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THOMAS L. WHIGHAM

  LA ECONOMÍA DE LA INDEPENDENCIA - Por THOMAS WHINGHAM - Año 2010


LA ECONOMÍA DE LA INDEPENDENCIA - Por THOMAS WHINGHAM - Año 2010

LA ECONOMÍA DE LA INDEPENDENCIA

 

Por THOMAS WHIGHAN

 

ANTECEDENTES, CAUSAS, AFINES, GESTA DE LA INDEPENDENCIA

BIBLIOTECA BICENTENARIO EDUCATIVO

 

Año: 2010

Este libro es una versión abreviada del libro de Thomas Whigham titulado

"Lo que el río se llevó" (Asunción: CEADUC, 2009)

y se ha publicado con la autorización del CEADUC,

organismo de la Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción",

al que manifestamos nuestro reconocimiento.

 

Ministerio de Educación y Cultura

15 de Agosto e/ E. Víctor Haedo y Gral. Díaz

Tel: (595 21) 450 014/5

Web: www.mec.gov.py

Asunción - Paraguay

 

Entidad Binacional ITAIPÚ

De las Residentas 1075 -Asunción

Telefax: (595-21) 248 1000

Web: www.itaipu.gov.py 

 

Comisión Bicentenario

Avda. República y Chile

Telefax: (595 21) 443 094

 

Cámara Paraguaya del Libro - CÁPEL

Ayolas 129 c/ Benjamín Constant - Manzana de la Rivera

Telefax: (595 21) 497 352

 

© LA ECONOMÍA DE LA INDEPENDENCIA

© INTERCONTINENTAL EDITORA S. A.

Caballero 270; teléfs.: 496 991 - 449 738

Pág. web: www.libreriaintercontinental.com.py

E-mail: agatti@libreriaintercontinental.com.py

Diagramación: Gilberto Riveros Arce

Hecho el depósito que marca la Ley N° 1328/98.

ISBN: 978-99953-73-44-3

 

ÍNDICE

Presentaciones

Dedicatoria

Prólogo

CAPÍTULO I: YERBA MATE

 -       Orígenes

-        El trabajo en los yerbales

-        El crédito y la crisis de la independencia

-        Nuevos cambios

-        La "liberación" de los pueblos de indios

-        Una nueva era: la década 1850-1860

CAPÍTULO II: TABACO

-        Cultivo

-        La Renta de Tabacos

-        El tabaco en tiempos de Francia

-        Tabaco: la conexión correntina

-        El comercio libre del tabaco

-        El tabaco y la posibilidad de desarrollo

CAPÍTULO III: GANADERÍA

-        La cría de ganado a comienzos del periodo nacional

-        Mejorías en Corrientes

-        Algunos contratiempos

-        Recuperación de Corrientes

-        Ganadería en la frontera brasilera

-        Ganadería paraguaya: la era de López

-        La década de 1860

-        El ganado: un comercio secundario

 

 

PRÓLOGO

Los comienzos de la era independiente presenciaron una continuación de las prácticas coloniales. Así puede resumirse este estudio sobre la economía del Paraguay y parte de la Argentina, en especial la actual provincia de Corrientes, que el autor llama el Alto Plata (la región norteña de los ríos Paraguay y Paraná). El autor, Thomas Whigham, analiza un periodo de noventa años de historia regional (1780-1870); vale decir, el periodo comprendido entre la consolidación económica del Virreinato del Río de la Plata y la Guerra de la Triple Alianza.

Aunque el Virreinato del Río de la Plata se creó en 1776, debieron pasar algunos años antes de que comenzara a funcionar como una zona económica integrada (dentro de las limitaciones del sistema colonial). En el Virreinato, que abarcaba aproximadamente los territorios del Paraguay, Uruguay, la Argentina y Bolivia, se había producido un crecimiento económico relativo para el tiempo de la independencia. La provincia del Paraguay tenía asegurada la venta de es yerba y el tabaco en las provincias del sur, que enviaban ganado a las del norte, y recibían plata de las minas del Alto Perú (hoy Bolivia). Buenos Aires enviaba al Paraguay las libranzas (cartas de crédito) que financiaban la producción de yerba mate. Buenos Aires (la capital del Virreinato) también dirigía la producción y venta del tabaco paraguayo mediante el estanco o monopolio del tabaco.

Aquella integración y aquel crecimiento económico relativos se veían limitados por factores políticos. Dentro del sistema colonial era más importante aumentar la recaudación de los impuestos que aumentar la producción económica. A la larga, las decisiones políticas que impedían el pleno crecimiento de la economía fueron negativas para la recaudación de impuestos, pero pocos políticos han tenido visión de largo alcance. La cortedad de miras -según demuestra Whigham- se dio antes y después de la independencia y en más de una joven nación hispanoamericana.

En su investigación sobre la independencia paraguaya (publicada en esta colección), Fulgencio R. Moreno señaló las causas económicas del proceso. Whigham continúa aquella línea de análisis económico, en que no puede olvidarse la yerba mate, principal producto de exportación del Paraguay colonial y luego del independiente. En tiempos del Virreinato, la yerba paraguaya llegaba al sur del Brasil, Montevideo, Buenos Aires, Santiago de Chile, Quito y Guayaquil. En 1798 el Paraguay exportó 330.480 arrobas de yerba (una arroba tenía 11,5 kilos). Las exportaciones disminuyeron después de 1811, mayormente a causa de las guerras de la independencia y a las restricciones al comercio exterior impuestas por el doctor Francia. En 1839 el Paraguay exportó solamente 9.084 arrobas, que representaban e1 53, 1% de sus exportaciones. La actividad yerbatera repuntó bajo el gobierno de Carlos Antonio López pero, en ese rubro, no pudo alcanzar el nivel de los tiempos coloniales, a pesar de todos los esfuerzos gubernamentales. En 1846 don Carlos declaró propiedad del Estado los yerbales, independientemente de la propiedad de la tierra, creando así un monopolio estatal. En 1848 don Carlos confiscó las propiedades de los pueblos de indios, con lo cual obligó a trabajar para el Estado a miles de indígenas. Aunque la medida permitió al Estado contar con mayores recursos y mano de obra para la producción yerbatera, la venta en el mercado internacional se vio dificultada por los precios fijados por el Gobierno paraguayo, con un criterio aún colonial.

El segundo rubro de exportación del Paraguay colonial fue el tabaco, sólo en parte beneficiado con la creación del Estanco de Tabaco hacia 1780. La imposición de un monopolio estatal sobre el tabaco ya se había dado en otras regiones del imperio español en América. En el Virreinato lo característico fue que solamente la provincia del Paraguay quedó autorizada a producir tabaco. Aquel privilegio tenía sus desventajas: el productor paraguayo solamente podía vender al Estanco, único comprador autorizado. Por cierto, el Estanco introdujo la economía monetaria en el Paraguay, que hasta entonces se había manejado con el trueque, a causa de la escasez o falta de moneda. Con la llegada de la moneda se crearon nuevas oportunidades, pero teniéndose en cuenta el beneficio del Estado antes que el del productor. El Estanco compraba por dos pesos el tabaco de primera calidad, que revendía a nueve pesos; por otra parte (como señala Whigham), no estaba interesado en aumentar la producción, que hubiera aumentado si se hubiera autorizado la venta en el mercado libre -algo que no estaba en la mente de los funcionarios coloniales-. En 1789 el Estanco prohibió la producción del llamado tabaco torcido y ordenó reducir la del tabaco sin procesar. Muchos agricultores se arruinaron, y a partir de entonces decidieron dedicarse a otra actividad, con lo cual el Estanco sufrió tremendas pérdidas. Los controles estatales, por otra parte, no pudieron impedir el contrabando de tabaco, una reacción comprensible de los agricultores agobiados por reglamentaciones nocivas arbitrarias. Es comprensible que una de las primeras medidas de la Junta paraguaya de 1811 hubiese sido la abolición del odiado monopolio del tabaco, una traba para el crecimiento económico. El Paraguay independiente, por desgracia, debió enfrentar una traba imprevista: la interrupción del comercio internacional a causa de las luchas por la independencia. Sólo con el Gobierno de Carlos Antonio López se dio el debido apoyo al importante producto. El tabaco paraguayo llegó a Europa, donde su calidad fue muy apreciada. Pero la Guerra de la Triple Alianza terminó con las posibilidades de desarrollar una industria promisoria y -huelga decir- arruinó la economía del país.

Después de la yerba y el tabaco venía la ganadería como actividad destacada de la provincia del Paraguay. Pero, así como la yerba paraguaya no tenía rival en calidad, la ganadería no fue su fuerte.

Los viajeros de fines del siglo XVIII (Azara, Aguirre) afirmaban que ni el suelo ni el clima paraguayos eran ideales para la ganadería. Como contrapartida, la provincia de Corrientes tenía excelente ganado vacuno y caballar, de la cual provenía a la provincia vecina. Entre 1780 y 1797, Corrientes envió al Paraguay 149.000 cabezas de ganado (cifra que no incluye ni el contrabando ni el abigeato, comunes en la era colonial y después). Para 1800, según Azara, había en el Paraguay unos dos millones de cabezas de ganado. Las guerras civiles e internacionales que conmovieron el Río de la Plata independiente no afectaron mayormente al Paraguay. Bajo el gobierno del doctor Francia la ganadería progresó en el Paraguay, porque el Supremo la apoyaba y porque resultaba más segura que la producción de yerba y de tabaco, afectada por la interrupción del comercio internacional. Francia continuó una práctica colonial: la creación de estancias del Estado que, de Estancias del Rey, pasaron a llamarse Estancias de la República. Ellas tenían como objetivo proveer carne, caballos y cueros al ejército. Los López no modificaron la política ganadera heredada, exceptuando la apropiación de las tierras y el ganado de los indígenas.

¿Y el desarrollo autónomo del Paraguay entre 1811 y 1870? Algunos autores lo dan por un hecho; Whigham demuestra que, antes y después de 1811, el Paraguay fue básicamente un exportador de yerba, tabaco y cueros.

Para concluir, este libro es una versión abreviada de Lo que el río se llevó, obra más extensa de Thomas Whigham, a quien agradecemos la autorización para realizar esta publicación. Agradecemos también a Ignacio Telesca, quien publicó la versión integral por intermedio de la Universidad Católica y también nos dio su necesaria autorización.

GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

 

 

CAPÍTULO II

 

TABACO

 

         La diosa nicotina es adorada

         por casi todos los paraguayos,

         sin distinción de sexo ni edad.

                            W. H. Koebel

 

         Las dificultades políticas experimentadas por el Alto Plata después de la independencia tuvieron un gran efecto en la producción y comercialización del tabaco de la región. El tabaco había sido un rubro principal de la economía colonial y era el único cultivo comercial importante en el nordeste del Virreinato. Cuando el comercio sufrió un colapso en la segunda mitad de la década de 1820, el tabaco sólo tuvo colocación en un reducido mercado interno. Sin embargo, cuando las circunstancias permitieron un comercio abierto, el tabaco se recuperó lentamente, superando con creces su rendimiento inicial.

         Llamado pety por los guaraníes precolombinos, el tabaco se cultivó comercialmente en el Alto Plata al comienzo del siglo XVIII1. Para 1770 se había convertido en uno de los principales productos agrícolas de exportación de la región, inferior en importancia sólo a la yerba mate. En el Alto Plata, el tabaco y la yerba se usaban como instrumentos de trueque y para el pago de los impuestos, y eran productos esenciales del trabajo contractual y esclavo2. El cultivo del tabaco se concentraba en las zonas más populosas del este y centro del Paraguay: Itauguá fue la región principal durante la era colonial, mientras que Villarrica adquirió mayor importancia después de la independencia. Esas áreas contaban con una mano de obra abundante y también con una rica tierra roja3. Porque el tabaco agotaba el suelo rápidamente, se hizo necesario rotar los cultivos con frecuencia. En menor escala, también se cultivó el tabaco en el sur, en la campiña de los alrededores de Corrientes y Misiones.

 

         CULTIVO

         El sistema de cultivo de tabaco adoptado en el Alto Paraná databa de los primeros días de la colonia y se mantuvo sin mayores modificaciones a lo largo del siglo diecinueve. Sembrado en mayo o junio, las plantas jóvenes estaban listas para el trasplante en unos dos meses. Aquella fase terminaba en septiembre por lo general, aunque la operación a veces continuaba por dos meses más. Las plantas se colocaban a una distancia de dos o tres pies una de la otra, y en diez semanas alcanzaban pleno desarrollo. El tiempo de maduración era mucho más rápido en la Plata que en Cuba, donde podía durar entre 90 y 110 días.

         Las hojas inferiores, que eran muy cortas, se recogían primero; de ellas provenía el tipo de tabaco llamado de pito. En unos pocos días, la flor aparecía y era cortada inmediatamente; la planta para entonces medía más de tres pies de altura. Las hojas superiores se recogían a medida que maduraban, y de ellas provenían tres tipos de tabaco: bueno, regular y medio (estas expresiones no alcanzaron uso oficial hasta los comienzos del periodo nacional; en tiempos coloniales, se los agrupaba en la categoría de hoja o tabaco de hojas grandes). Cada planta producía cerca de cuatro hojas de esos diversos tipos, que se comparaban favorablemente con los tabacos de la Habana. En enero, de las plantas de septiembre y en febrero, de las plantas de octubre, se cosechaba un quinto tipo; era el llamado doble, o de hoja ancha. Sólo cinco o seis hojas se dejaban entonces para recogerse en marzo o abril, produciendo un tipo conocido como para4. Los cosecheros o cultivadores de tabaco curaban todos los tipos de tabaco de la misma manera en el Alto Plata; todo se limitaba a dejar que se secaran durante algunas semanas, antes de empacarlas, las hojas colocadas en soportes improvisados en cobertizos abiertos.

         Esas técnicas de cultivo y curado diferían de las utilizadas en otras áreas productoras. En Cuba, por ejemplo, se dejaba que las hojas alcanzaran pleno desarrollo y luego se cortaba toda la planta. Un retoño nacía de las raíces, y así se obtenía una segunda cosecha (en ocasiones, hasta una tercera). El sistema paraguayo permitía que la hoja madurase en la planta; el cubano cortaba la planta tan pronto como la hoja dejaba de crecer. El método empleado en el Paraguay producía un tabaco mucho más fuerte, con un porcentaje de nicotina del 2,5 al 7 por ciento, mientras que la variedad cubana rara vez tenía más de 2,2 por ciento5. Para los habitantes de las provincias de abajo, acostumbrados desde la niñez a fumar los cigarros más fuertes, ese sabor fuerte constituía el atractivo especial de la variedad del Alto Plata. Los viajeros solían señalar que, en el Paraguay y Corrientes, era frecuente ver a una madre dejando que su bebé succionara alternativamente el pecho y el cigarro.

         El cosechero era generalmente un pequeño agricultor, que tenía la propiedad de la finca o la alquilaba del gobierno6. Cada cosechero trabajaba la tierra por sí mismo, asistido por sus familiares más próximos y a veces por uno o dos empleados. Por lo general, el cultivo del tabaco le ocupaba sólo una parte de la finca; el resto lo dedicaba al maíz, la mandioca y otros cultivos de subsistencia. El cosechero hallaba atractiva la producción del tabaco porque necesitaba poco capital o equipo para ese cultivo comercial. El dinero obtenido de la venta del tabaco le permitía adquirir implementos agrícolas y algún ocasional artículo suntuario, aunque la falta de un mercado externo considerable limitaba el monto de sus potenciales ganancias. En esto, el cosechero del Alto Plata se parecía a los pequeños productores de tabaco de Costa Rica y Venezuela, también limitados por la falta de opciones comerciales7.

 

         LA RENTA DE TABACOS

         En la era colonial, las aspiraciones de los cosecheros eran simples: mercados estables, producción ilimitada, pago justo y, sobre todo, transporte fácil en el viaje río abajo hasta Buenos Aires y Montevideo. Pero los funcionarios del gobierno veían el tabaco básicamente como fuente de ingresos muy importante; una consecuencia de esa manera de ver fue la creación de la Real Renta de Tabacos en 1779 en el Alto Plata, como un estanco o monopolio encargado de la manufactura y venta de los productos elaborados con el tabaco de la región. La Renta del Río de la Plata se estableció siguiendo el modelo de la de Nueva España y, como su equivalente mexicana, se esperaba que permitiera una buena recaudación de impuestos al régimen colonial8. Aunque cumplió ese propósito cabalmente, también fomentó el resentimiento contra las políticas económicas borbónicas, no sólo en el Plata sino en todos los lugares donde se estableció.

         Los monopolios estatales del imperio colonial español operaban bajo licencia de la Corona o, en el caso de ciertos minerales, bajo un sistema de concesiones en que los concesionarios conservaban el derecho exclusivo de producción dentro del distrito. Algunos de los monopolios, como los del mercurio y de la sal, resultaron ser más bien una molestia para el consumidor antes que un beneficio para el erario público. La Renta de Tabacos, sin embargo, pronto se convirtió en una de las fuentes mayores de ingresos públicos en Hispanoamérica y Filipinas. En Nueva España, por ejemplo, el ingreso proveniente de ese sector llegó a casi 1.500.000 pesos a principios de la década de 1770 y se triplicó en las dos décadas siguientes. En Chile y el Perú se vio un fenómeno similar9.

         En el Río de la Plata, la Renta trató de asegurar que el tabaco cultivado fuera de alta calidad; que los precios de compra al productor fuesen bajos; y que la producción no se interrumpiese y pudiese satisfacer la demanda, y el control de las ventas fuera total. Fueron esos mismos propósitos los que tenía en mente José de Chávez, visitador general y luego ministro de Indias, al organizar la Renta en Nueva España10. En ambos casos, el gobierno diseñó un complejo plan administrativo para la distribución del tabaco, y en ambos casos la Renta enfrentó una seria oposición de los cosecheros y comerciantes en tabaco11.

         Un decreto del gobierno exigió que los productores paraguayos acordaran con la Renta la cantidad de tabaco que podían entregarle anualmente. Todos los cultivadores debían inscribirse en el registro de los funcionarios imperiales. El estanco, sin embargo, debió enfrentar la activa oposición de muchos productores, expresada a través de sus representantes en el cabildo de Asunción. Los cosecheros cuestionaban la conveniencia de las limitaciones impuestas a las ventas de tabaco en el Alto Plata porque, en los años malos, el límite fijado por la Renta podía provocar una carestía, mientras que el excedente de lo producido por encima de lo estipulado podía ser destruido de acuerdo con el contrato cerrado entre la Renta y los cosecheros. Además, los cosecheros y comerciantes asuncenos resentían amargamente las restricciones al comercio fuera de la provincia. Aunque los mismos pudieran obtener grandes beneficios vendiendo su tabaco en las provincias de abajo, las autoridades de la Renta decidieron que ese comercio y sus beneficios fueran exclusividad del estanco12.

         La Renta del Alto Plata tuvo su José de Gálvez propio en la persona del Director General Francisco de Paula Sanz13. Como Gálvez, Paula Sanz era un burócrata peninsular que había llegado al Nuevo Mundo para colaborar en la reorganización de las finanzas del Virreinato. Considerado arrogante pero muy competente por sus contemporáneos, aprendió muy poco como usar el favoritismo para promover la eficiencia. Entre 1778 y 1781, sus funciones lo llevaron al Paraguay y Corrientes, donde, como funcionario principal de la Renta, adquirió un conocimiento de primera mano de la situación, notó especialmente el peso político de los comerciantes de tabaco en el cabildo de Asunción y, al menos en una ocasión, accedió a sus pedidos. En mayo de 1779, aunque a regañadientes, permitió una producción ilimitada de tabaco en el Paraguay. Ningún productor en lo sucesivo debería ceñirse a un contrato, y el tabaco no comprado por la Renta podría ser conservado por el cosechero; sin embargo, siguió prohibida la venta fuera de la provincia14.

         A pesar de las buenas intenciones de Paula Sanz, aquella concesión aumentó las antiguas dificultades de la Renta en el Alto Plata. La producción ilimitada implicó el compromiso del estanco de comprar todo el tabaco producido. Además, la libertad de comprar y vender tabaco dentro del Paraguay estimuló a la larga el contrabando del producto. Los cosecheros quedaron insatisfechos con los bajos precios, que eran dos pesos por arroba de tabaco y pito y doce reales por arroba de tabaco de hoja, mientras el estanco revendía los mismos productos sin procesar a nueve pesos y medio y doce pesos y medio por arroba15. Paula Sanz había prohibido el cultivo del tabaco en las provincias de abajo, así que los productores paraguayos siguieron contando con un mercado garantizado.

         La relación entre la Renta y los cosecheros funcionó bien y permitió algunas innovaciones en el procesamiento del tabaco. El cambio más importante fue la introducción del torcido negro, un andullo de tabaco oscurecido y endulzado con melaza, que tenía gran aceptación como tabaco de mascar en todo el Plata. Ese producto también se cultivaba y procesaba en las zonas fronterizas del Brasil, y su introducción ilegal en el Plata era cosa corriente. Las autoridades virreinales esperaban que la producción del torcido negro en el Paraguay reemplazara a la variedad brasilera y se evitara el envío al exterior de dinero necesario en el Virreinato16. Porque el proceso del torcido negro requería mucho trabajo, su producción se reducía a los pueblos de indios y Misiones, estando esta última región sometida a la Renta de Asunción en lo relativo a ese ramo. Los productores privados, aunque alentados a procesar el torcido negro, nunca mostraron mucho interés en él, aunque la Renta lo comprara al buen precio de veinte y cinco reales por arroba17.

         La Renta disfrutaba de amplios poderes discrecionales en todo lo relativo al tabaco. Los funcionarios del estanco tenían el derecho de confiscar cargamentos ilegales y de arrestar a los infractores18. Con esas facultades, las autoridades coloniales restablecieron el monopolio sobre una sólida base y vencieron toda resistencia.

         Los cosecheros pronto se adaptaron a las exigencias del monopolio. Aunque el cultivo del tabaco permaneciera relativamente libre de restricciones, las ventas y el procesamiento quedaron fuertemente condicionadas por las necesidades de la Renta. El productor transportaba su tabaco maduro en carretas a Asunción, donde lo inspeccionaban y compraban los funcionarios del estanco. Si el viaje le resultaba muy penoso, podía venderlo en finca, con un pequeño descuento, a un comerciante, quien lo transportaba al lugar de procesamiento. Después de la compra en la capital de la provincia, el tabaco no procesado (en rama) esperaba su transporte a Buenos Aires en embarcaciones privadas contratadas por la Renta. El tabaco no despachado a Asunción permanecía en el interior para venderse allí19.

         Aunque los cosecheros paraguayos tuvieron reparos contra la gran diferencia entre el precio que les pagaban y el precio de la venta al por menor, no se mostraron muy descontentos mientras tuvieron asegurado el mercado. Pero en 1789 las autoridades del Virreinato ordenaron la total suspensión de la producción del torcido negro paraguayo y una reducción de la compra del tabaco sin procesar20. (A causa de su pobre calidad, el torcido negro paraguayo se había vuelto poco apetecible para los consumidores porteños, quienes preferían el producto brasilero de contrabando, que se podía conseguir a un precio inferior). Como consecuencia de aquella medida, 20.000 arrobas de torcido negro y una cantidad considerable de tabaco en rama quedaron en los depósitos de Buenos Aires y la Renta de la ciudad casi fue a la quiebra21.

         Los efectos del decreto de 1789 se hicieron sentir inmediatamente y tuvieron un efecto duradero. Ya nunca más, en los veinte años siguientes del monopolio, la Renta recuperaría la confianza de los cultivadores. Algunos cosecheros simplemente abandonaron el cultivo del tabaco; con las compras de la Renta limitadas por un tiempo a 7.000 arrobas al año, era excesivo el riesgo de no recuperar lo invertido en tiempo y trabajo. Algunos productores se dedicaron a la única actividad lucrativa del momento, el contrabando.

         Mientras que el cultivo del tabaco quedó limitado al Paraguay durante el período colonial, su venta se realizaba en todo el Alto Plata, tanto en forma legal como ilegal. Corrientes ofrece un buen ejemplo de lo que sucedía cuando la política del estanco se enfrentaba al contrabando.

         Entre 1779 y 1812, la Renta de Corrientes se encargó de todas las ventas legales de tabaco en la provincia. El monopolio mantenía muchas oficinas y tiendas en el interior, en las localidades de San Roque, Saladas y Goya22. Era difícil reclutar estanqueros o empleados para esas tiendas porque los salarios se fijaban a razón de un exiguo 5 por ciento de las ventas. Como el administrador provincial de la Renta comentó en 1789: "los estanqueros del campo están todos descontentos con sus magros ingresos y renuncian. En muchas áreas aún no se han podido establecer estancos a causa de la falta de personas interesadas en administrarlos"23. La razón de los magros ingresos no era difícil de comprender: la competencia del tabaco de contrabando resultaba ruinosa para el funcionamiento del estanco.

         El tabaco de contrabando proveniente del Paraguay desplazó fácilmente al ofrecido por la Renta; evidentemente, el contrabando estaba dirigido por muchos comerciantes asuncenos. Esos comerciantes y sus agentes, los principales promotores del tráfico ilegal, pagaban a los cosecheros un premio sobre el precio ofrecido por la renta. El producto ilegal se enviaba luego al sur, para transformarse en cigarros en talleres clandestinos. El productor disfrutaba de considerables beneficios: podía vender un producto de calidad inferior a los comprobadores privados y, si se le apremiaba, podía entregar el de calidad superior a los funcionarios del estanco. Con el tiempo, esta práctica tuvo el efecto de arruinar a los comerciantes honestos porque, por lo general, la renta se negaba a aceptar el tabaco de calidad inferior de los intermediarios24.

         El envío del tabaco de contrabando hacia el sur pasaba por Corrientes; primeramente, allá por 1780, en cantidades reducidas. Los marineros paraguayos recibían permiso para llevar tres atados de tabaco para su consumo personal en el viaje a Buenos Aires. A menudo los marineros juntaban sus atados y vendían el conjunto ilegalmente en los puertos intermedios25. Más tarde, cuando el contrabando se convirtió en un modo de vida a lo largo de los ríos, aparecieron métodos ingeniosos para la ocultación y el transporte. Los barcos más grandes llevaban varias arrobas de tabaco escondidas bajo las esteras que los tripulantes usaban como colchones y entre los cueros llevados para venderse río abajo. Las canoas cargadas de contrabando salían del Paraguay de noche, y evitaban la parte más poblada de la costa correntina, la situada al norte de Santa Lucía. Los contrabandistas a veces llevaban su mercadería hasta las tolderías indias de las proximidades de la costa del Chaco; los indios luego las vendían en mercados tan alejados como Tucumán y Santiago del Estero26.

         Las autoridades de la Renta eran completamente incapaces de detener el comercio clandestino, aunque se establecieron puestos de guardia en Paso del Rey, Curupayty, Itatí y, en 1787, en la Tranquera de Loreto (Misiones). Los contrabandistas podían burlar todos esos controles. En 1791, la Renta equipó un barco armado, el Santa Bárbara, para patrullar la desembocadura del río Paraguay en el Paraná. Dos años después se sumó a la tarea otro barco, el San Antonio. Entre septiembre y noviembre de 1791, el Santa Bárbara confiscó 316 arrobas de tabaco, cantidad más que suficiente para pagar los gastos de operación de la embarcación27. Pero por cada arroba capturada, muchas más se escapaban, a menudo con la connivencia de funcionarios y guardias de la Renta corrompidos28.

         Sin embargo, las políticas del estanco dieron a Corrientes algún ingreso fiscal, especialmente en la década de 1790 si bien, en términos generales, la institución tuvo serios problemas en toda la cuenca del Plata. La corrupción y el contrabando minaban el monopolio, y nunca existieron suficientes incentivos para que los productores se integraran al sistema de contratos con la Renta. Ni siquiera satisfizo a los productores la propuesta lanzada en 1800: garantizar a los cosecheros la exoneración del servicio militar. A causa de la sostenida diferencia de los precios, el contrabando no disminuía, y el único cambio notable fue la desmoralización de la milicia29.

         Aun siendo la pesadilla de la burocracia, el contrabando contribuyó a la integración económica del Alto Plata al permitir la colocación del tabaco de los cosecheros y comerciantes de toda la región. El verdadero potencial del tabaco sólo podía manifestarse en condiciones de comercio abierto, pero una política de ese tipo resultaba inconcebible para la administración colonial. Los funcionarios del estanco, al derrochar energías en la recaudación fiscal y las inútiles tentativas de reprimir el tráfico ilegal, perdieron la oportunidad de aumentar el comercio legal del tabaco.

         Aunque el monopolio representaba un reconocimiento limitado del potencial comercial y fiscal del Alto Plata por parte de su Gobierno, también contribuyó indirectamente del surgimiento de una economía más moderna en la región. El monopolio hizo que, por primera vez, los cosecheros recibieran buen dinero metálico a cambio de su producto. Los empleados de la Renta también cobraban sus salarios en monedas de plata y, a partir de 1801, todas las compras de la Renta de tabaco de Corrientes se realizaron con ese medio.30 La difusión del uso del dinero metálico tuvo consecuencias importantes para la economía del Alto Plata y fortaleció el sistema de crédito que sostenía la industria de la yerba, la más rentable. Esa economía monetaria en expansión aparejó el crecimiento del crédito para nuevos emprendimientos, especialmente los de las pequeñas tiendas de venta al menudeo, y terminó con el aislamiento económico de la región. La eliminación del puerto preciso de Santa Fe en 1779 comenzó el proceso; la introducción del numerario lo consolidó. Para fines de siglo, todas las personas dedicadas al comercio de tabaco tenían posibilidades de ganancias considerables.

         Como se ve en la tabla 2.1, las estadísticas disponibles sobre las variaciones del tabaco del Paraguay indican una considerable variación en los volúmenes. Esta variación se puede explicar mayormente por las fluctuaciones del régimen de lluvias; la cosecha extraordinaria de 1786, por ejemplo, debió su éxito al buen tiempo. La exportación excepcionalmente alta de 1810, por otro lado, se debió a los esfuerzos de último momento del estanco para enviar compradores al campo, en vez de esperar que los cargamentos de tabaco llegaran a Asunción. Evidentemente, los compradores consiguieron la parte de la cosecha que habitualmente se llevaban los contrabandistas. Si se lo compara con el de la yerba, el volumen del tabaco exportado en esos años no resulta muy llamativo pero, por lo regular, el precio de la arroba de tabaco era tres veces superior al de la arroba de yerba en el mercado porteño. Las cifras pueden ser más altas si se les suman las correspondientes al contrabando.

         Durante todo el periodo del estanco, el cultivo del tabaco estuvo limitado por ley al territorio del Paraguay. Esa exclusividad molestó a los agricultores de las otras regiones del Alto Plata donde el tabaco había prosperado anteriormente, y en muchas ocasiones sus quejas llegaron hasta la Renta. En 1785 y 1788, el Cabildo de Corrientes pidió autorización para cultivarlo en la provincia, señalando que la calidad del tabaco correntino "excedía en mucho a la del Paraguay", y alegando que los costos de transporte desde los puertos de Corrientes serian menores que los desde los del Paraguay31. La respuesta negativa de las autoridades de la Renta fue inequívoca: no sólo consideraban ellas desacertado el aumento de la producción, sino que además les preocupaba la imposibilidad de impedir el contrabando en el área32. No se contempló la posibilidad de efectuar cambios significativos en la operación del monopolio. En los primeros años del siglo diecinueve, a causa de la necesidad de solventar los gastos de guerra de España y su imperio, no se permitió ninguna modificación del sistema en el Paraguay33. Sin embargo, a pesar de la ineficiencia, corrupción y contrabando, la Renta obtuvo ganancias y creó muchos empleos.

 

 

         EL TABACO EN TIEMPOS DE FRANCIA

          La estructura del monopolio terminó definitivamente con la independencia del Paraguay, en mayo de 1811. Un mes después, el congreso convocado para tratar la nueva situación y corregir errores pasados, resolvió que "el estanco quedará extinguido, quedando libre el comercio del tabaco, como los otros productos de la provincia".34  Corrientes adoptó la misma medida al año siguiente, quedando la producción y venta del tabaco libres en todo el Alto Plata35.

         La inestabilidad de los nuevos regímenes independientes significó la incertidumbre en el comercio. Mientras que los agricultores tenían la libertad de plantar tanto tabaco como deseasen, los comerciantes temían que el producto no pudiera llegar a venderse en las provincias de abajo. Hasta 1813, las fuerzas realistas bloquearon periódicamente la navegación de los ríos y las bandas de merodeadores hostigaron regularmente el comercio fluvial, haciendo que el comercio de exportación fuera tanto costoso como arriesgado. Los depósitos de Asunción y Corrientes se encontraban a menudo abarrotados con mercaderías que debían embarcarse con destino al sur, pero las embarcaciones no podían partir a causa de los disturbios políticos. Aquella situación perjudicaba considerablemente la venta del tabaco del Alto Plata, porque Buenos Aires y las provincias de abajo podían proveerse de tabaco de Brasil o Cuba con igual facilidad.

         La incertidumbre en el comercio del tabaco aumentó poco después de la independencia, cuando el gobierno porteño impuso un impuesto extraordinario al tabaco paraguayo. Asunción decidió considerar la nueva tarifa como una violación de un tratado de 1811 por el cual el tabaco debía pagar sólo entre un real y un real y medio por arroba36. Para 1812, los revolucionarios de Buenos Aires estaban irritados con la negativa paraguaya a ofrecer ayuda militar al movimiento de independencia platense, y decidieron ignorar la instauración de la independencia del Paraguay37. La consiguiente guerra comercial facilitó el ascenso de Francia al poder. Aunque para el final de aquella década los porteños finalmente abandonaron su discriminación contra las exportaciones paraguayas, siguieron considerándose dueños de todo el nordeste del antiguo Virreinato.

         Durante los años de Francia, el tabaco siguió siendo importante para la agricultura paraguaya. Aunque el sector exportador declinó, el consumo doméstico continuó siendo considerable. A pesar de haberse visto afectado negativamente por la inestabilidad de las provincias de abajo, el tabaco paraguayo tenía demanda en el sur. Para dar un ejemplo, la embarcación porteña Santa Fe y Animas llevó unos 451 fardos de hoja a Buenos Aires desde Pilar en 181938. Durante la década de 1820, los primeros gobiernos unitarios de Buenos Aires, partidarios del principio del comercio libre, no pusieron tarifas discriminatorias sobre el tabaco. El derecho pagado era una tarifa básica de 10 por ciento ad valorem para el tabaco sin procesar y 20 por ciento para los cigarros; lo que pagaban por los mismos productos procedentes de Corrientes o Misiones39.

         Durante los últimos diez años de la renta, las exportaciones legales de tabaco del Paraguay superaron las 20.000 arrobas anuales sólo en cuatro ocasiones. A pesar de las afirmaciones en sentido contrario, el comercio legal sólo rara vez superó esos volúmenes después de los primeros años del periodo de Francia40. Las cifras de la década de 1830 presentadas en la tabla 4.2 empero sugieren que la demanda de tabaco paraguayo subió por encima de los niveles anteriores en las provincias de abajo.

         Obviamente, la tabla 2.2 no contiene ninguna indicación sobre el contrabando de tabaco. Es probable que el sistema de espionaje interno de Francia disminuyera el contrabando en aquel tiempo, aunque está claro que nunca lo erradicó. En los primeros años de su régimen, los contrabandistas portugueses estaban muy activos en Itapúa y Misiones41. Como se mencionó anteriormente, en 1826-27 un brote de contrabando tuvo lugar en el puerto de Pilar. Francia obligó a los mercaderes infractores a pagar una fuerte multa, pero no se hizo ilusiones de que aquello pusiera fin al contrabando42. Los incidentes de ese tipo demuestran que el comercio ilícito aún reportaba considerables ganancias a quienes estuvieran dispuestos a asumir el riesgo.

         El control mercantilista de Francia sobre la economía de exportación impidió el comercio libre del tabaco en las décadas de 1820 y 1830. El detestado estanco había quedado reemplazado por un comercio teóricamente abierto, pero los cosecheros consideraban las políticas de exportación de Francia más arbitrarias y opresivas que las del antiguo monopolio colonial.

 

 

         Debido a la dificultad de adaptarse al sector exportador, muchos cosecheros se dejaron de los cultivos comerciales durante el periodo de Francia. Como hemos visto, esto tuvo como consecuencia una reorientación hacia la agricultura de subsistencia. El maíz y la mandioca se plantaron en mayor cantidad, juntamente con el algodón, arroz, caña de azúcar y verduras43. Naturalmente, se siguió plantando una buena cantidad de tabaco, mas sólo para consumo casi exclusivamente interno.

 

         TABACO: LA CONEXIÓN CORRENTINA

          En 1835, Juan Manuel de Rosas revirtió la política de comercio libre de los gobiernos anteriores, en un intento de proteger las empresas locales y ligar más estrechamente la economía del Alto Plata a la de Buenos Aires sin abrir los ríos interiores al comercio exterior directo. Rosa aumentó los derechos sobre el tabaco extranjero de 25 a 35 por ciento ad valorem, pero las tarifas siguieron siendo las mismas para el comercio del Paraguay y Corrientes44. Así el tabaco del Paraguay disfrutaba de una buena ventaja tarifaria sobre el de Cuba o Brasil en los mercados porteños.

         Buenos Aires necesitaba y quería el tabaco de las zonas del norte del Plata, como Rosas señaló en una carta de 1836 al gobernador de Corrientes, quien se había quejado de que los productos correntinos debían pagar los mismos derechos que los del Paraguay. Rosas alegó que la yerba y el tabaco del Alto Plata satisfacían el gusto porteño, y que discriminar entre los dos era incitar al contrabando. En cuanto a los cigarros del Alto Plata, que pagaban un 20 por ciento de derecho de importación en Buenos Aires, Rosas alegó la necesidad de tomar en cuenta los intereses de su propia provincia, que él definía con estrechez: "Tengo presente la poderosa razón de que hay muchas mujeres pobres (en Buenos Aires) que viven de ese tipo de industria"45. Rosas empero no llegó a decir que, de acuerdo con sus propias reivindicaciones políticas, hubiera sido contradictorio distinguir entre los productos del Paraguay y los de Corrientes. Al fin y al cabo, él había afirmado repetidamente que el Paraguay era sólo una provincia más de la Confederación Argentina, y no un estado independiente.

         Desde el punto de vista correntino, la situación era diferente. Si no hubiera sido por las guerras civiles, con toda probabilidad Corrientes hubiera aumentado grandemente su participación en la producción tabacalera del Alto Plata. Sin embargo, el tabaco correntino nunca llegó a tener un mercado de exportación ni remotamente aproximado en tamaño al del Paraguay. A pesar de todo, aún quedaba espacio para el optimismo. En 1828, el viajero francés Alcides D'Orbigny visitó el interior de la provincia de Corrientes, notó la importancia del tabaco en la zona y recalcó el interés de los comerciantes de la ciudad de Corrientes en establecer firmes relaciones comerciales con los cosecheros. El dinero nunca cambiaba de manos, pues una "multitud" de agentes y viajantes recorría la campaña y otorgaba crédito a los productores, pero sólo en forma de mercaderías y según acuerdos verbales; además inspeccionaba cuidadosamente el tabaco plantado antes de cerrar ningún trato. El crédito otorgado se devolvía al tiempo de la cosecha, en tabaco y según el precio establecido de antemano. El comerciante tasaba sus mercaderías a precios que le asegurasen un beneficio del 100 por ciento. Además, volvía a inspeccionar el producto cuando los trabajadores los cargaban en carretas46. Las pequeñas cantidades de tabaco correntino enviado al sur como resultado de esas transacciones aparecían en los registros en unidades de medidas tan curiosas y difíciles de comprender como bolsita, bulto, bocoy, cajón, saquito, rollo y petaca. Obviamente, esto complica cualquier análisis de las cantidades exportadas, aunque resulte claro que el volumen total era muy bajo.

         El gobierno correntino alentó el cultivo de tabaco e incluso trató de establecer patrones precisos para la producción. En 1832, Ferré llegó al punto de reglamentar la mezcla de las diversas clases de tabaco para hacer más atractiva la cosecha en el mercado de exportación. De acuerdo con su decreto, los infractores corrían el riesgo de ver confiscada toda su cosecha47.

         Para aumentar la producción de tabaco se requerían dos condiciones que Corrientes difícilmente podía ofrecer: provisión abundante y confiable de mano de obra y seguridad para el tiempo y el esfuerzo invertidos. Las frecuentes conscripciones militares en las zonas donde se cultivaba el producto tendían a despoblar una región de suyo poco poblada. Dadas las inciertas circunstancias, los agricultores correntinos siguieron prefiriendo la agricultura de subsistencia. En 1841, cuando los correntinos necesitaban aliados en la guerra contra Rosas, firmaron con el Paraguay un tratado que permitía la introducción de tabaco paraguayo en Corrientes con derechos de sólo 8 por ciento, algo que no favorecía los intereses de los productores correntinos48. Hacia 1845, la guerra encarnizada que se desarrollaba en el territorio de Corrientes desalentaba cualquier tipo de agricultura. Hasta la década siguiente, la historia del tabaco correntino fueron puras proyecciones optimistas que flaqueaban y caían por obra de los acontecimientos políticos.

 

         EL COMERCIO LIBRE DEL TABACO

         El estancamiento de la producción del tabaco paraguayo fue recalcado en el informe de George J. R. Gordon, un agente comercial británico que visitó al Paraguay después de la muerte del Dictador. Gordon notó con gran pesimismo que "el tabaco, del cual existen varias calidades, y algunas de ellas excelentes, requerirá mucho tiempo antes de poder producirse en cantidades considerables, y eso no será posible sin una colonización europea o la introducción del trabajo esclavo"49. Las perspectivas inmediatas del tabaco eran, de hecho, mucho más brillantes de lo que Gordon había anticipado.

         Un norteamericano, Edward Augustus Hopkins, llegado a Asunción cerca de 1845, pudo haber sido responsable en parte por el cambio. Aunque sólo tenía veinte y dos años, Hopkins había sido nombrado por el presidente James K. Polk como "agente confidencial en el Paraguay para el propósito de obtener información referente a la situación política y recursos comerciales de ese país, con miras al reconocimiento de su independencia"50. El nuevo gobierno de Carlos Antonio López quedó complacido con la posibilidad de obtener apoyo de una nación tan influyente como los Estados Unidos. Hopkins se apresuró a asegurar a López que, sin lugar a dudas, los Estados Unidos reconocerían la independencia paraguaya y también se ofreció, en nombre de su gobierno, para mediar en la vieja disputa del Paraguay con Buenos Aires. El norteamericano, sin embargo, no tenia facultades para prometer el reconocimiento ni para ofrecer una mediación; excedió la medida de sus instrucciones, y su irreflexivo entusiasmo a lo largo provocó una seria confrontación entre los Estados Unidos y el Paraguay51.

         Sin embargo, la presencia de Hopkins tuvo consecuencias positivas para el tabaco paraguayo. Habiéndose congraciado con López, Hopkins obtuvo una serie de valiosas concesiones, incluyendo el permiso para establecer una fábrica de cigarros en suelo paraguayo. Aunque el tabaco hubiera sido un producto básico de exportación por mucho tiempo, hasta aquel momento (exceptuando el torcido negro) se lo había exportado en rama, para transformarse en cigarros en las provincias de abajo. Los cigarros para el consumo local se elaboraban en los hogares paraguayos, generalmente por los sirvientes o las mujeres de la familia; los cigarros fumados por Francia, por ejemplo, eran liados por su propia hermana52.

         Hopkins regresó a Estados Unidos para adquirir capital y equipamiento para su fábrica. Mientras tanto, las oportunidades para el comercio de cigarros que él había puesto en relieve no habían escapado a la atención de López y otros potenciales beneficiarios. Ya en agosto de 1845, el diplomático paraguayo Juan Andrés Gelly comunicó su intención de invertir fuertemente en manufacturas de cigarros. "Veré", escribió, "si cuando se abran los puertos, podemos hallar (mercado) para 100.000 o 200.000 cigarros"53.

         Pronto aparecieron mercados de esas dimensiones. De hecho, la producción de tabaco del Alto Plata recibió del exterior un incentivo de tal magnitud, que transformó totalmente la estructura exportadora de la región. A partir de un comercio casi estancado y aún basado en la yerba mate, surgió de la mitad de la noche a la mañana un comercio tabacalero que se sostuvo durante toda la década de 1850.

         El factor más importante de aquella transformación fue el bloqueo anglo francés de Buenos Aires en 1845-1848. Anteriormente, Buenos Aires y las provincias de abajo habían importado tabaco brasilero y cubano. Pese a su política de oponerse al acceso del Alto Plata por los extranjeros, Rosas había permitido el tránsito de las exportaciones paraguayas por el Paraná, aunque en los términos dictados por él. Con los británicos y franceses cerrándole el río, Rosas se inclinó a ver en López el mal menor. Los comerciantes porteños, por su parte, no tenían otra opción que comerciar con el Paraguay para continuar con sus ventas de tabaco.

         El producto paraguayo, contrariamente a su equivalente brasilero o cubano, podía evitar el bloqueo anglo francés viajando por tierra desde Santa Fe o La Bajada del Paraná. Los paraguayos aprovecharon el bloqueo vendiendo su tabaco en puertos de las provincias de abajo hasta entonces cerrados.

         Además, Rosas redujo en un tercio los derechos de importación, con el propósito de provocar un flujo de mercaderías hacia Buenos Aires54. Los resultados fueron asombrosos. En 1845, el total de las exportaciones paraguayas de tabaco no procesado llegaba a 23.072 arrobas y 120 arrobas de cigarros, y sólo una parte relativamente reducida de esa cantidad se destinaba al mercado porteño55. Entre mayo de 1847 y septiembre de 1848, solamente por el puerto de Pilar pasaron 125.708 arrobas de tabaco no procesado y 780 arrobas de cigarros, en su casi totalidad con destino a Buenos Aires56.

         La rapidez con que se dieron aquellos cambios asombró a todos. En el Paraguay, López quedó receloso. Aunque ciertamente complacido con el aumento de los ingresos procedentes de la reactivación del comercio del tabaco, la idea de que una flota numerosa de barcos mercantes llegara al puerto de Asunción lo dejó inquieto57. Mientras tanto, las actividades de Hopkins, quien había ingresado al Paraguay, cobraron un giro desagradable, e incluso peligroso. En Estados Unidos, él había organizado una empresa llamada Compañía de Navegación de Estados Unidos y Paraguay, mayormente con el apoyo de financistas de Rhode Island, incluyendo un senador estadounidense. La compañía compró un vapor, lo cargó con mercaderías y maquinarias y lo envió hacia el Alto Plata en marzo de 1855. El barco, rebautizado con el nombre de El Paraguay, nunca llegó a destino; las borrascas del Caribe lo dañaron de tal manera, que debió detenerse en el puerto de San Luis de Marañón, donde las autoridades le prohibieron seguir viaje. Todas las maquinarias destinadas a la empresa tabacalera se vendieron. Aunque aquello significó un fuerte golpe para Hopkins, no puso fin a su actividad de fabricante de cigarros.

         Hopkins había contratado los servicios de cinco hábiles fabricantes de cigarros en Cuba, quienes le informaron de la excelente calidad del tabaco paraguayo, "aunque el modo rudimentario en que se lo había cursado hasta anteriormente le había dado un precio muy bajo en el mercado"58. Una vez en Asunción, además de la cooperación de los cubanos, Hopkins contaba también con el permiso de López para emplear tantos trabajadores paraguayos como necesitara. Los especialistas cubanos no perdieron tiempo en enseñar a sus dependientes "cómo convertir su hasta entonces poco apreciada materia prima en cigarros que podrían obtener un buen precio en cualquier parte del mundo"59. Sin embargo, la empresa se veía dificultada por el comportamiento jactancioso de Hopkins, quien con demasiada frecuencia hacia ostentación del gran poder de Estados Unidos y de su propia influencia personal en el gobierno de Washington. López era muy susceptible en las cuestiones de protocolo, aunque prefirió hacer una excepción cuando Hopkins le prometió una mediación con Rosas y un pronto reconocimiento de los Estados Unidos; le llevó un cierto tiempo comprender que carecían de fundamento las promesas del norteamericano. Éste empeoró las cosas el día en que, con una fusta en la mano, irrumpió en el despacho del Presidente para exigirle que castigase al soldado paraguayo que había golpeado a su hermano. Esa actitud poco diplomática y el incumplimiento de las promesas hicieron que López se enemistara con él. El gobierno de Asunción decidió deshacerse del molesto extranjero. Gradualmente, López revocó todas las concesiones hechas a Hopkins y, en 1854, lo expulsó del país60. Para entonces empero todos los cambios fundamentales en la industria del tabaco ya habían tenido lugar.

         El cambiante escenario político de fines de la década de 1840 alentó a los especuladores, quienes conocían el potencial de la producción del tabaco en el Alto Plata. Cuando en 1848 un empresario francés bien relacionado, Blas Despouy, propuso al gobierno paraguayo acordar la producción de 200.000 arrobas de tabaco al año, aquella no fue una propuesta descabellada. Despouy había trabajado en Sud América por décadas y comprendía los vericuetos de la política rioplatense; para él, la obtención de grandes beneficios era sólo una cuestión de inversión y sentido de la oportunidad61. Pero López temió una repetición del fiasco de Hopkins, y la oferta de Despouy cayó en saco roto.

         La derrota de Rosas y la posterior declaración de la libre navegación de los ríos tuvieron un efecto substancial en las exportaciones de tabaco, como muestra la tabla 2.3. Las estadísticas de 1851, cerca de 29.000 arrobas de tabaco de hoja y 191.000 cigarros se asemejan a las de antes del bloqueo. De hecho, la campaña contra Rosas impedía entonces el transporte de todo lo que no fueron suministros militares. Al año siguiente de la batalla de Caseros (1852), las exportaciones de tabaco a Buenos Aires aumentaron más de cuatro veces y se mantuvieron altas en las décadas de 1850 y 1860.

         Se dieron cambios de calidad y cantidad. Antes del bloqueo de Buenos Aires, Carlos Antonio López se conformaba con controlar las exportaciones a través de Pilar e Itapúa. La atención del gobierno se limitaba a las regulaciones comerciales, el cobro de los derechos de exportación y la verificación de los comprobantes de pago de la alcabala. Poca o ninguna atención merecía el control de calidad de la producción. Sin embargo, con las oportunidades surgidas a fines de la década de 1840, que permitían el crecimiento de las exportaciones, el Estado puso mayor interés en el tabaco. Si se pretendía que el tabaco paraguayo -por no mencionar la yerba- siguiera abasteciendo el mercado porteño después del levantamiento del bloque, éste debía ser competitivo; debía evitarse la práctica fraudulenta de mezclar el tabaco de calidad superior con el de calidad inferior, que a veces echaba a perder el producto. Eventualmente, el Gobierno ordenó que los cosecheros vendieran su producto en hoja y no en fardo, para que los funcionarios pudieran controlarlo debidamente62. Para estimular la productividad y la buena calidad, el Gobierno liberó de impuestos los cigarros y los fabricantes de cigarros cuyo producto "se asemejaba a los habanos en forma, tamaño y otras cualidades" recibieron una gratificación de cuatro reales por mil cigarros63. Los productores de cigarros de buena calidad comercial recibían dos reales por mil. Carlos Antonio López quería que el Paraguay conquistase los mercados platenses, tanto con su tabaco elaborado de calidad y precio superiores, como con el producto en bruto.

 

 

         A más de lo anterior, el gobierno paraguayo aumentó sus compras de fincas tabacaleras durante la década de 1850. El propósito ostensible era satisfacer la demanda de tabaco en las varias factorías del Estado. De hecho, aunque se abstuvo de reemplazar por completo al sector privado, López consideraba necesario asignarle un rol mayor al Estado en el lucrativo comercio de exportación de tabaco. "Ninguna persona sensata", afirmaba López, "puede dejar de admitir el derecho del Estado de comprar tabaco a los cosecheros en las cantidades necesarias para los proyectos públicos; el comercio no se verá afectado por la compra ocasional de 40.000 o 50.000 arrobas"64. A falta de un control monopolista, aquella era la única opción para un régimen mercantilista, porque los cosecheros podían vender al mejor postor. A pesar del renovado interés estatal en la producción y el comercio, la exportación del tabaco paraguayo permaneció mayormente en manos privadas, aunque el erario público se benefició de las exportaciones privadas a través de los impuestos y tasas especiales".

         En la década de 1850, el tabaco dominó el mercado de exportación paraguayo junto con la yerba mate. El aumento de la demanda hizo que el cultivo de tabaco desplazara al de los productos alimenticios, lo cual hizo necesaria la importación de los mismos. Para 1857, el elevado precio de los productos alimenticios casi provocó una situación de hambruna, sólo a medias evitada por las importaciones de Buenos Aires y la cosecha de nuevas siembras a fines de año66. Los alimentos importados retuvieron un alto precio en 1858; el maíz, por ejemplo, tenía un precio medio seis veces superior al de 185667. Aunque los cosecheros y los comerciantes exportadores obtuvieron grandes ganancias con el cultivo del tabaco, la población en su conjunto sufrió a causa de la escasez de comida. Sin embargo, no se presionó a los agricultores para que cultivaran productos alimenticios en vez de tabaco. De hecho, los cosecheros se vieron favorecidos por el Estado, que necesitaba los ingresos provenientes de las exportaciones de tabaco más que una gran producción de maíz y mandioca.

         Por aquel tiempo comenzó a llegar a los mercados europeos una cierta cantidad de tabaco paraguayo, con auspicio del gobierno. En junio de 1853, López envió a su hijo Francisco Solano en misión a Europa. La misión tenía como propósito ratificar el reconocimiento de la independencia paraguaya y celebrar tratados de amistad y comercio. A bordo de la embarcación que llevó a López a Europa había muestras de tabaco, algodón y yerba paraguayos. Esos pocos fardos, ya enmohecidos para cuando López llegó a Gran Bretaña, constituyeron el primer esfuerzo serio para interesar a Europa en los productos paraguayos.

         Aunque el mercado europeo representaba solo una pequeña fracción del total de las exportaciones paraguayas, la tentativa de introducirse en él se emprendió con determinación. En 1855, el tabaco paraguayo ganó una medalla de oro y una mención honorífica en la Exposición de París68. Dos años más tarde se envió a Londres un cargamento de más de tres toneladas; cada libra se vendió en subasta a ocho peniques y medio69. Los promotores europeos del tabaco paraguayo se mostraban optimistas. Los agentes británicos del gobierno de López llegaron al extremo de sugerir que el Estado paraguayo adoptara un rol mayor en el comercio de tabaco: "Recomiendo encarecidamente que sea dirigida por el Gobierno toda esa producción de tabaco, que aquí goza de mucha aceptación y en lo sucesivo competirá con el (tabaco) norteamericano"70. Los paraguayos mostraron mucho interés en el mercado europeo, en especial después de que la Guerra de Secesión norteamericana interrumpiera el envío del producto al exterior. La muerte de Carlos Antonio López en 1862 no significó ningún cambio en esa política. Por haber pasado la conducción del gobierno a manos de un hombre de mayor orientación europea, el Paraguay pareció más empeñado que antes en capturar los mercados extranjeros. Ciertas personas importantes de Europa se expresaron con entusiasmo sobre esa posibilidad; en 1864 se pensó solicitar el apoyo financiero del barón Lionel Natham de Rothschild7l. Buenos Aires, sin embargo, siguió siendo el principal consumidor.

         El aislamiento ya no era la característica de las relaciones comerciales en el Alto Plata. Tanto el Estado como los empresarios privados obtuvieron ganancias del tabaco de comercio, y el gobierno paraguayo trabajó activamente para apoyar el comercio y las ganancias que de él obtenía. En 1858, por ejemplo, el gobierno decidió eliminar el envío de tabaco de calidad inferior o deteriorada exigiendo licencias de exportación. A partir de entonces, nadie podría vender tabaco sin una constancia escrita de su calidad. El incumplimiento del requisito de la licencia se sancionaba con una multa de veinticinco pesos por cada arroba irregular. La administración de Francisco Solano López también trató de garantizar la buena calidad del tabaco exportado mediante su clasificación por tipos72.

         Aunque la demanda de la producción del Alto Plata había dado un nuevo vigor a las antiguas redes comerciales, el cultivo no pudo aumentar en forma regular en toda la región. Como anteriormente, el tabaco correntino quedó a la zaga del paraguayo, al menos en lo referente al volumen de las exportaciones, durante las décadas de 1850 y 1860. En 1855, el puerto de Corrientes exportó sólo seis arrobas en rama, junto con 40.000 cigarros73. Los gobiernos provinciales posteriores a la caída de Rosas favorecieron el desarrollo de la producción, pero dejaron que los estímulos directos provinieran quedaran a cargo del sector privado.

         El cultivo del tabaco en Corrientes quedó limitado a los distritos (o departamentos) pobres de Lomas, Caacatí, Ensenadas, San Miguel, Yaguareté Corá y San Roque. Por lo regular, la provincia consumía todo lo que producía aunque, según dijo un observador en 1857, ella podría exportar hasta 80.000 arrobas de hoja al año en caso de superar ciertos obstáculos74. El principal obstáculo era la falta de mano de obra calificada y no calificada. Las zonas rurales de Corrientes, en contraste con las del Paraguay, tenían una población reducida y en gran parte migratoria. Muchos trabajadores abandonaron el lugar periódicamente, para trabajar en los establecimientos ganaderos del sur. En tales condiciones, el cultivo del tabaco siguió siendo primitivo y limitado.

         Sin embargo, nada impidió que los especuladores invirtiesen en el tabaco correntino, donde haciendo la inversión inicial necesaria podían ganar 120 por ciento al año -ganancia superior a las obtenidas en ese ramo por Norte América y Brasil-. En 1862, ciertos empresarios trataron de introducir en Corrientes el cultivo del tabaco negro, con la esperanza de combatir la hegemonía del producto brasilero. Poco se ganó en la empresa75. En los años inmediatamente siguientes, los inversores siguieron recalcando el potencial del tabaco, señalando que el producto correntino estaba exento de los derechos de aduana impuestos al producto paraguayo76. Aunque el argumento era razonable, los riesgos corridos superaban los posibles beneficios, y la inversión no fue más allá de las conversaciones.

         La larga Guerra de la Triple Alianza afectó grandemente el cultivo del tabaco. Como cultivo comercial, el mismo dependía de los mercados de las provincias de abajo pero, después de 1864, sólo excepcionalmente pudo eludir el bloqueo de los aliados". El tabaco del Alto Plata que se filtraba a través del bloqueo se vendía a un precio de guerra de hasta seis pesos y cuatro reales la arroba, pero sólo un volumen muy reducido pudo llegar a su destino río abajo78.

         Durante la guerra, el volumen de las exportaciones paraguayas descendió a un nivel inferior al de los tiempos de Francia. Exceptuando los pocos casos en que algún comerciante podía pasar por las líneas enemigas, el comercio de exportación resultaba imposible79. Todo el tabaco cultivado se destinaba rápidamente a la provisión de los soldados paraguayos del frente. A medida que la guerra se prolongaba, la economía debió orientarse a la producción de alimentos, dejando de lado los demás cultivos"80.

 

         EL TABACO Y LA POSIBILIDAD DEL DESARROLLO

          Entre 1780 y 1865, el tabaco desempeñó un rol fundamental en la economía del Alto Plata. Tanto el producto legal como el de contrabando hallaron siempre un mercado en las provincias de abajo. Las variaciones políticas podían ser una amenaza para aquel comercio y de hecho lo fueron pero, a la menor ocasión, aquel comercio lograba recuperarse. El Paraguay dominaba ampliamente las ventas en el sur; Corrientes, por mucho que se empeñara, nunca pudo competir con su vecino.

         La derrota del Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza y la devastación de la economía regional no favorecieron el restablecimiento de la vieja estructura comercial. El reducido mercado europeo, plenamente abastecido por el tabaco norteamericano y egipcio, perdió todo el interés que había manifestado en del Alto Plata. Buenos Aires dirigió su atención al producto brasilero y cubano. La gran ola migratoria que llegó en las décadas siguientes, al engrosar el número de los consumidores con personas no acostumbradas al tabaco fuerte del Alto Plata, no hizo más que reforzar la provisión de ultramar.

         El comercio del tabaco ilustra un tema fundamental de este estudio: que la política frustró el comercio entre los productores del Alto Plata y los consumidores del sur. Los primeros tenían razones para lamentar el fracaso del comercio, pues el tabaco era una de las pocas mercaderías que podían negociar libremente y la única relativamente no afectada por fuertes restricciones a la exportación. Aquella ausencia de restricciones probablemente reflejaba un rechazo residual a los procedimientos del viejo estanco; aunque, como hemos visto, tales sentimientos no impidieron la imposición del monopolio del Estado en otras mercaderías.

         De todos modos, el tabaco ofrecía a los pequeños propietarios de la región una vía directa al progreso económico, aunque sólo la estabilidad política podía permitir un crecimiento sostenido. La conexión con Buenos Aires dependía de la apertura de los ríos y, aún más, de la armonía política entre los Estados del Plata, algo que no se dio en los años que siguieron a la independencia. Las viejas elites sociales nunca comprendieron las excelentes posibilidades que ofrecía el comercio abierto. Sabían que el tabaco tenía mucha relevancia como ítem comercial durante los periodos de estabilidad, pero nunca llegaron a ver que esa relevancia era en sí misma insuficiente para lograr el desarrollo. Por eso la libre exportación, que hubiera logrado el crecimiento económico del Alto Plata, jamás recibió al apoyo necesario para realizar todo su potencial.

 

 

NOTAS

 1. Cardozo, El Paraguay colonial, pp. 103-4. El gobernador Jaime Saint Just, en la década de 1750, trajo expertos del Brasil al Paraguay, en una tentativa de estimular la producción del tabaco. Uno de esos técnicos era el padre del futuro dictador José Gaspar Rodríguez de Francia. Antonio Zinny, Historia de los gobernantes del Paraguay, 1535-1887 (Buenos Aires, 1887), pp. 179-80.

2. Fulgencio R. Moreno, Estudio sobre la independencia del Paraguay (Asunción, 1912), pp. 45-51.

3. E. de Bourgade la Dardye, Paraguay: The Land and the People, Natural Wealth and Commercial Capabilities (Londres, 1982), pp. 185-87. Este autor señaló que "cuando se cultiva se lo cultiva en tierra negra, el tabaco nunca tiene aroma, pero en el Paraguay se lo cultiva siempre en tierra roja, y en ello está la mejor garantía de su calidad superior. Los entendidos concuerdan en elogiarlo por su sabor delicado". La coloración del suelo se debe a su alto contenido de hierro.

4. Bourgade, Paraguay, pp. 185-87. Ver también "Reconocimiento y clasificación del tabaco paraguayo". Asunción, 17 de junio de 1865. ANA, SH, vol. 334.

5. Bougarde asignaba los siguientes contenidos de nicotina: pito, 2.5 por ciento; bueno, 4 por ciento; doble, 5 por ciento y pará, 6 ó 7 por ciento. Bougarde, Paraguay, pp. 185-87. Los contenidos de nicotina del tabaco cuando se dan en Fernando Ortiz, Contrapunto cubano del tabaco y el azúcar (Caracas, 1978), pp. 97-100.

6. El sistema de tenencia de la tierra del Alto Plata a fines de la era colonial comprendía las chacras (pequeñas y medianas propiedades), los arrendamientos, las estancias y las propiedades comunales de los indios. Ver Carlos Pastore, La lucha por la tierra en el Paraguay (Montevideo, 1972), pássim.

7. Cam Harlan Wickam, "Venezuela's Royal Tobacco Monopoly, 1979-1810: An Economic Analysis" (tesis doctoral, Universidad de Oregon, 1975), 45-52; Harold A. Bierck, "Tobacco Marketing in Venezuela, 1789-1799: Án Aspect of Spanish Mercantilistic Revisionism", Business History Review 39 (invierno de 1954): 489-502; Marco Antonio Fallas, La factoría de tabacos de Costa Rica (San José, 1972), pp. 57-63.

8. "Bando... comunicando la creación del Estanco de Tabaco y Naipes", Intendente de la Real Hacienda Manuel Fernández, Montevideo, 4 de agosto de 1778, en Facultad de Filosofía y Letras, Documentos para la historia del Río de la Plata (Buenos Aires, 1912), 2:236-37. Sobre el Real Monopolio en Nueva España, ver Eduardo Arcila Farías, Reformas económicas del siglo XVIII. Nueva España. Industria. Minería y Real Hacienda, 2 vols. (México, 1974), 2:113-38.

9. C. H. Haring, The Spanish Empire in America (New York, 1947), pp. 294-295. Ver también Guillermo Céspedes del Castillo, "La renta de tabaco en el Virreinato del Perú", Revista Histórica 21(1954):138-63; Edilberto de Jesús, The Tobacco Monopoly in the Philippines. Bureacrautic Enterprise and Social Change, 1776-1880 (Quezon City, 1980); José Rivero Muñiz, Tabaco: Su historia en Cuba, 2 vols. (La Habana, 1964-65) y Agnes Stapff, "La renta de tabaco en Chile de la época virreinal", Anuario de Estudios Americanos 18 (1961): 1-63. La situación no era muy diferente en la América del Norte colonial; ver Jacob M. Price, France and the Chesapeake: A History of the French Tobacco Monopoly; 1674-1791 (Ann Arbor, 1973) y, en términos más generales, Joseph C. Robert, The Store of Tobacco in America (New York, 1949). Una divertida historia general de las tradiciones populares sobre el tabaco se encuentra en G. Cabrera Infante, Holy Smoke (London and Boston, 1985).

10. Herbert Ingram Priestly, José de Gálvez. Visitor-General of New Spain, 1765-1771 (Berkeley, 1916), pp. 142-55.

11. El mejor estudio sobre la Real Renta en el Paraguay es el de Jerry Cooney, "Paraguay and the Royal Tobacco Monopoly, 1779-1810", manuscrito inédito (University of Louisville, 1990).

12. Ibídem; Daisy Repodas Ardañas, Francisco de Paula Sanz. Viaje por el virreinato del Río de la Plata. El camino del tabaco (Buenos Aires, 1977), pp. 5-16, 30-46; Juan Carlos Arias Divito, "Establecimiento de la Renta de tabaco y naipes en el virreinato del Río de la Plata, 1778-1781", Historiografía Rioplatense, 1 (1978): 15-26 y del mismo autor "Dificultades para establecer la Renta de Tabaco en Paraguay", Anuario de Estudios Americanos 33 (1976): 1-17.

13. De hecho, Paula Sanz era un funcionario protegido por Gálvez, y en Buenos Aires corría el rumor de que era hijo ilegítimo del ministro. John Lynch, Spanish Colonial Administration, 1782-1810. The Intendant System in the Viceroyalty of the Rio de la Plata (London, 1958), p. 298.

14. Decreto del director general Francisco de Paula Sanz, Asunción, 8 de mayo de 1779, ANA. SH 143. El Alto Plata no era la única región sometida a esas prohibiciones. En Nueva Granada, las ventas de contrabando se redujeron considerablemente al restringirse el cultivo del tabaco a cuatro áreas pequeñas y relativamente compactas que resultaban fáciles de vigilar. John P. Harrison, "The Evolution of the Colombian Tobacco Trade, to 1875", Hispanic American Historical Review 32 (May 1952):165.

15. Decreto de Paula Sanz, Asunción 29 de marzo de 1779, ANA. SH 143; nota del Cabildo de Asunción al Virrey Manuel Vertiz. Asunción, 23 de abril (¿?)1779, ANA. NE 89.

16. Del gobernador intendente Pedro Melo de Portugal al ministro de Indias José de Gálvez. Asunción, 13 de junio de 1779, ANA. SH 144; Moreno, Estudio, 1:61-65. El Brasil exportaba el tabaco torcido negro al África, donde servía como elemento de trueque en el comercio de esclavos. Fernand Braudel, Civilization and Capitalism 15th-18th Century (New York, 1981), vol. 1, The Structures of Everyday Life, the Limits of the Possible, 265.

17. Del ministro del Tesoro Real Martin José Aramburu al director general Paula Sanz. Asunción, 10 de septiembre de 1783, ANA. SH 82.

18. Las facultades otorgadas a los funcionarios de la Renta escandalizaron al gobernador intendente Melo de Portugal a Vertiz. Asunción, 13 de julio de 1779, ANA. SH 144.

19. Juan Francisco de Aguirre, "Diario del capitán de Fragata...", Revista de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires 28 (1949), 372-77.

20. Del virrey marqués de Loreto a fray Antonio Valdez. Buenos Aires, 25 de noviembre de 1789, MG doc. 859.

21. "Estado que manifiestan los efectos y caudales pertenecientes a la Real Renta de tabacos", Antonio Pablo Morin, Buenos Aires, 24 de abril de 1795, MG 16d.

22. Maeder, Historia económica de Corrientes, pp. 352-361.

23. Despacho de José Fernández Blanco. Corrientes, 25 de abril de 1780, AGPC-DG, libro 22 (1780).

24. De Juan José González a Lázaro de Ribera. Asunción, 9 de marzo de 1798, ANA. SH 171.

25. Los patrones de las embarcaciones fluviales a menudo daban informes falsos sobre el número de sus tripulantes, aumentando así la cantidad del tabaco disponible para el comercio ilegal. Ver cartas del 13 de agosto de 1779, 25 de abril de 1870 y 24 de mayo de 1780. AGPC-DG 21 (1779) y 22 (1780).

26. Maeder, Historia económica de Corrientes, p. 357.

27. AGPC-DG 31 (1791) y 32 (1792-93). Estos libros constituyen un voluminoso compendio sobre el contrabando de tabaco en Corrientes.

28. En un solo puesto de guardia cercano a Corrientes se confiscaron 1.539 arrobas en 1809 y 2.144 arrobas al año siguiente. Sin embargo, todos los informes indican que esos decomisos eran de poca monta en comparación con el volumen del tabaco que escapaba a los controles. AGPC-DG 42 (1809). Cooney afirma que las operaciones clandestinas eran de un volumen ilegal o superior a las de la Renta.

29. "Expediente sobre el excesivo número de matriculados". Asunción, 1803, ANA. NE 3399.

30. Disposición de José Fernández Blanco. Corrientes, 29 de mayo de 1801, AGPC-DG 36 (1800-1802).

31. Fé1ix de Azara, Viajes inéditos (Buenos Aires, 1873), p. 45.

32. Despacho del 7 de octubre de 1789. AGN IX.3.4.1

33. "Informe sobre las factorías y cultivo de tabaco en el Paraguay", Azara, Memoria, pp. 129-132; en la misma obra, "Informe sobre los tabacos del Paraguay que surten a la Real Hacienda en el virreinato de Buenos Aires", 154-159.

34. Decreto del Congreso. Asunción, 22 de junio de 1811. ANA. SH 214. Con relación a la independencia del Paraguay, véase Luis Vittone, El Paraguay en la lucha por su independencia (Asunción, 1960), pássim.

35. Debe señalarse que no todos los nuevos gobiernos hispanoamericanos abolieron el estanco inmediatamente. En México, donde la institución subsistió hasta mediados de la década de 1840, los ingresos del monopolio aún eran considerables al tiempo de la independencia, y disminuyeron gradualmente a partir de entonces. En Colombia, donde el monopolio del tabaco era una cuestión importante para los partidarios del comercio libre, no se lo abolió hasta 1850. En Cuba y Filipinas, que permanecieron bajo el dominio español, se dieron dos procesos muy diferentes. En la primera, el estanco tuvo una temprana muerte en 1817; en la segunda, se sostuvo hasta 1880. Priestly, José de Gálvez, p. 154; Luis F. Sierra, El tabaco en la economía colombiana del siglo XIX (Mosquero, 1971), pp. 87-99; Rivero Muñiz, Tabaco, 2:229-40; de Jesús, The Tobacco Monopoly, pp. 178-96.

36. Tratado de amistad, unión y límites entre Paraguay y Buenos Aires. Asunción, 12 de octubre de 1811, en Benjamín Vargas Peña, Paraguay-Argentina. Correspondencia diplomática, 1810-184 (Buenos Aires, 1945), pp. 63-66.

37. Sobre las relaciones entre Paraguay y Buenos Aires en la época, véase Chaves, Historia de las relaciones entre Buenos Aires y el Paraguay, pássim. Sobre la "guerra del tabaco" entre Asunción y Buenos Aires, ver Marcela González de Martínez, "El tabaco en la guerra económica contra Paraguay y Santa Fe", en Tercer Congreso de Historia Argentina y Regional (Buenos Aires, 1977), 4:329-36.

38. "Guías de Aduana... 1819". AGN X 36-1-18.

39. Miron Burgin, The Economic Aspect of Argentine Federalism, 1820-1852 (Cambridge, Massachusetts, 1946), p. 71.

40. El Semanario del 20 de agosto de 1853 afirmó que en la década de 1830 se exportaban 45.000 arrobas anuales. Alfred Demersay, Du tabac du Paraguay (París, 1851), pp. 24-27, afirma lo mismo. La fuente de ambos pareciera ser Amado Bon pland, quien se basaba en una suposición. Robertson, Letters on Paraguay, 3:21618 sugiere la cifra de 40.000 arrobas para el año 1816; una apreciación razonable que sin embargo exagera en 7000 arrobas el monto real. Posiblemente la cifra más exagerada la dio el diplomático brasilero Antonio Manuel Correa da Camara después de una breve visita al Paraguay en 1829: en su opinión, el país podría producir anualmente 800.000 arrobas de tabaco sin procesar y 300.000 arrobas de cigarros a los dos años de abrirse el comercio internacional. Antonio Manuel Correa da Camara, "Calculo Aproximado dos Effeitos e Produções do Paraguay", Río de Janeiro, 1 de mayo de 1820. Ministério das Relacções Exteriores, Anais do Itamaraty (Río de Janeiro, 1938),4:83-85.

41. Ver Inventario de los contrabandistas portugueses. Asunción, mayo de 1810. ANA. SPT 931.

42. Seis contrabandista fueron ejecutados el verano anterior. Williams, "Paraguayan Isolation", 108-110. Ver también nota de José Tomás Gil a Francia. Pilar, 28 de mayo de 1826. A.NA. SH 238 y "Multas". Pilar, 24 de agosto de 1827, ANA. LC 27.

43. Williams, Rise and Fall, p. 92.

44. "La ley de aduana para 1836", en José M. Mariluz Urquijo, editor, Estado e industria, 1810-1870 (Buenos Aires, 1969), p. 118.

45. Nota de Juan Manuel de Rosas al gobernador de Corrientes Rafael Atienza. Buenos Aires, 20 de julio de 1836, en Ricardo Levene, editor, Historia de la nación argentina. 2º edición (Buenos Aires, 1950), 7:182-83.

46. Alcides D'Orbigny, Viaje a la América meridional, 3 vols. (Buenos Aires, 1945), 1:232-33.

47. ROPC III: 106-7 (Ley del 15 de diciembre de 1832).

48. Tratado del 31 de julio de 1841. Asunción, ANA. SH 245; y "Decreto sobre impuestos a la importación de tabaco, yerba y aguardiente del Paraguay". Corrientes, 23 de julio de 1841, El Nacional Correntino, 23 de agosto de 1841.

49. Informe de George J. R. Gordon. 1843. PRO-FO 131202.

50. Del Secretario de Estado James Buchanan al encargado de negocios William A. Harris. Washington, 30 de marzo de 1846, en William R. Manning, editor, Diplomatic Correspondance of the United States, Inter American Affairs, 12 vols. (Washington, D.C., 1932-39), 1:29-32.

51. Se ha discutido mucho el rol de Hopkins en la vida política y económica del Paraguay. Ver Harold F. Peterson, "Edward Augustus Hopkins: A Pioneer Promoter in Paraguay", Hispanic American Historical Review 22 (mayo de 1942): 245-61; y Pablo Max Insfrán, La expedición norteamericana contra el Paraguay, 1858-1859, 2 vols. (México. 1954 y 1958), 1:41-104.

52. Rengger and Longchamp, The Reign of Doctor Joseph Gaspard Roderick de Francia in Paraguay, p. 199; Anónimo, "Manufacture of Tobacco in Paraguay", Hunt's Merchants Magazine (New York) 20 (1849): 353-54.

53. De Juan Andrés Gelly a J.A. Gelly y Obes. Asunción, 5 de agosto de 1845, AGNDBN, 15060, legajo 756.

54. Lynch, Argentine Dictator, pp. 149-50. Ver también Halperin Donghi, Guerra y finanzas en los orígenes del estado argentino, 1791-1850 (Buenos Aires, 1982), pp. 237-42.

55. "Resumen de exportación de la república del año de 1845". ANA. SH 274.

56. "Frutos extraídos de Pilar", 20 de marzo 1847 a 30 de septiembre 1848. ANA. NE 866.

57. Ver Hopkins, "The Republic of Paraguay", 255-56.

58. Charles A. Washburn, The History of Paraguay, With Notes of Personal Observations and Reminiscences of Diplomacy Under Difficulties, 2 vols. (Boston, 1871), 1:362.

59. Ibídem. Ver también La Libre Navegación de los Ríos, 8 de julio de 1853.

60. A Hopkins se le permitió llevarse unas 800 arrobas de tabaco al retirarse del país. Washburn, History of Paraguay, 1:368.

61. De Juan Andrés Gelly a J. A. Gelly y Obes. Río Grande, 17 de agosto de 1848, AGN-D13N 15086, legajo 756. Ver también Juan Andrés Gelly, El Paraguay, lo que fue, lo que es y lo que será (París, 1926), pp. 137-38.

62. Decreto de Carlos Antonio López. Asunción, 21 de febrero de 1856. ANA. SH 319. En este sentido, el gobierno de López se arrogó ciertas facultades del viejo estanco.

63. Decreto de Carlos Antonio López. Asunción, 16 de enero de 1855. ANA. SH 314.

64. Semanario, 3 de mayo de 1856.

65. Demersay, Du tabac, pp. 25-27.

66. Informe sobre el comercio del Paraguay en el año 1857, cónsul Charles Henderson. Asunción, 20 de enero de 1858, PRO-FO 59/19.

67. Informe sobre el comercio del Paraguay en el año 1858, cónsul Charles Henderson. Asunción, 20 de enero de 1859, PRO-FO 59/20.

68. Marbais Du Graty, La República del Paraguay, p. 326.

69. De John y Alfred Blyth a Francisco Solano López. Londres, 8 de octubre de 1857. ANA. CRB 1-29, 35, 56, N° 27. En el mercado libre de Gran Bretaña, el tabaco paraguayo se vendía a diez y un cuarto de penique por libra.

70. De John y Alfred Blyth a Francisco Solano López. Londres, 8 de octubre de 1857. ANA, CRB 1-29, 35, 56, N° 23.

71. Del cónsul Ludovico Tenré al ministro de Relaciones José Berges. París, 24 de agosto de 1863. ANA-CRB 1-20, 36, 54, Nº 1-2; y de John y Alfred Blyth al ministro de Guerra Venancio López. Londres, 25 de marzo de 1864, ANA-CRB I-30, 2, 18 N° 1.

72. Decreto de Carlos Antonio López. Asunción, 6 de marzo de 1858, ANA SH 324. Otro decreto referente al puerto de Itapúa (hoy Encarnación), reforzó el sistema de clasificación. Disposición del ministro tesorero Mariano González. Asunción, 4 de agosto de 1862. ANA. SH 331.

73. "Razón de los frutos extraídos, año 1855". El Comercio, 6 de enero de 1856.

74. Quesada, La provincia de Corrientes, p. 57.

75. La Libertad, 14 de agosto de 1862.

76. El Progreso, 13 de diciembre de 1863 y 17 de enero de 1864. El reconocimiento de la independencia paraguaya por la Argentina tuvo como consecuencia una nueva clasificación del tabaco paraguayo como producto extranjero y no nacional. Un análisis del comercio de tabaco correntino en los años siguientes se encuentra en Cristina M. Sonzogi, "Evolución de la actividad tabacalera en Corrientes y en Misiones (187-1940)", Cuadernos de Geohistoria Regional 8 (1983): pássim.

77. Ver el Semanario del 4 de febrero al 6 de julio de 1865.

78. Semanario, 8 de julio de 1865.

79. Varios comerciantes bolivianos llegaron al Paraguay en 1867, después de haber pasado del Altiplano a Mato Grosso en su camino al Paraguay. El tabaco era uno de los productos que les interesaba. Semanario, 24 de agosto de 1867.

80. En esto los paraguayos alcanzaron cierto éxito. Utilizando una fuerza de trabajo muy reducida, los agricultores plantaron muchos miles de liños de mandioca, maíz y porotos en el interior entre 1865 y el final de la guerra. Los censos agrícolas confeccionados en aquellos años, aunque excesivamente optimistas, muestran una producción considerable. Olinda Massare de Kostianovsky, El vicepresidente Domingo Francisco Sánchez (Asunción, 1972), pp. 85-100,193-96; Moisés S. Bertoni, "La agricultura en el Paraguay antes de la guerra de 1864-1870. Datos instructivos". Cuadernos Republicanos 18 (1981):117-41.

 

 

 

 

 

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