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ANA MARÍA ARGÜELLO MARTÍNEZ

  LOS NEGROS EN EL PARAGUAY - Por ANA MARÍA ARGÜELLO


LOS NEGROS EN EL PARAGUAY - Por ANA MARÍA ARGÜELLO

LOS NEGROS EN EL PARAGUAY

Por ANA MARÍA ARGÜELLO

LA HISTORIA DEL PARAGUAY - ABC COLOR

INVESTIGACIÓN ESPECIAL Nº 6

Asunción – Paraguay 2012

 

 

            La presencia de los españoles en América y el régimen de encomiendas impuesto a mediados del siglo XVI, fue una de las maneras que los extranjeros utilizaron para imponerse a los nativos, ocasionando, una sensible disminución de la población autóctona en los primeros años del descubrimiento y conquista de América.

 

 

 

 

            TRÁFICO DE ESCLAVOS EN EL RÍO DE LA PLATA

 

            Esta fue una de las razones por las que la Corona de España adoptó los remotos principios aristotélicos: "La esclavitud es una institución de derecho natural". Pues Aristóteles proclamaba que la esclavitud se trataba "...no de la servidumbre ordinaria, sino de la servitud política o también económica, pues es conforme a la naturaleza de las cosas, que los rudos sean dirigidos y corregidos por los sabios".

            El primer permiso para la importación de esclavos en la región del Río de la Plata fue estipulado en 1534, dos años antes de la fundación de Buenos Aires. Historiadores del Río de la Plata consideran que en la inmensa mayoría de negros esclavizados provinieron de Angola, Congo y Mozambique. Pero ya desde la fundación de Buenos Aires se inició una discreta contratación con el Brasil, la que se acrecentó en forma insospechada y vertiginosa con el tráfico ilícito.

 

            EN EL PARAGUAY

 

            Los náufragos del barco de Juan Díaz de Solís buscaron refugio en la isla de Santa Catalina. Las noticias de que hacia el Occidente había mucho oro y plata se difundían por entonces por toda la costa del Brasil. Corría el año 1520. En Santa Catalina se encontraban Alejo Ledesma, español, y Enrique Montes, portugués, ambos intérpretes de lenguas y venidos con Vespucio y Melchor Ramírez con la armada portuguesa. También se encontraba en aquella expedición que se había aproximado hasta el Río de La Plata, un mulato llamado Pacheco y otro marino portugués: Alejo García. Este y otros decidieron partir hacia el oeste con tres moradores del lugar, entre ellos, los citados Ledesma y Pacheco.

            Cruzando el río Paraná se dirigieron hacia el oeste, atravesaron el río Paraguay, hasta la región conocida hoy como Oriental del Paraguay llegando hasta Charcas. Ya de regreso la expedición, los indios pajagua mataron a García y a sus compañeros en las proximidades del actual Puerto Antequera, en el departamento de San Pedro. Por otra parte, Pacheco fue victimado por el cacique Guacané, en pleno centro del Chaco paraguayo.

            Cuando don Pedro de Mendoza, primer Adelantado y fundador de Buenos Aires, contrajera la capitulación con el rey de España, el documento le autorizaba a ".... llevar y lleves en las tierras de vuestra gobernación doscientos esclavos negros, la mitad hombres y la otra mitad libres de todo derecho". Cuando fracasada la expedición y el Adelantado decidió el regreso a España, tomó antes amplias disposiciones sobre el gobierno del Río de la Plata. Entre ellas mencionó "que devuelve un esclavo a Pérez de Morán, otro a Ribera y lanza el dardo de la despedida: que yo no hago la gente ir al Brasil a comprar esclavos, antes doy de los míos". También se sabe que en el año 1534 se dio licencia a Domingo Martínez de Irala "para conducir negros al Río de la Plata".

            Por entonces, el sistema de flota única que comunicaba a los reinos de México, Nueva Granada y Panamá "dejaba a los habitantes de la región meridional de América en el mayor desamparo, de tal modo que cuando se fundó la ciudad de Buenos Aires", este puerto se convirtió en un enclave contrabandista. "El comercio de esclavos negros tuvo una influencia especial en la segunda fundación de Buenos Aires realizada por Juan de Garay, apoderado del Río de la Plata". Fue de suma importancia la apertura de este puerto como "cabeza de puente" para el vasto mercado de esclavos de Potosí en el Altiplano. Buenos Aires atravesaba por entonces, por momentos muy duros; corría el año 1601 y la prohibición de comerciar por el Atlántico había conducido a la ciudad a una situación de gran pobreza.

            Los comerciantes de Lima, a quienes beneficiaba el monopolio, conjuntamente con la Casa de Contratación de Sevilla, no pudieron soportar la competencia del puerto de Buenos Aires, ni mucho menos toleraban el contrabando que se producía en combinación con los portugueses. El delito practicado y desarrollado en Buenos Aires, donde portugueses en connivencia con las autoridades del lugar constituían elementos decisivos del tráfico ilegal, llegó a convertirse en un mal endémico en toda la región, alcanzando especial virulencia en los años 1610, 1619 y 1623.

            La existencia de este comercio ilegal hace difícil determinar, exactamente, cuántos esclavos entraron en Buenos Aires durante el período colonial. Unas pocas estadísticas sugieren que el volumen del comercio legal, escasamente se podía comparar con el ilegal.

            De los 12.778 esclavos registrados como ingresados en Buenos Aires desde Brasil entre los años 1606 y 1625, solo 288 lo lograron bajo permiso real, 11.262 esclavos fueron confiscados a contrabandistas y vendidos en la ciudad, mientras que 1.228 aparecen en los manifiestos de barcos a los que se les permitieron descargar sin permiso.

            "Pero ese contrabando había dejado de ser un delito vulgar, clandestino u oculto, tal como se practicaba en todos los puertos del mundo. Tuvo en esta ciudad un desarrollo particularísimo que tomó un nombre de categoría, se llamó "ejemplar", bautizado por sus propios inventores que destacaban casi con donaire la habilidad y picardía con que fue impuesto". Los cargamentos de negros que más redituaban eran denunciados por los propios negreros. El gobierno los incautaba y sacaba a remate público.

            "Hernandarias, si bien obligado por las circunstancias, viose obligado a centrar su atención a la corrupción y fraudes en el puerto de Buenos Aires". Sin embargo, no descuidó los agudos problemas sociales de su "patria asuncena". Así, en 1604, solicitó para el asilo de la madre doña Francisca Jesusa de Bocanegra, con 60 doncellas, la licencia para proveerse de esclavos negros "para que pudiesen meter por este puerto traídos de Angola cantidad de 100 esclavos con que se les diese un monasterio...". Para la compra de esclavos se recurría a "donaciones - limosnas".

            En 1607, este mismo gobernador decidió reunir a las autoridades de la ciudad para pedirles sus pareceres sobre la guarda del puerto, las cajas reales, la seguridad de los navíos y, ante todo, lo que deben escribir y suplicar a la Real Persona, al Supremo Consejo de Indias y a los presidentes de la Real Audiencia. Hernandarias tenía la obligación de informar de los fraudes cometidos por portugueses y franceses con destino al Perú. El general Simón de Valdés fue el primero en opinar y dijo que para la defensa y seguridad de este puerto, era conveniente dar un buen recibimiento a los navíos que llegasen. Instó, a su vez, a dar facultad para navegar con permisiones y mercaderías y además, el ingreso de dos mil negros de Angola, con el pago de 70 pesos de derechos cada uno. Con tales recaudos se debería solicitar al Rey la autorización para fortificar la ciudad.

            El gobernador Hernando Arias de Saavedra mencionó que el Rey debía ampliar los permisos de comercio, enviar cuatrocientos hombres -doscientos infantes- cien de a caballo, como cien labradores y oficiales y permitir la entrada de negros "para el servicio, sustento y alimento de las vecinos y moradores de esta ciudad y gobierno, con que tales negros no salgan ni puedan ser vendidos de esta ciudad y su tierra".

            En su mayor parte, los conquistadores trajeron esclavos pero a partir de 1600 aproximadamente, la presencia del negro en la Provincia del Paraguay fue posible por la vía del contrabando. De los mismos, no faltaron aquellos que, queriendo salir de la triste situación, huyeron de la Provincia del Paraguay.

            Tal es la averiguación que mandó realizar en 1613 el Tte. Gral. Francisco González de Santa Cruz sobre la entrada en la ciudad de San Juan de Vera (Corrientes) de un portugués llamado Pedro de Acosta, acompañado de un negro angoleño desertor, insertándolo nuevamente a la provincia de contrabando.

 

            CONFLICTOS CON BUENOS AIRES

 

            Hacía treinta años que Hernandarias había enfrentado a los dueños de la banca porteña, enriquecidos por el comercio ilícito de esclavos practicado en gran escala. Sus fuertes ganancias convirtieron a los poseedores en el único factor de poder de la gobernación.

            Con el transcurrir de los años el gobernante criollo envió innumerables cartas e informes al Rey, especialmente en lo referente a las actividades económicas portuarias de Buenos Aires de los años 1607, 1609 y 1615, notificándole lo siguiente: "Como en otras tengo escripto a vuestra majestad para remedio de los fraudes que pudiera auir contra Vuestra Real Hazienda en los Remates de negros y para que así mismo cesare traerlos por este puerto y el contravenir a lo acerca desto traslado entre VM. en los dichos duplicados en que mande quede aquí adelante no se hiciese Remate de negros por Vuestros oficiales reales ni otras justicias en menos cantidad que en dozcientos pesos cada negro..."

            En cartas posteriores refirió: "En ese año entraron en el puerto de Buenos Aires 1.050 piezas de esclavos y muchos de ellos fueron ocultados para luego rematarlos".

            De esta forma se promulgó un auto que señalaba "que todos los que tuviesen esclavos ocultos y sin despacho lo manifestasen dentro de seis días...". Estos hechos aumentaban porque "los jueces, oficiales reales y demás ministros de justicia daban a los armadores de los dichos esclavos en la forma de tomárselos por perdidos y rematarse...". Generalmente procedía una tercera persona, quien fijaba a 100 pesos, y estos mismos compraban nuevamente para revenderlos a 250 y 260 pesos, y se obtenían así "gruesas ganancias en las que dichos ministros tienen grave culpa".

            Resultó también ventajoso "para el desarrollo de la ciudad la creación en 1776 del Virreinato del Río de la Plata, que comprendía el territorio que ahora firman las naciones de Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Al ver la Corona como una amenaza las incursiones militares y económicas en el Río de la Plata, el Rey convierte a Buenos Aires en la capital de esta nueva unidad administrativa...". En 1779 se creó la aduana, tanto en Buenos Aires como en Montevideo, justamente para dar cumplimiento a las disposiciones emanadas del Reglamento de Libre Comercio: "Los buques de guerra encargados de dar cumplimiento del tratado también podrán llevar esclavos para el comercio".

            Entre 1770 y 1780 aumentó la presencia portuguesa al norte del Paraguay, y desde la zona de Coimbra "un constante flujo de esclavos buscaba libertad hacia el sur. Las ordenanzas reales les garantizaban asilo". Pero se presentaba también otra situación: "La molestia de los españoles por las disputas fronterizas entre el Paraguay y el Matto Grosso, el contrabando que entraba al Paraguay desde Coimbra y el vergonzoso estímulo que los portugueses hacían a las cacerías contra los indios dentro de la Provincia. Los esclavos que buscaban asilo en nuestra tierra eran derivados frecuentemente a los Dominicos para el establecimiento en el Pueblo de Mulatos de Tabapy".

            Entre 1740 y 1806, Buenos Aires recibió 124 buques esclavistas; de ellos, 109 lo hicieron después de 1790, manteniendo este tráfico portugueses y españoles, mientras que las embarcaciones de bandera norteamericana constituyeron una minoría en el comercio de esclavos en el Río de la Plata.

            A las naves cargueras de esclavos que llegaban al Río de la Plata, después de 1791, se les exigía que pasaran primeramente por el puerto de Montevideo, para una inspección sanitaria, y posteriormente los enviaban "al mercado de esclavos donde los alijaban hasta ser vendidos o enviados al interior".

            En 1811, las cortes reunidas en Cádiz prohibieron el comercio de los esclavos, tratándose este tema con varios países, pero al cabo de tres años en el Congreso de Viena declararon: "Que los hombres justos e ilustrados de todos los siglos consideraron que el "Tráfico de negros de África" es contrario a los principios de la humanidad y de la moral universal (...) Todo esto originó el tratado firmado entre España e Inglaterra, realizado en Madrid, el 23 de Septiembre de 1817", por el cual quedaba abolido en todos sus dominios el tráfico de esclavos a partir del 30 de mayo de 1820.

 

            SIGLO XIX

 

            A principios del siglo XIX la trata de negros africanos estaba en pleno apogeo en las regiones del Plata. En el año de la independencia argentina ingresaron al estuario 18 barcos negreros; en 1812 las Provincias Unidas de Buenos Aires prohibieron definitivamente la introducción de esclavos negros en dicha región.

            Ante accesos esporádicos de brasileños al norte del territorio nacional en 1848, don Carlos ordenó al comandante de Villa Concepción rastrear sobre la posible actividad comercial de José Antonio Guerra, "que compraba esclavos y caballos en Gabilancué". Al respecto, el Presidente advirtió: "No es punto de comercio extranjero, tampoco vendemos esclavos y menos exportamos al exterior:..".

            En 1854, don Carlos se vio obligado a emitir la siguiente circular: "Los extranjeros residentes en la capital deberán presentarse a la Colecturía General dentro del plazo de tres días de la publicación del dictamen, con sus respectivos esclavos...", documentándose, de tal suerte, que el Estado cancelará y otorgará la libertad al siervo; mientras, los extranjeros de zonas rurales contaban con 15 días a partir de la publicación del decreto.

            Y por último dice la circular: "Aquellos extranjeros transeúntes que tuvieren también esclavos, si no acataren tal disposición, esos mismos esclavos tendrán derecho a presentarse a la Colecturía General, pero siempre acompañados de la policía, y en este caso el esclavo se beneficiaba con la carta de libertad, mientras el amo pierde el derecho a la indemnización".

 

            DE LOS MESTIZAJES

 

            La Corona española aceptó el matrimonio indio-español, aunque sin promoverlo. Sin embargo, la política hacia matrimonios mixtos con el elemento africano fue diferente. Uno de los motivos fue evitar o prevenir que los esclavos obtuvieran la libertad de sus hijos y aun de ellos mismos. La gran influencia de la clase servil en la sociedad hispanoamericana, sin lugar a dudas, fue derivada de la mezcla de razas. "Desde el punto de vista racial, el negro contribuyó a firmar los más diversos tipos de variedades con europeos e indígenas, denominándose de distintos modos: mulato, la cruza con el blanco; tercerón, la del blanco con la mulata; cuarterón, la del blanco con la tercerona; quinterón, la del blanco con la cuarterona; zambo, lo del indio con la negra o al revés. Luego de varias generaciones, si aparecía un vástago más sombreado que sus padres, era denominado salto atrás". La discriminación racial marginó a grupos, formándose matrimonios entre los miembros de la propia casta, como también fomentó las uniones espontáneas y, por consiguiente, ocasionó el incremento de hijos ilegítimos. Mientras la teoría legal creó una sociedad jerárquica encabezada por blancos, indios y por último esclavos, en la vida práctica estaban los blancos en primer término, mestizos, el grupo de sangre africana y en postrer lugar como clase oprimida: los indios.

            "Al reflejar la autoridad de sus amos, los esclavos negros ocupaban una posición social de superioridad ante indígenas derrotados y conquistados, posición que sabían mantener en virtud de su mejor entendimiento profesional y alto valor cotizable". Una Real Cédula del año 1527 mencionaba que las esclavas debían casarse con negros "... con la orden del matrimonio sería causa de mucho sosiego de ellos y se excusarán otros pecados e inconvenientes". En 1541, otra cédula recomendó el matrimonio entre negros y negras, con fundamentos e informes de que los negros tenían diversidad de mujeres indias. Esperaban las indias que sus hijos nacidos de tales uniones quedaran libres de las pesadas obligaciones.

            En 1574 la Corona estableció que "muchos esclavos, y esclavas, negros y negras, mulatos y mulatas que han pasado a las Indias, y otros, que han nacido, y habitan en ellas han adquirido libertad, tienen granjerías, hacienda, y por vivir en nuestros dominios, ser mantenidos en paz, justicia, haber pasado por esclavos, hallarse libres, y tener costumbre de negros de pagar en sus naturalezas tributo en mucha cantidad, tenemos derecho para que nos paguen, y que este sea un marco de plata en cada un año, más o menos, conforme a las tierras donde vivieran...".

            En 1517, la Corona ordenaba que en vista de la dificultad en cobrar los tributos a negros y mulatos libres, por ser "gente que no tiene asiento, ni lugar cierto, y para esto conviene obligarlos a que vivan con sus amos conocidos". En el Paraguay, Francisco de Alfaro dispuso "que cada varón desde la edad de 18 a 50 años pagase tres pesos de tributo anual, pero como entonces no se conocía allí la moneda... no podían muchos negras y mulatos pagar tal tributo".

            Españoles pudientes y eclesiásticos amparaban para pagar el tributo por esta gente, sujetándola con el servicio del trabajo. "No tardaran mucho aquellos gobernadores en entregar dichos pardos libres a sus favoritos, e importándoles poco que pagasen o no el tributo, haciendo lo mismo con las mujeres y con todas las edades". Situación propicia para que muchos negros huyesen por los pueblos de indios, entregándose a la vagancia, con cierto grado de agresividad, a pesar de existir una Cédula de 1580 que prohibía a negros vivir entre indios que tuvieran o que no tuvieran "contrataciones" con ellos.

            El mulato y el zambo eran conscientes de que si emparejaban con una india o mujer libre, su descendencia dejaba de tributar; esta situación derivó en frecuentes denuncias y largos procesos judiciales, iniciados por los mismos amos, especialmente en lo referente a la tenencia de los hijos habidos en tales condiciones.

            Ajustándose a principios doctrinales de la época, el indio que se casaba con india de otro pueblo, repartimiento o encomienda, seguía en el municipio o encomienda de su mujer; en cambio, el mulato o negro libre y los hijos de ellos no seguían el municipio o encomienda de la mujer. "Esto sería como darles a los mulatos y negros libres mejor condición que los indios", y "esto no debe ser", especialmente cuando por ley estaba mandado que debían tributar.

            El amancebamiento era corriente, aun con un origen legítimo. Por regla general los mulatos nacían esclavos toda vez que siendo hijos de esclavas negras, heredaban la condición jurídica de la madre y, por consiguiente, estaban sujetos a las mismas medidas restrictivas, ya fueran mulatos libres o esclavos. La única opción de la cual disfrutaban era una mayor posibilidad de manumitirse por intermedio de sus padres y si no tenían rasgos africanos predominantes, podían incluso elevarse socialmente, aunque tales casos eran infrecuentes.

            "Durante el siglo XVII prosiguió el proceso de fusión étnica el mestizo se mantuvo en una situación intermedia". Aumentó el número de hijos ilegítimos dejados al cuidado de la madre y acabó formando un grupo culturalmente difuso y socialmente desarraigado.

            "Ser mestizo llegó a convertirse en sinónimo de ilegítimo, generalizándose el prejuicio social". El mestizaje trajo aparejado, en cierta medida, la desestabilización de las encomiendas y por otro lado, el matrimonio entre la misma casta fue altamente beneficioso para los amos, "porque las crías no hicieron sino aumentar el caudal de la hacienda".

            En 1758, el protector general de naturales señalaba al gobernador Jaime San Justo el deterioro y destemple de las encomiendas, aludiendo a motivos perniciosos, como el casamiento de chinas con indios de otras encomiendas y criados libres, gestándose de esa manera el éxodo hacia otras tierras.

            Entonces el Gobernador prescribió: "Las indias que se han divertido casándose con mulatos libres, mestizos y zambahigos sean restituidas a sus pueblos so pena de 50 pesos a las personas que tuviesen en sus casas en tales condiciones...".

            Alrededor del año 1770, la Corona puso especial empeño en prevenir matrimonios socialmente desiguales. Confirmó que la gente de sangre africana debe ocupar un lugar inferior con relación a españoles, mestizos y aun de indios. Al igual que cualquier otro tipo de concubinato, la unión de individuos de raza distinta fue combatida, mientras la Iglesia no hizo otra cosa que acatar las disposiciones reales vigentes. Debido a las distancias, que dificultaban a los interesados contrayentes la realización de diligencias necesarias para matrimoniarse, ya sean de españoles, indios, mestizos y mulatos, en 1672, la Corona emitió una real cédula donde autorizaba a los curas doctrineros la realización de gestiones correspondientes ante el juez eclesiástico.

            Otra real cédula de 1794, enviada al Virrey de Buenos Aires y al gobernador de la Provincia del Paraguay, prohibía la autorización de matrimonios tan desiguales. Con el condicionamiento de matrimonios, la Corona aseguraba dos puntos: brazo indígena y el pago tributario a favor de la caja de la Real Hacienda.

            Era habitual la unión entre castas diferentes. El gobernador interino Joaquín de Alós y Bru, fundamentándose en la real cédula de 1794, pidió informe al cura excusador de la parroquia de Pirayú en el acusado matrimonio que autorizó el lugarteniente de la localidad de Yaguarón a un indio de profesión tejedor, con una mulata esclava. El gobernador replicó que asuntos de esta naturaleza sucedían en forma privada en la Curia Provisoral.

            Ya en los años 1790 a 1791, el gobernador envió una circular a los administradores seculares de pueblos de indios prohibiendo los vínculos de indios con esclavas, con libres y aun con los de otros pueblos, convirtiéndose así los administradores en tutores de indios, en cuya virtud dispuso que ningún casamiento se efectuase en lo sucesivo sin la previa anuencia y consentimiento de los administradores.

            Los vecinos de la provincia consentían dichas uniones con el fin de obtener esclavos en forma disimulada. Los rígidos administradores sometían a los indígenas sin distinción de sexo a los más duros trabajos, y al no soportar la austeridad y miseria, éstos escapaban yendo a otro pueblo-obraje, recibiendo allí el sueldo de seis varas de lienzo del país, siendo aún menor el salario de mujeres que apenas alcanzaba cinco varas. En tales condiciones se trasladaban a Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires, donde emparejaban.

            En la mitad del siglo XVIII se evidenció el cruce de mulatos y zambos con indios o con mestizos paraguayos, por lo que la tez negra pura iba desapareciendo. El interés de las mujeres indias en casarse con hombres libres españoles, indios o negros, pero libres de la mita, era para liberar a sus hijos, pues por medio del hombre, la mujer y los hijos eran reconocidos socialmente. En cambio, "el mulato, fruto de la mezcla del blanco con negra, quedaba marcado con el doble estigma de su origen servil y espurio... Negros y mulatos libres estaban excluidos sistemáticamente del sacerdocio y aun después de libres no podían portar armas".

            Como vemos, el esclavo no tenía personalidad civil; por lo tanto, en todos los aspectos era equiparable a un menor de edad.

 

 

            ÉPOCA FRANCISTA

 

            En 1825, el Dr. Francia prestó consideración especial a los patricios integrantes de la tropa arreglada, y ordenó a los curas de la campaña "casarles libremente para evitar costos y diligencias". Como el Dictador cimentó su poder en el ejército de morenos, les concedió ciertos privilegios no contemplados durante la colonia. Así, el cura Anastasio Gutiérrez, de San Lorenzo del Campo Grande, dejó escrito que "el Dr. Francia convirtió a los morenos del Estado en patricios, dándoles tierras para establecerse en él". Y a continuación señalaba: "Siendo los morenos criados del Estado, debemos mirarlos con respeto y no confundirlos con los negros y vagos".

            En 1828, el Dr. Francia prohibió a los extranjeros contraer matrimonio sin su expresa anuencia. Esta disposición afectó a todos los no nativos de la República de cualquier color, clase o condición. El mandato fue comunicado al párroco del partido del Campo Grande y los demás distritos. Durante el gobierno de don Carlos se prosiguió con la misma modalidad. En las fuentes se puede notar la cantidad de pedimentos y licencias entre castas diferentes, acentuándose el mestizaje.

 

            COMPRA, VENTA Y REMATE DE ESCLAVOS

 

            La navegación por el océano en los navíos de trescientos a quinientas toneladas constituía para aquella época una aventura, por la amenaza de otros buques enemigos y corsarios. Los esclavos "viajaban engrillados en las bodegas de los barcos en cuyos pisos, superpuestos, solo podían estar acostados o sentados"

            Como ya se indicara, los traficantes recurrían a las regiones africanas de mayor densidad demográfica para la captura de personas, especialmente desde la costa occidental hasta el Congo. Además, desde el Senegal y la desembocadura del Níger y el mismo Congo, prefiriéndose "esclavos de esas zonas por ser más robustas, buenos trabajadores y afables en el trato, de mucha blandura y docilidad". Una vez desembarcados "se procedía al palmeo, o sea a la valuación oficial y la medición de las cabezas del negro. La estatura de cada esclavo era apreciada con una varilla de madera en la que estaban marcados los palmos y sus facciones, haciéndose deducciones por defectos físicos, como ser: enfermedad, raquitismo, deformaciones, pérdidas de miembros, dientes u ojos, extrema juventud o vejez.

            "La individualización de los esclavos introducidos hacíase mediante las denominaciones siguientes: cabeza de negro o cabeza de esclavo, era todo individuo de cualquier edad, sexo y condición; pieza de Indias, era todo hombre o mujer desde quince hasta los veinte y cinco o treinta años, de complexión robusta, sin taras ni defectos, y con todos sus dientes; un cuarto media pieza o cuatro quintos de pieza, correspondían a los que por edad, estatura o salud no llegaban a llenar las anteriores condiciones; negro bozal era un recién llegado de África; ladino, el que ya había estado en esclavitud durante un año en América; negro de asta... una cabeza de esclavo que llegaba a la medida denominada asta; muleque era el negro bozal de siete a diez años; muletón, el negro bozal de diez a quince o diez y ocho años".

            Las primeras compras de esclavos para nuestra provincia fueron realizadas en el puerto de Buenos Aires, los que fueron luego introducidos a Asunción, donde fueron revendidos, y a medida que aumentaba la población mestiza de ascendencia negra, la compra-venta de esclavos redújose dentro de los límites de la provincia.

            Alude un documento que en 1544, preso Alvar Núñez por los oficiales reales en Asunción, le embargaron todos sus bienes, entre los cuales se encontraba un esclavo negro, llamado Juan Blanco, comprado por Luis Ramírez en 600 pesos oro en nuestra ciudad. Sigue diciendo: El esclavo "maltratado, desnudo y mal proseydo, su amo preso quiere poner el dicho esclavo en depósito de una persona para que lo tenga, lo alimente, cure y dé lo que hubiere menester".

 

            EL REMATE DE ESCLAVOS

 

            El proceso de remate efectuábase de la siguiente manera: Los oficiales de la Real Hacienda pregonaban en la plaza pública y adjudicaban al mejor postor. Una niña de 6 años fue vendida en 44 pesos a Tomás de Garay, vecino de la ciudad de Asunción.

            "Los precios de esclavos como mercancía en sí tuvieron las alternativas de toda transacción comercial. Así, además de los fletes, gravitó el recargo resultante de la política arancelaria, de impuestos extraordinarios, de aduanas y aduanillas".

            Al esclavo negro "se lo vendía, permutaba, hipotecaba y daba en préstamos como si fueran cosas. Con frecuencia el niño era vendido por el amo que conservaba el dominio de la madre, y en los casos de partición de herencia, lo habitual era que las familias se disgregaban, atribuidas a distintos herederos y hasta acreedores de la testamentaria". Sin embargo, con la formación de estancias del Estado y feligresías, estas últimas, a cargo de religiosos, se fomentó la cohesión de algunos grupos.

            Ahora bien, "podían ser propietarios de esclavos, a diferencia de encomenderos de indios, cualquier persona natural o jurídica, con la sola excepción de los mismos esclavos".

 

 

 

            "SUERTE DE NEGROS... "

 

            La suerte de los esclavos, lógicamente, fue dolorosa, y para indicar que la importación de negros era legítima, procedían a carimbarlos en los puertos. Así, los directores del Real Asiento de Inglaterra, Juan Spackman y Enrique Faure, en 1733, en el puerto de Buenos Aires, certificaron haber vendido a Juan de la Palma dos negros y dos negras bozales castas de Angola, "uno de los varones con marca en el hombro derecho, las dos hembras con la misma marca en el hombro izquierdo". Los asentistas expedían constancia de compra-venta a los revendedores especuladores.

            Por una real orden del año 1789, retransmitida desde Buenos Aires al gobernador intendente del Paraguay, el Rey hizo saber que "me he dignado en abolir enteramente y para siempre la práctica, establecida por antiguas reales disposiciones de marcar a esclavos en la entrada por los puertos, específicamente en el rostro o espalda".

            Un ejemplo claro nos muestra que el esclavo constituyó una mera propiedad. Una de las ventas realmente llamativas fue la realizada en 1761 por Pedro García, residente de Asunción. Vendió un esclavo de 24 años llamado Francisco a don Antonio Pachón, y otorgó papel de venta ante un escribano de "La Santísima Trinidad, puerto de Santa María de Buenos Aires. Algunos comerciantes radicados en Asunción sacaban esclavos de la provincia, traficaban y revendían en el mercado del puerto de Buenos Aires. También comercializaban en lotes. En 1775, en Asunción, Juan de la Guardia comercializó 16 piezas de esclavos en 6.000 pesos a Francisco Isasi.

            Una real cédula de 1692 exigía a los comerciantes otorgar escrituras de venta para ambos casos: en lotes y al menudeo. Como el convento de Predicadores de Santa Catalina Virgen y Mártir fue depositario de cierto número de esclavos, el virrey del Río de la Plata, Pedro Meto de Portugal, por un intermediario, Gregorio Thadeo de la Cerda, solicitó al mismo la compra de dos criados "que debían de ser paraguayos, sugiriendo que uno de ellos fuese Juancho el Barbero y el otro, de los más blancos de buen aspecto, proponiendo a Vicente Sabela; a su vez pedía el avalúo a fin de abonar el importe correspondiente y el envío del esclavo lo antes posible para el servicio de la estancia":

 

            NEGROS POR YERBA

 

            Ya más tarde, era usual la venta de esclavos a cambio de la yerba mate por comerciantes particulares, a fin de evitar el pago de impuestos. Así vemos que en 1756 el capitán Juan Antonio de Acosta, vecino de Villarrica del Espíritu Santo, vendió a la esclava Ascencia en cuatrocientos arrobas de yerba de palos, de la que se trafica en la provincia. María Julia Caballero, residente en Villarrica, vendió una esclava, Teresa, de 21 años, que obtuvo por herencia materna por 200 pesos de plata y 100 arrobas de yerba, libres de impuesto de alcabala.

            Al tener en cuenta la condición jurídica del esclavo, "en nuestro país, al igual que en otros, constituía un bien o cosa valiosa, por lo tanto eran factibles de operaciones comerciales. La venta, la transmisión por herencia y la hipoteca de esclavos eran corrientes y se hacían con todas las formalidades de la ley".

            En el año 1801, en Villarrica, don Isidro Álvarez Mendoza y doña María Marcelina del Villar, marido y mujer, vendieron un esclavo menor de edad como de seis años, de color pardo. La esposa declaró que le pertenecía por recompensa de sus bienes dotales y autorizó al marido a invertirlo en sus negocios, y este lo hizo con un mercader residente en la suma de 100 pesos de plata corriente.

            De gran ventaja constituía para el amo cuidar de sus esclavos desde el punto de vista material, "descansando la apreciación del esclavo en su valor de pieza, detesta que se compra y se vende, que se multiplica y perece; la buena conservación y aprovechamiento ya son razones suficientes para ello".

 

 

 

            ESCLAVOS DE CONVENTOS

 

            Todas las congregaciones religiosas tuvieron esclavos los que, en la mayor parte de las veces, eran comprados por los clérigos para las haciendas. Con el posterior desarrollo de las comunidades, aumentó también el número de siervos, y a estos se sumaron aquellos llegados por otros canales, donaciones en vida o mandas testamentarias, de señoras piadosas que deseaban misas, rosarios y novenas después de su muerte.

            Los sacerdotes religiosos sabían que el esclavo constituía un elemento esencial dentro de la estructura de la hacienda, más cuando podían sustituirlos con facilidad "la duración de su vida cede en importancia, mientras dura su productividad.

            Durante el gobierno del Dr. Francia la clase distinguida fue afectada por medidas tomadas por el Dictador. "Con el rompimiento del poder económico de los Yegros, Montiel, Caballero y otras familias, el mercado principal de esclavos disminuyó".

            Con la extinción de conventos bajo el gobierno del Supremo, la estancia de Tabapy de los dominicos pasó a ser propiedad estatal. Según el informe del jefe urbano en 1848, existían 634 esclavos, excluyéndose 189 libertos y algunos inválidos. El valor total de esclavos se estimaba en 23.400 pesos, puestos todos en venta con pregón y remates, pero abundaban las quejas de los postores por la calidad y precio. Para instalar esclavos sobrantes voceaban día tras día hasta encontrar el mejor ponedor. Durante el gobierno de don Carlos, las esclavaturas del Estado, especialmente de Tabapy, constituyeron "un mercado de esclavos", cuyo estado remanente depositaban en la caja estatal; claro que el Estado daba cierta ventaja: "La tasación era más baja que la particular".

            El decreto de la Libertad de Vientres, vigente a partir de 1843, "señaló la gradual extinción de la esclavitud en un futuro cercano; pero, claro, un liberto no valdría igual que un esclavo perpetuo, y año tras año los esclavos disponibles serían más viejos con menos años de utilidad". Era notable la baja de precios durante el siglo XVIII, y quizás hasta 1820 se pagaban 500 pesos por un esclavo bueno, sano, fuerte e inteligente; pero entre 1850 a 1860, tal esclavo hubiese costado menos de la mitad. Los documentos atestiguan que varios esclavos fueron adquiridos por la familia López, como también por personas acaudaladas, para destinarlos a las estancias; como ejemplo, Benigno López solicitó comprar un esclavo, Serapio Cabañas, de 34 a 35 años, para el servicio de su estancia de Catiguá, y ofreció pagar 100 pesos metálicos. En 1861, Francisco Solano López propuso comprar al Estado dos esclavas que fueron de los suprimidos conventos de los dominicos y franciscanos: una de 24 años, con un hijo liberto de 5 años, y otra de 23, con una hija de 2 años, dando 150 pesos por cada una de las esclavas y 35 pesos por el liberto de 5 años.

            En 1866, esclavos y libertos fueron reclutados para el ejército, "mostrándose el Mariscal siempre reticente a esta integración, lo que significaba también una tácita liberación del status del esclavo (...) En el barrio de La Encarnación, 28 dueños entregaron a sus esclavos para el ejército, pero cobraron indemnización por la liberación según la misma propuesta del gobierno, aunque simultáneamente proseguía la venta de esclavos en posesión de las particulares. Un esclavo joven, de unos 20 años, sin enfermedades ni vicios conocidos, valorábase entonces en 100 a 200 pesos".

 

            RELACIÓN SIERVO-AMO Y COMPORTAMIENTO DEL ESCLAVO

 

            "El sistema esclavista fue instaurado y mantenido por la violencia. Azotar a los esclavos no implicaba solo un castigo; era también, una manera de dominarlos, de amedrentarlos y recordarles su servidumbre...". En el estado de sumisión en que se encontraban, no tenían otra alternativa, y como rechazo al régimen ocasionaban fugas, rebeliones, vagabundajes y revueltas.

            Por tales motivos, la Corona de España lanzó una real cédula en 1541. La misma afirmaba y prescribía: "Son los negros de los encomenderos muy perjudiciales en los pueblos de indios, porque los ayudan a embriagueses, vicios y malas costumbres, hurtan sus haciendas y hacen otros muchos daños, y porque conviene prevenir el remedio para que de ninguna forma tengan con los indios contratación, comercio, ni comunicación, mandamos que la justicia haga guardar y cumplir lo ordenado... que no vivan con los indios y se les excuse todo género de comunicación, castigándolos con rigor.

            En 1543, Diego Bretón, esclavo de Ñuflo de Chávez, fue procesado por intento de fuga a la otra banda del río Paraguay, región de indios infieles; el alcalde mayor, a través del gobernador Alvar Núñez, enjuicia al negro, "y le dan 200 azotes a sufrir por las calles y un año de destierro para los bergantines". También los encomenderos brindaban hospedaje a esclavos evadidos a cambio del salario jornal.

            A raíz de ello, el gobernador Martín de Barúa dictó un bando sobre la administración de la provincia y acotó "que ninguna persona de cualquier calidad y condición se atreva ni tenga en su casa, charra y estancia, o cualquier otro lugar; esclavo huido, especialmente sin consentimiento del dueño, con apercibimiento de pagar al amo del esclavo los jornales de trabajo".

 

            CASTIGOS DURANTE EL 2° CONSULADO

 

            Por disposición del gobierno consular los jueces estaban obligados a inflamar acerca de todas las causas atendidas cada determinado tiempo. En el año 1843 se dan estos casos: Felipe Ávalos, pardo libre, vecino de Villarrica, preso por ladrón incorregible, logró escalar el techo de la cárcel con el fin de fugarse; el reo recibió como castigo 200 azotes y luego fue destinado al obraje público.

            Pedro Nolasco, esclavo del suprimido convento de San Francisco, actual sirviente del Estado, preso por robar un estribo de plata, fue deportado a la Villa del Salvador.

            Al pardo libre Manuel Antonio Saucedo, de Itauguá, detenido por ladrón y huidor, por suprema orden lo exportaron al Fortín Gabilancué, de donde se fugó; más tarde fue prendido en Guarambaré y se le aplicaron 100 azotes, para luego remitirlo al obraje del Estado.

            Francisco Antonio Sugasti, pardo libre, vecino de Itauguá, soltero, labrador, acusado de ladrón ratero desde su infancia, fue condenado a 50 azotes y a trabajos públicos por espacio de un año.

            Rosario Carvallo, parda libre asuncena, privada de libertad por ladrocinia, fue depositada en la vivienda de Juan José Jiménez "para que la contenga de sus excesos".

            La administración de la justicia, tanto en la época del Dr. Francia como en la de don Carlos Antonio López, se realizó sobre la base de leyes vigentes durante el coloniaje. Durante el período de gobierno del Dr. Francia, "los tipos de crímenes cometidos y castigados" eran los mismos "conocidos por la jurisprudencia de la época, proporcionando una población anual media de 450 a 500 convictos". Con los sucesos expuestos deducimos que "Las esclavas en servicio manifestaron mayor decisión y agresividad en comparación a esclavos. Ellas respondían a la relación interpersonal permanente y constante con el año, porque atendían las actividades propias de la mujer en el hogar que no era suyo; es aquí donde se hace notoria y fuerte la condición de servidumbre. La misma dependencia recíproca generó odio y violencia".

 

 

 

            ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD EN EL PARAGUAY

 

            En el mes de octubre de 1842 llegó repentinamente al Paraguay el enviado de S. M. británica. Mr. Gordon, para urgir la independencia paraguaya. Además exigió la abolición de la "trata de lo que S. M. hacía condición fundamental. Fue así como al mes siguiente, noviembre de 1842, un Congreso declaró solemnemente ambas medidas, la trata a través de una 'Libertad de Vientres', sobre papel, que de hecho y derecho dejó sustancialmente con vigencia la esclavitud".

            Carlos Antonio López se percató de la "gran angustia económica que seguiría a una liberación total de aquellos. Comprendió también que la abolición de la esclavitud, por decreto, tendría el mismo significado que una ley confiscatoria contra todos los terratenientes importantes del Paraguay. Además, su ley de creación de salarios estaba todavía a prueba y no podría sobrevivir un repentino aumento de trabajadores con derecho a ser remunerados"

            Fue así como el 24 de noviembre de 1842 decretó la "Libertad de Vientre de las esclavas", con la tácita prohibición del tráfico de esclavos. El contenido de sus determinaciones daba a entender un cierto arrimo temporal: los nacidos a partir de esa fecha tendrían el status de "libertos" de la República; sin embargo, los varones estaban obligados a servir hasta los 25 años y las mujeres hasta los 24, dependiendo así de sus tutores o patrones, y "si los tutores no cumplen con la educación, ejemplo y moral, perderían el derecho de patronato, quedando los libertos en depósito judicial". Además, "prohibía sacar esclavos o libertos menores de edad y no se admitían los esclavos prófugos de otras provincias (...) Los extranjeros no tenían derecho a la compra de tierra y de esclavos; todo esclavo que se hallare en poder de un transeúnte quedaría liberado siempre que fuera natural del Paraguay". En el período de López, "... el Paraguay inicia la expansión de la industria bélica, apoyada en el desarrollo de una infraestructura, en donde el país hasta ayer era puramente agrario. Este resurgimiento de la técnica y la industria promueve un gran movimiento de esclavos locales".

            A su vez, la nueva ley contemplaba la devolución de esclavos fugitivos a sus dueños. A través de ella, el gobierno buscó y obtuvo algunos reconocimientos de nuestra independencia, especialmente del Brasil, para quien el tema de los esclavos huidos representaba una importancia capital. Sin embargo, el gobierno de Buenos Aires durante el gobierno de Juan Manuel Rosas, desconocía al Paraguay como Estado independiente y recién en 1853 suprimió la esclavitud constitucionalmente.

            Don Carlos, más práctico que humanitario, en el artículo 60 de la libertad de Vientres prohibía a los amos la tasación de niños lactantes menores de tres años, dejando la misma a criterio del interesado. De esta forma la ley prevenía un problema social y económico: niños menores desamparados, lo que implicaría una carga económica para el Estado, aunque el precepto constituyó un avance jurídico en materia de protección al menor, por lo menos en forma temporaria.

            Sobre este fenómeno, podemos ver en la época, dos ejemplos diferentes: la Colecturía General recibió de Francisco Solano López la suma de 150 pesos por compra de una esclava, Ramona Martínez, y más 35 pesos por el hijo, llamado Eugenio del Pilar, liberto de la República; y por Vicencia Inés Carvallo también abonó la suma de 150 pesos, mientras que la hija liberta en edad de lactancia no fue separada de la madre, beneficiándose el comprador.

            En 1851, Lincoln tomaba el poder en los EE.UU., triunfaba el Partido Republicano, pues el gobierno anterior por más de treinta años "había estado en manos de los partidarios de la esclavitud". Ese mismo año llegaba al Paraguay M. Charles Wasburn, en cumplimiento de la misión que le fuera confiada por su gobierno, referente a la cuestión de arbitraje, como también de la abolición de la esclavitud.

            En octubre de 1863, el Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay envió un oficio a José Rufo Caminos, quien en ese momento se desempeñaba como cónsul general del Paraguay en la Argentina, comunicándole que el presidente Francisco Solano López concedía licencia para aceptar la nominación de Vicepresidente Honorario de la Sociedad Abolicionista "Instituto África". Posteriormente La misma comunicación se puso a conocimiento del ministro residente de los Estados Unidos en Asunción. En ese entonces el Paraguay se preparaba ante un eventual conflicto bélico con países vecinos.

            Iniciada la guerra con el Brasil, "las considerables pérdidas humanas del ejército paraguayo en el primer año de la contienda motivaron un primer enrolamiento de esclavos en 1865 (...) Una segunda leva precedida de una ley que autorizaba la donación o la venta de esclavos por particulares al gobierno se dio a mediados de 1866 (...) Unos seis mil esclavos provenientes de las estancias del Estado y establecimientos de particulares fueron distribuidos en los distintos cuerpos del ejército (...) El censo de esclavos aptos para llevar las armas había elevado el número a 10.000 en mayo de 1866, y luego de la batalla de Curuzú (1867) el Mariscal ordenó la emancipación en masa".

            Siendo Joaquim Nabuco ministro de Justicia del Brasil, este sugirió al emperador Pedro II "rescatar esclavos para servir en el ejército". A raíz de ello, un gran número de esclavos engrosaron las tropas brasileñas. Continúa Nabuco: "Los esclavos comprados son libertos y por lo tanto ciudadanos; antes de ser soldados, son ciudadanos (...) Así se hace, al mismo tiempo y por el mismo acto, un servicio a la emancipación, que es la causa de la civilización y un gran servicio a la guerra".

            Después de la batalla de Curupayty, los brasileños alistaron 25.000 esclavos para la lucha contra el Paraguay. Menciona el autor que "estos esclavos negros recibieron tierras en el Paraguay". "El conde pasó inmediatamente revista a su ejército repartiendo documentos y elocuentes proclamas, mostrándose dispuesto a obrar con toda sinceridad".

            El 2 de octubre de 1869, el gobierno constituido por Carlos Loizaga, Cirilo Antonio Rivarola y José Díaz de Bedoya decretaba:

            Artículo 1º. Desde hoy queda extinguida totalmente la esclavitud en todo el territorio de la República.

            Artículo 2°. A los seis meses de la promulgación del presente decreto, será igualmente libre todo individuo, cualquiera sea su condición anterior, por el solo hecho de pisar territorio paraguayo".

            "Para 1870, Paraguay dicta la Constitución, con una definida influencia del pensamiento argentino, y en el artículo 25 ratifica la suspensión de la esclavitud". De esta manera la abolición de la servidumbre en el Paraguay benefició a 450 sobrevivientes de la guerra.

            "Aun después de su abolición, la esclavitud puede dejar lamentables secuelas, como los estereotipos racistas en la mentalidad de las antiguas colonias. Entre aquellas que han sido sus víctimas, la esclavitud puede persistir como estado mental aun después de haberse abolido".

 

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Fuente digital: www.abc.com.py

Registro: Agosto del 2012






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