PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
FRANCISCO OLIVEIRA Y SILVA

  ESE PEDAZO DE TIERRA MÍO. Poemario de: AUGUSTO CASOLA (Presentación de FRANCISCO OLIVEIRA Y SILVA


ESE PEDAZO DE TIERRA MÍO. Poemario de: AUGUSTO CASOLA (Presentación de FRANCISCO OLIVEIRA Y SILVA

"ESE PEDAZO DE TIERRA MÍO"

Poemario de: AUGUSTO CASOLA

Presentación de FRANCISCO OLIVEIRA Y SILVA

(19 DE OCTUBRE DE 2010)

 

Ser poeta no es un oficio solamente. Ser poeta es un estado mental. Esto es así porque los ojos y el corazón del poeta ven y sienten de una manera diferente a la del común de los mortales. Este don maravilloso, esta capacidad extraordinaria de poder vivir en ese estado mental, permiten al poeta trascender; y eso se da en dos sentidos: uno es el de poder captar la realidad percibiendo en ella otras realidades que se encuentran más allá del dato proveniente del universo objetivo; y otro es el de poder seguir viviendo el artista en su obra, aún después de la muerte. La trascendencia desde el universo objetivo fue ilustrada, con grandiosa sencillez, por Conrado Nalé Roxlo en estos versos: "Mirar al otro lado del que todos señalan, que es allí donde crece la rosa inesperada". Y el poder trascender desde la muerte, gracias a la perennidad de las propias creaciones, lo expresó el inmortal Horacio cuando dijo: "Non omnis moriar: exegi monumentum aere perennis ". "No moriré del todo: he levantado un monumento dé perenne bronce"; y Juan Ramón Jiménez, cuando escribió: "Crearme, recrearme, vaciarme, hasta que el que se vaya muerto de mí un día, a la tierra, no sea yo".

Esta noche estamos a punto de comprobar la certeza de tan indiscutibles verdades, en la persona y en la obra de nuestro distinguido colega y apreciado amigo Augusto Casola, que hoy nos entrega un pedazo de su alma desgarrada, en un ardiente puñado de estrofas, reunidas en su poemario: "ESTE PEDAZO DE TIERRA MÍO", inspirado en el dolor terrible que le martiriza el alma, por causa de la muerte "no anunciada" y súbita, de Rodolfo, su hijo. No existe la casualidad: detrás de toda coincidencia hay algo que no conocemos. Lo digo porque Rodolfo, si aún viviera, hoy 19 de octubre, estaría cumpliendo 42 años; y su padre y, desde hoy, su poeta, Augusto, al concluir el último poema de este libro, los contó y se sorprendió sobremanera al comprobar que eran 42 poemas. ¿Casualidad? ¿Un código críptico proveniente de otras dimensiones? Cada lector podrá decir su teoría al respecto. A Rodolfo le gustaban también las empanadas y el vino: era un verdadero depredador de estos manjares. Por esa razón, y sin casualidad, sus padres, Augusto y Luli, nos trajeron esta noche, sólo empanadas y vino, para compartir esta debilidad gastronómica de Rodolfo, y celebrar con él la alegría del nacimiento de este poemario labrado por su padre, y dedicado a este mocetón que nos dejó tan pronto. Todo tiene un sentido. Los absurdos también tienen alguna explicación.

Toda obra, una vez parida, queda abierta a comentarios, tal como ocurre con los bebés recién nacidos.

Este libro de Augusto, bebé literario que hoy nace a la vida, rescatando a Rodolfo de la muerte, para que vuelva a ocupar, vivo otra vez, los fieles corazones que le amaron, puede ser leído y comentado como obra literaria ciertamente, pero también como expresión escrita de los estados psicológicos del que lo dio a luz, y de sus enfoques filosóficos y existenciales acerca del acuciante problema de la muerte, aspectos, estos últimos, que acaban por configurar un itinerario de exploración hacia los confines del dolor, que dio por resultado la germinación en la mente y en el corazón del autor, de una profunda y densa espiritualidad, la cual, a su vez, ya lleva en sus entrañas, la gestación de insospechados descubrimientos dentro del territorio mismo de la muerte.

Yo puedo hablar, entonces, como profesor, presentando un análisis del contenido de la obra, y de los recursos formales o expresivos de los que su autor echó mano, para hacerla resplandecer delante de sus lectores. Pero no haré eso. Prefiero dejar tan delicada tarea en manos de profesores que saben más que yo de esos asuntos.

Prefiero hablar en mi calidad de poeta, también yo, y de psicólogo que siguió de cerca el dolor de esta familia, causado por la tragedia que se abatió sobre la vida de Augusto y de Luli cuando perdieron a su hijo: me aproximé, con amor y profesionalismo, a sus despedazados corazones y, como amigo también, les tomé cálidamente de las manos. Y transité con ellos por los corredores de aquella honda angustia, que conocen solamente los que ya han bebido de su cáliz. Y pude comprobar, asombrado, cómo al recorrer tan oscuro itinerario, han podido descubrir entrañables realidades dentro de sus corazones, abatidos aún por el implacable latigazo de la muerte inesperada. Les ruego, amigos, que evalúen entonces estas palabras mías, bajo el cristal de ese triple rol: amigo, psicólogo y poeta.

Cuando Augusto me entregó este vivo poemario que se inspiró en la muerte, y me distinguió con el honor de pedirme que lo presentara esta noche, lo acepté sin vacilar, y a los pocos minutos le escribí a su correo este mensaje:

 

"Recibí tu Poemario. No quise pecar de sacrílego leyéndolo de un tirón, como se hace con ciertas noticias periodísticas más o menos importantes. Lo tuyo va más allá de la vida, y más allá de la muerte. Pero no pude resistir, una suerte de mística curiosidad por descubrir cómo afrontabas el desafío de ingresar con tu mente, sólo con tu mente y con el fuego y la luz de tu poesía, a ese territorio absolutamente vedado a los mortales, por ser el patrimonio exclusivo de los muertos. Y me quedé asombrado leyendo unas estrofas, y dejé mi actitud irreverente, y cerré el libro, para leer lo tuyo con reposo. Y lo dejé en el poema que titulaste "Demencia ", y que tiene la forma tipográfica de un cáliz, hecha, tal vez, adrede, porque del mismo beben "los padres huérfanos de hijos", como dice la frase de tu Dedicatoria. Con la reverencia y el respeto que se merece la lectura de este sagrado Poemario, tuyo y de tu hijo, lo voy a leer más tarde, encerrado ya era el santuario de mi sosiego de fin de jornada, propicio a la paz y a la meditación.

Pero me adelanto a darte un fuerte y sincero abrazo, porque he visto que has logrado transmitir, en parte, ciertamente, pero con el doble esplendor de

padre y de poeta, LO QUE HA QUEDADO DE TI, Y DE TU DESGARRADO CORAZÓN, después de haber bebido hasta las heces, del cáliz de la muerte de tu hijo. Y así lo expresas, desnuda el alma, en el poema 5:

 

"Y sin embargo,

cada cual tiene el derecho

de beber hasta las heces

su cáliz de amargura. "

 

Me honraste al invitarme para presentar tu poemario del dolor. Y allí estaré, no para cumplir un protocolo ritual y muchas veces frío. Lo haré como amigo tuyo y de Luli, que sobrelleva contigo el vendaval, y por haberles acompañado muy de cerca en este trance durísimo, y pondré todo mi empeño, amoroso y encendido, con el afán de dar VIDA a este tu libro, que se inspiró en la MUERTE no anunciada de Rodolfo".

 

Así termina mi mensaje remitido al correo de Augusto. ¿Qué más puedo decir yo de este libro?

El título me sorprendió de entrada, por su fondo y por su forma gramatical. Su fondo expresa que es del poeta el sagrado terruño donde reposan los restos de tu hijo. Pero lo expresa con la avidez del náufrago, que se aferró de algo muy pequeño, un pedazo de algo, apenas, para salvar su vida, después que lo ha perdido todo en el naufragio. Porque es perderlo todo cuando se pierde a un hijo. Y la desolación muerde más fuerte, cuando esa muerte llegó vestida de tragedia. Por eso el tema de ese título, evoca la ya crispada soledad del náufrago.

Pero su forma gramatical parece chocante a primera vista, por la aparentemente errada concordancia entre el femenino "tierra", y el masculino "mío": "Ese pedazo de tierra mío". Pero profundizando el significado de esa expresión, entendí que a ese padre huérfano no le pertenece la tierra, sino sólo el pedazo, por eso "mío" concuerda con "pedazo".

Sí, Augusto: Ese pedazo es tuyo, y lo trajiste, como único recuerdo, cuando volviste a la vida, al igual que esos mineros que parió la tierra en Chile, que se llevaron, desde las oscuras entrañas violentas de esa tierra infernal, sólo un pedazo de roca de aquel territorio donde quedó, definitivamente, burlada la muerte, de la cual escaparon con ese apacible pedazo sagrado, de lo que pudo haber sido su tumba, la más profunda del planeta.

Pero hoy ese pedazo es su tesoro: lo acarician, lo besan, lo aman, y lo sienten dentro mismo del corazón, tal como lo hace Augusto, con ese pedazo de la tierra de su hijo, que le permite ubicarse MAS ALLÁ DE LA VIDA, pero también MÁS ALLÁ DE LA MUERTE, tal como lo expresa, en el poema 14:

 

"Me convertí en el silencioso abismo

de mi nombre.

"No me faltan conocidos,

que me conocen

de antes

de caer al pozo que habito ahora,

profundo y tachonado,

de paredes frías

y musgoso desconsuelo."

 

Pero, al emerger de esas profundidades, declara ahora conmovido:

 

"Voy a hacer una caja,

donde guardar,

algo de recuerdos, y olvidos."

 

Y "ese pedazo de tierra mío", vino saliendo del poema de otro autor, que Augusto cita al comienzo de su libro, a modo de presentación del título, porque a ese poeta le tocó también vivir igual tragedia, y dijo:

 

"Pero ¡ay! Que el trozo de tierra ingrata

al pie de un bajo ciprés sombrío,

es el que llena la sepultura

donde enterraron al hijo mío.

 

Con él descansan todos mis sueños

de amor, de gloria, de poderío...

Y, ante los cielos, y ante los hombres,

 

¡aquel pedazo de tierra es mío!

 

"Sueños de amor" dice el poeta recién citado, cuyo poema entero lo transcribe Augusto en la primera página de su libro, sintiéndose plenamente identificado con la agonía del autor de aquellos versos.

Pero "el amor" ¿qué es para Augusto? ¿Cuál es su concepto filosófico-existencial de esta quimera que llamamos "amor"? Muy dolido por cierto, y decepcionado por la caducidad existencial de dicho sentimiento que, para muchos, es el motor de la vida humana, para Augusto no es otra cosa que "un torbellino pasajero de hormonas exaltadas", una química volátil. Y ese concepto de su amarga filosofía así lo expresa en el poema 10:

 

"¿ Quién no sabe que todo

es transitorio

y nada dura?"

 

y explícita esa queja en el poema 11 donde dice:

 

"¿Acaso alguien ignora

que el amor es hormona enardecida,

en un recodo de suspiros?"

 

Pero nuestro poeta-explorador va llegando al fondo mismo de la mina de su pensamiento, y descubre algo que le permite liberarse del anterior concepto del amor, distorsionado en su pensar por tanto sufrimiento absurdo. Intuye, entonces, en el fondo de sus propios escombros, un inicial parpadeo luminoso, que se irá agigantando, tal como lo declara, acongojado pero sincero, en el poema 13, que lo leeré íntegro, por lo emblemático:

 

"Lloro en tu muerte mi fracaso"

 

"Lloro en tu muerte mi fracaso,

el rostro adusto, las palabras duras,

mi trágica impaciencia

de no saber quién eras,

ni de saber quién soy.

Pero no hay olvido,

y el fuego arde en vana zarza,

pues, sin morir, mil veces muero

en medio de voces insolentes,

o entre silencios no anunciados,

pues comprendo,

que, sin hacer para ello nada,

me quisiste,

mucho más de lo que creo haberte amado."

 

Comienza a bullir, entonces, un distante sentimiento de culpa, el cual busca aplacarse con alguna explicación. Y, como todo poeta, que siempre en sus obras se desnuda ante los ojos ávidos del público, que, interesado y ansioso, desea traspasar los litorales de la intimidad del creador, Augusto se despoja aquí de todo vano ropaje convencional. No pretende justificar, sino sólo explicar al lector, pero, ante todo, a sí mismo, musitando, en un tristísimo monólogo "post mortem", dos interrogantes que aún lleva clavadas en el alma. Y espera, quizá, de ultratumba, una respuesta de Rodolfo, y susurra:

 

"Soy el silencioso abismo

de mi nombre

que despertó tu ausencia

en nuestra soledad inédita.

Y antes, ¿dónde estabas?

Y yo ¿por qué no te veía?

 

Como no llegan las respuestas esperadas, continúa el poeta, ya en absoluta desnudez, confidenciando su más íntimo lamento expresado en este sugerente título: "ES QUE YO NO SABÍA", y expresa allí todo su amor, bullente ahora, como un eterno manantial indeficiente, y nos revela su esencial secreto, a lo largo de todo ese poema, lo cual amerita su lectura completa:

 

"¡Qué solos nos dejaste, Rodolfo,

y yo, que no sabía.

¡Qué solos estamos,

qué ausencia tan sentida!

Y que yo no sabía.

No pregunto los por qué,

porque no hay respuestas,

ni van a engatusarme

con necias idioteces.

Siento, sí,

¡qué solos nos dejaste!

¿Quién iba a pensar siquiera,

cuando esa tarde, a la madre le dijiste:

mañana vuelvo, mamá,

y a Araceli le diste un beso,

sin saber que era el postrero?

¡Qué premonición, ni qué nada!

De ese AMOR sencillo y simple,

que alguna vez debí haber comprendido en tu mirada,

ahora lloro en necio desconsuelo,

EL BESO que bajé a tu mejilla fría

y muerta, como estabas.

Y sólo entonces me atreví a decirte quedo:

"Este es el BESO que nunca te di,

estando vivo.

¡¡ES QUE YO NO SABÍA!!

 

Nos suele ocurrir a todos un fenómeno curioso: el de dejar pasar de largo vivencias o datos importantes en la vida, sin apenas haberlos valorado. Es como ver, pero sin detenernos a mirar lo que hemos visto, y pasamos de largo. No obstante, ante la pérdida inminente o real de aquellas riquezas, surge en nosotros un tremendo duelo. Es como si sólo valorásemos lo que estamos a punto de perder, o que ya lo perdimos para siempre.

Esta vivencia, de la que no pudo escapar Augusto, muy dolido, la expresa así en el poema 39, que lo leeré íntegro:

 

"Ahora que estoy solo"

 

Ahora que estoy solo,

tal vez me detenga a pensar

en todas las cosas lindas

que al descuido dejé pasar.

 

 

No quiero ponerme triste,

y tampoco quiero llorar,

nomás revivir un poco

las cosas que dejé pasar.

Cosas sencillas, por cierto,

que ni puedo recordar,

y por eso, a veces pienso:

¡cómo las dejé pasar!

Y sin embargo ahí están,

dándome vueltas al alma,

y ¿dónde las he de buscar,

si yo las dejé pasar?

Eso tienen los fantasmas,

giran sin que los vean,

pero siempre están presentes

en eso que dejé pasar.

Es un juego de acertijo,

cosa de nunca acabar,

los recuerdos de las cosas

que al descuido dejé pasar.

 

Augusto: Ese pedazo de tierra tuyo, tesoro luminoso de una tumba, se convirtió en tu amor hoy redimido: exploraste horizontes desolados, y en un milagro él floreció en tu pluma. Y escapando del túnel de la angustia, metro a metro, estrofa a estrofa, libre, por fin, de lóbregas cadenas, emerges vencedor con tus heridas. Ese pedazo de tierra tuyo, contiene vibraciones de tu hijo que, en parto misterioso, vuelve hoy al mundo, nacido de tus manos de padre y de poeta.

Ese pedazo tuyo, es hoy Rodolfo, nimbado de fulgores inmortales, porque en tu verbo él vivirá por siempre, retornando a este mundo clamoroso.

Ese pedazo de tierra tuyo, es tu corona de oro inmarcesible, porque ese oro es el amor de tu hijo, dado hoy a luz, de nuevo, en tus palabras.

Te hizo bien escribirle. Le hizo bien escucharte. Reconciliados ya, canten las musas, celebrando este abrazo de victoria, destinado al recuerdo sempiterno.

Augusto, querido amigo: Algunos dicen que los muertos resucitan, en el amor omnipresente y vivo, de quienes los llevan en el corazón y en el recuerdo. En eso, los poetas, como lo declaré al principio, y las personas de bien, llevamos una ventaja, porque si nuestra obra fue valiosa, lo será siempre, y por ello, nos recordarán con cariño, a través de los siglos, las generaciones. A eso le llamamos "trascendencia".

El poeta, además, al escribir, se crea, se recrea y se vacía, en la bella expresión antes citada de Juan Ramón Jiménez. Pude, en tu libro, ser el testigo de tu metamorfosis: te re-creaste, Augusto, te vaciaste, librándote de los demonios personales que todos, alguna vez llevamos dentro. Y alcanzaste la meta, con esa peregrinación hacia tu interioridad, donde encontraste tu "tierra prometida", no ya un "pedazo", instalada, con todas sus riquezas, de frutos y racimos, de leche y miel, en lo más hondo de tu ser, de padre y de poeta.

 

Y en esa tierra te encontraste con Rodolfo, dándole vida tú, en paternal abrazo. Y revivió Rodolfo, vitalizado por tu amor de padre, por la sinceridad de tus palabras, y por el firme destello de tus ojos que miran como hombre, que aman como hombre.

Tu pedazo de tierra ya no es pedazo, porque el milagro sutil de la poesía, lo convirtió en inmenso territorio, en donde habitas, desde ahora con tu hijo.

Amigos, alcemos nuestras copas. Brindemos por Rodolfo y por Augusto. Por el reencuentro. Y por la vida. Agucen sus oídos expectantes: ¡ya se escuchan los cantos de victoria!

 

Fuente:

REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY

IV ÉPOCA – Nº 19 – NOVIEMBRE 2010

POETAS – ENSAYISTAS – NARRADORES

© Arandurã Editorial,

Telefax: (595 21) 214.295

e-mail: arandura@telesurf.com

Internet: www.arandura.pyglobal.com

Asunción – Paraguay

Noviembre 2010 (197 páginas)

 

 

 

ENLACE A DOCUMENTO RELACIONADO:

 ESE PEDAZO DE TIERRA MÍO

Poemario AUGUSTO CASOLA

© Augusto Casola

© Arandurã Editorial

Tte. Fariña 884.

Teléfono: (595 21) 214 295

e-mail: arandura@hotmail.com ,

www.arandura.pyglobal.com

 Asunción-Paraguay. 19 de octubre 2010.

 






Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA