ITAPÚA Y EL COMERCIO BRASILEÑO
Obra de THOMAS WHIGHAM
Aunque la posesión del área de Misiones siguió en disputa hasta la Guerra de la Triple Alianza, la zona se ingenió para mantener algún comercio incluso en los peores tiempos. Los intercambios se centraron en el pequeño puerto paraguayo de Itapúa, situado en un lugar alto sobre el río Paraná, frente a las ruinas de Candelaria. Candelaria había sido la capital jesuítica y la mayor parte de la exportación de yerba pasaba por ella. Como sus comunidades hermanas en el sur, esta misión entró en una etapa difícil luego de la expulsión de los jesuitas en 1768.
Medio siglo más tarde fue destruida por las tropas de Artigas y sus aliados indígenas. Poco después, las fuerzas portuguesas contrarias a Artigas pasaron por la zona y quemaron lo que quedaba de las Misiones, sin dejar una sola construcción en pie. Los paraguayos se fueron, pero tres años más tarde volvieron a la costa sureña del Alto Paraná. Para entonces, quedaban pocos restos de la que una vez había sido la orgullosa capital jesuítica.
La ocupación paraguaya de Candelaria hizo posible un comercio terrestre relativamente seguro con San Borja. Para imponer la autoridad paraguaya a lo largo de esta ruta, Francia construyó una inmensa muralla de dos metros de alto, que recorría 1.200 metros a lo largo de una pequeña península que se proyectaba hacia la orilla opuesta a Itapúa. La muralla estaba construida con piedras tomadas de las ruinas de las misiones cercanas, fuertemente reforzada con almenares y trincheras. Una numerosa guarnición se apostó allí en forma permanente; Francia denominó a estas fortificaciones San José, pero pronto tomó el apelativo más común de Trinchera de los Paraguayos. (81)
La construcción de la trinchera no fue la única medida tomada por Francia para asegurar esta zona. En 1822 construyó otro fortín en Tranquera de Loreto, al sur de la ribera izquierda del Alto Paraná, unas quince leguas al oeste de Itapúa. El lugar estaba bien elegido: justo sobre el salto de Apipé, Tranquera estaba situada en el punto más angosto de tierra firme, entre el río y la laguna Yberá, mirando directamente hacia el sur. Los jesuitas habían dejado una serie de diques rudimentarios en esta región, que fueron ampliados por Francia.
En caso de emergencia, las exclusas podían abrirse para juntar las aguas del Yberá y el Alto Paraná, formando una barrera insuperable a cualquier fuerza militar numerosa que se acercara desde el oeste. (82)
Debido a que estas fortificaciones resultaban insuficientes para dominar las disputadas áreas ubicadas entre el Alto Paraná y el Uruguay, el Dictador también hizo patrullar la zona y ofreció escoltas a las caravanas de comerciantes. Una pequeña fuerza apostada en las ruinas de Candelaria proveía tropas para los puestos provisorios de Santo Tomás, San Carlos y periódicamente, para Santo Tomé. Aunque ninguna de estas gestiones aseguraba la absoluta soberanía paraguaya sobre el área de Misiones, permitían el comercio y el Alto Plata se benefició en consecuencia.
Los comerciantes brasileños también trabajaban en Itapúa a principios del 1819, aunque Francia regulaba estrictamente sus actividades. Él quería restringir los contactos entre paraguayos y extranjeros, protegiendo su régimen de las influencias extranjeras y especialmente de los porteños. La presencia de los brasileños en Itapúa contradecía la obsesión de Francia por una economía cerrada para el Paraguay, pero esta conexión con San Borja también era útil a su gobierno. Esta apertura comercial permitió el paso por el Alto Plata de tabaco y yerba, que eran intercambiados por armamentos, papel y artículos manufacturados. (83)
Proporcionando una alternativa cuando el Paraná estaba cerrado, esta ruta hacia el este mantuvo vivo el comercio altoplatense con el Brasil y las provincias de abajo, integrando al mismo tiempo los intereses regionales frente a la presión foránea. Sin embargo, Itapúa siempre representó un comercio menos ventajoso, substituto del comercio normal y más rentable que circulaba por el Paraguay y el Paraná. La ruta terrestre era más costosa y peligrosa, por lo que los comerciantes brasileños recargaban sus gastos a los consumidores paraguayos.
A diferencia de la red comercial asociada a Pilar, la de Itapúa recibió algunas autorizaciones por canales diplomáticos. En enero de 1822, Pablo Machado, un enviado del nuevo Imperio del Brasil, llegó a Asunción a discutir la posibilidad de entablar relaciones comerciales formales. Francia se mostró complacido con este reconocimiento de facto de su régimen y acordó la apertura de Itapúa al comercio brasileño por un año, pero restringiéndolo a dicho puerto. (84)
Debido a que el Brasil había otorgado en San Borja seguridad a los comerciantes paraguayos, Francia decidió permitir que el comercio se mantuviera abierto indefinidamente, y los intercambios crecieron con rapidez. En unas cinco semanas, desde fines de julio hasta principios de septiembre de 1823, la aduana de Itapúa registró permisos de exportación por 1.680 arrobas de tabaco y más de 8.000 arrobas de yerba. (85)
Para su trato con el dictador Francia, el imperio brasileño heredó de los portugueses un concepto estratégico bien definido: el principal propósito de su acercamiento al Alto Plata era impedir la consolidación de la unión de las provincias argentinas bajo la tutela de Buenos Aires. Para lograr este propósito, los brasileños trataron de atraer al Paraguay con promesas de expansión comercial y un reconocimiento oficial. Como Río de Janeiro deseaba al menos la neutralidad de Francia en el inminente conflicto en la Banda Oriental, el comercio de Itapúa empezó a ganar importancia.
En 1824, la corte brasileña nombró a Antonio Manuel Correia da Cámara como agente comercial para Asunción. Desde su llegada a la capital paraguaya, un año más tarde, Correia da Cámara trató de convencer a Francia de las buenas intenciones del Brasil, y en sus gestiones prometió más de lo debido: acordó con el Dictador que el Brasil reconocería al Paraguay y pagaría las indemnizaciones por los ataques indígenas que habían sido provocados por los brasileños al norte en la zona del Río Apa. Incluso prometió conseguir un gran cargamento de armas para los paraguayos como muestra de buena fe.
El fracaso del diplomático brasileño en satisfacer todas aquellas promesas anuló las posibilidades de una relación estrecha entre los dos Gobiernos. Aunque se autorizó a Correia a volver a entrar al Paraguay en septiembre de 1827, el desilusionado Francia no le permitió avanzar más allá de Itapúa. Correia estuvo en dicho puerto durante casi un año, observando el crecimiento del comercio, en espera de que el Dictador cediera. Finalmente se marchó del Alto Plata, a mediados de 1828.
La Guerra Cisplatina de 1825-28, que llevó a las provincias argentinas a luchar contra el Brasil en la Banda Oriental, redujo el paso de los productos paraguayos de Itapúa a San Borja, pero no lo detuvo. Los paraguayos hicieron lo posible por mantenerse neutrales en el conflicto, pero los compromisos militares entre Corrientes y el Brasil interfirieron en el comercio. Una fuerza aliada ocupó San Borja por un tiempo y la actividad comercial repuntó nuevamente sólo al final de la contienda. Los puertos que se encontraban a lo largo del Río Uruguay iban bien surtidos de yerba y tabaco paraguayos. (86)
TABLA 1.3 - EXPORTACIÓN DE ITAPÚA, 1826-39
AÑO :Yerbasa / Tabacoa/ Cigarrosa/ Dulcea/ Almidóna/ Cuero/ Carretas/ Ganado
1826 : 1.422/ 8.977/ ---/ ---/ 1.091/ 23/ ---/ ---
1829 : 3.698/ 4.863/ ---/ 162/ ---/ ---/ ---/ 2.565
1830 : 184/ 2.094/ 27/ 25/ 155/ ---/ 36/ 1.952
1831 : 2.120/ 3.457/ 37/ 11/ 9/ 422/ 35/ ---
1832 : 23.457/ 5.378/ ---/ ---/ ---/ ---/ 35/ 1.435
1833 : 400/ 810/ ---/ 21/ 20/ 6/ 4/ ---
1835 : 5.392/ 22.628/ ---/ ---/ 7.843/ 83/ ---/ ---
1837 : 6.830/ 10.495/ ---/ ---/ 9.347/ 123/ ---/ ---
1838 : 7.375/ 2.359/ ---/ ---/ 2.874/ 88/ ---/ ---
1839 : 4.651/ 1.117/ ---/ ---/ 918/ 8/ ---/ ---
Nota: Las exportaciones también incluían pequeñas cantidades de madera, azúcar, maíz, aguardiente, arroz, miel, jabón, queso, cebolla, ponchos, mandioca seca (popí), cacharros de alfarería y tocino.
(a) En arrobas
FUENTES: Cuaderno de derecho de extracción (1830), ANA. NE 2928; Cuaderno de derecho de extracción (1831), ANA. NE 2936; Cuaderno de derecho de extracción (1833), ANA. NE 2951; White, Paraguay's Autonomous Revolution, pp. 246-52 (en White hay cierta confusión en cuanto a la proporción del comercio de Itapúa que estaba en manos privadas y la que estaba directamente en manos del estado).
La tabla 1.3 demuestra el volumen del comercio de exportación durante la década del 1830. Las cifras excluyen la ganancia en efectivo de la exportación en Itapúa, debido a que la documentación es extremadamente inconexa. Sin embargo, se sabe que la exportación de yerba de Itapúa en el año 1838 superó los 35.000 pesos. (87)
El comercio de Itapúa ayudó al desarrollo del este del Paraguay entre 1820 y 1840. La mejor parte del producto intercambiado en el comercio se extraía de la zona de Yuty, unos 100 kilómetros al norte del Río Paraná, donde existía gran cantidad de yerba y tabaco. Un cierto número de las Estancias de la Patria de esa localidad proveía de ganado y cuero, haciendo participar al Estado del comercio. Sin embargo, Yuty estaba muy aislada del resto del país, lo que invitaba al contrabando, tanto de los forasteros como de sus propios vecinos. (88) Itapúa fue escenario de mucha actividad, tanto legal como ilegal. Pese a tener sólo 2.000 habitantes a mediados de 1820, el pueblo se convirtió en un centro comercial clave, al recibir una gran parte de las importaciones del Paraguay, no solamente de armamentos y papel, sino también de ropas confeccionadas, ponchos, vinagre, aceite, vinos, sombreros, medicinas, instrumentos musicales y herramientas. (89) Una serie de caminos de carretas conectaban al pueblo con varios distritos del interior del Paraguay. Estos mismos caminos servían a cientos de comerciantes minoristas (o a sus agentes) quienes llegaban a Itapúa anualmente para reabastecerse de mercaderías. (90)
Los comerciantes brasileños que se hallaban en Itapúa eran personas expertas. Aunque escasos en número, ejercieron una apreciable influencia sobre los asuntos de esta parte del Alto Plata, tanto que el portugués pronto se convirtió en la "lengua franca" de Itapúa, sobrepasando incluso al guaraní. Como en los tiempos de la colonia, los comerciantes hicieron amplio uso de las libranzas y otras órdenes de crédito.
En lo que hace a la vida privada, los comerciantes brasileños gozaban de una tolerancia oficial no concedida a los paraguayos. Un interesante documento preservado en el Archivo Nacional de Asunción narra cómo Francia, en 1831, ordenó a su representante de Itapúa que no prestase a las mujeres que acompañaban a esos comerciantes:
Esos comerciantes y las mujeres de su comitiva no son súbditos de este Estado [...] y sólo temporalmente y durante su comercio vienen a residir en el Paraguay, donde se hallan como pasajeros admitidos expresamente, sin que por lo mismo corresponda ni al Gobierno ni a nadie extenderse a tomar conocimiento de sus amistades y vida, o conducta privada, cuando con ella no ofenden, ni hacen daño, ni tampoco a juzgar, si la mujer, que alguno trae, es legítima o concubina [...]. El Comandante de San Borja [es] Juez natural de ellos. [...1 lo que hay de peor es, que en resulta de esa persecución habrán comerciantes, que rehúsen venir. Yardin ya ha vuelto con todos sus efectos, lo que me ha disgustado, y a este modo otros excusarán también venir a comerciar. Con esto se perjudicará la Tesorería en los mayores ingresos, que dejará de percibir por derechos, y los habitantes con no tener mayor abundancia de efectos de que proveerse. Mira el mal y daño que causa tu imprudencia, y tu ligereza, o locura. (91)
Los favores del Dictador no pasaron inadvertidos a los comerciantes, que generalmente colaboraban prestándole buenos servicios, como informarle regularmente sobre el movimiento de tropas correntinas en la zona. La consideración que los comerciantes tenían con Francia se basaba en el deseo común de mantener abiertos al comercio Itapúa y Misiones. En general sus esfuerzos tuvieron éxito. (92)
Sin embargo, existían muchos impedimentos para asegurar el paso por Misiones. Mientras los paraguayos proporcionaban escoltas militares a las caravanas de comerciantes, dejaban a veces a los comerciantes que se defendieran por sí mismos en sus peligrosos viajes de San Borja a Itapúa. Los asaltos de indígenas o ladrones correntinos eran comunes, especialmente entre el río Aguapey y el Uruguay, donde ni el gobierno paraguayo ni el correntino tenían control.
Una banda de ladrones guiada por el conocido asesino llamado Carabí se hizo responsable de una serie de robos importantes desde fines de la década del 1830 hasta principios de la de la de 1840. Durante un ataque en 1840, Carabí capturó a dos comerciantes brasileños provenientes de Itapúa, llegó a despojarlos de sus ropas y luego les permitió que volvieran a pie al puesto paraguayo. Buscando una compensación en los comandantes paraguayos, los furiosos comerciantes fueron informados que tenían que recurrir a las autoridades correntinas, en cuyo territorio había ocurrido supuestamente el hecho. (93) Al no asumir ninguna responsabilidad, el comandante admitió que era sencillamente imposible mantener su autoridad en el área disputada.
El comercio de Itapúa reflejaba, en todos sus aspectos, la mentalidad fiscal mercantilista de Francia. Como el de Pilar, el comercio a duras penas era libre, al estar regulado por un gobierno receloso. Además, como se ve claramente en los registros de exportación, el sector estatal de la economía necesariamente tuvo que haber crecido para abarcar la mayor parte del comercio externo.
Todo aquello favorecía los intereses del Dictador, quien organizó el comercio para fortalecer su autoridad y garantizar la unificación interna con un mínimo de amenaza externa. Los comerciantes brasileños toleraron sus interferencias porque se les otorgó una posición de monopolio; también en eso existía un obvio precedente colonial.
Al igual que en el resto del comercio altoplatense, el principal impedimento al tráfico a través de Misiones fue la política. Mientras la demarcación de límites se mantuvo confusa, el comercio nunca pudo desarrollarse con facilidad. Al principio, eso no importaba, porque casi siempre los paraguayos mantuvieron dominio sobre el territorio contestado, pero con el transcurrir del tiempo, el interés correntino en Misiones y el río Uruguay aumentó hasta volver inevitable el conflicto con el Paraguay.
Tanto el Paraguay como Corrientes se beneficiaron del comercio del Río Uruguay, pero en forma desigual. Los paraguayos estaban especialmente interesados en mantener abierta la línea entre San Borja e Itapúa, y el comercio en este último puerto continuó pese a las disputas de límites. A los correntinos les preocupaba menos el comercio del Uruguay como tal, porque sus mercados estaban bastante alejados del río.
Los principales centros de población correntinos se encontraban al oeste de los esteros del Yberá, una zona casi intransitable que permaneció como la habían descrito durante 1770: "desiertos llenos de caballos salvajes y tigres”. (94) Los comerciantes ligados al Brasil y Corrientes tenían que tomar una ruta indirecta para ir al sur, pasando por la receptoría de Curuzú Cuatiá y bordeando los pantanos hasta llegar a Goya y Bella Vista. Desde esos puntos, sus mercancías eran cargadas en pequeñas embarcaciones y transportadas por el río Paraná hasta el puerto de Corrientes.
Por lo tanto, los paraguayos estaban en mejor posición que los correntinos respecto al comercio del río Uruguay. Sin embargo, las aspiraciones políticas no siempre se sometían a la geografía, y el proceso de la expansión correntina hacia el este terminó desafiando la autoridad paraguaya en esa área. A principios de 1820 y nuevamente durante 1832-34, hubo escaramuzas entre los dos pretendientes al territorio. Francia consideraba el control sobre Misiones como imprescindible a su estrategia comercial; los correntinos entendían que esa misma zona era decisiva para la renovación de su industria provincial de yerba. Como Misiones se veía agitada por aquellas luchas, su comercio se debilitó. (95) Al final, los paraguayos lograron restablecer sus contactos con San Borja. Los correntinos, a su vez, ganaron la posesión de todas las tierras ubicadas desde el puerto de La Cruz, al sur del Río Uruguay, hasta Entre Ríos.
La rivalidad entre los dos gobiernos por Misiones primó sobre el hecho de que ambos tenían mucho que ganar en la conexión con el río Uruguay y podían incluso compartir los beneficios. La política -obstáculo constante para la integración altoplatense- anuló esta opción.
NOTAS:
(81) Actualmente ésta es la ciudad argentina de Posadas, Alejo Peyret, Cartas sobre Misiones (Buenos Aires, 1881), pp. 34-35.
(82) Ver Martin de Moussy, Description Géographique et Statistique de la Confédération Argentine, 3 vols. (París, 1860-64), 3:693.
(83) Mario Pastore ha sostenido que la habilitación de los puertos de Itapúa y Pilar representó un restablecimiento de los “puertos precisos coloniales"; sin embargo, el término "puerto preciso" (que se encuentra generalmente en el río de la Plata en el caso de Santa Fe) indica un sitio cuya única función era el cobro de impuestos internos - lo cual no era así ni en Pilar ni en Itapúa (que tenían grandes comercios por su propia parte). Ver Pastore. "Trade Contraction and Economic Decline." p. 569.
(84) Williams, "Paraguayan Isolation", pp. 109-114.
(85) Subdelegado Norberto Ortellado a Francia. Itapúa, 27 de julio y 7 de agosto de 1823. ANA. CRB 1-29, 23, 28; José Mariano Morínigo a Ortellado. Itapúa. 2 de septiembre de 1823. ibíd.
(86) Con relación a Misiones y la Guerra Cisplatina, ver Alberto Palomeque, El General Rivera y la campaña de Misiones (Buenos Aires, 1914); Hernán Félix Gómez, Corrientes en la guerra con el Brasil (Corrientes, 1928); y Agustín Beraza, Rivera y la independencia de las Misiones (Montevideo, 1971). El carácter activo del comercio de Itapúa en este período se confirma en José León Ramírez, delegado de Itapúa, a Francia. 28 de octubre y 6 de diciembre de 1829, ANA. CRB 1-30, 2, 6, nº 3-4.
(87) White, Paraguay 's Autonomous Revolution, p. 257.
(88) En mayo de 1838; un ciudadano de Yuty, Roque Romero, trató de introducir ilegalmente un equivalente a 600 pesos en mercaderías obtenidas en Itapúa. El contrabando pasó también a la dirección opuesta; muchos tercios se abrieron paso hacia el sur, sin guía como lo demuestran los registros. Expediente de Roque Romero. Yuty, 17 de mayo de 1838, ANA. SH 243, n° 16; Fernando Yturburo, contrabandista, a Francia. 9 de mayo de 1839, ANA. NE 2611.
(89) Jean Eiienne Richard Grandsire, "Briefe aus Paraguay, mitgeteilt v. Humboldt", Hertha 2 (Stuttgart y Tübingen, 1825), 702-4. Las demandas por estos ítems fueron limitados, pero se mantuvieron relativamente estables en el período en discusión. Ver Francia al Delegado de Itapúa. Asunción, 17 de marzo de 1832, ANA. SH 241, n° 12; Francia al Delegado de Itapúa. Asunción, 19 y 30 de mayo de 1837, ANA. SH 243, n° 7.
(90) Libro de la receptoría de la capital (año de 1836). 31 de diciembre de 1836, ANA. NE 2977 (nómina de 268 traficantes que hicieron el viaje a Itapúa, solamente seis de ellos hicieron el viaje más de una vez).
(91) Francia al Subdelegado de Itapúa. 2 de noviembre de 1831, ANA. 241, n° 7.
(92) La aflicción expresada por estos comerciantes a la muerte de Francia en 1840 fue reportado hasta en Buenos Aires. British Packet and Argentine News, 19 de diciembre de 1840.
(93) Blas José Márquez a Pedro Ferré. Santo Tomé, 9 de noviembre de 1840. AGPC-CO 1840, legajo 71. Un incidente similar ocurrido en 1833, encontró a Francia deseoso de indemnizar a un comerciante cuyas mercaderías habían sido robadas por los indios en una zona cercana a Tranquera de Loreto. Francia al Delegado de Itapúa. Asunción, 15 de febrero de 1833, ANA. SH 242, n° 7.
(94) Descripción que aparece en un mapa de 1771 comisionado por el Marqués de Ávila. Emesto J. A. Maeder, "La información territorial y económica de Corrientes entre 1588 y 1750", Folia Histórica del Nordeste 1 (noviembre, 1974), p. 62.
(95) Marco Tulio Centeno, "San Juan de Hormiguero. Crónica de su origen y desarrollo. Antecedentes de la refundación de Santo Tomé (Corrientes)", Primer Encuenja ó de Geohistoria Regional. Exposiciones (1980): 98-103; John Hoyt Williams, "La guerra no-declarada entre el Paraguay y Corrientes", Estudios Paraguayo 1:1 (1973), pp. 35-43.
Fuente:
LO QUE EL RÍO SE LLEVÓ
ESTADO Y COMERCIO EN PARAGUAY Y CORRIENTES, 1776-1870
Obra de THOMAS WHIGHAM
Biblioteca de Estudios Paraguayos - Volumen Nº 75
Director: JOSÉ ZANARDINI ,
Colección Bicentenario a cargo de IGNACIO TELESCA
Biblioteca de Estudios Paraguayos
CEADUC – CENTRO DE ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS
DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA "NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN"
Página web: www.ceaduc.uca.edu.py
Asunción – Paraguay, 2009 (372 páginas).