blas Garay, Antolín Irala, en el plano intelectual, y políticos de oficio, como Adolfo Riquelme, Eduardo Schaerer, Ricardo Brugada, Marcos Quaranta. Entran también en escena y tendrán significativo protagonismo en la vida del país militares como Manlio Schenoni Lugo, Adolfo Chirife, Albino Jara. Y una nueva generación de políticos, como Gomes Freire Steves, Eulogio Estigarribia, León Mallorquín y muchos otros, quienes con honradez defendieron una vida institucional como garantía de vigencia de la Constitución.

Pero de nuevo el juego de intereses subalternos, internos y exter­nos, impidió la reorganización nacional. Dos contradicciones iniciales después de la revolución" de 1904: la primera, en pleno proceso la insu­rrección armada en todo el país, la expedición despachada desde Villeta para parlamentar la paz con las fuerzas del ejército gubernista radica­das en los cuarteles de Concepción y parte desplazada a Bahía Negra, frontera en riesgo de ocupación por tropas bolivianas y representadas por los coroneles Antonio Cáceres (Ministro de Guerra del gobierno del coronel Escurra) y Zacarías Jara, jefe de plaza en el sector con asiento en Bahía Negra (padre del entonces capitán Albino Jara, integrante de los insurrectos de Villeta y liberal radical).

Estos jefes son formalmente invitados por el comando general del campamento de Villeta, en realidad no era una invitación sino una inti­mación, en nota firmada por el coronel Benigno Ferreira y como secreta­rio por Manuel Gondra, a una reunión de conciliación para evitar derra­mamiento de sangre. La reunión se realiza en la localidad de "Zanja León" (Dpto. de Concepción), el día 28 de agosto de 1904 y concluye la firma de un PACTO honorable, sin vencedores ni vencidos, volviendo las fuerzas a cargo del coronel Zacarías Jara a ocupar sus respectivas juris­dicciones. Se avala la firma del pacto, por el sector gubernista, por los capitanes Patricio Alejandrino Escobar y Manlio Schenoni Lugo. Fir­man el pacto, por el comando de Villeta, el teniente de fragata Elías Ayala, el capitán Albino Jara y el Dr. Gualberto Cardús Huerta.

Siguiendo una vieja tradición impuesta desde el 1 de enero de 1869 por los ejércitos de ocupación de Asunción, dan su conformidad a este pacto y lo garantizan los cónsules del Brasil, Argentina y Uruguay y otros de países amigos. Siempre la sombra de la injerencia aliada. Y la segunda, el conocido Pacto de Pilcomayo, tratado y firmado a bordo del buque de guerra argentino "El Plata", en virtud del cual, con fecha 12 de diciembre de 1904, los bandos beligerantes se ponen de acuerdo en con­cluir las hostilidades y constituir un gobierno de conciliación nacional con la participación de tres ministros colorados: Dr. Emilio Pérez, Cayetano Carreras y el mismo coronel Escurra, en las carteras de Gue­rra y Marina, Hacienda y Relaciones Exteriores, en el orden del último al primero. Como Presidente Provisorio se designó a Juan B. Gaona. Para suscribir este pacto, asistieron, por los insurrectos: el ya general Benigno Ferreira, Adolfo R. Soler y el comandante Manuel J. Duarte. Por el gobierno: el presidente coronel Juan A. Escurra, Dr. Emilio Pérez y Cayetano Carreras. Y como garantes, los ministros plenipotenciarios de la Argentina, Dr. Alejandro Guesalaga y del Brasil, Ytibiré Da Cunha.

El 19 de diciembre de 1904 comienza la "era del Partido Liberal" y asume la presidencia provisoria Juan G. Gaona, quien dura un año en sus funciones. El 9 de diciembre de 1905 es destituido Gaona y asume provisoriamente también la presidencia el Dr. Cecilio Báez hasta el 25 de noviembre de 1906, fecha que asume la presidencia constitucional el general Benigno Ferreira y dura hasta el 4 de julio de 1908 y no como correspondía hasta 1910. De golpe de Estado en golpe de Estado. Au­mentan la inestabilidad y la anarquía. Los colorados son excluidos del gobierno y el sectarismo y los intereses creados desplazan la política de pacificación nacional.

Una pregunta: ¿Qué hicieron los representantes de Argentina y Brasil, que garantizaron tanto el pacto de "Zanja León" como el "Pacto del Pilcomayo"?: cumplieron su misión, dejar que el país se siga destru­yendo en la anarquía, lo que facilitaba la aplicación de las consecuencias del "Tratado", y lo más agraviante para la soberanía, de límites que fueron sus consecuencias, con Brasil el 9 de enero de 1872 y con Argen­tina el 3 de febrero de 1876, estando aun la soberanía nacional prisione­ra de las fuerzas de ocupación, que se retiran el 22 de junio de 1876, lo que acredita la nulidad absoluta de dichos convenios de límites impues­tos, nulidad que estudio en mi trabajo "Tesis sobre Nulidad Absoluta de los Tratados de Límites con Brasil y Argentina", en prensa.

En esta relación lo que queda claro es la larga anarquía nacional, inclusive la actual que se viene expresando en el plano político con mo­tivo de las hidroeléctricas de Itaipú y Yacyretá, que se origina en la aplicación del "Tratado" hasta nuestros días vigente, pues desconoce­mos que haya existido un acuerdo de los países de la Triple Alianza que declarase disuelto y sin valor dicho tratado.


EL LAUDO DEL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS

Sometido al arbitraje del presidente Dr. Rutherford B. Hayes, el territorio de la Segunda Sección del Chaco, incluyendo la "Villa Occiden­tal" (Villa Hayes actual), quien con fecha 12 de noviembre de 1878 falló que, conforme a los mejores títulos, corresponde al Paraguay todo el territorio sometido a su arbitraje. Fue lamentable que nuestra diploma­cia no hubiese sometido, ya que los títulos históricos son los mismos, toda la extensión del Chaco hasta sus límites arriba del Parapití, para delimitarlos hasta Santa Cruz de la Sierra y San José de Chiquitos. Nos hubiera evitado la cruenta Guerra del Chaco.

Lo significativo de este laudo a favor del Paraguay, que solo se pudo someter a arbitraje algo que nunca fue de la Argentina por presión de la Guerra de la Triple Alianza, es que esa posición del laudo Hayes da origen a una corriente política que se orienta a llevar los problemas del Paraguay con sus vecinos vencedores, a un país más lejano, entonces

totalmente apartado, si no enfrentado, con el imperio inglés, tan vincu­lado a la guerra de 1864/1870. Fue el Dr. Cecilio Báez quien da inicio a esta política, seguramente en la convicción que desde un país neutral en aquella funesta guerra se podría negociar un apoyo moral y su influencia material para el desenvolvimiento del Paraguay. En esta misma línea actuaron otros prohombres del Partido Liberal, cuya culminación se da en el Dr. Eusebio Ayala. A esta corriente de pensamiento se denominó Partido Liberal Radical, en oposición al Partido Liberal Cívico, de tradi­ción mitrista.

Sin embargo, esta orientación no pudo imponerse y de nuevo se tuvo el juego de los vencedores, los que tuvieron la titularidad de nues­tras crisis internas y su manifestación en la larga anarquía. Los factores de poder externo siempre dividen, los internos, cuando hay patriotismo, unen y permiten forjar una nación.


INTERMEDIO TRÁGICO: JARA CONTRA GONDRA. ¿HAY EX­PLICACIÓN?

Este es un capítulo que nuestros historiadores lo registran en la generalidad de una inestabilidad fundada, únicamente, en "ambiciones personales". Gondra y Jara, al igual que Riquelme, Eduardo Schaerer, Guggiari, Eusebio Ayala, entre otros de protagonismo en su partido, pertenecieron a la corriente radical, más vinculada al Brasil que a la Argentina, en oposición a los cívicos.

Podemos explicar que Albino Jara, radical al igual que Manuel Gondra, iniciara y realizara el golpe de Estado que lo destituye de la presidencia.

¿Puede explicarse un acto de tanta trascendencia por simples ene­mistades circunstanciales? Pareciera muy ingenuo registrar como cau­sa el episodio de un enojo, en especial entre dos personalidades de inte­lecto cultivado, cada uno en su esfera. No es ignorante para ningún estudioso la estrecha relación de Gondra con la política de Estados Uni­dos y su labor que cumplió en dicho país como Ministro Plenipotenciario y su conocida "Doctrina Gondra", expuesta en la Reunión Panamericana realizada en la ciudad de Santiago, Rca. de Chile, que fue del beneplácito y elogio de la Casa Blanca. Nos estamos acercando al fogón, de donde saltó la chispa, que sí puede históricamente justificar el golpe de Albino Jara. Y la información que incorporamos a este estudio objetivo de los hechos es que Manuel Gondra, posiblemente con el asentimiento de los doctores Báez y Eusebio Ayala, comenzaba a negociar un contrato con la empresa petrolera "Standard Oil Co. de Nueva Jersey" para que la mis­ma realice en territorio del Chaco paraguayo prospección, perforación y comercialización de hidrocarburos. No olvidar que la defensa del Chaco hasta Bahía Negra fue una obra realizada por el coronel Zacarías Jara, padre de Albino Jara. Se planteaba un problema de soberanía, al que Jara era muy sensible, pues era lopizta y nacionalista, frente al drama de nuestra reciente historia y nuestros problemas de límites. La eviden­cia, fuente secundaria de razonamiento científico para elaborar una conclusión válida, está del lado de Albino Jara. Sabemos, ya por docu­mentación histórica, que por el año 1918 dicha empresa petrolera envió, como exploradores, tres geólogos al Chaco paraguayo, que trabajaban directamente con el Consulado de Estados Unidos en Asunción, entre quienes, el último recientemente fallecido, se encuentra Jeorge Lohman, quien forma una familia paraguaya. Fue geólogo de la Standar Oil y gran estanciero. Una de sus hijas vive en el Chaco.

Esta es una relación lógica de aquel penoso hecho, que culmina con la muerte del coronel Albino Jara en Paraguarí, hecho conocido de todos los estudiosos. Lo que estaba inédito es lo que queda relatado y da fun­damento al golpe de Estado consumado la noche del día 16 de enero de 1911. Gondra remite su renuncia al Congreso y se designa por amplia mayoría como Presidente al coronel Albino Jara, con el decidido apoyo de Cecilio Báez y Manuel Domínguez. Lo que resulta ingenuo, siguiendo las crónicas de ese acontecimiento, es que el levantamiento de Jara obe­dece al hecho que Gondra designaría a Jara en una misión diplomática en Europa, con el rango de Ministro Plenipotenciario. Había cuestiones más fundamentales, como la ya señalada y la excesiva inclinación del Presidente a la política argentina de "sobreprotección" al Paraguay, no compartida por Jara y sus principales asesores del momento, Báez y

Domínguez, profundos conocedores de los factores de poder interno (oli­garquía) y externos (de protección a latifundios feudales de origen in­glés-argentino).


LEYENDA, MITO Y REALIDAD DE ALBINO JARA

Hasta hoy, la literatura político-histórica sobre Albino Jara lo define como un personaje poco menos de opereta con énfasis en las mujeres y ambiciones de mando. No demostró esa personalidad durante el le­vantamiento militar-cívico de 1904; de igual manera cuando el Coman­do Militar de Villeta violenta, el mismo día de su firma, el Pacto de "Zanja León", del que él participa o el mismo Pacto del Pilcomayo, que pone término a la subversión de 1904, Albino Jara adopta una posición prudente y vigilante.

Curiosamente, como si fuera un factor de nuestros días, apoya la conciliación nacional pero rechaza la impunidad por delitos cometidos contra el interés general y se vuelve intransigente contra los responsa­bles. Es un conspirador nato, como conspiradores fueron todos los polí­ticos y militares de su tiempo. La inestabilidad hacía imposibles las soluciones institucionales y los males se resolvían con golpes de Estado o asonadas conspiraticias. Eduardo Schaerer recibe su apoyo en sus luchas internas dentro del radicalismo liberal.

Hay un hecho insólito para la época, cuando habiendo sido despla­zado del Ejército durante el gobierno de Benigno Ferreira, se organiza en la Recoleta un gran acto de homenaje al general Díaz, nuestro héroe de Curupayty. La finalidad política era desplazar de la memoria del pueblo al mártir abnegado de Cerro Corá, el mariscal López. Llegan desde el exterior limítrofe escuadrones de cadetes para rendir el gran homenaje al general Díaz. Y en tal sentido se dieron todos los homenajes y discursos, más de apoyo al mitrismo que al general Díaz, y desde luego, con un manto programado de olvido al gran héroe de la Resistencia y su final heróico en Cerro Corá.

Albino Jara, aunque perseguido, estaba presente en el acto y, en el momento más oportuno, saliendo del anonimato, expresó en guaraní las siguientes palabras: `Vyro rei la peyéva: Viva el mariscal López". Y el acto, ante tan imprevista intromisión, prácticamente entró en desbande y quedó concluido. De igual manera recrudeció la persecución contra Jara. La historia debe estudiar con mayor detención y sin subjetivismos arbitrarios la figura de este hombre, que pasó vertiginosamente por la historia nacional. Difamado por enemigos políticos, debe ser releído con seriedad y responsabilidad, consultando fuentes más genuinas de su vida y participación en la política del país, en tiempos de una dramática anarquía, donde muchos responsables pretendieron salvarse con acusa­ciones a quien, ya muerto y sin auxilios médicos en Paraguarí el día 12 de mayo de 1912, no podía defenderse.

En su corto gobierno, 17 de enero de 1911 al 5 de julio de 1911, lo acompaña un gabinete de prestigiosas personalidades, entre otras, el Dr. Cecilio Báez, el Dr. Manuel Domínguez y el coronel Carlos Goiburú. De nuevo un gabinete para la reconciliación en la honestidad. Jara, el hombre de Estado, tiene algunas singularidades poco o nada difundidas: siendo cadete y antes de su viaje de especialización a Chile, estudia Derecho y aprueba hasta el cuarto año. Hijo de un héroe de la Guerra del 70, el coronel Zacarías Jara, sigue la carrera militar por vocación y an­tecedentes familiares. Se cultiva en la lectura. Se desempeña como bi­bliotecario de la Universidad hasta 1903. Sus mejores amigos fueron altos exponentes de la intelectualidad, como Manuel Gondra, Adolfo Riquelme y el Dr. Carlos García, cuya muerte en un duelo con el Dr. Gomes Freire Steves, al que asistió, le dejó una fuerte impresión y acuñó en sus convicciones un profundo desprecio por la violencia política.

No fue ni "ángel" ni "déspota", ni "púa tarará", como lo calificaron sus detractores. Fue simplemente un hombre con conciencia de patria, en un medio anarquizado por toda forma de sectarismos y apoyos exter­nos. Militó en el radicalismo del Partido Liberal, como una forma de apartarse de presiones de la "Triple Alianza". Su temprana muerte, con heridas que pudieron curarse, fue la muerte de un héroe, sin quejas por sus dolores y en presencia de sus enemigos políticos de ese momento. Realmente, hay que investigar y hacer la biografía objetiva de Albino Jara. Rescataremos para la historia la figura de un patriota.

Nota: fija como fecha del centenario de la emancipación no el 14 de mayo, sino el 12 de octubre de 1913, en homenaje al Congreso del 30/Set. al 12/0c. de 1813.


LA GUERRA CIVIL

La presidencia de Eduardo Schaerer, igual que la de Manuel Franco, ambas constitucionales, fueron de paz interna. Con Schaerer algunos conatos y conspiraciones. Con Manuel Franco, una administración ho­nesta y progresista, hacía presumir una normal evolución hacia la paz interior y el progreso nacional. Su muerte al tercer año de mandato lleva a su vicepresidente, Dr. José P. Montero, a la primera magistratura y completa el mandato constitucional siguiendo la misma política de su antecesor.

El Partido Liberal acusa mucha inestabilidad y confrontaciones desde el año 1904, que comienza su era política. Existen tres problemas de Estado no resueltos: a) la influencia argentino-brasileño, consecuen­cia de la Triple Alianza; b) la anarquía interna, pese a los derechos y garantías que se consagran en la Constitución de 1870, no se logra afir­mar la vida de la sociedad en la seguridad jurídica y en el ejercicio de las libertades públicas. El problema de la concentración de la riqueza en los grandes latifundios y feudos organizados con autoridades propias, no se plantea como problema nacional. La explotación del trabajo y de los trabajadores en los yerbales, los bosques y la explotación de rollos de madera para su exportación, y en los centros tanineros del Chaco, no eran problemas de gobierno, pero eran un real factor de poder en el gobierno, con dos consecuencias igualmente graves: pérdida de la sobe­ranía en políticas de Estado y de gobierno; y marginación del pueblo en sus derechos fundamentales a la vida y la dignidad humana. Se crecía en pocas riquezas para una oligarquía interna, y al mismo tiempo se exten­dían la desesperanza y la pobreza en toda la población. Solo un sector de la sociedad, muy minoritario, generó un sector privilegiado de ostenta­ción y "clase social alta". Se discriminaba y marginaba a los sectores populares de la República. Esta situación de injusticia hace surgir el pensamiento social de protesta y el fortalecimiento de las organizacio­nes sociales, al igual que los intelectuales sociales. La crisis aumenta y la anarquía se recrudece; y c) la democracia no funciona, políticamente está administrada por una oligarquía que mira y lleva su riqueza hacia afuera y actúa para adentro con desprecio del pueblo.

El partido de gobierno tiene las siguientes divisiones: l) Radicales; 2) Cívicos, ambos ya con manifiesta influencia externa, que a su vez genera dos divisiones más: radicales argentinistas o brasileristas; y cívi­cos argentinistas o brasileristas. Y, desde más lejos, una paulatina polí­tica de penetración de los Estados Unidos, en especial en el área energé­tica de los hidrocarburos. Se hacía difícil gobernar ante tantas confron­taciones.


 

SITUACIÓN DEL PARTIDO LIBERAL ANTES DE LA GUERRA CIVIL


El sector cívico del Partido Liberal se pliega al gondrismo (Radi­cal); y los "jaristas" que sobreviven en la política a la muerte de su líder Albino Jara, (Radicales), se pliegan al schaerismo (radical también). Un jefe de gran honestidad y prestigio, el coronel Adolfo Chirife, respalda las pretensiones de Eduardo Schaerer.

El 29 de octubre de 1921, bajo la jefatura militar de Chirife, se produce, dirigida por Eduardo Schaerer, la sublevación del batallón de la guardiacárcel, dependiente del Ministerio del Interior del gabinete de Manuel Gondra, quien tiene el respaldo militar del coronel Manlio Schenoni Lugo, también prestigioso y honesto militar. Puede afirmarse que los jefes militares tuvieron una conducta más leal hacia la patria que los sectores políticos, por lo menos en la etapa que estamos analizando. La rebelión tiene por origen la exigencia schearista al presidente Gondra, de apartar del Ministerio del Interior al Dr. José P. Guggiari. La res­puesta de Gondra es elevar su renuncia ante el Congreso y éste designa como presidente provisional al Dr. Eusebio Ayala, quien asume la Pre­sidencia el 7 de noviembre de 1921.

Para superar la crisis de los presidentes provisorios, el Congreso, con mayoría schearista y colorada, dicta en el mes de mayo de 1922 una ley llamando a elecciones para un nuevo mandato constitucional, ley que es vetada por el presidente Eusebio Ayala. Esto origina el levantamiento armado, bajo el mando de los coroneles Adolfo Chirife y Pedro Mendoza. Tiene así inicio la Guerra Civil de liberales contra liberales. Quienes se levantan en armas se denominan constitucionalistas y quienes se de­fienden, gubernistas, bajo la jefatura del coronel Manlio Schenoni.

En duras batallas, se ensangrienta todo el territorio nacional, la guerra dura más de un año, desde el 27 de marzo de 1922 hasta el 10 de julio de 1923, después de un fallido ataque contra Asunción de las tropas sublevadas al mando ya del coronel Mendoza, pues el coronel Chirife había muerto en Itaquyry, como consecuencia de una grave enfermedad contraída en las fatigas de los combates. Pero, solo concurre la Guerra Civil mas ninguno de los graves problemas de la nación se resuelve.



PRESIDENCIA DEL DR. ELIGIO AYALA (1924-1928)


Este es el período de mayor estabilidad de la era liberal. Una con­sagrada formación intelectual, en muchas disciplinas, especializadas durante su larga y sacrificada etapa de estudios en Europa, a su propio costo, años 1911 a 1919, le permiten mirar los problemas institucionales de la República con vocación y capacidad de estadista. Tiene ya una buena experiencia al manejar el Ministerio de Hacienda en gobiernos anteriores, entre 1919 y 1924. En general, no son objetables sus actos de gobierno. Verdadero carcelero de las finanzas públicas, tuvo esa obse­sión, pero descuidó el campo del crecimiento económico y desarrollo so­cial del país. Fue celoso en recaudar y gastar. No invirtió en obras de infraestructura social, que eran muy necesarias por nuestro atraso en políticas de progreso. Le faltó el componente social. En todo lo demás fue impecable.

Fue austero aunque tuvo equivocaciones en el tratamiento de la famosa deuda por los empréstitos de Londres de los años 1871 y 1872, dos negociados contra la pobreza de un país destruido en una guerra de exterminio. Pudiendo comprar los títulos de esa deuda por el 17% de su valor en la Bolsa de Londres, prefirió normalizar su amortización por el valor total de la deuda, en un irracional arranque de dignificar el pres­tigio del país ante los acreedores externos. ¿Culpas o errores de buena fe? Cualquiera sea la razón, este arreglo significó un gran perjuicio para el Tesoro Nacional y se terminó pagando el total de una deuda usuraria, que más que un préstamo significó un negociado de los gobiernos títeres de los años 1871 y 1872.

De cualquier manera, es de justicia reconocer que durante su go­bierno se vivieron tiempos de paz y se puso término a una larga anarquía de enfrentamientos, sublevaciones de guarniciones, golpes de Estado, violencias políticas y guerras civiles, a partir de 1904. La era del Partido Liberal no dio respuestas de institucionalidad al funcionamiento de la democracia, tan invocada en vísperas y durante la guerra del genocidio nacional del 70, y tan olvidada cuando se fue gobierno, con las excepcio­nes honrosas de la presidencia de Manuel Franco y Eligio Ayala. No hacemos alusión a la presidencia del Dr. Eusebio Ayala, porque está comprendida en el proceso de la Guerra del Chaco, tema de otro capítulo de esta relación histórica de épocas, hombres, acontecimientos, causas y efectos de los mismos.


UN CIERRE NECESARIO A ESTE CAPÍTULO DE LA GUERRA CIVIL

Nos referimos a la posición de Manuel Gondra y el golpe de Estado de Albino Jara y también del mismo Dr. Eusebio Ayala, con relación a los intereses de la Standard Oil Co. de Nueva Jersey. Necesario es hacer el siguiente relato histórico, hasta hoy inédito. En el año 1924 llega al Paraguay, como cónsul general de los Estados Unidos, sin inmunidad diplomática, el señor Willian Wilkinsong, quien, a más de sus funciones específicas, era un agente encubierto de la Standard Oil Co. de Nueva Jersey. Se instala en una vivienda en la calle hoy Mariscal Estigarribia entre Estados Unidos y Tacuary, donde además instala una estación de radiocomunicación ya con antena parabólica, que le permitía comuni­carse con el exterior sin ningún control por parte del Estado paraguayo.

Toma contacto con los personeros de la Standard Oil radicados en el Chaco paraguayo, que tenían funciones e instrucciones de hacer un relevamiento, en un terreno, sobre vestigios de hidrocarburos, ya halla­dos en Bolivia (Tarifa) y concesionados a favor de dicha empresa. Ade­más, toma vinculación por radio con operadores en Bolivia. Y el hecho grave: durante toda la Guerra del Chaco, transmitía información confi­dencial sobre movimientos de tropas paraguayas con destino a los fren­tes de combate. Todas las tardes transmitía en código sus informaciones, que llegaban al Estado Mayor del Ejército boliviano.

Estos graves hechos, en el año 1939, fueron informados por el entonces capitán Galeano que trabajaba en Informaciones del Estado Mayor paraguayo, al Presidente de la República, Dr. Félix Paiva, para que adopte las medidas que la dignidad nacional exigían. Y aquí lo más lamentable: el Presidente Paiva llama a su despacho al cónsul Wilking­song y le comunica que llegó a su conocimiento las actividades de espio­naje que realizaba durante la guerra y que, en consecuencia, para evitar la adopción de medidas más graves, como su expulsión del país, le suge­ría volver a su país lo antes posible.

Así, un hecho de alta traición a la patria, punible con prisión ya que no había ninguna inmunidad que protegiera a este cónsul, tuvo una solución amigable y diplomática. Resulta evidente y esto quedó demos­trado con la firma del tratado de la Paz del Chaco el 9 de julio de 1938, bajo su presidencia, su vinculación y la de Eusebio Ayala a esta empresa petrolera, cuyo principal representante dirigió las negociaciones en Buenos Aires para la paz del Chaco y el tratado de límites, que toma la precaución de dejar en el dominio de Bolivia nuestros territorios petro­líferos, en especial en el sector Charagua, sobre los que Paraguay poseía títulos históricos y además se comprendía en los sectores ocupados por las tropas paraguayas en la Guerra del Chaco. Nos referimos a Spruim Braden, delegado de Estados Unidos y de la Standard Oil Co.

Concluimos este capítulo con la reiteración de la observación ini­cial: las causas de la anarquía interna y de nuestras periódicas crisis políticas se relaciona con la pérdida de soberanía y la actuación de inte­reses externos como factores de poder interno.



A MODO DE COLOFÓN DEL CAPÍTULO


 

La cuestión de límites con el Brasil,


el Acta de Foz do Iguaçú y el Tratado y sus Anexos.

Análisis y solución


El tratado de límites con el Brasil, firmado en Río de Janeiro el 9 de enero de 1872, tuvo en representación del gobierno del Paraguay a un inexperto en geografía de límites, Carlos Loizaga, en substitución de nuestro mejor técnico en esta materia, el Dr. José Falcón, quien fuera nominado para este cometido y cambiado por "sugerencia" del jefe de ocupación brasilera en Asunción. Sin embargo, y esto tiene fundamental importancia para nuestro análisis, Brasil no cuestionó ningún derecho sobre los Saltos del Guairá o de "Setes Quedas", pudiendo haberlo hecho de considerar que tenía derechos históricos sobre los mismos, así como se consideró con derechos de expropiación sobre nuestro territorio arriba del río Apa, careciendo de títulos legítimos sobre los mismos.

Nos impuso lo pactado en el Tratado de la Triple Alianza, pero en dicho tratado de límites no se adjudica la propiedad de los saltos, y al no hacerlo, reconoció la propiedad del Paraguay sobre los mismos. Por di­cho tratado, se establecía que los límites de nuestra frontera Este, de norte a sur con el Brasil, debían seguir una línea de hitos que pasara por las cumbres más altas de las cordilleras del Amambay y el Mbaracayú. En consecuencia, siguiendo ese trazado convenido en el ya referido tra­tado de límites de 1872, la línea de la cumbre más alta del Mbaracayú, al proyectarse sobre el fenómeno de los saltos en el río Paraná, se proyec­ta en territorio brasileño a la altura de la ciudad Guaíra (del Brasil), dejando los siete saltos en territorio paraguayo. Y aquí comienza otra historia, que resulta oportuno relacionar.


COMISIÓN NACIONAL DEMARCADORA DE LÍMITES

Pára hacer el trazado final y colocación de hitos de nuestra fronte­ra Este con el Brasil, ambos países crean una Comisión Mixta de Lími­tes, que en sucesivas conferencias y trabajo de sus técnicos van colocando los hitos en ambas cordilleras, hasta llegarse al impasse de la ocupa­ción militar por el Brasil de la parte que debían demarcarse los límites, por la Comisión Mixta Demarcadora de Límites, más precisamente en el lugar denominado "Puerto Coronel Renato", donde aún la frontera debía ser caracterizada y definida.

Faltaba definir la ubicación de hitos en 70 kilómetros de la fronte­ra. Se habían colocado y oficializados 846 hitos, de los cuales 341 perte­necían a las cumbres del Mbaracayú. La parte que correspondía delimi­tar no avanza y se producen intercambios de notas y aclaraciones de ambas cancillerías. En la última proyección en la cartografía final que­daba claramente determinada la propiedad del Paraguay de los Saltos, tal surge de un minucioso relatorio del demarcador paraguayo coronel Emilio Meza Guerrero. El delegado del Brasil se niega a firmar esa conclusión y sugiere dejar para la reunión de la 27' Reunión de la Comi­sión Mixta Demarcatoria este trazado de límites sobre los accidentes geográficos de los Saltos, reunión que nunca se realizó.


SIGNIFICADO DEL "ACTA DE FOZ DO YGUAZÚ”

Los cancilleres Raúl Sapena Pastor del Paraguay y Juracy Magalhanes de Brasil, sorpresivamente con fecha 22 de junio de 1966, suscriben este acta que pone fin a la demarcación de nuestros límites Este con el Brasil en el tramo de los Saltos y, por contrapartida, se establece en su texto "la disposición de sus respectivos gobiernos de proceder, de mutuo acuerdo, al estudio y evaluación de las posibi­lidades económicas, en particular de los recursos hidroeléctri­cos, pertenecientes en condominio a los dos países, del Salto del Guairá y acordaron en establecer desde ya, que la energía eléctrica eventual­mente producida por los desniveles del río Paraná, desde e inclusive el Salto del Guairá hasta la boca del río Yguazú, será dividida en partes iguales entre los dos países".

Aquí comienza la entrega de nuestra soberanía sobre los Saltos, ya que una cosa es producir hidroelectricidad desde los Saltos del dominio del Paraguay y otra muy distinta sin definir previamente a qué país pertenecía de hecho y de derecho el usufructo de los Saltos. El problema de fondo, nuestro límite con Brasil, quedó diluido en los términos de este Acta. Grave error del gobierno de entonces. Hoy nuestras fronteras es­tán diluidas en una entidad binacional llamada ITAIPÚ. Aquí concluye la aplicación del Tratado de Límites de la Triple Alianza, conforme a los instrumentos firmados en 1872 y los que quedaron documentados en los trabajos realizados por la Comisión Mixta Demarcadora de Límites hasta el año 1874. Y nos queda la gran interrogante: ¿tenemos soberanía terri­torial sobre el complejo hidroeléctrico de la Itaipú Binacional, siendo que nuestros límites en ese sector geográfico quedaron sin delimitarse ni caracterizarse? ¿O se ha institucionalizado un FIDEICOMISO TERRI­TORIAL, aparentemente administrado en condominio pero material­mente es un fideicomiso exclusivo de la administración brasilera? Aquí surgen la gran incertidumbre y un grave problema a resolver en térmi­nos conciliatorios para darnos seguridad jurídica.


EL TRATADO DE ITAIPÚ Y ANEXOS

El 26 de abril del año 1973, entre los ministros plenipotenciarios del Paraguay, Raúl Sapena Pastor, y del Brasil, Mario Gibson Barboza, en presencia de los señores presidentes de ambos países, se suscribe el Tratado para el aprovechamiento hidroeléctrico de los recursos hidráu­licos del río Paraná, pertenecientes en dondominio a los dos países par­tes, desde e inclusive el Salto del Guairá o Salto Grande de Sete Quedas hasta la boca del río Yguazú. Este tratado tiene 25 artículos y los si­guientes Anexos: 1) Anexo A - Estatuto de la Itaipú; 2) Anexo B - Descrip­ción General de las Instalaciones; 3) Anexo C - Bases Financieras y Prestación de los servicios de electricidad de la Itaipú, y sus Notas Reversales.

Este tratado fue duramente criticado por la Argentina y por secto­res calificados de la opinión pública paraguaya, sin banderías políticas. Tiene aspectos NO CLAROS, que dieron origen a una larga lucha para la revisión del Tratado y sus Anexos, por entenderse que afecta la sobe­ranía nacional, por lo menos en cuanto a la forma de su administración, con lesión grave al interés económico y el desarrollo social del Paraguay.

El tratado está politizado y agitado en campañas electorales. Ju­rídicamente el problema es delicado y merece una consideración objeti­va, en el marco de las soberanías internas y del propio desarrollo econó­mico del Paraguay. Igual tratamiento sigue el otro tratado hidroeléctri­co de Yacyretá, firmado con la Argentina. En ambos hay unilateralidad y perjuicio para el Paraguay. Pareciera que estos tratados se enmarcan aún en la dinámica del famoso Tratado Secreto de la Triple Alianza, hasta hoy no declarado oficialmente disuelto. Hay que considerar una solución institucional, en el marco jurídico de los mismos tratados o en la competencia jurisdiccional del Derecho Internacional Público y su órgano con facultades competentes, la Corte de La Haya. Sin embargo, lo prudente y aconsejable es buscar soluciones conforme a negociaciones entre los Estados Partes.


UNA PROPUESTA VIABLE

Por la vía de la confrontación, la solución se politiza y se aleja del marco institucional. En Paraguay hay conciencia del daño de los trata­dos hidroeléctricos, pues la falta de equidad monopoliza más beneficios para Brasil y Argentina. Tiene más difusión la protesta en relación al Tratado de Itaipú, considerando que son muy notorias las desigualdades injustas en la aplicación de este tratado.

El Instituto de Estudios Tesis Nacional remitió al Congreso Nacio­nal un Anteproyecto de Ley que dispone la soberanía energética del 50% de la potencia instalada y energía producida por las hidro­eléctricas de Itaipú y Yacyretá para el Estado paraguayo. El anteproyecto fue presentado a la Cámara de Senadores con fecha 15 de mayo del año 2006. Consta de tres artículos de alto valor estratégico cada uno de ellos y termina autorizando al Poder Ejecutivo a negociar la revisión de los tratados. Su texto es el siguiente:

Art. 1º- (TITULARIDAD). La soberanía nacional sobre los Trata­dos Binacionales de las represesas hidroeléctricas de Itaipú y Yacyretá se ejerce sobre la propiedad del 50% de la potencia y energía producidas por ambas hidroeléctricas como principio de legalidad e independiente­mente de las compensaciones previstas en ambos tratados.

Art. 2°.- (MARCO JURÍDICO INTERNACIONAL). El condomi­nio de soberanías en ambos tratados da derecho al Estado paraguayo a disponer la libre comercialización de sus cuotas partes por el precio de mercado y en reciprocidad con los otros dos Estados contratantes, en el marco del Derecho Internacional Público.

Art. 3°.- (REVISIÓN DE LOS TRATADOS). Se autoriza al Poder Ejecutivo, con acuerdo del Congreso Nacional, la revisión de los tratados que puedan en sus textos afectar el principio de legalidad aquí estable­cido con carácter plural. Asimismo, de no haber acuerdo entre las partes, llevar cualquier divergencia fundada en derecho y en la soberanía de los Estados, ante el Tribunal Internacional de La Haya para lograr que los Tratados reconozcan los derechos del Estado paraguayo.

Art. 4°.- (De Forma)...

Asunción, 15 de mayo de 2006

Ricardo Franco Lanceta

Presidente del Instituto de Estudios TESIS NACIONAL

Lamentablemente, este anteproyecto, como tantos otros presenta­dos por TESIS NACIONAL al servicio del interés general, es demorado en su tratamiento y de esta manera el Poder Ejecutivo carece de un mandato con fuerza de ley para negociar soluciones posibles. Finalmente, un estudio objetivo de la situación de las hidroeléctri­cas en función del desarrollo nacional hace aconsejable una política de Estado para recuperar equidad y soberanía perdidas, a cuyo efecto sería necesario orientar esta gestión planteando a los condominios binacionales la inclusión, como parte de los Tratados, de un ANEXO ACLARATO­RIO, que consigne los siguientes puntos:

1) Los Estados Partes, por el presente Anexo, denominado "Anexo D", dejan expresamente establecido, y a título aclaratorio del Tratado y sus Anexos aprobados, lo que se indica a continuación.

2) El complejo hidroeléctrico denominado ITAIPÚ (o YACYRETÁ) es un condominio propietario del 50% para cada Estado Parte de la potencia instalada y de la energía producida.

3) Se reconoce a las Partes el derecho de comercializar la parte no utilizada el 50% de su energía al condominio o terceros, a precio de mercado.

4) El costo de la obra y la deuda de cada Parte por capital e intere­ses, será sometido a una Auditoría Internacional, para establecer su legitimidad y aplicando una tasa de interés en ningún caso mayor el promedio ponderado de la tasa Libor de los últimos diez años, excluyen­do todo agregado que no sean los intereses puros.

5) El Estado paraguayo, a través de su Cancillería, invitará a sus socios en las hidroeléctricas a negociar el presente Anexo, integrando su contenido como parte en los Contratos y Anexos originales, haciendo expresión de iniciar negociaciones dentro de los seis meses de recepcionada la correspondiente nota oficial; con indicación que, para el supuesto de no obtener resolución favorable, el Estado paraguayo planteará a la competencia y jurisdicción del Tribunal Internacional de La Haya, la revisión de los tratados en dos puntos fundamentales: la afectación de la soberanía nacional y el daño económico y social irreparable al desarrollo del país.

Entendemos que todo tratado que por omisión o expresión lesione y cause daño enorme a uno de los firmantes, debe ser reparado, en el caso de análisis por la vía de un Anexo Aclaratorio entre las partes o por Sentencia fundada del tribunal competente.

Paraguay integra junto con los países hermanos de Brasil y Argen­tina el Tratado Regional del Mercosur. En consecuencia, se hace aconse­jable una solución de equidad, negociada directamente entre los Estados Partes, para afirmar una convivencia armónica y acercar a sus pueblos en los intereses legítimos de sus naciones. Negociar es el camino y los fundamentos jurídicos, económicos, sociales y ecológicos que se expon­gan y otorguen méritos legítimos, darán la solución que se persigue, sin confrontaciones estériles ni factores de poder dominantes. Salir de una crisis, mucho más seria de lo que se plantea, y acercarnos con paz en las soluciones posibles y necesarias. En consecuencia, es urgente una política energética del Estado, con poder social y capacidad negociadora de gobierno. La solución es factible y hay que conciliarla dando equidad de trato y beneficio, en igualdad de condiciones a los Estados condómines de esta extraordinaria riqueza y potencia hidroeléctrica, que debe ser la fuerza liberadora de todos los estados de necesidad de nuestros pueblos.


ÍNDICE

DEDICATORIA

INTRODUCCIÓN

LA REVOLUCIÓN COMUNERA

- La división

- Consolidación

- Valentía física, cobardía moral

- Filiación hispana

- El juicio al Dr. José de Antequera y Castro

LA GUERRA CIVIL DE 1904

- Tregua

- Constante e intromisión

- Hechos sorpresivos

- Bases revolucionarias

- Primeras medidas

- Asume Ferreira

- Consecuencias nefastas

- 1904

- La intervención argentina y brasileña en la revolución de 1904

- La penetración de Bolivia en el Chaco después de 1904

- 1894, 1902, 1908, 1909, 1915 y 1922

- El militarismo

- General Patricio Escobar

- Fundación de la Asociación Nacional Republicana

- Gobierno del Gral. Juan Bautista Egusquiza

- Coronel Juan Antonio Escurra

- Coronel Albino Jara

- Coronel Rafael Franco

- Honesto ciudadano: general José Félix Estigarribia

GUERRA CIVIL ENTRE LIBERALES, 27 DE MARZO DE 1922 AL 10 DE JULIO DE 1923

 (COLABORACIÓN DEL PROF DR. RICARDO FRANCO LANCETA)

- Justificaciones del exordio

- Se consolidda la pérdida de soberanía

- Levantamiento en Villeta, año 1904 (la era del Partido Liberal)

- Influencia argentina en la sublevación de 1904

- El laudo del Presidente de los Estados Unidos

- Intermedio trágico: Jara contra Gondra.

¿Hay explicación?

- Leyenda, mito y realidad de Albino Jara

- La guerra civil

- Situación del Partido Liberal antes de la guerra civil

- Presidencia del Dr. Eligio Ayala (1924-1928)

- Un cierre necesario a este capítulo de la guerra civil

- A modo de colofón del capítulo

- Comisión Nacional Demarcadora de Límites

- Significado del "Acta de Foz de Iguazú"

- El Tratado de Itaipú y Anexos

- Una propuesta viable

LA REVOLUCIÓN DE 1947

- Anarquía y demagogia

- Apoyo de los partidos

- Sin cohesión

- Odio a los liberales

- Evidencia

- Antecedentes

- Comunicado policial

- Cruza de guerreros

- Las consecuencias nefastas de la guerra civil de 1947

- Consecuencias económicas

- Consecuencias sociales

- Consecuencias en lo cultural

- Los partidos políticos durante la guerra civil de 1947

- Luto y empobrecimiento

- Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado)

GOBIERNOS DE MILITARES

- General de División Higinio Morínigo

- General Raimundo Rolón

- General Alfredo Stroessner

- General de Ejército Andrés Rodríguez

- Gobiernos militares

- Guerras civiles, revoluciones y golpes de Estado

- Revoluciones

- Asonadas

- Disturbios en la Plaza del Congreso

- La conspiración del 18 de mayo del año 2000

ANEXO DOCUMENTAL

- Disolución de las primeras cámaras legislativas

- Convocatoria a un nuevo Gobierno

- Manifiesto al pueblo

- Protesta del Gobierno paraguayo

- Fallo del presidente Hayes

- Toma de posesión de la Villa Occidental

- Acta de las Comisiones

- Al pueblo




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