Portal Guaraní - CUANDO DEJA DE DOLER - Por CARLOS MARTINI

La casa alemana (Deutsches Haus) es la primera novela publicada por la guionista Annette Hess (Hannover, 1967). Carlos Martini ya la ha leído, y hoy nos comenta sus impresiones mientras escucha a los Beegees.

Nacida en Hannover, Alemania, el 18 de enero de 1967, Annette Hess comenzó su carrera estudiando pintura en la Escuela de Artes Visuales y posteriormente se licenció en Escritura escénica en la Universidad de las Artes de Berlín. Ha trabajado como periodista, como asistente de dirección y como guionista. Desde 1998, escribe para cine y televisión, y es la guionista y creadora de las exitosas series Weissensee y Ku’damm 56/59. Ha recibido el Premio Grimme y el Premio de la Televisión Alemana. Su primer libro, La casa alemana (Deutsches Haus), publicado en Berlín el año pasado, es también su debut como novelista y la ha situado rápidamente entre los autores de mayor éxito en su país en la actualidad. (Fotografía: Silvia Medina)

Lo sabemos. El pasado suele ser una geografía tormentosa asediada por fantasmas, monstruos y demonios. Ya el psicoanálisis nos advirtió acerca del cuidado que debemos tener cuando recorremos sus pasadizos y laberintos. Las cuentas pendientes con nuestro ayer poseen una despiadada fuerza emocional.

Travis camina por el desierto de Texas. Sufre amnesia. Años atrás abandonó a su esposa y a su hijo. Su hermano va en su busca y quiere ayudarlo a que recupere la memoria. El final es conmovedor. Es París, Texas, film de 1984 dirigido por Wim Wenders.

Un castillo en Hungría. Dos hombres llevan cuarenta años sin verse. En su juventud compartieron una buena relación. Se reencuentran para cenar. Un secreto los une y los separa. Una mujer. Es el eje de El último encuentro, magnífica novela del húngaro Sandor Marai (1900-1989). Publicada en 1942.

Travis y esos hombres mayores comparten un territorio similar: las claves de sus existencias están en los sombríos bosques de sus vidas de ayer. Lo que intentarán es encontrarse consigo mismos mirando ese implacable ayer. Y no salir tan lastimados.

En París, Texas y en El último encuentro pensaba al terminar de leer La casa alemana, novela del 2018 escrita por Annette Hess (Hannover, 1967). Es periodista y guionista de cine y televisión. Los personajes de Hess también navegan en un proceloso mar embravecido intentando no naufragar. Tarea tan agotadora como la de Sísifo.

Eva Bruhns es una joven que vive con su familia en Frankfurt. Es 1963. La Casa Alemana es un restaurante que atienden sus padres. Es traductora, maneja muy bien el polaco. Su vida transcurre sin mayores contratiempos, tiene un hermano menor, Stephan y un encantador perro llamado Purzel. No falta un pretendiente. Una familia sin contratiempos Es diciembre. Se acerca Navidad. Suenan villancicos. El ambiente llama a encuentros familiares y alegrías infantiles.

Una noche de domingo, Eva recibe un llamado. La necesitan con urgencia. Pasa que se están desarrollando unos juicios a ex funcionarios nazis, en particular de las terribles SS del campo del complejo de Auschwitz-Birkenau durante la Segunda Guerra Mundial. Necesitan traducciones del placo.

Sin saberlo, Eva ingresará a una etapa distinta de su vida. Comienza a hacerse preguntas, siente que algo de aquellos funestos días puede tener también algo que ver con su familia.

Y sus padres le aconsejan que no tome ese trabajo. También la familia de Jürgen, su novio. No es necesario remover el pasado, le dicen. Es preferible mirar solo el presente y el futuro.

Pero Eva siente que ese pasado la interpela. Como parte de ese trabajo, viaja a Polonia, visita el campo de concentración y exterminio. Se va introduciendo en los pliegues del dolor.

¿Por qué faltan en el álbum familiar fotos correspondientes a una época de sus vidas?

«Cuando supimos lo que había sucedido en ese sitio era demasiado tarde. Y nosotros no somos héroes, Eva. Teníamos miedo, teníamos hijos pequeños», le dice, ya en plena crisis familiar, su papá cuando Eva siente que se le mueve la tierra con ciertos descubrimientos suyos…

La casa alemana muestra, junto con la compasión por el desvalido ser humano, el comportamiento de ciertas franjas sociales que, por distintos motivos, miraron hacia el costado cuando el horror hacía de las suyas. Y también nos presenta a quienes resistieron.

En Hasta siempre, mujercitas, de Marcela Serrano, se lee que el pasado solo se convierte en tal cuando deja de doler. Es decir, cuando lo asumimos y enfrentamos.

Al final de La casa alemana se lee que la naturaleza humana, con sus fragilidades, es «amarga y curativa a la vez».

La casa alemana no nos deja indiferentes. Nos va presentando esos momentos límite que atraviesa la frágil criatura humana.

Tarde templada de este invierno. Escuchando Don’t Forget To Remember Me por los Beegees. No sé si la condición humana tendrá redención alguna. Sospecho que no. Pero no se le pueden negar segundas oportunidades.

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