PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
MARICRUZ MÉNDEZ VALL

  MEMORIAS Y DESMEMORIAS DE EXILIO, 2007 - Por MARICRUZ MÉNDEZ VALL


MEMORIAS Y DESMEMORIAS DE EXILIO, 2007 - Por MARICRUZ MÉNDEZ VALL

MEMORIAS Y DESMEMORIAS DE EXILIO

Por MARICRUZ MÉNDEZ VALL

Intercontinental Editora,

Asunción-Paraguay, 2007

 

 

“Para un país de tan escasa memoria histórica un libro como el que presenta Maricruz Méndez Vall constituye un aporte valioso para develar los claroscuros de toda una época reciente y mal conocida, lo que genera muchos de los males presentes como la continuidad de la tortura por parte de los agentes del estado, la represión y criminalización de la lucha social y la ejecución impune de numerosos líderes campesinos cuyo único delito es reivindicar un pedazo de tierra para trabajarla. Es la herencia dejada por el Tiranosaurio, cuyos seguidores siguen reivindicando “la era de paz y progreso”, paz de los sepulcros y progreso para un pequeño círculo de privilegiados de una burguesía fraudulenta que sigue ejerciendo notable influencia para mantener un modelo violento de solución de los conflictos.-

El libro es también un tributo a la generosidad del pueblo uruguayo y a grandes referentes de su sociedad que tendieron su mano generosa a los exiliados paraguayos. Así como el pueblo argentino, una tercera patria de la autora, donde vivió su juventud, realizó sus estudios y plasmó el inicio de su lucha por la causa democratizadora en Paraguay.-

Y se cierra con el retorno a su patria de origen, a la que pudo volver tras la caída de la dictadura, iniciando lo que Mario Benedetti ha definido como el DESEXILIO, apostando a iniciar una nueva etapa de su vida con las dificultades que ello comporta”

ANTONIO V. PECCI.

 

***

 

“Maricruz … Sin ninguna clase de sonrojo reconozco que me ha emocionado hasta las lágrimas tu libro, más que tal a secas, un diario íntimo de momentos cumbres y de las más profundas hondonadas. Una confesión, hecha en público. Una cirugía emocional a “corazón abierto”. Un desnudo del alma y de los más íntimos pensamientos”

GUSTAVO BECKER M.

 

***

 

Algunos temas tratados: Los primeros años; Inicio del exilio de mi padre; traslado de la familia a Uruguay (1959); Exilio en la Argentina (1974), en la Argentina de Perón, El Operativo Cóndor en marcha: muertes, detenciones y nuevos exilios, La colectividad paraguaya y las actividades políticas, Reunificación familiar y política, El adiós a Epifanio Méndez Fleitas (22/11/85), En busca de las raíces; y Retorno al Paraguay sin Stroessner (1889/1990).-

 

 

AUSENCIA

 

(Maricruz, Buenos Aires, Octubre de 1977,

Apresamiento-desaparición de

Epifanio Méndez Fleitas

Y Epifanio Méndez Vall)

 

¿Dónde está la libertad, padre…?

¿temerosa acaso

En el apretado puño de tus ideales?

¿o es que el viento

lastima su rostro

en este crudo invierno

de calladas voces?

presiento tu angustia:

es el silencio, padre,

el terrible silencio

de las cárceles

porque hoy estás solo,

la libertad se esconde…

ya no juega a crecer

en las mágicas cuerdas

de tu guitarra roja,

ya no juega a soñar

que comparte su pan

en la tierra del Hombre

y es tarde,

y la sangre espera

por eso padre, ¡necesito encontrarla!

¿dónde está la libertad,

dónde…?

 

 

 

PRÓLOGO A DOS VOCES

UNA GRAMÁTICA DE LA MEMORIA


         Este libro es por una parte una memoria personal y a la vez política y por otra un ajuste de cuentas generacional. Un volcar todas las vivencias acumuladas durante casi cinco décadas, seleccionar las más trascendentes y buscar el tono para contarlas, como una melodía a veces llena de furia y a veces lánguida y calma.

Es escasa la literatura existente en nuestro país sobre el tema del exilio, un drama que afectó a más de medio millón de paraguayos y paraguayas a lo largo del siglo XX. Una enorme diáspora de la que poco se habla, producto de las más de 40 revoluciones, cuartelazos, asonadas y golpes palaciegos, que obligó a emprender el camino del exilio a familias enteras, o a dividir familias, una parte aquí, otra en Buenos Aires, Montevideo, Foz de Yguazu, Madrid, París, Frankfurt, Estocolmo, lugares que hasta tuvimos que aprender en el mapa para saber dónde habitaban nuestros compatriotas.

Y que hoy bajo el fenómeno del desempleo vemos repetirse el viacrucis de emigrar hacia países cada vez más lejanos, para encontrar las condiciones de vida dignas que en su país le son negadas.

Este itinerario vital constituye también para el lector un recorrido a través de cinco décadas de historia reciente que cruza la mitad del siglo XX, con una visión de cada uno de los países del Cono Sur, desde la personal óptica de la autora. Son años de breves gobiernos democráticos como los de Joao Goulart, Juan Perón, Eduardo Víctor Haedo y largas y violentas dictaduras como las de Alfredo Stroessner, Juan María Bordaberry, Jorge Rafael Videla, Ernesto Geisel y Augusto Pinochet.

Época en que rige a nivel continental la tétrica Doctrina de Seguridad Nacional impulsada en plena guerra fría por los Estados Unidos usando a los Ejércitos nacionales como mecanismo de contención de las luchas populares en América Latina.

Y que dio pie a la aparición de pactos clandestinos como el Plan Cóndor, gestado en los años 70 por iniciativa del régimen de Pinochet, con acuerdo de todas las dictaduras militares del Cono Sur para perseguir, reprimir y si fuere necesario, eliminar a los opositores. Lo que significó una nueva escalada de violencia para los miles de exiliados paraguayos que sufrieron detenciones, secuestros y crímenes, como fueron, entre muchos otros, los casos de Agustín Goiburú, Esther Ballestrino, Antonio Maidana, Federico Tatter, Fausto Carrillo, detenidos-desaparecidos. Y de compatriotas que pudieron sobrevivir a tan terrible experiencia como Epifanio Méndez Fleitas y su hijo Epifanio Méndez, secuestrados en Buenos Aires en 1977 y trasladados hasta la Provincia del Chaco para ser entregados a efectivos de seguridad paraguayos, operativo frustrado por la decidida intervención internacional. Experiencia que también sufrieron Gladys y Rodolfo Sannemann, Lidia y Sotero Franco, Domingo Rolón, así como cientos de víctimas, que afortunadamente pudieron sobrevivir y están entre nosotros para contarnos su experiencia, exigir la investigación de estos atropellos a los derechos humanos bajo la dictadura y que la Comisión de Verdad y Justicia obtenga a más de su informe, un compromiso de los poderes gubernamentales un "Nunca Más al Terrorismo de Estado".

Para un país de tan escasa memoria histórica, un libro como el que presenta Maricruz Méndez Vall constituye un aporte valioso para develar los claroscuros de toda una época reciente y mal conocida, lo que genera muchos de los males presentes como la continuidad de la tortura por parte de los agentes del estado, la represión y criminalización de la lucha social y la ejecución impune de numerosos líderes campesinos cuyo único delito es reivindicar un pedazo de tierra para trabajarla. Es la herencia dejada por el Tiranosaurio, cuyos seguidores siguen reivindicando "la era de paz y progreso", paz de los sepulcros y progreso para un pequeño círculo de privilegiados de una burguesía fraudulenta que sigue ejerciendo notable influencia para mantener un modelo violento de solución de los conflictos.

El libro es también un tributo a la generosidad del pueblo uruguayo y a grandes referentes de su sociedad que tendieron su mano generosa a los exiliados paraguayos. Así como al pueblo argentino, una tercera patria de la autora, donde vivió su juventud, realizó sus estudios y plasmó el inicio de su lucha por la causa democratizadora en Paraguay.

Y se cierra con el retorno a su patria de origen, a la que pudo volver tras la caída de la dictadura, iniciando lo que Mario Benedetti ha definido como el desexilio, apostando a iniciar una nueva etapa de su vida con las dificultades que ello comporta.

La intervención de otras voces están presentes también en el libro permitiendo diversas miradas confluyentes, lo que brinda una dosis de amenidad con datos, tonos y matices, que ayudan a desarrollar una genuina gramática de la memoria, de códigos y señales que nos invitan a reflexionar sobre qué país queremos y cuál es el rol que podemos jugar cada uno de nosotros. Aunque sea para no repetir los errores del pasado, apostando a construir una sociedad más tolerante, pluralista y respetuosa de los derechos de los demás.


Antonio V. Pecci



PARA EL LIBRO DE MARICRUZ


Mi homenaje y amoroso recuerdo a mis padres, Dr. Diosmel Becker Gutiérrez y María Ester Martínez Caballero, dos seres ejemplares.

Asunción, Julio de 2007.


Asunción, 13:30 horas. Una siesta tórrida de verano. Un chalet sobre la calle Cerro Corá entre Perú y Santa Fe (hoy Cnel. Irrazábal), del barrio Ciudad Nueva. Un hombre joven, alto, rubio, de ojos celestes, vestido con impecable traje del color de sus ojos, golpeando las manos en el portón, para llamar la atención de los moradores de la casa. Un pequeño de corta edad, su hijo, parado a su lado, tomado de la mano. Una puerta que se abre y la empleada de la casa que, al salir, reconoce de inmediato al visitante y dice: "Un segundito, doctor, que ya le aviso enseguida". Transcurren algunos minutos, mientras padre e hijo disfrutan el sol del amable verano subtropical, hasta que la puerta empieza a abrirse de nuevo. Hombre y niño se acercan. Parado en el espacio, ahora apenas entreabierto, de la puerta de entrada, enfundado en saco y pantalón pijamas de seda, de color beige, un señor canoso, alto, con anteojos, a quien el niño veía con suma frecuencia, casi diariamente, en reuniones y visitas en su propia casa y en la casa de sus abuelos, enfrente de la suya, y sabía que era compadre de su abuela y alguien muy apreciado y respetado en la familia. El visitante le estrecha la mano y le extiende unos papeles al tiempo que le dice: "Buenas tardes, Dr. Estigarribia. Disculpe que tenga que molestarlo ya en su hora de descanso, pero usted sabe que la cuestión es urgente. Esta es la nota de la cual hablamos". El hombre mayor, a diferencia de ocasiones anteriores, no invita a pasar ni a sentarse ni ofrece un vaso de agua fresca o un tereré o una limonada. Simplemente, toma los papeles, los mira apenas por encima y se los devuelve al visitante diciendo: "Iporá ningo Diosmel, pero che nda firma mo'ai. Che'ngo aimé penendivé, chamigo, pero che tujáma'ngo, ha ndahasevéima la exiliope" ("Está muy bien, Diosmel, pero yo no voy a firmarla. Ciertamente, yo estoy con ustedes mi amigo, pero ya estoy viejo y no quiero volver a un exilio")...

De nada sirvieron los esfuerzos argumentales del visitante ("la crisis del país...", "la situación del partido...", "la conducta del General..."). La decisión y actitud del dueño de casa no cambiaron. Sobrevino, pues, otro corto apretón de manos y una breve despedida del visitante, con la frase: "Será una verdadera lástima si al menos no apoya este pedido en la reunión de la Junta".

Ese fue el cuadro. Esa fue la escena. Esas fueron las palabras utilizadas en el breve diálogo. Mi padre me abrió la puerta del auto, me ayudó a subir y él dio la vuelta y se sentó detrás del volante, para continuar el viaje hasta nuestra casa. Son curiosos los recovecos de la memoria. Siempre retuve este episodio de mi vida, esta anécdota, de una manera particular, por varias (algunas desconocidas) razones. En verdad, prácticamente nada de lo que se habló en esa ocasión me resultaba desconocido en términos de vocabulario. Lo escuchaba diariamente en las innúmeras conversaciones de las innúmeras reuniones y encuentros que se producían cotidianamente en mi entorno familiar, doméstico. Aunque con certeza no las comprendía todas, las palabras, digo, no me resultaban extrañas. Salvo una, que era absolutamente nueva para mí: "exilio". Mi insaciable curiosidad infantil me obligó a preguntar, entonces: "Qué es "exilio", papá?". Y la respuesta no se hizo esperar: "Era un castigo bárbaro que se aplicaba en la antigüedad a la gente mala, mi hijo, a los criminales".

Ni mis más delirantes fantasías infantiles podían permitirme imaginar, entonces, lo cerca que estaba de conocerlo en carne propia...

La historia posterior es conocida: la Nota de los 17, su aprobación por la Junta de Gobierno, el (corto) levantamiento del Estado de Sitio por presión de la autoridad del Partido, la manifestación y apaleamiento de los estudiantes en la Plaza Italia, el pronunciamiento claro y valiente, expresado mediante votación reiterada de una mayoría de la Cámara de Representantes esa misma noche, en sesión extraordinaria, exigiendo rendición de cuentas y responsabilidades a las autoridades nacionales (Jefe de Policía, Ministro del Interior y, claramente, al propio General Presidente), el apresamiento de los Diputados -entre ellos, mi padre que propusieron, apoyaron y votaron esa Resolución, el posterior Decreto de Stroessner disponiendo la disolución del Parlamento -antedatado, ya que trató de no sumar como agravante de esa dictatorial medida, la violación de los fueros parlamentarios, intentando salvar la cara frente a la comunidad internacional-, los días de apresamiento en el Departamento de Investigaciones, el confinamiento en Villa Ygatimí, la fuga durante el traslado al destino final, Ypehu, el cruce de la selva y la cordillera, la llegada a la frontera brasileña, el traslado "a dedo" hasta Río de Janeiro donde fue junto con otros compañeros de causa- recibido y amparado por buenos amigos políticos brasileros, todos alarmados ante los acontecimientos desatados en Paraguay, y desde allí, la larga peregrinación que llegó primero hasta Ponta Pora (primer reencuentro con mi madre), luego Montevideo, Buenos Aires, Corrientes, Formosa, Clorinda ... acá, en la frontera, a un paso del terruño, aumentando el sufrimiento porque se lo podía "ver pero no tocar".

En diciembre de ese año, fuimos para Argentina con toda mi familia (nada grande, apenas mi madre y mi pequeña hermana, Carmen). El Hotel Buenos Aires, hoy desaparecido, acogió a casi todos los paraguayos recién llegados, bajo la mirada cariñosa, la actitud servicial y la cordialidad permanente que nos dispensaba a todos su propietaria, Doña Melina. Tengo también grabados en la memoria el aroma y el sabor de los desayunos, elaborados en cada una de nuestras respectivas habitaciones en base a café soluble y leche condensada, con un calentadorcito a alcohol. Me parece estar viendo las largas tertulias bajo una suerte de "corredor jere" que tenía el hotel, protagonizadas por los flamantes exiliados.

Y, aparte pero muy cerca y siempre prontas a intervenir en la otra, la ronda de señoras (mi madre María Ester, Pochó de Zacarías, Kika de Lovera, Perla de Boettner, Carmen de Chaves, Betty de Becker, Panchita de Valiente,... tantas!), intercambiando opiniones tanto políticas como domésticas, tanto alabanzas a los respectivos hijos... como fingidas quejas de nuestras interminables travesuras infantiles. Y, claro, ideas acerca de cómo "estirar", "hacer rendir" los apretados presupuestos.

El exilio... y el diccionario que no alcanza. El de la Real Academia nos dice:

Exilio. (Del lat. Exil-um).

1. m. Separación de una persona de la tierra en que vive.

2. m. Expatriación, generalmente por motivos políticos.

Esto es verdad, pero frío. Técnico, pero desalmado.

En algún momento, claro, volví a preguntarle a mi padre sobre lo que ya conté que me había dicho que era el exilio. "Papá, ahora que estamos exiliados, quiere decir que somos gente mala? Somos crimina les?". En el fuerte abrazo que me dio, escuché su voz quebrada respondiendo: "No, papito. Nosotros no somos gente mala. La gente mala es la que nos está haciendo esto. A veces, eso también pasa. Pero todo se va a arreglar, pronto".

Maricruz, sin quererlo porque está hablando de otras cosas, hace una estupenda definición, en una sola frase: "aquellos seres que padecen, sin despojarse nunca de la esperanza".

El exilio. La vida que sigue... el regreso que no llega.

Las cortas visitas a Paraguay de la mano de nuestras madres ("para pagar los impuestos", "para arreglar -o alquilar- la casa", "para llevar algunas cosas"...) no estaban jamás exentas de enfrentamientos verbales y tironeos con la policía política del régimen. En esto, recuerdo muy especialmente a mi madre, "campeona" en reducirlos verbalmente a polvo en cada puesto fronterizo donde alguno de aquellos miserables y, a la vez, pobres infelices ("orden superior. Tenemos que cumplir, señora"), osara siquiera algo diferente que dejarla pasar, para entrar o salir del país. En tales ocasiones, no pocas veces comenzaba haciéndoles conocer su condición de nieta de Bernardino Caballero, y a partir de ahí, para indicarles que ellos y su gobierno no solamente no eran colorados sino que eran la vergüenza de los auténticos colorados, además de opresores de todo el

Pueblo paraguayo, y amén de ladrones, contrabandistas, torturadores y asesinos. ¡Ahí les va! Nunca, nadie, luego de este discurso (mucho más extenso que lo que relato acá) hizo algo diferente que devolvernos presurosos nuestros documentos de identidad y dejarnos pasar. A nosotros, y a las otras señoras amigas que casi siempre se acompañaban, para una - bastante ingenua-"mayor seguridad" de todas. .. Aunque algunas veces, la precaución se reveló útil.

Y se seguía el viaje. A veces, de salida, embarcados en algún antiguo paquebote al menos hasta Formosa (recuerdo uno, el "Bruselas”...). Otras, en el viejo "hidro". Otras, las más, en alguna canoa zarpando desde la Playa Montevideo con rumbo a Puerto Elsa (hoy Nanawa), cruzando el río con aguas mansas o con ventarrones, disfrutando el viaje con infantil .y absoluta inconsciencia del peligro, y continuando luego en "carrito" hasta la temblequeante pasarela que unía las fronteras ...

El exilio. La vida que sigue... el regreso que no llega.

Algunas Navidades o Años Nuevos en lo de Martín Valiente Gómez (tenía una casa junto a un brazo del río, con un patio grande, donde podíamos caber todos). Los brindis, invariablemente, eran por el pronto regreso a la Patria, al Hogar: "¡el próximo ya será en Paraguay!" decíamos, todos, con inocente convicción, en esas inolvidables ocasiones que compartíamos con Don José Zacarías Arza, Luis Oscar Boettner, Mario Mallorquín (me enseñó a jugar ajedrez), Waldino Ramón Lovera, Osvaldo Chaves, mi tío Ramón Becker Giménez, Pedro A. Caballero, Evaristo Méndez Paiva, Fulgencio Aldana, Bernardo García ... En otros momentos con mi tío Cancio Ayala Cantero, Julio César Kolberg, Virgilio Cataldi, Miguel Ángel González Casabianca, Eladio Montanía, Faustino Centurión, "Nenito" Ortiz, Rubén Duarte, Víctor Ortigoza, Nelson Silvera, Andrés Gómez Galeano, Martín Venialgo, Abelardo Cárdenas, Jesús Villamayor, Miguel Ángel Aquino, Guido Arce Bazán, Raimundo Domínguez ...

Muchos de ellos, entre los cuales mi propio padre, no han tenido ya la fortuna de ver la partida del Dictador. Pero a veces me consuelo pensando que tampoco han debido padecer la frustración de ver seguir, hasta hoy, tantos de los métodos y las peores prácticas de la dictadura. De hecho, es posible que hubieran muerto igual, sin haber alcanzado el sueño del Paraguay auténticamente libre y democrático que aspiraban ayudar a construir, y por el cual sacrificaron sus carreras, sus futuros y hasta sus vidas.

Pues bien, mi memoria infantil parece agotarse en aquellos nombres para aquellos momentos, pero soy consciente de que eran muchos más y que estoy, con certeza, en mi involuntaria omisión, cometiendo una horrible injusticia con ellos, pero sobre todo con la historia, con la historia del exilio, con la historia del exilio colorado, con la historia de la dignidad republicana. Sólo tengo como débil excusa que la diáspora sobreviniente a lo largo de tantos años los alejó de mí y de las memorias de mi infancia. Pero todos ellos son, hoy, también parte de mi historia, de muchos de los más hermosos, valiosos y ricos momentos de mi vida. Y de mis propias "desmemorias", como nos dice Maricruz.

Maricruz, mirá lo que me estás haciendo... Sin ninguna clase de sonrojo reconozco que me ha emocionado hasta las lágrimas tu libro, más que tal a secas, un diario íntimo de momentos cumbres y de las más profundas hondonadas. Una confesión, hecha en público. Una cirugía emocional "a corazón abierto". Un desnudo del alma y de los más íntimos pensamientos.

Tanto me ha llegado que, al pretender escribir la Presentación que me pediste, lo que está saliendo es esto... otro desnudo del alma, otro parto de recuerdos. ¡Cualquier cosa, menos lo que "se estila"! Te pido a vos y a todos mil disculpas. ¿Pero sabes qué? Lo voy a dejar así mismo, tal cual está. Porque siento que, tal vez, de este modo estoy siendo más fiel a tu pedido, o mejor dicho, a tu intención más recóndita, aportando algunas de mis propias memorias y pensamientos, para subrayar, ratificar y resaltar los tuyos.

De la mano de tu sentida obra e inspirado por ella, al correr del teclado he podido revivir situaciones y momentos que hace mucho, mucho tiempo estaban hundidos en lo que alguna vez ya he dicho, esos surcos que nos deja la vida y que llamamos recuerdos.

Y seguramente vale esta ocasión también para expresar acá, una vez más, un reconocimiento especial y una gratitud enorme hacia aquellos pueblos que, a lo largo de toda la historia, a pesar y más allá de dictaduras militares, a pesar y más allá de cualquier "operación Cóndor", han abierto siempre sus brazos fraternales y extendido sus manos generosas para amparar al exilio paraguayo (político y económico), que continúa hasta hoy. En mi caso, vaya la expresión de mis más caros sentimientos hacia la República Argentina, que aprendí a querer como mi segunda patria.

Maricruz, mi querida amiga, mi hermana, mira vos todo lo que es capaz de generar tu libro, para mí y para, estoy seguro, cada persona mínimamente sensible que pueda tener la ocasión de disfrutarlo.

Te felicito, Maricruz. Pero, al mismo tiempo, te agradezco infinitamente por haberme dado la oportunidad de revivir memorias comunes, y con ellas, rescatar muchos de los momentos más significativos de mi propia vida. Sé que así será, también, para otros muchos miles.


Gustavo Becker M.


 

A MODO DE INTRODUCCIÓN


Un escritor argentino decía en la radio días atrás: "Lo que más cuesta es escribir sobre la propia casa: la infancia". Refiriéndose a un libro suyo en donde lo autobiográfico está presente, y que le llevó tres años concluir.

Me pregunto si en el caso mío, en el cual el relato trasciende la infancia, será doblemente trabajoso. Y aunque así fuera, contar pasajes de mis vivencias en el exilio es un desafío personal, convencida de que la historia de la familia a la que pertenezco se entreteje con una etapa de la historia política y social de mi país. Una etapa de treinta y cinco años de un solo presidente: Alfredo Stroessner.

Estos pasajes fueron plasmándose en hojas sueltas, borradores o publicaciones puntuales, a lo largo de varios años, al vuelo de los deseos, con posterioridad a la caída de Stroessner ya en Asunción. Quizá por eso convivan niveles de lenguaje diferentes, escenas, tiempos y espacios superpuestos, en una espiral de emociones encontradas. Al fin y al cabo, así fue la vida nuestra.

Aunque sí creo saber dónde se inicia el círculo de la palabra escrita. Es con el testimonio mío, en el año 1989, para el libro publicado por Olga Caballero, "Por orden superior". Y se cierra en noviembre del 2006, cuando mi madre, de 83 años, mi hermano Prudencio y yo decidimos transitar nuevamente nuestra historia de vida y testimoniar ante la Comisión de Verdad y Justicia, en Asunción, como un aporte a la memoria colectiva. En ese lugar, parada ante la galería de fotos de los desaparecidos, los torturados, tuve la certeza y el coraje de poner en marcha este libro. Como un ejemplo de lo vivido por las familias, hijos, hijas, parientes cercanos, amistades, cuando se trataba de persecución política.

Para hacer realidad el libro me he refugiado un par de meses en Buenos Aires, en la casa de Estela Cattoni. Quienes no la conocieron en vida, podrán hacerlo a lo largo de las siguientes páginas. Tal vez así comprendan las razones de la elección de mi refugio, afortunadamente esta vez sin las connotaciones negativas y dolorosas de los refugios-exilios, hábitos perversos de épocas pasadas.

A pesar de mi voluntad -y dando rienda suelta a la memoria-tomé conciencia de la desmemoria: una no recuerda siempre lo que quiere, sino lo que puede y desde donde puede. He respetado las decisiones del corazón y del olvido. No todo es narrable, hasta para una misma. Por eso, en ciertos casos, he recurrido a otras voces de la casa. Para que me ayuden en el entramado familiar de vivencias personales y compartidas, a lidiar con las emociones y los recuerdos, volcados al papel.

Hecha la salvedad, intentaré introducirme-introducirles en mis vivencias, eligiendo como inicio del ovillo, en la primera mirada, algunos pasajes textuales de mi testimonio en el libro de Olga Caballero, año 1989. Punto de inflexión en mi vida y en el Paraguay. Enriquecido, al mismo tiempo, con un contrapunto íntimo once años después, en el 2000, sumando hoy el aporte de mis hermanos. La segunda mirada, posterior, más distante de los hechos, contiene pinceladas de mis primeros años de vida, del exilio familiar en Montevideo y en Buenos Aires. En la tercera mirada rescato impresiones y reflexiones del Paraguay postdictadura, en mi condición de "retornada". En esa singularidad que ayer me desafió tanto como hoy me enorgullece: ser hija de Epifanio y Fredes. Perseguidos implacablemente durante treinta y cuatro años por la dictadura stronista.


Buenos Aires, Febrero/Marzo/2007



PRIMERA MIRADA


PASAJES DEL LIBRO "POR ORDEN SUPERIOR"(1989)

EN CONTRAPUNTO PERSONAL (2000)


Cuando en 1989, ya en el país, Olga Caballero me propone ser parte de un libro con historias de mujeres que habían sido perseguidas por la dictadura, pensé de inmediato que ella había confundido a su interlocutora, queriendo dirigirse en verdad a mi madre y no a mí. Ante mi duda, me respondió que su interés pasaba por mis vivencias, como hija del exilio. Hasta ese entonces no se me hubiera ocurrido que las historias de vida de los hijos de los exiliados pudieran ser interesantes. Después del asombro, acepté complacida. Tampoco imaginé en ese momento el costo emocional que me significaría contar mi historia, rememorar pasajes de mi vida, algunos de ellos muy dolorosos. Sin embargo, reconozco que poder decírselo a alguien, a modo de confesión, pausadamente, en un relato de palabras entrecortadas o mal hiladas quizá, cargadas vaya a saber con cuántas significaciones, me produjo un sanador alivio. Años más tarde, con el permiso de Olga, decidí transcribir parte de ese testimonio, como reconocimiento al trabajo realizado por ella, librándome de alguna manera de volver a pasar por las mismas anécdotas desde la escritura y fundamentalmente desde las emociones. A pesar de los recaudos, se hizo difícil leer sin involucrarme otra vez. Tomé un lápiz y fui marcando determinadas frases, las que me resonaron con más fuerza son las presentes. También sentí la necesidad, a más distancia, de repensar mi historia, hilvanando nuevos pensamientos. Y seguir buceando en lo que empezó a ser contado en el año en el que retornaba a mi país, al fin del un largo y todavía incomprensible exilio.


LOS PRIMEROS AÑOS


"Mi niñez fue sinónimo de despedidas y encuentros. Estas son imágenes de un ir y venir. De no estabilidad. De dispersión total de la familia...".

Así comenzó mi relato, en forma desordenada brotaban los recuerdos y las emociones.

"Nuestra casa en el exilio fue siempre una casa de paraguayos. Los sábados y domingos era un verdadero tumulto, tanto era así que mi mamá nos tenía que sacar de la casa, nos llevaba a los niños al parque".

Mientras sigo leyendo, pienso en la fuerte presencia de mi madre en nuestras vidas, especialmente en la primera infancia, en el Uruguay. Tal vez antes no lo veía así y le atribuía toda la fortaleza a mi padre.

"La primera etapa del exilio fue bastante difícil. Nosotros, mis hermanos y yo, sentíamos que los conflictos que nuestros padres tenían eran consecuencia del exilio. Cuando pequeños, percibíamos las cosas pero no teníamos conciencia real del significado. Allí mi madre intervino como un pilar muy fuerte, a pesar de que ella es chiquita y aparentemente frágil, se la ve muy débil, sin embargo, ella tiene la fortaleza para mantener la unidad y la salud mental de todos nosotros. Mi madre era la realidad concreta. Nos llevaba al colegio, nos ubicaba en un territorio, porque mi padre siempre, hasta la muerte, vivió en Paraguay. Gracias a mi madre no sólo nosotros nos educamos, sino que también mi padre pudo producir toda esa cantidad de material bibliográfico que nos legara".

Todavía me veo niña, mis amiguitas por lo general iban los domingos a la casa de sus abuelos. Mis domingos eran distintos.

"Un niño empieza a ser antiestronista cuando no entiende la injusticia. Desde niños nosotros éramos antiestronistas. El niño se hace antiestronista cuando sufre. Yo, por ejemplo, quería ver a mis abuelos. Todos los niños tenían abuelos, yo los tenía, pero no los podía ver y sufría, entonces mi madre nos contaba de ellos...".

Pienso que estos hechos han dejado huellas profundas en mi identidad, a pesar de la calidez encontrada en el pueblo uruguayo.


EL URUGUAY Y LOS MILITARES


"Después, cuando en los años 71, 72 y 73 vinieron los militares al Uruguay, las cosas empezaron a cambiar. Yo tenía 17 años cuando representantes del Ejército uruguayo empezaron a visitar a mi padre. Era la primera vez que a nosotros nos ocurría algo así. En varias oportunidades revisaron los libros que tenía mi padre. Venían a la casa y mantenían largas conversaciones con mi padre. Una vez estuve de campamento por una semana y, al volver, me enteré de que mi padre había estado preso tres días. Esos fueron los primeros golpes que directamente recibí. No entendía lo que pasaba porque nosotros estábamos acostumbrados a la seguridad que da un régimen democrático... En ese momento en la Argentina se hablaba ya de la vuelta de Perón, eso creaba mucha expectativa, mucha esperanza.

Vertiginosos fueron esos años. Apresamientos, desapariciones o salidas forzadas del Uruguay. Mis hermanos, mi padre, finalmente mi madre y yo, rumbo a Buenos Aires.

"Yo tenía 18 años, estaba estudiando Derecho, estaba de novia y además amaba al Uruguay y sigo amándolo, porque los mejores recuerdos los tengo de ese país...".

Nunca voy a olvidar de cuánto me costó dejar Montevideo. Fue mi primer exilio consciente.


TRASLADO A LA ARGENTINA


"Llegué a Buenos Aires y experimenté un tremendo cambio. Allí era un hormiguero de paraguayos, no era como Montevideo, donde los paraguayos iban y volvían. En las "villas miseria" vivía cualquier cantidad de paraguayos".

Buenos Aires se presentaba por un lado inhóspita, como gran ciudad, pero por otro acogedora, con esa colectividad paraguaya tan impresionante. Las persecuciones, sin embargo, no se hicieron esperar apenas fallecido el Gral. Juan Domingo Perón.

"La falta de documentos fue otra forma de persecución. En el Uruguay, que es un país muy liberal, podíamos estudiar y trabajar sin documentos; en cambio, al llegar a la Argentina lo primero que tuvimos que hacer es tratar de conseguir documentos. En el consulado paraguayo nos negaron (el cónsul de aquella época era Barchini). Necesitábamos el certificado de Buena Conducta para conseguir residencia en la Argentina... Tuve que dejar mi carrera de Derecho porque no obtuve mis documentos definitivos hasta 1978".

No miento cuando digo que Montevideo conserva mi exilio de niña adolescente, y Buenos Aires mi exilio de joven-adulta.

"Mi visión de niña del Paraguay eran mis padres, sus amigos. Siempre mi familia estuvo ligada al Paraguay y a nuestro país lo vivíamos en forma cotidiana. Cuando tenía 18 años decidí afiliarme al Partido Colorado, de allí parte mi visión de adulta. Empecé a trabajar en el Movimiento Popular Colorado (Mopoco), del que formábamos parte todos los colorados del exilio; los que salieron en 1955, llamados "epifanistas"; el grupo de los huelguistas del 58 y los firmantes de la nota de los 17 (ver glosario político). Trabajamos todos juntos hasta que en el 73 se escinden la ANRER (Asociación Nacional Republicana en el Exilio y la Resistencia) que lideran mi padre y Osvaldo Chaves, por un lado, y por el otro el MOPOCO (Movimiento Popular Colorado), donde están Waldino Lovera, Miguel Ángel González Casabianca, Mario Mallorquín y muchos más. En ese momento nosotros formamos la Juventud Colorada de la ANRER, desde donde comenzarnos a trabajar en las "villas miseria". Mi visión de adulta del exilio comenzó cuando empecé a trabajar con los paraguayos marginados en las villas".

Todavía me pregunto cómo pudieron transcurrir tantos años con la misma esperanza de retorno, como si 10, 20 ó 30 años sin volver a la patria, sin ver a los seres queridos, se convirtieran en una situación "tolerable" para los exiliados y "normal" para la sociedad paraguaya en general. "Mis padres y tantos paraguayos exiliados vivían constantemente en el mundo del Paraguay. Mi padre vivía pensando en el Paraguay y cada Navidad tenía que ver con sus sueños de volver. Decía: "La próxima Navidad va a ser en Paraguay". Esa era una frase muy clásica entre los exiliados, tal vez eso ayudaba a vivir".

A la distancia siento que frases mágicas cómo ésta ayudaba a sobrellevar nuestra existencia y alivianar situaciones que nos hacían tambalear. Como cuando a mi padre no se le permitió asistir a su madre en el lecho de muerte. Tampoco pudo hacerlo mi madre con su padre.

Sigo hojeando mi testimonio, como si estuviera mirando mi propia película.

"Para mí, en ese momento el exilio seguía siendo rana película, la miraba, pero todavía no sentía porque yo estaba muy cómoda en Montevideo, y además el Uruguay, como decía mi padre: "Era la más bella obra civilizatoria de cuantas me cupo contemplar en la vida: país libre, hombres y mujeres sin prejuicios clasistas, racistas ni maniqueístas, política de protección social de pies a cabeza; cultura profundamente cristiana y humanista-liberal; régimen de seguridad pública ilimitada para todos... ". En ese ambiente yo me desenvolvía y a mí directamente aún no me había tocado el lado horrible del exilio. Vivíamos sin documentos, podíamos trabajar, estudiábamos en un ambiente muy hospitalario".


REENCONTRANDO LA IDENTIDAD


"Yo empiezo a protagonizar la película cuando llegamos a Buenos Aires. Primero el hecho de dejar Montevideo en forma obligada, la tremenda realidad de los compatriotas en las "villas miseria, tengo que dejar la carrera de Derecho, no conseguimos documentos. El mundo de libertad que conocía se desmorona. Entro en la película y comienzan los porqués". Ese fue el momento en que tomé conciencia de la necesidad de reencontrar mi identidad, mis raíces.

"La pregunta de: quiénes éramos nosotros, de dónde éramos, por qué éramos perseguidos, por qué no podíamos ser adolescentes normales como cualquier otro. Por qué la Policía tenía que estar constantemente en nuestra casa...

Tantas preguntas sin respuestas me invadían, mientras sucedían los acontecimientos. Poco duró el tiempo de tranquilidad en la Argentina, las persecuciones no tuvieron tregua ni fronteras.


MÁS PERSECUCIONES POLÍTICAS


"Nosotros pasamos momentos muy difíciles cuando, ya en la Argentina, comenzaba la época de las persecuciones políticas. Después de morir Perón (1.7.74) comenzamos a sentir con intensidad la represión en la Argentina, era la época de la Triple A. Mi padre estuvo varias veces detenido. Mi hermano Juan Bernardino y dirigentes paraguayos en el exilio: Cancio Ayala Cantero, Alcibíades Fernández, Victorino Velázquez y Eladio Zotelo, durante el gobierno de Isabelita estuvieron detenidos cien días, bajo las órdenes del Poder Ejecutivo Nacional, en Villa Devoto. Al no tener ellos proceso, al estar a merced de ellos, la única opción que les quedaba era irse del país. Mi padre hizo numerosas gestiones hasta que obtuvo la orden de libertad".

En Villa Devoto, en la misma época de detención de los cinco mencionados, otros políticos de la región corrían la misma suerte, como el ex senador uruguayo Enrique Erro.

Por otra parte, a la par de la lucha política, se construían los afectos. En el patio de la cárcel, en las visitas a los presos políticos, mi hermano Juan Bernardino conoce a una joven que visitaba a su hermano, también detenido. Ella será su compañera por varios años y madre de su hija María Eva.

Luego, el 21 de julio del 74 fue el atraco a la Convención de la Juventud Colorada en Buenos Aires por la Policía argentina, en connivencia con la paraguaya. De los más de 200 convencionales, 53 fueron a parar durante once días (salvo los menores detenidos en el procedimiento) a la cárcel de Villa Devoto. Los demás se salvaron porque el operativo se realizó al mediodía, durante un cuarto intermedio para el almuerzo.

Estaba en marcha la Alianza Anticomunista Argentina, la Triple A, liderada por José López Rega, ala derechista del peronismo. Coexistiendo al mismo tiempo grupos guerrilleros en una Argentina de gran movilización social. Eran los prolegómenos del golpe militar de marzo del 76.

"Presentíamos que con ese ambiente en la Argentina todo iba a ser difícil. Efectivamente, siguieron los apresamientos. Yo los contaba y era uno por año. En 1977, mi hermano Epifanio, que estudiaba periodismo, al salir de la Facultad pasó por el Hotel Nogaró, donde justamente estaba alojado un alto jefe militar paraguayo. Venía con un compañero. Éste tuvo un entredicho con el policía de tránsito y les tomaron los datos personales. Al día siguiente cayó la Policía a mi casa. Claro, como mi hermano también se llama Epifanio, vinieron a buscarlo. Mi padre lo acompañó. Nosotros decíamos para qué. Pero mi padre veía más allá. Ya estábamos en la Argentina de los secuestros y las desapariciones y lo que en ese momento salvó a mi hermano fue que mi padre lo acompañara. Los apresaron a los dos, pero como mi padre era un político conocido era muy difícil que desapareciera así nomás. Estuvieron en una comisaría, después desaparecieron, no supimos más nada de ellos.

Mi hermana Teresa, que vive en los Estados Unidos, en ese momento era profesora en la Universidad de Standford, California, hizo las denuncias que sirvieron para que no los cruzaran al Paraguay, porque ellos estaban en el Chaco, a punto de ser entregados a la Policía paraguaya. Ser cruzado a Paraguay en esos años significaba que ya no iban a volver, porque ese fue el año de la desaparición del Dr. Agustín Goiburú".

Recuerdo que mi hermano no estaba en casa cuando vino la Policía a buscarlo. Mi padre decide acompañarlo a la Comisaría 2a, allí quedaron. Estuvieron exactamente del 7.10.77 al 13.11.77 detenidos-desaparecidos. Recién ahora tomo conciencia de las veces que utilicé la palabra "desaparecidos". Cómo pudo volverse cotidiano lo siniestro, cómo pudimos convivir con el horror sin ahogarnos en él. Aún no me lo explico.

"La época de las desapariciones en la Argentina nosotros la vivíamos muy intensamente. Mi padre estaba preso y entonces le tocó a mi hermano Juan Bernardino y a otros jóvenes colorados ocupar el lugar de mi padre y hacer las gestiones... Esto era un ir y venir y mi madre y nosotros nos dividíamos. Algunos íbamos a la prensa, otros a ver a las autoridades, tratando de llegar a las más altas jerarquías para saber por lo menos dónde estaban.

Fue muy dramático cuando presentamos hábeas corpus y cuando mi hermano y yo fuimos informados que Epifanio Méndez Fleitas y Epifanio Méndez Vall pertenecían al ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo, movimiento armado argentino). Salimos de allí totalmente desmoronados, con la certeza de que nadie nos iba a ayudar. Tal acusación haría que nadie pudiera hacer nada por nosotros".

De esa tormenta salimos. Por suerte para nosotros, en el año 1977 Amnistía Internacional ganó el Premio Nobel de la Paz y, coincidentemente, el nombre de mi padre fue adoptado por la organización. Eso significó que, luego de comprobar la falsedad de las acusaciones, se solicitó y se reclamó por él internacionalmente ante las autoridades pertinentes. Mientras tanto, nuestras vidas continuaban.


LOS AFECTOS Y LA NUEVA DISPERSIÓN FAMILIAR


"En 1978 me casé en Buenos Aires con un paraguayo, Alejandro. Lo conocí cuando mi padre, junto con un grupo importante de músicos, entre ellos Oscar Escobar y mi hermano Juan Bernardino, grababan un disco con temas del viejo conjunto San Solano (1977). Necesitaban un bajo para cierto tema y allí apareció Alejandro... ".

Y con él llegaron nuestras dos hijas: Anahí e Inés. Ellos fueron mi cable a tierra y sostén afectivo en esos años.

"... A partir de 1978 sufrimos una gran dispersión familiar. El primero que sufre el exilio yo-á (exilio doble) es mi padre. Expulsado de la Argentina, sin documentos, él decide dejar el país después de haber sido apresado. Francia, Suecia y Estados Unidos le ofrecen asilo político. Por razones familiares decide ir a Estados Unidos, donde estaba residiendo mi hermana.

A los pocos meses, mi hermano Juan Bernardino, también sin documentos, se exilió en Suecia durante seis años. Luego Prudencio, que opta por ir a Estados Unidos, donde también-permanece por seis años.

Mi hermano José también decide dejar la Argentina antes de que lo expulsaran. Fue a México... Mi madre fue a Estados Unidos con mi padre. Quedamos en la Argentina: yo, que ya estaba casada, y mi hermano Epifanio. Esa fue la gran dispersión de mi familia y el hecho más doloroso, porque cada uno de nosotros tuvo que vivir en un país diferente. Además, éramos conscientes de que la separación iba a ser por mucho tiempo".





EL MUNDIAL DE FÚTBOL DE 1978


En el año 78 fue el Mundial de Fútbol en la Argentina. El gobierno militar había hecho una campaña publicitaria con afiches que pregonaban: "Los argentinos somos derechos y humanos". Otros, con la figura de una enfermera: "El silencio es salud".

Rememoro el año 1978 como un año emblemático, era el inicio de una nueva etapa personal para mí, formar mi propia familia. Pero también el inicio de la dispersión de mi familia de origen. Ese año lloré cada partida.

En carne propia supimos lo que significaban la Doctrina de la Seguridad Nacional y el llamado Operativo Cóndor. Mis hermanos Juan Bernardino y Prudencio tenían orden de expulsión del país. A Juan Bernardino, a pesar de haber obtenido la radicación temporaria en la época del presidente Cámpora, le reeditan, en el año 1977, una orden de expulsión "pendiente" del año 72, bajo la presidencia del Gral. Lanusse. En dicho año había sido apresado con varios compañeros, ante la visita del Gral. Stroessner a la Argentina. Se exilió en Suecia durante seis años.

El último en partir fue mi hermano José en el año 1980. Ante la negativa del Consulado General del Paraguay de otorgarle pasaporte paraguayo, él puede salir de la Argentina gracias a un "Pasaporte Especial para Extranjeros", concedido por la Policía argentina, a instancias de una orden judicial (el segundo apellido del juez era Benegas), trámite realizado por la asesoría jurídica gratuita de la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Sale rumbo a México, donde consigue una beca para exiliados de la organización SUM (Servicio Universitario Mundial), con sede en Ginebra, para su primera carrera: composición musical. Luego, sigue siendo becado, pero ya por el gobierno de México para la carrera de Relaciones Internacionales.

En 1983, felizmente, la Argentina recupera la democracia. Gobierno del Dr. Raúl Alfonsín

"En la Argentina sube el gobierno radical y ello hace que en nosotros renazca la esperanza de volver a encontrarnos toda la familia, pero una mala noticia oscurece todo. Nos enteramos de que mi padre estaba con cáncer y que le quedaba muy poco tiempo de vida. Mis hermanos empiezan a solicitar la derogación de las órdenes de expulsión de la Argentina, solicitud concedida inmediatamente por el gobierno de Alfonsín. Ello nos permitió unirnos nuevamente. Vuelven mi padre, mi madre, mis hermanos. Nuestra alegría iba a durar solamente un año, porque muere mi padre (1985) sin poder realizar el anhelo de su vida: volver a su país". Terminaban los años del Operativo Cóndor, el Mercosur de la represión.

"En los años de soledad en la Argentina, que fueron durísimos, fueron innumerables nuestros sufrimientos, de toda la gente, de todos los latinoamericanos. La Doctrina de la Seguridad Nacional ha marcado a los pueblos, a su gente. Argentinos, uruguayos, chilenos, paraguayos, durante los años de terrible persecución en la Argentina, nos reuníamos en los bares para no despertar- sospechas, porque con la muerte de los uruguayos, diputado Gutiérrez Ruiz y senador Zelmar Michelini y tantos otros latinoamericanos, nosotros veíamos, impotentes, cómo todo era destruido, alejados de nuestras familias, sin poder compartir los dolores".

Mientras releo mi testimonio me pregunto si hoy seríamos capaces de soportar algo semejante, y me asombro de los mecanismos a los que recurrimos para aferrarnos a la vida.

"... Como una reacción ante la barbarie, ante la dispersión, nosotros (mis hermanos y yo) tratamos de capacitarnos, nos refugiamos en el estudio. A pesar del dolor, buscamos una disociación instrumental, como dicen los psicólogos, y hemos tratado de capacitarnos en el área intelectual y tapar la afectiva. Durante ese período yo terminé mis carreras artísticas, tomaba muchos cursos, empecé a leer mucho.

Trabajé mucho en política. Cuando la reacción normal de cualquier persona sería la de borrarse, conmigo sucedió lo contrario: tuve una tremenda necesidad de estar cerca de lo que consideraba mío y que ellos querían destruir, y yo era en ese momento plenamente consciente de que dependía de mí que no se destruyera. Lo mismo sucedió con todos mis hermanos. Aún antes de que llegara al poder el gobierno radical, nosotros resolvimos largar la revista ÑE'ENGATU, que nace como una necesidad de informar a la colectividad paraguaya en la Argentina sobre la realidad en nuestro país".

En 1984, con el gobierno del Dr. Alfonsín, se inicia el regreso de los exiliados a la Argentina. También, como en nuestro caso, de los desterrados yo-á (doblemente desterrados).

"Volvieron mis padres, volvieron mis hermanos, todo fue muy emotivo. Pero nos enfrentamos con choques culturales; todos venían de culturas diferentes que nos marcaron a nosotros. Tal vez Bernardino haya sido el que más sufrió el exilio en Suecia...".

En 1985 muere mi padre. En 1986 intento entrar al Paraguay, me detienen y me expulsan. En Buenos Aires inicio la carrera de Psicología Social, mientras sigo vinculada a las actividades políticas del exilio. Hasta que nos sorprende el 2 y 3 de febrero de 1989.


DERROCAMIENTO DE STROESSNER


"Cuando cayó Stroessner, el 3 de febrero de 1989, estábamos trabajando en representación de "Ñe engatú" con la Coordinadora Paraguaya en la Argentina por Elecciones Libres. Justamente ese jueves estábamos preparando un acto de repudio por la farsa electoral del 14 de febrero, nosotros estábamos todavía discutiendo cómo redactar los carteles que digan cosas como: "La dictadura de Stroessner... ". Entretanto, acá ya se estaban produciendo los bombardeos. Cuando nos enteramos ese 2 y 3 de febrero, fue una algarabía total, una borrachera total".


LA ALEGRÍA VINO MEZCLADA DE TRISTEZA.


"Mi gran depresión comenzó el 4 y me puse a llorar como nunca lo había hecho antes... Comencé a pensar en la gente que se quedó en el camino, me acordé de mi padre, me acordé mucho de la lucha nuestra y de cada cosa que nos había sucedido en el exilio..., de los paraguayos que habían muerto en el exilio, de los desaparecidos, de los torturados. Yo pensaba, tantos años, ¿cómo puede ser?".

El primer viaje al Paraguay libre tuvo la impronta narrada en este pasaje.

"Al desaparecer la opresión yo me di el lujo de llorar. Todo el dolor que habíamos guardado y que tratábamos de negar para no ser desintegrados, lo expresamos en ese momento. Lo expresé yo. Nuestra vuelta al Paraguay también fue de llanto, mis hermanos y yo vinimos por unos días, vine con mis hijas. No pude racionalizar nada, era una necesidad muy grande de expresar lo que siempre sentimos, lo que tantas veces tuvimos que callar o guardar".

Cada vez que releo mis propias palabras, a pesar del tiempo, no puedo dejar de emocionarme, de sentir que mi vida, como la de tanta gente, fue signada por una época que debemos guardar en la memoria para no repetirla. Podré sentirme satisfecha si es que mi relato aporta algo al debate de una etapa oscura, aún llena de interrogantes y agazapádamente presente.

Ojalá las huellas de esos caminos sean borradas por caminantes que apuesten a la esperanza, desterrando del diccionario de la política criolla, la persecución, las cárceles, las torturas, la impunidad, el exilio. Porque, al fin de cuentas, ¿acaso alguien desea estas cosas para sus hijos y sus hijas?


b)      EL OPERATIVO CÓNDOR EN MARCHA: MUERTES, DETENCIONES Y NUEVOS EXILIOS


Los políticos uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz

De los actos estudiantiles y políticos a los que concurría en Montevideo me viene a la memoria, especialmente, la figura del político uruguayo Zelmar Michelini, de raíz colorada, quien decidiera salir del partido para ser uno de los firmantes del acta constitutiva (en el 71) del Frente Amplio. Representaba el ala progresista de la tradición batllista, y daba gusto escuchar sus discursos, al estilo uruguayo, de fina y fluida retórica. Lo vi por primera vez en persona, creo, en un acto en Garibaldi y Gral. Flores. Él estaba sentado, muy elegante, en el palco armado al efecto, esperando su turno como orador. Me llamó la atención ese porte de intelectual, otorgado por una nariz prominente, abundante pelo rizado y una llamativa corbata. Evidentemente, no pasaba inadvertido, yo no era la excepción. A las Fuerzas Armadas tampoco les pasó por alto su relevante figura política. Fue obligado a salir de su país al inicio de la dictadura, con otros políticos, entre ellos los líderes del Partido Nacional (Blanco) Wilson Ferreira Aldunate, el diputado Héctor Gutiérrez Ruiz (presidente de la Cámara de Diputados hasta la disolución de las Cámaras en el Uruguay).

Se exiliaron en Buenos Aires, como nosotros. Allá por abril del 76 (el golpe militar en la Argentina contra el gobierno de Isabelita Perón había ocurrido un mes atrás) tuvimos la oportunidad de compartir con el Dr. Gutiérrez Ruiz un encuentro de confraternidad con la ANRER (Asociación Nacional Republicana en el Exilio y la Resistencia). Fue en el barrio Constitución, en el Pasaje Ciudadela, en donde alquilaban una vivienda varias familias de compatriotas, todas ellas de nuestra agrupación política. El Dr. Gutiérrez Ruiz gozaba de un merecido prestigio en el Uruguay. Para nosotros era todo un honor contar con su presencia, dialogar con él en esa reunión organizada por nuestra comunidad.

Un mes después de aquel acontecimiento, el 18 de mayo de 1976, se los llevan -ante la presencia de familiares- a Michelini y Gutiérrez Ruiz en los conocidos vehículos Ford Falcon de la Policía, luego de saquear sus viviendas. Aparecen el 21 de mayo, muertos, acribillados, en un auto abandonado en los alrededores de la capital porteña. Es indescriptible relatar el impacto emocional que esto produjo en mi familia, especialmente en mi padre. Además del afecto y admiración a estos líderes políticos, podíamos presentir un futuro incierto ante el horrendo crimen cometido a figuras resaltantes de la democracia uruguaya.

En diciembre del 2001, al inicio de la administración municipal Riera (de Asunción) y en su representación, tuve la oportunidad de asistir a un foro sobre "Nuevos desafíos de la responsabilidad política", en Buenos Aires, en donde conocí a Rafael Michelini, también senador, uno de los hijos de Zelmar Michelini, quien ha seguido los pasos de su padre en la política liderando el "Nuevo Espacio", corriente integrada al Encuentro Progresista (anteriormente Frente Amplio) del Uruguay. No me pareció extraño que nos encontráramos los hijos del exilio y de la política en lugares comunes, siguiendo las huellas de nuestros padres. Y tampoco me pareció extraño que pudiéramos, a pesar de nuestras historias, conectarnos con la vida y los proyectos de país. Apostando con ganas a las utopías de nuestros mayores.



SANDRA ZONCA, MI COMPAÑERA DE TEATRO


Por esas cosas del destino tuve la suerte de ser admitida en la Escuela Municipal de Arte Dramático de Buenos Aires, en el año 1976. Mi radicación estaba en trámite, igual fui aceptada en forma condicional. No sucedía lo mismo con el ingreso a otros institutos educativos, en donde contar con la residencia era imprescindible. De más de cien postulantes, quedamos veinticinco. Las clases se dictaban a la noche. Del trabajo pasaba a la escuela. El primer año fue toda una novedad, las materias, los compañeros, el disfrute de ese espacio de libertad interior. A pesar de que afuera, en las calles, se empezaban a sentir los primeros síntomas de la dictadura militar. Isabel Perón había sido derrocada el 24 de marzo del 76 y en su reemplazo gobernaba en la Argentina, de facto, la Junta Militar, al frente, el general Jorge Rafael Videla. Camiones del Ejército y patrulleros policiales iban ganando, silenciosamente, la ciudad. Y cada tanto aparecía de imprevisto en algún bar o restaurante, pidiendo documentos a los presentes especialmente si eran jóvenes y más de noche en las zonas de Constitución, Retiro, Once. En ese contexto, la concurrencia a la escuela me permitía canalizar saludablemente todo mi potencial creativo, conectarme con el placer, dejando por un rato de lado la realidad y sus miserias.

Y así pasó el año. Llegaron los exámenes. Una de mis compañeras, Sandra, recién casada, con dos trabajos en los últimos meses, se había mudado cerca de casa, en Once, en un edificio torre. Como yo vivía a unas cuadras y sabía de sus dificultades de tiempo, acepté estudiar algunas materias teóricas en su departamento, en sus horarios disponibles. Ella era extremadamente vital, tocaba la flauta, cantaba y se perfilaba como una muy buena actriz. Pasados los exámenes, dejamos de vernos. Llegaron el verano y las vacaciones. Cuando volvimos a la escuela, principios de abril, otra compañera cuenta que Sandra no va a venir, "porque a Sandra y al marido se los habían llevado". El portero del edificio había visto cómo los bajaron del departamento encapuchados y los metieron en un coche Falcon a los dos. Era el inicio de lo siniestro, y no sé si estábamos preparados. En verdad creíamos, ingenuamente, que un día Sandra volvería a las clases a improvisar alguna escena o tocar la flauta. Porque esa era nuestra realidad de jóvenes, ella tenía sólo veinte años y cualquier otra escena parecida a la muerte, para nosotros, debía ser pura ficción. No pudimos dimensionar lo sucedido y nos ganó el silencio.

Meses después, mi familia y yo vivimos una escena parecida. Mi hermano Epifanio y mi padre eran detenidos y desaparecidos en octubre del 77. El final, felizmente, fue distinto. Ellos aparecieron en Resistencia, Chaco, en noviembre de ese año. Mis compañeros de la escuela demostraron su solidaridad engrosando con sus firmas un petitorio a las autoridades de turno, por la aparición con vida de ambos.

Pero de Sandra nunca más supimos nada. A la salida de testimoniar para la Comisión de Verdad y Justicia, en Asunción, treinta años después, y en donde la mencioné, sin pensarlo, como parte de mis vivencias en el exilio, tuve la enorme necesidad de saber algo de ella. Llegué a mi casa, encendí la computadora y en Internet escribí su nombre. Allí estaba, Sandra Zonca de Prado, desaparecida el 28.03.1977. Había un ícono para acceder a su foto. Me animé a abrirlo. Y si bien al mirarla derramé unas lágrimas, pudo más mi alegría del reencuentro. Era la de siempre, con sus ojos pícaros, a punto de subirse al escenario de la escuela y a desenfundar de entre su bolso, desafiante, sin pedir permiso, una flauta.


EL RELATO DE MI HERMANO EPIFANIO


Transcribo este relato a pesar de que el mismo figura en el libro de mi hermana Teresa, "Antología del Recuerdo. Méndez Fleitas en la memoria de su pueblo", Ed. El Lector, Asunción, 1995, en la necesidad de incorporar a mis vivencias personales el eco de las voces de mis hermanos. Voces que aportan, complementan, las propias, en una suerte de memoria colectiva familiar. Y en el caso específico, por negarme a abordar, al paso del tiempo, desde la razón, menos desde la emoción, algunas vivencias "de muerte" narradas aquí, como las tentativas de eliminación a mi padre, antecedentes de la detención y desaparición de Epifanio (h) y Epifanio (p) en el contexto del Operativo Cóndor.


Le dejo a mi hermano la palabra:

"El Exilio De Epifanio Méndez Fleitas: Recordando al Desterrado Yo-á".

"Misión Cultural": Inicio Del Exilio


"Puedo recordar a mi padre desde distintos ángulos de la memoria. Pero para el caso creo que interesa primordialmente la parte correspondiente a su lucha política y a las vicisitudes que tuvo que soportar como consecuencia de su enfrentamiento al régimen de Stroessner, apenas se empezaba a vislumbrar el advenimiento de su tiranía, a fines de 1955.

Tal vez las imágenes más nítidas que tengo de él empiezan a partir de mis seis años de vida, cuando con mi madre y hermanos llegamos a Montevideo a comienzos de 1959. Él ya estaba radicado allí desde hacía más de tres años: en enero de 1956 había comenzado una "misión cultural" forzosa a Europa, inicio para él de su interminable exilio, que aún hoy perdura, porque hace cinco años falleció en el destierro, en Buenos Aires, donde está enterrado.

En síntesis, tengo una imagen, permanente, de mi padre, Epifanio Méndez Fleitas: la de un perseguido político perpetuo. Cuando él partió al exilio yo apenas había dejado de "gatear". Por consiguiente, no pude conocer los tiempos en los que él se desempeñaba, ya sea como líder político o como funcionario en el Paraguay.


INTENTOS DE ELIMINACIÓN EN EL EXTERIOR


En el Uruguay vivimos hasta 1973. Ese país, por muchos años fue considerado la "Suiza de América", razón por la cual cientos de paraguayos, perseguidos políticos, habían buscado refugio contra la opresión bajo su soberanía; pero hacia 1973 había llegado a una situación de deterioro en sus instituciones democráticas y los derechos y garantías civiles que otrora existían para todos sus habitantes empezaron a ser recortados e incluso suprimidos, primero para los mismos "orientales" y después, lógicamente, para los exiliados políticos latinoamericanos.

Durante casi los tres lustros anteriores a 1973, mis hermanos y yo pudimos cursar regularmente nuestros estudios, hasta completar la mayoría de nosotros (somos seis hermanos) los estudios secundarios. Algunos incluso pudimos iniciar estudios universitarios.

En el periodo mencionado vivimos bastante tranquilos, pero no del todo a salvo del largo brazo de Stroessner. Recuerdo dos ocasiones en las cuales el dictador, por medio de algunos elementos gangsteriles, intentó eliminar a mi padre. En la primera ocasión los amigos le alertaron desde Asunción que habían salido dos asesinos a sueldo, enviados por Stroessner a Montevideo con la misión de eliminarlo. Él inmediatamente denunció el plan a las autoridades uruguayas, las cuales rápidamente iniciaron una investigación y pudieron desbaratar el plan criminal. Uno de los asesinos a sueldo, enviado por Stroessner, se llamaba Patric Contric, muy conocido en aquellos tiempos en Asunción como integrante de la represión y del malevaje gangsteril. El otro intento fue neutralizado por mi padre, en una solitaria calle de Montevideo, cuando impidió que un delincuente armado lo sorprendiese con fines agresivos.

Pero regresemos a 1973. A comienzos de ese año la situación política se puso muy difícil para nosotros. En varias ocasiones, las denominadas Fuerzas Conjuntas, convertidas en el verdadero poder del Uruguay, a través de sus organismos de seguridad, primero con cierta cortesía y después autoritariamente, le pidieron a mi padre que abandonase el país. Era evidente que había de por medio un "intercambio de favores" entre Montevideo y la dictadura de Stroessner. En otras palabras, ya empezaba a funcionar a todo vapor la famosa colaboración represiva interdictatorial que más tarde se generalizaría por toda Latinoamérica. En ese contexto político, por último, mi padre fue detenido e intimado a abandonar el Uruguay. Aún no había empezado oficialmente la etapa de dictadura militar, pero el verdadero poder, detrás del trono del presidente nominal Bordaberry, era el poder castrense.


PERONISMO Y REPRESIÓN EN LA ARGENTINA


Llegamos a la Argentina cuando la dictadura militar (encabezada por el general Alejandro Lanusse) estaba en retirada y el peronismo acababa de ganar las elecciones. Algunos antecedentes de buenas relaciones con ciertos exponentes del Justicialismo, que mi padre había cultivado durante las primeras fases de Perón en la Casa Rosada, nos alentaron a trasladarnos a la Argentina. Nos mudamos con todas nuestras pertenencias, que no eran muchas, excepto la biblioteca y el archivo de mi padre, de los cuales no se separaba nunca. La única vez en la cual, muy a su pesar, tuvo que abandonar una biblioteca bastante amplia fue cuando abandonó el Paraguay a inicios de 1956. Más tarde nos enteramos que casi todos los libros y documentos de su biblioteca fueron a parar a manos de jerarcas del stronismo, responsable del allanamiento y saqueo de nuestra casa familiar en Asunción.

Las ilusiones que nos habíamos hecho de una tranquila estadía en la Argentina pronto se desvanecieron. La tiranía de Stroessner ya había empezado a acrecentar su nefasta influencia también en la Argentina peronista. Por ejemplo, el gobierno de Perón decretó una amnistía amplia para los inmigrantes ilegales en Argentina, medida que benefició a decena de miles de paraguayos, excepto a mi padre y a varios de nosotros.

En realidad no eran nuevas las dificultades en Argentina para nosotros. Ya en junio de 1972, cuando aún gobernaba Lanusse, mi hermano Bernardino tuvo que purgar 30 días en Villa Devoto, junto a un grupo de jóvenes paraguayos que habían sido detenidos mientras pegaban afiches en Buenos Aires, con un contenido contrario a la visita de Stroessner.

A poco de fallecer Perón, el 20 de julio de 1974 una asamblea de jóvenes colorados en el exilio fue interrumpida violentamente por la Policía Federal argentina, que en esa ocasión actuó acompañada incluso de varios pyragüés y torturadores paraguayos, quienes filmaron y fotografiaron el operativo, Ese procedimiento nos costó 11 días en Villa Devoto. La sentencia, basada en un edicto policial anticonstitucional, era de treinta días, pero un juez la dio por cumplida a los once días. De nuevo la "colaboración" interdictatorial. En esta última ocasión los presos fuimos cincuenta y tres, yo entre ellos. Mi padre, como siempre, estuvo en primera línea activando por nuestra liberación. A él todavía no lo "tocaban" personalmente. Por supuesto que la persecución a la colectividad política de la cual él formaba parte (el coloradismo en el exilio) era también una manera de perseguirlo. Así él siempre lo interpretó y lo dejó escrito y grabado en numerosos testimonios orales. En sus libros "Carta a los Colorados" y en "Carta a los Liberales" relata las medidas represivas en contra de los detenidos.

Todos los hechos anteriores no constituyeron sino el inicio de una larga serie de casos similares ocurridos en la Argentina, afectando la seguridad e integridad personal de los exiliados paraguayos y latinoamericanos, que aumentaron en gravedad con el correr de los años. Por ejemplo, en noviembre de 1974, otros cinco paraguayos, miembros del coloradismo en el exilio -entre ellos mi hermano Bernardino-, fueron detenidos por orden del Poder Ejecutivo y recluidos, también sin causa válida, por cien días y nuevamente en Villa Devoto. En esa unidad penitenciaria, los miembros de la ANRER (Asociación Nacional Republicana del Exilio y la Resistencia) ya éramos muy conocidos.

El acoso de las autoridades argentinas a la comunidad de exiliados paraguayos, y en especial a los colorados proscriptos, siguió aumentando progresivamente hasta llegar el golpe del general Jorge Rafael Videla. A partir de entonces la situación se agravó todavía más para nosotros, y mi padre se convirtió en el blanco predilecto de la represión. En tres ocasiones le tocó a él conocer las cárceles del régimen dictatorial y militar argentino. La primera vez, en agosto de 1976, lo detuvieron con la intención de expulsarlo del país: la excusa fue su calidad de inmigrante ilegal, situación generada a raíz de la negativa de las autoridades argentinas (siguiendo instrucciones del dictador Stroessner) para otorgarle la radicación bajo la ley de amnistía de Perón. En esa oportunidad, mientras conocidos elementos al servicio de la dictadura de Stroessner, así como refugiados políticos paraguayos de diferentes colectividades, obtenían la radicación legal en Argentina, mi padre, antes acusado de "peronista", no pudo beneficiarse con la medida oficializada nada menos que por el presidente Perón. Ese primer intento de obligarlo a abandonar la Argentina se frustró gracias a la Justicia argentina. Pero las persecuciones de Stroessner siguieron su curso implacable.


DESAPARECIDOS EN LA "GUERRA SUCIA"


El 7 de octubre de 1977 mi padre y yo fuimos nuevamente apresados y durante 38 días pasamos a integrar la larga lista de detenidos de la llamada "guerra sucia". El motivo fue una orden de captura, fraguada por los servicios represivos del stronismo, que acusaba a Epifanio Méndez Fleitas de estar vinculado con las organizaciones guerrilleras argentinas. Todo el mundo sabe que mi padre siempre fue contrario a la estrategia de lucha armada e incluso que nunca aprobó los intentos y experiencias de ese tipo contra la dictadura de Stroessner. Con mayor razón era impensable que se embarcase en organizaciones armadas en otros países. Pero para los fines del stronismo cualquier acusación era válida para perseguir a Epifanio Méndez Fleitas. Mi detención fue más que nada resultado de la coincidencia de nombres: en el Paraguay buscaban a un Epifanio Méndez, mi padre, y por las dudas nos agarraron a los dos. Una vez en poder de las fuerzas represivas argentinas, al parecer el plan era entregarnos al régimen paraguayo.

Estuvimos a punto de cruzar el río Paraguay. Nos llevaron a Resistencia, donde permanecimos detenidos durante 22 días: previamente habíamos estado dos semanas en la Coordinación de Policía Federal en Buenos Aires, sin poder comunicarnos incluso con nuestros familiares. Una "orden superior" nos salvó de ser devueltos al Paraguay de Stroessner. Sorpresivamente fuimos liberados y las autoridades militares nos pidieron disculpas por habernos detenido sin motivo valedero. Tengo certificados firmados por las autoridades militares argentinas que reconocen ese "error" que muy bien pudo habernos costado la vida. Una fuerza mayor, inesperada, se interpuso frente a Stroessner, impidiendo que se concretara un nuevo plan criminal suyo para perjudicar a Epifanio Méndez.


CARTER Y ASILO EN LOS ESTADOS UNIDOS


Después de la experiencia como detenidos-desaparecidos y a raíz del clima de manifiesta inseguridad pública en Argentina, la administración Carter le ofreció a mi padre asilo político en Esta dos Unidos. Él no aceptó el ofrecimiento convencido de que la dictadura de Stroessner habría escarmentado luego de su nueva frustración al intentar hacerlo desaparecer. Era la época en que en Buenos Aires se habían producido los asesinatos de varias personalidades latinoamericanas exiliadas en Argentina, por ejemplo: los uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz; el general chileno Carlos Pratts; el ex presidente boliviano, general Juan José Torres, hechos todos que evidenciaban una estrategia de terrorismo político de gran envergadura.

Pero, pese al fracaso de su último proyecto persecutorio contra mi padre en el exterior, Stroessner no se dio por vencido. En junio de 1978 Epifanio Méndez Fleitas se salvó milagrosamente de ser secuestrado. Después de eso, aconsejado por un amigo, miembro prominente del Ejército argentino, optó por presentarse ante las autoridades policiales, con los recaudos previos y los correspondientes testigos, como requerían las circunstancias. Allí quedó nuevamente detenido. Su decisión obligó a las autoridades argentinas a definirse oficialmente: le pidieron a mi padre que abandonara la Argentina. Le dijeron que era lo más conveniente por "razones de Estado". En realidad el "pedido" significaba una expulsión, y así Epifanio Méndez Fleitas solicitó asilo político en Estados Unidos, país que se lo concedió inmediatamente. Argentina lo expulsaba a raíz de sus supuestas actividades "subversivas y comunistas", pero Estados Unidos, que creó la doctrina anticomunista de seguridad nacional para luego exportarla al mundo entero, lo acogió como refugiado político. La paradoja, sin embargo, tuvo la virtud de ponerlo a salvo de Stroessner, aunque al marcharse a Norteamérica se transformó en un "desterrado yo-á"; condición que la asumió públicamente editando un periódico con ese nombre desde su exilio norteamericano, medio de prensa que llegaba sobre todo a la Cuenca del Plata y clandestinamente al Paraguay.

Una última referencia sobre experiencias represivas sufridas en el exilio por Epifanio Méndez Fleitas a raíz del largo brazo de la dictadura stronista. En enero de 1983 mi padre fue invitado por amigos y correligionarios a visitar el Brasil para tomar contacto con ellos. Logró en Estados Unidos la correspondiente visa brasileña para viajar legalmente. Pero a poco de llegar a Brasil se produjo algo inesperado. El Gobierno de ese país le canceló la autorización para permanecer en territorio brasileño. El origen de la medida fue un pedido de Stroessner, quien se enfureció al constatar la presencia de mi padre en el país vecino.

Sintetizando: la persecución del régimen stronista contra mi padre, pero en realidad de lo que él representaba en el Partido Colorado y en el país, alcanzó niveles increíbles. Los gobiernos de Uruguay, Argentina y Brasil terminaron complicándose con la política stronista sin ningún pudor y sin importarles las evidentes transgresiones al principio de injerencia en los asuntos de otros estados. El poder corruptor y represor de Stroessner había logrado traspasar tranquilamente las fronteras patrias.

Para más, el interminable exilio de mi padre no ha terminado. Al cambiar la situación política argentina y con el advenimiento de la democracia en el vecino país, el gobierno de Alfonsín dejó sin efecto la ilegal medida de expulsión que pesaba sobre él, quien así pudo regresar a Buenos Aires. Lo hizo el 30 de julio de 1984, pero ya con una nueva condena sobre su desgastado físico: la enfermedad que finalmente lo llevaría a la muerte diez y seis meses después, el 22 de noviembre de 1985. Todavía hoy la dirigencia política cómplice del stronismo trata de impedir que se hable de la repatriación de sus restos. Pero el pueblo, que conoce su lucha, lo recuerda permanentemente de mil maneras: con las infinitas anécdotas que a diario escuchamos en la ciudad y el campo; a través de sus composiciones musicales infaltables en todos los rincones del país; y mediante la difusión de su vasta obra escrita que ahora se edita y circula libremente por el Paraguay. Es el mejor recuerdo que puede tener un auténtico luchador de las causas populares. Seguramente también llegará el momento en que será reivindicado incluso por los de "arriba". Pero esa reivindicación de su largo compromiso cívico con su patria, que no cesó en el exilio, no será tan importante como la que ya brota del pueblo paraguayo del que él mismo surgió como uno de sus representantes más auténticos".


Epifanio Méndez Vall (1990)

(A la fecha, ya nuestro padre descansa en paz, en Asunción. Sus restos fueron repatriados, desde el cementerio de la Chacarita, Buenos Aires, a diecinueve años de su fallecimiento, en noviembre de 2004).


El relato de mi hermano Juan Bernardino


Las mismas razones consideradas para la inclusión del relato de mi hermano Epifanio son las que me llevan a incluir el relato de Bernardino, abordando una de las pruebas más duras del exilio: la detención y desaparición de dos integrantes de la familia.


1)      GENERAL ROBERTO MARCELO LEVINGSTON


"Allá por el año 1973, papá conoció a este señor que había sido Presidente de los argentinos un corto lapso de tiempo entre el 70 y el 71. Fue a través de nuestro compañero, el mayor Jesús María Villamayor. Eran los días en que se firmó el Tratado de Itaipú y todos estábamos atentos a ese compromiso que, al decir del Dr. Osvaldo Chaves, aquella represa significaría para nuestro país " o la base de desarrollo nacional o el sometimiento a los designios del imperialismo brasilero". Los argentinos tampoco aceptaban la agresión que significaba el Tratado inconsulto sobre el aprovechamiento de las aguas de un río compartido, del cual ellos también eran propietarios y dignos de ser considerados en sus intereses. Argentina estaba dispuesta a realizar con Paraguay la Represa de Corpus y, según lo establecido para las cotas de Itaipú, podría ser o no factible y económicamente rentable. Este tema sirvió de enlace inicial para las conversaciones del Gral. Levingston y Epifanio Méndez. El citado militar era considerado un estratega en el campo geopolítico de la República Argentina, y yo, que tuve el gusto de escuchar sus comentarios políticos y otros criterios que, si bien no compartíamos en pleno ideológicamente, puedo atestiguar, sin embargo, sobre la amplia cultura y valores superiores que exhibía la personalidad de este señor.

Recuerdo que en una oportunidad, allá por el 75, lo visitamos con papá. Tras un largo trecho de coloquio entre ambos, se pactó una pausa para el café con medialunas. Yo, curioso, aprovechando aquel momento de distensión intelectual, correteé mi vista por los cuadros que se distinguían en el salón. Mi mirada atravezó hacia una habitación contigua que parecía ser el escritorio del dueño de casa, donde centré mi vista al ver un singular mapa de Sudamérica que alternaba con otros bellos óleos. Pedí permiso a la mesa e, indiscretamente, me acerqué a la puerta para observarlo de cerca. Me llamaba poderosamente la atención que ciertos países estuviesen deformados en esa lámina. Cuando quise ubicar en ella al Paraguay, no lo encontré. No pude contener mi curiosidad y alcé la voz para preguntarle al anfitrión: "Disculpe señor -dije-, ¿por qué no figura Paraguay en ese mapa?". El General abandonó su medialuna al borde del platillo y me miró seriamente para contestarme: "Es un mapa geopolítico. No es convencional". Por prudencia me callé y volví a la mesa para disponerme a seguir saboreando aquel sabroso café con más sabrosas medialunas. En mi interior sentía, sin embargo y paradójicamente, una terrible bronca por comprobar que para los estrategas argentinos nuestro país estaba considerado territorio dominado por el Brasil.

El Gral. Levingston integraba, de acuerdo a la clasificación de muchos, el sector del Ejército argentino que se oponía al otro sector dominante de los llamados más afines a la Doctrina de Seguridad Nacional. Estos últimos, como el Gral. Galtieri o el Gral. Nicolaides (éste había sido agregado militar argentino en Paraguay), constituían nuestro principal enemigo en esas horas. Por todo, más allá de las diferencias ideológicas con el Gral. Levingston y otros de su misma postura geopolítica, entendíamos claramente la importancia que tenían para nosotros esas relaciones. Tal fue así que cuando sonó la alarma del momento más oscuro de nuestra noche de exiliados colorados, el secuestro de nuestro líder y de mi hermano Epifanio (h) acaecido el 7 de octubre de 1977, apelamos a nuestra tabla de salvación: al Gral. Roberto Marcelo Levingston.


2)      EL SECUESTRO DE MI PADRE Y DE MI HERMANO


El viernes 7 de octubre de 1977 yo estaba en mi lugar de trabajo. Era Gerente de una Cooperativa de Artistas que tenía a su cargo varios escenarios en donde actuaban los componentes de dicha organización. Esa noche me encontraba en "Guarania Show", restaurant de Oscar Escobar. A las dos horas aproximadamente, recibo una llamada telefónica de mamá: "Papucho, estoy muy preocupada. Tu papá le acompañó a Epifanito a la Comisaría 2º para aclarar el incidente de tránsito que tu hermano tuvo anoche y aún no han vuelto. Salieron a eso de las 8 de la noche y ya son más de las dos de la mañana". El hecho era muy preocupante. Nosotros, todos los miembros de la familia, teníamos por norma avisar la hora de retorno o si se presentaba algún inconveniente o imprevisto. Nuestro tránsito por el exilio fue plagado de peligros, principalmente por ser parte de Epifanio Méndez Fleitas, y las precauciones mínimas eran imprescindibles. Por eso traté de tranquilizarle a mamá: "No te preocupes, mamá, van a volver. Dentro de un rato estoy por ahí". Pero la verdad es que en mi interior quedó un puñal clavado tras esa comunicación. Apuré los trámites y en un momento estaba rumbo a casa. Fue una madrugada de vigilia. Ni mis hermanos, ni mamá, ni yo pudimos pegar los ojos esa noche. Ya eran las 5 de la mañana y no aparecían. Entonces me resolví a molestar a la persona más adecuada al efecto de ubicarles a papá y a Epifanito. La cuestión era evidente. Ellos habrían tenido problemas en la Policía, pero como el régimen gubernativo estaba en manos de los militares, dispuse telefonear al amigo Gral. Levingston.

"Buen día, perdone la molestia pero deseo hablar personalmente con el General. Es urgente". Una voz femenina había contestado el teléfono después de un largo sonar. Era lógica la tardanza para atender mi llamado, pues recién eran cerca de las 5.30 hs. Evidentemente que aún dormían.

"Por favor, ¿quién habla?". "Soy Bernardino Méndez, hijo de Don Epifanio". "Un momentito, veré si le puede atender". Pasó un par de minutos y la voz ronca del General se hizo presente: "¿En qué le puedo servir joven Méndez?". "Perdone la molestia a estas muy tempranas horas, General, pero..." y me explayé con detalles sobre el problema. "Está bien que me haya llamado. Me preocuparé por el tema con la urgencia requerida. Por favor, llámeme cerca de las 9 hs.". A las 9 en punto me volví a comunicar: "Hablé a la Comisaría 2º y me respondieron que no podían darme informe al respecto. Entonces llamé a la Oficina de la Comandancia del ler. Cuerpo para hablar con el Gral. Suárez Mason, pero como él no estaba y me atendió su secretario, éste me aseguró que averiguaría por todos los medios hasta ubicarlos y los ubicaría si Don Epifanio y su hermano están en poder de las fuerzas de seguridad. Yo debo esperar la respuesta del mismo".

Después, la ansiosa espera por la llamada que develaría dónde estaban papá y Epifanito. A eso de las 2 de la tarde de ese 8 de octubre nos llama el General: "Me informaron del ler. Cuerpo que lo ubicaron detenidos en la Comisaría 2º, a pedido del 2º Cuerpo de Ejército que está a cargo del Gral. Galtieri. El Gral. Suárez Mason ha tomado el asunto en sus manos. Esperemos que pronto se solucione este molestoso incidente". Fue, dentro de todo el drama, una gran noticia el haberles encontrado. Realmente, si no hubiese intermediado de inmediato el Gral. Levingston, lo más probable que el destino de los dos hubiese sido la del infortunado compañero Dr. Goiburú. Les salvó el evidente encontronazo de la orden de Galtieri y Cía. con el Primer Cuerpo de Ejército. Galtieri había extendido sus garras en territorio ajeno. Tal es así que esa noche del viernes 7, una dotación del ler. Cuerpo ya estaba custodiando frente a la Comisaría 2a. Pero como habían inventado una denuncia hecha contra ellos, como si fuesen supuestos subversivos, en la Provincia de Salta, circunscripción del 2º Cuerpo, los trasladaron hacia Resistencia, Chaco, para cumplimentar con la farsa. El 13 de noviembre fueron liberados por falta de mérito. Se había abortado un acto macabro de la "Operación Cóndor". Es de justicia reconocer al Gral. Roberto Marcelo Levingston como el protagonista principal de este triunfo sobre la globalización del terror político.

Cuando el 22 de noviembre de 1985 perdimos físicamente a nuestro padre, en la larga procesión que acompañó al féretro hasta el Cementerio de la Chacarita, no faltó la ilustre presencia del Gral. Levingston. Junto a los amigos y compañeros de causa y el corochiré que surcaba el espacio cantando desde la entrada del Cementerio hasta la postrer morada, caminaba solitario aquel amigo tan especial, con su rostro triste y humedecido por algunas expresivas lágrimas".


Juan Bernardino Méndez Vall


TRABAJANDO POR LA LIBERACIÓN


En las horas más difíciles del exilio el departamento de la calle Cangallo, tan concurrido siempre, se guardó a silencio. El teléfono dejó de sonar cuando más necesitábamos respuestas. Esperábamos ansiosamente alguna noticia sobre mi padre y mi hermano a través de las gestiones de los compañeros o de las realizadas por mi hermana Teresa en Estados Unidos. Sólo los amigos de la primera línea de la Juventud Colorada y de la Junta de Gobierno del exilio, con mucha valentía, a pesar del temor instalado, estuvieron firmes acompañando a la familia. Con coraje y resolución se enfrentó aquella dramática circunstancia.

La cuestión era saber en primer lugar el paradero de los detenidos desaparecidos, para luego gestionar su libertad. El Gral. Suárez Mason nos había hecho saber que ellos estaban arrestados en jurisdicción del 2º Cuerpo del Ejército, al mando del Gral. Galtieri. Entonces se conformó una delegación para ir a entrevistarse con el Gral. Galtieri a la ciudad de Rosario.

Así, una mañana bien temprano partieron Oscar Escobar (quien cerró ese día su negocio para llevar a la comitiva en su Fiat 1500), Rolando Fernández Yegros, mi madre y mi hermano Juan Bernardino, rumbo a la ciudad de Rosario. Al llegar mi hermano bajó en compañía de Rolando, pero había orden de permitir el ingreso sólo al hijo de Epifanio Méndez Fleitas para la entrevista. Los demás, entonces, esperaron en el auto.

De ese viaje, que duró solo un día, se volvió con la información de que, efectivamente, mi padre y mi hermano estaban detenidos en Resistencia, jurisdicción del Gral. Nicolaides, comandante de la 7º Brigada de Infantería con asiento en Corrientes, dependiente ésta del 2º Cuerpo y, por ende, del Gral. Galtieri. La liberación se produjo unos días después. Recién pasado el tiempo pude dimensionar en su justa medida la valentía y la convicción de los compañeros para desafiar a los tentáculos del Operativo Cóndor.

Además de los mencionados compañeros, destaco algunos otros nombres en representación de los que no bajaron los brazos en momentos tan duros: Ronaldo Lugo Méndez, Vicente Limenza, Estela Cattoni, Pompeyo Lugo Méndez (desde Suecia), David Galeano Méndez, Yiyo Silvero. Y entre los compañeros mayores en Buenos Aires: Cancio Ayala Cantero, Alcibíades Fernández, Basilio González Hermosilla, Julio Etcheverry, Pablo Aquino, Miguel Ángel Romero, Eladio Zotelo.

La liberación de mi padre y de mi hermano cerró la etapa más oscura de nuestro exilio.


DESENCUENTRO Y PERSECUCIÓN EN BRASIL


Enero de 1983 fue un mes esperado por mí. Lejos estaba de sospechar las pruebas a la que la vida nos sometería. Mi padre viajaría de su residencia-exilio del momento (Estados Unidos), a Brasil, por un par de meses. Por supuesto, los gastos del traslado corrían a cuenta de los compañeros. Aprovechando su visita, se había agendado una importante reunión de la ANRER, en Curitiba, en la casa del Ing. Leopoldo Ostertarg y familia. En esa reunión se encontrarían compañeros y compañeras provenientes de diferentes ciudades del Brasil, Argentina y Uruguay.

No lo veía a mi padre desde su salida de la Argentina, en 1978. Él no conocía aún a su nieta Anahí, y ya Inés estaba en camino. Yo estaba tan feliz. Justo en enero tenía vacaciones en el Estudio Jurídico donde trabajaba. Si bien Alejandro, el padre de mis hijas, no podía acompañarme porque no nos cerraban los números, Anahi, mi panza y yo iríamos al encuentro de mi padre, quien ya había llegado al Brasil los últimos días de diciembre.

Estábamos en pleno preparativo. En principio, yo pensaba salir los primeros días de enero, pero con una beba y otra en la panza se hacía difícil la planificación. Fuimos posponiendo día a día la salida, hasta después de Reyes, sin creer necesario avisar a Curitiba. Total, él estaría mínimo mes y medio, todavía. Cuando alguien, en ese ínterin, ya sobre la hora del viaje me llama, no recuerdo quién, para decirme que mi padre debía regresar a Estados Unidos antes de lo previsto por otros compromisos asumidos, y no nos podía esperar. Por consiguiente, el encuentro quedaba abruptamente cancelado.

Yo no podía entenderlo. Entré en un estado de desconcierto y bronca. No comprendía que mi padre, después de cinco años sin vernos, no nos podía esperar unos días. Y ni siquiera una comunicación personal conmigo... Volví a culpar a la política -lo hacía en momentos de mucho enojo- de alimentar nuestros desencuentros, y a mi padre por preferirla. A los pocos días, vía Estados Unidos, supe la verdad. Pasado el susto, tampoco faltaron los detalles de aquella convulsionada reunión, aportados por varios protagonistas, entre ellos Guillermo Correa Martínez, los dueños de casa, Leopoldo y su señora, Gladys.

Leopoldo Ostertarg me contó que mi padre intentó, por todos los medios, esperarnos. Ese era su deseo. Lo había logrado en parte, al negociar unos días más su permanencia. Pero no fue suficiente para el encuentro con nosotras. Ni siquiera le dejaron, por orden superior, explicarnos vía telefónica lo que estaba aconteciendo.

Para entender la otra parte de los hechos paso a transcribir el testimonio de Guillermo Correa Martínez, vertido en el libro "Méndez Fleitas en la memoria de su pueblo", de mi hermana Teresa:

"El señor Méndez había conseguido una visa de 60 días en los EE.UU. para visitar Brasil y por supuesto que se aprovecharía su estada allí para reunir en forma más o menos discreta a la Junta de Gobierno de la ANRER. El anfitrión en esa oportunidad fue el Ing. Leopoldo Ostertarg, quien lo alojó en su casa de Curitiba.

Don Epifanio llegó a Curitiba el día 22 de diciembre de 1982. El compañero Helio Villa Cabañas viajó de San Pablo a Río a su encuentro, donde aquel tenía que hacer el trasbordo para tomar otro vuelo con destino a Curitiba. De manera que ese trayecto lo hicieron juntos.

En el aeropuerto lo estábamos esperando: Ostertarg, Martínez Cáceres y yo.

La prensa hizo que su llegada fuera muy notoria. A grandes titulares se decía que venía Epifanio Méndez Fleitas por unos días de vacaciones y que luego visitaría Itaipú. Parecería que eso le molestó a Stroessner e inició sus gestiones ante el gobierno brasilero enviando luego un avión con una delegación para "reforzar" el sistema de seguridad del Consulado de Curitiba. A la cabeza iba el 2° Jefe del Departamento de Informaciones del Segundo Departamento, entonces bajo la jefatura del Cnel. Gómez de la Fuente. Iban allí varios muy conocidos torturadores, funcionarios de Pastor Coronel. Fueron allá prácticamente a sitiar la casa de Leopoldo Ostertarg.

Como estábamos en la proximidad de la Navidad, nosotros con el compañero Martínez Cáceres volvimos a nuestra casa de Foz de Yguazú esa misma noche, como para volver después de las festividades.

Mientras tanto, los demás compañeros de los distintos puntos de la Argentina: Córdoba, Buenos Aires, Posadas, Clorinda, Formosa... se empezaban a movilizar para el encuentro más formal de después del Año Nuevo.

Así fue que pasada la Navidad ya empezaron a llegar gentes a la casa del Ing. Ostertarg donde se realizaban reuniones tras reuniones.

Cuando llegamos el día 6 de enero, había una reunión de la Junta de Gobierno donde se tenía que tomar resoluciones para dar a conocer a la prensa que esperaba afuera.

A eso de las 9 de la mañana, cuando se abre la sesión en casa de Leopoldo, entra un miembro de la Policía Federal y le convida a éste a presentarse en la Jefatura de la Policía Federal de Curitiba. Era la tercera vez que era llevado en esos días, e instintivamente el señor Méndez se levanta, se pone el saco y le dice a Ostertarg: "Esta vez compadre yo te acompaño, vamos juntos", como para animarle, pues en verdad aquel estaba ya asustado con las amenazas encima de su expulsión del Brasil por haber permitido en su casa un encuentro político de esta envergadura.

Cuenta Don Epifanio que una vez llegados a la institución federal, sale el jefe de la Policía Federal, un mozo joven, apretándose la cabeza y diciendo en portugués: "¿Por qué le traen al hombre, por qué le traen? No era para traerlo a él. ¿Por qué le traen a él? Era el dueño de casa y nadie más...".

El funcionario le dijo: "Nosotros no le hemos convidado. Él se solidarizó con su anfitrión, no pudimos evitar que viniera". El jefe les dijo entonces que aguardaran y salió de allí. Esperaron un rato Don Epifanio y Ostertarg, hasta que viene de vuelta el jefe de la Policía.

En forma muy autoritaria dirigiéndose al señor Méndez-con palabras despectivas y amenazantes-le dijo: "Voce, belinho (Ud., viejito), no entiende que está comprometiendo la seguridad de su propio anfitrión. Se le ofrecen garantías y viene aquí a entorpecer la relación armoniosa de dos países hermanos, estando en juego una de las obras más grandes del mundo, Itaipú Binacional. Y hace que su anfitrión viole la Constitución Nacional que prohíbe que el asilado político realice reuniones políticas. Mi gobierno ha tomado una determinación y me toca anticiparle que Ud. se va a retirar inmediatamente del Brasil junto con todos sus compañeros. Ud. va a llevar la instrucción que a partir de este momento cada uno dé vuelta a su casa. Este encuentro va a desaparecer y ¡cuidado con entregar más nada a la prensa!".

Nos cuenta Don Epifanio que en ese momento se levantó, reaccionando naturalmente porque sabía que allí estaba la mano larga de Stroessner, y sacando de su bolsillo el pasaporte le expresó: "Observe esto, ¡observe...! Tengo 60 días de estadía en el Brasil visado por el Consulado de su país en los EE.UU. y puedo estar aquí el tiempo autorizado en mi pasaporte guste o no guste a su gobierno. Además hoy está partiendo de Buenos Aires una de mis hijas con una nieta que aún no tuve la oportunidad de conocer... y voy a esperarlas acá. Si eso le molesta a su gobierno, dígale que me expulse de una vez, yo no me voy a retirar. Y si me expulsa, que sepa que mañana estaré sentado en una de las bancas de las Naciones Unidas denunciando la farsa de apertura democrática en este país".

Enseguida el jefe dice: "¡Ah, señor, cálmese por favor! Tome asiento, ¿no quiere un cafezinho, jugo...? Cálmese, vamos a estudiar una solución mejor. Yo les dejo aquí un momento. Parece que me están llamando por la radio, voy a atender...".

Quedan allí un rato Don Epifanio y Ostertarg. Enseguida viene un mozo con variedad de bebidas, mientras que el jefe demora en volver.

Cuando éste vuelve lo hace hecho una seda: "Señor Méndez, tengo una noticia muy buena y espero que mejoremos en nuestro trato. Vamos a hacer un pacto de caballeros".

"¿Y cómo se entiende eso?", le pregunta Don Epifanio.

"Ud. dice que está en camino su hija con su nieta, a quienes quiere esperar. Entonces Ud. se quedaría para abandonar el Brasil el día domingo 9 de enero. Le queda bastante tiempo... A sus amigos Ud. les va a dar la instrucción para que de inmediato partan hacia sus casas. Y esa última resolución que tomaron no va ser entregada a la prensa. En eso consiste el pacto de caballeros".

Entonces Don Epifanio le mira a Leopoldo Ostertarg y le dice: "No te parece, compadre, que esto estamos sacando gratis, porque había amenazado con expulsión al dueño de casa y a los compañeros residentes aquí. En cambio, ahora todos quedarían como antes y yo estaría unos días más, siempre que respetemos las condiciones".

Allí Don Epifanio le pasa la mano al jefe: "Así es como se habla, señor. Porque en la forma que Ud. me gritó, ¿sabe qué? no me impresionó absolutamente nada, porque yo a la edad de 29 a 30 años ejercí la Jefatura de Policía de mi país y conozco los deberes y obligaciones de un jefe de Policía. Usted a su corta edad no puede venir encima mío con prepotencia y palabras despectivas a querer impresionarme, cosa que no consiguió en absoluto. Pero cuando viene ahora por segunda vez en los términos adecuados a acordar un pacto de caballeros, estoy de acuerdo y está pactado".

Así llegamos finalmente a la solución. Cada uno tuvimos que tomar el camino hacia nuestras casas y Don Epifanio se embarcó el domingo 9 de enero en el aeropuerto de Curitiba con destino a los Estados Unidos".


Asunción, 6 de agosto de 1995".


Los acontecimientos narrados por Guillermo Correa Martínez y ratificados por la familia Ostertarg alcanzaron para reparar el sentimiento de abandono, al momento de esa maldita llamada. Y no voy a negarlo, deseé con toda mi alma que Stroessner, alguna vez, viviera en carne propia lo que le hacía al prójimo. De igual forma, conocer los hechos no cubría mi cuota pendiente de calor familiar.

Entonces, como no había terminado el mes ni mis vacaciones laborales, decidí cambiar de destino y de abrazos. Mi tío Bernardo (también Méndez Fleitas) y mi tía Mirti nos esperaban en Córdoba, donde vivían con mis primas y primos. Allá partimos, para recibir todos los mimos necesarios.

El 26 de enero, ya en casa, recibo la noticia de otra dura prueba familiar: el tremendo accidente sufrido por mi hermano José en la ciudad de México. Mi madre se traslada en su auxilio, desde San José, dejando a mi padre con mi hermano Prudencio. Ella estuvo al cuidado de José unos cuatro meses. En mi madre la familia entera desperdigada por el mundo depositó toda la confianza y la fe en la recuperación, casi milagrosa, de mi hermano. Una vez más, vencimos. La vida estaba de nuestro lado. Las pruebas de aquel enero del 83 quedaban atrás.





ÍNDICE



Dedicatoria

Poema "Ausencia"

Prólogo a dos voces:

- Una gramática de la memoria

- Para el libro de Maricruz

Agradecimientos

A modo de introducción

Primera mirada:

PASAJES DEL LIBRO POR ORDEN SUPERIOR (1989) EN CONTRAPUNTO PERSONAL (2000)

•        Los primeros años

•        El Uruguay y los militares

•        Traslado a la Argentina

•        Reencontrando la identidad

•        Más persecuciones políticas

•        Los afectos y la nueva dispersión familiar

•        El Mundial de Fútbol de 1978

•        Gobierno del Dr. Raúl Alfonsín

•        Derrocamiento de Stroessner


Segunda mirada:

SECCIÓN I:

INICIO DEL EXILIO DE MI PADRE (1956)

•        Años de dispersión familiar

•        Mi nacimiento

•        El piano de mis padrinos

•        San Pedro del Paraná

•        Partidas y llegadas

SECCIÓN II:

TRASLADO DE LA FAMILIA A URUGUAY (1959)

a)      Años de buenos recuerdos

•        Mi madre

•        Mi primera escuela

•        Mi primera lección

•        Domingos de reunión en la casa de la calle Tristán Narvaja.

•        La provisión "La flor del cordón"

•        Una historia en otra

•        La playa

•        La fiesta de cumpleaños

•        La escuela República del Perú y Eva

•        El partido de fútbol y los abuelos

•        La goma de borrar y mi padre

•        Mi padre y mi hermano José (narrada por José)

b)      Creciendo en dos realidades: Uruguay y Paraguay

•        Mi pasaje por el Liceo "José Pedro Varela"

•        El llanto y la guitarra

•        Soledad Barrett

•        Las visitas en el exilio

•        La parroquia del Reducto y la "Barra"

c)       Primeros dolores personales

•        Espinas

•        Últimos campamentos y el apresamiento de mi padre

•        Más espinas

•        La partida

SECCIÓN III:

EXILIO EN LA ARGENTINA (1974)

a)      En la Argentina de Perón

•        Llegada a Buenos Aires

•        Estadía en Argentina con Perón -y sin Perón- (narrada por mi hermano Juan Bernardino)

•        La inserción laboral y los estudios

b)      El Operativo Cóndor en marcha: muertes, detenciones y nuevos exilios

•        Los políticos uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz

•        Sandra Zonca, mi compañera de teatro

•        El relato de mi hermano Epifanio

-"Misión Cultural": Inicio del exilio

-Intentos de eliminación en el exterior

-Peronismo y represión en Argentina

-Desaparecidos en la guerra sucia

-Carter y asilo en los Estados Unidos

•        El relato de mi hermano Juan Bernardino

1) General Roberto Marcelo Levingston

2) El secuestro de mi padre y de mi hermano

Trabajando por la liberación

•        Desencuentro y persecución en Brasil

c)       La colectividad paraguaya y las actividades políticas

•        Estela Cattoni

•        Recordando a la Juventud Colorada del Exilio

•        Dr. Osvaldo Chaves

d)      Reunificación familiar y política

•        Vuelta a la Argentina

•        La moneda de un dólar

•        Las cartas

9       El "coloradismo" de Wilson Ferreira Aldunate

•        Rumbo a Posadas: cuarta marcha de la OPTE

•        La miel de la abeja reina

e)       El adiós a Epifanio Méndez Fleitas (22.11.85)

•        Tramo final

•        Llegada de mí hermano José a la despedida (narrada por él)

f)       En busca de las raíces

•        El regalo de mi abuela

Tercera mirada:

RETORNO AL PARAGUAY SIN STROESSNER (1989/1990)

a)      Impresiones y reflexiones

•        Soy la nieta de

•        Chipa Jhé

•        En libertad

•        El "Archivo del Terror": una visita obligada

•        La repatriación del desterrado yo-á (22.11. 2004)

b)      A modo de balance

•        Trascendiendo el Paraguay de Stroessner

•        Palabras finales

ANEXO: GLOSARIO POLÍTICO

APÉNDICE DOCUMENTAL

 

 

 

 

Para compra del libro debe contactar:

LIBRERÍA INTERCONTINENTAL, EDITORA E IMPRESORA S.A.,

Caballero 270 (Asunción - Paraguay).

Teléfonos: (595-21) 449 738  -  496 991

Fax: (595-21) 448 721

E-mail:  agatti@libreriaintercontinental.com.py

Web:  www.libreriaintercontinental.com.py

 

 

 

 

Enlace al espacio de la INTERCONTINENTAL EDITORA

en PORTALGUARANI.COM

 

(Hacer click sobre la imagen)

 





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
INTERCONTINENTAL
INTERCONTINENTAL EDITORA
LIBROS,
LIBROS, ENSAYOS y ANTOLOGÍAS DE LITERATURA PA
DISCURSOS
DISCURSOS DE PRESIDENTES DE LA REPÚBLICA DEL ...



Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA