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REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY

  IMAGEN Y SÍMBOLO DEL PADRE EN LA NARRATIVA PARAGUAYA (Por BOUJEMÂA EL ABKARI)


IMAGEN Y SÍMBOLO DEL PADRE EN LA NARRATIVA PARAGUAYA (Por BOUJEMÂA EL ABKARI)
IMAGEN Y SÍMBOLO DEL PADRE EN LA NARRATIVA PARAGUAYA

Por BOUJEMÂA EL ABKARI

Universidad Hassan II, Mohammedia (Marruecos)
 
 
 
 
IMAGEN Y SÍMBOLO DEL PADRE EN LA NARRATIVA PARAGUAYA *
 
*El tema de: "La Figure du père dans la littérature"

en la Facultad de Letras de Mohammedia. 2007.
 

La figura del padre se ha convertido en un tema central para muchos narradores en lengua española durante estos últimos años (La figura del padre en la literatura española e hispanoamericana ha suscitado un gran interés, particularmente en Francia; basta recordar algunos estudios de los profesores Amadeo López, Sadi Lakhdari, María A. Semilla Durán, entre otros, para darse cuenta de la importancia de este personaje literario. Cf. López, Amadeo (Ed.), L'image parentale dares la littérature de langue espagnole, Paris, Publication du Centre de Recherches Ibériques et Ibéro-américaines, Université de Paris X-Nanterre, 2 tomes, 2000 et 2001.). El padre como personaje literario cobra una trascendental importancia en la narrativa paraguaya, debido a que es multifacético, plural y polémico. De hecho, la figura del padre puede ser tratada desde varias perspectivas: la familiar, con su papel céntrico y decisivo en varios niveles, la sociológica, en que el padre podría encarnar el pasado histórico, o sea, el origen identitario, y la sicológica, poniendo de relieve la complicación humana que encierra, muchas veces, la relación entre padre-hijo e hijo-padre y, evidentemente, los complejos resultados de ella.
 
En esta ponencia, intentare analizar algunas de estas dimensiones que frecuentemente se superponen, se entrecruzan y se compenetran en varios textos de la narrativa paraguaya contemporánea, particularmente en los de Gabriel Casaccia y Augusto Roa Bastos.
 
Los primeros capítulos de Hijo de hombre, novela de Roa Bastos, presentan a los principales personajes y lo que atrae la atención del lector es, seguramente, el encuentro y el casamiento de Casiano y Natividad después de huir de las autoridades gubernamentales, a raíz del fracaso del levantamiento agrario de 1912 en Sapukai -su pueblo natal- en el que toma parte Casiano. Su fuga les conduce a Tururú-Pukú, pueblo yerbatero perdido en el corazón de la selva. Con la decisión de ir a trabajar en un yerbal y el nacimiento de su hijo, a quien llaman Cristóbal como su abuelo paterno, se funda la familia de los Jara.
 
Al principio de su llegada a Tururú-Pukú, Casiano Jara soporta las inhumanas condiciones de trabajo en el yerbal porque necesita mantener a su familia. Sin embargo, no admite que su hijo nazca y viva en ese espacio carcelario y cruel. Así que decide con Natí escaparse para salvar a su hijo de la explotación y la miseria, sabiendo de antemano que es una empresa casi imposible, porque, según la leyenda, nadie pudo hacerlo, debido a la crueldad de los salvajes capataces del yerbal. En este caso, Casiano se revela como padre caracterizado por un gran espíritu de responsabilidad y sacrificio para salvar a los suyos y pensar en ofrecerles una vida digna y mejor.
 
De esta manera, la imagen del padre, representada por Casiano Jara, cobra una dimensión simbólica al escapar heroicamente del yerbal y al arrastrar sobrehumanamente el vagón -que sirvió para que se abortara brutal y bárbaramente la "revolución" de Sapukai- hasta la selva, en los bordes del pueblo. Allí, el ex "cabecilla de la rebelión en las solerías de Costa Dulce" y el partidario de la sublevación agraria, decide vivir con su familia para nunca olvidar la tragedia sapuqueña, de los mensús, de los obreros de los yerbales, de este modo iniciar a su hijo defender la justicia y la cause de su grupo social desfavorecido. En efecto, Cristóbal Jara crece y madura en el vagón-hogar paterno.
 
En medio de la miseria y la violencia, el peón-padre se arma solo de voluntad. La férrea voluntad de los mensús de los obreros, de los yerbales, la encarnan Casiano Jara -y, más tarde, su hijo Cristóbal- con gran brío. Casiano Jara llega a vencer -en sí, primero- el temor a la muerte y, luego, los riesgos de la selva, las armas, los caballos y los perros de los capangas que los vigilaban, de hecho, reafirma la gran capacidad del peón por soportar las adversidades, el fervor patriótico, el gran apego a la familia y a los valores guaraníes ancestrales como la solidaridad, el amor al prójimo, el sacrificio... Jara es un padre tradicional en la coyuntura rural en la que vive, y "vivió para su familia y murió en la dignidad". Casiano Jara es modélico no solo para su hijo, sino también para su pueblo. La relación padre-hijo, dentro de los lazos de la familia, es sólida y bien fundada, asentada en el amor, la confianza, la admiración y el respeto mutuo.
 
Años más tarde, Cristóbal Jara participará en otra sublevación que se preparara en el mismo pueblo. De hecho, la historia parece repetirse: "Tierra y libertad" se convierte en grito y consigna de la lucha fratricida del pueblo de Sapukai. Cristóbal reanuda con los ideales de sus padres y el ciclo de protesta y rebeldía. Los sapukeños lo apodan "Kirito" (deformación de Cristo), lo que es muy elocuente. El narrador lo presenta como "un muchacho de veinte años. O de cien”, o sea, Cristóbal no parece tener edad, porque es una especie de puente que asegura la unión entre las generaciones de luchadores y combatientes incansables como su padre.
 
Si en la sociedad rural el padre es el determinante en una familia campesina, sin embargo, para muchos jóvenes rurales, este personaje no parece tan necesario, está muy desvalorizado. Su olvido en oposición a la madre. La ausencia del padre con sus distintas consecuencias está ampliamente representada, como se percibe claramente por los novelistas paraguayos, como aparece, por ejemplo, en La babosa y La llaga de Casaccia y que alcanza dimensiones míticas en Yo el Supremo de Roa Bastos.
 
En dichas narraciones, la mayoría de los jóvenes personajes oriundos del campo y que viven en la ciudad, particularmente en Asunción, evitan hablar de sus padres o intentan olvidarlos completamente. Entre los más representativos, podemos citar a Miguel Vera, protagonista de Hijo de hombre y, sobre todo, a Ramón Fleitas, uno de los principales personajes rurales de La babosa. Para ellos, el padre les recuerda el origen socio-geográfico indeseable, que remite a un perdido pueblo de donde quieren escapar definitivamente mediante los estudios o la carrera militar o el trabajo en cualquier sitio urbano. Estos jóvenes pretenden que la ausencia del padre en vida, no les causa grandes perturbaciones psicológicas, por el contrario, lejos del territorio paterno-el pueblo natal-, se creen "otros", plenamente "realizados" y decididos a ascender socialmente. Sin embargo, su naturaleza rural inherente perturba frecuentemente su presenta integración ciudadana, de hecho, la falta de referencia paterna en su vida deja un gran vacío, lo que los sumerge en una enfermiza aculturación.
 
La llaga, en cambio, presenta un caso verdaderamente patológico cuya causa es la ausencia del padre. Después del suicidio de Francisco Cantero, Atilio, el hijo adolescente de dieciocho años, cambia totalmente su comportamiento con su madre, Constancia. La desaparición del padre condena a Atilio a la soledad absoluta, ya que no comprende el porqué del suicidio de su padre:
 
-¿No será que papá se mato porque se sentía solo, aislado? (...) Yo también suelo sentirme solo, aislado, y eso me angustia como si viese el vacio bajo los pies.
 
Atilio pierde a su padre, lo que lo conduce a sentirse solo y aislado, huérfano y desamparado. Su madre lo decepciona mucho, no le conforta en nada, porque no aporta explicaciones convincentes a las preguntas relativas al suicidio de su padre y no le ayuda a independizarse económicamente, a pesar de tener un buen proyecto para eso. El se lo reprocha explícitamente:
 
Me tratas como a un chico. Me haces pasar por enfermo delante de Rosalía para explicar nuestra estadía aquí…  No quieres que me libere de tu tutela. Le pones trabas e inconvenientes a este negocio de la ladrillería porque temes que me independice de vos y pueda pacer mi voluntad.
 
El negocio que se propone realizar Atilio favorece evidentemente la maduración autónoma del adolescente, por la presencia de su madre, solicita la contribución económica o, por lo menos, necesita que ella le devuelva lo que le toca de la herencia del padre. El raro comportamiento de su madre lo empuja a acusarla directamente de ser el responsable del suicidio, sobre todo, al descubrir que ella tiene una relación intima con Gilberto Torres, pintor y amigo de la familia. Atilio la interpela de esta manera:
 
-¿No te sentís en nada responsable de la muerte de papá? ¿No has dudado nunca de ti misma? Responsable..., aunque sea una parte pequeñísima.
 
Al principio, Atilio no está seguro de que el suicidio de su padre se debe a que este comprendió que su mujer lo traicionaba, y que por eso prefirió quitarse la vida. Atilio presiente que su madre le disimula la verdad:
 
Atilio levanto la frente y miro larga y profundamente a su madre. Algo le ocultaba. No era posible que dos cuerpos que han dormido durante años todas las noches juntos, y cuyas carnes y sudores se han mezclado, al darse la muerte uno de ellos el que queda no siente en los labios, en la punta de los dedos, en la piel, el secreto de la muerte del otro.
 
Atilio aspira a desempeñar un papel activo en el curso de su vida, quisiera que su madre lo considerara adulto, un hombre. Además el joven reivindica el derecho de reemplazar a su padre y de asumir su responsabilidad en el seno de la familia:
 
Yo quiero intervenir en los asuntos de mama. Ahora que soy más grande -y pronuncio esta palabra un tanto cohibido- tomare el lugar de mi padre."
 
En efecto, el hijo desea apropiarse de los atributos paternos, creyendo que eso le permite alzarse a la altura del padre bajo la mirada admirativa de la madre, esta rechaza su proyecto temiendo perder su libertad. Así, Constancia le margina en las decisiones relativas a los bienes de la familia y a su vida personal. Atilio se siente paulatinamente abandonado y su integración familiar se hace cada vez más problemática. Ese rechazo se confirma, sobre todo, cuando descubre que su madre le miente y le engaña -"lo traiciona"- como lo hizo con su padre. Entonces, el hijo se identifica con el padre, ambos son víctimas de Constancia. De ahí, al destino del hijo se enmarca el del padre. Atilio reflexiona diciendo:
 
Pero entonces a mi padre le sucedió lo mismo que me está pasando a mí. Se repite en mí ahora punto por punto el mismo drama que lo llevo a matarse y que también me llevara a mí si no dejo de pensar.
 
Para apaciguar la inquietud de su hijo, Constancia intenta proponerle o, mejor dicho, imponerle a Gilberto, un sustituto del padre desaparecido. Vano esfuerzo, el joven no encuentra ningún punto común entre su padre y el amante de su madre. Atilio les rechaza a ambos, lo que fragiliza todavía más la complicada personalidad del adolescente incomprendido, solitario y triste.
 
La tensa relación que mantiene con su madre aumenta sus interrogantes y preocupaciones. Entonces, la "viuda de Cantero" adopta una estrategia maquiavélica para avasallar y debilitar al vulnerable joven adolescente: trata de seducir a su propio hijo excitando sus sentimientos sexuales. Atilio resiste difícilmente a la tentación incestuosa, lo que compromete profundamente su frágil psicología de "niño" sin padre frente a una madre coqueta y caprichosa que no admite su envejecimiento. Así, ella cree demostrar que sigue siendo todavía una mujer deseable.
 
Frente a esta situación adversa, Atilio se ata casi frenéticamente a la imagen de su padre, intentado suavizar la angustiosa crisis edipiana. El joven evoca siempre los momentos felices pasados a su lado. Las pocas cosas que le quedan de su padre -sobre todo el revólver- lo torturan y, al mismo tiempo, avivan en él un fuerte deseo de encontrar una explicación a su muerte.
 
Al final de la novela, rechazado por la madre, sin padre, frustrado y decepcionado, Atilio se venga de ella y de su amante revelando a la policía el proyecto revolucionario que preparan el coronel Matías Balbuena y su cómplice Gilberto Torres. El militar logra escaparse, pero el oportunista pintor es detenido y luego exiliado a los amantes a Argentina. Los hechos consiguen separarlos definitivamente. Sin embargo, la madre pierde todo el dinero que dejó Francisco Cantero a su familia y que ella viene negando a su hijo.
 
Inestable, decaído, incapaz de descubrir las razones de la muerte del padre "vengado" y de sobrepasar sus propios complejos, Atilio cede a la idea que le obsesiona profundamente:
 
-Hay instantes (...) que creo que si me pegase un tiro en ese mismo instante, como en un relámpago, se me revelaría ese secreto que busco.
 
Sin ningún punto concreto de apoyo estabilizador, Atilio fracasa en su penosa y desesperada búsqueda del "secreto". La ausencia del padre significa, además de la orfandad, la perdida de referencias y del equilibrio psicológico. Ello conduce irremediablemente a la desesperación absoluta y, por lo tanto, al suicidio siguiendo el modelo de su padre. Sus destinos están así intrínsecamente unidos en la frustración y en el fracaso.
 
El protagonista de Yo el Supremo de Roa Bastos presenta otro caso todavía más complejo. Se trata de un dictador, personaje característico de la novela hispanoamericana contemporánea, en particular. En general, muchos novelistas prefieren presentar a este personaje con rasgos definitorios generales, inspirados de distintos dictadores del continente con el objetivo de darle una dimensión connotativa y simbólica.
 
En cambio, en su esencia, el dictador de Roa Bastos corresponde a un personaje histórico concreto: José Gaspar Rodríguez de Francia, producto de unas circunstancias socio-históricas y políticas, el movimiento de la independencia del país. De hecho, Yo el Supremo se apoya en muchos acontecimientos históricos que el novelista paraguayo desentraña e invierte en la novela con gran maestría.
 
A lo largo de la narración, no aparecen frecuentes referencias a sus padres ni a su genealogía. Incluso, el Dictador intenta disimular sus orígenes y su relación con su familia. Sin embargo, en las pocas veces en que sus detractores aluden a sus padres biológicos lo califican de "hijo de inmigrante" o "de extranjero, debido a que el origen del padre parece confuso. Algunas versiones que se leen presentaron al niño José Gaspar como fruto del matrimonio de doña María Josefa Fabiana Velasco, dama patricia, con el "advenedizo y plebeyo portugués José Engracia, o Graciano, o García Rodrigues", nacido el 6 de enero de 1756 o diez años más tarde, es decir en 1766. Al contrario, otras versiones, afirman que José Engracia tuvo al niño con su "barragana o concubina" que, al parecer, lo acompañaba al venir al Paraguay, "entre el grupo de portugueses-brasileros contratados por el gobernador Jaime Sanjust a solicitud de los jesuitas, en 1750, para trabajar en los campos de tabaco. Y aun, otras versiones precisan que el padre del futuro dictador era oriundo del "distrito de Mariana en el Virreynato del Janeiro", según la confesión del propio carioca ante el gobernador Lázaro de Ribera. Por otra parte, el Dr. Francia reitera casi obsesivamente que su padre era francés, mientras que algunos de sus partidarios afirman que era español de las "Sierras de Francia, región enclavada entre Salamanca, Cáceres y Portugal. Así, pues, el dictador es hijo de extranjero y de dos madres, una patricia y otra plebeya como parece haber sido el padre. Lo cierto es que don José Engracia vivió más de 60 años en Paraguay y pudo medrar socialmente ejerciendo varios oficios: peón, comerciante, militar y, por fin, "regidor administrador de Temporalidades en los pueblos de Indios". A pesar de ello, "nadie sabe quién es ni de dónde ha venido". Así, el dictador presenta a su padre como extranjero con mucha confusión, ya que no se sabe exactamente si es brasileño, portugués, francés o español y, sobre todo, no se explica cómo pudo contraer matrimonio con una mujer Patricia, siendo plebeyo.
 
A lo largo de la narración, el dictador -ya viejo- recuerda muy pocos sucesos de su niñez. La relación padre-hijo, no fue siempre positiva ni agradable debido en gran parte, precisamente, a la ambigua genealogía del padre. La mala convivencia de ambos se revela a través de los viajes "iniciáticos" que emprendió el hijo en compañía de su padre. La presencia del hijo a bordo del barco del padre, justifica por la enfermedad de la madre que perdió el habla. Al referirse a su madre, el niño la califica de "muda", de mujer "sin voz humana". Incapaz de comunicarse directamente con él. La desprecia profundamente, no solo la deshumaniza a causa de su enfermedad, sino también la condena por su supuesta infidelidad y vileza, ya que, insinúa que tuvo una relación con otro hombre, el coronel Espínola y Peña "de quien también se murmuraba que era mi verdadero padre".
 
Aunque el padre del dictador ha sido calificado varias veces como extranjero aventurero, en el se evidencia su preocupación por la educación y el porvenir del hijo, lo cual subraya el compromiso paterno para con su familia y el deseo de una vida mejor para su niño. Este deja constancia de ello. Aunque con cierto escepticismo:
 
Mi supuesto padre ha decidido enviarme a la Universidad de Córdoba. Quiere que me haga cura.
 
La Universidad de Córdoba es la más antigua de Argentina y una de las primeras del continente. Allí, estudiaron los hijos de los notables patricios y de ricos mestizos y se formaron las elites de los futuros dirigentes de las jóvenes naciones del Río de la Plata. Pero el niño parece no creer mucho en el amor de su padre, no valoriza su decisión, interpretándola más bien como un motivo para abandonarlo y liberarse de su "fastidiosa presencia" que el producto de la voluntad firme para proporcionarle una buena educación.
 
En el fondo, el niño nunca tuvo confianza en sus padres; los propósitos relativos a los suyos se desprende casi siempre un rechazo implícito a sus padres. Se refiere a sus padres en estos términos:
 
"el que dice ser mi padre" (...) "mi presunto padre" (...) "la dama patricia que pasa por ser su esposa, que pasa ser mi madre”.
 
El futuro dictador parece tener una curiosa inclinación a ser ingrato, rebelde y condenatorio de sus padres. En efecto, el adolescente ingresa a dicha Universidad y pasa largos años en su seno estudiando teología; se gradúa de doctor, ejerce el cargo de Clérigo y, luego, el de abogado en Córdoba, hasta que un día se entera de los abusos que cometen los miembros de su familia en Yaguarón, el pueblo indio que administra su padre. Uno de los narradores de la novela alude en estas palabras a la sorprendente reacción y curioso comportamiento adoptados por el Dr. Francia:
 
Cambia radicalmente. Así, mientras los oprimidos naturales abandonan su ancestral heredad, el ex Clérigo en Ordenes Menores de Córdoba, se lanza de la noche a la mañana a los excesos de un desenfrenado libertinaje.
 
Se convierte en loco adorador de Venus. Busca amoríos fáciles, aventuras sin pena, mujeres alegres. Las noches las consagra a juergas interminables. Recorre en grupo los arrabales de la ciudad dando serenatas, interviniendo en bailes orilleros.
 
Frente a los abusos y a la injusticia cometida por su padre y sus hermanos contra los indias, la actitud del rechazo de la familia del Dr. Francia-niño se incrementa y madura en el. De ahí, surge la mala conciencia de la indignación moral que pretende experimentar el futuro dictador. El cambio en los modos de vida y conducta del Dr. Francia lo justifica como una especie de reacción contra la irresponsabilidad de su padre en ejercer el poder y de caer en la depravación absoluta.
 
En una nota a cargo del Compilador -uno de los narradores de la novela que suele incursionarse en la conciencia del Supremo Dictador para elucidar los motivos de los "actos supremos"-justifica, precisamente, el cambio radical en el comportamiento del ex Clérigo en estas palabras:
 
¿Hacer tanto sacrificio por el decoro de un nombre, blanco de terribles ataques, cuando allá en Yaguarón su padre y sus hermanos Pedro y Juan Ignacio enlodaban no solo el nombre sino la tradición de toda la familia en bacanales con indias y mulatas?
 
De este modo, se subraya que, a pesar del desamor, desconfianza y rechazo que caracterizan la postura del hijo para con su(s) padre(s), en el fondo, él trata siempre de honrar el dudoso nombre de la familia y obrar su favor". Sin embargo, la permanente tensión implícita existente entre padre a hijo les aleja uno del otro durante muchos años y les conduce a la inevitable ruptura definitiva.
 
Empujado por el sentimiento y el deber paternos, don Engracia, viejo y agonizando, quiere ver a su hijo y reconciliarse con él antes de morir, pero el Dr. Francia no respeta la última voluntad de su padre, al contrario, se opone a toda normalización de la relación y rechaza categóricamente sus reiteradas imploraciones y suplicas. Incluso, se comporta con el sin ninguna piedad, rechazándolo rotundamente, como se ve en ese pasaje:
 
Ya le he dicho que no me liga a ese hombre vivo o muerto ningún parentesco (...) díganle que se vaya al diablo."
 
Muchos años más tarde, el Dr. Francia se confirmara como un gran hombre de Estado; sin embargo, la cuestión de sus orígenes seguirá vigente en sus preocupaciones existenciales. El ejercicio del poder político durante largo tiempo lo ira convirtiendo en otro. En uno de sus muchos delirios, se vislumbra la dimensión que toma para él dicha cuestión de sus orígenes:
 
¡Señor... el padre de S. Md. lo manda llamar!... Déjese de tales zonceras, contramaestre. En primer lugar, no tengo padre. En segundo, si se trata del que usted llama mi padre, ¿no lo están velando allá arriba? Sí, Señor; don Engracia acaba de morir. Pues bien, yo acabo de nacer.
 
Precisamente, a partir de ese momento, la narración cuenta el segundo nacimiento del Dictador Supremo. Para afirmar su soberanía absoluta -al darse cuenta de que se está desviando de su primer proyecto socio-económico y político que pretende obrar a favor del pueblo y de la nación-, el Supremo insiste incansablemente en que no fue concebido por ningunos padres humanos y mucho menos por una mujer. Esas fantasías corresponden, efectivamente, a que nunca se pudo aclarar completamente su origen. El Supremo pretende sustituir la idea de una procreación sexual -idea que evoca la dependencia existencial- por la fantasía de su autocreación. De este modo, la dualidad original hombre-mujer se halla reemplazada por la unidad de una conciencia muy particular y netamente masculina. De hecho, el Supremo elimina totalmente la huella del otro sexo -el femenino- dentro de sí. La idea de auto-engendramiento constituye una de las mayores obsesiones del Supremo, se reitera en sus escritos en el llamado "Cuaderno de bitácora" y "La voz tutorial". A través de sus meditaciones y pensamiento, el Supremo llega a la conclusión siguiente: no fue UNO que nació de Dos, al contrario, fue DOS que de UNO. El Supremo no fue concebido sexualmente sino nació gracias a la fuerza de su pensamiento. En realidad, la idea del desdoblamiento estructura casi toda la obra. El Supremo se hizo doble de sí mismo, lo que explica en parte el título de la novela (Yo EL = Supremo). De este modo, el Dictador absoluto entra en un proceso esquizofrénico evidente: "Yo he nacido de mí y Yo solo me he hecho Doble".
 
Todas estas pretensiones del Dictador abren las puertas a la cuestión del origen mítico. El DICTADOR nace como héroe mítico, origen desconocido y en circunstancias misteriosas. El SUPREMO DICTADOR no reconoce a sus padres naturales, ya que los héroes míticos no necesitan ascendencia ni genealogía alguna, porque son fruto de sus propias obras. Este es el objetivo al que quiere llegar el Supremo.
 
Hay que recordar que el Doctor Francia fue elegido democráticamente por el pueblo paraguayo, primero, Dictador y, luego, Dictador Perpetuo. Así, Francia es el único, quizás, dictador latinoamericano en el sentido de la legislación romana. El Dr. Francia no fue un militar; al contrario, se opuso violentamente a todas las ambiciones desmedidas de poder y grandeza de los militares. Fue un político y un intelectual que pudo llevar a su país a la autodeterminación y a la autonomía total en unas circunstancias muy adversas. Es el fundador político de la nación y del Estado paraguayos. En el seno de la sociedad encarna la figura del Gran Padre de la Nación. El propio Roa Bastos pone de relieve la importancia histórica de este personaje:
 
Esta figura histórica de Gaspar Rodríguez de Francia, unida y confundida con su figura mítica, forma un personaje que domina inescrutable y severo el trasfondo de la sensibilidad de la Nación paraguaya que tiene en él su prócer fundacional."
 
Evidentemente, como todo hombre político que permaneció mucho tiempo en el ejercicio del poder (26 años), Francia cayó en el Poder Absoluto, en el despotismo totalitario. Con el tiempo, el Supremo consideró poder como el ejercicio natural, único e indivisible; así define a su identidad y función:
 
El Supremo es aquel que lo es por naturaleza. Nunca nos recuerda a otros salvo a la imagen del Estado, de la Nación, del pueblo de la Patria."
 
El Supremo se identifica con la Nación y todo lo que simboliza; su poder es una emanación del pueblo -y no de orden divino-. De esta manera, el Supremo legaliza y legitima su poder absoluto:
 
El Supremo Dictador no tiene viejos amigos. Sólo tiene nuevos enemigos. Su sangre no es agua de ciénaga ni reconoce descendencia dinástica. Esta (sic) no existe sino como voluntad soberana del pueblo, fuente del Poder Absoluto, del absolutamente poder.
 
El paternalismo ideológico del dictador lo lleva a considerar el poder como practica indivisible, no puede descansar en delegados. Por eso, los intermediarios entre él y el pueblo, entre el padre y el hijo, son innecesarios, porque lo debilitan, lo aflojan". Así, el Supremo monopoliza paulatinamente la autoridad suprema, va acumulando los poderes y, como lo señala él mismo, "el Poder Absoluto está hecho de pequeños poderes", de hecho, el Karaí-guasú llega a extender su poder e imponer una verdadera tiranía en el país.
 
A modo de conclusión, se puede afirmar que en esta breve aproximación al tema, el padre se revela como una figura clave en muchos textos narrativos paraguayos contemporáneos. La compleja relación paterna actúa, tanto en la narrativa de Casaccia como en la de Roa Bastos, como un verdadero motor dramático y desencadenante de la acción. Su simbología contribuye a enriquecer visiblemente la dimensión ficticia de las obras estudiadas y de muchas otras.

 

 

 

Fuente (Enlace interno):


EDICIÓN ESPECIAL
: LA FUNCIÓN SOCIAL DE LA LITERATURA EN EL PARAGUAY

Arandurã Editorial,

Asunción – Paraguay

Julio 2010 (199 páginas).


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