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ARTURO RAHI (+)

  CREACIÓN DE BANCOS : 1907 - BANCO DE LA REPÚBLICA (Por ARTURO RAHI)


CREACIÓN DE BANCOS : 1907 - BANCO DE LA REPÚBLICA (Por ARTURO RAHI)

CREACIÓN DE BANCOS : 1907 - BANCO DE LA REPÚBLICA

Por ARTURO RAHI

 

 

 

CREACIÓN DE BANCOS : 1907 - BANCO DE LA REPÚBLICA

 

Por ley del 26 de Diciembre de 1907, el gobierno autorizó la apertura del Banco de la República. La ley de creación habla de un banco mixto, es decir con un capital y una administración integrados conjuntamente por los representantes de los accionistas privados y del estado paraguayo.

El capital del banco fue fijado en $ 20.000.000 oro sellado, dividido en acciones de $ 100 oro sellado cada una. La primera serie de $ 6.000.000 oro sellado suscrita de la siguiente manera: $ 2.000.000 oro sellado por el gobierno paraguayo y $ 4.000.000 oro sellado por accionistas particulares.

Para iniciar sus actividades, el banco debería tener suscritas el 25% de sus acciones integradas de la primera serie, es decir $1.500.000 oro sellado, debiendo integrarse el 100% al año de su funcionamiento.

Sin embargo, hay que recalcar que pese a la calidad de mixto que se daba al banco en la ley, y a la obligación que el gobierno asumió en la integración del capital, éste nunca aportó un solo centavo.

Tal vez esa es la razón por la que no intervino en su administración, con las críticas consiguientes, como veremos más adelante.

El banco estaba autorizado a realizar cualquier operación de depósitos en cuentas corrientes y plazo fijo, y otorgar créditos con garantías y a sola firma, operaciones estas comunes a las instituciones financieras, encargarse de administrar el dinero del Tesoro Nacional y ser depositario del dinero de todas las reparticiones gubernamentales.

Los créditos del banco gozarían de los mismos privilegios que los créditos del Estado Paraguayo. Podía también habilitar una Sección Hipotecaria que operaría con la emisión de Cédulas y también, cuando lo creyere conveniente o necesario, estaba autorizado a abrir un Monte Pío que se encargaría de los préstamos prendarios y de ahorros.

Por ley del 25 de Septiembre de 1914, el banco fue autorizado a emitir billetes que tendrían fuerza cancelatoria obligatoria en todo el territorio de la República. Esta emisión debería tener siempre un encaje en metálico representando por lo menos la tercera parte de la emisión, calculado sobre la base de $ 1 oro sellado igual a $ 10 en billetes de curso legal.

Esta emisión monetaria nunca debería exceder del 200% del capital integrado, salvo que este exceso tuviera una cobertura metálica del 100%. Todas las emisiones se harían siempre con la supervisión de los representantes del gobierno, aunque esto no se pudo cumplir por lo que ya explicamos de la ausencia de estos representantes en la administración del banco.

La apertura oficial de las puertas del banco se realizó el 1° de Junio de 1908, coincidiendo tal como la historia nos cuenta, con el inicio de las revoluciones de Albino Jara, que tanto daño hicieron al país y que no tuvieron fin hasta la muerte del mismo Jara en Paraguarí el 14 de Mayo de 1912.

Al parecer los Directores se aprovecharon de las malas condiciones políticas del país, y no cumplieron con ciertas obligaciones que tenía el banco de emitir billetes y reemplazara los anteriores entonces en circulación, a un tipo de conversión determinado, sino que se dedicaron a especular con el valor de estos billetes, utilizando el capital del banco para tales menesteres y beneficiándose con la suba del oro sellado, consecuencia lógica de las convulsiones políticas.

El banco debía estar administrado por un Directorio compuesto de nueve miembros titulares y seis miembros suplentes. Tres de los directores titulares debían ser nombrados por el gobierno y el resto por la Asamblea de Accionistas.

El Banco operó exitosamente en los años que siguieron. Una sucursal fue abierta en la Ciudad de Concepción en fecha 30 de Junio de 1913. Sin embargo al final del año de 1914, el banco enfrentó inconvenientes y no pudo pagar dividendos, lo que nos está diciendo de algún signo de irregularidad en el mercado financiero o en la administración del banco, lo que no era extraño para la época.

El 25 de Septiembre de 1914, la Carta Orgánica del banco fue modificada. Pero lo que más llama la atención es que pese a tratarse de un banco mixto, el estado paraguayo no tenía hasta entonces, un solo representante en el Directorio, pese a que tenía derecho a tres. Eso daba lugar a la acusación de que el directorio del banco realizaba operaciones de especulación con la moneda nacional, situación esta, de la que el estado o por lo menos algunos de sus personeros, tenían su parte de responsabilidad y sus ventajas al no intervenir en la administración, tal como la ley establecía.

Por otro lado, el Banco operaba exitosamente, pero incurriendo en el mismo error de otros de la época, dando prioridad a operaciones hipotecarias sin control alguno. La inmovilización de su capital y depósitos en operaciones hipotecarias ya era evidente en 1918, en que el 37% de su activo exigible estaba compuesto de este tipo de operaciones. En 1922/23 el banco tenía inmovilizadas las 2/3 partes de su capital y depósitos, y ya no pudo pagar dividendos.

Sin embargo hay que recordar una vez más que la fiebre especulativa que se desató en nuestro país allá por 1917 como consecuencia de la enorme valorización del precio del ganado, por la gran demanda de carne, de parte de los países participantes de la primera guerra mundial, hizo que mucha gente, demasiado seguramente, se endeudaran con los bancos buscando entrar en el negocio de la carne. La brusca e inesperada caída de los precios, como consecuencia de la finalización también inesperada de la guerra, hizo que estos deudores, hipotecarios la mayoría de ellos, se declararan incapaces para cumplir con sus compromisos, arrastrando a los bancos en una caída que se fue generalizando en todo el país, creando una gran crisis en el pequeño sistema financiero nacional.

Se acusaba al banco de obtener grandes ganancias en operaciones de cambios realizadas al mejor estilo de lo que muy luego se conocería como "bolsa negra". "Nadie se olvida que el banco detrás de sus mostradores, jugaba al agio cuando en sus ventanillas se negaba al público la venta de papel argentino, y en cambio lo vendía por numerosos corredores especiales" (Berthomier, libro citado, pág. 97, segunda parte). Este mismo negocio lo hemos conocido en nuestros bancos en diversas oportunidades en años posteriores.

El Banco de la República, contrariamente a los demás bancos existentes entonces, no se acogió a la ley de moratoria de 1920, que el gobierno dictó para salvar la situación desesperante en que se encontraba el sistema bancario. Evidentemente que sus ingresos extra bancarios le dieron la oportunidad de sortear los escollos que la crisis ponía en su camino.

Durante los años siguientes, el banco siguió operando y pagando dividendos pequeños pero sin interrupción. Sin embargo es evidente que no pudo finalmente sustraerse a las consecuencias de su mala administración. La inmovilización de su capital y depósitos no tuvo solución, como no podía tenerla en una situación de profunda crisis, en donde los bienes inmobiliarios no podían ser realizados al momento, o por lo menos en el momento en que se hacía necesario, y el banco, conforme con lo resuelto en la Asamblea General de Accionistas del 19 de Mayo de 1930, cerró sus puertas y fue liquidado.

La liquidación del banco fue considerada en su momento como un negocio para sus directores y accionistas. Estos culparon al gobierno de sus problemas, aduciendo que la no integración de su parte del capital imposibilitó al banco a desarrollar correctamente sus negocios. Sin embargo Berthomíer, recogiendo los comentarios de la prensa de aquel entonces y que él mismo lo vivió, analizó los negocios del banco y llegó a la conclusión de que la caída de éste, "se debe única y sencillamente al Directorio" (Berthomier, libro citado, pág. 100). Es decir a la mala administración y a la falta de un control adecuado de sus operaciones.


 

 
 

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LA MONEDA Y LOS BANCOS EN EL PARAGUAY

Obra de ARTURO RAHI

 Ediciones Comuneros. Asunción – Paraguay,

1997 (253 páginas)

 


 

 

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