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JUAN SINFORIANO BOGARÍN (+)

  JUAN SINFORIANO BOGARÍN - OBISPO PARAGUAYO Y GRAN PATRIOTA 1863-1949 (CARLOS HEYN SCHUPP, SDB) - Año 2011


JUAN SINFORIANO BOGARÍN - OBISPO PARAGUAYO Y GRAN PATRIOTA 1863-1949 (CARLOS HEYN SCHUPP, SDB) - Año 2011

JUAN SINFORIANO BOGARÍN

OBISPO PARAGUAYO Y GRAN PATRIOTA (1863-1949)

 

CARLOS HEYN SCHUPP, SDB

 

Editorial EL LECTOR

COLECCIÓN PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA Nº 13

www.ellector.com.py

Tel.: 595 21 491966// 610639

Director General: PABLO LEÓN BURIÁN

Coordinador Editorial: BERNARDO NERI FARINA

Director de la Colección: HERIB CABALLERO CAMPOS

Diseño de Tapa: DENIS CONDORETTY

Asunción – Paraguay

2011 (160 páginas)

 

  

CONTENIDO

 

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

I - MARCO HISTÓRICO. RESEÑA BIOGRÁFICA

1. UN ACONTECIMIENTO TRASCENDENTE

2. PARAGUAY Y ASUNCIÓN AL FINAL DEL SIGLO XIX

3. LUGAR DE NACIMIENTO Y FAMILIA

4. SU INFANCIA Y JUVENTUD

5. HACIA EL SEMINARIO

6. FORMACIÓN Y CUALIDADES

7. SACERDOCIO Y PRIMEROS CARGOS

8. EN LA TERNA ECLESIÁSTICA Y PROPUESTA DEL GOBIERNO

9. SITUACIÓN DE LA ÚNICA DIÓCESIS DEL PARAGUAY EN LA ÚLTIMA DÉCADA DEL SIGLO XIX

10. EL CLERO PARAGUAYO

11. AUTORES Y ENSAYOS SOBRE MONSEÑOR BOGARÍN

12. PERSONALIDAD EXTRAORDINARIA COMO OBISPO Y COMO PATRIOTA. SU INFLUENCIA EN EL PAÍS

 

II - OBISPO. SUS TRES VIAJES A ROMA

1. SU ELECCIÓN Y CONSAGRACIÓN COMO OBISPO

2. SUS PRIMEROS SECRETARIOS EPISCOPALES

3. LA PRIMERA DE SUS PASTORALES

4. PRIMER OBISPO DEL PARAGUAY QUE CONTACTA CON EL PAPA DE ROMA

5. EL PRIMER CONCILIO PLENARIO LATINOAMERICANO

 

III - SU CONTACTO CON EL PUEBLO. "LA PASIÓN DEL ESPACIO" EN SU VIDA 

1. ENCARNACIÓN CON SU PUEBLO 

2. VIAJAR PARA EVANGELIZAR Y PARA CONOCER PERSONALMENTE 

3. PARAGUAY: "HOMOGÉNEO Y DISPAR"

4. LAS TRES GIRAS PASTORALES GENERALES DE BOGARÍN POR TODO EL PARAGUAY

5. LOS TRES VIAJES A ROMA "AD LIMINA"

6. UN PARAGUAYO QUE MEJOR CONOCIÓ A LOS PARAGUAYOS

7. EL PARAGUAYO "MÁS AMADO POR LOS PARAGUAYOS"

 

IV - LA REESTRUCTURACIÓN ECLESIÁSTICA ASCENDENTE

1. ATENCIÓN Y PROMOCIÓN DE "SU" CLERO PARAGUAYO

2. SU CURIA DIOCESANA DURANTE EL EPISCOPADO 

3. LOS SALESIANOS Y OTROS RELIGIOSOS

4. ERECCIÓN DEL ARZOBISPADO Y DE LA NUEVA PROVINCIA ECLESIÁSTICA DEL PARAGUAY 

5. LA IMPOSICIÓN DEL PALIO ARZOBISPAL

6. OBISPOS SUFRAGÁNEOS DE CONCEPCIÓN Y CHACO Y DE VILLARRICA. 

7. ORDENACIÓN DE SACERDOTES 

8. EL MODERNO SEMINARIO DE ASUNCIÓN

9. EL OBISPO ANÍBAL MENA PORTA 

10. PRINCIPALES EVENTOS DURANTE EL EPISCOPADO DE MONSEÑOR BOGARÍN

 

V - RECONSTRUCTOR MORAL Y PACIFICADOR DE LA NACIÓN 

1. EL HOGAR. AMANCEBAMIENTOS Y MATRIMONIOS CRISTIANOS

2. SU PRÉDICA DE VERDADERO PATRIOTISMO Y HONESTIDAD

3. LAS PRÁCTICAS RELIGIOSAS EN EL PAÍS 

4. APÓSTOL DE LA FRATERNIDAD DESDE EL COMIENZO Y DE LA PACIFICACIÓN DEL PAÍS

5. SEGUIDILLA DE REVOLUCIONES 

6. LA GUERRA DEL CHACO. LAS CAPELLANÍAS. 

8. EL TRABAJO Y EL AHORRO

 

VI - SU INGENTE "LABOR PASTORAL" 

1. NUEVAS CONGREGACIONES 

2. LAS ORGANIZACIONES LAICALES 

3. LO PRIMERO EN SU PASTORAL: LA FAMILIA

4. SUS DOS IDIOMAS NACIONALES 

5. LOS VALORES DE LA FE CRISTIANA ANTE OTRAS DOCTRINAS

6. PALADÍN EN LOS PROBLEMAS SOCIALES 

7. PREGONERO DE LA UNIDAD DE LA NACIÓN

8. SU PASTORAL DIRIGIDA A CAMPESINOS, OBREROS, ESTUDIANTES 

9. EL MONUMENTO DOCTRINARIO 

10. DÍA GLORIOSO DE SU FALLECIMIENTO 

 

CONCLUSIÓN 

SÍNTESIS FINAL 

FUENTES CONSULTADAS 

EL AUTOR

 

 

 

PRÓLOGO

 

         Este libro sobre Juan Sinforiano Bogarín es el resultado de años de investigación por parte de un destacado sacerdote que además de cumplir con las tareas propias de su ministerio se dedica a investigar sobre el pasado de la Iglesia Católica en el Paraguay. El Dr. Carlos Heyn, SDB estudia al personaje en el contexto que le cupo vivir, además de señalar su destacada labor no sólo a través de sus cartas pastorales sino por el hecho de haber recorrido el Paraguay en diversos viajes pastorales.

         La investigación del doctor Heyn abarca cada uno de los aspectos de la gran tarea que cumplió Monseñor Juan Sinforiano Bogarín, la de reorganizar la Iglesia Católica Paraguaya, a pesar de su juventud, demostrando su capacidad de coordinación y de trabajo en favor del pueblo, como auténtico "Reconstructor moral y Pacificador de la Nación". En cada uno de los capítulos el lector podrá observar distintas facetas de Monseñor Bogarín.

         Al respecto del protagonista, el autor sostiene "Puede reiterarse que fue siempre un paraguayo dedicado totalmente al servicio de su pueblo. Tanto como pastor amado, respetado por todos, y tanto como patriota eximio, que conoció, colaboró y también estimuló o criticó a los veintiún presidentes de la República, que pasaron junto a él durante la gestión de monseñor Bogarín, siempre bendecido en su ineludible misión de Obispo".

         Por más de cincuenta años estuvo al frente de la sede de Asunción, situación que lo convirtió en el obispo que más tiempo estuvo gobernando una diócesis y el primero de nuestros "Arzobispos". Después de morir el Papa Pio XII y el Diario del Vaticano escribieron elogios "inusuales" a favor de este "Obispazo y Paraguayito". El P. Heyn transcribe oportunamente tales elogios. (El Autor Heyn participó por Paraguay en el Vaticano en 1999 -Centenario de aquel Concilio Americano- con la ponencia "Mons. Bogarín, obispo paraguayo, y sus 54 años como obispo de Paraguay y gran Patriota (1895-1949).

         Debemos agradecer al autor por este magnífico libro, basado en los propios escritos de monseñor Bogarín y en los estudios de quienes lo conocieron personalmente y fueron sus entusiastas y mejores biógrafos; libro que nos enseña sobre un hombre extraordinario que formó parte de importantes procesos históricos del Paraguay, en este BICENTENARIO de su Independencia.

Asunción, mayo de 2011.

Herib Caballero Campos

 

 

         Dedicatoria:

 

         - A mis apreciados ex-alumnos del Instituto Superior de Teología, en sus 27 promociones, de los cursos de Historia de la Iglesia en el Paraguay y, sobre todo, de Derecho Canónico, años antes de su respectiva ordenación sacerdotal.

         - Al ex-Director, Dr. Michel Gibaud, actual Rector magnífico de la Universidad Católica de Asunción. Y demás ex-colegas de magisterio en el mismo Instituto, personal administrativo y demás empleados.

 

 

INTRODUCCIÓN

 

         Se puede afirmar, con certeza documentada, que monseñor Juan Sinforiano Bogarín es uno de los mayores "Protagonistas de la Historia Paraguaya", en este Bicentenario de la Independencia del Paraguay, entre todos los personajes paraguayos estudiados en la presente colección. Esto se comprueba por sus 85 años de vida, y por sus 54 de Obispo -desde 1895 a 1949- como único Diocesano para nuestro país, y desde 1929 como Arzobispo de Asunción, con sus dos diócesis sufragáneas -la de Concepción y Chaco y la de Villarrica, hasta 1949, año de su fallecimiento-, teniendo aún el gobierno pastoral con toda lucidez y con esperanzada animación.

         Fue un auténtico paraguayo de extracción hondamente campesina; de Mbuyapey, pueblo agrícola del interior. De destacadas cualidades intelectuales y morales, como también con un gran dinamismo para el trabajo. De privilegiada ascendencia, por sangre y por heroísmo de sus mayores. Estaba, en efecto, emparentado con San Roque González de Santa Cruz, primer santo paraguayo, misionero y fundador de pueblos e insigne "trabajador para todo trabajo"; con Amancio González y Escobar, gran misionero en el Chaco paraguayo; y con Francisco Javier Bogarín, uno de los mandatarios de la primera Junta Gubernativa del Paraguay recién independizado de España, en 1811.

         Sus padres fueron también heroicos integrantes de la defensa nacional en la devastadora Guerra contra la Triple Alianza. Su padre murió en defensa de la fortaleza de Humaitá y su madre acompañó al Ejército Nacional entre las Residentas que lo acompañaban, muriendo de cólera en aquel triste martirologio.

         Huérfano a los siete años, se educó y trabajó en la chacra de unas tías, como mocetón agricultor en un campo cercano a Asunción.

         A los 16 años ingresó en el renovado Seminario conciliar de la Capital y después de cinco años de sólidos estudios fue ordenado sacerdote, en 1886. Nueve años después fue electo y consagrado Obispo, por el misionero salesiano monseñor Luis Lasagna, el 3 de febrero de 1895; luego de haber sido secretario del anterior Obispo, Aponte y siendo párroco de la Catedral.

         Desde entonces comenzó a sobresalir en: una inquieta juventud, que le hizo recorrer todas y cada una de las ciudades y poblaciones del vasto territorio del Paraguay, ¡por tres veces! Realizó también tres viajes Ad límina hasta Roma, como primer obispo paraguayo que lo hacía, tras la trisecular historia eclesiástica del Paraguay.

         Fue el paraguayo que conoció más a los paraguayos y fue más amado por los paraguayos y paraguayas de su tiempo, entonces en una inmensa mayoría de católicos.

         En aquellas décadas -rayanas todavía en una gran indigencia; en la vacancia repetida de sus obispos; y en la aguda escasez del clero-, Bogarín logró una ciclópea obra de reestructuración de todos los organismos de la necesitada Diócesis del Paraguay y, luego, de la Arquidiócesis de Asunción.

         Fue también el verdadero "Reconstructor moral" y "Pacificador" en las tantas revoluciones y movimientos de tanta novel política y de tanta violencia en las luchas de ésta. Y en el victorioso trienio de la Guerra del Chaco con la República de Bolivia.

         Fue asimismo "Paladín de los problemas sociales", "Pregonero de la unidad de la nación", y fue el paraguayo más constructivo y valiente animador, como pastor de la inmensa feligresía.

         Escribió un centenar de muy importantes "Cartas Pastorales", publicadas en México.

         La proyección de su doble obra -cívica y espiritual-, como decía su escudo programático Pro Aris et Focis (por la religión y por la patria); Fortiter et Suaviter ("fuertemente" en el contenido, pero con "suavidad" en el trato metódico); lema que se prolongó hasta después de su muerte, constituye el mejor monumento de su fidelidad a la Iglesia Católica y a su patria, el Paraguay.

         Puede reiterarse que fue siempre un paraguayo dedicado totalmente al servicio de su pueblo. Tanto como pastor amado, respetado de todos, y tanto como patriota eximio, que conoció, colaboró y también estimuló o criticó a los veintiún presidentes de la República, que pasaron junto a él durante la gestión de monseñor Bogarín, siempre bendecido en su ineludible misión de Obispo.

         O sea, uno de los más -si no el más- insignes paraguayos, como ciudadano y como Obispo. Protagonista en la historia del Bicentenario de la Independencia del Paraguay.

 

 

1. MARCO HISTÓRICO. RESEÑA BIOGRÁFICA

 

         1. UN ACONTECIMIENTO TRASCENDENTE

 

         El 3 de febrero de 1895 toda Asunción -y el Paraguay de entonces- participaba de uno de los acontecimientos que llegaría a ser de los más importantes de su sufrida y gloriosa historia: la consagración Episcopal de uno de sus más verdaderos hijos, un paraguayo auténtico, monseñor Juan Sinforiano Bogarín González. "Su elevación a la Sede Episcopal fue un acontecimiento trascendente", afirmó decididamente el historiador y sociólogo, doctor justo Pastor Benítez.

         Era Presidente de la República el general Juan B. Egusquiza. Hacía más de tres años que había fallecido el anterior diocesano paraguayo, el "pacífico y bondadoso" monseñor Juan Pedro Aponte.

 

         2. PARAGUAY Y ASUNCIÓN AL FINAL DEL SIGLO XIX

 

         El Paraguay, a un cuarto de siglo de la terminación de la devastadora guerra de la Triple Alianza (1865-1870), sufría aún las consecuencias funestas de aquel desastre agobiador. Sin embargo, al mismo tiempo, en la última década de ese siglo, continuaban realizándose en el país grandes cambios en todos los aspectos, hacia una decidida aunque dificultosa recuperación.

         Se había adoptado una nueva y radical Constitución, la de 1870, que era hija de su tiempo. Ésta venía a corregir los defectos de la anterior, vigente desde 1844 hasta dicha guerra, Constitución en ciernes llamada entonces "Ley para la Administración política del Paraguay".

         De la nueva Constitución, de inspiración norteamericana y argentina, en cambio, se dijo: "Nada más noble que la declaración de sus principios, derechos y garantías enunciados en la parte dogmática de su texto". Era, en efecto, "liberal en extremo, individualista al máximo, bicameralista, llena de desconfianza a los gobiernos fuertes, a las dictaduras y en medida también máxima, ignorante de los problemas sociales1". Todo esto llevaba a la sociedad, no acostumbrada a este régimen de amplias libertades, a una prolongada inestabilidad política, con repetidas convulsiones sociales y hasta a las frecuentes luchas armadas. Fue, no obstante, el marco jurídico que rigió en el país durante setenta años, hasta 1940.

         Se funda el Colegio Nacional de la Capital, que da preparadas promociones. En estos años surgen varios exponentes del periodismo, como LA DEMOCRACIA de Ignacio Ibarra, LA PRENSA de Blas Garay, EL PUEBLO de Amancio Insaurralde, entre otros.

         Por otra parte, la etapa de esta Constitución produjo a su vez una radical trasformación en la estructura sociocultural del Paraguay. Fue creada la Universidad Nacional y el país recibió, al igual que toda Hispanoamérica en la misma época, la influencia del positivismo y de las nuevas ideologías sociales. Por lógica necesidad, la fuerte inmigración europea, recibida en este periodo, contribuyó, según el autor citado, igualmente a las grandes trasformaciones nacionales.

         Fue también este período de posguerra el creador de los muy distintos partidos que surgieron en la vida política del país. La polarización consiguiente de estas fuerzas políticas, en dos bandos históricos de amplia adhesión popular -el Partido Republicano o Colorado y el Liberal- resultó similar a lo que sucedió en los otros países latinoamericanos, lo cual se prolongó en largas décadas de la historia paraguaya.

         Este sería, por lo tanto, el marco referencial de la actuación como obispo del jovencísimo paraguayo, Juan Sinforiano Bogarín, en un país "en reconstrucción desde sus más profundas raíces", católico en su casi totalidad, en el cual el esperado obispo actuaría, con firmeza de patriota pero a la vez con corazón de Buen Pastor.

         La Asunción de 1894 redondeaba unos 40.000 habitantes y el país unos 300.000.

 

         3. LUGAR DE NACIMIENTO Y FAMILIA

 

         Juan Sinforiano nació "en un casa virtuosa, situada en el abra de un arroyo". a decir de justo Pastor Benítez, en Mbuyapey compañía de Ñandurugua, junto al

Tebicuarymí. Sigue señalando Benítez:

         "Pueblo enclavado en medio de una agreste y risueña soledad, marginado de las rutas de la patria. Un lugar parecido a un pesebre navideño, encuadrado por el bosque, tapizado de gramilla; un abra deliciosa. Todo habla allí de la belleza de la vida, de los dones de Dios y de la prodigalidad de la tierra.

         Mbuyapey es una 'isla' rodeada por el Tebicuarymi, el arroyo Ybycui, el Cambá-Yajheó y los esteros. Permanece aislado durante las largas crecientes, a falta de puentes; en las márgenes pacen los bueyes, al lado de la carretera, con el pértigo levantado y bajo cuyo toldo descansan los viajeros y a su sombra se calienta el agua para el mate en largas noches invernales. Mbuyapey tiene señorío; cepas fecundas y densidad espiritual. El aislamiento le ha vuelto intenso. En ese pueblo se cometen pocos delitos; nada pasa de trágico o estridente, de conmociones perturbadores de la vida eglógica, se va de la casa a la chacra, a la escuela, al mercado o a la iglesia en tenue silencio, sin comentarios. Fue fundado en tierra donada por el presbítero Benítez.

         Su insularidad le da carácter; pugna para autoabastecerse, los vínculos sociales se consolidan; la mayor parte de sus pobladores son parientes, compadres o socios. Ha contado con una especie de patriarcado moral de algunos ciudadanos que le han inculcado amor a la libertad del espíritu y la práctica del civismo, como los Ayala.

         De ese escenario salieron dos temperamentos diversos: Juan Sinforiano Bogarín y Eligio Ayala, líderes sociales. Tipos exponenciales como esos, surgen de los pueblos de densidad espiritual y nunca de las behetrías. Los individuos provenientes de grupos desintegrados moralmente, podrán ser brillantes, audaces, triunfadores, pero no carecerán de la ética, que es la columna vertebral de la personalidad; el medio disgregador les afloja los resortes sociales. Mbuyapey, en cambio, ofrece ambiente propicio, por tradición familiar.

         Eligio Ayala, introverso, solitario, soltero, fue un monje de la política. El estadista ordenador del Paraguay moderno, preparador de la defensa nacional, había surgido, como Bogarín, del tuétano de la nacionalidad. El pueblo se reconoció en él, le profesó veneración y confianza, a pesar de su carácter huraño y retraído. Siempre fueron amigos."

         Este pueblo, pues, era también el "valle" de otro eximio paraguayo, el dos veces Presidente de la República y eminente estadista doctor Eligio Ayala, cuyas cenizas hoy descansan en el Oratorio de la Virgen de la Asunción y Panteón Nacional de los Héroes de la Patria ¿No tendría que suceder alguna vez que también los inmortales restos de monseñor Juan Sinforiano Bogarín tuvieran que ser depositados en el mismo sitial del Panteón de nuestros Héroes Nacionales?

         Bogarín nació el 21 de agosto de 1863, en vísperas de nuestra Guerra Grande.

 

         4. SU INFANCIA Y JUVENTUD

 

         Huérfano en la infancia, tuvo tiempo de impregnarse del paisaje natal, de sonreír en el seno del hogar; frecuentó también allí la primera enseñanza mezclando el castellano con el guaraní que le serviría en sus años de pastor.

         Cuando terminó la guerra de la Triple Alianza, se trasladó en compañía de sus hermanos José Patricio y Silvana a la casa de unas tías maternas Petrona Pabla, Ignacia y Asunción González, situada en Arecayá, en las afueras de Asunción y cercana al pueblo de Limpio.

         Allí "creció en medio de las labores del campo; araba la tierra; guiaba la carreta de lento andar y montaba a caballo", según J.P. Benítez. "El horizonte de Campo Grande ofrecía perspectivas que más tarde inspirarían sus viajes y arriesgadas empresas", añadía el historiador.

         De este modo y paulatinamente "los factores familiares, la residencia en la primera edad y la ocupación agrícola le condicionaron para ser un arquetipo del paraguayo campesino".

 

         5. HACIA EL SEMINARIO

 

         El mismo autor lo imagina así:

         "Era un adolescente vigoroso, alto, de grandes ojos inquisidores, amplia frente, lleno de gracia y de promesa (...) Pudo haber sido un agricultor próspero, un profesional o un caudillo de masas, por la simpatía que irradiaba, en cualquiera de las actividades hubiera sobresalido".

         Tenía 16 años cuando la providencia le señaló otro destino; se decidió ir al reabierto Seminario de Asunción, con esa edad en el año 1880. No estudió como otros en el extranjero, ni durante largos años, porque por la particular situación de necesidad en la diócesis se completaban, con mucha dedicación y esfuerzo por parte de los seminaristas, los estudios de latinidad, filosofía y teología cristianas en un concentrado periodo de solamente cinco años.

 

         6. FORMACIÓN Y CUALIDADES

 

         En una síntesis retrospectiva, Arturo Bray describe sus dotes y cualidades personales, como coronación de lo que el joven pastor Bogarín pudo traer de su origen familiar, de sus riquezas fontales, y sobre todo del fuerte interés que demostró desde el seminario por su propia formación, en las condiciones de una vida totalmente dedicada a lo que le exigiría su futura vocación apostólica, en el ambiente de selecta enseñanza que recibió, en esas épocas heroicas, de sus excelentes profesores y formadores. Así lo demostraron también otros colegas de Bogarín, que egresaron de dicho seminario.

         "Distinguíase monseñor Bogarín -el nuevo pastor de tan pecadora como turbulenta grey- por una fina y penetrante inteligencia, por su sentido realista de la vida y un congénito don de simpatía personal; amenísimo contertulio y conversador de galana chispa; no era de los que creen que el buen humor y la limpia alegría de vivir eran necesariamente caminos de perdición. No era la suya esa hierática apostura, de rostro masilento y ojos hundidos (...) que ciertos dignatarios de la Iglesia adoptan como máscara de austera y flagelada santidad.

         Nada solía decir de muy profundo, es cierto, ni se complacía en matizar sus pláticas con el regodeo auditivo de la erudición, sobrándole luces y letras para ello; pero cada frase suya era saeta de elegante trayectoria y cada pensamiento un brochazo de seductor colorido. Su verba apuntaba más al corazón y a la sensibilidad que al entendimiento de sus oyentes, no a todos convencía, desde luego, pero a nadie dejaba de cautivar con el donaire de su palabra fácil y el certero impacto de sus metáforas saltarinas. El púlpito no fue nunca para él solemne cátedra de teología para horadar ese catolicismo revestido de supersticiones y leyendas como era el de la mayoría de los paraguayos, para cuya mentalidad nada tiene de incompatible creer a un mismo tiempo en Dios y en el 'pora', sino amable tribuna familiar destinada a discurrir con lenguaje claro y razonamiento simple acerca de los prosaicos azares del cotidiano vivir y faltar a las luces divinas y humanas. De él dijo el Obispo de La Plata, monseñor Terrero: 'Monseñor Bogarín es, para el Paraguay, una bendición de Dios'. Su exquisito dominio del idioma guaraní llegaba al alma, si no siempre a la turbada conciencia de su auditorio. Contrario a todo disfraz en el pensamiento y en la palabra, nadie dejaba de entenderlo, aun discrepando con sus ideas. La prosa de sus muchos escritos adquiría por momentos la sonoridad de un cristal de Venecia por sus tintineos de dulce arrastre, mientras en otros restallaba como el chasquido de un cintarazo cruzando la cara del trasgresor."

         En suma, Bogarín no seducía por una gran elocuencia pero conquistaba a todos como un eximio predicador.

 

         7. SACERDOCIO Y PRIMEROS CARGOS

 

         El 24 de febrero de 1886 fue ordenado sacerdote en la Catedral de Asunción, que entonces estaba pegada al Seminario Conciliar -hoy edificio del museo eclesiástico del Arzobispado-.

         Ya al año siguiente (1887) fue párroco de dicha Catedral.

         Es que en él, como afirmó J. P Benítez, "se aunaban la vocación del apóstol y el deber del que ejerce el cargo". Y en Bogarín se aunaban también "la tarea misionera y la de servidor de la Patria (...) dos labores, pero un mismo quehacer; la reconstrucción de la Patria, porque la acción de los espíritus constructivos siempre es una, aunque sean diversas las proyecciones", hacia donde se orienten sus vidas.

         En los años de párroco había sido también secretario episcopal del anterior Obispo, Pedro Juan Aponte, fallecido tres años antes de que Bogarín fuese electo su sucesor.

        

         8. EN LA TERNA ECLESIÁSTICA Y PROPUESTA DEL GOBIERNO

 

         La tradicional terna de candidatos para la elección de un nuevo obispo -que se estilaba en la Iglesia de las Américas desde los tiempos hispánicos y que pasó después a los países americanos emancipados-, era votada normalmente por el Clero local y entregada a la autoridad eclesiástica (Administrador) de la diócesis. Ésta entregaba, según norma de la Constitución, al Gobierno. Luego de la aceptación en el Parlamento, el Presidente de la República, por su privilegio llamado del "Patronato nacional", se encargaba de enviarla al Papa, quien designaba a uno de los tres candidatos y lo nombraba canónicamente como Obispo preconizado, que debía ser consagrado como sucesor del anterior en la diócesis respectiva.

         La asamblea del clero -flanqueado por "un inmenso gentío, más curioso que piadoso"- elige la terna: Presbítero Claudio Arrúa, administrador eclesiástico entonces de la Diócesis y candidato del Presidente de la República; el Presbítero Doctor en Teología por Roma, Narciso Antonio Palacios; el joven curita Bogarín. Este último, a pesar de sus decididas renuncias previas, su poca edad y su falta de títulos académicos, es el designado por el Papa León XIII, con breve, para agilizar los trámites.

 

         9. SITUACIÓN DE LA ÚNICA DIÓCESIS DEL PARAGUAY EN LA ÚLTIMA DÉCADA DEL SIGLO XIX

 

         Cuando monseñor Bogarín en 1899 viajó por primera vez en nuestra historia eclesiástica -después de tres siglos y medio de aislamiento con respecto a esa Sede central-, llevaba en sus manos la también primera BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE LA IGLESIA DE LA SANTÍSIMA ASUNCIÓN DEL PARAGUAY. Sus autores, a pedido del Obispo, fueron los muy ilustrados sacerdotes Hermenegildo Roa y Fidel Maíz.

         En este opúsculo, de 183 páginas pulcramente impresas en Asunción en 1906, podía verse cómo estaba la situación general de la Iglesia en Paraguay cuando Bogarín comenzó a asumir su cargo.

         En el transcurso de la posguerra, hubo diez años (de 1870 a 1880) de descontrol en la Iglesia paraguaya: primero, bajo la vicaría de los capellanes brasileños, y luego en el corto gobierno del Administrador presbítero Moreno, quien antes de morir nombró como su sucesor al padre Fidel Maíz, que asumió el cargo de Administrador interino por tres años (1874 a 1877), en tanto el Papa nombrara al titular. Pero Maíz fue obligado a renunciar por Roma.

         A todo este tiempo de conflictos, se lo llamó la "Cuestión Religiosa", que desorientó la marcha de la Iglesia y produjo gran descontento, casi un cisma, en Asunción y en toda la diócesis.

         Para solucionar esta larga y difícil situación, el Gobierno nacional dispuso el viaje diplomático a Roma de un enviado especial. El designado fue el ministro José del Rosario Miranda. A esta misión se unió el padre Maíz, a fin de obtener de la suprema autoridad del Papa la dispensa de todos sus errores y "crímenes de guerra"; y principalmente el perdón ante las acusaciones por su participación durante la guerra, en el fusilamiento de su propio Obispo, el entonces monseñor Manuel Antonio Palacios. Efectivamente, volvió plenamente absuelto, aceptando las condiciones que se le impuso.

         El Gobierno, por su parte, obtuvo del Vaticano la venida expresa de un Delegado Apostólico, el arzobispo monseñor Ángel Di Pietro, a quien el Papa encomendó el arreglo definitivo de la irregular situación de la Iglesia en Paraguay, en forma personal.

         Fue tan hábil este sabio enviado del Papa, que pronto se llegó al esperado arreglo. Di Pietro se interiorizó de la situación eclesiástica reinante recorriendo las parroquias de la diócesis; ordenó sacerdotes a algunos candidatos; obtuvo del Gobierno becas para seminaristas, que luego fueron a Roma para sus estudios sacerdotales, como los padres Hermenegildo Roa y Narciso Palacios; consiguió la refundación en Asunción del Seminario Conciliar, que se inició en 1880, con la venida de sacerdotes lazaristas franceses, llamados también "padres de la Misión o de San Vicente de Paúl". Rector de dicho seminario, durante muchos años, fue el dinámico y apostólico padre Julio Montagne.

         Como el hecho más importante de su gestión, monseñor Di Pietro recibió además la terna de candidatos -con el asentimiento del clero nacional y del Presidente de la República, Benigno Bareiro-, compuesta por los padres: Dionisio Riveros, entonces administrador eclesiástico, nombrado tal en 1878 y muerto al año siguiente; Pedro Juan Aponte, párroco de Villarrica; y Tomás Antonio Castelví, párroco de la Recoleta. Fue elegido por el Papa el segundo de los nombrados, Aponte, a quien lo consagró Obispo el mismo monseñor Di Pietro en Asunción, el 19 de octubre de 1879, teniendo aquel 60 años de edad. Comenzó un pacífico y restaurador gobierno para toda la diócesis paraguaya.

         La Iglesia de Paraguay contaba aproximadamente en esta época con 40 parroquias y los sacerdotes no llegaban a 70.2

 

         10. EL CLERO PARAGUAYO

 

         Escribe Arturo Bray en su libro HOMBRES Y ÉPOCAS DEL PARAGUAY:

         "Al asumir Monseñor Bogarín el gobierno de su diócesis, el clero paraguayo dejaba bastante que desear en general, así cualitativa como cuantitativamente. El Seminario Conciliar había reabierto sus puertas en abril de 1880, luego de prolongado y trágico paréntesis impuesto por la guerra de la Triple Alianza, si bien ya en años anteriores a la inmolación nacional no brilló ese clero por sus virtudes, conforme se evidencia por algunas severas admoniciones propinadas por el entonces Obispo Fray Basilio López."

 

         Al estallar la guerra en 1864, el clero paraguayo se hallaba integrado "por unos 120 sacerdotes (uno sólo extranjero) que contaba el Paraguay en aquella fatídica guerra, apenas sobrevivieron al final de ella 33"; unos perdieron la vida en los campos de batalla mientras oficiaban de capellanes del ejército, en tanto otros perecieron de inanición o de peste en el transcurso de aquella dolorosa Vía Crucis de nuestro pueblo, no faltando quienes cayeran bajo el plomo o la lanza de sus propios compatriotas acusados de presunta conspiración, figurando entre éstos el propio obispo y su deán.

         Hacia fines del siglo XIX seguían disminuidas las filas del sacerdocio paraguayo, si bien reforzadas por algunos clérigos de nacionalidad extranjera y algunos misioneros residentes.

         También suele indicarse la "escasa formación del clero en aquella época", dato que fue reconocido por monseñor Aponte (Obispo entre 1879 y 1891) en un informe que remitió a Roma al iniciar su ministerio episcopal mencionando que solo unos 15 eran más o menos efectivos y preparados para su correspondiente trabajo pastoral. El mismo cultivó a ese clero, se preocupó de la admisión de nuevos jóvenes para el sacerdocio restaurando el Seminario. Como ejemplo, destacamos que en 1882 había en tres años 5 en el tercer curso; 8 en el segundo; y 11 en el tercero; los cuales tenían en sus exámenes "resultados honrosos para el Seminario". Dura era, por lo tanto, la tarea que tenía por delante el Obispo Bogarín.

         En otro aspecto, "nuestra clerecía no ha tenido en ningún momento gravitación política o social de grandes consecuencias en la vida colectiva", según afirmaba Arturo Bray.

         ¿Cómo se comportó el nuevo y después experimentado obispo Bogarín para con el clero de su país? El célebre padre Fidel Maíz así describe la actitud de pastor que aquél demostró:

"¡Su clero!... Pocos, y en su totalidad restos desvalidos, que pasaron también por el tamiz de la desolación y martirio de la patria. ¿Qué hacer con ellos?... alentarlos caritativamente y conducirlos por una prudente reforma a un servicio regular del ministerio sacerdotal y provisión de las parroquias vacantes. ¡Eran las cañas cascadas que no debían romperse del todo, eran las mechas humeantes que no debían apagarse aún!... ¡Necesario era establecer la disciplina eclesiástica de acuerdo con los sagrados cánones; para esto, ¡fortiter! Pero también no olvidarse de lo que dice S. Bernardo: 'nescit renegare qui nescit disimulare' (no puede exigir el que no sabe disculpar); por consiguiente 'suaviter' también."

 

         11. AUTORES Y ENSAYOS SOBRE MONSEÑOR BOGARÍN

 

         El monseñor Juan Sinforiano Bogarín es, sin duda, uno de los paraguayos más completos e influyentes en toda la historia de nuestra patria.

         Así lo han reconocido en el siglo XX sus numerosos biógrafos. Entre éstos, enumeramos a: el presbítero Fidel Maíz, su amigo personal con quien se carteaba y su íntimo conocedor; el monseñor Hermenegildo Roa, su secretario privado durante décadas; el P. Daniel Escurra, también secretario. Además están los escritores nacionales: doctor Justo P. Benítez; coronel Arturo Bray, quien fue el primero que utilizó una copia dactilográfica de los APUNTES escritos por el mismo obispo; doctor Carlos R. Centurión; Carlos Zubizarreta; el académico de historia monseñor Agustín Blujaki; y el mejor de sus analistas, en dos valiosos artículos, doctor Jerónimo Irala Burgos.

         Pero la mejor cantera de datos y del magisterio de monseñor Bogarín -Obispo y eminente ciudadano paraguayo-, son sus propios y originales escritos; en primer lugar, un "librito", sacado de un cuaderno muy personal de sus recuerdos íntimos, hoy titulado MIS APUNTES o MEMORIAS de aquel, no escrito para publicarse pero impreso en 1986, por el historiador Seiferheld, en una edición de 164 páginas. Y, sobre todo los dos amplios tomos, publicados en México, en 1969, por el Centro Intercultural de documentación, Cuernavaca, en reproducción facsimilar, que abarcan todas las "Cartas Pastorales" de monseñor Bogarín, desde 1895 hasta 1949. Recorrer las páginas de tan amplia recopilación es percibir las riquezas del extenso y extraordinario magisterio bogarinista, sus doctrinas y prédicas acerca de los más variados temas de carácter religioso, pastoral, social, político y cultural, dirigidos a todos los paraguayos sin distinción, durante un lapso de más de cincuenta años.

         Sus mejores conocedores directos fueron: el padre Fidel Maíz -quien escribió un discurso en su escuela de Arroyos y Esteros y una reseña que leyó en público en los 25 años de sacerdocio de Monseñor, ambos publicados- y el P. Escurra, quien también leyó y publicó otro discurso biográfico en las Bodas de Oro episcopales, 1945.

 

         12. PERSONALIDAD EXTRAORDINARIA COMO OBISPO Y COMO PATRIOTA. SU INFLUENCIA EN EL PAÍS     

 

         Transcribo aquí las expresiones de Arturo Bray, quien realiza un análisis de la personalidad de este tan connotado personaje.

         "Personalidad de relieves inconfundibles, no tardaría monseñor Bogarín en adquirir en su patria fisonomía y permanencia de institución nacional, para preservarlas a través de sus cincuenta y cuatro años de labor episcopal.

         En el Paraguay no se conocerá por mucho tiempo otro 'Monseñor', porque Bogarín lo era por antonomasia; pudo haber tenido sucesor, pero no reemplazante. Volúmenes enteros habría para llenar con una simple y escueta reseña la magna obra pastoral cumplida por este humilde hijo de una aldea perdida en la agreste inmensidad de nuestras virgilianas campiñas."

         Era en grado superlativo también un férvido y sin par patriota. De él escribe este autor:

         "Amaba a su patria, a su terruño, al solar arisco pero amable, con pasión honda, arrobadora, diríase candorosa, que comían un metálico vibrar de lámina de acero en sus palabras y un centelleo de pudoroso orgullo en sus ojos pardos de mirada horizontal como el desplegado banderín de una lanza. De haber estado en sus manos, hubiera descolgado del cielo una estrella para prenderla en la moharra del tricolor pabellón (...) Quería a su tierra en la grandeza de sus glorias y en la inmensidad de sus infortunios, en el verdegay de sus lomas y en el cantar de sus aguas, en el curtido rostro del labrador y en la indómita fiereza del guerrero, en sus anocheceres tristes y en sus radiantes cuan fugaces alboradas. Dolíanle los males de su patria como heridas abiertas por la cruel desgarradura de un puñal y regocijábanle sus dones con la íntima unción con que se ofrenda un ramo de rosas ante el altar de una venerada imagen. En el corazón de monseñor Bogarín latía el pulso de la tierra guaraní, con sus sístoles y diástoles de esperanzas y desesperanzas."

         En vez de literatura, por más vibrante, entusiasta y romántica que fuere, yo hablaré de su "encarnación", de su más íntimo, visceral, de su patriotismo hecho de carne y sangre.

         Entre sus antepasados pudo contar a tres sacerdotes de esta patria paraguaya, también ellos identificados con su historia: San Roque González de Santa Cruz, asunceno, primer santo del Plata, martirizado en estos bosques en el 1600; Amancio González y Escobar, apóstol y primer civilizador del Chaco y de Emboscada en el 1700; y el sacerdote Francisco Javier Bogarín, prócer de nuestra Independencia y miembro de la primera Junta Superior Gubernativa, ya en los albores de nuestra emancipación paraguaya.

         Más próximamente, el paraguayo Sinforiano provenía de una cepa familiar abonada con sangre de heroísmo. Sus padres fueron: Juan José Bogarín, caído heroicamente en la defensa titánica de nuestra Sebastopol, Humaitá, "farallón de la resistencia"; y de Mónica de la Cruz González, también fallecida en plena guerra, a causa del cólera, cuando "residentó" en Yhaca Guazú, Borja, cerca de Villarrica. Los cuatro hermanos quedaron huérfanos, bajo el cuidado de sus tías maternas.

         Por su parte, el doctor jerónimo Irala Burgos así retrata la personalidad de Bogarín:

         "Juan Sinforiano Bogarín era un jefe nato, un conductor de hombres, un verdadero caudillo. Su poderosa personalidad atraía, pero no aplastaba. Tenía una presencia amable y campechana y una simpatía seductora. La chispa de su fino ingenio, su gracia personal, su sentido del humor, el perfecto dominio que tenía del guaraní lo acercaban fácilmente al pueblo. La forma más eficaz de su apostolado fue su propia presencia, su contacto directo y personal a todos los niveles, ya sea con élite gobernante, con la burguesía ciudadana o con el pueblo campesino. Así, con los primeros pudo limar asperezas, en una época en que el anticlericalismo respondía más a poses elegantes que a convicciones firmes. Con los últimos fue un maestro y moralizador. Llegaba a todas partes. Entraba en los ranchos y en la vida doméstica. Se interiorizaba de todos los problemas y portaba soluciones prácticas y fáciles. Era un poco médico, ingeniero, constructor, agrónomo, economista, un promotor de progreso, un civilizador."   

         En síntesis, aparte de su longevidad de 85 años y medio, y de sus ancestros heroicos, de su "señorío campesino" y de sus dotes humanas de "auténtico líder", Juan Sinforiano Bogarín mostró siempre una personalidad excepcional. Síntesis de los dones de la gracia divina y de las cualidades humanas de su tierra, de su sociedad y de su tiempo.

         Su rica personalidad, humana y religiosa, fue la de un constructor, sobre todo de valores espirituales y morales. Y en este sentido esa personalidad resultó históricamente trascendente para la sociedad paraguaya. Afirma Justo P. Benítez en su reseña sobre Bogarin:

         "Constructores son para muchos, los que levantan una pirámide o un palacio, los fomentadores de materialidades, pero no los creadores de valores morales (...) Y que los que la estimulan y guían por el camino del bien tienen más trascendencia en el sentido de la civilización, de la humanización de los instintos y de la solidaridad."

 

 

 

V. RECONSTRUCTOR MORAL Y PACIFICADOR DE LA NACIÓN

 

         1. EL HOGAR. AMANCEBAMIENTOS Y MATRIMONIO CRISTIANOS

 

         Este obispo paraguayo vivió en sus años infantiles; la pobreza, su formación inicial y la del Seminario, sus nueve primeros años de sacerdocio como párroco de la Catedral, en el duro y difícil ambiente de la posguerra, cuando reinó la desorganización y degradación moral en todo el país.

         Por ello, en sus primeros programas de acción, apenas consagrado obispo, comenzó su ciclópea labor de "reconstruir" social y, sobre todo, moralmente está quebrada nación. Todos han reconocido en él este gran trabajo. Lo hizo con su sinceridad de patriota y de religioso, con todo lo que era posible y como un auténtico paraguayo.

         Siempre el hogar (pro focis) y la familia fueron y son la raíz, el germen, la causa eficiente y conformante de toda sociedad. Su biógrafo Bray así pinta al pueblo paraguayo, desde los comienzos del episcopado de Bogarín y de los años abundantes que cubrieron su largo obispado:

         "Arremetió el 'nuevo' Obispo contra un mal multisecular del Paraguay: el concubinato o amancebamiento en escala generalizada. Alguna vez se ha dicho que el citado flagelo, engendrado por la desorbitada concupiscencia del conquistador hispano y agravado más tarde por la despoblación masculina del país, como consecuencia de la guerra de la Triple Alianza, que redujo a un tercio a sus habitantes, constituye para nosotros un fenómeno de raíces sociológicas con profundidades de historia y signo de fatalidad, para asumir en un momento dado los contornos de un imperativo nacional de orden fisiológico, como quien llega a identificarse con el instinto de conservación de la especie y configura un factor imprescindible en el crecimiento demográfico de la nación."

         El mismo autor sigue luego diciendo:

         "Con la guerra del Chaco, y en el decenio de 1931 a 1940 (siempre en vida de Monseñor) la nupcialidad arroja en el Paraguay apenas un coeficiente de 5,4 por mil. Privados de todo género de iniciativa, condenados a una inmovilidad intelectual absoluta, al mismo tiempo que con un mínimo de trabajo material, la población no tenía cosa mejor para hacer que multiplicarse. Puede el paraguayo; a lo que se ve, faltar a todos los mandamientos de la ley de Dios, pero no al precepto bíblico de perpetuar la especie. Cabe esperar que por eso ¡le sean perdonados muchos pecados cuando suenen las trompetas del juicio Final!"

         En todas sus visitas pastorales, en cada pueblo, tocaba el tema del matrimonio y de la familia. Como paraguayo conocía a fondo sus fortalezas y pugnaba insistentemente contra sus falencias. Lo hacía a veces en directo guaraní, con toda claridad y valentía; no pocas veces en charlas separadas, unas "para varones", otras para las mujeres. Y siempre con su agradable y respetuoso lema "fuerte en el contenido, pero suavemente en el modo" (suavíter in modo, fortiter in re).

         De las consecuencias de su prédica, afirma el padre Fidel Maíz, quien describió los efectos que producía su palabra de pastor en estos aspectos:

         "En pos de los pocos días que el prelado dura en cada parroquia, se nota un cambio encantador en las costumbres, paz, concordia y unión, con una alegre dedicación a trabajos honestos y lucrativos, una blanda y suave brisa de resurrección, diríamos, que roza sobre la faz de esos pueblos visitados por el representante de aquel que supo decir: "Tengo compasión de esta multitud".

         Justo Pastor Benítez lo califica reconociendo que Bogarín "guía con suavidad, pero no castiga con rigor, tenía fe en la perfectibilidad de la persona humana, en la capacidad de la rectificación por el arrepentimiento".

         Antes recordamos que conocía también los hogares quebrados por las infidelidades, las barranerías, y los hogares sin padres, o solo con madres solteras; así como los destrozados y dispersos hogares por causa de tantas revoluciones y peleas intestinas.

         En fin, toda su lucha y protestas de sus primeros años como Obispo, en la cuestión del "matrimonio civil", aprobada por primera vez en la historia de las leyes paraguayas, respondía también -conforme a la mentalidad aún no superada de la época- a la defensa del matrimonio y de las costumbres de la vida cristiana en el Paraguay. Sus palabras en aquellas pastorales eran de fuego pero llenas de confianza en el futuro a pesar de todo.

 

         2. SU PRÉDICA DE VERDADERO PATRIOTISMO Y HONESTIDAD

 

         Refiere el padre Maíz sobre este punto:

         "Obispo y ciudadano, como dice, y siendo su diócesis también su patria, monseñor Bogarín abriga igual sentimiento que el apóstol Pablo, para tener a mucho honor el decir: Soy ciudadano paraguayo; y como tal acato las leyes de mi país, pero salvando las de mi Dios y las de mi Iglesia ¡Bello ejemplo, culminante figura la del obispo paraguayo en la galería de los prelados sudamericanos ante los gobiernos del siglo!

         Hermano, ciudadano y padre espiritual de todos los paraguayos, sin distinción de matices políticos, su corazón se destrozaba al verlos en lucha, a sangre y fuego, los unos con los otros, y su deseo era siempre anhelante y sincero por la paz. Documentos preciosos tenemos del ilustrísimo Bogarín que revelan su amor, su entusiasmo y su gozo por la libertad y concordia de su grey que es también su patria. ¡Campea eminente en su noble alma ese profundo sentimiento, fuego sagrado del corazón, por el suelo natal que llamamos patriotismo!"

         Anatematizó el sectarismo, el fanatismo partidario y la intolerancia, elementos negativos y disociantes. Escribió en sus MEMORIAS:

         "Que desaparezcan de en medio de nosotros esa diversidad de colores y de partidos políticos que dividen nuestras fuerzas, apartando del manejo de la cosa pública, elementos ilustrados y aptos para procurar el bien. Que todos los ciudadanos usen, como buenos cristianos que son, de sus derechos electorales con ilustrada inteligencia y plena independencia, enviando a la representación nacional a hombres honrados, meritorios, avezados en el manejo de la cosa pública o a lo menos suficientemente preparados para ello, y plenamente a procurar los más grandes intereses de la Religión y de la Patria. "

         Por su parte Arturo Bray refiere:

         "Más no era el suyo ese concepto de patria que, por soberbio y despectivo, confina con el patrioterismo tan excluyente como provocativo, sino una mística del espíritu sin el énfasis declamatorio de los campaneros del nacionalismo ni las agudas notas de polifónica y empavesada verba de histéricos chillidos: Juan Sinforiano Bogarín sentía y practicaba el amor a la patria con la argentada integridad de su báculo de obispo y los opalinos reflejos de su anillo pastoral."

         Lo vemos de esta forma a monseñor Bogarín como un "digno Prelado al par que distinguido Patriota", y como un lúcido predicador del auténtico patriotismo y honestidad, virtudes tan necesarias para los paraguayos de todos los tiempos.

 

         3. LAS PRÁCTICAS RELIGIOSAS EN EL PAÍS

 

         Los últimos años del siglo XIX, tras tantas turbulencias y conmociones, iniciaba una época de clima espiritual, que exigiría arrojados capitanes de alma en el terreno de la religión y de la moral. Pastores de nervio y garra, que salieran en defensa de los atributos esenciales del ser humano en medio de tanto desenfreno. Arturo Bray veía a uno de estos pastores en Bogarín:

         "Monseñor Bogarín era uno de esos. Si con la diestra trazaba el signo de la Cruz en prenda de amor y de caridad, en la siniestra empuñaba el látigo por si preciso fuere arrojar por la fuerza a los mercaderes del templo. Siempre que el caso lo requiriera, su palabra hería con el filo de una espada, pero tras el tajo despiadado iba la piadosa venda de luz que es el perdón. "

         En esta línea estuvieron todas sus luchas a favor de la religión y de su práctica en la vida de cada ciudadano. Luchas que se explican a veces largamente en sus numerosas PASTORALES, las cuales eran para toda su feligresía, que a la vez comprendía a todo el Paraguay; por ejemplo: contra el divorcio civil, la masonería, la clausura del Colegio Monseñor Lasagna, los lujos, la enseñanza laica, la guerra, el comunismo, las sectas y el proselitismo protestante, contra los métodos anticonceptivos, contra las crisis de la política, etc.

 

         4. APÓSTOL DE LA FRATERNIDAD DESDE EL COMIENZO Y DE LA PACIFICACIÓN DEL PAÍS

 

         Es emocionante seguir en las curiosas páginas de sus APUNTES, las intervenciones que el Obispo fue realizando en sus encuentros o entrevistas y en las frecuentes revoluciones y asonadas que se gestaban y sucedían en el país. Esto aconteció desde el comienzo de su episcopado hasta los años postreros de su vida.

         Siempre trataba de escuchar y dialogar en su trato privado con las personas. En sus relaciones de carácter público, procuró evitar toda lucha conversando personalmente o escribiendo cartas; en ocasiones realizando viajes para entrevistarse con los jefes o responsables. A veces eran muy prolongadas tales tratativas de pacificación. Lo cierto es que, valiéndose de su autoridad eclesiástica y de su prestigio personal, que fue creciendo con el tiempo, todos tenían o toleraban el interés de escucharlo y en lo posible seguir sus patrióticos y prudentes consejos.

         Siendo todavía muy joven, comenzó a dialogar, tratar y discutir con sus interlocutores y no pocas veces, criticarlos después. Les adelantaba sus observaciones, les hablaba de sus proyectos, comentaba no muy suave los pasos dados en falso. Siempre buscando el camino del entendimiento.

         Haciendo una pequeña cronología de sus acciones podemos referir:

         - Entre 1892 y 1894: Así fueron sus actuaciones desde la conformación de la terna -en la que él de ninguna forma quería ser parte-, pasando por su insistente negativa para ser electo Obispo, y subrayando las condiciones previas, hasta que llegó el momento del hecho ya consumado de su elección. Quiso que todo, desde el inicio de su nueva misión obispal, sucediera "en paz"; sea con el Gobierno que lo presentaba como candidato a Obispo, sea con todos los del pueblo en general, que serían sus súbditos.

         - El 9 de junio de 1894: Con acusaciones, con su aceptación ya dada, los generales Eguzquiza, Caballero y Escobar dieron un golpe de estado y derrocaron al presidente anterior, Gualberto González. Todos los trabajos del joven Bogarín "cayeron en tierra como castillo de naipes", como anotaba en sus APUNTES. "De nuevo mis gestiones ante el vicepresidente Marcos Morínigo quedaron sin resultado alguno", decía.

         - El 3 de febrero de 1895: Publica su primera PASTORAL. Ya es un "plan de gobierno" a grandes hitos para su futuro episcopal. Se ofrece a todos como pastor que busca paz, para todos.

         - En enero de 1896: Comienza a "desenmascarar" a la pujante masonería en ciernes, "cazadora" desde entonces de muchos jóvenes paraguayos, adalides de la "nueva libertad". Según refiere el Obispo: "organización, completamente secreta; traída por la Marina brasileña invasora del Imperio contra el católico y después aniquilado Pueblo paraguayo".

         - Entre 1897 y 1898: Fueron los años de su "derrota". Fue una sorpresa, a pesar de sus "furibundas protestas" -según la mentalidad de la Iglesia de ese tiempo- contra la ley del Matrimonio Civil. Pero el futuro, no obstante, con esperanzas y con serena paz.

         En la toma de posesión entonces del flamante Presidente de la República, Emilio Aceval, quien poco antes le decía a Bogarín: "pídame cualquier servicio y le he de hacer pero no me pida el veto de la Ley del Matrimonio Civil; pues si la vetara, todo el mundo me criticaría siendo que esa ley está ya establecida en todos los países civilizados". "Desde ese momento me pareció que el señor Aceval será de aquellos que prenden una vela a Dios y otra al diablo", afirmaba el Obispo. Otra situación la cual anotó fue: "con mitra y báculo me adelanté hacia él y, tomándolo de la mano, le dije: Saludo al primer Magistrado de mi Patria y hago votos por su Gobierno. Luego me retiré a mi palacio -y qué palacio-, no me fui a la casa de Gobierno ni fue sacerdote alguno, pues me encontraba sumamente disgustado (...) Al notarse mi ausencia en la recepción oficial, se hicieron los más variados comentarios, que era 'un mal educado', que 'había faltado a las leyes', que 'debería ordenarse mi inmediata prisión'.

         - En 1899: Año del Concilio Plenario Latinoamericano en Roma. Sus resoluciones traerían las respuestas pacíficas, sin revoluciones armadas, contra las doctrinas del trasnochado Patronato Nacional en las relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica, como si existiese una "Iglesia Nacionalista". Este tipo de relación, según la Santa Sede, debía cambiar en el futuro. Sin sobresaltos y por una lenta y pacífica supresión de la mencionada "doctrina patronal" y de su extendida praxis en todos los nuevos países "independientes".

 

         5. SEGUIDILLA DE REVOLUCIONES

 

         Acerca de las revoluciones -que con la Constitución "liberal" de 1870 fueron muy frecuentes hasta la siguiente Constitución, justamente por la falta de educación de la mayor parte de los ciudadanos- creemos que lo mejor y más verídico será, en este tópico, el usar los mismos párrafos, escritos por Bogarín en sus sinceras memorias.

         ¡Nos llena de admiración estas valientes intervenciones del Obispo en esas incontables revoluciones y revueltas solamente con el fin de buscar la pacificación!

         Los capítulos IV, V y VI de los APUNTES se titulan REVOLUCIONES Y REVOLUCIONES, EL ANO 1910, CONTINÚA LA ANARQUÍA. Los posteriores capítulos: IX, XII, XIII y XIV; se refieren también a convulsiones y cambios en el Gobierno.

         En todas esas largas décadas, fue destacada y memorable la preocupación de Bogarín por la paz y la concordia en el país. Principalmente en los más graves momentos de perturbaciones políticas. Se comportó, en efecto, como un valiente buscador de paz en las ya conocidas y funestas revoluciones de 1902,1904, 1908,1911 y 1912; además de la extendida revolución de 1922 a 1923.

         Asimismo participó con su influencia personal en correr detrás del entendimiento y paz en los acontecimientos de 1936, 1937, 1940 y, con mayor dramatismo, en la Guerra Civil de 1947. Lo mismo, en el heroico trienio de la Guerra del Chaco (1932-1935).

         En 1899-1902: sucede la polémica y controversia, que Bogarín llama "el conflicto" entre el presidente Emilio Aceval y el obispo Bogarín, con motivo de una falsa información dada contra éste. "Se afirmaba que yo, durante mi viaje a Europa, había hablado mal del Gobierno, siendo que mi crítica había sido contra un aventurero italiano que él sí había desacreditado al país con su falso proceder en la creación de una colonia en Paraguay ", refiere. Por ello cual el obispo en su retorno de Roma, desde Buenos Aires con un telegrama -como primer desmentido- se defendió ante el Ministro de Culto: "Con suma extrañeza -decía él- acabo de enterarme del cargo héchoseme de haber desacreditado a mi Patria, ésta es testigo del amor que le profeso y rechazo con todas las protestas de mi alma tan falsa imputación".

         Por esta falsa causa, y tras las diatribas de LA PRENSA, y porque los anticlericales y parte de la gente adversa a la religión, se declararon contra Bogarín, el Gobierno quiso impedir el recibimiento triunfal con que el pueblo de Asunción esperaba el arribo de su querido Obispo en su retorno de Roma. Hubo otros motivos de desentendimiento, con el gobierno de Aceval, que por presiones de algunos políticos por la falta del "pase" de una correspondencia privada recibida por el obispo de parte del Vaticano en contestación al mismo, protestó contra el Obispo y toda la Iglesia. Estos motivos fueron agrandando el "conflicto" entre el presidente Aceval y el obispo Bogarín. Por lo cual, la opinión pública se volvía cada vez más contraria al Gobierno de aquél.

         Esta serie de conflictos -explica ampliamente Bogarín- llevaron a Aceval a ser acusado por sus correligionarios de inclinarse más bien hacia Eguzquiza y a acusar al Obispo "creyéndome a mí estar en inteligencia con los nombrados generales para su derrocamiento".

         Por todo esto y por el desprestigio que el pueblo atribuía por la flojedad en asuntos muy importantes y por la incompetencia de Aceval, éste quiso entrevistarse con el Obispo acompañado de todo su Gabinete:

         "para hablarme de un asunto de suma importancia y gravedad (sic) -decía Bogarín- , que en Asunción y en toda la campaña se propalaban contra él y su Gobierno muchas versiones muy malas, muy malignas; que, deseoso de evitar esos males, su Gobierno se veía en el caso de apelar a mi patriotismo, de que el Gobierno no dudaba, y al prestigio innegable que tenía en todo el país (sic); Y que me pedía recorriese los pueblos más importantes de la República y trabajase para calmar la exaltación de los ánimos."

         Accediendo -después de tantos tiras y aflojes- el obispo Bogarín "recorrió los departamentos más importantes"; y "en menos de dos meses tranquilicé por completo el espíritu público... Dejo este hecho consignado para la historia". Todo esto lo hizo Bogarín para la tranquilidad del Gobierno y sobre todo en aras de la pacificación de su Patria.

         El 9 de enero de 1902, los generales Bernardino Caballero y Patricio Escobar y el señor Fulgencio R. Moreno dieron un golpe de estado y derrocaron al presidente Aceval.

         Y al fin todo, terminó también tras una difícil pero sincera conciliación de paz entre Gobierno y Obispo. Éste concluye que actuó "sin rencores ni cosa parecida"; Aceval era una óptima persona, "lo estimo personalmente porque es un caballero a toda prueba, buen esposo, buen padre de familia, de costumbre moral; pero confieso asimismo que, según mi parecer Dios no lo hizo para Presidente".

         En 1904 estalla otra revolución y se declara en agosto el estado de sitio. Bogarín suspende sus visitas pastorales por el interior, pero se da por entero a la misión más complicada de conciliar a "los del Gobierno" y a "los rebeldes". Entran en ebullición los tradicionales Partidos Políticos -el colorado y el liberal-, con el triunfo de los partidarios de este último. Bogarín en sus esfuerzos de pacificación fue frecuentemente acusado de ser a veces "colorado", otras "liberal", por la facción contraria respectiva.

         En diciembre de 1907 escribe "que la Masonería trabaja activamente con los del Congreso Legislativo para presentar un proyecto de ley" sobre el Divorcio absoluto.

         En 1908 realiza su segunda Visita ad limina a Roma, centro de "unidad de los católicos del mundo" y fontanal para empaparse y traer los anhelos de la paz y la concordia evangélicas al convulsionado Paraguay.

         En abril del mismo año, señala el Obispo, que estando "en Milán tuve la noticia el 4 de julio del golpe de cuartel llevado a cabo por el Mayor Albino Jara el 2 de junio en Asunción, y que derrocó del poder al partido cívico, subiendo al poder el Partido Liberal Radical". También en setiembre de 1908, al tercer día de su llegada a Asunción:

         "...el Gobierno apresó a muchos políticos colorados y cívicos y a no pocos clases y soldados del ejército; una conspiración, díjose, se estaba fraguando y fue descubierta. De los numerosos presos políticos, unos fueron expatriados al Brasil y a la Argentina, otros quedaron en la cárcel de Asunción y el resto fue deportado a Fortín Galpón, no lejos de Bahía Negra (...) Hubo un general disgusto de las familias de la Capital (...) esposas, madres, hijos y parientes de los presos políticos hicieron un propaganda incendiaría contra los hombres del poder, los presos fueron tratados con toda desconsideración, habiendo muerto algunos soldados, de los presuntos culpables, bajo azotes (...) los que fueron llevados al Fortín Galpón fueron tratados con toda crueldad y vejados en su dignidad de personas por el jefe de las fuerzas destacadas allá.

         Viendo cómo caballeros y señoras de la sociedad asuncena me instaban a que hiciera algo en bien del país diciendo que, sólo yo, por el ministerio que desempeño, estaba en condiciones de hacer algo en el sentido indicádoseme y me puse a trabajar sigilosamente. Llamé a la Curia, por separado, uno por uno, a dos radicales, a dos cívicos y a dos colorados, todos hombres prudentes, de espíritu reposado y conciliador, no intransigentes, y les pregunté -a cada uno en particular- qué convenía y qué podía hacer yo para buscar la unión de la familia paraguaya tan anarquizada en esos momentos. Cada cual -como si hubieran convenido previamente- me dio una misma respuesta; que, por hoy, ninguna gestión prosperaría en el sentido deseado, que los ánimos estaban muy exaltados, pero que pasado algún tiempo y calmados los espíritus, se conseguiría mucho bien, por mi intermedio. Cada uno manifestó la bondad de mi propósito. Ante razones tan convincentes me llamé a silencio."

         En 1909, en la primera quincena de enero de 1909, otra conspiración descubierta, se dijo, seguida de nuevas prisiones y extrañamientos; las propagandas hostiles contra el poder aumentan y la noticia de una próxima revolución a estallar obliga al Gobierno a reclutar a muchos para el servicio de las armas. Los campesinos, para no venir al cuartel, o para no meterse en pelea, o para engrosar las filas revolucionarias, emigraron en su mayor parte al Brasil unos, a la Argentina otros.

         "Así las cosas y esperando hallar buena voluntad en los hombres del Gobierno, que no podían hacer otra cosa que descubrir aquí un complot, allá una conspiración; conociendo como los extraños sufrían hasta hambre y desnudez en el extranjero, y el país se hallaba privado de muchos agricultores, me resolví a trabajar por la paz interna, mediante la conciliación de los partidos. Al efecto conferencié con los señores Víctor Soler y Juan Bautista Gaona, Presidente y Vice, respectivamente, del partido Radical. Ambos me animaron mucho, asegurándome que, tratándose de la pacificación del país, nadie miraría mal mis gestiones."

         Una carta que dirigía al general Caballero es como sigue:

         "Asunción, febrero 13 de 1909.

         Señor General Bernardino Caballero.

         Muy apreciable General:

 

         La aflictiva situación en que la República se encuentra, agravada cada vez más por la alarmante expectativa de la Guerra Civil, con su cortejo de horrores y aniquilamiento, evidencia que, ahora más que nunca el supremo bien es la tranquilidad, único remedio para paliar los males presentes y evitar la total ruina de nuestro país. En esta persuasión y consecuente con mi lema episcopal 'Pro aris et focis', como ciudadano y como representante en ésta, de nuestra Madre Común, la Religión Católica, he creído llegado el momento en que, una vez más, debo cumplir mi misión evangélica con la imparcialidad que mi investidura y mi completa prescindencia de la política garantiza, abogando por la avenencia real y desinteresada entre los partidos, hoy desgraciadamente en pugna. Para la consecución de tan halagüeño fin, que todos los buenos paraguayos debemos anhelar, dirijo a V.S. la presente, en carácter enteramente confidencial, como lo haré con algunas pocas personas que podrían encaminar con eficacia la magna obra, solicitando su anuencia e indispensable cooperación, como jefe del Partido N. R. Abrigo la íntima convicción de que no en vano he de apelar, en esta ocasión, a los sentimientos del hombre que, en horas aciagas para la Nación, tanto se ha sacrificado por su integridad, y puesto que ella quiere esta nueva prueba de abnegación, no vacilará en demostrarla con la elevación de espíritu, ahogando resentimientos, si hubiere, y empleando su indiscutible influencia entre sus correligionarios para neutralizar obstáculos que pudieran sobrevenir. Este patriótico apostolado será, sin duda, inscrito por la gratitud nacional entre las acciones más meritorias de su hoja de servicios. Mientras espero ansiosamente su contestación, de la que en gran parte dependerá la unión de la familia paraguaya, quedo rogando al Cristo Redentor cuya efigie, como símbolo de fraternidad augurada a toda América, ha sido erigida en la serena región sobre la nívea cumbre de los Andes, por la fe y gratitud de dos grandes pueblos, y hago votos fervientes para que El dirija, en estos momentos difíciles, desvanecidas las divergencias acaso injustificables, puedan sus hijos trabajar en paz y verla, en tiempo no lejano, levantarse fuerte apoyada en sus brazos productores.

         Juan Sinforiano Bogarín,

         Obispo del Paraguay. "

 

         El 20 de marzo del año en curso, recibió la contestación de la carta precedente y en la que el General aplaude mi iniciativa asegurando que de su parte está dispuesto a un arreglo entre hermanos.

         "Recibida la contestación, emprendí de nuevo la campaña; hablé a uno, a otro, a tercero y a cuarto, y por fin me resolví a afrontar la cuestión abiertamente. Hay que advertir que todos mis trabajos los hacía sigilosamente, sólo los conocía el Sr. Adolfo Soler; las mismas cartas cambiadas iban en propias manos, pues en estos tiempos, en Asunción, había más espías que pirañas en el río Paraguay."

         En abril, escribe Bogarín, "me fui al palacio de gobierno y conferencié con el Presidente Emiliano González Navero, completados de los anteriores períodos presidenciales. Le expuse las gestiones que hasta entonces había hecho, le dije que consideraba llegado el momento de presentarme ante él para manifestarle mis propósitos, consistentes en buscar, de algún modo la paz en el país, puesto que la unión de los ciudadanos era necesaria. El Señor Presidente me agradeció por mis gestiones patrióticas y me felicitó, pues su Gobierno deseaba también la tranquilización del país. Me preguntó cuál sería el medio para obtener ese fin; le manifesté sin restricciones que, según mi parecer, con volver al país el Gral. Caballero y Don Antonio Taboada, volverían también los centenares de paraguayos -unos colorados y otros cívicos- que están afuera. Me dijo que encontraba muy buena la idea, que hablaría a sus ministros y que pronto me contestaría (...) Yo pensaba “Maldito el hombre que confía en el hombre” (...) Porque en mayo vino a la Curia, su Ministro del Interior, Adolfo Riquelme -gran amigo mío- y a nombre del Presidente me manifestó que se ha resuelto aplazar la contestación definitiva a mis gestiones; que por hoy el gobierno no veía conveniente la venida al país de Caballero ni de Taboada. En junio fui al ministerio a hablar con el señor Riquelme... y me convencí que debía abandonar los trabajos que había iniciado, sólo y únicamente por el bien del país. Así lo hice y me quedé pidiendo al Señor días mejores para la Patria."

         En julio de 1909, el caudillo colorado José Gil preparó una revolución desde Corrientes. Pasa con su gente a Yabebyry y viene a Laureles; allí se encuentra con la fuerza que el Gobierno mandó de Asunción por agua, al mando del Coronel Albino Jara. Son vencidos los revolucionarios y son asesinados prisioneros y heridos.

         "Viendo cómo mis trabajos de pacificación fracasaron, por cortesía dirigí otra carta al Gral. Caballero (...) diciéndole que según su carta de febrero (...) he dado los pasos que me parecían más conducentes al fin que todos deseamos cual es la pacificación del país por medio de la unión de sus hijos. Y si bien mis gestiones han merecido la aprobación de los hombres antes quienes las he llevado, cumplo comunicar ha S. S. que ellas no han tenido, hasta ahora, la eficacia deseada. Esto no obstante, estoy dispuesto a hacer de mi parte lo posible para el objeto indicado, y tengo motivo de esperar que, en esta empresa me acompañarán los hombres de buena voluntad."

         Caballero le contesta con su acuerdo.

         Entretanto, relata Bogarín, que en Asunción por una anécdota mujeres "macabeas" hablaban en contra suyo: "que el Obispo y el Clero eran colorados; que la Curia estaba en contra del Gobierno Radical, y para indisponer el espíritu público" no había enviado la nota correspondiente de dicho pedido. Concluye el obispo: "Así se me comienza a pagar las gestiones de paz y de conciliación que inicié antes de ahora, buscando solo la tranquilidad del país". Agrega además que "los periódicos bajos que había en Asunción, especialmente La EVOLUCIÓN, se desataron contra el Obispo y el Clero diciendo también que eran colorados". Esto relata la "anarquía moral, social, política a que se llegó a causa de tantas convulsiones; era el colmo de la ofuscación". Según sigue relatando: "Yo me quedo repitiendo: Dios salve a la Patria de las revoluciones y la libre de las mujeres políticas. Así sea".

         El 17 de enero de 1911, el Cnel. Jara, "el héroe de laureles", dio otro golpe de estado que tuvo como consecuencia la renuncia del presidente Gondra a quien sucede.

         El 24 de febrero de 1911 estalla otra revolución, de los radicales contra el presidente Jara -a favor colorado- pero hoy radical. Vaya uno a entender este embrollo.

         "Después de un combate en Caí Puente, donde el Tte. Goiburú, Ministro de Guerra de Jara, hizo fusilar a tres soldados, hubo otro en Paso Ñandejara y un tercer combate en Bonete, Villa del Rosario, ganando en las tres partes las fuerzas de Jara. En la nombrada villa, el mismo Goiburú mandó fusilar, a Adolfo Riquelme -mi gran amigo-, a Edmundo Maldonado y otros más... No tomé la fecha, ni me interesa, en que el Cnel. Jara fue derribado de la Presidencia y le sucedió Liberato M. Rojas. Variadísima es la suerte del Paraguay. Y van de revoluciones.

         El 21 de noviembre estalla otra revolución -ojalá sea la última- encabezada por los señores: Manuel Gondra, Eduardo Schaerer, Emiliano González Navero y Dr. Manuel Franco, todos del partido Liberal Radical gondrista. El Gobierno de Liberato Rojas, reúne para no caer de la silla Curul mucha gente, los revolucionarios hacen otro igual para echar y subir (...) Los hombres de todo el país se diseminaron: unos en las filas del Gobierno, otros en las de la Revolución; aquellos en territorio argentino, estos en el Brasil y los restantes en los montes (...) los sembrados y las chacras quedaron abandonados. La sangre que corría, todo, todo me afectó profundamente. Y resolví trabajar abiertamente buscando un arreglo entre el Gobierno de Caraí Libé y la revolución."

         En enero de 1912, el mayor Alfredo Aponte, liberal radical de los revolucionarios y los señores Marcos Codas Caballero y Mario Usher, jaristas, dieron un golpe deponiendo al presidente Rojas". Por fin el 22 de marzo de 1912 después de tres días de combate en los alrededores de la Capital, entraron triunfantes los radicales.

         Al concluir esta revolución, Bogarín la analiza en largos párrafos con estas curiosas frases, que reunimos sintéticamente:

         `El Obispo es colorado', es la opinión que se han formado de mí muchos hombres políticos del poder, especialmente aquellos radicales malnacidos y muy bajos (...) Hay Ministros y hay Senadores y hay Diputados y hay Magistrados y hay intrigantes –éstos sí son muchos- que dicen y creen en esto.

         Es necesario que la posteridad sepa la causa de tales opuestas apreciaciones que, dicho sea de paso, me tienen sin cuidado. Todo partido político en el Paraguay quiere que el Obispo propicie su idea, sus convicciones (las del partido, se entiende) y las manifiesta de un modo u otro; más claro, el partido colorado quiere que el Obispo sea colorado y que trabaje por él y, al revés, el partido liberal quiere que el Obispo sea liberal y trabaje por y con él.

         Conste que yo nunca he pertenecido a ningún partido político, ni me he inclinado hacia alguno de ellos (...) Léanse todas mis pastorales, circulares, cartas políticas que he escrito; declaren, si aún viven, todos los espías que me han seguido en la campaña y que hasta han estado en la Curia hablando conmigo y procurando sonsacarme algo (...) Y los que murieron, salgan de sus sepulcros, y todos juntos hablen (...) Pues, no les tengo miedo. Quien aduce estas pruebas, no necesita de otras.

         Hago constar asimismo que desde que fui Obispo, hasta ahora, he cumplido rigurosamente con el protocolo con los hombres de Gobierno, de cualquier partido fueren, he llenado todas las atenciones que están anexas a mi cargo de Obispo, y mi conciencia no me acusa de haber faltado una sola vez a esto (excepto con D. Emilio Aceval, como queda dicho)."

         En 1921, el 15 de agosto comienza su segunda presidencia Manuel Gondra, hombre de vastos conocimientos, literato, diplomático de alto relieve y de una honradez a toda prueba. Su asunción "fue tan grandiosa que la historia no señala otra igual". Pero la parte joven del partido radical, para democratizar al partido, junto con el Ministro del Interior  Justo José P. Guggiari se opusieron a Gondra hasta hacerlo renunciar después de fuerte lucha a la presidencia. Eran los tiempos de los "librepensadores quienes con el nombre de 'Educación y Ciencia' no dejaban de atacar al Clero, a la Religión, a todo". "Con la más profunda indignación de los espíritus buenos, católicos e indiferentes" éstos y el Clero que siempre ha sabido mantenerse en una prudente equidistancia en cuestiones políticas. Abandonaron "su habitual quietud para lanzarse a la lucha cívica con la única mira (entiéndase bien) de aleccionar a los ofuscados sectarios de la masonería y demás anticatólicos, probándoles que la gran generalidad de los ciudadanos paraguayos son católicos".

         También en esa época, menciona Bogarín: "Publiqué una Carta Pastoral llamando la atención de los ciudadanos católicos sobre sus deberes cívicos, como tales y explicándoles su obligación en conciencia de no dar sus votos a favor del Divorcio vincular de los anticatólicos, masones activos, etc., etc..

         Pasados los días de excitación y vuelta la calma en los ánimos, los políticos sensatos y cuerdos se han percatado que no se debe jugar así nomás con los paraguayos, que en su gran mayoría son católicos; es por eso que ellos devolvieron a la Iglesia la tranquilidad y el respeto que reclama con toda justicia. Desgraciadamente los jóvenes radicales no cejaron en nada y continuaron sus propagandas políticas y anticatólicas y he aquí la causa de su caída y la del Presidente Gondra.

         Como sucedió -con la división de su partido entre los llamados saco -pucú de los 'Gondra-guggiaristas' y saco mbyky de los 'schaeristas', en noviembre de 1921. "

         El nuevo gobierno se constituyó con la presidencia provisoria del Dr. Eusebio Ayala. Monseñor Bogarín concluye: "Inicié la serie de visitas de cortesía a los recién ascendidos, y como es mi costumbre visité también a los presidentes caídos. Gondra que no me recibió porque, según él, el Clero no lo había apoyado".

         La Revolución del 17 de febrero de 1936, siguió a la revolución de 1922, llamada del Coronel Chirife, "la he conceptuado como la más perjudicial de todas las habidas, ya que se extendió a todo el país -mejor dicho recorrió- arreando caballadas de Sud a Norte, y me decía yo que ésta sería la última revolución que en mi vida vería (...) Había estado engañado".

         La de 1936 provocó la renuncia del presidente Eusebio Ayala, a quien el obispo Bogarín lo visitó en la prisión. También el general Estigarribia fue preso por el coronel Franco. Vivió asimismo toda la agitación política posterior.

         En junio de 1936, escribió el Obispo:

         "Lo que se puede decir es que hasta la fecha, el país no está gobernado por el Gobierno. Vive a la bartola. Es verdad que el gabinete se reúne con frecuencia, pero no se sabe de qué trata ni qué dispone, lo único cierto es que se publican los históricos decreto-leyes".

         Cuando en octubre de 1936 el gobierno de Franco terminó e inauguró el Oratorio de la Virgen de la Asunción -pero cambiando su nombre histórico por el de Panteón Nacional de los Héroes, para depositar ahí los restos del mariscal López y de un soldado desconocido del Chaco-, monseñor Bogarín respondió no puedo asistir a ese acto porque había sido invitado con anterioridad y oficialmente por el Señor Intendente de Buenos Aires, para asistir a las fiestas del 4° Centenario de la fundación de dicha ciudad. De ello, dejó escrito el obispo: "El señor Presidente Provisional empezó a despotricar en un lenguaje de carrero contra mi humilde persona (...) ¿Qué no dijo de mí? (...) que era un viejo inútil, ignorante (...) y lo dijo a cuantos se le presentaban",

         Un nuevo cambio de Gobierno. El 13 de agosto, los Jefes del Ejército dieron un golpe seco de estado. Se constituyó el nuevo gobierno en el que fue nombrado Presidente el Dr. Félix Paiva, que durará hasta que se hagan las elecciones generales conforme a la Constitución del 70.

         El 7 de setiembre amaneció la ciudad en un silencio sepulcral; ni trenes, ni tranvía, ni autos, ni camiones andaban. "Yo creí que amanecíamos con una huelga general", menciona Bogarín. Ese mismo día, cuando empezaba el movimiento de la revolución de Franco, pasó otro camión que gritaba: "El arzobispo se ha suicidado esta noche". Jocosamente el mismo "suicidado".

         Así termina bruscamente la importante MEMORIAS del Obispo. Se cree por muchos historiadores que "a lo mejor seguía otro Cuaderno de sus Apuntes".

         La revolución de 1949, llamada "de Concepción", ya no es tratada en las MEMORIAS de monseñor Bogarín. Pero la actuación de éste fue, en los últimos años de vida del anciano Arzobispo de Asunción seguramente de los más sufridos y duros que experimentó en sus postrimerías. Lo mejor al respecto es su famosa "Ultima Carta Pastoral", del 18 de febrero de 1949 -una semana antes de su fallecimiento- en que leemos con férvida emoción en este triste "testamento":

         "Mis amados hijos:

         No puedo ya prometerme muchos años de mi vida. Comprendo que se acerca aceleradamente el fin de mi vida y no quisiera llevarme al sepulcro la pena de ver a mis queridos hijos distanciados, divididos por el odio y el rencor.

         Bien sabéis que durante esta larga vida que el Señor en su infinita bondad me ha concedido, mis dos grandes preocupaciones, mis dos grandes amores, han sido la Religión y la Patria. A ellas he consagrado mi inteligencia, mis energías, mi vida toda.

         Desde tiempos ya muy lejanos he vivido y participado de todas sus vicisitudes; he sentido muchas veces amargado mi corazón por los sufrimientos de mi pueblo, y, ni siquiera ahora, en los supremos instantes de esta vida que se apaga, puedo tener el consuelo de ver pacificada la Nación, hermanados todos los paraguayos, disfrutando con segura tranquilidad los beneficios inexaustos con que nos brinda este regalo de Dios que llamamos Patria.

         Como un testamento y prenda del amor que profeso a todos vosotros mis queridos hijos, os dejo este documento que no tiene otro fin (¿qué puedo esperar ya en este mundo?) que el de llevaros al abrazo fraterno por la pacificación ciudadana.

         Porque lo que más apremia, mis amados hijos, en los momentos presentes, bien lo sabéis todos, es la pacificación interna de la Nación. Donde oprime el temor, no puede haber paz, sin la confianza mutua de los ciudadanos se hace imposible la tranquilidad y la paz.

         Y estas verdades evidentes valen tanto para la pequeña familia que forma un hogar, como para la gran familia que constituye la Nación.

         La guerra civil y los graves sucesos que hemos vivido han dejado en las almas sedimentos muy amargos que las han dejado en las almas sedimentos muy amargos que las han envenenado y arrastrado a cometer actos que no coinciden con nuestra cultura y mucho menos con nuestros sentimientos cristianos.

         Pero también es cierto que flota en el ambiente un anhelo de paz, porque no hay quien no comprenda que si seguimos por el camino de enemistad que hemos llevado, iremos derechamente a un suicidio nacional.

         Repasemos la historia, mis queridos hijos, de las luchas intestinas que bien han maltratado, desangrado y dividido a la familia paraguaya: ninguna de ellas trajo el bien que, al fraguarlas, se prometía. Una revolución prepara la siguiente, aumenta los odios, llueven las venganzas, se ensombrece el ambiente nacional, se nos mira con recelo en el exterior y, ciertamente, no necesitamos de fuerzas que paralicen el progreso de la Nación y la destruyan. Y el odio destruye, la paz edifica.

         Al pediros por amor a Dios, de vuestras madres, de vuestras esposas; de vuestros hijos, desde mi lecho de dolor, ese abrazo fraternal, olvidando agravios y renunciando a venganzas personales, sé que pido el mayor beneficio que el Todopoderoso puede conceder a nuestra querida Patria y, por conseguirlo, ofrezco gustoso mi vida al Creador.

         Y, como prenda de la sinceridad de este ferviente anhelo de mi alma, os doy a todos mi Bendición Pastoral".

         Al concluir el análisis de la larga serie de revoluciones, citamos a uno de sus principales biógrafos, el doctor jerónimo Irala Burgos: "En revoluciones, en guerras civiles, en luchas campales, pudo levantar el estandarte de la paz porque estaba por encima de las banderías y de los intereses subalternos". "¡Cuántas veces con riesgo de su vida, actuó como emisario de la paz!", concluye el doctor.

 

         6. LA GUERRA DEL CHACO. LAS CAPELLANÍAS

 

         Las frecuentes revoluciones de las décadas anteriores, especialmente las del 1911 a 1912  y del 1922 a 1923, así como sobre la Guerra del Chaco llevaron el sello de la profunda fe católica de los paraguayos.

         Tanto el Arzobispo, insigne pastor y patriota a un tiempo, con su lema de por vida Pro aris et focis (por los altares y por los hogares), como los sacerdotes del clero paraguayo y también los activos laicos, - al igual que en la guerra de la Triple Alianza (con su casi totalidad de derrotas y huidas hasta el heroísmo de Cerro Corá)-, así también durante el trienio de la gloriosa y reconquistadora Guerra del Chaco, supieron, con ejemplar unidad, demostrar su heroísmo patrio y su ancestral confianza en Dios; y en la Madre de Jesús, a quien, ya en el epílogo de la guerra, proclamaron "Patrona y Auxiliadora del Ejército victorioso del Chaco paraguayo".

         Monseñor Juan Sinforiano Bogarín -antes y durante dicha guerra- juntamente con los dos obispos de la Provincia Eclesiástica del Paraguay, dentro de sus jurisdicciones respectivas, actuaron de consuno a favor de los intereses nacionales y de la defensa del patrio territorio chaqueno.

         Con la inminencia de la guerra ante Bolivia, y durante toda ella, su protagonismo de "pastor-patriota" raya en acción elevada, ininterrumpida y eficaz. Vierte su esperanza nuevamente hacia la unificación nacional. Desde 1928, en efecto, clama con corazón de pastor. En medio de semejante zozobra ante la guerra, encuentra, a pesar de todo, un motivo de esperanza, como los señala Irala Burgos:

         "El espectáculo, altamente halagador a nuestros sentimientos de patriota y de ciudadano, de la unidad nacional ante el peligro común, concentración vigorosa de todas las fuerzas vivas del país, que suprime todas las diferencias y las luchas intestinas, sean de doctrinas o de tendencias políticas, para agrupar la sociedad entera en su expresión más sublime de patria, e insta a todos los partidos políticos para que aun después de terminado este conflicto, sigan colaborando en bien de la Patria. "

         A la par de su prédica a favor del patriotismo en la guerra y en la paz, el Obispo "medularmente paraguayo", no quería que su pueblo cayera bajo ningún yugo extranjero ni sometido a la explotación de un nuevo vasallaje. Pedía en carta al Presidente de la República, en enero de 1935, que los políticos buscaran fórmulas capaces de evitar que el capital extranjero venga a ponernos la soga al cuello después de tantos sacrificios hechos para conservar nuestra heredad del Chaco.

         "He llegado -decía entonces el anciano Arzobispo- a una edad avanzada y se acerca el día en que el Señor me llame a rendir cuentas de mis actos, como lo hará con todos los hombres, pero aún después de mi desaparición de esta tierra a la que tanto amo, no quisiera que sus hijos viniesen a ser esclavos del capital extranjero."

         Cuando en 1913 se organizó la entidad popular llamada "Unión Patriótica", con el propósito de colaborar en la preparación del país para la defensa, ante una posible agresión boliviana, el clero estuvo dignamente representado.

         En 1931 nació la "Asociación Patriótica del Paraguay" para contribuir a la realización de los altos fines de la defensa nacional. Así lo expresa el art. 1° de sus Estatutos. El 18 de diciembre de 1931 la comisión provisoria se dirige al Arzobispo solicitando su apoyo y valioso consejo.

         Cuando se agudizaron los incidentes fronterizos en el año 1932, actuó fervorosamente la Asociación Patriótica en cuyo seno se llevó la representación del clero nacional el presbítero doctor Bartolomé Adorno. Ya en Navidad de 1928, monseñor Juan Sinforiano Bogarín, en su carácter de obispo de la Santísima Asunción del Paraguay, dirige al clero y fieles de su diócesis una "pastoral sobre el conflicto internacional", o Pastoral de Bogarín.

         El 2 de agosto de 1932, el Arzobispo de Asunción, por acuerdo común con los obispos, considerando "haberse decretado la movilización y siendo un deber ineludible del Clero Nacional prestar sus servicios ministeriales en el ejército", decretó "la organización de un Cuerpo de Capellanes Militares destinados a prestar sus servicios ministeriales en las distintas Unidades del Ejército nacional". La capellanía del Ejército del Chaco fue creada oficialmente por Orden General N° 311 del Comando en Jefe, Tte. Coronel José Félix Estigarribia con fecha 14 de julio de 1934.

         Como el número de sacerdotes era muy exiguo (no pasaba de 50 el clero parroquial) y las parroquias no podían quedar abandonadas por tiempo muy largo, se dispuso un sistema de rotación, por tiempo de tres meses cada uno de los designados, a elección de los obispos. Además se debía atender los hospitales de retaguardia y los acantonamientos militares.

         Al detallar las actividades desplegadas por los 33 sacerdotes que desempeñaron el oficio de capellanes en el campo de la lucha, digamos que todos pusieron al servicio de la patria y a favor de sus hermanos, su fe y caridad cristianas y el entusiasmo de su patriotismo. Desde el joven recién consagrado, como Juan de Dios Bogado, hasta el anciano extranjero, como Domingo Queirolo (salesiano), quien desde el primer momento de la contienda bélica quiso acompañar al R.C.I. "Valois Rivarola" cuando pasó por Puerto Pinasco, en los días iníciales de agosto de 1932, y estuvo en las bravas luchas de la retoma de Boquerón. Todos esos capellanes eran novatos en la trágica experiencia de la guerra, lo mismo que el pueblo que se alzaba en armas para defender la heredad nacional; pero pronto "aprendieron su nuevo oficio, igual que los soldados y oficiales improvisados", a decir del padre Blujaki

         Según lo señalado por Blujaki:

         "Aparte de estos quehaceres -que eran los propios- arengaban a las tropas infundiéndoles coraje para enfrentarse con la muerte o soportar con abnegación los sufrimientos que asaltaban a los combatientes y auxiliares en cualquier momento, compartían con ellos toda clase de penurias y sacrificios y les acompañaban en sus horas de regocijo y triunfos (...) No podemos seguirle en todos los caminos por él recorridos, para arengar a las tropas, alentar al pusilánime, perdonar al arrepentido, confortar con la comunión a oficiales y soldados, dar de beber al sediento, visitar al enfermo, enterrar a los muertos y celebrar la misa en acción de gracias por las victorias obtenidas, prestando constantemente ayuda a diestra y siniestra.

         La misión del Capellán General entre los guaraníes fue ardua e ingrata. Sus fervientes anhelos de protegerlos y acompañarlos, su tenaz empeño para que fueran bien tratados y respetados, le acarrearon serios quebrantos y profundos disgustos, no faltando ni siquiera la sátira mordaz que apuñala sin piedad el corazón más firme.

         Mas, pese a todos los obstáculos y sinsabores, él supo cumplir satisfactoriamente el honroso cometido. "

         El Presidente de la República, doctor Eusebio Ayala, ya al final de la guerra reconoce la labor de los capellanes de guerra con estas palabras:

         "Rindo mi homenaje de admiración y simpatía al sacerdote patriota, que ha cumplido con la más noble abnegación peligrando su propia vida, la misión de ayuda espiritual a los combatientes. (...) Su heroísmo se ha inspirado en el modelo sublime de Cristo y en el ejemplo de los bravos de la nacionalidad. "

         Quienes han leído los dos tomos del famoso capellán Ernesto Pérez Acosta, titulados, uno LO QUE VIO, OYÓ Y SUPO UN CAPELLÁN Y EL OTRO EN LA CONTIENDA DEL CHACO, recordarán sus magníficas labores cristianas, "que no solamente se fatigó y sacrificó para realizar su tarea estrictamente sacerdotal, sino llegó a servir de enlace en la trasmisión de mensajes estrictamente confidenciales, que eran verdaderos secretos de guerra". El héroe Comandante de Nanawa, coronel Irrazábal, dijo ante una pregunta del general Estigarribia frente al presidente Eusebio Ayala, que "su comando de guerra era el Pa'i Pérez Acosta".

         Como una anécdota del cristianismo que reinaba en ambos ejércitos, es el pedido del Nuncio Apostólico, residente en Buenos Aires, monseñor Felipe Cortesi, gran amigo del Paraguay, quien en la Navidad de 1932, obtuvo de ambos jefes -de Paraguay y de Bolivia- una feliz tregua por tan importante fecha. Así, durante todo el día se suspendió "el tableteo de las ametralladoras y el tronar de los cañones, en una y otra trinchera", celebrándose la misa de medianoche con la predicación cristiana, los cantos religiosos y hasta se improvisaron rústicos pesebres.

         Monseñor Aníbal Mena Porta, en febrero de 1963, escribió al padre Pérez Acosta a propósito del primer tomo de éste sobre su obra referida a la Guerra del Chaco, recordando el heroísmo de los capellanes y su trabajo en los hospitales de Asunción en que participara el mismo padre Mena Porta, poco antes de ser nombrado obispo en 1936.

         "Al lado de esos heroicos defensores de nuestro Chaco, los Capellanes han sabido cumplir con altura su santa y nobilísima misión, secundando en todo a los esforzados y abnegados defensores de la Nación. También aquí se colaboró en esa tarea cristiana, atendiendo en los Hospitales, con gran patriotismo, amor y responsabilidad sacerdotal. A mí me tocó asistir a los enfermos, agotados y mutilados que nos llegaban a granel del frente de operaciones en el Ex Seminario, habilitado como Hospital, teniendo como Director a don Ignacio Escobar y como médico Director al Dr. Juan Francisco Recalde. La labor fue también ardua, aquí en la retaguardia, había que atender día y noche a esos despojos gloriosos de la guerra para tratar de recuperarlos y salvar sus preciosas existencias. En esta tarea todos hemos trabajado sin decaer un solo momento porque así lo reclamaba nuestro deber de la hora para con la Patria. No puedo dejar de mencionar la colaboración abnegada de las Hermanas salesianas Sor Olimpia y Sor Isidra, merecedoras de nuestra gratitud. "

         Desde el principio se interesó monseñor Bogarín en acompañar la preocupación del gobierno en la defensa del Chaco. La Comisión de Economía pidió a la Curia "la cooperación del clero para hacer conocer a los agricultores la compra de sus productos en los respectivos pueblos". "Mandé circular a los párrocos encomendándoles tal pedido, quienes en poco tiempo hicieron conocer a los agricultores esas ventajas", señalaba el obispo; "insinué asimismo a los Curas la necesidad de urgir a los ciudadanos la intensificación de los trabajos agrícolas; así lo hicieron, con tal resultado que en ese año, los frutos agrícolas superaron a los del tiempo de paz".

         Esto era fruto de la confianza que el pueblo depositaba, también en los otros pedidos necesarios, como afirma el obispo: "Sólo al sacerdote cree nuestra gente (no así a los políticos), y a su consejo se presenta gustoso para cumplir su deber de paraguayo". Muy doloroso le fue al Arzobispo cumplir con los insistentes pedidos de combatir, como le pedía el gobierno, las injusticias de algunos dirigentes a favor de los así llamados "emboscados".

         En marzo de 1935 el Arzobispo, en su circular número 3, escribe a los curas párrocos:

         "Desde hace más de dos años que nuestro pueblo es testigo de todo el patriotismo de que han dado prueba los ciudadanos, acudiendo presurosos a cumplir su deber para con la Patria defendiendo su integridad en el Chaco (...) En esta etapa en que se está desarrollando el esfuerzo final para llegar a la victoria definitiva, todos deseamos que se acelere este último resultado (...) Es necesario no decaer en nuestro esfuerzo patriótico (...) Que no haya ningún reacio entre los ciudadanos hábiles para el servicio militar sino que todos se presenten a cumplirlo con patriotismo. Anuncie de antemano varias conferencias patrióticas que harán sus parroquias por encargo de la autoridad eclesiástica (...) Y convencer a los fieles de que la pronta y feliz terminación de la guerra depende del mayor número de soldados hábiles -hayan ido ya, o no, al Chaco- (...) Manifieste Ud. a nuestros queridos soldados que este consejo les da su viejo Arzobispo, que por amor de Dios y de la Patria, tantas veces ha regado con sus sudores apostólicos toda la extensión de este país."

         Con ocasión del solemne Te Deum, celebrado en la Catedral de Asunción en 1935 para festejar el feliz suceso del advenimiento de la paz entre Paraguay y Bolivia, en presencia del Primer Magistrado, altos dignatarios de la Nación y Representantes de los pueblos amigos, vibraba tras su larga alocución de acción de gracias con este sublime augurio:

         "Podemos confiar con la fe del cristiano y del patriota, que el negro humo de esta guerra que cubrió el cielo de la Patria se convertirá en auras de una paz internacional estable en benéfico rocío, regando la actividad productora de la Nación, contribuirá a su mayor desarrollo y la levantará del horror de esta guerra, más vigorosa, más próspera, más grande, más hermosa."

         También en julio de ese año, el anciano Arzobispo escribía su "Mensaje al Pueblo paraguayo", "para hacerle llegar las palpitaciones de nuestro corazón, triturado a la vista de la inmensa desgracia que acaba de sufrir". "Y que terminado el doloroso sacrificio, mediante la divina Providencia (...) queremos hacer llegar a todos los ciudadanos del país nuestra palabra, inspirada como siempre, en el bien de ellos mismos y en los altos intereses nacionales", decía. Habla de la unidad que hubo entre todos en bien de la Patria. Afirma que "la mayor gloria consiste en la unión espiritual de sus hijos". Instaba "a todos los partidos políticos, a pesar de la diversidad de opiniones, evitar los distanciamientos y enemistades... y buscar la armonía y hermandad como lo han demostrado los defensores de nuestro Chaco". Termina bendiciendo al valiente Ejército nacional.

 

         7. EL TRABAJO Y EL AHORRO

 

         Apenas enunciaremos algunos párrafos sobre lo que monseñor Bogarín enseña repetidamente en su estupendo magisterio de Arzobispo para toda la feligresía del Paraguay, y como ciudadano para todo el pueblo, acerca del trabajo y del ahorro. Lo hace frecuentemente bajo el concepto de "virtud cristiana" para sus súbditos, y de "valor humano y patriótico" para los habitantes del país. Aparte de que el "trabajo" era -y sigue siendo- una de las necesidades perentorias y prioritarias tanto para la Iglesia ("El que no trabaja, que tampoco coma", S. Pablo), como para el Estado (problema del desempleo, etc...).

         En una de sus originales Cartas Pastorales ya del año 1898, "al clero y a todos los fieles, trata de "La situación crítica de la Nación", y refería sobre la prédica del trabajo:

         "En estos momentos, pues, en que nuestra patria, cual madre amorosa que no ha podido recoger el fruto de sus trabajos para alimentar a sus hijos, se encuentra sollozando, y suspira por el día en que estos juntamente con ella podrán nadar en la abundancia, tendámosle una mano protectora; unamos nuestras fuerzas y todos, con fe y constancia trabajemos a fin de enjugar sus lágrimas.

         Mas no creáis, amadísimos hijos que el patriotismo consista en vanos alardes; muy lejos están de ser patriotas aquellos que se proclaman tales y nada hacen por la patria, así como los que pasan su tiempo cruzando los brazos y no se dedican a ningún trabajo honesto, y más todavía, los que, enarbolando sistemáticamente la bandera partidista, a son de defender los fueros y derechos de la patria, no hacen más que amenazar el orden constituido, poner en efervescencia los espíritus de los ciudadanos y sustraer brazos al trabajo útil; alguien ha dicho: 'la bandera de los partidos es el sudario de la patria'.

         Patriota es al contrario aquel que, sin blasonar de tal, trabaja sin cesar, empuña los instrumentos de trabajo y no los deja sino para descansar; patriotas son aquellos cuyas manos encallecen con la mancera del arado y el mango de la azada, para hacer fructificar la tierra.

         Es verdad que la agricultura es el trabajo más penoso e ingrato que se puede dar, pero no lo es menos que ella es la palanca más poderosa que mueve un país en sentido de su progreso; ella es la que ha enriquecido y engrandecido todos los estados, y ella la que levantará nuestro Paraguay de la postración en que se halla.

         No importa, amadísimos hijos, que el hombre agricultor al principio no tenga más que cuatro estacas con un mal techo para descansar después de sus trabajos; siempre que sus manos sean limpias por la honradez y no abuse del fruto de sus sudores, en breve cambiará de posición, tendrá suficientes recursos para mejorar las condiciones humildes de su habitación, hasta, por fin, disponer de todas las comodidades necesarias.

         Ahora bien, estas comodidades individuales sumadas en conjunto, son precisamente las que forman el bienestar general y comunal, siendo así que los frutos de la tierra, las cosechas del agricultor, no sólo redundan en bien particular de éste sino en el bien general del país. Mediante el trabajo honrado de todos los ciudadanos, vienen abundante producción, florecimiento comercial y un movimiento general que contribuyen a enriquecer el erario público, proporcionándoles los recursos suficientes para hacer frente a sus múltiples gastos. Repetiremos, pues, en este lugar nuestro primero y principal pensamiento: nuestra patria necesita en estos momentos de toda la buena voluntad y de los esfuerzos reunidos de todos sus hijos. Porque lejos de rendir nuestro espíritu esta especie de conjuración general de todas las circunstancias aciagas contra el deseado bienestar de la patria, debe infundirnos nuevo aliento, no sólo porque el sagrado fuego del patriotismo debe avivarse más en los momentos de peligro, sino también porque el espíritu religioso y cristiano que nos anima, nos hace columbrar en lontananza que, la mayor presión de nuestras angustias presentes es presagio de nuestra cercana salvación.

         Así se ha pronunciado un profundo pensador político-religioso: 'Ver cómo se agotan y resultan estériles ante la gravedad de nuestros males todos los recursos humanos, es señal de que está próxima la intervención divina'.

         Dios no puede abdicar el omnímodo poder de salvar no sólo las almas, sino también los pueblos y su autonomía."

         Además debemos citar las famosas PASTORALES de Bogarín sobre la agricultura (1914); o aquella sobre el cultivo del algodón (1937); o la Carta a los Agricultores y Comerciantes (1945); o su Carta Pastoral sobre los Cultivos agrícolas (1946).

         Sobre la "rara virtud" del ahorro basta también un párrafo de sus APUNTES, del capítulo VIII titulado EL PARAGUAYO Y SU CARÁCTER:

         "El paraguayo no conoce ni quiere conocer las ventajas del ahorro. La absoluta falta de aspiración a mejorar su posición material y social, hace que viva siempre al día, si no es con atraso, preocupándole muy poco el mañana. Trabaja, no le asustan ni el peso ni las fatigas del trabajo y, cuando quiere, es guapo, resistente; ocho o diez horas de trabajos muy pesados al día sobrelleva como nada; y el cansancio que puede haber sentido le hace pasar con risotadas o algunas bromas entre sus compañeros. ¿Creeráse que se somete a esos sacrificios para hacer economías con el fruto de sus ganancias? Nada de eso. Llega el primer día festivo y tira todo lo que ha ganado en la semana, en diversiones, juegos, farras (...) y aún más, gloriándose de su largueza y despreocupación por el fruto de sus trabajos.

         Lo dicho en el párrafo anterior se refiere a los solteros lo mismo que a los casados; éstos son pocos, que abandonan su chacra, casa y familia para ir a otros puntos en busca de conchavo. Unos y otros, desde que salen de la familia, olvidan las necesidades de ésta; ganan y gastan sin pensar que sus padres, esposas e hijos pueden encontrarse privados de todo recurso (...) y si alguna vez vienen a visitar a su familia, se presentan con las manos vacías, como fueron, gastando el mendrugo de aquella.

         En cuanto a los casados que viven con su familia, éstos son muchos, dedicados a sus trabajos agrícolas o profesionales. Son más previsores, piensan en el mañana, emplean el fruto de sus sudores en beneficio de aquella. He aquí lo que aprendí con una observación constante de veinte y cuatro años. He aquí, a grandes rasgos, el modus assendi del paraguayo, excepciones habrá, pero, creo que mis apreciaciones no se alejan mucho de la verdad. "

 

 

CONCLUSIÓN

 

         Una presencia trascendente y siempre actual para los destinos de nuestra patria es el grande y complejo monumento de las obras que nos legara al concluir su largo y tan fecundo Episcopado.

         Por algo la misma Roma en aquella "feliz" fecha de su deceso, a través del OSSERVATORE ROMANO, su órgano mundial y oficial, -tradicionalmente parco

en elogios-, decía de él: "Sus realizaciones representan cuanto más meritorio se ha obrado en los cuatro primeros siglos de existencia que lleva la Diócesis del Paraguay".

         Esto significa claramente, -en palabras de la Iglesia universal- que la actuación apostólica del obispo Juan Sinforiano Bogarín, llegó a ser la mayor en los cuatro primeros siglos de existencia, de la Iglesia en nuestro bien amado Paraguay.

         Y en el país, en medio de los acontecimientos nacionales tan cargados de la tensión política de la época, el órgano oficial de Gobierno, haciéndose eco de todos los partidos políticos sin distinción, afirmaba rotundamente que: "Monseñor Bogarín era el más grande de los paraguayos de nuestra edad contemporánea".

         Así, efectivamente, lo demostraban los hechos de su prolongada vida en servicio de Dios y de la Patria. "Por sus frutos los conocerán", era la sentencia certera de su Maestro Jesús.

 

 

SÍNTESIS FINAL

 

         "Cuando llegaba al ocaso de su vida", rubrica como magnífico colofón el continuamente citado Dr. jerónimo Irala Burgos, digno ex miembro de la Suprema Corte de justicia del Paraguay:

         "El balance de su obra era imponente, estremecedor: Había recorrido 48.425 kilómetros en sus giras pastorales, había confirmado en su fe a tres generaciones de paraguayos, había administrado 489.793 comuniones y había pronunciado 4.055 conferencias doctrinales. Sus 99 "Cartas Pastorales" eran no solamente cátedras de doctrina y de moral, sino aproximaciones geniales, sumamente esclarecedoras, al alma paraguaya, a nuestra sociología, a nuestra cultura, a nuestros problemas políticos y económicos.

         Obispo misionero, Ángel de la Paz, Gloria de la Iglesia y del Pueblo, Imagen viva del Buen Pastor, Lucero del Paraguay (...), son calificativos que florecieron sobre su memoria ya histórica. Nosotros hemos visto en él a un verdadero Evangelizador y Reconstructor moral de la Nación, por haber restaurado, entre las ruinas de la patria vieja, una Sociedad humana -Patria sufrida-, que restañaba penosamente sus heridas, una Iglesia identificada con su suerte y su destino, y la Fe católica de todo un Pueblo, muy americano, el Paraguay, como una de las notas fundamentales de su ser nacional."

 

 

NOTAS

 

1- Luis Mariña Otero, especialista en historia constitucional Iberoamericana.

2- Para una visión más detallada de la situación en esos años de la Iglesia en Paraguay, ver el documento INFORME SOBRE LA SITUACIÓN DE LA IGLESIA EN PARAGUAY, redactado en 1894, preparando el Concilio Plenario de América Latina en Roma. Citado en TELESCA, Ignacio: PUEBLO, CURAS Y VATICANO. LA REORGANIZACIÓN DE LA IGLESIA PARAGUAYA ENTRE 1870-1880, ed. Fondec, Asunción 2007, 171 pp.

 

FUENTES CONSULTADAS

 

AUTORES VARIOS: HOMENAJE DE GRAN VENERACIÓN Y RECUERDO IMPERECEDERO AL Excmo. RVDMO. MONSEÑOR JUAN SINFORIANO BOGARÍN, EN EL 6° ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO. Edit. El Gráfico, Asunción 1954.

BENÍTEZ, Justo Pastor: MANCEBOS DE LA TIERRA. Buenos Aires, 1931.

BLUJAKI, Agustín: MONSEÑOR JUAN SINFORIANO BOGARÍN, en: HACE CIEN AÑOS: HISTORIA DEL SEMINARIO CONCILIAR Y METROPOLITANO, ESTUDIOS PARAGUAYOS, VOL. VIII, n. 1, Asunción, junio 1998, pp. 323-332.

BLUJAKI, Agustín: A CIEN AÑOS DE AQUELLA MAÑANA; Prólogo de Mis APUNTES. Editorial Histórica, 9 pág., 1986.

BOGARÍN, J. S.: CARTAS PASTORALES, 1895-1949, Sondeos, n. 29-30. CIDOC (Centro Intercultural de Documentación), Cuernavaca, México, 1969, 2. Vol. (1: 406 p. II: 816).

BOGARÍN, J. S.: MIS APUNTES. MEMORIAS DE MONS. J. S. BOGARÍN. Editorial Histórica, Asunción 1986, 164 p.

BRAY, Arturo: MONSEÑOR BOGARÍN, EN "HOMBRES Y ÉPOCAS DEL PARAGUAY", Libro II. El Lector, 3a Ed., Asunción 1957 (1983), 184 p.

CASAL, José María: DISCURSO, POR LA RADIO DEL ESTADO, EN: "HOMENAJE DE GRAN VENERACIÓN...", O.C.

CENTURION, Carlos R.: JUAN SINFORIÁNO BOGARÍN, EN "HISTORIA DE LA CULTURA PARAGUAYA", VOL. I., Asunción 1961, pp. 468-470.

ESCURRA, Daniel: BIOGRAFÍA DE MONSEÑOR BOGARÍN, EN "HOMENAJE DE GRAN VENERACIÓN... ", O.C.

GALIANO, Anselmo Ramón: EL LUCERO DEL PARAGUAY, CAPÍTULO DEL LIBRO MANCEBOS DE LA TIERRA. Artes Gráficas Zampirópolos, Asunción 1967).

HEYN SCHUPP, Carlos: Los 54 AÑOS DE EPISCOPADO DE JUAN SINFORIANO BOGARÍN OBISPO DEL PARAGUAY, Separata en LOS ÚLTIMOS CIEN AÑOS DE LA EVANGELIZACIÓN EN AMÉRICA LATINA (Pontificia Comissio Pro América Latina). Simposio Histórico, en el centenario del Concilio Plenario Latinoamericano, Ciudad del Vaticano, 1999, Lib. Edit. Vaticana, 1548 pp.

HEYN SCHUPP, Carlos: MONSEÑOR JUAN S. BOGARÍN Y LOS SALESIANOS, COLECCIÓN DEL CENTENARIO SALESIANO, N° 3. Asunción, Edit. Don Bosco, 1996, 54 p.

HEYN SCHUPP, Carlos: MONSEÑOR JUAN SINFORIANO BOGARÍN: PASTOR Y PATRIOTA DE VERDAD, CENTENARIO DE SU CONSAGRACIÓN EPISCOPAL, 1895-1995, en: ABC Color, 3 de febrero de 1995, pp. 36-37. ID Folleto, dactilogr. P 1-13.

IRALA BURGOS, Jerónimo: LA EVANGELIZACIÓN DURANTE EL EPISCOPADO DE J.S. BOGARÍN, EN: "LA EVANGELIZACIÓN EN EL PARAGUAY. CUATRO SIGLOS DE HISTORIA", X, 189-202. Ediciones Loyola, Asunción 1979, 218 p.

IRALA BURGOS, Jerónimo: JUAN SINFORIANO BOGARÍN, RECONSTRUCTOR MORAL DE LA NACIÓN, en: HISTORIA PARAGUAYA, ANUARIO DE LA ACADEMIA PARAGUAYA DE LA HISTORIA, Vol. XV, 1976, pp. 71-95.

MAIZ, FIDEL: MONSEÑOR BOGARÍN: RASGOS DE SU VIDA DE DIGNO PRELADO AL PAR QUE DISTINGUIDO CIUDADANO. Los Principios, Octubre 5, 1913.

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SCHAUMANN, Carlos (Editor): ARZOBISPADO, HISTORIA Y DEBATES A SU RESPECTO. 1º Edición, mayo 1988, Asunción, 352 p.

ZURIZARRETA, Carlos: JUAN SINFORIANO BOGARÍN, en: CIEN VIDAS PARAGUAYAS. Ediciones Nizza, Asunción 1961, pp. 1962-1963.

 

 

ARTÍCULOS DE ABC COLOR SOBRE EL LIBRO DE LA

COLECCIÓN PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA Nº 13

 

 

BIOGRAFÍA DE MONSEÑOR BOGARÍN

 

 “Juan Sinforiano Bogarín”, del padre Carlos Heyn Schupp, es el próximo título de la Colección Protagonistas de la Historia, de la Editorial El Lector. El libro con la biografía del considerado máximo referente de la Iglesia paraguaya aparecerá el domingo próximo con el ejemplar de ABC Color.  

 

Juan Sinforiano Bogarín, quien llegaría a ser el primer Arzobispo del Paraguay, hijo de Juan José Bogarín y Mónica de la Cruz González, nació en Mbuyapey, departamento de Paraguarí, el 21 de agosto de 1863.

Huérfanos durante la guerra contra la Triple Alianza, Juan Sinforiano y sus tres hermanos quedaron bajo la custodia de su tía materna, María Pabla González.   

Juan Sinforiano pasó su infancia en la zona de Arecayá, Limpio, donde estudió las primeras letras, y a  la edad de  16 años ingresó en el reabierto Seminario Conciliar de Asunción.   


Fue ordenado sacerdote el 24 de febrero de 1886 en la Catedral, de la que fue   párroco desde 1887. Monseñor Luis Lasagna, obispo de Trípoli, lo consagró obispo el 3 de febrero de 1895.   

“Fortiter et suaviter” era la divisa del escudo episcopal, principio que sustentó en el curso de su laboriosa carrera: fortaleza en la defensa de su magisterio y suavidad en el trato con los demás.

Le correspondió solucionar con firmeza las irregularidades del sacerdocio descarriado de la posguerra, perdonando a los caídos e inculcándoles luego el sendero apropiado para el ejercicio de su ministerio.   

El Paraguay registraba por ese tiempo una abundante y tumultuosa historia de revoluciones y golpes de Estado. A cada uno de ellos se enfrentó con energía a través de sus Cartas Pastorales, exigiendo  paz entre las familias y el cese de las torturas.   

El obispo viajero recorrió casi cincuenta mil kilómetros por el territorio nacional animando a los campesinos a organizarse socialmente para la defensa de sus tierras y de sus derechos, sin abandonar sus instrucciones para un mayor acercamiento a la doctrina de Cristo.   

En 1929 se creó la Provincia Eclesiástica del Paraguay, integrada por la Arquidiócesis de Asunción, la Diócesis de Villarrica del Espíritu Santo y la Diócesis de Concepción.

El 15 de agosto de 1930, monseñor Bogarín recibió el palio arzobispal y poco tiempo después, luego de tres décadas de espera, se obtuvo la separación de la Arquidiócesis de Buenos Aires. 

En 1937, a cuatrocientos años de la fundación de la Casa Fuerte Nuestra Señora de la Asunción, se llevó a cabo el Primer Congreso Eucarístico Nacional.   

Luego de una fecunda vida dedicada por completo a su elevada función, el arzobispo de recordada memoria falleció a los 85 años de edad, el 25 de febrero de 1949. Fue un acontecimiento luctuoso para toda la historia paraguaya.   

Los más antiguos recuerdan la espigada y señorial figura de monseñor Juan Sinforiano Bogarín, cabalgando por los más recónditos pueblos de la campaña.

 

24 de Mayo de 2011

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EL PADRE CARLOS HEYN OFRECE UNA BRILLANTE SEMBLANZA EN LIBRO

 

El padre Heyn hace en esta obra una brillante semblanza biográfica del recordado obispo y del tiempo que le tocó vivir.   



Juan Sinforiano Bogarín fue ordenado sacerdote el 24 de febrero de 1886 en una solemnidad llevada a cabo en la Catedral de Asunción, que entonces estaba pegada al Seminario Conciliar –hoy edificio del Museo eclesiástico del Arzobispado–.   

Ya al año siguiente (1887) fue párroco de dicha Catedral. Es que en él, como afirmó Justo Pastor Benítez, “se aunaban la vocación del apóstol y el deber del que ejerce el cargo”. Y en Bogarín se aunaban también “la tarea misionera y la de servidor de la Patria (…), dos labores, pero un mismo quehacer: la reconstrucción de la Patria, porque la acción de los espíritus constructivos siempre es una, aunque sean diversas las proyecciones”, hacia donde se orienten sus vidas.   

En los años de párroco había sido también secretario episcopal del anterior obispo, Pedro Juan Aponte, fallecido tres años antes de que Bogarín fuese electo su sucesor.   

La tradicional terna de candidatos para la elección de un nuevo obispo –que se estilaba en la Iglesia de las Américas desde los tiempos hispánicos y que pasó después a los países americanos emancipados– era votada normalmente por el clero local y entregada a la autoridad eclesiástica (administrador) de la diócesis. Esta elevaba, a su vez, según norma de la Constitución, al Gobierno. Luego de la aceptación en el Parlamento, el Presidente de la República, por su privilegio llamado del “Patronato nacional”, se encargaba de enviarla al Papa, quien designaba a uno de los tres candidatos y lo nombraba canónicamente como obispo preconizado, que debía ser consagrado como sucesor del anterior en la diócesis respectiva.  

La asamblea del clero –flanqueado por “un inmenso gentío, más curioso que piadoso”– eligió la terna: presbítero Claudio Arrúa, administrador eclesiástico entonces de la diócesis y candidato del Presidente de la República; el presbítero doctor en Teología por Roma, Narciso Antonio Palacios; el joven cura Bogarín. Este último, a pesar de sus decididas renuncias previas, su poca edad y su falta de títulos académicos, fue el designado por el papa León XIII.   

En el transcurso de la posguerra del 70, hubo diez años (de 1870 a 1880) de descontrol en la Iglesia paraguaya: primero, bajo la vicaría de los capellanes brasileños y luego en el corto gobierno del administrador presbítero Moreno, quien antes de morir nombró como su sucesor al padre Fidel Maíz, quien asumió el cargo de administrador interino por tres años (1874 a 1877), en tanto el Papa nombrara al titular. Pero Maíz fue obligado a renunciar por Roma.   

A todo este tiempo de conflictos se lo llamó la “Cuestión Religiosa”, que desorientó la marcha de la Iglesia y produjo gran descontento, casi un cisma, en Asunción y en toda la diócesis.

26 de Mayo de 2011

Fuente digital: www.abc.com.py

 

 

MONSEÑOR JUAN SINFORIANO BOGARÍN ES EL PROTAGONISTA

 El padre Heyn se refiere a su obra y a la extraordinaria personalidad de su biografiado.

 

–¿Se puede afirmar que este libro que usted escribió es la primera biografía del señor Juan Sinforiano Bogarín?  

–Se podría afirmar que es la biografía por ahora más extensa y más referida al biografiado. Hay trabajos de menor extensión sobre monseñor Bogarín, comenzando por el del padre Fidel Maíz en 1899, pasando por los de Justo Pastor Benítez, Arturo Bray, Carlos Zubizarreta, entre otros.   

–¿Qué fue monseñor Bogarín para Iglesia paraguaya y para la historia paraguaya?  

–Fue una personalidad fuera de serie: campesino, sufrido agricultor y buen guaraniparlante; recorrió tres veces todo el Paraguay; quien mejor conoció a los paraguayos de toda la geografía nacional; un auténtico conductor de multitudes; una persona sumamente activa y dinámica; un descendiente de santos y de héroes, como fueron sus propios padres, que lo dejaron huérfano durante la Guerra, desde los 7 años; un joven seminarista que en 5 años hizo toda su carrera sacerdotal; de profundísima y evangelizadora espiritualidad; el Obispo más joven, posiblemente del mundo moderno, consagrado con dispensas a los 31 años; el que más tiempo ejerció el episcopado como único obispo y luego como “primer Arzobispo del Paraguay”, durante 54 años, con apostólica y lúcida jurisdicción hasta morir en el cargo en 1949; que escribió un centenar de Cartas Pastorales; “el paraguayo más amado” por su sencillez y su atractiva personalidad, alabado en forma inusitada, poco antes de morir, por el papa Pío XII y por el L’Osservatore Romano –órgano del Vaticano– como “el más destacado obispo en la historia del Paraguay”. Sus biógrafos lo llamaron “reconstructor moral de la Nación”, “paladín de las cuestiones sociales de campesinos, obreros y estudiantes“, “pacificador del país” en tantas revoluciones y en la trienal Guerra del Chaco, y “lucero del Paraguay” (J. P. Benítez). Vio desfilar y trató con 21 presidentes de la República durante su largo episcopado. El “balance de su labor como obispo y como patriota es el mejor monumento de su vida sin par”, según el Dr. Jerónimo Irala Burgos.

–¿Podría explicarnos en qué contexto asume monseñor Bogarín su obispado?  

–En el muy difícil contexto de la posguerra de la Triple Alianza; de las nuevas libertades –no acostumbradas en el Paraguay después de las dictaduras– según la Constitución de 1870; de las décadas de revoluciones y movimientos armados; del trienio de la Guerra del Chaco y de la fatídica Revolución de 1947; de los nuevos tiempos de autoritarismo y militarismo, y de los crecientes cambios sociopolíticos y eclesiásticos en el mundo y en el Paraguay...   

–Los viajes pastorales de Bogarín fueron memorables. ¿Cuántos fueron y dónde estuvo?  

–Tres grandes y larguísimos viajes o “visitas generales“, en 1895, y otras dos en distintas décadas: en 1914 y otra en 1935. Por todo el Paraguay. Dividía esas visitas generales durante meses en numerosas “visitas parciales”. Llegó a pasar por todos los pueblos, poblaciones, compañías, etc.

 

29 de Mayo de 2011

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