Portal Guaraní - APUNTES SOBRE NUESTRO ABISMO - Por CARLOS MARTINI

En algún perdido paraje del interior. Sucursal de una empresa a la que se llama la Casa Matriz. No se aclara de qué ramo. Cuenta con un gerente general, un contable, jefes de los depósitos A, B, C y D, empleados de mostrador, sereno y horarios de apertura y de cierre.

Pero algo no encaja. El camión que periódicamente viene desde la Casa Matriz aparece después de seis meses. Trae una nota autorizando el traslado a Asunción del jefe del Depósito A, un hombre de 81 años al que hasta su familia parece haber olvidado. Este se niega a irse. En su defensa dice que es el jefe del Depósito A. «¿Quién cuidará del Depósito A? ¿Quién va a hacer el inventario mensual, en triplicado? ¿Quién, quién, quién?»

Entonces el relato nos va mostrando aspectos que recuerdan el absurdo kafkiano de El castillo o Esperando a Godot, de Beckett. Así de repente nos enteramos que ese Depósito A lleva cuarenta años vacío. Pero es que después nos vamos enterando de que ninguno de los Depósitos tiene mercadería alguna. En otras palabras, toda la sucursal funciona con jefes, empleados y horarios. Esta sucursal de una misteriosa Casa Matriz no produce nada. Es una máscara grotesca de una rutina vacía.

Es el núcleo del cuento Los habitantes del abismo (1989), de Mario Halley Mora (1926-2003), uno de nuestros más prolíficos escritores, con obras de teatro, novelas y cuentos. Los hombres de Celina (1983), que narra el respaldo de una mujer a un joven ambicioso en una peculiar relación, es, a mi modo de ver, una de las mejores novelas paraguayas del siglo pasado.

Me acordaba de este cuento revisando una serie de datos sociales de esta democracia anémica que pomposamente quiere llamarse Estado Social y Democrático de Derecho. Es una máscara que quiere ocultar su vacío.

Solo 4 de cada 10 estudiantes que ingresan a la primaria terminan la educación media. 7 de cada 10 estudiantes no entienden lo que leen. 2 de cada 3 trabajadores están en la informalidad. El salario mínimo sólo cubre la mitad de la canasta básica según la ministra de Trabajo, Carla Bacigalupo. 4 de cada 10 niños viven en la pobreza. Solo el 21% de los trabajadores accede a la seguridad social. El promedio en América Latina y el Caribe es 44%. Más de la mitad de los que debieron haber pagado el Impuesto a la Renta Personal no lo hizo, 1 de cada 4 paraguayos está en la pobreza, lo cual podría aumentar si en vez de utilizar solo el parámetro de ingreso se consideran otras áreas, como educación, salud, vivienda o empleo digno, el ingreso promedio laboral del 20% más pobre de la población cayó el año pasado en 3% y se ubicó en 702.000, solo un tercio del salario mínimo legal. 7 de cada 10 paraguayos no tienen seguro médico alguno, la doctora Leticia Pintos, directora de Terapias, apunta que nuestro país solo cuenta con el 50% de las cámaras de terapia requeridas, el 20% más rico concentra el 55% del ingreso total y el 20% más pobre se queda apenas con el 5%... y podría seguir.

Y aquí no incorporo la cuestión de las tierras mal habidas o la corrupción con su hada madrina, la impunidad.

¿Acaso no somos los habitantes del abismo? Todo parece funcionar. Pero es solo un disfraz de una enorme grieta social cruzada por una democracia hueca que convirtió las elecciones periódicas en un rito para que nada cambie, recordando el Gatopardo de Lampedusa.

Desde una perspectiva más existencialista Los habitantes del abismo me recordó El astillero (1961), del uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994). Larsen retorna a la mítica Santa María y quiere incorporarse al astillero de la ciudad. Está el edificio, su dueño tiene la fantasía de que va a funcionar otra vez… pero todo es vacío, desolación y ratas. Es una alocada fantasía. Detrás de los buenos números macroeconómicos existe otro país. La sucursal o el astillero.

Siempre vuelvo a Roque Vallejos. «Y sólo tengo como mío el fondo/ del propio abismo que nos crece adentro» (Los arcángeles ebrios).

Tarde gris de invierno. Escuchando Blue Moon en la interpretación de Frank Sinatra. El existencialismo y la literatura del absurdo fueron referencias esenciales en la adolescencia y juventud de no pocos de nosotros. Ocurre que hoy, con la felicidad por decreto, los cuerpos juveniles como modelo y la mediocridad como vanguardia, aquella filosofía puede parecer lejana. Ya volverá.

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

EL IDIOMA GUARANÍ, BIBLIOTECA VIRTUAL en PORTALGUARANI.COM

(Hacer click sobre la imagen)