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NELSON AGUILERA

  KARUMBITA EN CUARENTENA - Autor: NELSON AGUILERA - Año: 2020


KARUMBITA EN CUARENTENA - Autor: NELSON AGUILERA - Año: 2020

KARUMBITA EN CUARENTENA


Autor:   NELSON AGUILERA

 

 Año: 2020

Idioma: Español

Libro Paraguayo

 

 


KARUMBITA EN CUARENTENA

- 1 -

Toda la familia quedó como congelada delante del televisor. El presidente de la república hablaba y decretaba que la mayoría de la población no podría salir de su casa por el término de quince días, a no ser que fuera para ir al supermercado, a la farmacia o al hospital.

Karumbita, Manuel y Anahí no podían creer lo que estaban viendo y escuchando. La mamá y el papá de los niños quedaron mudos, desconcertados. No sabían qué decir.

- Esta medida tomamos para proteger a todos los paraguayos de la pandemia que se originó en al otro lado del mundo. Por lo tanto, toda aglomeración de personas queda expresamente restringida. Se suspenden las clases en escuelas, colegios y universidades; la reunión de personas en estadios, iglesias, teatros, conciertos etc. Miles están infectados por el virus, y muchos ya han fallecido en Asia, en Europa y en los Estados Unidos. No queremos que ese virus haga estragos en nuestro país. Y esta es la razón que nos lleva a implementar estas normas – aclaraba el jefe de estado en su discurso.

 - ¡Tenemos que ir ahora al súper! – exclamó el papá.

- Creo que no es una buena idea – dijo Karumbita.

- ¿Por qué? – preguntaron todos.

- Porque ahora todo el mundo se agolpará a los centros comerciales, y muchos se contagiarán del virus en medio de la desesperación por comprar alimentos – contestó Karumbita.

 - Yo creo que Karumbita tiene razón. Será mejor esperar hasta mañana a la siesta. A esa hora la gente se calmará más y podremos hacer las compras con mayor tranquilidad – dijo la mamá.

- ¡Eso quiere decir que no voy a poder irme al cumple de Angélica! ¡Yo me quiero ir! – protestó Anahí.

- ¡Y yo me quiero a la escuela y a mi partido de fútbol! – agregó Manuel.

- ¡Y yo no podré ir al estadio para ver el clásico! – se quejó el papá.

- Y yo que quería irme a la pelu para teñirme el cabello y luego merendar con mis amigas en el shopping. ¿Qué voy a hacer? – lamentó la mamá.

Karumbita no podía creer al escuchar a todos los miembros de la familia quejarse de esa manera. Cada uno protestaba por tener que quedarse en casa dos semanas. Parecía que sus actividades eran más importantes que la salud de cada uno de ellos y de toda la población. Karumbita respiró una, dos y tres veces. Luego tomó la palabra diciendo:

- Querida familia, este momento no es para pensar en lo que nos gustaría hacer a cada uno de nosotros, sino en cuidarnos y en cuidar a los demás quedándonos en casa.

- ¡Pero yo quiero estar con mis amigas! – reclamó Anahí.

- Lo sé, y las volverás a ver si te quedas en casa por dos semanas; pero si te llegas a enfermar no podrás verlas por mucho tiempo.

- Karumbita tiene razón, mi hija – interrumpió el papá -. Esto pasará, y pronto volverás a la escuela, jugarás con tus compañeras y podrás asistir a las fiestas de cumpleaños de tus amigas; pero por el momento tendremos que quedarnos en casa.

- ¿Y qué vamos a hacer tanto tiempo encerrados? – preguntó Manuel.

- ¡Ya inventaremos qué hacer! – dijo la mamá.

- Tendríamos que hacer un plan de las tareas para cada uno – afirmó el papá.

- Yo tengo muchas ideas en la cabeza.– agregó Karumbita.

- ¿Quéééééééééééééééé´? – preguntaron en coro.

- ¡Ya verán! – Respondió Karumbita y se alejó hacía el patio.

 

 

- 2 -

Pasaron varios días y Manuel ya no soportaba el encierro. Para empeorar la situación, un fin de semana se vino una tormenta que hizo que la electricidad se cortara todo un día. Manuel estaba más que aburrido y no le gustaban para nada los juegos que proponía Karumbita.

Todos miraban la lluvia desde los grandes ventanales de la sala. El otoño se acercaba y la temperatura comenzaba a descender. El calor del tórrido verano iba alejándose poco a poco e iba cediendo lugar a la temporada otoñal, que tímidamente asomaba sus narices en el Paraguay. Manuel se metió en su cuarto y comenzó a llamar a algunos de sus amigos. Estaba expresamente prohibido salir de la casa, pero tan grande era su aburrimiento que él planeó juntarse con Pablito, Francisco, Eduardo, Lucas y José en la canchita de la plaza para un partidito de fútbol durante la siesta, una vez que la lluvia cesara.

- Nadie se va a enterar, yo voy a llevar la pelota. Tranquilo, papá y mamá van a dormir la siesta. ¿Anahí? Ella va a estar en su mundo haciendo las tareas del colegio. Parece que los profes se volvieron todos locos y nos enviaron toneladas de deberes. Yo los hice todo en un santiamén, pero mi hermana es lerda como una tortuga - decía Manuel a Lucas en el teléfono, mientras se ajustaba sus enormes anteojos Dexter.

- ¿Y Karumbita? – preguntó Lucas.

- A esa hora va a estar leyendo sus libros. Vos sabés que ella es adicta a la lectura y ni se va a enterar de que yo haya salido – respondió Manuel.

- ¿Y cuándo será el partido? – volvió a preguntar Lucas.

- ¡Y cuándo escampe esta estúpida lluvia! – protestó Manuel.

- Después del partido podemos ir todos juntos a mi casa a tomar helados que mi mamá compró del súperinvitó Lucas.

- ¡Dale! – expresó con alegría Manuel, se despidió de su amigo y apagó el celular.

 

 

 

 - 3 -

La lluvia pasó y un cielo tachonado de estrellas cubría como un manto al Paraguay. No hacía calor, el clima estaba agradable. La televisión informaba sobre la gente que no guardaba la cuarentena y las medidas que el gobierno iba tomando con los que llegaban del extranjero.

Karumbita estaba dirigiendo un juego en la sala y todos se divertían en gran manera. Cada uno tenía que dar una respuesta utilizando la inicial de su nombre. Primeramente, Karumbita interrogó a Manuel.

- ¿De dónde vienes? - De Malasia.

- ¿Adónde vas? - A… a… Marruecos.

- ¿Qué llevas?

- Ma…manzanas.

- -¡Muy bien! Ahora, vos Anahí.

- ¿De dónde vienes?

- De A…Argelia.

- ¿Adónde vas?

- A Argentina

- ¿Qué llevas?

- A…arina

- ¡Noooooooooooooooo! – gritó Manuel – Eso lleva “h”.

- A…azulejos, entonces.

- ¡Muy bien!

- Ahora las preguntas las hacemos nosotros, Karumbita – dijo Manuel.

- Okey – respondió Karumbita.

- ¿De dónde vienes? - De Kuwait.

- ¿Adónde vas?

- A… Kenia.

- ¿Qué llevas? –preguntó Anahí.

- Kiwi.

- ¡Muy bien! – dijeron los niños y aplaudieron estruendosamente.

En medio del jolgorio infantil el papá levantó el volumen del televisor porque había una noticia de último momento. En la pantalla aparecieron el presidente de la república y el ministro de salud, un hombre alto, moreno, pelado, de ojos grandes y amplia sonrisa. Toda la población esperaba cada noche los informes de este señor que se ganó el respeto de todos por su profesionalismo y patriotismo.

- Hoy hemos analizado cien muestras, noventa y cinco dieron negativo y cinco positivos.

- ¡Oh noooooooooooooooooooo! – exclamaron todos en la sala.

- Tres de los que dieron positivo vinieron del extranjero, y dos adquirieron el virus en forma local. Esto quiere decir que el virus ya está circulando entre nosotros. Por favor, quédense en sus casas, no salgan, lávense bien las manos y cuídense - remarcó el ministro de salud.

–  ¡No puede ser! – protestó el papá – Con esto ya tenemos treinta y cinco casos.

- Y tres fallecidos – agregó la mamá.

Todos quedaron como petrificados. La noticia les causó temor. Un silencio largo y profundo se aposentó en la sala. Cada uno de ellos estaba como pegado con plasticola al televisor. Cada palabra, cada orientación era muy importante para todos. Luego de un tiempo, el presidente retomó la palabra diciendo:

- Hemos decidido que la cuarentena se extenderá por dos semanas más a fin de evitar un contagio masivo. Sólo se permitirá que una persona por familia salga a hacer las compras o ir a la farmacia. Cualquier caso de 10 enfermedad, por favor, llamen a los números habilitado en la pantalla.

La noticia fue interrumpida por el celular del papá que sonaba una y otra vez desesperadamente. Todos lo miraron, él se fue lentamente hacia el aparato. Caminaba como en cámara lenta porque temía recibir una mala noticia. Los ojos expectantes de toda la familia estaban posados sobre él. Con las manos temblorosas levantó el teléfono y contestó:

- Hola. Sí, soy yo. ¿Qué hay?

Otro largo silencio embargó la sala. Solamente se podía escuchar la respiración de cada uno y el latir de sus corazones.

- ¡No! ¡No puede ser! – exclamó el papá y la angustia parecía abrazar a cada miembro de la familia. Escuchó el mensaje con mucha atención, se despidió y luego pulsó una tecla del teléfono y lo apagó.

- ¿Qué pasó, papá? – preguntó Manuel preocupado.

- El papá de Lucas fue uno de los que dio positivo con el virus – le respondió a su hijo.

Manuel quedó amarillo. Su plan de ir a jugar en la plaza con los amigos quedó hecho añicos; y la idea de ir a tomar helados en la casa de Lucas quedó hecha trizas. Se sentó en el sofá lentamente con la mirada perdida en las baldosas del piso. Suspiró hondamente, y resonaron las palabras del presidente en su cabeza:

- Por favor, quédense en casa, quédense en casa, quédense en casa.

 

 

 

- 4 -

El papá volvía del súper con todas las compras. Se bajó del auto e iba a entrar a la casa rápidamente cuando el grito de Karumbita y de sus hijos lo detuvieron en la puerta:

- ¡Alto! Stop! Epyta upépe!

- ¿Qué pasa? – preguntó el hombre.

- ¡Manos arriba! – le dijo Karumbita – Arroje sus llaves en esta bolsita de hule.

El papá obedeció con una gran sonrisa en los labios.

- ¡Sáquese sus zapatos! – ordenó Manuel a su papá, quien siguió obedeciendo sin protestar.

- ¡Póngase estas zapatillas! – prosiguió Anahí –, y entre a la casa directo al baño.

- Allí lávese bien las manos con jabón mientras canta dos veces una canción, sáquese toda la ropa, póngala en esa bolsa de plástico verde para que sea lavada e inmediatamente báñese – agregó la mamá.

Luego, Karumbita y la mamá procedieron a desinfectar la puerta, el volante, el cambio, el tapizado y todo el auto rociando con alcohol todas las partes del vehículo. Hicieron  lo mismo con los productos comprados antes de ser metidos dentro de la casa.

Después, la mamá echó todas las frutas, verduras y hortalizas en la pileta de la cocina, la llenó de agua y vertió un chorrito de lavandina para desinfectarlas. Más tarde, todos ayudaron para secarlas y meterlas en la heladera. Anahí se alegró bastante al ver que su papá había comprado una buena cantidad de bananas, y exclamó diciendo:

- ¡Qué bueno! Voy a poder hacer una rica torta de bananas.

- ¿Con uvas pasas? – preguntó Karumbita.

- ¡Sí!

- ¿Y almendras? – interrogó Manuel.

- ¡Sí!

- ¡Y con chips de chocolate! – concluyó la mamá, y todos llenaron de risa la cocina.

 

 

 

- 5 –

Al día siguiente, las noticias no eran muy alentadoras. El número de infectados crecía y crecía cada vez más. Las recomendaciones de quedarse en casa seguían resonando en la tele y en la radio. Los periodistas, faranduleros, locutores y artistas trataban de levantar la moral de la gente con juegos, chistes, música, chismes y consejos para evitar el contagio.

El papá y la mamá estaban en el jardín conversando, Karumbita se perdía en la lectura de un libro de aventuras en la sala y Manuel estaba trabajando en la compu en el estudio. Anahí, por su parte, se metió en la cocina para hacer una rica torta de banana. Encendió la radio para escucharla, mientras iba mezclando los ingredientes al son de una hermosa guarania.

Luego de un tiempo logró meter el preparado en el horno, y sin darse cuenta una honda tristeza se apoderó de ella. Anahí, influenciada por las notas de la guarania, comenzó a llorar.

Karumbita la escuchó y vino a su encuentro. La abrazó y le preguntó:

- ¿Qué te pasa, Anahí?

 - No sé, me siento un poco triste, preocupada por todo lo que este virus está haciendo; y pienso en los abuelitos, en los niños y en toda la gente que está sufriendo en el mundo entero y… - explotó en un sonoro llanto.

- Tranquila, amiga mía – le dijo Karumbita tratando de calmarla -, ya todo pasará y vas a ver que todo va a estar bien. Un día le diremos adiós a esta cuarentena. Vamos a la sala a conversar un poco mientras se hace tu rica torta de banana.

La llevó hasta el living, la hizo sentar, le pasó un pañuelito de papel y comenzó a hablarle:

- Anahí, todos pasamos por momentos de miedo, de tristeza y de incertidumbre; pero estos son los momentos en que tenemos que confiar en Dios. Nada escapa de sus manos. Todo está bajo su control.

- Okey – dijo la niña de rulos de oro mientras se secaba dos gruesas lágrimas que descendían por sus mejillas rosadas.

- Hay un salmo que nos alienta bastante en momentos como este.

- ¿Cuál es?

- El cuarenta y seis, y si mal no recuerdo dice así: “Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en los momentos de sufrimientos. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares; aunque bramen y se agiten sus aguas, aunque tiemblen los montes con creciente enojo”.

- ¡Qué hermoso es!

- Y a más de ser hermoso, nos alienta a confiar en Dios. Él es soberano. ¡Fuerza, valiente amiga mía! – Y la volvió a abrazar.

Manuel, que estaba escuchando desde el estudio la conversación entre su hermana y Karumbita, se levantó y fue a sentarse con ellas. Karumbita lo miró y le preguntó:

- ¿Cómo estás, campeón?

- Y no muy bien.

- ¿Por qué? – le preguntaron ambas.

- Y me siento mal porque casi hice algo que no debía.

- ¿Querés compartirlo con nosotras? – preguntó Karumbita.

- Es que el presidente, el ministro de salud, mamá, papá, ustedes, la tele y todo el mundo dice que no hay que salir, que hay que quedarse en casa y…

- ¿Y qué? – volvieron a preguntar Karumbita y Anahí.

- Y … yo estaba a punto de desobedecer…

- ¿Cómo? – preguntó Anahí.  

- Me iba a ir a jugar un partido de fútbol con Lucas, José, Francisco y otros en la plaza, pero justo vino el papá de Lucas a contagiarse.

- ¡Ay, socorro! – exclamó Karumbita .

- Y después íbamos a irnos a tomar helados en la casa de Lucas.

- ¡Nooo! – dijo Anahí sobresaltándose.

- ¡Gracias a Dios que no te fuiste! De otra manera podrías haberte contagiado – agregó Karumbita.

- ¡Y contagiarnos a todos nosotros! – afirmó rotundamente Anahí.

- Tienen razón. Creo que fui bastante irresponsable y egoísta – reconoció Manuel.

- Pero, menos mal que no lo hiciste – interrumpió el papá que venía del patio con su esposa.

Manuel, lleno de remordimiento, se levantó y corrió hacía ellos. Lloró desesperadamente y les pidió perdón. Todos lo rodearon y trataron de calmarlo.

- Ya paso, ya pasó. Todo está bien, mi hijo querido – le dijo la mamá mientras secaba las lágrimas de su hijo con sus manos.

De repente, el papá levantó la nariz, husmeó y preguntó con curiosidad:

- Pero, ¿qué es ese olor tan rico que viene de la cocina? – Karumbita y Anahí se miraron y gritaron:

- ¡La torta de bananas! – Y corrieron para sacarla del horno antes de que se quemara.

 

 

 

- 6 –

Pasaron varias semanas, la pandemia se siguió combatiendo en todos los frentes. Poco a poco la gente aprendió a valorar más el pan de cada día, el aire que respira, la naturaleza, la familia, la fe en Dios, la salud, los amigos y todo aquello que verdaderamente vale la pena.

El virus vino a enseñar a los seres humanos que son efímeros, que el dinero no se lleva a la tumba y que la vida es un regalo de todos los días; que deben ser agradecidos aún por las cosas pequeñas que tienen.

Karumbita, Manuel, Anahí y sus padres aprendieron a disfrutar juntos cada momento, porque la vida está hecha de momentos.

La tormenta iba pasando. Todos trataban de volver a la normalidad lentamente, hasta que una reluciente mañana llena de sol el presidente se dirigió a la población diciendo:

- Todos los niños ya pueden regresar a las escuelas.

Millones de gritos llenos de júbilo explotaron en cada rincón de la República del Paraguay. La gente celebró semejante 20 noticia con aplausos, con cantos y con danzas. Los niños se vistieron de gala y regresaron a las aulas. Los maestros se pusieron felices porque por fin volverían a escuchar la risa cantarina de sus alumnos y la escuela tendría vida otra vez.

Karumbita, Anahí y Manuel saltaron, danzaron y se rieron de alegría y de gozo. De ahora en adelante, Anahí podrá asistir otra vez a los cumples de sus compañeras, Manuel podrá jugar con los chicos un partido de fútbol en la plaza, la mamá podrá teñirse el pelo y merendar con sus amigas, y el papá podrá irse a ver el clásico en el estadio. La vida continúa y el encierro quedó atrás.

Karumbita estaba tan feliz por la noticia y no paraba de repetir cantando y danzando:

- La cuarentena quedó en el pasado. ¡Viva la vida! ¡Viva la familia!

Y todos juntos gritaron:

- ¡Adiós bendita cuarentena!

 

FIN !

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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