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REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY

  REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY - LOS POETAS, AÑO 1 – Nº 1, ASUNCIÓN, 1977


REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY - LOS POETAS, AÑO 1 – Nº 1, ASUNCIÓN, 1977

REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY

LOS POETAS

AÑO 1 – Nº 1

ASUNCIÓN, 1977

 

 

P.E.N. CLUB DEL PARAGUAY

JUNTA DIRECTIVA (MARZO 1975/77)

Presidente: ALEJANDRO MARÍN IGLESIAS

Vice-Pte 1° JOSÉ ANTONIO BILBAO

Vice-Pte 2° BACÓN DUARTE PRADO

Srio. Gral. JOSÉ.-LUÍS APPLEYARD

Srio. de Actas. WILLIAM BAECKER

Srio. de Finanzas. AUGUSTO CASOLA

Sria. Rel. Públicas. NILSA C. DE BEDOYA

Vocales:

HUGO A, DÁVALOS

NOEMI FERRARI DE NAGY

JOSEFINA PLÁ

JUAN BOGGINO

CÉSAR ALONSO DE LAS HERAS

 

 

 

 CESAR ALONSO DE LAS HERAS

 

QUE CERCANO TU RECUERDO

 

¡Que cercano tu recuerdo, Paraguay!

No han podido los años esfumarlo.

Si fue tan sólo ayer cuando salía,

sin despedir a nadie!

Sólo en la portezuela alcé la mano un rato.

 

Yo no me fui, salía de paseo

y no creía que durara tanto.

Todo quedaba allí. No llevé nada.

Todo: los libros, los momentos

que trenzaron veinte años,

los amigos,

los mangos de los íntimos coloquios,

la luna que mordía tantas noches,

los afanes,

la Academia, los disgustos, los aplausos.

 

El niño detenido,

mi protesta.

Una ametralladora bajo un árbol

en la entrada del Palacio,

y la ruta trazada en la selva,

y los doscientos lapachos.

Hasta la cotorrita

que enterré en la plantera

cuando me la mataron.

Se quedó todo allí.

Allí.

Más que mi corazón, mi vida.

Por eso tu recuerdo, es mi vivir cercano.

 

Te tengo junto a mí cuando viejo por Castilla.

Se desvanece el trigo, el páramo, la nieve,

y surgen, como chorro de luz, los cocoteros.

Hay orquídeas en los pinos de la Sierra

y por el Duero ya no navegan los barbos.

 

Vives en mi, maduras,

trenzo la urdimbre

de un ñanduti que reza, llora y canta y habla.

¡Habla!      

Convivo con vosotros, juventudes,

las del afán brioso

y el empuje que le muerde a la Aurora

para que no se tarde.

¡Ah, juventud, mi vida,

mi ensueño y mi descanso!

Estáis ahí, aquí, conmigo,

vosotros, a quienes he gestado.

Llenáis la madurez

de mi sentir

o me faltáis

como le falta el agua al páramo.

Siempre.

Y llegará el momento de encontrarnos.

 

 

 

JOSE-LUIS APPLEYARD

 

RELENTE DE MI VOZ

 

El fuego tiene olor y no a quemado,

un tibio aroma dulce de suplicio

y la llama me envuelve en un silicio

que es masoquista forma de lo amado.

 

El fuego es un perfume alquitarado

y es la primera sombra del indicio

de amar a la virtud, vuelta ya vicio

y en ella ser latiente enamorado.

 

Amo la llama que incitante grita

en su lengua de amor todo el anhelo

que desde aquella infancia en mi tirita,

relente de mi voz y de mi cielo,

como un orgasmo eterno que me invita

a fundirme de amor con el hielo.

 

 

VENCISTE, MANIQUEO

 

Y tirios y troyanos -blanco y negro-

alfa nívea en omegas engastada.

Güelfos y gibelinos.

La distancia de un punto hacia la nada

La derecha y la izquierda

y las palabras

de Felipe Igualdad matando primos.

 

Menches y bolches

y el círculo es el mismo

hecho de puntos vivos que se encuentran

y no esperan que Cristo los redima

siempre el viernes de todas las Cuaresmas.

 

Dogma y maldad.

La realidad se ausenta

y pare sus gusanos en bandadas.

Yo soy el dios,

pero mañana puedo

ser sacrificio envuelto en llamaradas.

 

Ni Saulo derribado,

ni Sebastián herido,

ni Torquemada hiriente,

ni Hitler, el judío,

ni Marx vuelto cristiano

me dice quién es Él,

el que no ha sido.

 

Y en su busca rodamos inconscientes,

buenos y malos, eternos Maniqueos,

creyendo que es verdad sólo el recuerdo

de algún orgasmo, antiguo, adolescente.

 

 

 

 

MANUEL E. B. ARGUELLO

 

PLEGARIA AL NIÑO NAVIDEÑO

 

Navidad, antigua Navidad,

mira hacia nosotros.

 

Pesebre, cuenco de la Esperanza,

mira hacia nosotros.

 

Villancico, canto germinal de Nochebuena,

mira hacia nosotros.

 

Y Tú, también, Niño navideño,

mira hacia nosotros

y desclava los cuchillos del odio.

 

Aquí están en dura, acusada greda,

quienes clavan las cruces,

quienes pechos acuchillan,

quienes rompen tu palabra.

Aquí están aún, por un milagro tuyo,

los pobres hombres,

los tristes hombres,

los simples hombres.

 

Y aquí está, también, la crujiente

geografía de mi Patria.

 

Por eso Niño navideño,

acurrucado trigo de anticipada mies,

mira hacia nosotros.

 

Levanta tu pesebre en el pecho

forestal de esta tierra,

y mira hacia nosotros.

 

Arrima tu palabra a la quemante sal

de nuestro llanto,

y mira hacia nosotros.

 

Bendice el Agua y el Pan nuestro

de cada hermano,

y mira hacia nosotros.

 

Niño navideño, manso Niño amigo:

cuando te veo de Luz y Amor en el pesebre,

yo también Quiero ser bueno,

para decir tu nombre

para alzar la frente

para llegar a Ti

cuando me llames

 

 

 

 

WILLIAM BAECKER

 

LA LUNA Y TÚ

 

La luna y tú, y en esta geografía

de grillos y silencios,

de leopardos huyendo

de ardientes quemazones,

mi soledad se incendia: de nostalgias

entre antiguas ovenias,

en amplios corredores,

en aljibes

donde miro mi imagen para verte

creciendo como un sol,

para decirte todo lo que quiero

y entonces no me atrevo porque es tarde

y esa luna -oh sol de medianoche!

me obliga a confesarte una mentira.

 

 

SI PUDIERA

 

Si pudiera decirte

esas cosas que guardo desde antaño

como un sello postal entre las hojas

de un libro cuyo título olvido!

 

Tú sabes de esas cosas

que a veces no quisiera recordarlas

y que te dije acaso sin quererlas

porque era el tiempo justo de decirlas.

 

Pero te dije entonces las palabras

de las banalidades mercantiles

para olvidar que somos dos caminos

en una encrucijada sin sentido.

 

Si pudiera decirte!

 

 

 

 

NILSA LIVIA CASARIEGO DE BEDOYA

 

POEMA PARA MI PADRE

 

Como un cielo postergado

estás sobre los cielos

y trayendo contigo

todas las estrellas posaste

entre mis manos

llenándote de luces la alborada.

 

Me recuerdas ese canto

que se dice por lo bajo

en la estación primera,

después de los geranios,

entre el camino de sauces,

detrás del candor

de una llovizna.

 

Sin adiós

la flor se volvió roja

y tu voz se vuelve viento.

Sin olvido

tu tibio follaje

se esparce entre mis rezos

nacidas desde ahora.

 

 

POEMA

 

Cuando te hayas ido,

no pienses en volver

deseando de nuevo

de nuevo

hacerte niño!

 

Mañana tendrán, quizás

tus pasos

sonidos muy adultos

y será ancha la avenida embaldosada

que tendrás el tiempo justo

de cruzar

y no tocar un muerto,

de los tantos

que viajen a tu lado.

 

Cuando te hayas ido

serás la gran orquídea roja

o blanca

que introdujeron dentro de un cristal,

y faltará el aire

porque estarás muerto,

porque estarás solo,

mientras aquí

seguirán cayendo flores

de todos los lapachos!.

 

Cuando ya estés lejos

qué sabor tendrán

las uvas

de Diciembre?

Tu presencia no querrán borrar

los años

ni la niebla

porque tu ausencia

nacerá entre el rocío

de cada madrugada

y porque nosotros nos quedamos

a soñar

que estamos

otro mayo.

 

 

 

JOSE ANTONIO BILBAO

 

   LA MUERTE DEL CABALLO

 

Los años le quedaron dibujados

en cordilleras de agresivos huesos

y en el pelaje oscuro los excesos

de un ambular sin pausa están marcados.

 

Mira con ojos viejos, tan cansados,

un horizonte de verdosos yesos

y un matorral donde espinosos brezos

velan un agua azul, como soldados.

 

Siente un extraño palpitar violento,

un correr sin correr despavorido

y sed tan honda sin estar sediento.

 

Allá, lejano, motea el rancherío.

Relincha y se despide. Se ha dormido.

La luna, ya desnuda, baja al río.

 

 

 VIVIR

 

Si vivir es andar por senda dura

y atravesar terrales con abrojos,

los pies llagados, sin estar de hinojos,

vale vivir y amar toda hermosura.

 

Vivir poniendo gozo en la ternura,

hacerla flor en los pacientes ojos

y si escala la sangre, sin sonrojos

abrirle el claustro porque ya está pura.

 

Si vivir es correr, pandorga en mano,

cercando cielos sin perder altura,

vale vivir cuidando lo cercano,

porque al final si todo se apresura

ya no es vivir, es irse con desgano

rompiendo fácilmente la atadura.

 

 

 

 

VICTOR R. CASARTELLI

 

LA OTRA VIDA

 

1.

Elaine se interna en el bosque.

Ante su figura de paloma

toda la vegetación palidece

y el tiempo súbitamente se detiene.

 

Detrás de la diosa,

leve, silencioso,

como un felino que exhibe su arte,

el fauno estudia la perfecta anatomía

y busca el rincón

y aguarda el momento.

 

En el alto cielo,

más allá del canto de las aves

que prontamente enmudecieron,

la Vía Láctea sonríe complaciente.

 

2.

El presagioso silencio se rompe

con los gemidos de la hembra acorralada.

La gramilla recoge los bramidos del fauno

y nuevamente oficia de tálamo

como en todos los tiempos.

 

La Cruz del Sur calca el derrotero

de los brazos femeninos

y de la inútil presión de sus piernas.

La fuerza primigenia grita su triunfo

y todo no es más que los cuerpos

atenazados por la jauría del Deseo.

 

3.

Reviven los murmullos,

los jadeos desfallecen.

El ciclo vital sacrificó una virgen de nuevo.

 

 

 

 

AUGUSTO CASOLA

 

SOLA SOLEDAD

 

Sola soledad

que dicen que es triste

y es alegre cuando hay tristeza.

 

Sola soledad

primera luz, primera lágrima

premonición primera en la sonrisa

 

Sola soledad

añejo vino

Sola soledad

añejo vino

sorbido como gota a gota del

cáliz de ésta vida

 

Sola soledad

última amiga:

porqué dicen que eres triste,

sola soledad,

si estás conmigo?

 

 

 PRISMA

 

Aunque fuese sombra de otras sombras

aunque hubiese nacido varias veces

y otras tantas, muerto,

Aunque fuese prolongación, imagen,

irrealidad de carne en dolor redimida

y no fuese sino yo repetido

Vuelto espacio

y materia vuelta esencia.

Aun no existiendo

soy yo repetido

aunque no estoy ni estuve siempre.

 

 

 

 

OSCAR FERREIRO

 

TRES LAMENTOS

 

SELVA MUERTA

 

Es la tarde sin tachas

con rumores lejanos y luz viva del tiempo

olvidada de muertes

con su voz redorada

convidando a olvidar.

 

Pero el simio nefasto está ultimando

los conspicuos cimientos de la selva

astillando cortezas y resinas

en el tenso calvero del desquicio

en el vano sonoro de este aire

que para siempre y nunca ya se irá.

 

Oh corona final de Selva muerta

la rosada alegría del ocaso

altanero refugio de los pájaros:

solitario el lapacho ya dite en tierra

con los brazos abiertos

y el corazón rajado

el último coloso de la sierra

calcinándose al fuego de la muerte.

 

Y tú mi sol

oh viejo sol de todos los escándalos

reiniciarás muy fresco tu trabajo

empedernido seductor del mundo

corrompiendo a la arena con caricias

y húmedas sustancias

larga rayo triunfante

en este caldo fértil del estío!

 

 

 MATTO GROSSO

 

Agoniza la selva

de nudosas maderas aristadas.

Mil cantos moribundos

al acérrimo estruendo de los vientos

aventando despojos

a lívidos hachazos

resuenan con desgarres de malvas y amarillos.

 

Consumado el orgasmo de los siglos

goteante y espesa te destripan los bulldozers del crimen

maraña de cabellos y lianas enredadas

atronando la fiebre de un estruendo.

Aun resuenan en tu vientre el trueno largo

y entreabres las piernas al progreso

volteada y vencida

por las húmedas salas melancólicas

amazónicamente funerarias.

Lloviendo a nubes rotas

destrozada

con un dejo traposo en tus barrancos.

¡Oh duro corazón de crestas rojas

se te viene la muerte soterrada'.

 

Ya se viene la muerte

yacente y desvelada bajo el humus

con labios destrozados y podridos

de ronca niebla y amarillo fuego.

Ya se viene la muerte con su orquesta

atacando la marcha del milenio.

 

Esta noche tu muerte y mi folia

invadida de pámpanos y arundos

con venenos calientes se retuercen

entre ramas

bejucos

y espiras de estireno

en el seno confuso del espanto.

 

 

LLUVIA

 

A cántaros la lluvia

con su cóncavo eco

encarnizada presurosa y sonora

sepultaba a la infamia en sus cavernas

celebrando la muerte de los hombres.

Presurosa extinguía el error de los dioses

y sádica enmendaba

desgarrando los suelos

con fúnebres licores y álcalis mordientes

con su agua incesante y destructora.

 

Bravos ríos de fiebre americana

coléricas resacas

flotaciones

tajando las montañas se disparan

en un cruel transporte de aluviones.

Tremebundos y sordos refulando

todo el limo y el odio

con detritus y cáscaras

y cortezas y hojas

y pitillos y peces

que a la luz del diluvio

se retuercen salvajes.

 

Con un párpado roto

supurante

desde una nube de tucuras rojas

cuelga el sol moribundo

suerte de pus chorreante

sobre la tumba abierta de la especie.

 

 

 

JUAN MANUEL MARCOS

 

ELEGÍA A RAFAEL BARRET

EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO

 

Lo conoció el invierno en una calle oscura

de capote y ojos tristes clavado en una esquina.

Dialogaba sin voz con una voz nocturna.

Escrutaba los signos tempranos de la cárcel.

Examinaba la queja oscura de la brisa.

Derrotaba el oprobio cansado de sus úlceras.

Vulneraba las leyes del dolor y la magia.

Conversaba el lenguaje violento de la muerte,

y su pálido alfabeto preñándole los ojos.

Y viajaba en la noche como un caballo errante,

sin dios y sin jinete, anclado a la deriva,

intacto en la energía valiente de sus letras,

invicto en la eternidad sangrante de sus actos.

 

Distribuyó relámpagos de ira.

Se puso la camisa del obrero

y el zapatón de bruma de sus sueños.

Cabalgó las atmósferas del humo,

soportó las afrentas del tirano,

mitigó la garganta del destino,

apresuró el silencio y lo detuvo,

acampó en las espaldas de los cerros,

descendió a los infiernos del destierro,

caminó entre vacíos y veranos,       

inauguró la vida en la palabra,

amaneció encendido una mañana

de pólvora, rocío y polvareda.

 

Convocó inevitables cataclismos,

asaltó los escándalos del día

y repartió sus panes de luz dura.

Adivinó la marcha de la historia,

la esencial combustión infatigable,

se casó con la patria paraguaya

-encinta soledad ardiente, solidaria-

alquiló tres hectáreas de papeles,

arrendó el patrimonio de la cólera

y repudió la esclavitud de los yerbales.

Le quebrantó los huesos de la muerte,

dominó la traición de sus pedazos

y la sublevación de sus pulmones,

acuchilló relojes taciturnos,

iluminó satélites adúlteros,

enamoró de esdrújulas la noche

olvidó siete sílabas celestes

en una sien anónima y morena,

supo ternura y esperanza

y le enseñó a cantar al arco iris

enlutadas palomas en el viento,

¡y se expandió en la cruz de sus noticias,

se hizo espacio a si mismo de inocencia,

de viento, viento, viento, viento, viento.

 

 

 

 

LUIS MARIA MARTINEZ

 

SER

 

Ser

como la imagen de la fuerza

que no amanece y se demora;

como el destello de su herida;

como el comienzo de su vuelo;

como el timón de su navío;

como el reloj de su reencuentro;

como el recuerdo de sus luces.

 

Ser

como el lenguaje de su vida,

mensaje humilde y verdadero;

como el principio de algo nuevo;

como expresión de sus deseos;

como habitante de su aurora;

como el metal de su heroísmo;

como el color de sus batallas.

 

Ser

como el latido del futuro,

que es el presente demorado;

como el clamor de su lenguaje;

como el mirar desesperado;

como constancia de su espera.

Ser

como es ella, digo, la patria:

fuerza y destello, todo el futuro!

 

 

 EL FUEGO

 

Por la patria, en su entraña,

alguien canta y no cesa.

Cesará de cantarle

y decir de sus cosas:

historias que se callan

porque así es el silencio,

herradura en reposo

que se hermana al bostezo?

 

Cuántas cosas se dicen

y se advierte ese algo

parecido a un folclore:

historia y pobre gente

que consume en los labios

una canción muy vieja

de imprecisos dolores,

y unos pies perseguidos

por espinas y llagas?

 

Qué nombre tendrá esa

canción desesperada:

elegía o buen llanto

sin término y principio,

memoria articulada

con polvos de una exequia?

 

Casi, es cierto, en el aire

se huele el sacrificio;

casi estalla en los ojos

un río de tristezas...

El nombre, cuántos nombres,

podemos aplicarle

al caso y a la casa

cuya sombra habitamos,

seguros de estar siempre

no muy lejos de aquello

que por verdad conocen?

 

Alguien canta y no cesa

de cantarle a la patria,

quemado por el fuego

que reposa en su entraña,

aeda de su casa y estrella de sus pasos...

 

ALGUIEN.

 

 

  

 

 RICARDO MAZO

 

         UN TUAREG PEREGRINO...

 

Hoy llegó hasta mi puerta, la casa en su camino

un tuareg peregrino del Adrar de los Iforas.

Una barba incipiente encrespándose apenas,

unos ojos de bronce patinados de pena

y unos labios carnosos como moras de selva.

Era alto, espigado. Era fuerte, era austero.

En su rostro bruñido por el sol del desierto

se palpaban las huellas de la arena y del viento.

Era un niño crecido sin amparo en el tiempo:

un tuareg peregrino del Adrar de los Iforas.

Y mi puerta al cerrarse lamentó su partida.

 

 

NO HA SIDO SOLO...

 

No ha sido solo tu color melado

ni tu entrega sin pactos.

Tampoco ha sido tu inocencia abierta

ni tu cuerpo descalzo.

 

Pensándolo otra vez quizás ha sido

-ahora con la sal seca en los labios

el vivo beso de tus ojos niños

y la lágrima mansa de tu llanto.

 

Pero es cierto y ha sido.

 

La infancia no se da solo dos veces

y solamente cuando somos niños.

También se da al amarnos de repente

y se da cuando muere al separarnos.

 

Y esto, dime hermano,

no es acaso morir antes de tiempo?

 

 

 

 

NOEMI FERRARI DE NAGY

 

OGIGIA

 

¡Deslízate, lanzadera dorada,

como pez, resuena telar,

vuela dulcísimo canto!

Vuelve el antiguo cuento

todo luz y armonía, de Calipso;

arde la llama inquieta

de la leña de aroma exquisito

en la gruta: otra vez

fuego secreto y canto

y trabajo, y belleza solar

y sueño de eternidad.

 

 

 LA JUVENTUD

 

La juventud: un gato siempre alerta

hasta en la sombra del atardecer

que lo vuelve invisible y en la negrura

de la noche en desiertos pasadizos.

Y quizás también tenga siete vidas,

sufra siete agonías y siete veces

deba morir.

 

 

 LAPACHOS DE AGOSTO

 

Nubes rosadas, cabezas

de primaverales gigantes

con pensamientos de amor,

la misteriosa alquimia

que os forma de humores terrestres

querría el corazón conocerla,

poseerla, y de turbios zumos

destilar colores de aurora

y dulce néctar de aromas,

interminablemente.

 

 

 CARACOLES MARINOS

 

Caracoles vacíos, limpios,

que uno recoge

por su barroca hermosura:

quizá un día se parezca a ellos

la tierra, purificada

por un baño de muerte.

 

 

 

 

EMILIO PEREZ CHAVES

 

PACTO DE CRISTAL Y SILENCIO

 

Te he buscado entre la vida y el recuerdo

desde la agonía del ser en la madrugada última

cuando era gris el jardín de la pena.

 

Ya estoy en ti

cuerpo de agua y de suspiros

paraíso que ayer desconocía

misterio descubierto a cada instante.

 

Nunca pude saber si lo has sabido

(vísperas del amor y del abismo)

pero sutil asombro al encontrarte

así como el deseo imaginaba

y con todas las letras de tu nombre.

 

Paloma de incienso y mármol

temblor, mirada, confidencia

huya bajo la niebla de tu memoria.

 

Sin rimbo ni noticias

frente al eco del hastío

quién me devuelve tu voz tímida y breve

poema que pude haber escrito en el rocío

trébol casual en un cuaderno frágil?

 

Distraídos en el umbral del olvido

somos cántico y distancia

juegos, éxtasis, magia.

 

El tiempo indescifrable

ronda los signos del desvelo:

perdidas en aquél rostro de paisaje lento y triste

cuántas palabras te esperan.

 

 

 VIAJE HACIA LA NOSTALGIA

 

Llega tu sonrisa

murmurando serena las frases de ayer

y entonces amanece.

 

Mientras la soledad hería con sus dudas

mis ciudades desiertas

bajo los signos de la espera y la promesa

descubrimos que amor y libertad son la misma estrella.

Cuando duermo en tus ojos

viajas en mis palabras

y casi último beso

vuelo hacia ti

primera melodía

 

Navegando desde el corazón al territorio del eco

dónde el encuentro sino la ausencia

amor que fluye y permanece dónde

si eres la luz, el aire, el tiempo?

 

Cómo despertar si ya te has ido

si tu recuerdo es aún el infinito?

Cómo me olvidarás

si estoy en todo tus secretos?

 

Despojado de fechas y brújulas

frente al espejo del vacío

dibujo en la lejanía este mensaje:

Qué instante nos alejará de la vida

y desde dónde

iremos regresando hacia nosotros?

 

 

 

 

FRANCISCO PEREZ-MARICEVICH

 

ACTA CAPITULAR

 

Introducción

Mi corazón apenas ya sabe decir palabras antiguamente dichas

llenas de trajinada y dolida memoria de ceniza;

palabras como en eco de olas, como en olas de ecos, como en sombras

halando hacia la luz desde un sueño profundo de palomas;

palabras como viejos caminos desandados,

transidos de presencias remotas, de rostros sucesivos.

En medio de sus voces mi corazón camina envuelto en noche

y recuerda el olvido que transvive - monedita de cobre

caída, sabe Dios, en los polvos trashumantes del alma –

y hay como un abrirse de párpados de niño en la alborada

y un murmurar de agua.

Mi corazón, entonces, se invade de preguntas,

de esas semejantes a súbitos miedos de centinela,

o a corceles que en sueños se desbocan y saltan

oscuras salamancas

sin que sepamos nunca si han llegado al otro lado del precipicio

porque en verdad no había ni caballos ni abismo.

Las preguntas levantan su antigua polvareda contra el cielo

y el viento del silencio contraazota al tubo insomne del hueso

y el largo silbo serpentea su estricto relámpago enemigo

para que a su luz mi corazón pregunte a las preguntas por sí mismo.

Y las preguntas mi corazón bien las conoce,

qué podrán decir las pobres? -Nombres, sólo nombres.

Mas algo de las cosas guarda en nombre secreto

escondido en lo oscuro como en la yesca el fuego

que espera el pedernal que de la nada

le encienda -al fin, oh Dios!- la llamarada.

Mi corazón lo busca, mirada que se mira mirar en el espejo?

por entre sus caminos, pero todos parecen volver al mismo sitio.

Sus caminos, apenas huellas de pasos idos,

que una mano del tiempo confunde y transfigura

para que nos lo vuelva, intactos, la otra de la fuga,

los pasos, los caminos,

- costumbre de los hombres: hallarse en lo perdido.

 

 

 

 

JOSEFINA PLA

 

TRÍPTICO DEL RENACER EN LA SOMBRA

 

I

 

No digas: Es ceniza.

De la ceniza misma,

para probar que mientes

verdecerá el rozado.

 

No digas: Fue la espuma

de la rompiente breve.

La espuma es también agua,

y volverá a ser ola.

 

II

 

Por un mortal paisaje

de sueños sin mañana

ha de orientar tu brújula

la gran ternura inútil.

 

Amor... Sin una herida,

sin venas ni cuchillo,

va corriendo la sangre. 

(Empayenado arroyo

donde mueren los pájaros

y se apaga la luna)...

 

Amor, Amor. Los cuatro

clavos de una cruz nueva

que cargar a la espalda.

...Amor. Quién te ha nombrado?...

Quién el beso despierta?...

El corazón, caballo

desbocándose, loco.

El tiempo, detenido.

 

III

 

Por mis ojos tardíos

derivan largamente

las velas en naufragio

de tanto sueño herido.

 

Marchan, irrevocables,

hacia la playa sorda

en donde encallan todos

los anhelos brotados

bajo trocado signo.

 

Playa de aguas dormidas,

de gritos silenciarios.

Está prohibido el llanto,

porque el agua es de lágrimas.

Está vedado el grito

porque la piedra sufre.

 

En lo alto de la costa,

como un pájaro oscuro,

tremola una bandera

que dice:

...Para siempre.

 

 

 

 

HUGO RODRIGUEZ ALCALÁ

 

VILLARRICA

 

Temprano me levanto. Villarrica.

Temprano en la ciudad circunvalada

por el campo, invadida por el campo.

 

La invaden las carretas con sus frutos:

sus sandías lustrosas, sus melones

fragantes, su mandioca

que es tierra o casi tierra

por fuera, aunque por dentro es casi leche.

 

La invaden. Son el campo. Son el barro

de los rojos caminos. Son olor de capuera

en sus bueyes impávidos. ¡Son patria!

Los carreteros traen detenido en el poncho

y en la humedad insomne del rocío,

el cansado mirar de las estrellas

que ya van ocultándose.

 

Yo me he escapado de mi cuarto

y he salido de puntillas.

Húmedo el patio todavía.

Dormidos todavía los criados.

Y en la penumbra

la bicicleta, en el zaguán, dormida.

 

Ya por las calles no pavimentadas

las llantas van dejando blandas huellas

entrelazadas, como serpientes.

 

Mi bicicleta va al encuentro

del campo, de la aurora.

Y sobre un par de ruedas rumorosas

descubro que en la madrugada fresca

el reloj de las horas más felices

tiene doble cuadrante.

 

Los pedales son alas.

Y yo soy libre.

 

¡Vuelo!

 

        

PRIMAVERA, OTRA VEZ

 

¡Qué cosa extraña es esta de los versos!

Uno se olvida de que los escribe.

Se olvida de poetas y poemas.

Y, de pronto, reincide.

 

A mí me pasa así. Yo soy un hombre

ocupado y sin éxito

en cosas de poetas,

he renunciado, ha mucho tiempo a serlo.

 

Sin embargo, me ocurre que, un buen día,

luchando, por ejemplo, con los números

la pluma, sola, empieza a escribir versos

y me lleno de júbilo.

 

Entonces noto que la primavera

está otra vez viniendo:

que el aire, afuera, está lleno de píos

y que también yo estoy lleno de versos.

 

 

 

P.E.N. CLUB DEL PARAGUAY - MIEMBROS

Alonso de las eras, César

Alsina, Arturo M

Amaral, Raúl.

Appleyard, José-Luis

Avalos, César (h.)

Arguello, Manuel E.B.

Baecker, William

Báez, Jorge

Bedoya, Nilsa Casariego de

Bilbao, José Antonio

Boggino, Juan

Casaccia, Gabriel

Casartelli, Victor

Casola, Augusto

Chaves, Julio César

Dávalos, Hugo A.

Domínguez, Ramiro

Ferreiro, Ana Iris Chaves de

Ferreiro, Oscar

Frutos Pane, Juan Manuel

Gaona, Roque

Garay, César

García, Laureano Pelayo

Gómez Sanjurjo, José María

González Alsina, Ezequiel

Halley Mora, Mario

Lamas, Vicente

Lezcano, Luis

Livieres, Lorenzo

Marín Iglesias, Alejandro

Marcos Alvarez, Juan Manuel

Martinez, Luis María

Mateo Pignataro, Tomás  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
LIBROS,
LIBROS, ENSAYOS y ANTOLOGÍAS DE LITERATURA PA



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