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NELSON AGUILERA

  EN EL NOMBRE DE LAS NIÑOS DE LA CALLE…- 4ta. EDICIÓN - Novela de NELSON AGUILERA


EN EL NOMBRE DE LAS NIÑOS DE LA CALLE…- 4ta. EDICIÓN - Novela de NELSON AGUILERA

EN EL NOMBRE DE LAS NIÑOS DE LA CALLE…

Novela de NELSON AGUILERA

Con guías didácticas

Editorial Servilibro,

Dirección editorial: Vidalia Sánchez,

Asunción-Paraguay 2009 (4ª ed., 151 páginas)

 

 

 


 

"EN EL NOMBRE DE LOS NIÑOS ... DE LA CALLE" es una novella (novela corta) que presenta la cruda realidad de las organizaciones y familias que utilizan a los niños de la calle para enriquecerse ilícitamente.

Es una obra de denuncia socio - política en la que se presentan los sufrimientos de los explotados y ultrajados infantes, como así también las posibilidades que encuentran los mismos de realizarse en la vida, gracias al amor de alguna familia caritativa.

Es una obra de amor, de intriga y llena de las pasiones humanas confrontadas con los principios trascendentes que hacen reflexionar sobre la razón de la existencia del ser humano en este mundo. ¿Vale más acaso "tener" que "ser"? o ¿Vale más acaso la codicia que la solidaridad?

Es una obra recomendada para los jóvenes de la Media. Posee un lenguaje sencillo, comprensible y muy ameno. Desarrolla varios temas sugeridos en el programa de Lengua y Literatura. Entre los que se puede destacar: LA MUJER, EL INDIVIDUO Y LA SOCIEDAD, EL AMOR, EL BIEN Y EL MAL, TRIUNFOS Y FRACASOS, LA PÉRDIDA DE LA INOCENCIA, EL LIBRE ALBEDRÍO, LA BÚSQUEDA DE LO RELEVANTE, USO Y ABUSO DEL PODER, HÉROES Y ANTIHÉROES, EL PASO DEL TIEMPO Y COMIENZO Y FIN DEL SER HUMANO.

Es una obra también para adultos, ya que lleva a analizar las motivaciones de los mayores que muchas veces pueden obstruir la realización en la vida de los más jóvenes.

La técnica utilizada por el escritor es la de "puzzle" que hace interactuar al lector con el texto en forma permanente, levantando de esta manera cuestionamientos filosóficos, sociológicos, psicológicos, políticos y religiosos que ayudan al desarrollo del pensamiento crítico.

La novella viene acompañada de GUÍAS DIDÁCTICAS basadas en las teorías literarias modernas como el Modelo Actancial de Greimas, el Formalismo Ruso, la Crítica Sociológica y la Psicológica entre otras.

 


ÍNDICE:

  • Dedicatoria
  • Uno al Veintiséis
  • Guía Didáctica: Temas que pueden ser desarrollados a partir del análisis de la novela// Tipos de análisis a ser considerados.

 


UNO

 

Era una mañana fría de julio. Poca gente caminaba a esa hora por la calle Palma. La población asuncena retardaba su marcha diaria debido a la inusual temperatura de cero grado que marcaba el termómetro luminoso colocado en la Plaza de los Héroes por el último intendente liberal. La mañana estaba dura y fría como el estaño. Garuaba tenuemente y el frío viento castigaba sin piedad a los niños de la calle, acurrucados aún entre los cartones y hules recogidos de las basuras. Uno, dos, tres niños tosían como perros viejos y se percibía el chillido de sus pechos como aullidos de gato.

Los transeúntes los ignoraban. Ya era tan normal verlos cuajarse por las esquinas aspirando cola de zapatero para matar al monstruo del hambre, que los iba devorando lenta e inexorablemente. Ya nadie se dignaba a perder un minuto en la escoria de una sociedad que intentaba ser post-moderna.

En medio de esa aparente calma y lasitud paraguayas arrastradas por el vaivén de los vientos políticos materialistas, se oyeron dos disparos que resonaron en todo el microcentro. Los escucharon los empleados de bancos, las chiperas, los lustrabotas, los farmacéuticos y hasta los gerentes de las multinacionales y las presidentas de las organizaciones de ayuda a la infancia, cuyas oficinas se hallan entronizadas en los más altos edificios asuncenos.

El eco de los disparos venía de la Plaza de la Democracia. Una gélida neblina apenas permitía ver en el suelo a un hombre de más o menos veintisiete años. Era moreno, de grandes ojos marrones, abiertos, y de rostro triangular, bañado en sangre. Vestía un traje negro y un tapado de lana gris, también ensangrentados.

El cuerpo yacía sin pulso alguno. Todos murmuraban posibilidades. Las chiperas comenzaron a llorar pero nadie osaba llamar a la policía. Todos esperaban que los agentes del orden aparecieran por arte de magia en el lugar.

Algunos decían que fue un asalto, pero el oscuro maletín de cuero del joven y su billetera estaban intactos. Tampoco se veía una señal de lucha por ninguna parte. Otros suponían que habría sido un ajuste de cuentas entre traficantes de drogas o tal vez un crimen pasional.

Lo cierto es que sólo el eco de los dos disparos era el único testigo del hecho que despertó de su letargo y de su cansina modorra al centro de la capital paraguaya.

 


DOS

 

Los vestidos de shantú, de organza y de seda blanca de las señoritas debutantes se rozaban con los nevados fraques de los padres y pretendientes alborozados, en medio de fragancias parisinas y valses vieneses, acompañados por el tintineo de las copas de cristal rebosantes de los champañas franceses y vinos californianos, que se encargaban de alegrar las pomposas fiestas de la gente más copetuda del Paraguay, en uno de los más prestigiosos clubes creado a expensas de las lágrimas, sudor y sangre de los obreros paraguayos.

La risa, el jolgorio y el humo eran los huéspedes de honor en esta celebración importada del siglo XIX europeo por esta perdida república, que olvidó su origen y se engalana vistiendo unas máscaras foráneas prestadas o quizás robadas del viejo continente.

Toda la admiración y elogios eran para las jóvenes que desplegaban con donaire los pasos y modales ensayados por horas con la experta argentina contratada para tan importante ocasión. La coreógrafa era argentina, de Buenos Aires, no de cualquier provincia campechana que podría restar importancia al evento.

Los fotógrafos encandilaban con sus flashes a las damiselas, que no paraban de exhibir sus blancos y parejos dientes fabricados, en algunos casos, por los estilistas de sonrisas, y sus cinturitas de avispas logradas gracias a las rígidas dietas impuestas por las madres, las modistas y las amenazas de la anorexia, que en más de una oportunidad golpeó a la puerta de estos estómagos juveniles con desmayos en los colegios, donde directoras y profesoras corrían para llamar al servicio de Emergencias.

La pista se llenó de blanco cuando sonaron los acordes de los valses vieneses. Las jovencitas pasaban de un brazo a otro y todo el mundo comentaba quien bailaba mejor y quien era torpe para seguir acompasadamente el ritmo de tres tiempos de las importadas y adaptadas cadencias. De todas, podían decir que no aprendieron bien los pasos ensayados, pero no de Mariela Hilguera Montenegro, que demostraba su talento de bailarina en los brazos de su padre, el senador Honorio Hilguera, y de sus tíos Carlos Antonio Hilguera y Juan Francisco Montenegro.

Los aplausos siguieron con los valses. Los padres y tíos iban dando lugar a los hermanos, primos y novios o pretendientes de las muchachas, y tomaban a sus esposas en un tono de nostalgia para deslizarse danzando y tarareando los valses vieneses como en antaño.

Mariela fue pasando de un brazo a otro hasta que cayó en los brazos de Federico, un joven moreno de ojos de miel que la miró con dulzura y la hizo girar tiernamente como si fuera una princesa en los brazos de su príncipe.

-¿Quién es ese joven que baila con mi hija? -preguntó el senador a su esposa.

-Es su compañero de colegio -contestó Rosa.

-¿Hijo de quién?

-Creo que es de los Braun.

-¿Y es... su novio?

-¡No! Es su amigo no más.

Honorio apretó con más intensidad la cintura de su esposa que esa noche lucía más radiante que nunca con todas sus joyas puestas y con la panza lipoaspirada conseguida con miles de dólares en una clínica de São Paulo.

-¿Quién es ese joven que baila con mi sobrina? - preguntó Juan Francisco Montenegro.

-Es el hijo adoptivo de los Braun -le respondió su esposa Clara.

-¿Y es su novio?

-¡No! ¡Qué va a ser! Si es un recogido de los Braun.

-¡Ah! -replicó Juan Francisco.

Y continuó danzando el vals como si fuera una polca paraguaya mientras contemplaba la nueva nariz de su esposa, conseguida en una de las clínicas más caras de Buenos Aires.

Los valses dieron lugar a otros sones y la pista fue convirtiéndose en un circo penumbroso y multicolor que obligó a los padres y tíos cuarentones y a los que bordeaban las cinco décadas a sentarse alrededor de sus decoradas mesas y a reír, charlar, fumar y beber.

En una de las mesas se encontraban el senador Honorio Hilguera y su señora Rosa acompañados de Juan Francisco y Clara Montenegro. Junto a ellos estaba también el hermano del senador, el señor Carlos Antonio Hilguera, pero solo. Más tarde, cuando los smokings ya estaban aflojados y los moños negros guardados en los bolsillos, se acercaron a ellos Roberto Medina Oddone y María del Carmen Yañez Olivetti.

Roberto era un joven arquitecto de treinta y siete años y María del Carmen era una talentosa contadora de treinta y tres años. Ambos eran profesionales exitosos con dos hijos en edad escolar y amenazaban con tener el tercero en cualquier momento.

Una copa seguía a la otra y un cigarrillo a otro mientras comentaban sobre el plato servido, el postre, las decoraciones, la orquesta, las bebidas y las metidas de pata de las hijas de los más acaudalados.

Las damas comentaban en voz baja. -Pero, ¿te fijaste en la Serratti?

-Sí, casi se cayó de la escalera -todas rieron apretándose la boca.

-¿Y la Sotomayor?

-¿De dónde se sacó ese modelo victoriano?

-Del baúl de su abuela -más risas y ya no se taparon la boca.

Juan Francisco llamó al mozo para que les llenara más de vino las copas mientras debajo de la mesa acariciaba con su pie derecho las tersas piernas de María del Carmen, quien no se molestó en absoluto en demostrar algún desagrado.

Las conversaciones giraron luego alrededor de unas donaciones que unas entidades suecas harían a la fundación de la que todos formaban parte.

Las mujeres pararon de chismear y levantaron las orejas al escuchar la módica suma de cuatrocientos cincuenta mil dólares.

-Claro está -dijo el senador Honorio- que para tal efecto deberemos cambiar el nombre de la fundación y nombrar como presidenta a María del Carmen, que es la única que falta ocupar un cargo ejecutivo.

-Pero... ¿por qué yo? -preguntó tímidamente. -Porque Rosa y Clara ya son presidentas de otras fundaciones y no pueden ser presidentas al cuadrado - contestó el senador.

Todos rieron mientras María del Carmen bajaba la cabeza en señal de duda. El caso es que - retomó Juan Francisco- nosotros tampoco podemos clonarnos para presidir las otras fundaciones, y el tacto femenino para estas cuestiones de niños es el mejor indicado.

-Claro mi cielo -dijo Roberto a su esposa tomándole el mentón entre sus dedos-, vos sos la única que puede realizar este trabajo en pos de la niñez necesitada y abandonada de nuestro querido Paraguay.

María del Carmen volvió a sentir en sus piernas el pie de Juan Francisco y aceptó el cargo esperando que por lo menos una gota de amor cayese en su resecado y huérfano corazón, y así tener fuerzas para ayudar a los desamparados niños de la calle.

La algarabía juvenil rebosaba en la pista. Todos gritaban al escucharlos nuevos ritmos tropicales que no respetaban fronteras sociales para llevar sus eróticas letras y sus compases provocantes hasta el más encumbrado centro cultural y deportivo del Paraguay.

Mariela y Federico danzaban sin parar. El creía estar en la gloria, ella creía estar pasando un lindo momento con un muchacho diferente.

La madrugada fue adueñándose de la fiesta y poco a poco los copetudos fueron abandonando el lugar montados en sus grandes y lujosos autos hacia sus monumentales mansiones, donde les aguardaban sus orgiásticas camas y la resaca mañanera. Mientras en las calles de Asunción el hambre, el dolor y el abandono flagelaban a los olvidados niños sin hogares.

 


TRES

 

El calor de noviembre se hacía insoportable en las calcinantes calles asuncenas. Los colectivos repletos de pasajeros sudados y apretujados que trataban de soportar el olor que emanaba de los hombres cansados, portadores de su miseria de explotados sobre sus hombros rotos por la pobreza, la negligencia política y el monstruo de la codicia Irriinana.

Ellos van colgados de los pasamanos procurando enfrentar el sopor de las tardes con las gaseosas recargadas en botellas de plástico recogidas de los basureros o vasos de piña ofrecidos aprecios accesibles para sus desfondados bolsillos.

-¡Jugo de piña a quiñento!

-¡Gaseosa a mil!

Gritaban algunos niños metiéndose entre los pasajeros que buscaban alguna moneda cómplice para aplacar los ardores de la sed.

-¡Jugo de piña a quiñento!

-¡Gaseosa a mil!

Un señor con las barbas blanquecinas crecidas y el pelo canoso compra un vaso de jugo y lo bebe todo de un sorbo, llevando la cabeza para atrás de un tirón. Al bajar la frente ve a un niño sucio y descalzo, sacando la lengua entre los labios y chorreando goterones de sudor desde la frente hasta el cuello renegrido de suciedad. Le lanzó una mirada de reproche. Yo también quiero tomar ese miserable jugo. El barbudo busca desesperadamente otra moneda en su desventurado bolsillo y no la halla. Entonces hace un gesto de ¡qué me importa! Y tira el vaso de plástico por la ventanilla del repleto colectivo.

El desvencijado ómnibus chirría de cuadra en cuadra y orondo cumple su recorrido vespertino. Pasa por la Avenida Mariscal López entre las mansiones convertidas en centros comerciales, bancos, cafés o farmacias. Más gente sigue sumándose a ese conglomerado de olores y sueños reducidos a la supervivencia en un país donde la existencia es sinónimo de dolor, angustia y muerte, y donde la esperanza pareciera haber quedado aprisionada entre las maldiciones de los mitos Guaraní.

El vehículo se detiene en frente del Shopping del Sol, y entre permisos y empellones algunas personas descienden de él, se secan la frente, se arreglan el vestido mascullando verbos afilados y sustantivos de grueso calibre. Caminan con una elegancia prestada hacia el nuevo Hotel Sheraton donde se realizará el "Primer Encuentro Latinoamericano de Trabajadores con los Niños de la Calle".

Va cayendo gente al baile, diría Martín Fierro al ver a tanta gente llegar para discutir sobre tan relevante tema. Llegaban en ómnibus, en taxi, y en lustrosos Mercedes Benz y BMW, de los que descendían señoras bien peinadas y maquilladas con cosméticos parisinos, y vestidas con prendas de Versace o Chanel… (continúa…)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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