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BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO

  LOS LEGIONARIOS (GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA) - Por BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO - Año 2013


LOS LEGIONARIOS (GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA) - Por BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO - Año 2013

LOS LEGIONARIOS (GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA)

 

Por BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO

 

Colección 150 AÑOS DE LA GUERRA GRANDE - N° 05

© El Lector (de esta edición)

Director Editorial: Pablo León Burián

Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina

Director de la Colección: Herib Caballero Campos

Diseño y Diagramación: Denis Condoretty

Corrección: Milcíades Gamarra

I.S.B.N.: 978-99953-1-429-3

Asunción – Paraguay

Esta edición consta de 15 mil ejemplares

Setiembre, 2013

(122 páginas)




Contenido

Prólogo     

Capítulo I

El concepto de Legión en la historia         

Capítulo II

La legión en el Paraguay

Capítulo III

Paraguay: Estalla la guerra

Capítulo IV

La legión paraguaya, 1865    

Capítulo V

Argentina. En busca de legitimación

Capítulo VI

Tratado Secreto de la Triple Alianza contra el Paraguay

Capítulo VII

La visión paraguaya de la Legión   

Capítulo VIII

Legionarismo y Revisionismo

Las últimas palabras del Mariscal López

Capítulo IX

Legionarios en la postguerra asumen el rol protagónico de reorganización de la Patria

Legionarismo en la política del Siglo XX

Bibliografía

ANEXO I  

ANEXO II 

La autora



"Siendo la guerra contra el Gobierno y no contra el Pueblo del Paraguay, y simpatizando el Gobierno y el Pueblo argentinos con los votos de los ciudadanos paraguayos que desean ver imperar en su patria las instituciones y los principios libres que rigen a las demás repúblicas americanas, el Gobierno acepta los servicios ofrecidos por la Asociación Paraguaya en nombre de sus compatriotas, autorizando la formación de una Legión que lleve los colores de la bandera de ese pueblo hermano, encomendándole la reunión de los que voluntariamente quieran hacer parte de ella, para que elijan por sí mismos y en la forma que lo hallen por conveniente, los jefes y oficiales que deben mandarlos, a efecto de suministrarles todos los elementos que puedan necesitar."

Publíquese,

Mitre, Gelly y Obes.

1865


LA MUJER PARAGUAYA

Ignacio A. Pane (Fragmento)


También cuando ya el joven y el anciano,

El hijo y el hermano y el esposo,

Cayeron para siempre.. .y en el llano

Reinó de los sepulcros el reposo,


Ella emprendió la vuelta, con el pecho

Por las patrias nostalgias oprimido,

Y en vano escudriñó en su hogar deshecho

El antiguo lugar del ser querido.


En vano su mirada por doquiera

Fijó en demanda de vital consuelo...

Todo lo devoró la inmensa hoguera

De confín a confín en este suelo!



PRÓLOGO

Uno de los propósitos de la COLECCIÓN 150 AÑOS DE LA GUERRA GRANDE, es el debatir de forma amplia en busca de comprender en toda su extensión aquel doloroso proceso histórico en el cual se vieron involucrados todos los países que integran la cuenca del Río de la Plata.

Es por ese motivo que se incluye este volumen que estudia LOS LEGIONARIOS, que trata sobre los exiliados paraguayos que primeramente se organizaron en la Asociación Paraguaya que trato de erigirse en un gobierno paraguayo en el exilio y luego conformaron la Legión Paraguaya.

La autora ha desplegado toda su capacidad y experiencia como historiadora para reflejar en las páginas siguientes, quienes fueron los legionarios, cuáles fueron sus motivaciones para conformar un contingente armado para luchar contra su propio país.

El libro explica la situación de los exiliados paraguayos en Buenos Aires y sus actividades en contra del gobierno de Carlos Antonio López antes del inicio de la guerra. Posteriormente va describiendo el proceso de constitución de la Asociación Paraguaya y las acciones que desplegaron para lograr su reconocimiento primero ante el Imperio del Brasil y como el gobierno brasileño desdeñó la propuesta.

Luego la autora explica cómo el gobierno argentino encabezado por Bartolomé Mitre le dio su acuerdo para el funcionamiento y la incorporación de la Legión Paraguaya al ejército argentino, proveyéndoles de uniformes, armamentos y vituallas.

Finalmente el libro describe las labores que desempeñaron los legionarios en el proceso de reorganización del estado paraguayo luego de 1870 tanto desde la propia Convención Nacional Constituyente hasta los cargos que ocuparon en el gobierno paraguayo. Así mismo se analiza el uso del vocablo legionario tanto en la historia como en la política hasta la actualidad inclusive.

La autora así mismo ha aportado en el anexo algunas de las cartas de Manuel Pedro de la Peña a su sobrino Francisco Solano López que ayudará al lector comprender el pensamiento que sostenían los legionarios en 1865. Se agradece a la profesora Beatriz González de Bosio este trabajo que suma un elemento más que relevante para comprender uno de los temas más polémicos de la Guerra contra la Triple Alianza.


Septiembre de 2013

Herib Caballero Campos


 

 

 

 


CAPÍTULO IV

LA LEGIÓN PARAGUAYA, 1865

 

Manuel Pesoa se pregunta al referirse a la Legión Paraguaya citando a Héctor Francisco Decoud, ¿Cuál era el deber de los paraguayos proscriptos ante aquel despotismo y ante aquella guerra? y a la vez se responde: "Preferir la libertad con sus sacrificios a la siniestra perspectiva de ver eternizado el sistema inaugurado por el Dr. Francia y continuado por sus sucesores”.

“Aceptar aquella oportunidad única posible en las condiciones del pueblo paraguayo, que nos presentaban naciones vecinas y hermanas para la redención del Paraguay. Era por otra parte la señalada para destruir una dinastía que venía reproduciendo el espectáculo humillante y vergonzoso de la existencia de una sociedad asiática en medio de la América libre. No podía pues existir vacilación alguna. Apenas empezaron los preliminares del gran drama que iba a desarrollarse, los paraguayos expatriados se asociaron en un comité político con el propósito de combatir al Gobierno autócrata y tiránico de Solano López: Se organizaron también para la acción. Aspiraban a concurrir a la cruzada para salvar la dignidad nacional representando la protesta contra el usurpador de los más caros y genuinos atributos del hombre. No debe ocultarse sin embargo que la actitud de aquella era delicada, como lo fue también la posición de los mismos ante la contienda que se iniciaba: debían primeramente salvar cualquier duda y hasta las susceptibilidades del patriotismo respecto a los propósitos de la guerra. Disipados los recelos que podían abrigarse respecto de la independencia y soberanía del Paraguay, necesitaban determinar la manera y forma de cooperación a la cruzada..." de Los emigrados paraguayos en la guerra de la Triple Alianza, Héctor F. Decoud.

Estos puntos de vista presidieron la formación de la legión paraguaya en 1865, lo señala Manuel Pesoa en el texto citado.

También José Juan Biedma, ilustrado intelectual rioplatense cuando aborda el tema de la legión paraguaya, en el prólogo a la obra de Héctor Francisco Decoud, expresa lo que sigue:

"Esta actitud de solidaridad humana se encuadra en los principios más exigentes de la ética social, cual es el derecho sagrado de vincularse sin prejuicio de extranjería a un pueblo extraño para combatir al tirano de la propia patria, sin agredir a esta, porque la patria no es el despotismo. Los paraguayos refugiados bajo sus banderas, al solicitar su puesto de combate para luchar contra López, lo hicieron salvaguardando con exquisito cuidado cuanto concernía al decoro, derechos y garantías de su país, y en su condición de ciudadanos paraguayos, poniendo a cubierto de ataque y cuestión la independencia del Paraguay la integridad territorial y la soberanía de la República del Paraguay".

Juan Bautista Gil Aguinaga señala “La primera comisión directiva, obedeciendo a los propósitos de su constitución, busco ponerse de acuerdo con los "altos poderes" con los cuales la "Asociación debía aliarse". En la sesión del 22 de diciembre de 1864 resolvió destacar a dos de sus miembros, para hacer presente al ministro plenipotenciario del Brasil y al de Guerra de la República Argentina "la existencia de la comisión, la posición que había asumido y saber el día en que podía saludarlos". Igualmente decidió que con el citado agente imperial, "se arreglaría todo lo que tuviese relación con la propaganda por la prensa" El establecimiento de este contacto se encargó a Fernando Iturburu y a Carlos Loizaga, quienes ya estaban en relación con los aludidos funcionarios extranjeros.

Ejercía entonces la representación diplomática brasileña Felipe José Pereira Leal, el mismo que en 1854 fue despedido por Carlos Antonio López con motivo de haber tenido un incidente con el gobierno paraguayo. José María Da Silva Paranhos, después vizconde de Río Branco, también se encontraba en esa época en la capital argentina, donde había llegado el 2 de diciembre en misión especial y con plenos poderes para tratar las cuestiones del Río de la Plata. Con ellos negoció la Asociación Paraguaya. Paranhos, por intermedio del cónsul Imperial formuló a Iturburu las siguientes preguntas:

¿Qué es lo que pueden hacer?

¿Cuáles son sus recursos?

¿Qué necesitan?

¿Cuál es su plan y como pretenden realizarlo?

La comisión directiva consideró las cuestiones planteadas en su sesión del 30 de diciembre, resolvió que los "señores Iturburu, Loizaga y Recalde...se acercaran al cónsul brasileño a convenir con él sobre esos puntos, expidiéndose como fuera más conveniente en el caso”.

Estos presentaron al día siguiente un memorándum, que contestaba todas y cada una de las preguntas formuladas por el plenipotenciario brasileño y dividido en tres capítulos. El primero que respondía al título “Nuestros propósitos" fijaba los altos fines perseguidos por los emigrados a saber: "Rescatar la patria de las garras del tirano”; establecer una constitución republicana que regulase los poderes del Estado; elevar al gobierno hombres que mereciesen la consideración, aprecio y confianza de los gobiernos cultos y vecinos; sanción de los López; olvido del pasado en el orden político; en síntesis “hacer la luz en las tinieblas; que la civilización mate a la barbarie".

El segundo con el encabezamiento de "Nuestros Elementos" se refería a las fuerzas disponibles. “Somos de treinta a cuarenta hombres de los más conocido y prestigioso del Paraguay", expresaban, pudiendo además “levantar más de dos mil paraguayos que se hallan diseminados en los Estados de la República Argentina".

La Asociación Paraguaya nunca pudo movilizar esos "dos mil paraguayos" durante todo el curso de la guerra, ni siquiera el millar. Su efectivo siempre reducido, no obstante contar con la incorporación forzada de los prisioneros, se mantuvo por debajo de esta última cifra. Los treinta o cuarenta hombres constituían los emigrados residentes en Buenos Aires, fundadores directores y animadores de la nueva agrupación. Sin embargo de considerarse de lo más prestigioso en el Paraguay, no lograron "rescatar la patria de las garras del tirano" sino después de la muerte del Mariscal.

El tercero comprendía lo que llamaban "Nuestro Plan". Este plan consistía en "levantar una fuerza paraguaya libertadora, la que aliada al ejército brasilero lleve la guerra al gobierno paraguayo, quitando completamente el carácter de guerra nacional a esta cruzada libertadora".

Los paraguayos emigrados en la Argentina formarían un cuerpo armado, el que unido en alianza con los ejércitos brasileños, marcharían contra el gobierno de López, para derrotarlo. En este sentido, había que despojar completamente de todo carácter de "guerra nacional" a esta "cruzada libertadora, no solicitada ni siquiera insinuada por quienes serían libertados".

La hábil mitificación que señala O'Leary, lo dice Gill Aguinaga, daba sus resultados. Los emigrados no irían contra la patria, sino contra un gobierno que 'detestaban'.

El memorándum terminaba manifestando que para llevar adelante el pensamiento enunciado, contaban con ser reconocidos como representantes de los derechos políticos del Paraguay, y en consecuencia celebrar con el Brasil un tratado de alianza; con recibir del gobierno imperial los recursos necesarios para la guerra, en calidad de préstamo, obligándose a pagarlos la República una vez terminada la liberación.

La Asociación Paraguaya tal como había resuelto en una de sus primeras asambleas se constituyó en algo así como un gobierno nacional en el exilio y en ese concepto pretendió negociar con el Imperio del Brasil. La corte de San Cristóbal, - sin embargo - no le reconoció dicha jerarquía. El Palacio de San Cristóbal es un palacio situado en el parque Quinta da Boa Vista, en Río de Janeiro, Brasil. Es la antigua residencia de la familia imperial brasileña y ahora alberga el Museo Nacional de Brasil. Los miembros de la familia real portuguesa - que llegaron a Brasil en 1808, huyendo de las tropas de Napoleón- vivieron allí.

Los comisionados enviados a Río de Janeiro fracasaron en sus gestiones y tuvieron que regresar sin haber obtenido la autorización de organizar la Legión Paraguaya.

El ministro Pereira Leal al recibir el memorándum aseguró que todo iba bien que ya había dado cuenta a su gobierno y que lo tratado con él tenía carácter oficial. Para intensificar la propaganda ofreció los servicios del escritor Hudson y las columnas de la prensa "para todo lo que se quisiera escribir".

La comisión directiva aceptó la colaboración de aquella pluma mercenaria, con la extraña particularidad de que los paraguayos podían firmar toda vez que quisiesen, lisa y llanamente los artículos escritos por el referido periodista extranjero, mientras que los debidos a aquellos, debían ser sometidos previamente a la censura de la citada comisión.

Las negociaciones con el representante brasileño continuaron sin interrupción, por intermedio de Carlos Loizaga y Fernando Iturburu. Este último informó en la sesión del 20 de enero de 1865 que el ministro Pereira Leal, conforme en todo con los trabajos, consideraba llegado el momento de obrar; y por tanto se debía nombrar un jefe para comandar las fuerzas paraguayas y organizar el cuadro de oficiales para conducir uno o dos batallones, preparar el presupuesto de gastos y elegir el lugar de concentración ya sea en el Brasil o en el Uruguay.

Las indicaciones del diplomático imperial fueron puestas en ejecución. La comisión directiva designó al día siguiente a Fernando Iturburu y más de un mes después a Juan Francisco Decoud primero y segundo jefe de las fuerzas expedicionarias con el grado de coronel y teniente coronel, respectivamente.

Señala Gill Aguinaga que en la asamblea del 1 de marzo de 1865 prestaron juramento ante el presidente Carlos Loizaga por "Dios nuestro Señor" de desempeñar fiel y legalmente la jefatura del "cuerpo de Ejército" que debía actuar con las tropas del imperio. Rara coincidencia. En el mismo día, cinco años después en el lejano escenario de Cerro Corá, caía el Mariscal López con la espada en alto y el nombre de la patria en los labios; ultimado por orden del general brasileño Correa da Cámara, después Vizconde de Pelotas, concluye Gill Aguinaga.

También en esta reunión aprobaron por unanimidad, los despachos e instrucciones para los mencionados jefes. El día anterior, 28 de febrero, lo habían sido por la junta directiva. Los proyectos respectivos, presentados en el seno de esta por Carlos Loizaga, Manuel Pedro de la Peña y Luciano Recalde, fueron aceptados con "pequeñas modificaciones".

Estos documentos de gran interés por su importancia histórica hablaban de los propósitos y de las conexiones de la Asociación Paraguaya.

El despacho de Fernando Iturburu comenzaba fijando que la aludida Asociación Paraguaya se había constituido en Buenos Aires "con el santo y único fin de libertar a nuestra República del poder tiránico que la oprime”. Es decir, que sus actividades estaban encaminadas solamente a derribar del gobierno del Paraguay a Francisco Solano López. Pero a renglón seguido expresaba que al antes citado ciudadano se ha tenido a bien nombrarle "jefe del cuerpo de Ejército”, que "se ha determinado formar contra todo tirano de la República". La creación de este "cuerpo de ejército, prosigue Gill, a estar a los términos transcriptos tenía un significado general destinado como estaba a marchar "contra todo tirano de la República". Esta amplitud no concordaba con el fin particular y único a que respondía la instalación de la Asociación Paraguaya, consignado claramente en las primeras líneas del documento comentado.

Las atribuciones de Iturburu eran las siguientes: a) la de general en jefe en campaña; b) contraer alianza con cualquier potencia y emplear todos los medios para "derrocar al tirano" y conservar la "autonomía nacional" del Paraguay, dentro de un sistema democrático de gobierno; c) conferir grados militares en comisión, hasta el de Teniente Coronel y efectuar gastos pertinentes a la expedición.

Las instrucciones las recibió como "jefe del Ejército" formado contra el tirano Francisco Solano López. Este documento más concreto aún, mencionaba por su nombre al mandatario, contra quien se dirigían los preparativos bélicos. Encerraba las recomendaciones siguientes: "comunicar y uniformar ideas con los paraguayos de aquende y allende las fronteras patrias" acerca de los fines del "Ejército libertador" de recobrar los fueros y regalías de la Soberanía Nacional, que ha usurpado el tirano y poner en ejercicio la atribución de República que mantiene la Nación"; llamar y reunir a los compatriotas y a todo hombre de corazón, residentes en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes, que quisiesen contribuir con su sangre a la redención del pueblo paraguayo, dirigir proclamas una vez próximo al territorio de la patria, o dentro de él, a todas las poblaciones y habitantes, para demostrarles que la Asociación Paraguaya, asumiendo la "Representación Nacional" no deseaba el exterminio de la Patria, sino el derrocamiento de la tiranía y la ruina del déspota"; hacer ver y entender que los brasileños en cuya compañía marchaban, eran los sostenedores y "los amigos verdaderos de la independencia, libertad y civilización del Paraguay; elevar el espíritu de los compatriotas, ilustrándolos y despertando su entusiasmo hacia la empresa de liberación"; actuar de acuerdo con el segundo Jefe y los "compatriotas de prudencia y consejo... sin olvidar jamás la concurrencia de los aliados".

En estas instrucciones cabe llamar la atención sobre la referencia que en ellas se hacía de los "aliados". Cuando fueron aprobadas en la asamblea del 1 de marzo de 1865, el único país en guerra con el Paraguay era el Imperio del Brasil. Además, las mismas autorizaban a levantar tropas de paraguayos y todo hombre de corazón que quiera contribuir con su sangre en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes y a dirigir esta última proclama a las poblaciones y habitantes paraguayos, el ejército libertador se organizaría y cruzaría así territorio argentino, todo lo cual no podría realizarse sin el consentimiento del gobierno de Buenos Aires, que en aquel entonces proclamaba a todos los vientos su neutralidad en la Contienda; por otro lado tenía conocimiento de la instalación y funcionamiento de la Asociación Paraguaya.

Como el ministro Pereira Leal manifestaba no haber recibido instrucciones para facilitar los fondos solicitados, la comisión directiva en sesión del 23 de marzo resolvió enviar a Serapio Machain y a Juan Francisco Decoud a Río de Janeiro con el objeto de "activar los trabajos de la Asociación Paraguaya de libertar a la patria". Estos trabajos se referían a la creación de la "División Libertadora" a cuyo efecto los comisionados procurarían obtener los recursos necesarios de las autoridades brasileñas competentes. El 6 de abril llegaron a Río de Janeiro. Sin pérdida de tiempo se pusieron en actividad. Dos días después fueron recibidos por Pedro II a quien luego de cumplimentar dieron a conocer el objeto de la misión. Con el mismo propósito, estuvieron también ese día con el ministro de negocios extranjeros. En dicha ocasión entregaron a este funcionario un oficio de la legación imperial en Buenos Aires, dando comienzo a las conferencias correspondientes.

En las primeras conversaciones con el canciller, los comisionados comprendieron que en el gabinete no había buena disposición para darles la representación que pretendían ni conceder a la "Legión Paraguaya" carácter político alguno. Entonces se dirigieron directamente al Emperador. En la presentación de fecha 10 de abril, Juan Francisco Decoud y Serapio Machaín, invocando la autorización de sus conciudadanos emigrados, solicitaban respetuosamente S.M.I. el permiso para organizar "una fuerza paraguaya que como auxiliar acompañe al ejército brasilero, y mezcle su sangre con de los bravos que va a libertar a su patria". Para justificar y dar consistencia a la petición no descuidaron de embestir contra el "tirano" y de cantar loas al Brasil, calificando de “de justa y santa" la guerra llevada al Paraguay, "cuanto que ella no se dirige contra ese pueblo pacífico", y de "bárbara y vergonzosa" la conducta del gobierno de Asunción, por el apresamiento "traicionero e incalificable del Marqués de Olinda. ”

Terminaban expresando: " ¡Ah Señor! no hay duda, el Brasil el grande asilo, la tierra clásica de la libertad pondrá sobre la corona de la regeneración paraguaya. Esta es, Señor, nuestra misión, estos son nuestros votos, nuestro pedido al Imperante del Brasil, que no conoce conquista sino la libertad de los pueblos, el progreso de la civilización, la felicidad de la América del Sud, aun con grandes sacrificios suyos".

Tampoco obtuvieron mayores concesiones del Emperador, sigue narrando Gill, quien dejó a cargo de su canciller proseguir las negociaciones. Este, a su vez, pidió a los comisionados que se entrevistasen con el Ministro de Guerra a fin de proporcionarles personalmente los informes del caso. Como resultado de estas conversaciones, el ministro de guerra les entregó un oficio fechado el 22 de abril para el general Manuel Luis Osorio, comandante en jefe interino del ejército brasileño en operaciones en el Estado Oriental, contenía las instrucciones respecto de cómo debían ser admitidas las fuerzas paraguayas.

Algunas de estas condiciones se consideraron inaceptables y en consecuencia devolvieron al mencionado ministro el oficio referido con las observaciones que estimaron justas.

Posteriormente el Ministro de Negocios Extranjeros, les Comunicó que el ofrecimiento de los paraguayos solamente podía ser aceptado en los términos ordenados por el general Osorio. Se los admitirían en consecuencia, "simplemente como voluntarios".

Con la posición adoptada por el gobierno del Brasil dieron por terminada la misión "sin resultado alguno". Sus gestiones tropezaron con la mala voluntad del gabinete imperial, acaso por no inspirar a este suficiente confianza los móviles de la Asociación Paraguaya, o la sinceridad de sus proposiciones. Entonces, la misión a Río de Janeiro constituyó un fracaso. A Machaín y Decoud ni siquiera se les reconoció la representación que investían y en cuanto a las otras gestiones el gobierno brasileño se negó a dar carácter político a la Legión Paraguaya.

Pero el Brasil hablaba de liberar a otros pueblos cuando mantenía en esclavitud cerca de dos millones de personas en su propio territorio, lo señala Efraím Cardozo en su valioso trabajo: Hace 100 Años.

Finalmente, los comisionados ante el Emperador presentaron un informe por escrito de lo acontecido acompañado de la documentación correspondiente. De este interesante relato, se entresacan conclusiones relevantes. El gobierno brasileño tomaba en serio su papel y el gabinete del Emperador analizaba con cuidado cada paso a tomar. Posiblemente, el hecho de que los prohombres de la Asociación, vivían en Buenos Aires pudo haber menguado la confianza. No había duda por la calidad de los escritos y propuestas presentados por la Asociación, de que se trataba de un grupo ilustrado y políticamente hábil para exponer su posición y justificarla ante la historia con llamados a la libertad y a la democracia. Era lo que en ese entonces se conocía como propaganda. El hecho de que los brasileños ofrecieran el territorio uruguayo para armar la legión, demuestra claramente que la banda oriental todavía no tenía la soberanía sobre su propio territorio.

La información recabada por la legación brasileña en Buenos Aires tuvo que concluir que se trataba de un excelente grupo de élite, pero con escaso seguimiento popular. Sin sorpresas, la misión terminó en fracaso como señala el historiador Gill Aguinaga, porque el Imperio con todas sus bases europeas, no iba a involucrarse en una aventura de esta naturaleza sin una certeza absoluta de los posibles resultados.

A la Asociación no le quedó otro potencial aliado que la naciente República Argentina.


 


CAPÍTULO VII

LA VISIÓN PARAGUAYA DE LA LEGIÓN

Desde el Paraguay donde los sacrificios para la defensa eran enormes y donde no siempre la conducción bélica era la más acertada, el solo pensar que compatriotas empuñasen las armas en contra de su tierra natal flameando una bandera nacional se volvía anatema. Igualmente el mariscal López, con su gran habilidad retórica y su actitud romántica y heroica, fue capaz de convertir a estos legionarios en la quinta esencia de la traición, la vileza y la cobardía. Eso se nota fácilmente en la ácida pluma de O'Leary donde el uso de los adjetivos descalificativos es simplemente asombroso.

En este párrafo del No. XII de sus prosas polémicas, publicadas en 1982, por Ediciones Napa, se lee:

"El Vizconde Consorte de Pelotas se empeña en hacer de todo el mundo legionarios o desertores. Da una larga lista de los que según él se plegaron a los traidores abandonando nuestras banderas.

La verdad es, sin embargo, que el número de tránsfugas fue muy reducido. Con los prisioneros caídos en poder del enemigo en el largo curso de la campaña, solo pudieron organizar un pequeño escuadrón de baqueanos, escuadrón guía del Invasor. Hemos reproducido las palabras de un corresponsal de un diario montevideano, que en 1869 hablaba de la “diminuta Legión paraguaya" y de las medidas de vigilancias tomadas, para que sus componentes no desertaran en masa. Medidas que no impedían que "de uno a dos se escaparan diariamente". Y esta es la única realidad. El "batallón de Infantería" "Regimiento de Caballería" de que habla el antiguo director de la Hectcleotomadora no existieron nunca. La "Legión" en sus mejores tiempos, no llegó a tener más de cien hombres [sic] y con la agravante de que solo sus jefes y oficiales eran verdaderos traidores. La tropa, o estaba engañada o permanecía en filas contra su voluntad. Los pobres prisioneros, así tomo eran enrolados en los batallones aliados, eran enrolados en la Legión. Si intentaban huir, eran en el acto fusilados.

En el diario de Palleja hay sobre esto, datos elocuentes. Después de Yataí, casi no pasaba día sin anotar la fuga de algún prisionero paraguayo y el fusilamiento de los que habían sido tomados. Y así durante toda la guerra.

No es posible, pues, confundir a estos desgraciados con los verdaderos Legionarios que fueron felizmente muy pocos.

Los que salieron de Buenos Aires, según Héctor Decoud, que lo sabe de buena fuente fueron los siguientes:

Juan Francisco Decoud, Juan José Decoud, José Segundo Decoud, Juan B. Egusquiza, Benigno Ferreira, Fernando Iturburu, Federico G. Báez, Pedro Recalde, Carlos Loizaga, Antonio Recalde, Pío Otoniel Peña, Federico Alonso, Evaristo Machaín, José T. Iturburu, José del C. Pérez, Pablo Recalde, Daniel Loizaga, Fernando Iturburu (hijo)

Jaime Sosa, Gregorio Machaín (hijo), Salvador Jovellanos, José Díaz de Bedoya, Daniel Iturburu, Fernando Acosta, Juan Garay, Francisco Delgado y Pablo Mendoza. Total 27 individuos. Estos son los que el 24 de junio de 1865 fueron a incorporarse al general Paunero en la Provincia de Corrientes.

Falta entre ellos -prosigue O'Leary - el psicofante Manuel Pedro de la Peña que quedó en la patria de Buenos Aires, para hacer de francotirador contra el Paraguay desde las columnas de la prensa mitrista.

O'Leary descalifica a la legión como fuerza combatiente y la ubica como simple apéndice de los Aliados que en el mejor de los casos ofrecían baqueanos. Luego de dar una lista de los 28 miembros verdaderos de la legión, O’Leary se sigue mofando en su prosa polémica:

"Digamos pues, que eran en total 28 los miserables que antes de declarada la guerra por los argentinos, y antes de firmado el Tratado Secreto, se presentaron como voluntarios contra su país. Son estos los que sintieron la necesidad suprema de correr a engrosar las filas enemigas porque sin ellos no era posible el triunfo de los aliados. Si no venían, la "liberación del Paraguay iba a fracasar. Los cincuenta mil invasores necesitaban de su concurso para derribar a López. No podían ser meros espectadores de la tragedia. Mas argentinos que los mismos argentinos, mitritas apasionados, aunque eran muy pocos, aunque no llegaban a treinta, no quisieron dejar de demostrar su buena voluntad a los aliados y se apresuraron a vestir el uniforme porteño, y con armas porteñas corrieron a matar paraguayos.

Más adelante, este brillante Estado Mayor consiguió organizar un pelotón con los prisioneros que les tocó en el reparto. Y así surgió la Legión Paraguaya cuyo papel en la guerra ya conocemos, gracias a las revelaciones de su mismo jefe Iturburu, Ferreira y el General Donato Álvarez".

Así como fue intrascendente el papel militar de la legión según la propaganda oficial, de los reivindicadores del Mariscal López entre quienes se destacaron su hijo Enrique y el propio O'Leary. La misma palabra legión y el mote de legionario se convirtieron automáticamente en la descripción más acabada de lo cipayo, lo traidor y lo execrable.

Nos parece importante recurrir al trabajo aún inédito del estudiante Claudio Fuentes Armadans, que en preparación de su tesis de grado sobre la Sociedad 18 de Octubre, creada en 1895, hizo un recorrido historiográfico sobre la utilización discursiva de la palabra legionario a lo largo de la historia paraguaya.

Señala Fuentes que "para la ANR durante todo el período del discurso autoritario de la Segunda Hegemonía Colorada (1947-2008) el Partido Liberal era un partido traidor, lleno de legionarios. Los ataques estaban dirigidos directamente a la figura del ex Presidente de la República y liberal, de Benigno Ferreira, de extracción cívica, entendiendo que los cívicos estaban ligados a una postura más elitista y antilopizta, y los radicales a una postura mas popular y de cierto coqueteo con el lopizmo, como el caso de Manuel Gondra". Señala Fuentes Armadans, que el político colorado José María Ibañez en 2007, atribuye la fundación del Partido Liberal a Benigno Ferreira ya muchos años antes de 1887". También reconoce como legionario al presidente colorado Juan B. Egusquiza de encabezar una facción liberal dentro del coloradismo, y desde el liberalismo Arturo Bordon, contesta negando la versión que atribuye la fundación del Partido Liberal a Benigno Ferreira antes de 1887.

Otra reflexión de Ramón Cesar Bejarano de 1964 sostenía como antipatriotismo al legionario frente a los patriotas que lucharon con López. Y en 1972 Manuel Frutos Pane dice: "Así se pone en vigencia esa Constitución por un grupo de liberales legionarios traidores a su patria, instalados en el poder por los invasores," en referencia a la Constitución Nacional de 1870.

Fuentes Armadans señala que los ataques no eran exclusividad de los colorados, sino también de los nacionalistas que militaban en las filas del franquismo que posteriormente se denominaría Febrerismo. Y cita como ejemplo la polémica desatada por el militar e intelectual liberal Arturo Bray con respecto al origen familiar del mariscal López, y que fue contestada por el febrerista Dr. Marco Antonio Laconich en Marzo de 1946. Esta prédica sigue siendo utilizada por sectores nacionalistas de izquierda, como por ejemplo el publicista Luis Agüero Wagner, quien escribió el prólogo a la reimpresión de 2006 de la obra de Laconich.

Los intelectuales liberales en su momento se vieron en la necesidad de dar una respuesta y es así que el jurista Dr. Luis De Gásperi el 31 de julio de 1946 realiza una disertación en la Plaza de la Libertad que más tarde se publicaría bajo el título En Defensa del Partido Liberal. Allí señala uno a uno quiénes de los firmantes del Acta de Fundación del Centro Democrático fueron excombatientes del ejército de López, así como de los líderes liberales de comienzos y mediados del siglo XX eran también descendientes de excombatientes de dicho ejército, y dice: "...la doctrina según la cual el Partido Liberal como entidad del Derecho público como estamento del Estado, no controvierte el pasado, sino que lo acepta íntegro y en la plenitud de lo que es, como verdad histórica, pero tampoco se inmiscuye en la conciencia de sus asociados para fijarles normas en la apreciación de esos hechos de suerte que les deja en la más absoluta libertad de pensar y formular la crítica del pasado, tal como está permitido hacerlo en todos los pueblos cultos de la tierra..." concluye De Gásperi, quien evidentemente no quiere demonizar la figura del Legionario.

Prosigue Fuentes señalando de Harris Gaylord Warren quien dice "que los legionarios que habían luchado con los aliados no necesariamente eran liberales de pensamiento o actitud, muchos de ellos eran solo enemigos personales de López y por eso no sorprende que muchos de ellos apoyaran al caballerismo. Realmente las adhesiones políticas se determinaban, por lo general sobre la base de las cuestiones personales antes que de los principios". Prosigue Warren en el trabajo de Fuentes Armadans señalando sobre el origen del Partido Liberal, muchos intelectuales jóvenes se unieron al partido; entre ellos no había ningún Legionario. Muchos eran veteranos de la Guerra Grande y al menos uno de ellos, José María Carrillo, era descendiente de Carlos Antonio López, otro veterano Eduardo Vera, había sido ayudante de uno de los mayores héroes de la guerra, el general José Eduvigis Díaz.

Warren sigue el discurso de Efraím Cardozo, de Arturo Bordón de Manuel Pesoa y Tranquilino Duarte - posteriormente - al afirmar por el Partido Colorado: "En aquel grupo de lopistas y antilopistas había veintitrés ex legionarios. La pretensión de rotular a los liberales como traidores del Paraguay es ridícula, pero hasta hoy los colorados siguen calificando a los liberales de legionarios" concluye Warren.

Efraín Cardozo escribe el prólogo del trabajo de Arturo Bordon: "Liberales Ilustres" señalando en el mismo texto "con la biografía de nuestros fundadores y grandes adalides del siglo XIX que con mano maestra traza Arturo Bordón en las siguientes páginas, se verá desvanecer para siempre, si es que algo resta de la infame leyenda, la mistificación de que el Partido Liberal fue fundado por legionarios. De nada ha valido que se publicara una y mil veces el acta de fundación donde no figura ni un solo de los miembros de la Legión, al revés de lo que ocurre con el otro partido, el que nos acusa, cuya fundación aparece suscripta por veintitrés legionarios"

Cita también Fuentes, otro trabajo de Arturo Bordon de 1962, "Verdades del Barquero" compilación de artículos publicados en La Tribuna Liberal, también con alusiones a los legionarios que conformaban el coloradismo en su acta de fundación. Y ese maniqueismo se repite a lo largo de nuestra historia.

Curiosamente, a siglo y medio de la hecatombe, y en ocasión de ser el Paraguay suspendido del grupo Mercosur, por el quiebre institucional de Junio de 2012, surgió nuevamente el mote de 'legionario' para estigmatizar en forma casi espontánea a aquellos paraguayos que solicitaban sanciones internacionales contra su país. Esto es vestigio de que la cultura política autoritaria, que emana del nacionalismo paraguayo que permea las mentes de la sociedad paraguaya, cualquiera sea el sector o el signo político.




CAPITULO IX

Legionarismo en la política del Siglo XX

Siguiendo a O'Leary, el Partido Colorado conservador intentó sacar ventaja de esa propaganda para presentarse como el partido heroico y al mismo tiempo presentar al adversario liberal como extranjerizante y "vendepatrias". Esos debates eran moneda común en el discurso de Natalicio González, y más adelante en el del Gral. Alfredo Stroessner.

Cuando por imposición externa el general Stroessner tuvo que aceptar opositores de una facción liberal en el parlamento, uno de sus más hábiles oradores, el Dr. Fernando Levi Ruffinelli, en memorables batallas de oratoria, citaba la lista de los legionarios para solazarse indicando que ninguno había sido fundador del Partido Liberal, y si un buen número de ellos habían fundado la Asociación Nacional Republicana. Corrían los años 60 del siglo XX.

Levi, se escudaba en el hecho de que Benigno Ferreira estaba en el exilio en 1887 y no había fundado el Partido Liberal, aunque fue legionario. Al leer los nombres de fundadores del Partido Colorado, Levi hacía la pausa correspondiente: José Segundo Decoud, Juan Bautista Egusquiza, Fernando Iturburu, Pío Otoniel Peña, Jaime Sosa y otros nombres emblemáticos.

Prosiguiendo al siglo XXI, en ocasión de la suspensión del Paraguay del Mercosur por el juicio político al entonces presidente Fernando Lugo, interesantemente aquel discurso de tildar de "legionario" a todo aquel, que iba en contra del pensamiento mayoritario conservador del momento, fue resucitado, por la prensa, muy particularmente por el Diario ABC Color, que en su momento fue acusado de legionario por las huestes de Stroessner.



BIBLIOGRAFÍA

Actas de las Asambleas de La Asociación Paraguaya

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Whigham, Thomas. 2011. La guerra de la Triple Alianza. Volumen II. Taurus.


 


ANEXO I

Varios autores se han referido al famoso debate Báez - O'Leary, que tiene que ver con nuestro objeto de estudio. Nos ceñiremos a la reflexión de la Doctora Liliana Brezzo, sobre la inquietud política que se suscita en el Paraguay de principio del siglo XX con ese famoso debate.

Siguiendo a la Dra. Brezzo, ella señala que al finalizar la Guerra de la Triple Alianza el Mariscal López fue declarado fuera de la ley, por un Decreto de 1871. A inicios del siglo XX un interesante debate intelectual se genera con la polémica del abogado Cecilio Báez, y el historiador Juan E. O'Leary en 1902. O'Leary escribió en "La Patria" ese año, 37 artículos "Recuerdos de Gloria" y en "El País", lo hizo Báez y luego se compilan esos artículos en un volumen: La "Tiranía en el Paraguay". Es una confrontación de discípulo y maestro a través de la prensa, y salta a la palestra mediática una polémica que ilustra la pasión con que siempre se ha vivido la historia en Paraguay, la agria disputa que sobre el pasado mantuvieron en ese año: El heroísmo de un pueblo vencido en una lucha desigual. Trataba O'Leary de exponer a las nuevas generaciones las hazañas de los héroes de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza que dormían casi olvidados de la patria después de haber escrito en sangre la estupenda epopeya de aquella gesta sobrehumana. La verdad para Cecilio Báez consistía en denunciar las causas de esa postración por la que atravesaba Paraguay. "Necesitamos decir la verdad en el gobierno, la verdad en la justicia distributiva, la verdad en el sufragio, la verdad en la apreciación de las cosas, la verdad en la instrucción, la verdad en todo" y a continuación dice la frase que desató la polémica: "El Paraguay es un pueblo cretinizado por el despotismo" con el terminante propósito decía Báez de advertir a la juventud y al pueblo sobre los peligros de patrioterismos y la mitificación del pasado y el culto a la tiranía. Caracteriza a lo largo de esos artículos a los gobiernos de Francia y los López, para luego argumentar sobre la Guerra de la Triple Alianza mostrándola como un efecto del sistema tiránico. El nacionalismo, como corriente de pensamiento sirvió también para aglutinar a los grupos sociales que necesitaban un elemento cohesionante para integrar las voluntades colectivas ante el peligro (real o presunto) de invasiones o ataques exteriores. Como ideología o expresión política, el nacionalismo opone un particularismo a la universalidad, manifestándose como versión fundamentalista de un absoluto. En la práctica, ha concluido históricamente en manifestaciones xenófobas y autoritarias.

No obstante, debemos tener la precaución de distinguir entre el nacionalismo cultural (defensa de la conciencia identitaria; apego a la tierra natal y a la cultura propia) del nacionalismo político, una ideología impuesta desde el poder que ha sido el signo distintivo de muchos regímenes de América Latina, negadores de las libertades individuales, la paz y la justicia social, al par que promotores de guerras injustas.

Francisco Solano López fue reivindicado en un debate parlamentario de 1926 - centenario del nacimiento del Mariscal - liderado por Pablo Max Ynsfrán, que no prosperó por cuestiones de índole política. Sin embargo, el Decreto del año 1936, durante el gobierno del Cnel. Rafael Franco, lo reivindica, aunque el debate continúa, pues estas figuras polarizan a la sociedad paraguaya hasta el presente.



ANEXO II

Extracto de Cartas del Ciudadano Paraguayo Manuel Pedro de Peña dirigidas a su querido sobrino Francisco Solano López. Excelentísimo Señor Presidente de la República del Paraguay.

CARTA I

Buenos Aires, Enero 11 de 1865.

Mi muy amado sobrino Francisco Solano: partido está mi corazón de un profundo dolor y amargura, viéndote picado y repicado, ya del molesto MOSQUITO, ya del zumbón y enfadoso MAMANGÁ, y ya de cuanta inmunda sabandija se presenta en estas regiones; te han tomado de su cuenta, se ceban en tú, eres su carnada, y te figuran de cuanto insensato se les antoja: unas veces de mariposa, otras de araña, ya te hacen larva, ya ninfa, ora te creen búho, ora serpiente, ora fantasma. Aquel que creía yo que era todas las cosas buenas, viene a ser hoy todas las cosas malas: el que era resplandor, hoy es volcán, el que era la piedra preciosa del Paraguay, hoy es mirado como la más vil escoria, el que ayer era máximo Presidente, hoy es el mínimo; tu ilustración se cambia en furia, tu contento en rabia, antes todo te sobraba y hoy todo te falta, antes te respetaban, hoy te facilitan, se burlan de ti y de tus cosas, te tienen de tarasca, hacen platillo de todos tus hechos, y yo me abochorno y cubro el rostro de corrido.

¿Qué es esto, mi sobrino Pancho? Hágote esta pregunta, porque me considero con derecho para hacértela, para requerirte: yo a más de ser tu tío fui encargado por tu padre para que te trajera a Buenos Aires el año 1843 a fin de que te despejaras, te civilizaras, y te hicieras, de paja que eras, un fecundo grano, que ofreciera abundantes cosechas a nuestra querida patria.

He hecho siempre las veces de padre, en cuanto he podido, te he dado instrucciones de moralidad de todo género, y jamás te he perdido de vista, hasta que me fue conveniente el dejarte; pero sin abandonarte, ni desampararte.

Nuestra estrechez fue íntima, dormíamos en un mismo camarote, cuando veníamos, y volvíamos en la goleta REPÚBLICA DEL PARAGUAY; me esmeré en formarte un joven civil, te saqué de aquel estado en que parecías como un pollo mojado, cuando llegamos acá, y procuré mitigar aquel ardor concupiscible que se pronunciaba fuertemente en tu temperamento, y que nunca se ha podido calmar, siendo tu principal blanco adorar a la Diosa Volupia, haciendo raya por la raya, y pasando de raya en esta materia.

Con esta inclinación y fuego te hizo militar tu padre. En esta carrera apareció el fuego con rayo abrasador, ardiente, voraz y lúcido, siempre tú te has mantenido candente y encendido, así es que tu espada ha estado caliente y con vaina abierta, y por cualquiera causa o cosa no has reparado en dar con vaina y todo a quien se te ha presentado de contrario o rival.

No podía habérsete dado ejercicio más adecuado a tu genio, te has hecho general en las armas: la espada y la lanza sabes blandirías, embocar el cañón, calar la bayoneta, montar y manejar el caballo: con sable desenvainado, bayoneta calada y lanza en ristre, eres capaz de asaltar una plaza fuerte: como buen artillero morirás al pie del cañón, bien montado sobre la cureña. ¿Y respecto a caballería qué equitación ignoráis? Eres varonil hombre de lazo y bolas, y nadie se piense que eres capaz de escurrir la bola en caso apurado, aunque te pinten de tortuga o pavo real, cuando tu horóscopo es de león, aunque a mi ver te hubiera venido mejor el de Aries, Capricornio, o Tauro, signos que condicen muy bien con haber metido a todos los paraguayos en un cuerno, y haberte quedado tú solo con la cornucopia de Amaltea.

Aunque estas corníferas constelaciones te son muy aplicables por tus hechos, es decir, por tus inmodestias conocidas, la que propiamente te corresponde, es la del León, también uno de los blasones de nuestro escudo nacional, de suerte que haber nacido en este signo, tener uñas como las que ostenta este animal, estar blasonando de sus cualidades de garras, y desquijarando leones sin cesar, son también hechos que se producen a la vista.

Hoy el Brasil y todo el mundo te contemplan bajo estos dos aspectos, o como López-leo o como López-tauro; y sin embargo que son mitades muy opuestas, no extrañan, porque ven hervir en tu administración, en tus operaciones, y en tus palabras las más inauditas monstruosidades, como nacidas de un ser fatalísimo formado de lo bruto y lo racional, y mucho más cuando todos saben que hubo en otro tiempo Centauro en Tesalia, y en Creta Minotauro. De todo lo dicho puede inferirse cómo estaré yo con estas cosas; creen que tú no las conoces, y me ruegan que te las diga para ver si destruyes tal mixtión. Tú no me negarás que Nabuco fue en rigor en cierto tiempo buey hombre, u hombre buey, y acuérdate también de aquella burra que habló. Mientras tanto, si tú juzgas que esto viene de Dios, que tú obras por inspiración suya, arrímale guasca al Brasil; no hagas caso de cuanto digan y hagan acá.

Obra tú en grande, que obras son amores y no buenas razones, y puesto que has tirado de la tizona, la tiene desenvainada, la presentas desnuda y vibra luciente; que se vea que no es tan virgen, como se cree, que aunque algo descantillada, has de meterla hasta la guarnición, que para eso la presentas y la tiendes al Brasil.

Hazte un Cid, que haya moros y cristianos cuanto antes: hazte un Xérjes, un Alejandro, etc. es preciso no más que sepas que el Brasil no es moco de pavo, que si pestañeas, te dará para tabaco, y te sumirá la boya; tú tienes muchos hombres, pero él tiene muchos soldados; mas esto no importa cuando tú sabes que por el camino se hacen bueyes.

En otra ocasión te iré contando las cosas que dicen que has hecho para mantener el orden público.

Tu tío que te ama de corazón.

El Ciudadano Paraguayo

MANUEL PEDRO DE PEÑA-


CARTA II

Buenos Aires, Enero 15 de 1866.

Estimado sobrino mío, Francisco Solano: aunque en mi anterior te avisaba que te iría contando muchas cosas que habías hecho en esa tu administración para conservar el orden público, me parece que no podré hoy llenar esta promesa, porque se atraviesan de por medio tantos asuntos del Imperio del Brasil, que no puedo dejarlos inapercibidos. Se ha irritado tanto este Imperio con tus travesuras, que las ha tomado a lo serio, y me aseguran que te va a escarmentar para toda la vida. Según se prepara es para quitarte el resuello, y todo el mundo se pronuncia a su favor, a tal estremo que todos quieren hacerse brasileros por la sola razón de tumbarte, y por ver que con tales fuerzas y poder se puede pasar por todas las picas de Flandes, y mucho más cuando parece que echas pie atrás.

Los argentinos liberales se frotan las manos de contento al contemplar que al Paraguay le llega su redención, porque ansían de que salga de ese cautiverio, y que a tú te llegue cuanto antes tu San Martín: ni quieren que se diga: Guerra al Paraguay, sino Guerra a López: atacar tu independencia, y no la de la República, que la guerra sea a muerte para tú, y vida para la Patria. Es sanción pública este deseo. Así no estrañes si en esta empresa sabes que se mezclan hombres de varias lenguas. No puedes figurarte lo que todos aman hoy al Paraguay, le miran como a la niña de los ojos, como flor de las flores, como prenda idolatrada, quien merece todo sacrificio por rescatarla de tu poder. De ningún modo quieren que esté más a tu cargo por el mal trato que le das, y porque te has puesto muy desvanecido.

Ciertamente, sobrino mío, te has descompuesto mucho, especialmente después que tragaste la presidencia: no había sido tu estómago para digerir tan buen bocado, había sido débil, te ha causado enfermedad de juicio, haciéndote cometer mil extravagancias, que proceden verdaderamente de mala digestión.

Saltaste repentinamente del valle a la cumbre, y se de-compuso tu naturaleza, te faltaron las fuerza y la capacidad para triturar bien la presidencia, y la engulliste, no estando tu estómago acostumbrado a este género de alimento.

Ofuscósete la vista, desconociste luego a tus antiguos allegados, a tus parientes, a tus amigos: todo te turbó, la falta de costumbre a esta clase de manjar, el uso de tanto uniforme, de tantas charreteras, de tanto elástico, de tanta escolta, de tanto aparato de coche, bizarros caballos, respeto idolátrico obediencia ciega de tropas, empleados, ciudadanos, y de toda esa chusma: la embriaguez de tus aplausos, ese golpe o turba del vulgo, que te festejaba con glorias, hosanas, Te Deum, misas cantadas, campanas y campanillas, cencerros y cascabeles, luminarias, bailes, músicas, panderetas, y otros títeres, con que te creiste personaje digno de veneración, y de que nadie podía tocarte, ni el pelo de la ropa, porque te habías hecho Presidente, y eres un luminar, cuando no eres más que un simple gusano de luz.

Estos humos te aletargaron, perdiste hasta los lineamentos de las buenas costumbres, te propusiste ultrajar, amenazar y maltratar a los hombres y mujeres, a ser grosero, intratable, soberbio, arrogante y cruel.

El Profeta David dice en su salmo 48 que las propiedades del burro te son aplicables: mira lo que es este torpe animal, y saca la consecuencia.

Si uno ha de ser Presidente del Paraguay de este modo, vayan al diablo sus presidencias, las esperanzas y su logro: no hay alteza, no hay riqueza, no hay honor, no hay lucro que equivalga a la pureza de costumbres, a la rectitud del ánimo. ¡Perder la senda de la razón, y constituirse uno semejante a los brutos! La presidencia, la impureza y la avaricia, han labrado tu precipicio; por ellas no tienes costumbres, por ellas no hay luces en tu entendimiento, y por ellas te has vuelto semejante a los asnos.

Haste hinchado de tal manera, que ya no cabes en ti, sales a mostrarte al mundo. Te has creído ser sabio, político y valiente, decides de todo, y haces mil monadas como inteligente y maestro. Acuérdate que Sócrates dijo, que la opinión hincha a los necios, del modo que el viento hincha a los cueros.

Tal es el retrato fiel de tu ser, tal es el personaje que aplasta bajo sus plantas al Paraguay, dicen todos; al que quiere ahora ensangrentarle por el insensato deseo de singularizarse.

¿Extrañarás que se rían de ti, que se burlen, cuando te muestras un convulso hinchado, y que te agitas por la debilidad de tu entendimiento, moviendo a nauseas a quienes sienten tus erutos?

Nada importan esas convulsiones de nervios, trastornos y vértigos, que te hacen creer cobarde a todo el mundo, y que la sabiduría, la política y la fortaleza entraron de un vuelo y gratuitamente en tu mollera y corazón: espera unos días más, y prepárate a tomar las de Villadiego, porque si el Brasil te encuentra, te va a sacudir el polvo, y ponerte como nuevo, y el pie sobre tu pescuezo hasta dejarte mondo y lirondo.

Dios lo manda así, y en llegando la hora, no hay quien pueda ofrecerle cosa que le aplaque.

Ya sabrás que el Brasil sigue afeitando a tus prójimos en la Banda Oriental; muchas barbas blancas están ya muy bien peladas, y ellas te dicen que pongas la tuya en remojo; y nosotros los Paraguayos de acá, le hemos pedido por favor que nos haga también la barba; con tal que hemos de hacerle el copete. Con este copete brasilero atuzado, y la barba paraguaya escamondada, podemos presentarnos rozagantes ante tú y nuestros paisanos para darnos días de gloría.

Asegúranme que tienes engrillados muchos sacerdotes, y muchos ciudadanos distinguidos, y que has desterrado virtuosas y honradas señoras.

Anúnciales de mi parte el santo advenimiento brasilero, y que la redención es segura, según lo siente tu tío, que te desea escapes la vida, ahora que la traes jugada, y piensas venderla cara.

El Ciudadano Paraguayo MANUEL PEDRO DE PEÑA.


CARTA III

Buenos Aires, Enero 18 de 1865.

¡Viva, viva mi sobrino Francisco Solano!: ya estás en posesión del fuerte brasilero de Coímbra a fuerza de sangre bisoña paraguaya. ¡Pobre República del Paraguay en qué manos has caído! Francia y tu padre, tiranos antecesores tuyos tan enemigos de guerra, y tú tan al contrario: aquellos codiciosos de paz, y tú ávido de victorias marciales, los unos mezquinos de sangre guerrera, y tu pródigo de ella. ¡Quién les hubiera dicho a aquellos, si vosotros sois estreñidos, al sucesor se le van a aflojar los muelles, su curso va a ser dilatado y copioso! ¡Pensabais que se gastaría por uno, y se va a gastar por ciento, y últimamente nos quedaremos tocando tabletas!

He ahí sí es cierto que el mando te alucinó, los policromos, los honores y las riquezas fueron nuevos para ti, y has caído en una especie de frenesí, que te ha ocupado la razón: ascendiste fuera de tiempo, te elevaste demasiado, te apartaste mucho de la llanura en que naciste, subiste a Olimpo, arribas hoy a Coímbra, haces matar paraguayos a boca de jarro, y la empresa te se vuelve el sueño del perro.

¿No te acuerdas cuando tu padre mandó a un Teniente artillero apellidado Villalba con buques de guerra y 500 hombres a echar a unos veinte y dos brasileros del cerro Pan de Azúcar, a donde habían venido en canoas a establecer allí una guardia? Esos brasileros hicieron la misma defensa que los de Coímbra, mataron e hirieron a varios paraguayos, y después se escabulleron lindamente, sin poderse remediar: dieron estocada por cornada.

Dichoso se llama aquel que escarmienta en cabeza ajena; pero tú que te has convertido en un monstruo de la República, que te has creído que todo el mundo está obligado a obedecerte y a tributarte obsequios, que no sabes que de los escarmentados se hacen los avisados, que te has encandilado con tanta luz y tanto poder: te ciegas y echas a esos infelices inespertos paraguayos a una inmensa y atroz carnicería, nada más que porque tu estómago no está acostumbrado a contener manjares de tanta sustancia, como los que te dejó tu padre, se te ha llenado y te produce hinchazones, y obstrucciones en todas partes, y de este modo has perdido la salud y entendimiento, y no te se da un pito hacer derramar sangre, sin ton ni son.

Si hubieras pensado en lo que te falta para ser buen gobernante, para ser sabio, político, valiente y guerrero, no te habrías metido en esta danza y matanza, ni habrías entrado en contrarresto con nadie con la loca empresa de equilibrar estados.

Debías haber repetido proezas como las de tu padre, como aquella del Comandante Ramos, cuando fue con trescientos hombres al otro lado del rio Apa, abanzó la casa de la viuda brasilera de un tal López, la quemó, destruyó todo su grandioso establecimiento, trajo de la cama a la Villa de Concepción a dicha señora, que se hallaba de parto, y juntamente toda su familia, que se componía de 18 personas; también un compadre de ella Sr. Oliveira, que había ido a visitarla; y asimismo otro señor González, que había llegado allí con motivo de comprar unos campos. Arreó con todo el ganado de la estancia, y entre él aquella cría de vacas grandes, cuyos machos y hembras supo tu padre repartirlos en sus estancias.

Para hazañas semejantes te daría bien el naipe, y no para asaltar fortificaciones, y salir descalabrado, y hacer escala con cadáveres.

Mira cómo abrió los ojos el Brasil, cómo te olió, cuando tú ibas, él ya estaba de vuelta: hizo retirar los habitantes de las poblaciones, y dejarte negras viejas solamente.

Bien dice el refrán: quien no sabe que es guerra, vaya a ella; y puedo asegurarte que los triunfos como los de Coímbra, te han de durar como cuchara de pan.

En una carta que el 5 de Diciembre de 1857 escribí a tu padre, le hablaba de una jeringa de plata que fue del dictador Francia, y le decía que se había apropiado de ella para jeringarse, y jeringarnos. Por lo visto tú la has heredado, y vas con ella y los paraguayos tras del Brasil, pero el clister que lleva, daña a todos. Desde que rompió su carrera tu carro político, estás dando de culata, y poniendo en movimiento el juego trasero del carruaje, y no hay ayuda que valga para moverte por el delantero.

Tu empeño es el alborotar el cotarro en la República Argentina: me dicen que han andado en esas diligencias Don Pascual Rosas, Don José Caminos y Don Pepe Ramírez, como lanzaderas de tejedor, procurando hacer tus, tus, a los perros viejos, y azuzando con la falsa preocupación de que los argentinos y brasileros viven como perros y gatos.

Tú lo que deseas con esto, es anarquizar a la República Argentina, desunir a las Provincias, a que renazca la guerra civil, a que no tenga lugar de pensar en tú, y puedas, como tu padre y Francia aprovecharte de este estado.

El Brasil jamás ha inferido agravio al Paraguay, guardó armonía con el Dictador Francia, fue uno de los primeros que reconoció su independencia, y conservó relaciones amistosas en todo tiempo. El Paraguay jamás se ha pronunciado contra el Brasil, y más bien Francia, tu padre, y tú habéis estado preparados contra Buenos Aires, contra todo argentino, siempre desfogando contra ellos, encamando odios, causando perjuicios de todo género en sus personas, en sus intereses y en su fama. Digan Corrientes, Santa-Fe y Buenos Aires, y presenten sus ofensas y reclamos los más justos, de agravios que se le han inferido por el abuso que se ha hecho de su estado de anarquía.

Hoy mismo el Brasil no va contra el Paraguay, va contra ti, que le provocas a la guerra, que le ofendes del modo más brutal.

Nada importa al Imperio saber que te provees de armamento, de buques corazados, de lienzos, bayetas, y de cuanto pertrecho de talabartería puedas acopiar: nada le importa que le hinques el diente, y que le traigas entre dientes: él luego y muy luego te hará rechinar los dientes, y te estirará la pierna.

La espedicion a Mato Grosso te está mostrando que tiente pelos el negocio, y lo que te va a costar el haber andado buscando el pelo al huevo.

El tirarte al codillo conviene al Brasil, y a los estados del Plata, y al Paraguay mismo: es útil y necesaria para todos ésta guerra. Lo que hizo el Brasil contra Rosas, lo que hace hoy contra Aguirre, va a hacer contra tú. Aunque le ves andar a paso de buey, él camina con pies de plomo hasta obligarte a echarte a sus pies.

Son pamplinas y pampiroladas, los pensamientos y alarmas de que el Brasil ambiciona conquistar. Los que ambicionan, son los tiranos, los rapiñadores, los que a rio revuelto logran ganancia de pescadores. Esos que alteran la tranquilidad, que no dejan gozar de paz, como tú, que como apóstol revolucionario quieres hacer regar con sangre todo cuanto esté a tu alcance.

Cubres con las palabras de nuestro escudo nacional paz y justicia y el ramo de oliva el puñal con que principias a ensangrentar a la patria, y con hechos cruentos agitar estos pueblos.

¿Por qué no tomas por modelo al Presidente de la República Argentina? Le verás con un grande estómago inalterable a todo aumento de poder o fortuna, lo mismo se le conoce ahora que antes, revestido de un ánimo sublime, superior a todas las cosas, que no aprecia más que hacer la felicidad de los argentinos, darles paz, libertad y progreso. ¿Qué diferencia enorme entre él y tú? El modesto, y silencioso, y tú soberbio y fanfarrón: él de corazón magnánimo que considera como indiferentes los honores esterióres del mando, y tú que los deseas, que te hinchas con la posesión, y cuando temes perderlos, te envileces: él no padece agitación por cualquier cantidad de alimento que reciba, carácter de hombre superior, sabe conservarse inmutable en todo grado; y tú que cifras toda tu felicidad en disparates, y cuando se asoma un revés crees que vas a dar vuelta la rueda, te alborotas, te consideras perdido.

¿Figurábaste acaso que ese tu coramvobis, ese tu faufau, esa tu gran prosopopeya, con que embobas al Paraguay, entontecería al Brasil, y a estos pueblos? Si Aguirre se embobeció, allá se las haya, con su pan se lo coma. En fin, todos te van conociendo que eres buena guitarra, y que el Brasil solo o acompañado te hará comprender que otra cosa es con guitarra. No por esto yo me desnaturalizo, ni dejaré de ser tu afectuoso tío, que más quisiera verte en el cielo que en la tierra.

El Ciudadano Paraguayo

MANUEL PEDRO DE PEÑA-


CARTA IV

Buenos Aires, Enero 20 de 1865.

Valíante sobrino mío, Francisco Solano: entiendo que al recibir cada carta de estas que te escribo, vas a torcerme el hocico; pero no es cosa que rompamos lanzas por estos disparates. No sé cómo se ha hecho tan pública nuestra comunicación, que todos la saben, y al verme por la calle, o buscándome de propósito en casa, me felicitan por el parentesco, suponiéndome Duque o Marqués para cuando te corones de Emperador.

He notado también que es mucha la ansiedad de saber las hazañas, lances, sucesos y pasos de tu padre y tuyos, y cátate aquí la razón porque no puedo contenerme. No te frunzas, y no me mires con sobrecejo, calla el pico, aguanta y ten paciencia, que lo mismo hacen aquellos pobres paraguayos, cuando les cardas la lana. Lo que quiero, es ver si con esta carga cerrada que te doy, y las que te dará muy pronto el Brasil, se te apagan los bríos, y te quedas tamañito. Creo que con estos espaldarazos que todos te dan actualmente, te se han de quitar las ganas de ajar, pisar, atropellar, trinchar, cortar, rajar y aniquilar al mundo entero. De esta suerte se alivian todos de tú, no valdrán más tus truenos, relámpagos y rayos, y se acabarán las tempestades.

Lo que sí es muy bueno que te recuerde algunos hechos de tu padre, para que los tomes por modelos estratégicos en la presente guerra con el Imperio, sin embargo de que por los otros pasajes que refiero, no te quedas en zaga.

No debes ignorar lo que mando hacer tu padre con los indios monteses de los yerbales. Esos indígenas son generalmente mansos. Muchos de nuestros paisanos que emprendían beneficiar yerbamate, se internaban en esos montes, fundaban su rancho o establecimiento, adquirían relación y amistad con esos naturales, y además de la peonada que llevaban, encontraban en ellos un contingente poderoso para ayuda de la elaboración de la yerba, prestándose a ser peones, proporcionándoles mieses por alimentos, y dándoles noticias de los parajes en que había mejores yerbales.

Era gran socorro el que se recibía de esa armonía. Pero como allí abundan hombres del calibre de tu genio, no faltaron empresarios y capataces que dieron en maltratar y vejar cruelmente a esos infelices. Agraviados ellos, ocurrieron con sus quejas a las autoridades respectivas. Estas se mostraron sordas, o más bien conniventes por ser de la misma ralea, y cortadas por unas mismas tijeras.

Entonces tomaron el desagravio por cuenta suya y castigaron a sus brutales ofensores en el establecimiento en que habían sido damnificados.

Tu padre que no entendía de chicas, así que supo el hecho, dispuso que se circundaran de tropas los montes, tomando todos los puntos de la Villa de Concepción, de la de San Pedro, de la del Rosario, de Curaguaty, de Villa Rica y de Yuty, y en un día señalado se internasen en ellos por todas partes, y apresaran cuantos indios y familias encontraren, como lo verificaron.

El resultado fue que los varones apresados fueron puestos en sarta en número como de quinientos, y acto continuo en ese estado fueron muertos a macanazos a sangre fría.

Las mujeres y niños fueron conducidos a la capital, y se repartieron como esclavos al servicio de varias casas.

No hay que poner en olvido así mismo lo que ocurrió en el fuerte de San Carlos del Apa. Después de la muerte del dictador Francia, se presentó un cacique con varios indios al comandante del Fuerte, haciendo proposiciones de paz, amistad y comercio.

El comandante le contestó que él no podía resolver la propuesta, que daría parte a tu padre, que ínter tanto se retirase, que para tal próxima luna nueva volviese, que ya entonces habría contestación y resolución.

¿Qué contestó tu padre al parte del comandante? Dispuso que se recibiera con halagos engañosos a los indios en un campichuelo fuera del fuerte: que antes de entrar en tratados, se les festejara con una buena comilitona de res carneada al efecto, sin faltar el bebistrajo correspondiente.

Al mismo tiempo se prepara a escondidillas en unas barracas o galpones que se hallaban arrimados a los muros del fuerte, en donde había carretas, cueros y otras cosas de bulto, un cañón cargado de metralla, y varios soldados, apostados con fusiles preparados, que estarían apuntando al grupo de indios, entregados al regocijo, y a una seña convenida del comandante disparan sus tiros.

Llegaron los indios, fueron recibidos con sumo agasajo, ocupando el local preparado para su tumba, y entregándose al gozo de tan dulce y generoso recibimiento cuando en medio de tan gran placer, oyeron repentinamente el estruendo del cañón y fusilería. En aquel momento quedaron todos tendidos en tierra. El comandante y soldados se hallaron estupefactos, observando la general mortandad, y atendiendo a algunos artilleros que se habían lastimado al disparo del cañón, cuando en esto vuelven en sí los indios del éxtasis, se sienten sanos, se levantan y echan a correr, gritando, palmeándose la boca, y burlándose de los del fuerte.

Cuando tu padre supo el buen efecto que tuvo su delicado plan, hubo de fusilar al Comandante, y solo se contentó con hacer traer el cañón a la villa de Concepción con el pretesto de hacerle componer y dejarle allí.

No sé si conociste en París a un tal Tórton: me dicen que este sujeto quiso ver en una ocasión si eras de cartón o de cristal, llamándote general indiano; que te había encontrado en un lance crítico de ofensa para él, de alza, y pon, y en el acto te dio un reto, y tú no le aceptaste, sino que para las dos horas ya estuviste en Inglaterra, por que no te meneara el bulto. Corre esto de boca en boca, especialmente cuando se habla de las naciones, y muy en particular de la inglesa.

Recuerdan mucho hoy de aquella ocasión en que te viste apurado en este puerto de Buenos Aires: dicen que estando embarcado en el vapor Tacuarí, hiciste revolver todos los sables y fusiles, que había a bordo: que te viste apurado: que el baqueano Gastaldi te ofrecía y aseguraba la salvación, pero que tú que conocías bien la inglesa cañonera que te perseguía, hallaste por conveniente poner los pies en polvorosa, porque te sonaba al oído a huir que azotan. Dícese con mofa que cuando ibas escapando para Santa Fe por tierra, llevabas tal cerote en el cuerpo, que a cada rato preguntabas si habrían subido para aquel punto los vapores ingleses?

Se traen estos recuerdos como pruebas de tu valentía, que la emplearás en la presente guerra. Lo mismo se cuenta que cierta vez hallándote en Francia, o París, te ofrecieron por cortesía una espada, para que mandaras la evolución de cierto cuerpo de tropas, y tampoco quisiste aceptar. Parece que entonces te conocías a tú mismo, y sabias que leche podías dar.

Nunca te he contado el modo cómo tu padre te dio el título de Brigadier. Un día en conversación me dijo: El finado Dictador Francia debía de tener él despacho de Brigadier; pero yo no le encuentro entre sus papeles, y quisiera tenerle para darle ese grado a Pancho, que le merece

"Exmo, Señor, le contesté, el Gobernador Velasco fue también Brigadier, y he visto sus papeles en un baúl en la Tesorería general: si V. E. me permite, iré a buscar el despacho."

En efecto, me ordenó que fuera, y a poco rato volví con él en cuerpo y alma, y al día siguiente, de su grado, y en sumo grado te zampó el Brigadierato, y te puso en camino de ser rey de espadas, y también de copas, como ya se sabe generalmente que lo eres.

Basta por ahora. A Dios, a Dios encomienda tu espíritu tu tío.


El Ciudadano Paraguayo

MANUEL PEDRO DE PEÑA


CARTA V

Buenos Aires, Enero 22 de 1865.

Sobrino mío querido, Francisco Solano: los principales diarios de esta capital revelan claramente el pronunciado espíritu de la mayor parte de los paraguayos, que han podido ponerle fuera de tu alcance. De todo lo que se escribe, se infiere que están animados de los mismos sentimientos declarados públicamente años pasados, y por lo ocurrido en esa después de la muerte de tu padre, y cuando te hiciste elegir Presidente, valido de la fuerza, se prueba que allí se nutren idénticas ideas.

Fue muy notoria la oposición de la parte sensata de la población a que entraras de Presidente. Esa partida de Sacerdotes que hasta ahora permanecen engrillados, ciudadanos de todas clases, que deprimiste con prisiones, declaraciones y otros mil vejámenes, descubren patentemente, que no están conformes con tu régimen de tiranía.

¿Quién puede estar conforme con ese testamento de tu padre, que te deja nombrado desde luego Vice-Presidente, para que después de su muerte convoques el Congreso a tu paladar, y te hagas Presidente el más incontinente? Nada importa que el acta de la independencia nacional diga: "Que nunca jamás seria la República el patrimonio de una persona o familia." Ya se vio que tú no entraste a gobernar por patrimonio, sino por demonio, no por familia o persona, sino por la tizona, no por tus traseros, sino por tus delanteros angloparacuarios. Así, pues, es preciso repetir, reproducir, y estar erre que erre hasta la sociedad, con la protesta hecha contra la tiranía de Francia, de tu padre y tuya, empleando las mismas palabras, y hablan de los paraguayos liberales de aquí y de los de allí.

Debo zumbarte sin cesar y con tesón siempre sobre la misma cosa, diciendo que los paraguayos liberales residentes en la República Argentina prefieren comer primero el pan de la emigración que prostituirse bajo tu gobierno tiránico y desmoralizador: que se han reunido antes y que se reunirán ahora con el santo y único fin de libertar a ese nuestro pueblo, dándonos patria, y con ella la dignidad de hombres libres, atributos que nos han sido arrebatados por la mano de esa eslabonada tiranía.

Sábete que hemos de afiliarnos a una santa cruzada, que siempre lamentaremos el tiempo perdido, que estamos convencidos que no hay libertad sino para los pueblos que juran ser libres, que tomaremos sobre nosotros la responsabilidad de nuestros votos, que juraremos sobre la ley del Crucificado guerra eterna, no solo a tú, sino a todos los tiranos que sean o pretendan serlo de ese nuestro pueblo, que dirigiremos las palabra a todos nuestros compatriotas con el programa que tremolaremos, y que será el estandarte que flameará constante en la lucha de la verdad, de la ley y de la libertad, contra la mentira, la arbitrariedad, la tiranía y la esclavitud.

Sabe que la tiranía es cobarde como el ladrón, que aunque te titulas Presidente, no eres sino un usurpador de nuestros derechos, que robas las propiedades públicas y privadas: que mancillas con sangre la nación: que la sometes a grandes exigencias sin necesidad, a reparaciones de tus actos criminales, cometidos por ignorante perversidad, y que te ensangrientas en vano a ojos cerrados contra un Imperio prepotente, que te hará añicos en un abrir y cerrar de ojos, sin ser capaz tú, ni de sostener la integridad del territorio, ni la independencia nacional, cuando se interponga el interés de conservar tu poder personal.

¡Abajo, gritamos, el traidor de la Patria! ¡Abajo el usurpador de todo derecho, de toda atribución, de toda propiedad, y sobre sus ruinas levántese el grandioso monumento de los derechos del hombre aniquilados por el tirano!

Acábese para siempre ese tu gobierno personal, caprichoso, tiránico y rapiñador. Acábese ese monopolio que ha convertido la República en patrimonio tuyo, y a los ciudadanos en tus esclavos.

Aprovéchese esta ocasión para que la nación se levante soberana, nombre libremente a sus representantes, y cubra a sus elegidos con la égida de la inviolabilidad, para que sea libre e independiente en el ejercicio que el pueblo les encomiende para hacer la felicidad de la patria.

Cometióse el más grande desacierto dándose lugar a que ocupaseis el mando Francia, tu padre y tú. Se están palpándolas dolorosas resultas que sufre casi sin remedio toda esa región digna de mejor suerte. No podemos nosotros los paraguayos de acá, ni los patricios liberales de allí, continuar impunemente en la inacción y apatía, pues por causa de ellas hemos sido conducidos al tamaño de tanto error político, y es preciso, es la oportunidad de que se indemnice nuestra amada patria de los perjuicios que recibe y ha recibido.

Soy de parecer, sobrino mío querido, que en vista de lo que te digo, y de lo que has hecho y estás haciendo, el mejor partido que puedes tomar es abdicar, o renunciar esa presidencia ilegal: mira que si te atrapamos, hemos de arrollarte, hemos de formarte causa, y has de quedarte como el pelo de la masa.

El plan político que te anuncio, y te iré aclarando en adelante, es liberalísimo: todos le sabrán, como le han sabido. No es principio tentador, no es abrir margen a tumultos y estrépitos, no es surgir el espíritu de rebelión.

Es para hacer uso de la soberanía del pueblo, poner en ejercicio esa atribución de República, que la nación mantiene.

Si no procedes como te prevengo, he de ponerte de vuelta y media: las peras se te pondrán a cuarto, y últimamente se te hará bajar la cola. Esto sucederá precisamente, porque el cuervo no se convierte en paloma, el cabrito en oveja, y en rosa una espina, ni del vinagre se hace vino.

No tienes caletre para oír consejos, veo que hago luz a un ciego, y toco música a un sordo: pero vienen tan de perilla las cosas, que harás forzado, lo que rogado no quieras hacer. Reniego del árbol que a palos ha de dar el fruto, y caído, todos haremos leña de ti.

¡Qué fogonazo se hará!

¿Si tu casa se quemara, y en tú nuca un avispero, a qué atenderías primero, a tu casa o avispero?

Ni estudiosamente podías haber preparado mejor tu ruina, así es que te batiremos en ruina, mucho más cuando nos arrimamos a tan buen árbol como ves, y nos cobija tan buena sombra.

Nuestra cruzada libertadora no será arrastrada por el Brasil, la Arrastrada la tienes tú, a quien le das duro y parejo sin dormirte en las pajas, sin necesidad de paja, aunque te resulten de ello muchas durezas. Por duro y rudo entregarás lo maduro, como te lo aseguro yo tu tío, que te voy dando por el vacío.


El Ciudadano Paraguayo MANUEL PEDRO DE PEÑA-



LA AUTORA

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción. Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Asunción.

Catedrática de la Universidad Católica de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas desde 1983, en los Departamentos de Ciencias de la Comunicación y de Ciencias Sociales. Fue Asesora del Ministerio de Educación y Cultura por 10 años 1993 -2003, y Presidenta del Centro UNESCO Asunción, 2003-2009

Es la Coordinadora del Capítulo Paraguayo del Corredor de las Ideas del Cono Sur. www.corredordelasideas.org y Miembro del CEADUC (Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica). Además es integrante de la Comisión Directiva del Instituto Sanmartiniano del Paraguay. Es miembro de la Comisión Nacional Paraguaya de Cooperación con la UNESCO en el rango de intelectual independiente y del Museo de Arte Sacro. Fue Directora del Museo Casa de la Independencia. Entre sus publicaciones se pueden mencionar: Crónica Histórica Ilustrada del Paraguay. Co-autoría. Distribuidora Quevedo de Ediciones, Buenos Aires, 1996.Forjador es del Paraguay Co-autoría. Distribuidora Quevedo de Ediciones, Buenos Aires, 2000, Ocupación de los espacios en el Paraguay Colonial. Contribución al Encuentro: MERCOSUR. Una historia común para la integración convocada por el CARI, bajo la Dirección del Dr. Gregorio Recondo. (Centro Argentino de Relaciones Internacionales) Ediciones y Arte, Asunción, 2000. Periodismo Escrito Paraguayo 1845-2001: de la afición a la profesión, Intercontinental Editora Asunción, 2001, Coordinadora de la Edición de Viaje a la Naturaleza y la Cultura: Consulta Internacional UNESCO sobre el Turismo y Desarrollo en el Paraguay y el MERCOSUR", UNESCO Asunción, 2001. Es la compiladora junto con el Prof. Eduardo Deves del libro Pensamiento Paraguayo del Siglo XX, Intercontinental Editora 2006, del CD Musical Aprender cantando y enseñar, con música de Alberto de Luque y letra de Beatriz de Bosio, Compiladora del Documento Visión del Agua Dulce en el Paraguay, en el Año Internacional de las Naciones Unidas del Agua Dulce; compiladora del Documento de Políticas Culturales para el Desarrollo, 2003-2005. Así mismo en los últimos años fue compiladora de las Memorias del IX Encuentro del Corredor de las Ideas del Conosur enseñanzas del Bicentenario ante los desafíos globales de hoy. Repensando el cambio para nuestra América, CEADUC, Asunción, 2010; El Paraguay durante los Gobiernos de Francia y los López, en coautoría con Nidia Areces, ABC Color/ El Lector, Asunción, 2010; Eligió Ayala, ABC Color/ El Lector, Asunción, 2011; En busca de la ciudad escondida. Asunción en 1811 en coautoría con el Ing. Juan José Bosio, Mabel Causarano y Antonio Spiridinoff. Secretaria Nacional de Cultura, Asunción, 2012.



 

 

ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL DIARIO ABC COLOR



LEGIONARIOS CONTRIBUYERON A LA RECONSTRUCCIÓN

Pese a que llevaron encima el estigma de haber peleado contra su patria en la Guerra de la Triple Alianza, muchos legionarios terminaron contribuyendo a la reconstrucción del Paraguay.

 

José Segundo Decoud, legionario, intelectual brillante

y redactor del ideario del Partido Colorado./ ABC Color

 

Varios de ellos fundaron el Partido Colorado, al lado nada menos que de un soldado del Mariscal López, como fue el general Bernardino Caballero.

Todo el proceso histórico vivido por ese colectivo repudiado podrá ser analizado a partir del libro “Los legionarios”, de Beatriz González de Bosio, que aparece hoy con el ejemplar de nuestro diario, como quinto título de la colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de ABC Color y El Lector.

Terminada la guerra (y los saqueos en Asunción), ni Argentina ni Brasil acordaron establecer un gobierno de ocupación que se encargara de administrar el país vencido. Entonces, los brasileños decidieron crear un gobierno provisorio, con las figuras por ellos conocidas, y así se llegó al Triunvirato, integrado por Cirilo Antonio Rivarola, Carlos Loizaga y José Díaz de Bedoya, que asumió el 15 de agosto de 1869, tres días después de la criminal acción del Conde D’Eu en Piribebuy y un día antes de la batalla de Acosta Ñu.

Rivarola no fue propiamente miembro de la Legión. Y Díaz de Bedoya pronto partió a Buenos Aires con una misión: recaudar fondos, pero terminó vendiendo artículos incluso eclesiásticos, y no retornó a la capital sino partió para Europa sin rendir cuentas.

Del Triunvirato original quedó como figura política Cirilo Antonio Rivarola. A Carlos Loizaga le tocó en suerte ser el firmante del Tratado de Paz con el Brasil el 9 de enero de 1872.

Con la fundación de los partidos tradicionales del Paraguay, el Liberal y el Colorado, en 1887, se forjó un sentimiento maniqueo. Cada partido descalificaba al otro. Desde Juan E. O’Leary, el apelativo “legionario” se dirigía a los liberales, supuestamente argentinistas. Esa descalificación moral fue acentuada por J. Natalicio González y posteriormente amplificada por Alfredo Stroessner. Para todos ellos, el Partido Colorado personificaba al nacionalismo continuador de la política de Francisco Solano López.

Sin embargo, en el acta de fundación del Partido Colorado aparecen varios legionarios, tales como José Segundo Decoud (vicepresidente primero), Juan Bautista Egusquiza, Fernando Iturburu, Pío Otoniel Peña, Jaime Sosa, entre otros. En el acta del Partido Liberal no figura ningún legionario.

Al analizar los hechos se nota la grandeza de espíritu de Bernardino Caballero. Él fue el estadista que apuntó a la reconstrucción del país. Para esa tarea reunió a los mejores hombres de que disponía el país. Entre ellos se hallaba José Segundo Decoud, legionario y antilopizta, que elaboró el ideario del Partido Colorado.

Publicado en fecha: 06 de Octubre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py



LIBRO SOBRE LEGIONARIOS SE PRESENTA MAÑANA

“Los legionarios” es el título del libro de Beatriz González de Bosio, que analiza el fenómeno político que constituyó aquella agrupación de paraguayos que peleó contra su patria en la Guerra de la Triple Alianza. El nombre sigue constituyendo en el Paraguay un sinónimo de traidor.

Esta obra aparecerá mañana, domingo 6, con el ejemplar de nuestro diario, como quinto título de la colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de ABC Color y El Lector. Beatriz González de Bosio habla sobre “Los legionarios”.

–¿Qué fueron los legionarios?

–Un grupo de paraguayos exiliados por los gobiernos de la preguerra que combatieron a Francisco Solano López bajo la propia bandera tricolor, e intentado dar justificación moral a la Triple Alianza como una cruzada libertadora del Paraguay.

–¿Desde cuándo el término legionario significa traidor?

–Se lo debemos al publicista posiblemente más exitoso de la historia paraguaya, Juan E O’Leary, quien logró a mediados de su larga existencia cambiar la manera de pensar de toda una sociedad.

–¿Qué fue lo que cambió, principalmente?

–La imagen del Mariscal López, que había sido declarado fuera de la ley en 1870, y a partir de ahí fue política oficial negar a López, al punto de que en el centenario de su nacimiento, en 1927, no hubo celebraciones. O’Leary comenzó a instituirlo como héroe.

A fines del siglo XIX, la aparición del retrato de López en los cuadernos escolares inició encendidas polémicas en los periódicos de la época, con Blas Garay, en La Prensa, y Cecilio Báez, en los periódicos gubernamentales. La gran polémica, sin embargo, se dio entre O’Leary y Cecilio Báez, en 1902.

–¿De qué carácter eran las polémicas?

–Afortunadamente, las publicaciones fueron compiladas en libros. Esos pensamientos encontrados tenían bases filosóficas y sociológicas que lo ponían por encima de un mero asunto coyuntural. Era la visión de la patria la que estaba en discusión.

–¿Desde cuándo el legionarismo constituyó un estigma político?

–A partir de la reivindicación de Francisco Solano López por parte del gobierno del coronel Rafael Franco, que terminó el Panteón Nacional de los Héroes y ordenó traer los restos del Mariscal. Pero el que perfeccionó el mote de “legionario” fue el general Stroessner. Lo utilizó exclusivamente para atacar y estigmatizar a la oposición liberal.

–¿Ese discurso ya quedó en el pasado?

–No, luego del juicio político al presidente Lugo, y a consecuencia de las sanciones internacionales que recibieron el apoyo de un sector de paraguayos, se volvió a utilizar contra estos el degradante término “legionario”.

–¿Cuál fue la suerte de los legionarios después de terminada la contienda?

–Fueron los primeros encargados de la reconstrucción, pero pronto se vieron rodeados de los veteranos de López, quienes en un principio no tuvieron reparo alguno de trabajar conjuntamente. El caso más destacado de ese tiempo fue el dúo José Segundo Decoud y Bernardino Caballero, fundadores de la ANR en 1887.

Publicado en fecha: 05 de Octubre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py


 

PRIMERO EXILIADOS, LUEGO LEGIONARIOS

Mucho antes de la contienda bélica, los paraguayos exiliados en Buenos Aires comenzaron a gestar lo que sería luego la legión paraguaya. Todo este proceso es explicado por la historiadora Beatriz González de Bosio en su libro “Los legionarios”, que aparecerá el domingo 6.

 

Prisioneros paraguayos. Muchos de ellos fueron obligados por los aliados a pelear contra su patria./ ABC Color

 

Este será el quinto título de la colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de El Lector y ABC Color, que aparece todos los domingos con el ejemplar del día.

El 17 de noviembre de 1857 Manuel Pedro de la Peña, Luciano Recalde, Carlos Loizaga, Serapio y Gregorio Machaín, como exiliados en Buenos Aires y opositores al gobierno de Carlos Antonio López, acordaron iniciar un movimiento dirigido a terminar con el sistema de gobierno vigente en el Paraguay.

Para ello firmaron un acta que expresaba: “Hallándonos desterrados, proscriptos, perseguidos en nuestros bienes, en nuestras familias, contemplando desde riberas extrañas el despotismo más feroz que se enseñorea sobre el honor, sobre la propiedad, sobre la libertad y el porvenir de nuestro pueblo, en nombre de Dios, padre de toda luz y toda justicia, hacemos el juramento de no separarnos hasta vencer o morir por la más noble y santa de las causas”.

En junio lanzaron un manifiesto, fechado el día de Corpus Christi de 1858, con encabezamiento de “Clamor de los corazones filantrópicos”, expresaba el pensamiento de los “ciudadanos del Paraguay, desterrados, proscriptos, perseguidos” en sus bienes y en sus familias, que contemplaban “desde riberas extrañas la más cruda tiranía” que se enseñoreaba “sobre la propiedad, la libertad y el porvenir de nuestro rico país”. Suscribían el manifiesto, Carlos Loizaga, Manuel Pedro de la Peña, Luciano Recalde, Serapio Machaín, Fernando Iturburu, José Toribio Iturburu, Ramón González, Segundo Machaín, Ángel Decoud, Pío León, José León, Eusebio Machaín, Evaristo Machaín, Alejo Guanes, Carlos Luis Loizaga, Juan Gómez y Ozcaris, Esteban Machaín, Pío Otoniel Peña, Miguel Guanes, Carmela Loizaga, Jacoba Ozcaris.

Desde un principio los exiliados paraguayos en Buenos Aires formaron un partido revolucionario en el Río de la Plata contra el régimen de los López. Ese partido revolucionario sería el germen de la legión pues algunos de estos emigrados, al iniciarse la guerra contra el Paraguay, formaron la Legión Paraguaya, integrada además por estudiantes y hasta diplomáticos que se encontraban en el extranjero. A lo largo de la contienda renunciarían algunos.

Los mismos paraguayos que firmaron dicho manifiesto, fundaron el 2 de agosto de 1858, la Sociedad Libertadora de la República del Paraguay.

La mayoría de sus fundadores figurarían, seis años después, en la Asociación Paraguaya formada con propósitos análogos, una vez iniciada la guerra contra el Paraguay, si bien las circunstancias y procedimientos esa vez serían diferentes.

Los diarios porteños, en su mayoría, apoyaron los propósitos revolucionarios.

Publicado en fecha: 04 de Octubre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py



El general argentino Juan Andrés Gelly y Obes, hijo del diplomático paraguayo del mismo nombre./ ABC Color


 

HISTORIA DE PARAGUAYOS QUE LUCHARON CONTRA SU PATRIA

El siguiente volumen de la colección “A 150 años de la Guerra Grande” trata de uno de los procesos más dolorosos de nuestra historia, la de los paraguayos que lucharon contra su patria en aquella contienda.

“Los legionarios” es el libro de la historiadora Beatriz González de Bosio, que aparecerá el domingo 6 con el ejemplar de nuestro diario y que constituye una visión –desprovista de todo apasionamiento– sobre quiénes fueron los legionarios, por qué actuaron como lo hicieron y cómo se integraron al Paraguay después de la hecatombe del 70.

La Asociación Paraguaya, creada en noviembre de 1865 por los exiliados paraguayos en Buenos Aires, y que originaría luego a los legionarios combatientes, tuvo corta vida como tal.

Los conflictos internos que pronto se crearon –describe Beatriz González de Bosio en su libro– impidieron la adopción de unos estatutos, aunque su comisión directiva tuvo alguna influencia para convencer a los argentinos de que presentaran la guerra como una lucha contra López y no como una guerra de conquista contra el Paraguay.

Al informar a los gobiernos brasileño y argentino de su existencia, la Asociación propuso reunir un ejército de 2.000 paraguayos para luchar al lado de los aliados; la cifra da una idea aproximada del número de exiliados. Al formarse, la asociación quiso ser reconocida como el gobierno legítimo del Paraguay y firmar un tratado de alianza con Brasil.

El ministro brasileño en Buenos Aires, Felipe José Pereira Leal, Barón de Maracaju, alentó a los paraguayos, quienes nombraron comandante de la proyectada legión a Fernando Iturburu, con Juan Francisco Decoud, como lugarteniente.

BRASIL NO LOS APOYÓ

En busca de fondos y de reconocimiento, la comisión directiva envió a sus representantes a Río de Janeiro, donde cosecharon un completo fracaso. El Imperio estaba dispuesto a aceptar voluntarios paraguayos en su ejército, pero no quería que ninguna legión paraguaya le complicase las cosas durante la guerra y después de ella. Rechazada por Brasil, la Asociación recurrió a la Argentina, que mantuvo la neutralidad hasta abril de 1865.

Cuando López comenzó su invasión a Argentina, la Asociación ofreció inmediatamente “reunir una legión de paraguayos que, enarbolando su propia bandera, pedirán al general en Jefe del Ejército que se les permita encabezar el ataque”.

El presidente Bartolomé Mitre y su ministro de Guerra Juan A. Gelly y Obes (hijo del paraguayo Juan Andrés Gelly, gran colaborador de Carlos Antonio López), aceptaron gustosos la proposición paraguaya y autorizaron a la Asociación a organizar una legión para luchar al lado del ejército argentino.

Los primeros de este grupo ayudaron a convencer al teniente coronel Antonio Estigarribia a que se rindiera en Uruguayana en setiembre de 1865. La pérdida del ejército de Estigarribia fue un duro golpe para López.

Publicado en fecha: 02 de Octubre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 

 

 

 

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