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Historia Política


Antecedentes de la Guerra contra la Triple Alianza - Por Gregorio Benítes
(30/05/2012)

ANTECEDENTES DE LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA
 
 
 
I

Nuevo Presidente.
 
Misiones que ha desempeñado.
 
Desarrollo intelectual y material.
 
Sucesos internacionales
 
64 mil hombres.
 
Guido Spano.
 
Arbitro amistoso.
 
La hoguera de la guerra civil.
 
Actitud firme.
 
Sucesor constitucional.
 
Serie de reclamaciones.
 
Nota del ministro Saraiva.
 
Contestación del ministro oriental Herrera.
 
Plan político.
 
El punto de mira.

 
 

A la muerte del Presidente de la República don Carlos A. López, acaecida en Setiembre 1862, el Congreso Nacional nombró el 16 de Octubre del mismo año, Presidente del Paraguay al ministro de guerra, general don Francisco Solano López, que desde muy joven había actuado en los negocios públicos del país, al lado de su padre.

Había desempeñado con habilidad y tacto misiones diplomáticas en Europa, en calidad de ministro plenipotenciario a canjear la ratificación de los tratados de amistad, comercio, etc., firmados por el Paraguay con varias potencias del viejo continente. Posteriormente practicó, con feliz éxito, la misión diplomática que el gobierno de la República le confiara, como mediador amistoso, entre las provincias argentinas en guerra civil, Entre-Ríos y Buenos Aires. Era el organizador de los ejércitos y de la marina de la República.

Fundados en esos antecedentes, todos en el Paraguay y fuera de él, esperaban lógicamente, que el general López haría un gobierno verdaderamente regular y progresista; que la República entraría resueltamente en una nueva faz de su desarrollo intelectual y material. El campo en que el nuevo magistrado iba a ejercer sus facultades administrativas era vasto, y ofrecía poderosos estímulos a sus sentimientos patrióticos, a la vez que una hermosa perspectiva de satisfacción a su legítimo orgullo nacional. Mas, la elevación del general López a la presidencia del Paraguay coincidió con los graves sucesos internacionales que se desarrollaban en el Río de la Plata; de manera que no tuvo tiempo ni para formular un plan de gobierno.

Las complicaciones políticas se precipitaron de tal modo en las Repúblicas Oriental y Argentina que envolvieron al Paraguay en sus redes. No hubo remedio.

Así, el nuevo gobernante, para evitar o resistir a una invasión extranjera, se ocupó en preparar activamente un ejército de 64 mil hombres, de las tres armas, que se disciplinaron en los campamentos militares de Cerro León, Humaitá, Villa Encarnación, Concepción y Asunción.

“El alma excitada por la perspectiva de una empresa magna, de un esclarecido renombre, decía, el vate argentino, Guido Spano, adquiere esa indomable energía, esa luz interna, que son al mismo tiempo, el signo de los fuertes, y la aureola de las virtudes varoniles.” (1)

Era razonable y lógico esperar que el general López, bastante joven aún, de inteligencia nada común, suficientemente ilustrado, dominando con la firmeza de su carácter los acontecimientos y las preocupaciones, se esforzase en hacerse digno de la alta y patriótica misión de que se encontraba encargado por la confianza de sus conciudadanos.

El Paraguay empezaba a ser árbitro amistoso en las diferencias intestinas de los países vecinos. En la República Argentina, según queda dicho, había ya ejercido su acción bienhechora, reconciliando a los hermanos argentinos de Buenos Aires y Entre-Ríos en 1859.

A su vez, la República Oriental recurría a su intervención amistosa en sus graves conflictos con el imperio del Brasil.

La República Argentina y el Imperio del Brasil atizaban la hoguera de la guerra civil en la República Oriental. Ésta, debilitada por la escisión de sus propios elementos, anarquizados, en presencia del peligro que exigía, sin embargo, plena unidad del pensamiento y de acción; el gobierno Oriental, asediado por dificultades y obstáculos serios, se vio obligado a recurrir a expedientes diplomáticos, que más tarde dieron lugar a la actitud firme que el Paraguay tuvo que asumir hacia el Imperio y el gobierno del general Mitre.

Las acusaciones rajantes y los cargos acerbos, que recíprocamente se hacían los gabinetes argentino y oriental, fueron de tal carácter, que motivaron la suspensión de sus relaciones diplomáticas. La Argentina acreditó al doctor Rufino de Elizalde como agente diplomático en Montevideo, que fracasó en su misión. Por su parte el Imperio mandó otra, confiada al señor don José A. Saraiva, con instrucciones de presentar al gobierno oriental, en términos perentorios, las exigencias que debían colocarle en la más intrincada de las situaciones.

El gobierno uruguayo estaba prevenido por el Imperial, de los aprestos bélicos puestos en acción para apoyar la misión Saraiva, que iba a inaugurar en la República Oriental, “una nueva fase de la política imperial”.

El señor Berro, había terminado su período presidencial siendo el señor Aguirre su sucesor constitucional, como presidente del Senado.

El plenipotenciario imperial, en cuanto llegó a Montevideo, presentó al gobierno oriental, en nota de 18 de Mayo 1864, una serie de reclamaciones, exigiendo su pronta solución. Los hechos que motivaban esas reclamaciones, procedían desde el año 1852, es decir, de actos pasados durante varias administraciones anteriores.

La parte más exaltada de la colonia brasilera en la Banda Oriental, que no bajaba entonces de 40 mil almas, tomaba las armas, para engrosar las filas de la revolución del general Flores.

En nota de 4 de Junio, el señor Saraiva se expresaba al gobierno oriental, en estos términos:

“Manteníase el gobierno imperial hasta hace poco en la resolución de esperar que este país mejor administrado, proporcionase a los residentes brasileros, las garantías que él en vano ha solicitado en el transcurso de 12 años; que no por eso le es vedado proceder de otra manera, habiendo llegado al término de sus ilusiones, y creyendo como cree que su política de condescendencia ha sido interpretada como debilidad e irresolución, a cuyo favor puede el gobierno Oriental liquidar las cuestiones pendientes, con todos los que le ponen serios embarazos, menos con el Brasil, Estado vecino, y que considera deber sagrado respetar la independencia e integridad de la República...

“El gobierno Oriental está bien informado de que el gobierno imperial observando la más escrupulosa neutralidad en las luchas internas de este país, ha sido incansable en recomendar a la presidencia de la provincia de San Pedro de Río Grande del Sur, medidas que obsten al pasaje por la frontera, de tropas, en auxilio de la REBELIÓN que domina una parte de la República...
“El abajo firmado tiene igualmente orden de su gobierno para prevenir al de la República, que, con el objeto de hacer respetar el territorio del Imperio, y mejor impedir el pasaje de contingentes por la frontera de la provincia de Río Grande del Sur para el general Flores, el gobierno de S. M. el Emperador, resolvió aumentar la fuerza estacionada en la misma frontera..

El gobierno Oriental sorprendido con la exigencia perentoria del plenipotenciario señor Saraiva, ordenó a su Ministro de Relaciones Exteriores, señor Herrera, contestase, como lo hizo el 2 de Mayo, a las acusaciones del gobierno imperial en esta forma:

“Que de lamentar era que se haya creído lo más conveniente y lo más útil volver la vista hacia una época pasada, e iniciar con procesos que nada tenían que ver con la actualidad, gestiones llamadas quizás a dar para la República y el Imperio resultados benéficos, buscados hasta hoy por medios inadecuados, en concepto del infrascrito...

“Todas esas reclamaciones, a excepción de una que otra, son anteriores a la época de la invasión. Muchas veces han resultado inciertos los hechos sobre que se fundaron; la discusión se ha seguido, y ya después de conferenciar, ya después de comunicaciones escritas, la legación brasilera, ha silenciado... Que en contraposición a la nómina de las reclamaciones brasileras, anteriores a la invasión, el ministro oriental se ha visto obligado a formar el cuadro de reclamaciones orientales ante el gobierno imperial por asuntos de idéntica o peor naturaleza, reclamaciones pendientes unas, desatendidas otras...

“Siendo las causas que producen unas y otras reclamaciones de orden ajeno a los sucesos de actualidad; teniendo ellas sus raíces en otro terreno, momento llegará de que ambos gobiernos reclamantes estudien aquellas causas y procuren su desaparecimiento.
“Que en referencia a toda reclamación justa que tenga aducida o aduzca el gobierno imperial, y a fin de colocarse el gobierno Oriental en el terreno en que acepta toda discusión, el señor Herrera tenía orden de declarar al señor Saraiva, franca y sinceramente que es la voluntad decidida de su gobierno atender a toda reclamación o solicitud fundada en derecho, que tienda a proteger los intereses legítimos de la población brasilera, domiciliada en el territorio Oriental.

“Que el gobierno Oriental no entendía hacer concesiones al imperio vecino; entendía sí, hacer acto de justicia, lo que valía decir acto de conveniencia propia; y lejos de suponerse que la denuncia leal y fundada por parte del gobierno imperial de un abuso o de un atentado contra aquellos legítimos intereses, ha de despertar enojos o desagrado en el ánimo del gobierno Oriental, se tuviera por cierto siempre que sea tal denuncia considerada, como un apoyo, como un auxilio, a los propósitos de su gobierno...

“Que la situación porque atravesaba su país, la que le ha creado a su gobierno la invasión que, meditada y organizada en territorio argentino y brasilero, había traído la mas ruinosa e injustificable guerra, sin que hasta entonces se haya puesto estorbo por ninguna de las autoridades de esos territorios a los atentados cometidos, colocarían al mismo gobierno en el caso bien justificado de desoír reclamaciones retrospectivas, con cuyo número hacinado estudiosamente, con cuyas exageraciones e inexactitudes, parecía quererse minorar responsabilidades y justificar procederes, que ante el derecho y los respetos debidos a la República, de parte de los países limítrofes, no tienen justificación posible....

La contestación del Dr. Herrera, no produjo ninguna impresión en el ánimo del plenipotenciario imperial que pudiera modificar el plan político, que tenia misión de desarrollar y sostener en el Río de la Plata. El punto de mira era el Paraguay.


 
 
 
II

Reunión de diplomáticos.
 
Trompe l.oeil.
 
Escándalo y no mediación.
 
Complicidad repugnante.
 
Ministro inglés Thornton.
 
General Flores considerado rebelde.
 
Nota dirigida a Saraiva.
 
Saraiva va a Buenos Aires.
 
Su nota a Herrera.
 
Cúmulo de reclamaciones.
 
Plazo improrrogable de seis días.
 
Nota del Dr. Herrera.
 
Actos de verdadera diplomacia.
 
Insistencia del Dr. Herrera.
 
Su nota.
 
Devolución de notas.
 
Parcialidad de círculos políticos y de la prensa argentina.
 
El Paraguay ofrece su mediación.
 
Nota de la cancillería paraguaya.
 
El Brasil declina la oferta de mediación.


El día 6 de Junio tuvo lugar en Montevideo la reunión de los diplomáticos argentino y británico, señores doctor Rufino de Elizalde y Eduardo Thornton, agregándose a ellos el ministro brasilero Consejero Saraiva. Este diplomático se felicitaba y felicitaba al gobierno oriental por la perspectiva de un arreglo amistoso de los asuntos que le habían sido confiados por su gobierno, (trompe l. aeil).

Los señores ministros congregados, empezaron por reconocer la beligerancia a las dos partes, al gobierno legal y a la rebelión!! Aquello era un escándalo, y no una mediación de representantes diplomáticos de naciones imparciales. Con esa declaración diplomática, los representantes argentino, brasilero e inglés, establecieron y aseguraron el triunfo de la guerra civil en el Estado Oriental. La complicidad del ministro inglés en esa acción ha sido escandalosa.

Las nociones más elementales del derecho de gentes excluyen y condenan la intervención extranjera en los asuntos internos de un país independiente, como era y es el Estado Oriental del Uruguay.

El representante diplomático de la nación clásica del respeto a la ley, la Inglaterra, señor Thornton se constituyó en propugnador de las pretensiones del caudillo Oriental, en la rebelión contra el gobierno legal de su país. Sin embargo, su honorable colega el señor Lettson, había consignado en un documento oficial que al general Flores no se le podía considerar sino rebelde. Era la verdad, nada más que la verdad.

En nota de 9 de Agosto, dirigida al señor Saraiva, contestando a la en que este había vuelto a insistir en sus postergadas reclamaciones, le decía el señor Herrera:

 
“Nacida fuera de las condiciones convenidas con V. E. y sus honorables colegas la exigencia de una mudanza ministerial, y habiéndose también prestado a ella S. E. el presidente de la República, la ruptura sobreviene, porque el Jefe del Estado no aceptó los candidatos que nominativamente le presentaba S. E. el Consejero Saraiva con el apoyo de sus colegas, no tanto como una exigencia de don Venancio Flores, sino como una garantía para el Brasil”.

El ministro Saraiva resolvió hacer un viaje a Buenos Aires y al ausentarse decía al ministro Herrera, lo siguiente:

“Que para providenciar su última palabra al gobierno Oriental, necesitaba, con arreglo a sus instrucciones, buscar el acuerdo del gobierno argentino”.

A su regreso a Montevideo, el 4 de Agosto, y después de haber conferenciado con el gabinete argentino, y puéstose de acuerdo con él con arreglo a sus instrucciones, el diplomático imperial se dirigió al gobierno Oriental en estos términos:
“Fiel al propósito funesto de no encarar las cuestiones internacionales, sino por el prisma de las pasiones de partido que conmueven y animan al país, el gobierno Oriental prefirió oponer a los reclamos del de su majestad, las acusaciones vulgares de la prensa descarriada imputando al Brasil y a la República Argentina la responsabilidad de la presente guerra civil, como si los países vecinos pudiesen participar de los deplorables errores de la política interna del Estado Oriental, cuyo gobierno no comprendió todavía el deber de tolerancia y moderación en las luchas de los partidos, y cuya historia se reduce al destierro y al suplicio de algunos ciudadanos, en provecho exclusivo de otros”.

Los reproches no podían ser más duros. El mediador, como agraviado de la serie de comprobantes de las reclamaciones relativas que le fueron presentadas por el ministro de Negocios extranjeros de la República Oriental, doctor Herrera, que gravitaban de una manera terrible sobre el honor y la responsabilidad del gobierno imperial, reasumió el cúmulo de reclamaciones elevadas a la consideración del gobierno uruguayo, y concluye de la manera siguiente:

 
“Y si dentro del plazo improrrogable de seis días, contados desde esta fecha, no hubiese el gobierno Oriental atendido el reclamo del gobierno imperial, no pudiendo este tolerar por más tiempo los vejámenes que sufren sus conciudadanos, teniendo indeclinable necesidad de garantirles por cualquier modo, estoy habilitado para declarar a V. E. lo siguiente: que las fuerzas del ejército brasilero estacionadas en la frontera, recibirán órdenes para proceder a represalia, siempre que fueren violentados los súbditos de S. M., o sean amenazadas su vida y seguridad, incumbiendo al respectivo comandante providenciar en la forma más conveniente y eficaz, en bien de la protección de que ellos carecen; que también el almirante Tamandaré recibirá instrucciones para del mismo modo proteger con la fuerza de la escuadra a sus órdenes, a los agentes consulares y a los ciudadanos brasileros ofendidos por cualesquiera autoridad o individuo incitados a desacatos por la violencia de la prensa o instigación de las mismas autoridades. Las represalias y las providencias para garantía de sus conciudadanos arriba indicadas no son como V. E. sabe actos de guerra, y espero que el gobierno de esta República, evite aumentar la gravedad de aquellas medidas, impidiendo sucesos lamentables, cuya responsabilidad pesará exclusivamente sobre el mismo gobierno..

 
Al recibo de esta nota, cuyo extracto es el que precede, el Dr. Herrera, recapitulando las notas y contestaciones cambiadas anteriormente, y significando la extrañeza e impresión que le causaba la perentoria intimación héchale por el plenipotenciario imperial señor Saraiva, se expresó de la manera siguiente:

 
“En su concepto no son aceptables los términos que se ha permitido usar V. E. al dirigirse al gobierno de la República, ni es aceptable la conminación. Para el gobierno de la República es la misma siempre, la razón y la justicia, y la respetará y la sostendrá lo mismo en la discusión, como ante la fuerza y la amenaza. Por esto es que ha recibido orden de S. E. el presidente de la República, de devolver a V. E por inaceptable la nota ultimatum que ha dirigido al gobierno. Ella no puede permanecer en los archivos orientales”.

 
Si es verdad que esta resolución de la Cancillería Oriental, significaba la última expresión de la virilidad y patriotismo de un pueblo, ella carecía, sin embargo, de esa flexibilidad filosófica que caracteriza los actos de verdadera diplomacia. Los momentos eran en extremo apremiantes para el gobierno Oriental. Se encontraba bajo la amenaza de un poder fuerte, que procedía con resolución meditada de llevar adelante su propósito de cambiar la situación política de aquel país.. Estaba agotada la paciencia del Dr. Herrera.

No habiendo desconocido la obligación que tenía el gobierno oriental de atender a las justas reclamaciones presentadas por el gobierno imperial, sujeto a la reciprocidad de este último, el Dr. Herrera insistía en la inoportunidad de la ocasión para satisfacer las reclamaciones presentadas por hechos pasados desde 12 años atrás, y que se deducían en justificación de los que combatían entonces las instituciones de su país con las armas en la mano.

 
“No obstante esta convicción, agregaba el Dr. Herrera, y atenta la poca confianza que queda al gobierno de alcanzar con el Consejero Saraiva el arreglo de las dificultades existentes; en el deseo de alejar todo pretexto de inconveniente o injusto proceder, en sus resoluciones con el gobierno de S. M. imperial, propone por mi conducto a S. E. como el medio el más intachable, y que ninguna exigencia fundada en justicia puede repeler, el sometimiento de común acuerdo, de las actuales diferencias entre ambos gobiernos, al arbitraje de una o más potencias de las representadas en Montevideo, por S. S. E. E. los ministros de España, don Carlos Creus; de Italia, don Rafael Barbolani; de Portugal don Leonardo de Souza Leite Acevedo; de Francia, don Martin Maifeller; de Prusia, don Federico Von Gulich; y de Inglaterra, don Guillermo Lettson.

“Los árbitros decidirán sobre la oportunidad de las reclamaciones deducidas ante el gobierno Oriental por el del Imperio, y en seguida si la oportunidad fuese declarada, propondrán los medios prácticos de proceder al examen y satisfacción de las reclamaciones pendientes.

“Habiendo el gobierno de S. M. el emperador del Brasil aceptado los principios del Congreso de París y habiéndolos puesto recientemente en práctica en sus diferencias con una de las grandes potencias signatarias en aquel congreso, el gobierno de la República no puede creer que V. E. rehúse esta proposición”.

 
La legación imperial del Brasil, “no solo por la razón que el Dr. Herrera había invocado para justificar igual procedimiento, sino por contener extrañas inexactitudes de hecho”. le devolvió su nota, rechazando la proposición de arbitraje y reiteró las amenazas y quejas.

A ese extremo habían llegado las relaciones diplomáticas entre la República Oriental y el Imperio del Brasil.

Entretanto, ¿qué disponía el gobierno de la Confederación Argentina, en su calidad de garante de la independencia de la República Oriental del Uruguay?

Los miembros del partido blanco que tenía el poder en Montevideo, eran acusados y denigrados en los círculos políticos de Buenos Aires y en la prensa adicta al general Mitre. Se elogiaba la conducta diplomática del representante imperial, señor Saraiva.

Si el honorable delegado del imperio se hubiese imaginado la gravedad y trascendencia de los sucesos que instigaba en la República Oriental, quizás habría moderado sus ímpetus, y retrocedido con espanto. No presumía, para nada que en aquellos momentos era el agente inconsciente, de la supresión de la monarquía sudamericana, que servía con tan abnegada sumisión.

 
O sino, cuál ha sido la consecuencia práctica para el imperio del Brasil, y para la democracia Americana la política iniciada en la Banda Oriental, por el emperador don Pedro II, de acuerdo con el presidente argentino general Mitre?

¿No ha sido, pues, la supresión de la monarquía en América y la pérdida para el soberano de su trono imperial?

Este fue el resultado histórico de la misión del señor Saraiva en Montevideo en 1864, y de la guerra que preparaban tan injusta y bárbaramente contra la República del Paraguay.

En vista de la situación grave creada a la República Oriental por las exigencias imperiosas del imperio del Brasil, y a solicitud de la legación Oriental acreditada en la Asunción, el gobierno del Paraguay, consecuente con su política de paz y conciliación hacia los países vecinos, de que había ya dado testimonios prácticos en las luchas intestinas de las provincias argentinas en 1859, ofreció, a los gobiernos del Brasil y de la República Oriental, sus buenos oficios, a fin de allanar pacífica, y equitativamente las diferencias debatidas entre sus respectivas cancillerías.

El texto de las notas dirigidas al Ministro de Relaciones Exteriores del

Brasil y a su legación extraordinaria en Montevideo, es el siguiente:

 
“Asunción, Junio 17 de 1864.

“Exmo. Señor Ministro de Relaciones Exteriores del Imperio del Brasil.

“El abajo firmado, Ministro Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, tiene el honor de dirigirse a V. E. para comunicarle que la legación oriental residente en esta Capital solicitó en nombre de su gobierno la mediación amistosa del de esta República, para el arreglo de las cuestiones confiadas por el gabinete imperial a S. E. el señor Consejero Saraiva, en su misión especial en aquella República.

“El gobierno del abajo firmado, que ve con pesor todo cuanto puede destruir la armonía entre dos pueblos vecinos y amigos, y sensible a la manifestación de confianza que el gobierno Oriental deposita en su rectitud y justicia, accedió al pedido de la legación Oriental, aceptando el encargo de mediador que le ofrece su gobierno.
 

“El gobierno imperial, justo apreciador del verdadero valor de los intereses bien entendidos de todos los ribereños del Plata y de sus afluentes, conoce también la imperiosa necesidad de amistosas relaciones entre todos ellos, y del arreglo de los intereses opuestos que puedan surgir.

“Esta convicción y la política de moderación que distingue al gabinete imperial, hacen esperar al gobierno del abajo firmado que el de Su Majestad el Emperador ha de resolver, de acuerdo con esta misma política, las diferencias que motivaron la misión extraordinaria de S. E. el señor Consejero Saraiva.

“El gobierno del abajo firmado se considerará muy feliz, si, empeñando su cooperación pueda contribuir a un resultado tan satisfactorio.

“El abajo firmado aprovecha esta ocasión para ofrecer a V. E. las seguridades de su muy distinguida consideración y estima.
 
(Fdo.) JOSÉ BERGES
 
***
 
En la misma fecha 17 de Junio, el gobierno paraguayo se dirigió al ministro brasilero acreditado en misión especial en la República Oriental, Consejero Saraiva, comunicándole que el gobierno de la República Oriental del Uruguay, había solicitado su mediación por intermedio de su ministro residente en la Asunción, a fin de arreglar amistosamente las cuestiones internacionales pendientes entre el imperio y la República Oriental. Que había aceptado la honrosa prueba de confianza que le daba el gobierno Oriental, con el objeto de remover todo motivo de desavenencia entre dos naciones vecinas y amigas.

El ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, señor Díaz Vieira, contestó con fecha 7 de Julio a la nota del ministro Berges, de 17 de Junio, diciendo “que estando el gobierno de S. M. el Emperador, conforme con la respuesta dada por el Consejero Saraiva pedía al señor Berges quisiera ser ante su gobierno el órgano de los sentimientos de gratitud y aprecio que inspiró al gobierno de S. M. el Emperador el noble proceder del de la República”.

La respuesta a que se refiere el señor Díaz Vieira, es la que dio el señor Consejero Saraiva con fecha 24 de Junio a la nota paraguaya, de 17 del mismo mes, en estos términos:

“Ínterin reciba las órdenes de mi gobierno, cúmpleme entretanto el deber de declarar a V. E. que, alimentando las más fundadas esperanzas de obtener amistosamente del gobierno Oriental la solución de las mencionadas cuestiones, me parece por ahora sin objeto la mediación del gobierno paraguayo, siempre apreciada por el gobierno de S. M.

 
(1) En este capítulo reproduzco, con gusto, algunos escritos del egregio publicista argentino, don Carlos Guido Spano publicados en la prensa del Río de la Plata sobre la guerra de la triple alianza contra el Paraguay.

 
 
 
ANALES DIPLOMÁTICO Y MILITAR DE LA GUERRA DEL PARAGUAY TOMO I
 
 
 
 
ÍNDICE - TOMO I
 
Introducción. Noticia Preliminar ,CAPITULO I - Política exterior del Paraguay. CAPITULO II - Mediación diplomática del Paraguay. CAPITULO III - Agresión de buques ingleses al "Tacuarí" CAPITULO IV - Expedición marítima del Brasil. CAPITULO V - Misión diplomática del Paraguay a Europa. CAPITULO VI - Gestión diplomática ante el gobierno inglés. CAPITULO VII - Misión a Berlín. CAPITULO VIII - Antecedentes de la guerra contra la triple alianza. CAPITULO IX - Ruptura de Relaciones. CAPITULO X - Preparativos Bélicos. CAPITULO XI - Las hostilidades. CAPITULO XII - Defensa legítima.
 
 
 
 
 
Fuente: ANALES. DIPLOMÁTICO Y MILITAR DE LA GUERRA DEL PARAGUAY - Tomo I. Por GREGORIO BENITES. ASUNCIÓN. Establecimiento Tipográfico de MUÑOZ Hnos. 1906. Edición Digital: BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY. Setiembre 2005.
 
 
 
 
 
Enlaces internos a documentos de lectura recomendada:
 
*  ANALES DIPLOMÁTICO Y MILITAR DE LA GUERRA DEL PARAGUAY. TOMO II. Por GREGORIO BENITES. Ex plenipotenciario paraguayo cerca de varias potencias de Europa y América. ASUNCIÓN. Establecimiento Tipográfico de MUÑOZ Hnos. - 1906. Edición Digital BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY - Setiembre 2005.

* LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA 1864-1870. Por CÉSAR CRISTALDO DOMÍNGUEZ. COLECCIÓN GUERRAS Y VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PARAGUAY, NÚMERO 6 © El Lector (de esta edición). Asunción – Paraguay. Enero 2013 (122 páginas)

* EL TRATADO SECRETO DE LA TRIPLE ALIANZA Y SU CONTENIDO. Por JORGE RUBIANI




 

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