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RAMÓN FOGEL

  LOS CAMPESINOS SIN TIERRA EN LA FRONTERA - Por RAMÓN FOGEL - Año 1990


LOS CAMPESINOS SIN TIERRA EN LA FRONTERA - Por RAMÓN FOGEL - Año 1990

LOS CAMPESINOS SIN TIERRA EN LA FRONTERA

Por RAMÓN FOGEL

 

Ediciones Comité de Iglesias para

Ayudas de Emergencia

Serie Tierra Nº 2 – 1ª Edición

Diseño de tapa : Federico Tatter

Corrección: Marcial Vázquez

Asunción – Paraguay

1990 (174 páginas)

 

 

INDICE

 

Presentación

Prólogo 

Introducción

 

I. RAÍZ HISTÓRICA DEL FENÓMENO DE CULTIVADORES SIN TIERRA

l. La Historia y la Distribución de la Tierra 

2. La constitución del campesinado criollo en el período independiente

3. La constitución del latifundio y del minifundio en el período liberal 

4. El período autoritario prebendario y la modernización agraria 

5. La crisis del régimen autoritario prebendario 

6. El nuevo período     

II. EL CONCEPTO DE CAMPESINADO Y LAS CATEGORIAS DE CAMPESINOS SIN TIERRA

1. La pertinencia de la discusión 

2. La especificidad de lo campesino

3. Las principales teorías sobre la economía campesina 

4. Los rasgos específicos del campesino paraguayo 

5. Las categorías de campesinos sin tierra

III. DATOS BÁSICOS PARA ESTIMAR LA CANTIDAD DE FAMILIAS SIN TIERRA

1. La población a nivel nacional 

2. La población de los departamentos fronterizos

IV. UNA ESTIMACION DE LA CANTIDAD DE LAS FAMILIAS DE CAMPESINOS SIN TIERRA EN LAS DISTINTAS CATEGORIAS

1. ¿Campesinos sin tierra o familias campesinas sin tierra?. 

2. Las familias campesinas sin parcela cultivable y las que acceden a parcelas muy pequeñas 

3. Hogares rurales con jefes asalariados permanentes 

4. Familias campesinas que acceden a parcelas prestadas, sin pago de parientes o amigos 

5. Familias campesinas arrendatarias

6. Familias con parcelas no aptas para la producción agrícola

7. Otras categorías de familias campesinas sin tierra 

V. LA CONCEPCION CAMPESINA SOBRE EL DERECHO A LA TIERRA Y EL TAMAÑO MINIMO DE LAS PARCELAS FAMILIARES 

VI. A MODO DE CONCLUSION 

ANEXOS

 

 

 

PRESENTACIÓN

 

         Hace algunos años, parecía un absurdo hablar en Paraguay de campesinos sin tierra. En un país de grandes extensiones de campos, bosques y tierra fértil en la mayor parte de su territorio y al mismo tiempo de escasa población, el tema no merecía siquiera la atención de organismos privados, que se esfuerzan por llenar los vacíos del Estado.

         El Comité de Iglesias intuyó, a fines de la década del 70, que podrían registrarse conflictos entre los campesinos, por la irregular e injusta distribución de la tierra, especialmente a raíz de la codicia que despertó en gente no campesina el valor que Itaipú puso a la tierra en la zona de Alto Paraná.

         En 1979 puso en marcha su programa de Defensa Jurídica de la Tierra y Promoción Campesina, donde abogados y promotores de la institución acompañan a los campesinos de algunas zonas, en su esfuerzo por lograr una organización autónoma y mejores condiciones de vida.

         Esta labor está reforzada por casi constantes estudios de la situación campesina, a cargo de especialistas en la materia.

         Para el Comité de Iglesias siempre estuvo claro que era incorrecto cuantificar el problema de los campesinos sin tierra, sin antes realizar un estudio responsable de la cuestión. Y aún, después de disponer de las investigaciones del caso, cuyos resultados se presentan en esta obra, resulta difícil hacer afirmaciones categóricas en ese sentido.

         Para esta institución es mucho más importante entender las causas que dieron lugar a este fenómeno, que hoy día se convierte en una de las principales demandas sociales y uno de los puntos obligatorios de las propuestas y análisis políticos.

         Este estudio está estrechamente ligado al anterior, realizado por nuestro Departamento de Estudios, con la colaboración del Dr. Ramón Fogel, y que se refiere a la concentración de la tierra en los departamentos fronterizos.

         Del análisis de ambos trabajos y en especial de éste, se podrán sacar conclusiones diversas, pero para el Comité de Iglesias hay una sola constatación y que desde nuestro punto de vista, representa una grave violación de los Derechos Humanos: Que miles de familias campesinas carecen totalmente de tierra para sobrevivir, mientras personas que nunca han vivido ni vivirán en el campo, disponen de miles y hasta millones de hectáreas -algunas obtenidas deshonestamente con complicidad del Estado-- con fines especulativos.

         Ojalá que este trabajo arroje alguna luz a una pronta solución del problema.

 

         Comité de Iglesias

 

 

PRÓLOGO

 

         ¿Para qué un prólogo?. Bueno, pues todos los libros lo tienen. Sí, pero ni todos los prólogos son leídos ni todas las personas los leen. Es cierto. La mayoría va directamente al contenido del libro. Porque el prólogo (Pro-logos) es lo que viene antes del discurso o de la palabra. Y con esto ya estoy en el centro del tema del libro. Lo que antecede al contenido de esta obra es una de las grandes y postergadas realidades del Paraguay: LOS CAMPESINOS SIN TIERRA, sus clamores, sus luchas, sus sufrimientos, sus violaciones y en algunos casos, hasta su sangre derramada. Sí, el prólogo está constituido por las miles y miles de familias campesinas que a lo largo de la historia paraguaya lucharon y siguen luchando para tener un pedazo de tierra sobre la cual vivir dignamente como cualquier otro habitante de esta tierra.

         En cuanto a la obra misma del Dr. Ramón Fogel, quisiera destacar algunos aspectos que me parecen importantes para cualquiera que se decida leerla. Primeramente: el carácter científico y la agudeza del análisis. El momento por el que está atravesando la mayoría de los campesinos paraguayos en el PRESENTE facilita a los lectores darse cuenta que el autor encuentra en el PASADO la causa de esta situación. No se queda meramente con un análisis de la coyuntura actual, sino que hace ver que lo que sucede hoy es el resultado de una estructura que desde siempre ha privilegiado a los sectores más pudientes, ya desde los anales de la historia paraguaya. Este carácter científico de la obra puede muy bien servir para todas aquellas personas e instituciones que realmente quieren hacer una REFORMA AGRARIA de fondo y no meramente entregar limosnas como casi siempre se ha hecho.

         Quisiera también resaltar el carácter objetivo. No tanto en el sentido "neutral" --esto no existe--, sino, más bien, la seriedad con que el autor maneja las informaciones y datos que aparecen durante su trabajo. Es evidente que su análisis lo hace a partir del clamor y sufrimiento de los campesinos, de los desposeídos de la tierra y en algunos casos de los despojados. No cabe duda que la Reforma Agraria que se haga a partir de esta realidad será muy diferente a la que se haga a partir de los "sabios y entendidos", como dijera Jesús. Será diferente si se hace desde los sin tierra que desde los poderosos.

         Finalmente, la obra toda, es un trabajo teológico. Contiene implícita una serie de denuncias especialmente cuando analiza la mala distribución de la tierra. Lo mismo cuando analiza los modelos de explotación agrícola e incluso las categorías de los campesinos sin tierra. Digo que es teológico también, porque teología no es otra cosa que articular la presencia de Dios entre las personas y en particular entre los campesinos sin tierra.

         Las denuncias implícitas en este trabajo me recuerdan a palabras escritas en profetas como Oseas, Amos, en los libros de Reyes y otros. La lucha por la tierra me recuerda casi todas las páginas del Antiguo Testamento pero muy en especial a los comienzos de la Historia de Israel. La salida de Egipto y toda la conquista en Canaán. El modelo de explotación agrícola paraguayo es profundamente bíblico. La tierra es de Dios, Lv. 25:23 y en lo humano es para trabajarla y vivir de ella. No es para acumular riqueza ni poder. Esto es condenado. La parábola del rico insensato de Lucas 12 es sumamente ilustrativa. Lamentablemente las Iglesias Cristianas, con rarísimas excepciones, eligieron el camino más fácil, cual es el de entenderse bien con los grandes poseedores de la tierra y los poderosos. En muy pocas oportunidades de la historia la Iglesia Cristiana se animó a transitar con los débiles, con los desposeídos de la tierra.

         Agradezco a Ramón Fogel por haberme invitado a escribir estas palabras. Lo tomo como un reconocimiento por los años que trabajamos juntos, con los campesinos más carenciados del país.

 

         Juan Pedro Schaad

         Pastor, Iglesia Evangélica del Río de la Plata

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

         El Paraguay es básicamente un país de agricultores y en esa medida sus problemas críticos son agrarios. En los últimos años, sin embargo, esos problemas se volvieron más numerosos y graves. Algunos de ellos han afectado a la economía campesina, y entre éstos, el relativo a los campesinos sin tierra es el más grave y el que requiere una solución más urgente. Se trata de un problema viejo que en los últimos años se ha agudizado, tomando además nuevas modalidades, tal como la constitución de campamentos campesinos bajo carpas, en las proximidades de los latifundios.

         Diversas son las reacciones ante el aumento de los campesinos sin tierra y la intensificación de las ocupaciones de tierras incultas que provocan las movilizaciones campesinas, las mismas van desde el repudio hasta la solidaridad. En efecto, mientras para algunos se trata de la alternativa históricamente disponible por los campesinos pobres, para acceder a la parcela familiar, para otros, en el otro extremo, la ocupación es percibida como un acto delictivo que debe ser encarado como tal. En esta última perspectiva se percibe a los ocupantes como los únicos provocadores de la violencia en el campo.

         Los campesinos sin tierra tienen su propia visión de sus movilizaciones y en ella se contrapone la ocupación de una fracción no explotada a toda acción delictiva. Líderes de las movilizaciones señalan que el grupo decidió ocupar una fracción inculta para cubrir honestamente el sustento, cultivando la tierra, precisamente para no verse obligados a robar.

         Desde la perspectiva de este trabajo, la lucha por la tierra es para el campesino la lucha por la subsistencia, en la medida que para éste no existe empleo productivo fuera de la agricultura campesina. En tanto esa lucha sea por la subsistencia, la misma continuará y eventualmente se intensificará.

         En cuanto a la violencia --que no idealizamos en estas formulaciones-- la misma ciertamente asume diversas formas, y está ya en latencia en las colectividades pauperizadas de campesinos sin tierra, que viven a la vera de los caminos, entre grandes fracciones inexploradas, obtenidas con relativa frecuencia por medios fraudulentos.

         La diversidad de reacciones contribuye a la confusión en cuanto a quiénes son los campesinos sin tierra, y en relación a la magnitud del fenómeno. Con este trabajo precisamente buscamos contribuir a la solución del problema apoyando la sistematización de la discusión; más específicamente presentamos una caracterización del campesinado paraguayo, y de las distintas categorías de campesinos afectados por procesos de descomposición, que constituyen grupos de familias campesinas sin tierra. Una vez fijado el alcance de las distintas categorías de campesinos que no poseen tierra se calcula cuántos son los demandantes actuales de parcelas familiares.

         En la estimación se combina la explotación de datos secundarios --básicamente de los Censos Agropecuario de 1981 y de Población y Vivienda de 1982-- con material obtenido en entrevistas semiestructuradas a informantes claves, con informaciones obtenidas en una encuesta (anexo 13) aplicada a una muestra de 452 hogares que totalizan 546 familias nucleares, asentadas fundamentalmente en los departamentos de Caaguazú, Alto Paraná y Amambay./1 Fueron considerados los departamentos fronterizos teniendo en cuenta, por una parte, la gravedad del problema y/o intensidad de los conflictos en esos departamentos, y por otra, que el CIPAE ya encaró un estudio sobre la concentración de la tierra en estas mismas regiones, que complementa este trabajo.

         Las encuestas fueron aplicadas entre julio de 1988 y enero de 1989 (anexo 16) a una muestra de familias campesinas de colonias seleccionadas, de tal modo a comprender en la misma asentamientos antiguos, nuevos e intermedios. Se trató, con el método utilizado, de determinar la distribución de distintas categorías de la población, en asentamientos significativos en sus contextos regionales. Dado el peso de los distintos tipos de colonias en sus departamentos, y la significación en estos asentamientos de las categorías de población considerados, se estimó la magnitud de los campesinos sin tierra.

         En el proceso de obtención de informaciones se contó con la cooperación de las organizaciones campesinas ASAGRAPA de Alto Paraná y CODAA de Yhú y Arsenio Oviedo, y del Programa de Ayuda Cristiana PAC, que desarrolla sus actividades en Alto Paraná y Canindeyú. Estas organizaciones, sin embargo, no son responsables de los eventuales errores deslizados en el trabajo.

         El libro está organizado en capítulos; en el primero de ellos se incorpora en la discusión los aspectos históricos del problema. De la evidencia histórica resulta que las luchas por la tierra echan sus raíces en el pasado y se alimentan en la memoria colectiva, que se remonta al período colonial; en la base de esas movilizaciones campesinas está la visión de la apropiación de la tierra --que corresponde a quien la necesite para el sustento-- que proviene de la herencia indígena.

         La cuestión de la tierra constituye un viejo problema, tanto por constituir el Paraguay un país de agricultores, como por la composición de los gobiernos con predominio de la oligarquía interna, con fuerte base fundiaria, ante la marcada debilidad de la burguesía industrial. Otra constante es la renuncia, por parte de los gobiernos, al ejercicio de la soberanía política y económica, a favor de las empresas de capital extranjero. La idea que el desarrollo viene con la inversión extranjera ha tenido un fuerte arraigo en los grupos dominantes, a pesar de la evidencia histórica que muestra mayores niveles de pobreza crítica, de la población criolla, en las regiones más tocadas por la inversión extranjera.

         Por otra parte, el reparto encarado por los gobiernos, si bien permitió superar la pobreza crítica de las familias campesinas asentadas, reprodujo la economía de subsistencia. Esta asignación de tierra se fue limitando a medida que se intensificaba el reparto prebendario de las tierras públicas, quedando la redistribución de los derechos sobre ellas librada a la suerte de las movilizaciones campesinas. La ocupación de tierras no explotadas es una vieja vía campesina para acceder a las mismas, pero ésta se intensifica con la crisis agraria que se desarrolla a partir de 1982.

         En el segundo capítulo se analiza las peculiaridades del campesinado paraguayo, incluyendo la tenacidad de nuestros cultivadores para reproducir su condición, que alimenta el proceso de descampesinización-recampesinización; se presentan asimismo las principales teorías sobre la economía campesina, aquella que pre-dice su desaparición, y la que muestra su lógica a la permanencia. Explotando esos antecedentes se definen las categorías de familias campesinas sin tierra, incluyendo a las que acceden a parcelas insuficientes.

         Dado que a nivel nacional se consideraron como insuficientes las parcelas de hasta 5 has. --que tienen un tamaño medio menor a 3 has.--, si se aumenta el tamaño considerado como mínimo aumentará también la cantidad estimada de familias con demanda actual de parcelas familiares. Resulta obvio que el tamaño suficiente o no está estrechamente relacionado con la productividad de la parcela, y concomitantemente con las prácticas de manejo orientadas a la conservación y recuperación de los suelos.

         Las informaciones demográficas, que hacen parte de los elementos básicos para estimar la demanda actual de parcelas familiares; se presentan en el capítulo III. En base a informaciones confiables, se estima que la población rural nacional, a 1989, llega a 432.350 hogares, de los cuales el 85 por ciento, que hace un total de 367.500 familias, constituirían unidades económicas agrícolas. Este total comprende a las familias que ya tienen su parcela agrícola y aquéllas que no la tienen.

         Con los supuestos explicitados y modificables, se estima la cantidad de campesinos sin tierra de las distintas categorías (sin parcela cultivable, hogares con jefes asalariados permanentes, familias que cultivan tierras prestadas, etc.). En el ejercicio se considera como unidad de análisis a la familia nuclear campesina, que es el referente básico de la actividad productiva, en tanto espacio en el cual se organizan los recursos para el desarrollo de las estrategias de obtención de ingreso y de satisfacción de necesidades de consumo.

         Con los criterios y supuestos señalados, se estima que, a 1989, a nivel nacional las familias campesinas sin tierra llegan a 184.000, que constituyen una población ligeramente superior a un millón de personas. En los departamentos considerados en el estudio, estas familias suman por lo menos 66.658, lo que representa aproximadamente la tercera parte del total de los sin tierra. No está demás reiterar que se trata de cantidades mínimas, que pueden aumentar substancialmente, modificando los supuestos (población rural a 1989, tamaño mínimo de la parcela considerada suficiente, etc.).

         Finalmente se incorpora la perspectiva de los propios campesinos en la discusión acerca de la percepción de los encuestados sobre su condición actual de sin tierra o con tierra. Se puede apreciar que los entrevistados se incluyen entre los que carecen de tierra, aun cuando acceden a parcelas familiares de tamaño insuficiente --incluso ligeramente mayores a 5 has.--, o cuanto cultivan tierras de otros.

         El referido sentido de privación de los campesinos está indicando el potencial del conflicto que comporta la cuestión, que sólo podría ser encarada con una guerra efectiva contra el latifundio. En estas formulaciones no se asume que la redistribución de los derechos sobre las tierras sea el único paso que debe darse, pero la misma ciertamente constituye el más importante. A esa redistribución de derechos, que necesariamente debe ir acompañada de la abolición de viejas formas de explotación de los campesinos que trabajan tierras de otros, deberán seguir otras acciones, tales como las referidas a la organización campesina, que posibilite una participación efectiva de los cultivadores en los procesos agrarios.

 

         Febrero de 1990.

 

 

/1: En Canindeyú, que inicialmente estaba incorporado al diseño, no fueron aplicadas las encuestas previstas por problemas de distancia. Los hogares incorporados en la muestra, en este departamento, proporcionan, sin embargo, una idea aproximada de los rasgos esenciales de las categorías más frecuentes de campesinos sin tierra.

 

 

 

 

I. RAÍZ HISTÓRICA DEL FENÓMENO DE CULTIVADORES SIN TIERRA/1

 

LA HISTORIA Y LA DISTRIBUCIÓN DE LA TIERRA

 

         La estructura actual de la tenencia de la tierra --así como la propia configuración de la estructura social ligada a aquélla--, reconoce causas que se enraízan en el pasado, en la medida que resultan de experiencias colectivas anteriores, y aunque la misma tenga relativa permanencia, es continuamente transformada por los movimientos sociales y luchas por la tierra.

         En la lógica de la dinámica interna de cambio de la sociedad, así como los actores sociales positivamente beneficiados por el orden social establecen mecanismos orientados a la preservación del orden social en cuestión, los actores negativamente afectados buscan su transformación. En la medida que la distribución de los derechos sobre las tierras, y los esfuerzos para alterarla, se despliegan en un espacio histórico, resulta pertinente su incorporación al análisis, tal como lo hacemos en este trabajo --presentando algunos antecedentes--, asumiendo que el corto y el largo plazo son complementarios y en esa medida deben ser integrados.

         En el cambiante escenario de las relaciones políticas actúan los actores políticos, que buscan precautelar sus intereses; los aspectos políticos de los movimientos sociales, los eventos y la ideología de los actores tienen como escenario la coyuntura,/2 pero en ese espacio histórico no se explica la constitución del latifundio y de la moderna empresa ni los conflictos que movilizan a minifundistas y campesinos sin tierra./3 Estos hechos históricos que subyacen a los conflictos actuales se constituyen en la larga duración.

         El largo plazo como unidad temporal de análisis se define usualmente a partir del predominio de un modo de producción, o de sus variantes --formas de apropiación del trabajo excedente--. La estructura, en tanto articulación de la economía, el Estado y la sociedad, comprendiendo la ideología, se transforma en el largo plazo y establece límites a la acción de los actores políticos, en las diferentes coyunturas.

         En cuanto a la intersección de los movimientos sociales y luchas por la tierra y la historia, debe tenerse en cuenta que ésta se incorpora al análisis por lo menos en tres niveles: como causa, en tanto componente, y como resultado. En el análisis de las causas se distinguen las precondiciones y los factores precipitantes./4 También como componente interviene la historia, en la medida que los intereses específicos de actores sociales, y hasta cierto punto su capacidad de movilizarse en la prosecución de esos intereses, son expresiones orgánicas del proceso histórico de una sociedad, inseparable de la dinámica de constitución y transformación de las clases y otras categorías sociales, enraizada en el largo plazo.

         En el caso paraguayo, la apropiación individual de la tierra se inicia en el período de la conquista, ya que la Corona española había utilizado el repartimiento de tierra como medio para recompensara los súbditos que participaban en el descubrimiento y en la conquista del nuevo continente.

         En efecto, con la llegada del conquistador y la ocupación de las tierras anteriormente poseídas por los indígenas, se altera la apropiación comunal de la tierra de la igualitaria formación social guaraní. En una segunda fase de la empresa colonial se les asignó indígenas a los conquistadores, convirtiéndose éstos en encomenderos; esta repartición de indios también influyó en la apropiación de la tierra, teniendo en cuenta que el régimen de la producción de la encomienda se articulaba en el uso, a través de mecanismos compulsivos, de fuerza de trabajo indígena que debía reproducirse a sí misma en las propias aldeas indígenas, y que estas aldeas guaraníes en virtud de diversas disposiciones tenían derecho a sus tierras./5

         Si bien el proyecto colonizador original, de privar a los guaraníes de su identidad cultural y de su organización social, no tuvo plena concreción, el desencuentro de culturas tuvo consecuencias en la sociedad pre-colonial. Se constituye la cultura mestiza sobre la experiencia colonial, que provocó la activa y larga resistencia de los nativos, que no pudieron evitar la desposesión de sus tierras.

         La derrota de los movimientos de resistencia de los guaraníes no implicó la destrucción de su cultura, y en esa medida permaneció su visión de los recursos naturales y su apropiación, incluyendo la tierra; esa concepción se mantuvo tanto en la configuración mestiza en la que se proyectó, como en la nativa.

         Ya antes de la independencia formal de España se había extinguido, con la población de indios encomendados, el modo de producción de la encomienda, y la población criolla se orientaba crecientemente a la ganadería, que no requería braceros.

 

 

         2. LA CONSTITUCIÓN DEL CAMPESINADO CRIOLLO EN EL PERÍODO INDEPENDIENTE

 

         Las tierras que estaban bajo el dominio eminente de la Corona, y que no fueron regularizadas por los españoles, pasaron a engrosar la categoría de tierras fiscales, luego de la independencia. Estas tierras fueron en parte destinadas a las "estancias de la patria", que habían sido organizadas por el gobierno del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia.

         En las primeras décadas del período independiente aumenta la extensión de estas tierras, con la reversión al Estado de las pertenecientes a las órdenes religiosas (1824) y de las no saneadas que pertenecían a particulares (1825), representando las tierras públicas, hacia mediados del siglo pasado, más del 80 % del total. Las tres primeras décadas del período independiente, que constituyen el espacio histórico de formación del Estado nacional, están marcadas por transformaciones profundas en la estructura social y procesos concomitantes que fundan las particularidades de nuestra sociedad y de nuestro campesinado. La pretensión anexionista de los porteños refuerza el carácter dictatorial del gobierno de Gaspar Rodríguez de Francia, que ejerció discrecionalmente el poder.

         El dictador, obligado por circunstancias históricas --que comprendía la creciente mancomunión de esfuerzos de la élite criolla, de marcada orientación oligárquica, con los anexionistas porteños--, confiscó los bienes de aquélla, eliminando la naciente oligarquía ganadera. Las relaciones Estado-economía-sociedad se habrían simplificado en la medida que la acumulación era casi monopolizada por el poder estatal; las "estancias la patria" representaban en la visión de Rodríguez de Francia una adaptación de la experiencia de las reducciones a las necesidades del Estado nacional, mientras las tierras con los yerbales recuperados fueron ocupadas por indios y mestizos no asimilados a la población europea./6 Esto hizo que "mitayos y yanaconas, y mestizos no asimilados, se nivelaran a las clases superiores en ciertos aspectos...",/7 retornando en cierta medida al teko yoya (igualitarismo) de los guaraníes.

         Desde el punto de vista cultural se solidificó la configuración mestiza, con su correspondiente concepción sobre la apropiación de la tierra, en términos del derecho de los cultivadores a poseerla, en la medida que indios y mestizos se proclamaron "propietarios por derecho natural". Desde entonces se incorpora a la memoria colectiva en convicción de que la tierra es de quien la trabaja.

         Hasta mediados del siglo pasado no sólo no existieron grandes propiedades sino que se miraba con desconfianza a los extranjeros que deseaban adquirir tierras. Contrastando marcadamente con la concepción posterior de que el progreso sólo viene con los extranjeros --según veremos-, el decreto del 1 de agosto de 1854 prohíbe la enajenación de inmuebles extranjeros./8

         Con el gobierno de Carlos A. López se reconstituye, por medio de la privatización parcial del patrimonio estatal, la oligarquía terrateniente criolla,  básicamente a partir de los parientes del Presidente, en un proceso simultáneo a la expansión del patrimonio fiscal con la desposesión de los 21 pueblos indios de sus bienes, derechos y acciones. En efecto, mediante el Decreto del 7 de octubre de 1948, el Estado traspasaba todas las tierras comunales y privadas --incluyendo no menos de 200.000 cabezas de ganado-- de los indígenas de los pueblos mencionados a quienes, en una suerte de compensación, se otorgaba la condición de "ciudadano paraguayo"/9 Así, el gobierno paternalista autoritario de Don Carlos A. López, que con su política mercantil impulsó el comercio con Europa y el Río de la Plata, dio libertad a los indios pero les sacó sus tierras y ganado; en el otro extremo de la estructura social, los terratenientes criollos pronto intensificaron sus relaciones con sus pares porteños, que constituirán un injerto anglo-argentino, y eran percibidos como portadores de civilización y progreso.

 

 

         3. LA CONSTITUCIÓN DEL LATIFUNDIO Y DEL MINIFUNDIO EN EL PERÍODO LIBERAL

 

         En el período liberal oligárquico, la liberalización de la economía paraguaya y su concomitante inserción en el sistema económico internacional, hegemonizado entonces por el capital inglés, implicó una ruptura total con las políticas agrarias anteriores. Así, tanto el sistema productivo agrario como la composición de la estructura social, se alteran substancialmente con la apropiación privada de la tierra que sigue a la guerra grande. Entre fines del siglo pasado y principios de éste, se constituyen las grandes propiedades y el minifundio; las tierras enajenadas por el Estado entre 1870 y 1914 llegaron aproximadamente a 26 millones de hectáreas. En relación a los latifundios, deben distinguirse las propiedades de los enclaves agroindustriales, las de los ganaderos, y los latifundios agrícola-ganaderos.

         Con la compra de yerbales y bosques por parte de agentes del capital internacional, se constituyeron los dilatados enclaves agroindustriales que explotaron básicamente la madera, la yerba mate y el tanino; solamente tres de estas corporaciones extractivas del capital internacional adquirieron en la región Oriental más de 5 millones de hectáreas y explotaron la fuerza de trabajo de más de 9.000 obreros rurales.

         La Industrial Paraguaya, ligada al capital anglo-argentino, llega a adquirir más de 2,5 millones de has./10 ocupando a 5.000 obreros rurales; el Obraje Barthe, con cerca de 1,9 millones de has., que comprendieron el Alto Paraná Sur y parte importante del Departamento de Itapúa, ocupó aproximadamente 3.000 trabajadores rurales, mientras la Mate Larangeira, con 800.000 hectáreas al norte de la región Oriental, ligada al capital brasileño, ocupaba 1.000 obreros. Si bien algunos de estos enclaves explotaban igualmente la producción ganadera, este rubro no estaba entre sus actividades fundamentales, ya que básicamente procesaban y explotaban yerba mate y madera.

         Estas grandes empresas ligadas al capital internacional tienen importancia en la historia social y política no sólo por el monopolio de la tierra, sino también por el sistema de enganche y de explotación de la fuerza de trabajo. En este sentido debe tenerse en cuenta que las mismas, con un sistema compulsivo de trabajo, dominaron la región durante décadas, amparadas en una suerte de carta blanca otorgada por el Estado, que le permitía el control directo de la coacción y su movilización, y cuyos agentes hacían de dóciles aliados.

         Sobre este punto téngase en cuenta la ley de peonaje forzoso de 1871, así como el hecho de que el Presidente de la República, que sanciona la ley de la venta de los yerbales del Estado, aparece entre fundadores de La Industrial Paraguaya./11

         Una aplastante evidencia indica que la experiencia histórica paraguaya de post-guerra está marcada por la extranjerización de su recurso más importante: la tierra. Así, de informaciones consignadas en el Anuario mayor de 1914, resulta, para el período 1885/1914, un total ligeramente mayor a 23 millones de has. de terrenos y campos vendidos --téngase en cuenta que el 90% de estas tierras se enajenó antes de principio de siglo--, poco más de 1.500.000 has. de yerbales también vendidos, y aproximadamente 900.000 has., cedidas a tenedores de bonos paraguayos en Londres.

         De esta apertura, sin límites ni matices, a la inversión extranjera, y del concomitante sometimiento a las fuerzas del mercado, no resultó sin embargo, como lo plantearon sus propulsores, la solución de los problemas socio-económicos de nuestra sociedad. Con el saqueo no vino el progreso, sino mayor pobreza, en la medida que se llevaron nuestras riquezas.

         Con la operación de estas incipientes agroindustrias se altera la inserción del Paraguay en el sistema económico internacional, y se constituyen nuevos mecanismos que articulan las relaciones de las unidades económicas campesinas al mercado. En efecto, con la instalación de estos enclaves, que pasan a constituir el medio básico de conexión con el mercado Internacional, se inicia la interdependencia de la economía de mercado --que tiene a las agroindustrias como unidades de operación-- y la economía de subsistencia, representada en los obrajes por las pequeñas parcelas cultivadas.

         Esta pequeña producción campesina permitía la reproducción, tanto de los trabajadores como de sus familiares, como también cubrir las necesidades de los obrajes --alimentación de los animales de trabajo, etc.--. Esta dependencia recíproca entre la economía de mercado y la economía campesina, según veremos, tiende a alterarse en algunas regiones a partir de la década del 70 del presente siglo.

         La enajenación de las tierras de pastoreo, principalmente en Misiones, Paraguarí, Caazapá e Itapúa permite la constitución de los terratenientes criollos, ya que los inversores extranjeros, con la excepción de los hacendados correntinos establecidos en Misiones, a fines del siglo pasado, preferían las praderas disponibles en regiones de la Argentina y el Brasil. Sólo más tarde se establecen las corporaciones vinculadas al capital internacional que producen, procesan y exportan la carne vacuna.

         En relación a la constitución de los latifundios agrícola-ganaderos, consideramos que ésta se sustentaba en la enajenación de las tierras del Estado, tanto de los campos de pastoreo como de las tierras agrícolas ocupadas por pequeños productores, que se vieron acorralados por las alambradas de las grandes propiedades. Se trataba básicamente de agentes ligados al aparato estatal que tenían preferencia por tierras ocupadas por campesinos/12 de modo a reconstituir la servidumbre del yanaconazgo. Los campesinos obligados primero a renunciar a sus derechos --para sanear las tierras--, al pago del arriendo en efectivo, con parte de la producción o con su fuerza de trabajo, en algunos casos resistieron durante décadas.

         En otros, en cambio, las capas campesinas se integraron a relaciones de clientela, peleando a favor de los propietarios en las "revoluciones",/13 pagándoles por el uso de la tierra --hasta con el 50% de su producción--, y hasta votando por ellos con la esperanza de conseguir tierras; estas colectividades, sin lazos internos sólidos, en alguna medida son ex-yanaconas o reproducen sus comportamientos. Los segmentos de los campesinos que desde el principio ofrecen resistencia, en cambio, harían parte de colectividades con vínculos internos bien establecidos, provenientes de los reductos de indios libres.

         La idea de los grupos ligados al aparato estatal de que el progreso socio-económico del país sólo podía provenir de los extranjeros --derivando de ella la eliminación de acciones de apoyo a los productores nativos-- se expresa en materia de redistribución de derechos sobre las tierras en la enajenación de aquellas de labor, dispuesta por ley del 15 de octubre de 1876, que limitaba a 1 ha. la cesión gratuita de tierras, habiéndose enajenado, hasta 1885, 541 parcelas de las cuales 400 correspondían a cesión gratuita. Hasta principios de siglo, mientras la colonización propiamente dicha privilegiaba a inmigrantes extranjeros, el acceso a la tierra del campesino nativo había empeorado sensiblemente.

         En efecto, de las 11 colonias constituidas, 9 estaban destinadas básicamente a inmigrantes extranjeros --parte de ellas fracasadas--/14 y 2 de ellas a campesinos paraguayos, percibidos por los grupos dominantes como indolentes, y con limitadas posibilidades como productores independientes.

         Esa visión, que persiste hasta hoy, es la misma planteada por el conquistador, y elaborada en nuestros días por los trasplantes euro-americanos,   que jerarquizan

culturas, sociedades, y hombres; según esa visión el campesino paraguayo representa un serio obstáculo al desarrollo, por sus creencias, actitudes y comportamientos, que deben ser modificados. El desarrollo sería posible, siempre en esa concepción, cuando se logre una uniformización cultural, y nuestros campesinos adopten esa cultura euro-americana./15

         En cuanto a la inmigración de colonos europeos, debe tenerse en cuenta que a pesar de los esfuerzos de sus gobiernos, el Paraguay no atrajo a grandes contingentes de colonos europeos, como en los casos de Argentina y del Brasil, y cuando éstos se asentaron en el Paraguay, con frecuencia lo hicieron por razones opuestas a las que los llevarían a los países vecinos/16 ya sea buscando el aislamiento --como caso de los asentamientos mennonitas-- o la constitución de comunidades utópicas, no permitida a los nativos.

         Entre las primeras experiencias de este último tipo se destaca el experimento del socialismo utópico de la colonia Nueva Australia. En 1892, en este intento por constituir una sociedad ideal se constituye en Nueva Australia la asociación cooperativa basada en "la propiedad comunal de los medios de producción". Aún cuando la experiencia de 479 colonos enfrentó problemas, el experimento socialista continuó con 50 australianos./17 La constitución de la sociedad --basada en relaciones igualitarias-- establecía que las decisiones debían contar con las dos terceras partes de los votos de la comunidad y que sus miembros debían vender sus posesiones y suscribir un aporte mínimo.

         Los contingentes más importantes de colonos inmigrantes, según veremos, corresponden a los germano-brasileños, asentados desde principios de este siglo en Itapúa, y a los menonitas asentados en el Chaco, que constituyeron prósperos enclaves etno-culturales, en rápida expansión.

         Las políticas agrarias de postguerra, y durante las primeras décadas de este siglo, resultaron, en alguna medida, de las demandas de los diversos sectores de la sociedad, y de los recursos disponibles, pero sobre todo de la propia composición de los gobiernos. Tal como acontece actualmente, el Estado no fue ajeno a los intereses de los actores sociales y políticos que buscaron influir en las decisiones referidas a la apropiación de tierras, y entre éstos fueron los latifundistas los más protegidos; así, desde principios de siglo hasta mediados de los años 30, tanto el contenido de las leyes sobre colonización como su ejecución respondieron a los intereses de los grandes propietarios, y en esa medida reflejaban la alianza del Estado con éstos.

         En efecto, el débil Estado, liberal/18 o burgués en sus fachadas y oligárquico en sus prácticas, conjugaba los intereses de los actores dominantes. La oligarquía comercial financiera --subordinada al capital financiero foráneo-- con estrechos vínculos con las capas de latifundistas que explotaban la ganadería extensiva, éstas y la incipiente burguesía industrial se caracterizaron por su debilidad y su sometimiento a las corporaciones extractivas del capital internacional, que producían para el mercado internacional madera, tanino, yerba y carne./19 Estos actores dominantes, a pesar de su carencia de bases propias, y de la crisis de hegemonía en la que estaban sumidos, establecieron formas adecuadas a la defensa de sus intereses, que comprendía el control de grandes extensiones de tierras.

         En este contexto, hasta 1918 las explotaciones agrícolas habilitadas en el proceso de colonización no llegan a la décima parte del total de parcelas familiares habilitadas desde 1881 hasta 1980. Si bien la "Ley de colonización y de Hogar" de 1904 responde a presiones del campesinado sobre las tierras, ella expresa la alianza del Estado con los grandes propietarios. El cambio de gobierno, posterior a la sanción de esa ley pero en el mismo año, aunque en parte respondería a inquietudes del campesinado/20 no altera las bases de sustentación del Estado. En efecto, una de las causas subyacentes a la revolución de agosto de 1904, que movilizó a las capas campesinas, fue la concentración fundiaria que resultó de la enajenación de las tierras ocupadas por campesinos a agentes ligados al capital extranjero. El mismo Manuel Domínguez, entonces Vice Presidente, en su "Manifestación de Villeta", alude a la reacción de los ocupantes de Agáigó./21

         La referida ley excluía de las tierras afectables a la colonización "las que sirven a establecimientos ganaderos, industriales o agrícolas y a edificios"./22 No obstante la presión sobre las tierras, recién entre los años 1916 y 1920 adquiere cierta entidad la entrega de lotes a campesinos paraguayos.

         En el comportamiento referido habría influido la sanción de la ley del Homestead en 1918, que autoriza la entrega de lotes de hasta 10has. en la Región Oriental, en tierras fiscales o expropiadas, si estuvieron ocupadas y solicitadas por lo menos por 100 pobladores adultos. Esta ley fue ejecutada mínimamente, en parte por falta de financiación --dada la indeterminación de los recursos afectables-, ya que por prescripciones de la Constitución debía pagarse previamente la indemnización; por otra parte, tampoco existía una institución encargada de la ejecución de las disposiciones legales.

         El hecho de que el proyecto de esta ley haya esperado 7 años antes de su sanción está reflejando, por una parte, la debilidad de sus proponentes, y por otra, la fuerza de los latifundistas, que seguía intacta. El cuerpo legal en cuestión contribuyó muy poco a la solución del problema si tenemos en cuenta que hacia 1925 más de las dos terceras partes de los productores agrícolas "ocupaban y trabajaban tierras ajenas"./23

         La nueva Ley Agraria de 1926, como las anteriores, tuvo un efecto limitado en las transformaciones de las relaciones de dominio de las tierras; el complejo latifundio-minifundio no sufrió un cambio substancial, teniendo en cuenta que, entre 1926 y 1935, el total de tiernas expropiadas sólo llegaría a 19.145 has./24 de la escasa superficie afectada de los latifundios puede inferirse que las colonias se establecieron básicamente en tierras fiscales.

         El nuevo cuerpo legal declara como arrendatarios por anualidades a los ocupantes clandestinos, expulsables; los arriendos que debían pagar los cultivadores ocupantes llegaban al 50% de la producción. El hecho que la ley de 1926 declarara arrendatarios a los ocupantes clandestinos estaría reflejando el hecho que, si bien la disponibilidad de braceros fue considerada importante por los latifundistas, hacia fines del primer cuarto de siglo esa disponibilidad de fuerza de trabajo había aumentado, y ya no constituía un punto crítico.

         La era liberal acentuó su declinación con la crisis histórica del 30; la decadencia afectaba al sistema articulado en el capital anglo-argentino y en sus aliados internos. Los enclaves agroindustriales, que básicamente explotaban yerba mate y madera, que controlaban mercados, desmovilizaban a campesinos, monopolizaban la tierra, y se basaban en relaciones compulsivas de trabajo, habían perdido legitimidad social; las respuestas de las capas campesinas, que se unían a movimientos mesiánicos y se adherían a bandoleros sociales, asumieron generalmente en esa época formas prepolíticas, ya que históricamente no estaban disponibles otros canales para la prosecución del interés colectivo.

         En el contexto referido se mantenían en latencia los movimientos en demanda de tierras. Fue la Guerra del Chaco la que desencadenó diversas formas de acción colectiva planteando nuevas demandas. Estaba llegando a su término un tipo de integración entre lo político y lo social, y las exigencias se orientaban a la reconstitución del Estado.

         Con la finalización de la Guerra del Chaco se intensifican las demandas de cambio social, que enfatizan la necesidad de redistribución de los derechos sobre las tierras en un contexto marcado por una nueva relación de fuerzas entre los distintos actores sociales y políticos. Ciertamente la desmovilización de los excombatientes --hombres que recuperaron gran parte del territorio nacional-- que presionan por la solución del problema de la tierra crea, conjuntamente con la declinación de los grupos dominantes, las condiciones favorables para la profundización del proceso de habilitación de colonias agrícolas.

         La intensificación del proceso de redistribución de las tierras es un indicador del cambio en el peso relativo de los distintos sectores sociales, en la postguerra. En efecto, examinando el proceso de habilitación de las colonias se aprecia que recién después de la Guerra del Chaco cobra importancia la adjudicación de parcelas agrícolas en asentamientos oficiales, ya que en el período comprendido entre 1936 y 1945 se asignó --en áreas de viejo poblamiento, y a minifundistas de la misma zona, en su mayor parte- el 16% de las 116.602 parcelas adjudicadas hasta 1980.

         En el campesinado desmovilizado, los peligros y penurias compartidos, así como la densificación de las relaciones sociales, habían aumentado la solidaridad interna y el compromiso de segmentos del campesinado como clase, aumentando su capacidad de negociación.

         Esta vez la presión sobre las tierras obtuvo respuesta; la relación de fuerzas se altera --aunque sea fugazmente-- y la Ley 1050/36, que, apenas llegó a aplicarse, declara afectables para la colonización 2 millones de hectáreas, comprendiendo los latifundios de los enclaves agroindustriales, sin establecer condiciones de indemnización; la afectación de las tierras de los grandes latifundios que explotaban yerba mate y madera indicaba la decisión de descentralizar la población, concentrada en la región central del país. Las reformas propuestas en 1936 apenas llegaron a implementarse, al restaurarse 18 meses después la administración liberal.

         Las políticas agrarias afectaron a la población nativa como a la de inmigrantes extranjeros, que recibieron un trato preferencial, tal el caso de la inmigración de los mennonitas, que respondió a los privilegios concedidos por el gobierno paraguayo; estos colonos, étnicamente germanos, comienzan a asentarse en el Chaco paraguayo --región no explotada hasta entonces para la agricultura-- desde 1926 hasta 1947. De la significación de este grupo de colonos, así como la de inmigrantes germano-brasileños, asentados desde principios de siglo en la región de Itapúa, nos ocuparemos al analizar la colonización privada.

         Las leyes dictadas sucesivamente entre 1935 y 1940 --ya en el tiempo de la crisis de la dominación liberal oligárquica-- que reflejan las transformaciones de postguerra facilitan la expropiación, y en esa medida la habilitación de lotes en áreas aptas para la agricultura./25 Ya en aquellos años se incorporaba la nueva concepción de la propiedad de la tierra, que establecía que ella está subordinada al cumplimiento de una función económico-social.

         Estas leyes calificaban las tierras potencialmente disponibles para la colonización con criterios sensiblemente diferenciados; mientras la ley de 1936 afectaba los latifundios de las grandes corporaciones extractivas, la ley del 40, que permite la habilitación de parcelas en áreas cercanas a los mercados y con acceso a servicios sociales básicos, afecta a la colonización de tierras controladas por latifundistas criollos ya ocupadas.

         El Decreto N° 120 de febrero de 1940, que dicta el Estatuto Agrario, permite la expropiación de las tierras ya ocupadas por campesinos que se negaban al pago del arriendo, y que fueran adquiridas por segmentos de latifundistas criollos; las disposiciones de esta ley, que codifica leyes anteriores e incorpora nuevas disposiciones, no alude a los latifundios de las grandes empresas, aunque establecía que se podían expropiar tierras ligadas al capital extranjero en cuanto se cumplieran las siguientes condiciones: residencia habitual fuera del país del propietario, ausencia de explotación racional, e impuesto inmobiliario impago durante 5 años.

         Este Estatuto Agrario de 1940 hacía parte de una propuesta reformista que pretendía encarar la crisis del régimen liberal --que seguía profundizándose--, y en esa medida enfatiza el dominio eminente del Estado sobre el suelo de todo el territorio nacional; este cuerpo legal asimismo afirma el concepto de la tierra como instrumento de una función social.

         Un aspecto novedoso en nuestra legislación agraria es el incorporado en el Art. 30 de esta ley, referido a las tierras situadas en las fronteras del país, cuyos límites no sean ríos navegables, que quedaron reservadas para colonias de ciudadanos nativos. Esta disposición declaraba de utilidad pública y sujeta a expropiación las tierras del dominio particular. La idea del interés nacional, ligado al bienestar de la población nativa, que era priorizado en relación a un reducido número de extranjeros que monopolizaban las tierras del Chaco, se destaca también en la reglamentación del referido Art. 30. En efecto, en la resolución Nº 1.757, de octubre de 1950, firmada por Roberto L. Petit, que reglamenta la disposición mencionada del Estatuto Agrario, señala en su considerando:

         ...ciudadanos extranjeros ocupan clandestinamente dichas tierras, con considerable cantidad de ganado vacuno... que pastan en esos campos, para luego ser pasados a territorios extranjeros eludiendo el pago de los derechos fiscales, y con el siguiente perjuicio para la economía del país.

         ... que existen miles de compatriotas que desean repatriarse y para los cuales deben habilitarse nuevas colonias agrícolas y ganaderas en todos los lugares aptos del país y de conformidad con las disposiciones legales vigentes... el Director General del Departamento de Tierras y Colonización

         resuelve:

         Art. 1º: Las tierras situadas en las fronteras del país sobre ríos no navegables, hasta la distancia de 20 leguas de la línea demarcatoria, serán destinadas exclusivamente para ciudadanos nativos y a la formación de colonias de repatriados de conformidad con el Art. 30 del Estatuto Agrario./26

         La disposición comentada resulta consistente con la historia reciente de una sociedad movilizada precisamente para defender sus fronteras, en la Guerra del Chaco. ¿Qué sentido tendría el alto precio pagado por la defensa de ese territorio si de nuevo iba a ser monopolizado por extranjeros?.

         La ley en cuestión establecía, asimismo, que los campesinos debían pagar por las tierras afectadas a la colonización. Ilustra la aplicación de esta ley la afectación de tierras que había adquirido el Gral. Patricio Escobar, en San José./27

         De los antecedentes comentados resulta uno de los rasgos básicos de la colonización en las décadas del 30 y del 40, dado por el origen de los asentados, provenientes básicamente de las mismas zonas --originando sólo migraciones de corta distancia entre localidades vecinas-- en las que se habilitaron las colonias.

         En muchos casos, tal como ya lo señalamos, en la Región Central, respondiendo a la presión campesina, fueron afectadas a la colonización grandes propiedades agrícolas dedicadas a cultivos comerciales --algodón y maíz-- y agrícola-ganaderas, en base al control de una fuerza de trabajo residente en los latifundios, con derecho al cultivo de parcelas de subsistencia pero con obligaciones de trabajo en los cultivos comerciales del patrón./28

         En estas situaciones, por el hecho de asignarse las tierras a quienes las ocupaban precariamente, coinciden los lugares de origen y de destino de los colonos pero la estructura social se ve alterada por la colonización. Ese cambio se dio en tanto se modificó --con la organización de la producción y de las formas de acceso a la tierra-- el contenido de las relaciones sociales, y la posición de los colonos en esa estructura social, aun cuando la colonización implicase la alianza con grupos dominantes locales, tales como el de los comerciantes, que en alguna medida reemplazaban en el polo dominante a los anteriores propietarios./29

         En otros casos, fueron afectadas a la colonización grandes propiedades arrendadas, en pequeñas parcelas, a campesinos./30 En la región de Caazapá, en cambio, fueron colonizadas para sus antiguos ocupantes tierras ya explotadas forestalmente por grandes firmas madereras. El proceso de colonización, también en estos casos, habría alterado la posición de los campesinos asentados en la estructura social, teniendo en cuenta que los ocupantes provenían del peonaje de los enclaves que explotaban yerba mate y madera.

         Estos colonos habrían sido contratados en décadas anteriores a través de sistemas de enganche, que incluían adelantos de efectivo, e incorporados en los sistemas intensivos de trabajo en los obrajes apoyados en formas coercitivas de control de la fuerza de trabajo, que comprendía marcadas restricciones a la movilidad. En la segunda mitad de la década del 30, el poder relativo de las capas de latifundistas había disminuido --por lo menos temporalmente-- ya que, además de las posibilidades de expropiación de sus tierras para la colonización, debían contribuir para aumentar los recursos aplicados al proceso de redistribución de tierras./31

         De estas capas que controlaban grandes extensiones, fue la ligada a las corporaciones del capital internacional la que precauteló con más eficacia sus intereses, ligadas al control de la tierra, toda vez que las disposiciones de 1936, que afectaron sus intereses, no llegaron a implementarse.

         Las características de la colonización agraria hasta la primera mitad del siglo inciden en alguna medida en la descentralización del espacio dedicado a la producción agrícola, aunque con menor intensidad que la observada después de la década del 50. En efecto, hasta 1935 las colonias se habrían establecido predominantemente en las tierras fiscales situadas en torno a las vías fluviales, principalmente en Concepción y en San Pedro, y a los remanentes de esas tierras en las áreas de viejo poblamiento.

         En cambio, desde 1936 se habían privilegiado las tierras de 106 particulares --afectados por la colonización-- situadas en la región central y ya ocupadas por los productores de subsistencia, considerados como intrusos.

 

 

         4. EL PERÍODO AUTORITARIO PREBENDARIO Y LA MODERNIZACIÓN AGRARIA

 

         La situación agraria se mantuvo --con pocos cambios-- hasta mediados de este siglo, cuando gana significación la colonización, en un contexto de estancamiento económico y de tensiones sociales latentes originadas en la presión sobre tierras, sobre todo en la región central, de minifundios pulverizados. Las alternativas para las capas de minifundistas comprendían la emigración a la Argentina o la colonización, toda vez que la dinámica estructural resultaba un débil desarrollo industrial en los centros internos al Estado-Nación y desplazamientos poblacionales dirigidos al exterior./32

         Es esta tendencia estructural originaria la que se ve afectada por las acciones de un Estado, que, por una parte, respondiendo a las presiones de los grupos y capas mayoritariamente rurales, y por otra, ante la debilidad de los grupos y clases sociales, puede imprimir a sus intervenciones un alcance decisivo en diversas esferas.

         En efecto, ante un sistema productivo con mancado predominio de actividades primarias, los grupos ligados al Estado responden a " las presiones sociales teniendo en cuenta los recursos sobre los cuales podían echar mano, sin entrar en conflicto con los grupos dominantes. En este sentido, las "intenciones estatales" tenderían a satisfacer la necesidad de la tierra de las capas minifundistas/33 dada la disponibilidad de tierras fiscales y la posibilidad de afectar a nuevos asentamientos agrícolas tierras particulares, con costos mínimos --o sin costos--.

         Las posibilidades de afectar los grandes latifundios --del dominio privado-- se fundaban en la declinación de la explotación maderera y yerbatera en las grandes propiedades, que quedan disponibles para la colonización, debido a la inexistencia, tanto de una agricultura empresarial intensiva, como de una explotación ganadera tecnificada, que pudieran demandar esas tierras. Esta dinámica se observa más propiamente en las décadas del 50 y del 60, aún cuando sus raíces penetran en la primera mitad del siglo.

         Las condiciones excepcionalmente favorables a la intervención estatal, que se dan desde los años cincuenta, son las referidas tanto a las formas de inserción de la economía capitalista en el campo y a los recursos disponibles,/34 como a la lógica interna del funcionamiento del Estado, y a las formas de inserción del campesinado en el proceso político, en función de sus luchas por la tierra. En ese contexto se intensifica la expansión de la frontera agrícola como respuesta de los grupos ligados al Estado a la presión sobre la tierra, aprovechando una coyuntura favorable; no se trata, pues, de un programa que --respondiendo a la aplicación de criterios técnico racionales-- se apoye en factores económicos y ecológicos ligados a la colonización, ni considere la viabilidad estructural de la permanencia de los asentamientos.

         La intensificación de la dinámica colonizadora, ya durante el gobierno de Stroessner (1954-1989), no respondió a un proyecto político con más ambiciones que la expansión tradicional de las bases de sustentación que fuera concebido y explicitado por los grupos dominantes; el proceso más bien respondió a acciones de segmentos --con sensibilidad campesinista-- ligados al aparato estatal, que buscaban la solución de problemas inmediatos de grupos campesinos, en intervenciones que por otra parte ampliarían su base de sustentación.

         Con la ausencia de un plan de conjunto que respondiera a un modelo originario, se corresponden las acciones desarticuladas, en la dinámica de colonización, que se proyectan en la escasa permanencia de la población asentada.

         Por otra parte, la ausencia de un proyecto político con algún alcance movilizador que comprendiese la colonización, en las intervenciones de los grupos ligados al Estado, caracterizó igualmente a los segmentos campesinos asentados. En efecto, las acciones de estos segmentos campesinos se basaban en luchas anteriores y en la solidaridad de grupos residenciales pero no en una conciencia política que pudiera proyectarse en la articulación de intereses más allá del plano local o en demandas de cambio social.

         Las condiciones objetivas y las relaciones sociales que se basaban en ellas no permitían que las capas campesinas de colonos asentados constituyeran una fuerza social en prosecución del interés de clase de sus miembros. Aún cuando se observan diferencias entre pobladores insertos en colonias de tipos cualitativamente diferenciados, sólo en algunos casos el cambio de la situación de clase generó un espacio autónomo para el desarrollo de acciones de clase./35 Tanto el modelo desmovilizador de colonización que se implementa, como las propias condiciones objetivas de la producción mercantil simple, conducen a la atomización de los colonos; las mismas alianzas entre grupos campesinos asentados y segmentos de los grupos ligados al aparato estatal respondían en medida importante al modelo patrón-cliente.

         La significación de la intervención del Estado en el proceso de redistribución de tierras se proyecta en la magnitud de tierras asignadas por el Estado --en parcelas familiares y en grandes lotes— que entre 1960 y 1980 llega a 80.429 lotes y 4,3millones de has.; esta superficie representa más del 80% del total asignado desde fines del siglo pasado.

         Considerando la época pos liberal, debe puntualizarse que la década del 50 corresponde al relativo equilibrio entre los distintos sectores del partido de gobierno y la consiguiente crisis de hegemonía. En este sub período, el planteo de proposiciones interpretativas se orienta, por una parte, a la lógica subyacente a las acciones de los grupos ligados al Estado en sus respuestas a las capas campesinas que presionaban por la tierra, y por otra, a las condiciones objetivas dadas por la disponibilidad de tierras.

         En efecto, a comienzos de la década del 50, en correspondencia con el equilibrio entre diferentes formas de producción, ninguno de los distintos segmentos ligados al aparato estatal podía tornarse hegemónico --en un contexto de relativo equilibrio en la relación de fuerzas sociales, dada la débil sustentación de los grupos dominantes-, aún cuando la respuesta a la cuestión de la tierra podía satisfacer la necesidad de legitimación de los grupos ligados al Estado, y ampliar las bases de sustentación de algunos de sus segmentos, a partir de las capas campesinas que presionaban por la tierra. En este sentido, debe tenerse presente que a principios de los años 50, más del 40% del total de explotaciones agrícolas situadas en su mayor parte en la región central del país, era menor de 5 has./36

         En cuanto a la capacidad del Estado para movilizar recursos, debe considerarse, por una parte, la limitación de recursos financieros y la ausencia de decisión de aplicarlos a la expansión de la frontera agrícola, y por otra, que las posibilidades de redistribución de los derechos sobre las tierras estaban dadas por la disponibilidad de tierras públicas, y por la factibilidad estructural de afectar los grandes latifundios al proceso de colonización. La posibilidad de afectar las grandes propiedades --del dominio privado-- al proceso de ampliación de la frontera agrícola mediante la colonización, sin entrar en colisión con los grupos dominantes, surge con la declinación de la explotación de yerbales y obrajes madereros y la ausencia de un desarrollo empresarial tanto de la agricultura como de la ganadería, que pudiera presionar por esas tierras./37

         La disponibilidad de las tierras del dominio privado ya explotadas forestalmente significa, en buenas cuentas, que el Estado pudo adquirirlas a muy bajo costo, incluso a menos de US$ 4 la hectárea, o sin costos./38 Esta facilidad excepcional, sin embargo, fue poco aprovechada en el sub período que consideramos, ya que fueron las tierras fiscales las afectadas en mayor medida a la colonización.

         El origen de las tierras, que señalamos precedentemente, determinaba la localización de las colonias, alejadas muchas veces de los mercados y servicios sociales básicos. De ese modo, el aislamiento de la mayoría de los asentamientos en su período de constitución pasa a constituir uno de los rasgos básicos de la colonización en esta etapa, a diferencia de la anterior, caracterizada por la asignación de tierras a campesinos en zonas conflictivas ya ocupadas anteriormente; entre 1950 y 1962, la mayoría de las parcelas familiares es habilitada en los departamentos de Alto Paraná, Caaguazú y Caazapá. En algunos casos la localización de las colonias fue una respuesta a las guerrillas que operaron en la zona./39

         En el análisis del alcance de la colonización resulta pertinente diferenciar por una parte la colonización "programada", en la que intervienen directamente las organizaciones vinculadas al Estado, desde el comienzo de los asentamientos, y la colonización espontánea. En la colonización inducida, el control directo sobre la organización de la colonia se establece por parte del Estado, que asume el papel de agente colonizador --contando con importante intervención del partido de gobierno--. El control directo sobre la organización de la colonia se ejerce incluso sobre organizaciones de colonos estructuradas "de arriba para abajo". Este creciente control guarda correspondencia con la debilidad de la estructura de clases, y la expansión del aparato coercitivo del Estado.

         En la colonización espontánea, más dinámica que la inducida, son los propios agricultores sin tierras los que encaran acciones reivindicativas, planificando la ocupación primero y el asentamiento después. En estos casos la intervención estatal se produce luego de constituido el asentamiento a objeto de formalizarlo. Este tipo de asentamiento que hacia 1962 ya llega a Alto Paraná responde a dos pautas básicas: por una parte, la ocupación de tierras incultas cercanas a áreas pobladas, y la ocupación de tierras en zonas más apartadas,

         Estos asentamientos espontáneos, que avivaron la memoria colectiva de las movilizaciones para acceder a la tierra, surgen en algunos casos con la declinación de los obrajes a partir de la población asalariada, que alternaba el trabajo en el obraje con cultivos de pequeñas parcelas de autoconsumo --en un sistema productivo en el que la economía ele mercado y la de subsistencia se alimentan recíprocamente--; en otros casos, en cambio, esta colonización espontánea resulta de la acción propia de grupos campesinos movilizados, que se informan sobre localización posible de tierras fiscales o de dueños dudosos, y obtienen apoyos de grupos ligados al aparato estatal. Estas formas de acción son protagonizadas por segmentos de un campesinado sufrido, que ante el deterioro de su situación, habían alimentado flujos de migraciones golondrina, y formas arcaicas de protesta social --en momentos en que el poder central ejercía un bajo control efectivo en las regiones alejadas de la capital--.

         En este caso, la vieja lucha campesina adquiere nuevas modalidades. Ya desde las primeras décadas del siglo, los pequeños productores de la región se habían manifestado a través de diversas formas arcaicas de protesta campesina --bandolerismo social y movilizaciones convocadas por líderes no campesinos-/40 como también en acciones colectivas, frecuentemente conflictivas, orientadas a la ocupación de tierras. Estos tipos específicos de participación en el proceso sociopolítico habrían representado las respuestas a condiciones objetivas, determinadas por la mayor densidad relativa de población, con elevado potencial de trabajadores reclutables --y reclutados-- para los sistemas opresivos de producción en los obrajes relativamente cercanos./41

         En este caso, en las colonias habilitadas en áreas boscosas de la región de Caazapá se asentaron minifundistas ex-obrajeros de la misma región, que reprodujeron, con variantes, el mismo sistema productivo de las áreas de origen.

         La habilitación de colonias agrícolas en los departamentos de Caaguazú y Alto Paraná cobra intensidad a comienzos de la década del 60, y en ella la intervención estatal es decisiva. Los asentamientos se establecen en zonas de antigua explotación forestal con muy baja densidad demográfica. En medida importante, con la colonización del "eje Este" se integra al Estado-Nación la región fronteriza del Paraná, como resultado de la política colonizadora./42

         La mayor parte de los asentados en el "eje Este" provendría de las áreas de minifundios pulverizados en la región central del país. La composición social de este flujo migratorio, básicamente de minifundistas semiasalariados, se refleja en la ausencia de todo instrumental productivo de los colonos al momento de asentarse.

         En Itapúa, a diferencia de los otros departamentos, la colonización se intensificó a principios de la década del 50, en momentos de relativo equilibrio en la relación de fuerzas de los segmentos dominantes que pugnaban por imponer su hegemonía, --limitando esta situación el grado de control ejercido por los agentes ligados al aparato estatal--. En este caso, a diferencia de los mencionados precedentemente, es marcada la desigualdad entre áreas de origen y destino de los colonos en cuanto a la organización social de los sistemas productivos, ya que minifundistas de áreas con producción agrícola y/o ganadera tradicional se insertan en un complejo productivo regional en el que predominan empresas agrícolas familiares del tipo "farmer", ligadas a la inmigración europea. Este hecho se proyecta en la organización productiva de las explotaciones, en el proceso más intenso de modernización de los colonos, y en el cambio de la posición social en una proporción importante de éstos.

         En cuanto a la incidencia, en este lapso de tiempo, de la colonización en el sistema productivo; debe tenerse en cuenta que persistía el estancamiento de la economía y que concomitantemente no se observó un proceso de acumulación de capital; la colonización no tuvo impacto en el crecimiento de la producción agrícola, aunque logró algún cambio en el uso de la tierra y amplió la frontera agrícola, y en alguna medida permitió el incremento de la superficie de algodón./43 Así, la colonización canalizó la fuerza de trabajo excedente de las zonas minifundistas--cumpliendo en esa medida un papel desmovilizador--.

         El mero acceso a la tierra no permitió a los pequeños productores la expansión de sus unidades económicas; la composición social de los colonos --minifundistas semi asalariados y familiares de campesinos medios empobrecidos y en menor medida desarraigados--, la falta de recursos por parte de las entidades estatales para aplicarlos al proceso de colonización, la propia concepción ideológica de la dinámica colonizadora desligada de una planificación racional, y la captación excesiva de excedentes del sector comercial ligado al campo, determinaron la reproducción en las colonias de la economía de subsistencia.

         En estas condiciones; la inserción de los colonos en la economía dineraria se establece --dada la declinación de los obrajes-- a través del trabajo asalariado temporal en plantaciones y obrajes de provincias argentinas limítrofes. Esta migración golondrina, que no comprendió sólo a colonos, habría cobrado intensidad primero entre los asentados en el departamento de Caazapá, y posteriormente entre los colonos establecidos en Itapúa. En este último caso, se habría tratado básicamente de asentados en colonias ubicadas en la ribera del río Paraná, y sin vías de comunicación terrestre para comercializar su producción.

         En lo relativo a la permanencia de la población asentada en las colonias, en este sub período, debe tenerse presente que si bien es cierto que una parte relativamente importante de colonos se incorporaba a las migraciones golondrinas --a las provincias limítrofes de la Argentina--, estas migraciones temporales determinaron la disminución de la producción de los colonos pero no afectaron la permanencia de las unidades familiares, que mantenían su rol de unidades de producción de cultivos de autoconsumo.

         En cuanto al impacto de la colonización en la recomposición de la estructura social rural, debe tenerse en cuenta que los desarraigados de la zona central accedieron a tierras y en esa medida alteraron su situación de clase; aún cuando una vez asentados alternaron el cultivo de sus parcelas con el trabajo asalariado, los minifundistas que se asientan en las nuevas colonias reproducen la explotación minifundiaria.

         Aun cuando en general los colonos campesinos medios insertos en la producción mercantil simple y basados en la explotación del trabajo familiar no estén plenamente constituidos como clase/44 se observan diferencias en orden a la acción colectiva entre los colonos asentados espontáneamente, que constituyen colectividades relativamente autónomas --con frecuencia con núcleos residenciales relativamente concentrados de tipo aldeano-- y con capacidad de acciones colectivas que sin embargo no trascienden el plano local, y los colonos desmovilizados, asentados en colonias controladas/45 por agentes ligados al aparato estatal e integrados en esa medida en relaciones del tipo patrón-cliente.

         En este contexto, las posibilidades de la acción colectiva están condicionadas por la estructura de relaciones socio-económicas y factores de naturaleza política. La atomización social de los colonos, ligada a la dispersión física en asentamientos parcelarios, las relaciones jerárquicas y las características de la producción mercantil simple, determinan una conciencia social dependiente.

         Hacia 1963 va tomando forma más definida el Estado autoritario prebendario y cobra impulso la colonización. Uno de los grupos ligados al aparato estatal se consolida, y al constituirse una "nueva clase", directamente ligada a los jefes políticos y militares, se inicia la reestructuración del sistema de clases. Por otra parte, el desarrollo pasa a ser uno de los objetivos de las políticas públicas.

         En 1963 se sancionan las leyes 852 que crea el Instituto de Bienestar Rural y la 854 que establece el Estatuto Agrario, que reemplaza al anterior de 1940. Esta última ley, al excluir la prohibición de ventas de tierras a extranjeros en zonas fronterizas, que establecía el estatuto agrario de 1940, dejó despejado el camino para la venta de las tierras más fértiles del país, en Alto Paraná, Canindeyú e Itapúa, a brasileños y corporaciones transnacionales. Asimismo, desde 1968 se eliminaron otros obstáculos para la venta de fracciones medianas y grandes a brasileños que demandaban tierras en las propias colonias nacionales.

         El Estatuto Agrario sancionado en 1963 establece, asimismo, que el Poder Ejecutivo podrá autorizar, en casos especiales, la venta de tierras a personas no incluidas entre las beneficiarias, y aun en superficies mayores que la máxima establecida para los lotes coloniales. En cuanto a la extensión máxima de la cual puede ser propietaria una persona, la referida Ley 854 declara latifundio la propiedad de 10.000 has. o más en la región Oriental y de 20.000 has. o más en la región Occidental, "que no esté racionalmente explotada", y establece que la propiedad privada inmobiliaria rural cumple con su función social-económica cuando se ajusta a dos condiciones: a) explotación eficiente de la tierra y su aprovechamiento racional; y b) observancia de las disposiciones sobre conservación y reposición de los recursos naturales renovables./46 Esta disposición sin embargo no concuerda con otra, que califica la unidad productiva agropecuaria como racionalmente explotada si tiene mejoras permanentes "que representen por lo menos el 50% del valor fiscal de la tierra"./47 Esta última disposición ha prevalecido en la fundamentación de las sentencias dictadas en los conflictos ventilados en los tribunales.

         Estas innovaciones introducidas por la ley que establece el Estatuto Agrario de 1963, como veremos, se proyectaron en la dilapidación de las tierras fiscales y en el nuevo monopolio de las tierras de frontera por parte de ciudadanos extranjeros, en un proceso que reproduce las características de la enajenación de tierras públicas a fines del siglo pasado. En algunos casos, se trataba simplemente de la transferencia de tierras de extranjeros a otros extranjeros, y en otros, como en el de las tierras que fueron adquiridas por la GAFE, de tierras que fueron recuperadas por el Estado.

         La intensificación de la colonización a partir de 1963 es tal, que en dos décadas se habilitan más de la mitad de las parcelas familiares constituidas desde 1881. A los determinantes del proceso que ya fueron señalados, se agregan, en la primera mitad de la década del 60, los relativos a la expansión creciente del aparato estatal impulsada por segmentos que van consolidando su hegemonía. La lógica implícita en las acciones de estos grupos se orienta a la ampliación de sus bases de sustentación y a su propia legitimación, fortaleciendo tanto la extendida red de clientelas como la praxis prebendaria, con la legitimación ideológica articulada en la doctrina de la seguridad interna.

         En el nuevo contexto, a la limitación de recursos financieros aplicables a la colonización, se suma la orientación de las políticas estatales poco compatibles con la expropiación, determinando la localización de las tierras fiscales la ubicación de la mayoría de las colonias. De este, modo, en la constitución de asentamientos, pierden significación la proximidad de mercados y vías de comunicación, lo mismo que la disponibilidad de servicios sociales básicos y las condiciones ecológicas. Así, algunas colonias se han establecido "sobre suelos pobres que no son aptos para cultivos" --tal como algunas colonias del eje Norte-- con efectos en el rápido rendimiento decreciente.

         Otro elemento --que se suma a los mencionados precedentemente-- del proceso de causación circular que reproduce en las colonias las agriculturas de subsistencia, es el relativo a los limitados recursos que se asignan a la colonización. Esta política de "asentar la mayor cantidad posible de colonos al menor costo posible" tiene como uno de sus efectos inmediatos la limitación, en cantidad y calidad, de la asistencia proporcionada a los colonos para el asentamiento inicial y para el desarrollo de las explotaciones.

         Desde el punto de vista político, la consolidación del régimen autoritario prebendario permitió un formidable impulso, desde el Estado, al proceso de modernización de la estructura rural, orientado a la constitución y consolidación de la gran empresa de tipo capitalista. Este proceso implicó la transferencia masiva de capital al campo; al capital comercial se sumó el financiero y el agroindustrial corporizado en la gran empresa transnacional, que opera con tecnología de punta y los mismos grupos ligados al Estado constituyen un empresariado rural criollo.

         El desarrollo capitalista de la agricultura al valorizar la tierra Intensificó la asignación prebendaria de las tierras fiscales en grandes fracciones, revendidas luego a extranjeros, básicamente a brasileños.

         En relación a la magnitud de las tierras dilapidadas, un informe, sin desperdicios, de Monitor S.A. proporciona buenas pistas: En efecto, los analistas de esta consultora, confundiendo propaganda política con análisis objetivo, afirman en un documento, contra toda evidencia, que entre 1963 y 1985 fueron asignados en lotes coloniales --se presume que a beneficiarios del Estatuto Agrario-- 7.371.900 has. en 89.871 lotes./48 Con buena base puede estimarse que lo efectivamente asignado a lotes coloniales no llegó a 2 millones de has.

         Como resultado del proceso se repite la extranjerización de nuestras tierras, especialmente en las zonas de frontera, en la región Oriental; esta extranjerización es particularmente marcada en Amambay, que constituye precisamente el departamento con población campesina más pauperizada.

         El referido proceso de constitución y expansión de las grandes empresas concentró la tierra, como en el caso de los enclaves, que explotaban yerba y madera, pero a diferencia de éstos, las nuevas empresas, por operar con tecnología de punta, ya no absorben el remanente de la fuerza de trabajo que generan.

         La dimensión cultural del proceso de modernización se inicia en la década del 50 en la asistencia técnica brindada por el STICA, que propone al agricultor paraguayo la adopción de nuevas ideas, comportamientos y prácticas productivas. Este proceso se proyecta en el debilitamiento de la identidad cultural de algunas capas campesinas.

         La modernización de la agricultura llevó a los campesinos a un vuelco a los cultivos comerciales; ese cambio, en condiciones de débil capacidad negociadora, significó con frecuencia el empobrecimiento de los pequeños productores.

         En lo relativo a pautas de constitución de los asentamientos, debe tenerse presente que en general responden a la ocupación de grandes propiedades no dedicadas anteriormente a la agricultura, frecuentemente cubiertas de bosques, que aunque ya explotadas, no pueden ser empleadas sin desmonte; las parcelas, de una superficie promedio de 20 has., de forma cuadricular, son situadas a lo largo de calles frecuentemente construidas por los propios colonos.

         En la constitución formal de los asentamientos --al igual que en el sub período anterior-- sin embargo, se aprecian marcadas diferencias entre aquellas colonias constituidas espontáneamente y aquellas que van precedidas de cierta programación. La colonización espontánea es protagonizada por capas de minifundistas en situación de marcado deterioro económico-social, ligadas por relaciones de parentesco y de vecindario, que articulan sus intereses vinculados a la tierra organizándose desde el momento en que se movilizan, frecuentemente con apoyo de segmentos ligados al aparato estatal, para detectar tiernas fiscales --o de particulares en su caso-- colonizables.

         En estas situaciones, los propios ocupantes organizan la distribución de parcelas, homologada después mediante los procedimientos administrativos correspondientes. En estos casos, ante un espacio con relativa autonomía política que se corresponde con la limitada presencia estatal, los propios colonos asumen, en la primera etapa del asentamiento, la gestión de las cuestiones comunales.

         A fines de la década del 70, mientras se va agotando la expansión de la frontera agrícola y la disponibilidad de tierras fiscales la ocupación espontánea de tierras va tornándose más conflictiva y diversificándose en sus formas.

         Atendiendo a las tierras ocupadas, tenemos por una parte grandes fracciones desocupadas de latifundistas paraguayos o extranjeros, que son ocupadas mediante acciones coordinadas rápidas de segmentos de campesinos pauperizados, que se amparan en disposiciones que declaran afectables a la colonización grandes propiedades improductivas./49 Por otra parte, se observan tierras fiscales ocupadas espontáneamente, sin conflictos, que posteriormente son transferidas por IBR a empresarios nacionales o extranjeros que desconocen los derechos de ocupación.

         En cuanto a los grupos implicados en la ocupación espontánea, los mismos tienden a ganar en complejidad, básicamente en Alto Paraná y Canindeyú, con la incorporación de brasileños sin tierras en estas ocupaciones, ya sea por adquisición de derechos de ocupación o por ocupación directa. Esto último ha dado lugar a la constitución de colonias más heterogéneas, por cuanto algunas son ocupadas por paraguayos, otras por brasileños y otras son mixtas. Si bien es cierto que ante intentos de desalojo, no obstante la heterogeneidad de algunas de estas colonias, se han dado acciones defensivas, esta heterogeneidad impide avances más sistemáticos en la prosecución del interés común.

         Hacia mediados de los años setenta, los avances en el proceso de modernización de la estructura agraria, ya comentado –básicamente la constitución y consolidación de la mediana y gran empresa de tipo capitalista--, valorizaron la tierra y agudizaron los conflictos ligados a ella. En el nuevo contexto, el agrarismo del gobierno tomó nuevos rumbos: Se intensifica la redistribución prebendaria de grandes fracciones --generalmente para su reventa- y el Instituto de Bienestar Rural asume crecientemente la defensa de los latifundistas, afirmando que "entiende que la ocupación clandestina se ha convertido en un método deliberado de subversión y de intranquilidad, y que no debemos caer en la ingenuidad de considerarla solamente un problema social atingente al instituto y a sus funciones, ya que debe considerársela en su conjunto, en sus ramificaciones políticas e incidencia sobre los intereses de la nación"./50

         Esa concepción de los intereses nacionales se proyectó desde principios de la década del 70 en la sangrienta represión de las Ligas Agrarias. La inevitable agitación agraria fue así encarada, sin atacar sus causas, y en la dinámica movilización-desmovilización campesina, pesó necesariamente el terror de la represión, despejándose el camino para la profundización de la modernización del campo.

         En cuanto a la posición social de los asentados en las colonias, se trataba, tal como antes de 1963, de minifundistas con recursos muy limitados. Una vez asentados, en condiciones precarias, los colonos inician el cultivo de sus parcelas y tratan de ensanchar el volumen de su actividad económica, sin contar para ello con la asistencia técnica y crediticia necesaria, y distante frecuentemente de los mercados y centros de servicios.

         En tales condiciones comienza a desarrollarse la actividad económica de las parcelas, que no pasan --en la generalidad de los casos-- diez años después de constituido el asentamiento, de una superficie media cultivada de aproximadamente 5 has./51

         El funcionamiento inicial precario de las parcelas que venimos señalando se proyecta en la limitada expansión del volumen económico de las explotaciones en la etapa de desarrollo de las colonias y en las escasas posibilidades de capitalización, con las excepciones tanto de segmentos de colonos ligados frecuentemente al pequeño comercio y a los grupos políticamente dominantes, como a los colonos de origen europeo que operan en explotaciones de tipo "farmer".

         Las dificultades de los colonos criollos para consolidar sus unidades productivas se arrastraban desde décadas atrás. Lo nuevo era la presión de los productores brasileños, con mejores recursos económicos, sobre las parcelas familiares de los colonos paraguayos, que crecientemente transfieren a aquellos sus derechos de ocupación, al verse en situaciones de apremio. Este proceso intenso de desarraigo es más frecuente en los departamentos fronterizos de Alta Paraná, Canindeyú, Itapúa y Amambay.

         Esta dinámica colonizadora reproduce los rasgos de la agricultura de subsistencia que define al grupo de campesinos medios empobrecidos, que en un proceso curioso de descampesinización-campesinización tienden a incorporarse a nuevas corrientes migratorias orientadas hacia asentamientos recientemente constituidos; las explotaciones medianas, resultantes de la colonización que se consolidan y tienden a la permanencia, corresponden tanto a aquellos establecidos sobre buenos suelos, como a las parcelas constituidas en colonias protegidas por condiciones estructurales, de la expansión de las explotaciones grandes --que se intensifica en los últimos años según analizaremos--.

         La situación de deterioro de las colonias, que venimos comentando, explica la alta frecuencia de ocupantes precarios. Esta situación explica también la cooptación política por parte de los grupos políticamente dominantes, --que se inicia en algunos casos con la ocupación inicial de la parcela-- asociada a comportamientos que tienden a la pasividad social de estas capas campesinas. Esto determina un comportamiento heterónomo de los colonos, con pautas de comportamiento regido por grupos externos --comerciantes, empresarios, líderes políticos ligados al Estado-- que con frecuencia explotan a los campesinos y controlan el desenvolvimiento de las colonias.

         En el análisis de la incidencia de la colonización en la estructura productiva rural y en la configuración de clases rurales en el sub período que consideramos, deben tenerse en cuenta además de las políticas públicas referidas a la colonización, las acciones estatales orientadas al desarrollo/52 y el proceso más general de fortalecimiento de formas capitalistas de producción en la agricultura.

         Los procesos socio-económicos que respondieron más a la dinámica estructural que a la intención de los agentes ligados al aparato estatal comprenden básicamente: el crecimiento de la producción agrícola y agroindustrial, por la vía del predominio del capital transnacional, ligado en medida importante a la creciente integración a la economía brasileña, la inmigración brasileña, y la expansión del capital comercial, financiero y agroindustrial. Esta dinámica centrada en la gran empresa capitalista desarticula las explotaciones insertas en la producción mercantil simple al demandar tierras --elevando sustancialmente su precio-- y temporalmente fuerza de trabajo, y por la vía de la disminución de los costos medios de producción ligada a la alta productividad.

         Los colonos afectados en primer término por el proceso de diferenciación social son los de Misiones e Itapúa. En Misiones se implementan a partir de 1967 los planes nacionales del trigo y de Fomento Ganadero que buscan transformar al latifundio ganadero tradicional en empresas agrícolas y/o ganaderas./53

         También las colonias constituidas en la década del 50 en el Dpto. de Itapúa estuvieron entre las afectadas en primer término por el proceso de diferenciación. Básicamente fueron afectadas inicialmente por la expansión de las explotaciones tipo "farmer" de inmigrantes japoneses, que comenzaron a ensanchar sus explotaciones a costa de los colonos paraguayos, que vendían sus derechos de ocupación y buscaban nuevas tierras marginales.

         La presión sobre las tierras --y sobre la fuerza de trabajo— de los colonos por parte de las explotaciones tipo "farmer" y de empresas, se intensifica en la década del 70 con el boom de la soja, y se extiende a otras regiones del país.

 

 

         5. LA CRISIS DEL RÉGIMEN AUTORITARIO PREBENDARIO

 

         El sub período 1983-1989 es el de la crisis del desarrollo impulsado por el Estado autoritario prebendario, que había impulsado la consolidación de las formas modernas de producción capitalista en el campo, articulado en un estilo de desarrollo basado en la agro-exportación. El sistema que permitió superar el estancamiento y la crisis de dominación portaba las semillas de su propia destrucción, en la medida que se basaba en prácticas prebendarias y en formas anticuadas de ejercicio --discrecional-- del poder, que obstaculizaban la reproducción del capital; el emergente empresariado, ligado al capital financiero y al agroindustrial, aunque retoño del sistema, necesitaba removerlo para continuar su expansión.

         La crisis originada en la caída de precios de productos primarios en el mercado internacional se profundiza con el cierre de la colonización programada, y el aumento de la demanda de tierras por la subdivisión de las parcelas familiares. En ese contexto a los cultivadores sólo les quedaba la invasión de tierras incultas como medio para reproducir su condición de campesinos. Este tipo de movilización campesina que era utilizado como instrumento político para facilitar la negociación con el Estado y con los propietarios, y como mecanismo directo de acceso a la parcela familiar, pasa a constituirse en el único medio para acceder a la tierra.

         Si bien es cierto que aproximadamente la mitad de los ocupantes fueron desalojados durante este tiempo, la otra mitad, de unas 50 invasiones de tierras incultas, que representan más de 10.000 familias, quedaron en las fracciones ocupadas.

 

 

         6. EL NUEVO PERÍODO, INICIADO EN FEBRERO DE 1989

 

         Para algunos analistas, más que de una transformación substancial en el régimen, se trata de un cambio de guardia con blanqueo, requerido por el propio empresariado generado por el Estado autoritario y prebendario, para su expansión; aún en esta perspectiva se admite que se dan cambios en la institucionalidad política. Aunque pueda resultar prematuro cualquier calificación del nuevo régimen algunos aspectos de su gestión están ya visibles: orientación hacia políticas económico-sociales de corte neoliberal, esfuerzos por atraer la inversión extranjera y marcado celo en la defensa de la propiedad privada. Esto último se proyecta en el desalojo de todas las fracciones ocupadas y en el aumento de la presión campesina sobre la tierra, en la medida que la colonización oficial inducida no permite ni siquiera satisfacer la nueva demanda generada por el crecimiento demográfico.

         En la situación emergente se repite el ciclo de agitación campesina, pero en un nuevo contexto: ya no quedan tierras afectables a la colonización, si a toda costa se quisiera evitar colisiones con los latifundistas y ya no existe el mercado de trabajo argentino que opera como válvula de escape a la tensión social. Ahora más bien existe una migración de retorno de la Argentina.

         En este contexto de crisis histórica crece la población de campesinos sin tierra. En las formulaciones que siguen se presentan estimaciones de cada una de las categorías de familias campesinas que demandan tierras.

 

 

NOTAS

 

/1: En este trabajo se retoman formulaciones planteadas por el autor en su trabajo "Colonización y Estructura Agraria", publicado en D. Rivarola (ed), Estado. Campesinos y Modernización Agrícola, CPES. 1982.

/2: En los arquetipos de análisis de coyuntura, la mirada del analista se fija en el escenario político, donde el eje conductor es el análisis de las fracciones de clase y sus cambiantes relaciones de fuerza.

/3. En este punto debe tenerse en cuenta, sin embargo, que si bien los movimientos sociales y luchas por la tierra, y los concomitantes esfuerzos desde el orden establecido para controlarlos, están enraizados en el largo plazo, la coyuntura tiene relativa autonomía y eficacia específica, en tanto puede acelerar o retardar procesos originados en la estructura socio-económica.

/4. Los primeros aluden a las causas estructurales subyacentes, mientras los segundos son factores incidentales como crisis económica y guerras, que impulsan el estallido de la acción colectiva. En la dimensión histórica también se incorpora a la noción de crisis histórica, que afecta a diferentes sociedades debido a la común participación en un mismo sistema y a la compartida vulnerabilidad a ciertas contradicciones del sistema.

/5: La explotación de la fuerza de trabajo indígena, necesariamente se basó en la propia organización social de los guaraníes, que cultivaban en sus aldeas el tiempo no trabajado para los encomendados.

/6: Véase Carlos Pastore, La lucha por la Tierra en el Paraguay. Edit. Antequera. Montevideo 1972.

/7: Ibíd.

/8: Véanse: Disposiciones de Hernandarias (1598), B. Alfaro (1611), y la Cédula Real de 1803. Esta disposición permite el acceso a la tierra de los indígenas en las mismas condiciones que los españoles, aunque aquellos podían acceder a reservas de tierra para la comunidad. Si bien poco antes de la guerra de la Triple Alianza --ligada a la irrupción del capital internacional- surge una embrionaria diferenciación social rural con la constitución de estancias particulares, la estructura social siguió basándose en pequeños y medianos productores que accedían a la tierra mediante el arriendo de las que pertenecían al Estado.

/9: Ibíd.

/10: En relación a la penetración de la economía internacional, señala Carlos Pastore: “Cuarenta y cinco entidades, en su inmensa mayoría organizaciones de capitales extranjeros, adquirieron la riqueza yerbatera del Paraguay”. Como resultado de        la inserción de nuestro país "en el movimiento comercial del mundo", una de estas empresas, La Industrial Paraguaya S.A., "fundada en 1886, compró no menos de 855.000 has. de yerba     natural y un total de 2.647.727 has. de tierras".     Véase         Pastore Carlos, La Lucha por la Tierra en el Paraguay., p.254, Edit. Antequera, Montevideo, 1972.

/11: En este contexto no operó siquiera como "límite negativo de las consecuencias socialmente negativas" de la reproducción de las corporaciones extractivas caracterizadas por sus altas tasas de explotación y coerción.

/12: La enajenación de tierras ocupadas por campesinos, previa renuncia formal de éstos, comprendió la región central, --Paraguarí, Mbuyapey, Barrero Grande, Carapeguá, San José--, Villarrica, Misiones y Concepción. Véase: Pastore, C., Op. Cit., pp. 275-280.

/13: Aludimos básicamente a los reclutados "al barrer".

/14: Entre los asentamientos de colonos europeos fallidos se cuenta el de 888 Lincolnshire Farmers (1872-73) de diverso origen        etno-cultural y experiencia

ocupacional. Un indicador del fracaso es la muerte por diversas causas de casi la quinta parte         de los colonos.

/15: En el modelo asumido como ideal, el campesino debería vivir para trabajar, en correspondencia con una suerte de búsqueda obsesiva de la ganancia, lograda mediante intercambios mercantiles crecientes.

/16: Sobre este punto véase H. Hack Primavera A. Communa Settlement of Inmigrants in Paraguay. Amsterdamm: Royal Tropical Institute. 1958; Phil Hazelton, Inmigant Settlement and Rural Development in Eastem Paraguay. (Mimeo). Calgary University of Calagary. 1980.

/17: La historia del intento comienza en 1892 en un contexto de lucha social y desilusiones, bajo la orientación de la doctrina socialista y cooperativa El líder de “Nueva Australia” (Lane), vigoroso defensor "de los derechos de los pobres", aprovechó su influencia entre los gremios australianos para propagar sus ideas sobre el futuro paraíso de los trabajadores. Sobre esta experiencia véase Harold Livermore "New Australia", en The Spanic America Historical Review, Vol. XXX. Nº 2.1950.

/18: En este sentido debe tenerse en cuenta que tanto los enclaves agroindustriales como los caudillos regionales articulaban su dominación en sus propios medios de coerción. En cuanto a la economía nacional, mientras las empresas del capital extranjero controlaban las fuentes de acumulación, la moneda argentina tenía curso legal. Sobre este punto véase: González Erico, M. A., "Estructura y Desarrollo del comercio exterior de Paraguay", en Revista Paraguaya de Sociología. N° 4.

/19: En este sentido debe tenerse en cuenta que hacia 1930, 19 corporaciones poseían más de la mitad de las tierras del país. Una de las empresas, la Carlos Casado, ligada al capital argentino, incorporó a su imperio casi la séptima parte del territorio del país, y al igual que las otras empresas, mantenía sus propios ferrocarriles, puertos y hasta su propia moneda, libre de toda interferencia.

/20: En este cambio de gobierno también habrían influido los agravios de pequeños productores de madera y yerba mate excluidos.

/21: La Ley de Colonización y del Hogar de 1904 autoriza la constitución de colonias agrícolas -con lotes de hasta 20 has. y pastoriles hasta 4 kmts. cuadrados-. Los lotes se entregarían previo pago de una prima. Si al cabo de 5 años no se pagaba el precio, se establecía un recargo de 10% anual, o se arrendaba el lote a un costo equivalente al 10% anual de su precio. La ley dificulta la expropiación de tal modo que hasta 1918 se habría expropiado menos de 10.000 has.

/22: Véase Carlos Pastore, op.cit.

/23: Ibíd.

/24: Entre 1918 y 1925, en cambio, se habrían expropiado 27.521 has.

/25: La Ley de Colonización de noviembre de 1935 declara de utilidad pública todas las tierras del dominio privado calificables como susceptibles de colonización por el Poder Ejecutivo. Acerca de una periódización de nuestra historia social, véase Daniel Campos, "Lucha por la Tierra y Políticas Públicas: Un Intento de Periodización Socio-histórica", en Revista Paraguaya de Sociología. N° 70. 1987.

/26: Véase instituto de Reforma Agraria, Compilación de Leyes y Disposiciones Reglamentarias Relativas al Régimen de Tierra en el Paraguay. Asunción 1954. Subrayado nuestro.

/27: Sobre este punto véanse: Pastore, C. op. cit.; Galeano Luis, "Hacia el Rescate de la Historia Social no Escrita", en Revista Criterio N° 2. Véase también expediente de agricultores de San José contra sucesores de Patricio Escobar.

/28: Estos sistemas de trabajo son tratados por Luis Galeano, en su análisis "Dos

Alternativas históricas del Campesinado Paraguayo", en Revista Paraguaya de Sociología. Nº 41. Véase especialmente pág. 127 y sgtes.

/29: En este punto téngase en cuenta que la redistribución de tierras según la Ley de 1940 requería la constitución de una comisión local que iniciase las gestiones. Véase: Pastore, C. op. cit.

/30: Véase Galeano, Luis "Hacia el Rescate de la Historia Social no Escrita", en Revista Criterio Nº 2. Asunción, julio de 1977.

/31: El Decreto Ley 1060/36 establece como fuente de recursos un impuesto directo anual sobre cada cabeza de ganado vacuno, además de un impuesto adicional sobre las exportaciones de tanino.

/32: En el caso paraguayo, la lógica interna del sistema capitalista remite a la racionalidad del capitalismo dependiente no sólo de los centros del sistema sino también de los países vecinos con los sistemas productivos más desarrollados de la región con su sistema supranacional de división del trabajo, y plantea determinantes de la dirección e intensidad de los flujos migratorios. Uno de los factores para operar trasladando los polos de atracción poblacional hacia economías más dinámicas de la Argentina, ante la incapacidad del único polo urbano de entidad para absorber la fuerza de trabajo generada por el crecimiento demográfico. Véase Luis Galeano, "Dos Alternativas Históricas del Campesinado Paraguayo: Migración y Colonización", en Revista Paraguaya de Sociología. N° 15. 1978.

/33: En este sentido debe tenerse en cuenta que a inicio de la década del 50, el 48 % de las explotaciones tenía menos de 5 has.

/34: Los recursos disponibles conciernen a la disponibilidad de tierras públicas, que remite al proceso de estatización de la tierra iniciado con la independencia —y que habría continuado hasta 1840-- y a remanentes de esas tierras del Estado a comienzos de la década del 50.

/35: Entendemos que la situación de clase se determina por la posición que los agentes ocupan en la división social del trabajo y más específicamente por su relación con los medios de producción. En esta medida se dan cambios de la situación de clase en el caso de los cultivadores ya desarraigados que perdieron todo control de sus tierras, que devienen colonos.

/36: Véanse informaciones del censo agrícola 1942/43, y Rivarola, Domingo y otros La Población en Paraguay. CPES. 1975.

/37: En efecto, en 1942 los bosques explotados de la región Oriental cubrían el 43% de la región --68.364 Km2-- para reducirse, dos décadas después, a 51.414 Km2, y sólo al 26% de la región, en 1976. Sobre este aspecto, véanse informes sobre el Proyecto Forestal de la FAO. Sin embargo, aún antes de 1945, los departamentos Central, Cordillera, Misiones y Ñeembucú ya no tenían superficies boscosas.

/38: Aludimos al precio promedio de tierras adquiridas por el IBR hasta agosto/1976. Véase Frutos, J. M. De la Reforma Agraria al Bienestar Rural. Asunción, 1976 pp.

/39: Tal el caso de las colonias Rogelio Benítez y Guaraní.

/40: Entre estas formas de protesta social pueden señalarse las "concentraciones" de campesinos caazapeños en 1936 y en 1952.

/41: El sistema de enganche operaba en las áreas de mayor densidad relativa de población. Los mecanismos coactivos se empleaban tanto para reclutar a los productores agrícolas independientes, como para mantenerlos en los sistemas intensivos de trabajo, en los yerbales y obrajes madereros -con marcadas limitaciones a la movilidad hasta el pago de las deudas contraídas en el enganche--, basado en el poder casi ilimitado de los patrones.

/42: Acerca del proceso de colonización, durante el régimen de Stroessner, véase d. M. G. Kleinpenning, Man and Land in Paraguay. CEDLA, 1987. Ámsterdam.

/43: Los cultivos comerciales pasaban por canales usurarios del capital mercantil, que no permitían un nivel de acumulación que se expresase en el mejoramiento de la base productiva de las pequeñas explotaciones.

/44: Esto es, por sus mismos condicionamientos objetivos no llegan a la prosecución organizada de los intereses que derivan de la posición social.

/45: El reasentamiento de colonos sin tierra, que pudieran presionar sobre los latifundios de la región central, en áreas alejadas, fue planteado desde 1958, en un seminario sobre reforma agraria que se realizara en junio de ese año, organizado por la Asociación Rural del Paraguay y con los auspicios de la FAO. Se inspiraron en este seminario la Ley Nº 622/60 "Colonización y Urbanización de hecho", y la Nº 662/60 de "Parcelación proporcional de propiedades mayores".

/46: Artículos 39 y 42 de la Ley 854.

/47: Véase Art. 158 - Ley 854.

/48: Véase Monitor S. A. Paraguay. Estudio de la Demanda Potencial de Tierras en el

Quinquenio 1987-1991. Asunción 1987, pp.35-39.

/49: Véase Zarza, Olga M., "Las Ocupaciones de Tierras en Paraguay. El Lado Oscuro de la Propiedad Privada", en Revista Paraguaya de Sociología, N° 71. Asunción. 1988.

/50: Véase Estado. Campesino y Modernización ...citado

Entre 1958 y 1987 fueron asignadas en grandes lotes poco más de 5,3 millones de has. --como si toda esta superficie fuese apta sólo para la ganadería-- como prebendas para gratificar lealtades políticas, constituyéndose así un empresariado rural dependiente del Estado y conservador.

/51: Véase Augusto Fogel y Miguel Enciso, Sistemas Productivos Campesinos del Nordeste de Itapúa. CERI, Cuadernos de Investigación. (Mimeo). Asunción. 1990.

/52: Las políticas públicas referidas al desarrollo, con mayor incidencia, comprenden: la remoción de obstáculos para la compra de tierras por extranjeros en zonas fronterizas, los esfuerzos para la atracción del capital internacional, el plan nacional del trigo, la asignación de tierras a corporaciones y a inmigrantes brasileños, y la implementación de programas de desarrollo rural integrado.

/53: Las agencias estatales buscando incentivar la agricultura empresarial implementan un programa con un costo de 20 millones de dólares con lo que permite subsidios a los futuros empresarios. Esta nueva forma de penetración de las relaciones capitalistas permite apuntalar el proceso de acumulación en la agricultura e impulsa la concentración de la tierra a favor de los empresarios que pasan a utilizar intensivamente la tierra.

 

 

 

         II EL CONCEPTO DE CAMPESINADO Y LAS CATEGORÍAS DE CAMPESINOS SIN TIERRA

 

         1.      LA PERTINENCIA DE LA DISCUSIÓN

 

         Los prejuicios acerca del campesino, fuertemente arraigados en los grupos dominantes, y en los técnicos del gobierno, son tales que con frecuencia se considera a los cultivadores lastres del pasado ya superado. El conocimiento estereotipado y parcial sobre la economía campesina explica el hecho que, en los diagnósticos de la situación campesina, se utilicen indicadores convencionales, adecuados a las empresas de tipo capitalista dedicados al monocultivo, el resultado lógico del uso inadecuado de esas categorías es la conclusión a la que se suele llegar sobre la ineficacia de las explotaciones campesinas.

         La percepción distorsionada en cuestión lleva a los analistas a asumir que el atraso campesino resulta de la ignorancia, soslayando el examen de los mecanismos de extracción de excedentes, que explica en medida importante el empobrecimiento de capas campesinas. En esa visión, las empresas de tipo capitalista son las portadoras del desarrollo en el campo, sin tomar en consideración que en su modalidad prevaleciente monopolizan recursos sin generar empleo productivo.

         Las formulaciones precedentes indican la pertinencia de la discusión sobre el significado que se atribuye al término campesino en la literatura especializada y a las distintas categorías de campesinos sin tierra.

 

LA ESPECIFICIDAD DE LO CAMPESINO

 

         A primera vista pareciera que al hablar de "campesinos sin tierras" estamos combinando dos categorías antitéticas, la de cultivadores ya desarraigados y la de campesinos. En este trabajo asumimos, por una parte, que en el caso histórico paraguayo los límites entre una categoría y otra son ambiguos, y por otra, que la falta de un tratamiento sistemático de esta cuestión está en la base de las marcadas insuficiencias que caracterizan el debate, a nivel público, de lo referido a cultivadores con demanda actual y potencial de tierra.

         Las unidades económicas campesinas se especifican tanto frente a las unidades de producción capitalistas, como frente a las unidades familiares de asalariados puros./1 Mientras aquellas producen mercancías, en base al trabajo asalariado y se orientan a maximizar su tasa de ganancia, las unidades campesinas tienen el control relativo de los medios de producción (tierra, equipamiento productivo, etc.), se basan en el trabajo de los miembros   de la familia y se orientan básicamente a la satisfacción de las necesidades básicas del núcleo familiar.

         La inserción en relaciones informales de cooperación, entre familiares y vecinos, ajenas a la lógica del capital, propias de las comunidades rurales, es un rasgo constitutivo básico del campesinado, así como el hecho que sólo parte de la producción fluya al mercado.

         Diversas son las dimensiones que permiten diferenciar la agricultura campesina de la empresarial. En la literatura sobre el tema se suelen mencionar el objetivo de la producción, el origen de la fuerza de trabajo, el compromiso laboral del operador con la mano de obra familiar, la tecnología utilizada, el destino de la producción y de los insumos empleados, el criterio de intensificación del trabajo, el carácter de esa fuerza de trabajo, y la composición del ingreso.

         En la racionalidad económica de tipo capitalista la unidad productiva o empresa, se orienta a maximizar la tasa de ganancia, y a la acumulación de ganancia; la estrategia productiva de las unidades económicas insertas en la agricultura campesina, en cambio, se define a partir de otros objetivos: asegurar la reproducción de las condiciones de vida de la familia y la de la propia unidad productiva, que de ese modo se interpenetran a tal punto de confundirse la unidad familiar y la unidad productiva

         Esta estrategia requiera-priorizar, primero la producción de los rubros que garanticen la satisfacción de las necesidades básicas del núcleo familiar, y en segundo término alimentar un fondo de reserva para afrontar eventualidades. Dicho en otros términos: la unidad económica campesina combina las funciones de producción y de consumo, y en esa medida se confunden la administración de la familia y la administración de la unidad productiva./2 En la lógica campesina la producción de la unidad económica y la reproducción de la familia no son ámbitos diferentes sino estrechamente integrados, tal como suele entremezclarse --según analistas políticos-- la esfera doméstica y los negocios públicos, en el caso de las familias de algunos altos funcionarios.

         En cuanto al origen de la fuerza de trabajo, mientras la empresa capitalista amplía o reduce su fuerza de trabajo contratando o despidiendo cultivadores asalariados, la unidad campesina debe proveer ocupación a la fuerza de trabajo de la familia; en situaciones en que la disponibilidad de fuerza de trabajo familiar excede las necesidades de la unidad productiva propia, y la misma no puede ser orientada al trabajo extrapredial, la unidad campesina absorbe esa fuerza de trabajo en detrimento de la productividad.

         Del comportamiento mencionado se deriva el compromiso del jefe de familia, en la unidad económica campesina, con la fuerza de trabajo familiar. En cuanto a la estrategia tecnológica utilizada, la agricultura campesina se caracteriza por la alta intensidad del uso de mano de obra y baja densidad de insumos comprados por jornada de trabajo, mientras la agricultura empresarial emplea una tecnología de uso intensivo de capital y una mayor proporción de insumos comprados en el valor del producto final. La tecnología campesina tradicional, como veremos, está siendo severamente afectada por el proceso de modernización, tanto por la vía del mercado, como por influjos de las políticas públicas.

         En la racionalidad campesina la adopción o adaptación de nueva tecnología --tal como la intensificación del trabajo en la unidad familiar-- será inducida por una caída de precios que haga necesario el aumento de la producción. Esta respuesta campesina contrasta con el comportamiento esperado, en este caso, de los empresarios de tipo capitalista, que reducirían su producción o trasladarían su capital a otro sector de la economía./3

         El destino del producto, y el origen de los insumos, también diferencia la agricultura campesina de la empresarial, ya que mientras en ésta la producción --y el origen de los insumos-- es netamente mercantil, en aquélla el carácter mercantil es sólo parcial. Para los campesinos sólo parte de los bienes es transada en el mercado. El autoconsumo y las relaciones informales de cooperación son tan importantes como los intercambios mercantiles, en las estrategias de sobrevivencia campesina.

         Otro rasgo diferencial de la agricultura campesina está dado por la valorización de la fuerza de trabajo intransferible o marginal, en contraste con la agricultura empresarial que sólo emplea fuerza de trabajo transferible, en función a su calificación. Este rasgo está bien caracterizado por Schejtman, quien puntualiza:

         Una de las peculiaridades de la unidad campesina es el aprovechamiento de la fuerza de trabajo que no estaría en condiciones de valorizarse (o sea, de crear valores) en otros contextos productivos. Nos referimos tanto al trabajo de los niños, ancianos y mujeres, como al empleo sistemático del tiempo sobrante del jefe de familia y de sus hijos adultos en edad activa. Esta capacidad de valorizar (es decir, de transformar en productos) la fuerza de trabajo marginal, puede extenderse también a la tierra en el sentido que áreas marginales para la agricultura empresarial, por su bajísimo potencial productivo -es decir, áreas que ni siquiera son consideradas como recurso para la agricultura empresarial constituyen, sin embargo, fuentes de sustento de      la familia

campesina pues para ella todo elemento capaz de contribuir al incremento neto de su ingreso familiar es percibido como recurso hasta tanto sus requerimientos de reproducción no hayan quedado satisfechos./4

 

         Finalmente el ingreso familiar en la agricultura campesina es indivisible y parcialmente realizado en especie, mientras en la agricultura empresarial, el salario, la renta y la ganancia se expresan en valores de cambio.

         Las diferencias anotadas, empresa capitalista y unidad doméstica campesina, son tales que no pueden ser equiparadas, ni asumirse que las unidades campesinas pueden convertirse en empresas --orientadas. a maximizar sus ganancias produciendo mercancías y acumulando excedentes-- sin perder su naturaleza. En esa medida afirmar que la reforma agraria debe convertir en empresarios a los campesinos equivale a afirmar que la mentada reforma eliminará al campesinado, convirtiendo a algunos productores en capitalistas y a otros en asalariados, urbanos o rurales;/5 en este caso la empresarialización de la agricultura se daría en una sociedad con un proceso muy débil de industrialización, que no podría absorber la fuerza de trabajo excedente.

         Se han dado, sin embargo, casos en que las unidades campesinas complementan las operaciones de la parcela familiar con las de unidades económicas multifamiliares --que procesan la producción de sus socios--, que producen básicamente para el mercado, incorporando la lógica costo/beneficio, de modo a competir con las empresas que operan con altas economías de escala. Aún estas empresas de 2º grado tienen rasgos específicos ya que con las relaciones comerciales con terceros coexisten relaciones internas solidarias, y con organizaciones similares que se orientan a minimizar las mediaciones monetarias. En estas empresas campesinas que acumulan excedentes no consumidos ensanchando su base productiva, las satisfacciones simbólicas también cuentan entre los beneficios./6

 

         3. LAS PRINCIPALES TEORÍAS SOBRE LA ECONOMÍA CAMPESINA

 

         Planteada la cuestión en términos de la teoría de los modos de producción las unidades económicas capitalistas para "poner en operación sus medios de producción, contratan fuerza de trabajo", adquieren insumos y emplean una tecnología que les permite el mayor rendimiento, de modo a obtener la máxima ganancia con el capital invertido./7 Finalizado el ciclo agrícola, el empresario queda con más dinero que el invertido, lo que le permitirá encanar el próximo ciclo productivo en una escala ampliada.

         Las condiciones básicas de las relaciones de producción capitalistas comprenden, por una parte la existencia de un excedente --o cantidad física de producción por encima de las necesidades del consumo-- y por otra la existencia del mercado --de productos, de trabajo, de tierras, etc.- que permiten las transacciones y concomitantemente la obtención de los elementos necesarios para el proceso productivo./8

         Estas condiciones hacen posible a un sector social la apropiación del excedente, realizado en el mercado, para acumular. La apropiación y distribución de este excedente está detrás de la diferenciación socio-económica que se desarrolla en el ámbito rural, que comporta la separación de los campesinos de sus medios de producción, y concomitantemente la concentración de éstos en manos de productores que tienden a constituir una nueva categoría social, como resultado de la universalización de las relaciones de producción capitalistas en el sector agrario, que va aniquilando la producción parcelaria./9

         En este enfoque la penetración capitalista en la agricultura, a través de distintos mecanismos, obligará a la unidad campesina a una integración progresiva al mercado, donde fatalmente sucumbirán ante las empresas de tipo capitalista, que operan con las ventajas de las economías de escala. La producción generalizada de mercancías acabará transformando a los campesinos en proletarios o en empresarios de cuño capitalista.

         Esta predicción de la teoría marxista es compartida por el enfoque de la economía neoclásica que percibe al capitalismo como forma superior de organización de la economía que acabará eliminando a los sectores arcaicos./10

         Además de los factores estructurales que permiten la distinción entre economía campesina y economía empresarial, se incorporó en la discusión la motivación de los productores; según Chayanov el nuevo planteamiento surgió al observarse que la orientación de algunos productores agrícolas no resultaba consistente con el comportamiento esperado de un productor que se impone como objetivo la búsqueda de la ganancia./11

         En la teoría de la organización campesina se parte de la constatación que los campesinos --que constituyen trabajadores por cuenta propia-- organizan su actividad productiva para satisfacer sus necesidades y la de sus familias, y en esa medida reflejan una motivación de la actividad económica, diferente de la observada en la empresa capitalista. Se señala asimismo que el trabajo asalariado y los salarios son categorías lógicamente ausentes en esa teoría.

         Definiendo su unidad de análisis Chayanov señala:

         Para comprender la composición del grupo total de familias y de cada una por separado debemos seguir por fuerza el desarrollo teórico normal de cada familia y establecer las bases de su composición por edades. Sólo pueden comprenderse las leyes básicas de la composición de la familia si se la considera a lo largo de todo su desarrollo, desde su nacimiento hasta la muerte./12

         El autor emplea el concepto socio-demográfico de familia nuclear --la pareja y sus descendientes inmediatos-- que constituye el referente de la actividad productiva,/13 con lo cual la unidad familiar resulta equivalente a unidad productiva. La familia en tanto unidad de producción y de consumo, en este enfoque, es pensada como un organismo que se desarrolla en el tiempo, cambiando su composición por sexo y edad, y su tamaño; son estos atributos de las unidades domésticas los que determinan las necesidades y la capacidad de satisfacerlas. El volumen de la actividad económica está determinado por las necesidades del núcleo familiar que busca un balance entre lo que se trabaja y lo que se consume./14

         En la medida que el balance, trabajo-consumo, en la "ley de Chayanov", comporta la determinación de la intensidad del trabajo por las necesidades de la familia, el campesino deja de trabajar una vez cubiertas las necesidades básicas y logrado un mínimo de reservas.

         El aumento del tamaño de la familia campesina requiere, en esta teoría mayor producción para satisfacer el mayor consumo generado. El incremento de la producción, a su vez puede lograrse aumentando la superficie bajo cultivos --si se mantienen constantes la intensidad del trabajo y la tecnología-- o intensificando el trabajo o alterando la tecnología./15

         Aunque la teoría de la organización campesina no lo señale, puede asumirse que la racionalidad productiva en cuestión, orientada al balance trabajo-necesidades comporta una respuesta campesina a las condiciones estructurales, enfatizadas por la teoría de los modos de producción.

         Está implícito en el concepto del balance ya referido que la alteración del equilibrio al final del ciclo productivo puede significar o un excedente aplicable a la capitalización de la unidad, o un déficit que dificulte la reproducción de la unidad económica, y eventualmente comporte el deterioro en el nivel de satisfacción de las necesidades de la familia.

 

         4. LOS RASGOS ESPECÍFICOS DEL CAMPESINO PARAGUAYO

 

         Uno de los rasgos específicos de la sociedad paraguaya está dado por el peso de la población campesina. En efecto, en el Paraguay el campesinado constituye la categoría social más importante cuantitativamente./16

         Los problemas de la modernización de la estructura agraria, en una sociedad con predominio de la población campesina, que no llegó antes a un desarrollo urbano industrial, con el excedente de fuerza de trabajo que genera, que no podía ser absorbido en los centros urbanos, "se resolvian" con la emigración a la Argentina. Con la interrupción de este flujo migratorio, sin embargo, desaparece esta válvula de escape y la importancia relativa del campesinado aumenta aún más con la migración de retorno, tanto de la Argentina como de los centros urbanos del país./17

         Si bien es cierto que la unidad económica campesina --que canaliza el 85 por ciento del empleo agrícola-- se basa en el trabajo familiar/18 la misma apela con frecuencia, al trabajo extrapredial asalariado, temporal, de sus miembros. La familia campesina ante la insuficiencia de sus medios de producción y del pobre desempeño de su parcela, se ve obligada a recurrir al trabajo temporal fuera de su finca, para complementar el ingreso familiar. Este trabajo accesorio afectaba al 29 por ciento de la Población Económicamente Activa Agropecuaria, en 1981./19

         El referido trabajo extrapredial, accesorio, no impide la subocupación de los pequeños productores, debido básicamente a la inactividad temporal, en el ciclo invernal. El bajo nivel de ingreso obtenido y la baja productividad constituyen otros rasgos de las unidades económicas campesinas./20

         El bajo nivel de renta se refleja en los datos de un estudio del CERI,/21 de los cuales resulta que, en Itapúa en 1985 las unidades productivas infrasubsistenciales, con un promedio de 2,5 has. cultivadas, obtuvieron un ingreso neto familiar medio de G/ 353.000, mientras las unidades campesinas de subsistencia, con una superficie media cultivada de 5,4 has. llegaron a un ingreso neto familiar de G/ 612.800./22

         La baja productiva de las unidades económicas campesinas, por lo menos parcialmente, está asociada al hecho de acceder a tierras marginales, no demandadas por las empresas agrícolas, y a condiciones estructurales, que les resultan adversas.

         Las características referidas no son nuevas pero las mismas se han ido transformando en los últimos años. Una de ellas está dada por el trabajo extrapredial, históricamente el hecho que el campesino paraguayo se incorporase al mercado de trabajo asalariado temporal, tanto en los obrajes instalados en el territorio nacional, como en unidades demandantes establecidas en provincias fronterizas argentinas no impedía la reproducción, de ciclo en ciclo, de la unidad productiva propia. La inserción en mercados     de trabajo, que suponía una   movilidad espacial apreciable permitía cubrir las necesidades de dinero en efectivo, mientras la unidad doméstica producía para el autoconsumo./23 A diferencia del campesinado de otras latitudes, que al formar su hogar echaba raíces en una localidad, el paraguayo, semanas después de celebrar su boda se incorpora a los contingentes de migrantes temporales, dejando la parcela familiar a cargo de la mujer.

         A esta forma de articulación de la unidad campesina a la economía capitalista, se sumó, desde las primeras décadas de este siglo, la relación establecida con el capital comercial, que canalizaba el escaso excedente comercializable y llevaba hasta las aldeas los productos manufacturados. Estos vínculos con los mercados de trabajo y de productos, ciertamente impulsaron la diferenciación socio-económica en las comunidades rurales, entre campesinos que se empobrecían, aunque en un proceso lento, y los pocos que podían expandir su base productiva, y que se convertían en campesinos ricos./24

         La expansión capitalista en el campo --que convierte en mercancía toda la producción, la tierra y la fuerza de trabajo-- que se intensifica desde la década del 70, afecta a la economía campesina, a través de nuevos mecanismos: los establecidos por el capital financiero, que llega básicamente a través de los PDRI -impulsados directamente por el Estado--, y por el capital corporizado en las grandes empresas ligadas al capital trasnacional.

         Si bien la articulación de las unidades campesinas a la economía moderna, a través del mercado, no constituye algo nuevo, sin embargo sus modalidades y sus efectos fueron cambiando. El trabajo asalariado en las grandes empresas ya se superpone a las necesidades de mano de obra en la propia finca, y sus efectos fueron más negativos; por otra parte, la intensificación del trabajo asalariado y los niveles de explotación implicados, también contribuyen al empobrecimiento ele las familias campesinas./25

         La penetración del capital financiero, en áreas rurales, impulsó el vuelco a los cultivos comerciales, a costa de los de autoconsumo. El aumento de los intercambios de las familias campesinas en el mercado de productos --vendiendo los cultivos de renta y adquiriendo bienes manufacturados-- en condiciones de débil capacidad negociadora, incidió también en el mayor o menor empobrecimiento campesino./26 La nota característica de esta mayor inserción de la unidad campesina en el mercado fue el deterioro en los términos de intercambio.

         En el contexto reseñado el endeudamiento bancario desembocó con frecuencia en el debilitamiento patrimonial de la unidad económica, como resultado de la venta de todo el lote o del fraccionamiento y venta de parte de la parcela ante la imposibilidad de pagar el crédito, a su vencimiento. La enajenación de los derechos de ocupación de los colonos criollos se vio favorecida por la dinamización del mercado de tierra, acompañada por el IBR que incrementó los precios de las parcelas familiares con más intensidad que el propio mercado capitalista de tierra. Este fue así otro mecanismo que intensificó la monetarización de la economía campesina./27

         Este recuento histórico nos da una visión de las distintas formas de articulación de las unidades campesinas a la economía capitalista; estos mecanismos constituyen medios para extraer excedentes de las unidades campesinas y transferirlos a otros sectores de la sociedad, que prosperan a partir de la explotación de los cultivadores. Estos, a medida que con la expansión del capitalismo se fueron insertando más en los mercados, en vez de abandonar la lógica campesina y convertirse en asalariados puros, simultáneamente se campesinizaban más, mientras los que efectivamente se desarraigaban se recampesinizaban de nuevo, en la primera oportunidad.

         El mentado proceso de recampesinización, sin embargo, no se da siempre. Así, en Amambay la expansión de la "fazenda", de las empresas agrícolas, y del sector social ligado a la economía negra, liquidó al campesinado de la región, según se nota observando la disminución de la población rural en las últimas dos décadas. En este caso no se dio la disgregación de los pequeños productores en patrones y en asalariados agrícolas, sino más bien la emigración masiva de los campesinos, en proporción importante a Punta Porá (Brasil).

         En contraste con las comunidades campesinas que no resistieron el desarrollo de las relaciones capitalistas --que corresponde a la expansión de la dinámica brasileña--, las comunidades indígenas Paï Tavyterä demostraron mayor vitalidad, y permanecen como comunidades todavía viables, favorecidas por su relativa marginación de la "industria cultural" y del sistema educativo formal, así como la existencia de aliados indigenistas que posibilitaron la defensa frontal de las posesiones de estas comunidades.

         El proceso simultáneo de inserción más intensa en relaciones capitalistas y de campesinización, que se observa en la última década, comporta el refuerzo de mecanismos informales de cooperación, propios de la lógica campesina, y ajenos al sistema capitalista. Un mecanismo adaptativo para enfrentar el empobrecimiento, consiste en la constitución de familias extensas, en las cuales se come de una sola olla, a la cual contribuyen los miembros de las distintas familias nucleares, algunos en mayor medida que otros, dependiendo de las coyunturas.

         En estos casos la estrategia laboral es definida y desarrollada a nivel de la familia extensa, de tal modo que los momentos de inactividad de algunos coincidan con momentos de actividad laboral de otros, o por lo menos con cierta disponibilidad de alimentos en la parcela./28

         La tenacidad de los campesinos para reproducir su condición social les lleva al acceso a pequeñas parcelas obtenidas, con frecuencia, sin pago, de parientes o amigos. Estos siguen siendo campesinos, pero integran la categoría de los sin tierra./29

         En estos casos estos cultivadores siguen siendo campesinos, en la medida que no se convierten en asalariados puros, que dependen exclusivamente de sus salarios. Estas capas de campesinos empobrecidos muchas veces llegan hasta el límite de la condición de campesinos, y permanecen en ese límite desarrollando á veces estrategias múltiples de sobrevivencia, en las cuales se combinan el trabajo en la agricultura --asalariado y/o por cuenta propia-- con el trabajo asalariado, en la construcción o como vendedor ambulante./30

         Qué es lo que define la condición campesina de estas familias?. En la perspectiva que asumimos en este trabajo es la adscripción a la cultura campesina y al hecho de no depender del salario, al cultivar como productor independiente, aunque sea una pequeña parcela, frecuentemente apelando a relaciones informales de cooperación.

         Esta definición de campesino incluye a los productores con residencia habitual en una localidad donde cultivan, en una época del año, pequeñas parcelas de rubros de renta, independientemente de su residencia temporal en otras localidades. Esta situación queda ilustrada con los campesinos con residencia habitual en Caaguazú, donde cultivan algodón en tierras arrendadas, aún cuando residan temporalmente en Ciudad del Este, donde    se desempeñan como vendedores ambulantes o en el contrabando hormiga.

         En otras situaciones la tenacidad de estos cultivadores no alcanza para que puedan reproducir su condición campesina y acaban desarraigándose, sin posibilidades de cultivar para sí ni si quiera una pequeña parcela. Estos cultivadores que se desarraigan tampoco llegan a convertirse en asalariados puros, en el sentido clásico del término, sino más bien se integran a un subproletariado que combina el trabajo temporal en relación de dependencia, con actividades como cuentapropista, básicamente como vendedor ambulante, o en otra ocupación del mercado informal de trabajo./31

         Los contingentes de productores agrícolas que se desarraigan y emigran hacia centros urbanos suelen mantener estrechos vínculos con el mundo rural, y con relativa frecuencia, ante la imposibilidad de obtener empleo productivo, se recampesinizan ocupando tierras libres o no explotadas. Esta ha sido la forma históricamente disponible, para escapar a la pauperización, en una sociedad con un desarrollo industrial muy débil, que no ofrece empleo productivo alternativo al de la agricultura.

         La recampesinización fue particularmente intensa luego de la finalización de las obras de la represa de Itaipú, en 1983, aunque los antecedentes de la lucha campesina por la tierra, en el Paraguay se enraízan en una duración mucho mayor./32 De hecho la capacidad de lucha por la tierra es un rasgo constitutivo del campesino paraguayo, que lo diferencia de otros casos históricos de la región, como el brasileño./33

         Esta capacidad de movilización para acceder a la parcela familiar se alimenta en la memoria colectiva, que se mantiene intacta, a pesar del proceso de deterioro de la identidad cultural, provocado por el proceso de modernización./34

         Diversas son las vías del proceso de modernización que van transformando la cultura campesina cotidiana y desarticulando su identidad social. La misma colonización oficial, que dispersa físicamente a la población, debilitó substancialmente formas preexistentes de organización comunitaria, aunque no impidió el resurgimiento de redes de cooperación informal./35

         En un análisis más denso debe tenerse en cuenta que aún cuando las experiencias organizativas de las capas campesinas han variado según momentos de tiempo y regiones,/36 ellas no llegaron --salvo un corto período de tiempo de las Ligas Agrarias-a articularse a nivel nacional para ejercer la representación de intereses corporativos. Esa debilidad de las organizaciones campesinas se corresponde con la fragilidad de la estructura de clases en la sociedad paraguaya --que no cuenta con un empresariado industrial con peso propio ni con un proletariado fuerte--, y con el concomitante papel subalterno de la sociedad civil, en relación al Estado.

         En efecto, fueron los partidos de patronazgo los canales abiertos para la participación política del campesinado a nivel nacional. La incorporación heterónoma, sin líderes propios, a través de clientelas políticas, fue la única alternativa que históricamente tuvieron las capas campesinas; en las últimas décadas el partido de gobierno --con un extendido sistema de clientelas y de distribución de prebendas-- que canaliza las demandas, se constituyó en mecanismo de control de la población campesina, para mantenerla inmovilizada, o desmovilizarla, según los casos. Otra función asignada al partido es la relativa a la socialización de la población en la cultura autoritaria.

         El hecho que las capas campesinas no lograran consolidar una organización de tipo corporativo a nivel nacional no impidió que ellas participaran, en la gestión comunitaria, a nivel local, a través de organizaciones tradicionales frecuentemente articuladas en el parentesco y la vecindad.

         En los asentamientos aldeanos, organizaciones informales que persistieron por años, por representar alternativas eficientes, se encargaron de la gestión de campos comunales de pastoreo y del manejo de aguas públicas. La comunidad rural, que en ciertos casos aglutina en unidades mayores vecindarios de dos o tres localidades o compañías, se caracteriza, como en otros casos latinoamericanos, por su jurisdicción territorial delimitada, sus mecanismos de autogestión --que incluyen cargos de ceremonial-, y sus relaciones institucionales con grupos externos.

         Esta comunidad aldeana, que constituye un logro organizativo de los campesinos, ajustado a sus necesidades, fue debilitándose de diverso modo, siendo uno de los mecanismos la diferenciación socio-económica, provocada por proyectos modernizadores./37

         En otros casos, y desde principios de siglo los campesinos se organizan espontáneamente, apelando a acuerdos consensuales, para defender su tierra, o acceder a ella ocupando fracciones libres.

         Con la crisis económica que se desarrolla desde principios de la década del 80 se diversifican las formas que adoptan las organizaciones, así como su orientación y sus demandas; la cobertura misma de estas organizaciones tiende a aumentar, en algunos casos con apoyo de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG's), que también se multiplican. Estas organizaciones tropiezan con dificultades de diverso orden, que incluyen la legitimidad para representar intereses de sectores difícilmente organizables, como los de asalariados rurales./38

         Los avances últimos no resultaron suficientes para superar el papel subalterno de las capas campesinas, y el reconocimiento oficial de sus organizaciones, que parece ser más formal que real, contrasta con el reconocimiento efectivo dado a las organizaciones empresariales.

         El debilitamiento de la identidad campesina, que señalamos, no elimina el polo nativo de su cultura, que emerge en situaciones críticas. Ese polo que pervive se expresa en el guaraní, en una sociedad caracterizada por su alta tasa de bilingüismo; esta particularidad lingüística está reflejando, la importancia de la cultura mestiza en el Paraguay. El referido comportamiento del campesino paraguayo contrasta con         las insuficiencias de su acción colectiva --carácter puntual y fragmentario de      sus movilizaciones, limitada orientación económico-corporativa, rápida desmovilización una vez logrado el acceso a la parcela familiar, etc.--. En todo caso, a pesar de su ambigüedad, el campesino en cuestión no se corresponde con el estereotipo del campesino parcelario conservador, que se plantea en la literatura sobre el tema, por lo menos cuando se trata de acceder a la tierra o de defender su posesión./39

         Este proceso simultáneo de descampesinización y recampesinización define una de las particularidades de los procesos que se dan en una sociedad, que tuvo una modernización agraria tardía, sin desarrollo urbano-industrial que pudiera absorber el excedente de la fuerza de trabajo generado por la tecnificación de su agricultura.

 

         5. LAS CATEGORÍAS DE CAMPESINOS SIN TIERRA

 

         La ponderación del fenómeno de los campesinos sin tierra, tanto a nivel nacional, como de los departamentos fronterizos considerados en el estudio, depende de los criterios empleados en la estimación. Así, en un trabajo reciente se señalaba que los campesinos sin tierra, en Caaguazú, Alto Paraná y Canindeyú, llegaban a 3675, basándose en la cantidad de unidades económicas que hacen parte de la categoría "sin tierra y con menos de una hectárea", en el censo de 1981./40. De acuerdo con ese criterio los operadores de las explotaciones ligeramente mayores de una hectárea ya no serían campesinos sin tierra.

         La falta de precisión en la discusión sobre la cantidad de familias sin tierra a nivel nacional se proyecta, en estimaciones erráticas, que van desde 25.000/41. hasta 400 mil, pasando por cifras intermedias como 110.262, planteada por el Ministerio del Interior/42. En la discusión, el sector interesado en minimizar la cuestión, señala que una proporción importante de los considerados como demandantes de tierra son desocupados, y no agricultores, insinuando que la solución al problema consistiría no en la redistribución de los derechos sobre las tierras sino en la creación de empleos.

         La configuración referida plantea la necesidad de fijar criterios para estimar la magnitud del problema. En estas formulaciones asumimos que los campesinos sin tierra se definen a partir de la carencia de "un pedazo de terreno propio que le produzca lo necesario para vivir"/43; no cabe duda que carecen de tierra las familias de cultivadores, con residencia habitual en áreas rurales, que en el censo aparecen registrados como "sin tierra".

         Sin embargo existen otras categorías asimilables a aquella. Así, el legislador consideró que las parcelas familiares muy reducidas no permiten cubrir, con lo producido en ellas, el sustento de una familia campesina, estableciendo que los lotes agrícolas no podrán tener un área menor de 7 has. en las zonas rurales/44. Estas familias con tierra de muy reducido tamaño, también son, a nuestro juicio, demandantes actuales de tierras y suponemos que parcelas de 5 has o menos no pueden proporcionar un sustento razonable a una familia campesina./45.

         Las familias con explotaciones de calidad inadecuada para la producción agrícola tampoco pueden cubrir el sustento razonable de sus miembros, y en esa medida también son demandantes actuales de tierra. Se encuentran en situación similar las familias que acceden precariamente a parcelas ya sea tomándolas en préstamo temporalmente de parientes o en arriendo, y aquellas familias de asalariados permanentes que residen con sus empleadores.

         Del razonamiento apuntado se derivan los grupos de la población rural, que deben ser incorporados a la estimación de la cantidad de campesinos sin tierra.

         -- Unidades familiares campesinas registradas en el censo como "sin tierra".

         -- Unidades familiares campesinas que acceden a parcelas prestadas de parientes.

         -- Familias campesinas que producen en parcelas tomadas en arriendo.

         -- Unidades campesinas, cuyos jefes de familia son trabajadores asalariados permanentes en explotaciones situadas en el país y/o en regiones fronterizas, en países limítrofes.

         -- Familias campesinas con parcelas de muy reducido tamaño (menos de cinco hectáreas).

         -- Familias campesinas que acceden a parcelas con suelos no aptos para la producción agrícola.

         -- Familias campesinas afectadas por otros procesos de desarraigo.

 

         Aún cuando estas categorías no conforman, en todos los casos, subconjuntos mutuamente excluyentes, las mismas reflejan la carencia de tierra aplicable a la producción agrícola, de modo a cubrir el sustento familiar.

         En la estimación deberá incorporarse el crecimiento demográfico, que permanentemente aumenta la demanda de tierra, ya que no existen fuentes alternativas de ocupación -tanto en áreas rurales como en urbanas--; todo ejercicio de estimación de la población de campesinos sin tierra estará referida a un momento de tiempo, ya que la magnitud del fenómeno no permanece constante, sino más como función del transcurso del tiempo.

         El crecimiento demográfico entra en la estimación tanto de la demanda actual de tierra, como de la demanda potencial, considerando los jóvenes que en los próximos años constituirán familias.

         En relación al aumento de la demanda de parcelas familiares por parte de campesinos que carecen ele este recurso de producción, que resulta del crecimiento demográfico, debe tenerse en cuenta, que según proyecciones de la población, a fines del presente siglo la población total del país llegará a unos 5,4 millones de habitantes, con aproximadamente 560.000 familias campesinas con necesidad de tierra.

         La proyección de la población con necesidad de tierra, en los departamentos fronterizos considerados, requiere además la incorporación del ganancial poblacional esperado, que resulta del saldo entre la emigración y de la inmigración.

 

 

NOTAS

 

/1: En la discusión interesa tanto la naturaleza del campesinado    como categoría

social, así como la especificidad de la organización interna de la unidad económica campesina.

/2: Véase Dionisio Borda, “Qué Hace el Campesinado Dentro de una Economía Capitalista”, en Revista Paraguaya de Sociología,         N° 69. 1987.

/3: Véase, "Qué Hace el Campesinado"... citado.

/4: Véase, A. Schejtman "Economía Campesina: Lógica Interna Articulación y Persistencia", en Revista de la Cepal Nº 11,      Agosto de 1980.

/5: En relación a este punto debe tenerse en cuenta que el tipo de empresas rurales que predomina ocupa poca fuerza de trabajo, a diferencia, por ejemplo del caso chileno, en el cual las empresas que producen fruta ocupan importantes contingentes de trabajadores.

/6: Véase Luiz Razeto Migliaro, Economía Popular de Solidaridad, Área Pastoral Social de la Conferencia Episcopal de Chile, Santiago. 1986.

/7: La relación social de producción comporta así tres relaciones: de propiedad, técnicas, y de explotación. Sobre estepunto véase F. Cortés y O. Cuéllar "Lenin y Chayanov dos Enfoques no Contradictorios" en Nueva Antropología Vol. 9 N° 31. México. 1986.

/8: Ibíd.

/9: Véase Klaus Heynig, "Principales Enfoques sobre la Economía Campesina", en Revista de la CEPAL N° 16. Santiago. 1982.

/10: En la visión de los economistas neoclásicos la expansión del mercado transformará inevitablemente las formas preexistentes de organización de la producción. Sobre estos puntos véase el trabajo citado de Dionisio Borda.

/11: Véase Chayanov A. V., La Organización de la Unidad Económica  Campesina. Nueva Visión, Bs. As., 1974. Para una discusión         rigurosa de los planteos de este autor véase Fernando Cortés y Oscar Cuéllar. Op. cit.

/12: Véase Chayanov op. cit pp.51-52.

/13: Véase F. Cortés y O. Cuéllar op.cit.

/14: El volumen de la actividad económica se explica, en este enfoque, por la magnitud de las necesidades de la familia.

/15: Ibíd.

/16: De hecho Paraguay, conjuntamente con El Salvador y Guatemala, constituye uno de los países de América Latina con mayor proporción de su población activa dedicada a la producción agro-pecuaria. Véase Ramón Fogel, La Cuestión Agraria en el Paraguay. Fundación F. Naumann/CERI. Asunción. 1989.

/17; Véase Ramón Fogel, Las Transformaciones Ultimas que Afectan a las Familias Campesinas y los Desafíos a la Formación Profesional en la Experiencia del CERI. CERI, 1989. Mimeo.

/18: Véase La Cuestión Agraria en el Paraguay, p.87

/19: El Censo Agropecuario de 1981 registra 174.200 asalariadostemporales, en el sector primario. La PEA agropecuaria llegó        ese año a 602.100. Véase STP, Diagnóstico sobre la Situación y Evolución de la Fuerza de Trabajo y Empleo. Asunción. 1984. Véase también Las Transformaciones Ultimas..., citado.

/20: Véase Las Transformaciones Ultimas...., citado.

/21: Véase Augusto Fogel y Miguel Enciso, Sistemas ProductivosCampesinos del

Nordeste de Itapúa. (Mimeo). CERI. 1990.

/22: Los valores están expresados en Gs. corrientes de 1985. El    tipo de cambio, a Octubre de 1989 es de 1260 Gs. por dolar.       Véase Ibíd.

/23: Véase Las Transformaciones Ultimas, citado.

/24: Ibíd.

/25: Ibíd.

/26: Ibíd.

/27: Sobre este punto véase, La Cuestión Agraria..., citado. Véase también Las Transformaciones Ultimas..., también citado.

/28: Véase Las Transformaciones Ultimas..., citado.

/29: Ibíd.

/30: Ibíd.

/31: Ibíd.

/32: Así, entre los factores que desencadenaron la "revolución de 1904" se menciona el conflicto por la tierra, en Agaigó, Concepción.

/33: Véase Las Transformaciones Ultimas..., citado.

/34: La continuidad de la memoria colectiva de las luchas por acceder a la tierra contrasta con el debilitamiento de esa memoria sobre las formas de utilización de los recursos naturales. La historia oral, que trasmite ese conocimiento tradicional parece haberse interrumpido.

/35: Véase Las Transformaciones Ultimas…, citado.

/36: Sobre este punto véanse Luis Galeano, "Actores Sociales y Manifestaciones Culturales de Contestación", en Innovación Cultura y Actores Socio-Culturales. CLACSO. Buenos Aires. 1989; José Miguel Verdecchia, Algunas Consideraciones sobre las Condiciones de Éxito y Fracaso en Asociaciones Campesinas. CPES. Asunción 1989; y Tomás Palau, "Paraguay", en FAO (ed) La Participación Campesina. Santiago. 1988.

/37: Véase CEPAL, Desarrollo Agrícola y Participación..., citado.

/38: En este sentido téngase en cuenta que la legislación laboral no contempla la sindicalización de trabajadores rurales. Sobre este punto véase Tomás Palau, op. Cit.

/39: Véase Las Transformaciones Ultimas..., citado.

/40: Véase Heriberto Alegre, Un Problema social en el Paraguay.  Las ocupaciones de Tierra. Mimeo. Sin fecha, p. 139.

/41: Véase Ultima Hora, 15/11/1989 p.22

/42 Véase ABC, 1°/09/1989. p.9.

/43: Véase Estatuto Agrario de 1940. art.1º

/44: Véase art. 10 Ley 854/63

/45: Véase Radha Sinha, La Condición de Campesinos Sin Tierras: Un  Problema que se Agrava. FAO. Roma. 1984.

 

 

 

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